por Daniel Tubau
09 Septiembre 2016
del Sitio Web
TheCult
"Adan y Eva"
(1877)
de Hans Heyerdahl
(1857–1913)
Los arqueólogos o los historiadores tal vez logren algún día
descubrir el origen de esa extraña religión que se conservó en
varias decenas de relatos que los hebreos llaman Tanaj y los
cristianos Antiguo Testamento.
Tal vez la respuesta se encuentre ya bajo tierra, pero no en una
excavación todavía por hacer, sino en los sótanos de algún museo, en
alguna de las miles de cajas que contienen textos sumerios, asirios
o hititas que todavía esperan ser traducidos.
Mientras llega ese momento, aunque es posible que no llegue nunca, a
no ser que Google se decida a escanear todas las piedras escritas,
sólo podemos especular acerca de,
...porque ni siquiera sabemos si todos
ellos adoraban al mismo dios o a los mismos dioses.
Algunos, como Noé o Abraham, parecen
seguir una
religión mesopotámica.
José quizá sufriera la influencia del
faraón hereje Akenatón y el culto al dios único Atón,
mientras que Moisés, cuyo nombre expresa una semejanza innegable con
el de faraones como Tutmoses, parece, sin embargo, haber sufrido,
camino de Palestina, una revelación, que tal vez le mostró al dios
del profeta Zaratustra.
Si pensamos en el relato del Jardín del Edén, que se incluye
en el Génesis, parecen evidentes las influencias sumerias y
asirio-babilónicas. Como ejercicio más o menos improvisado,
intentaré descomponer el mito en sus elementos fundamentales.
Hay que recordar, sin embargo, que el relato de la creación se
cuenta dos veces, con ciertas variaciones,
lo que se llama Génesis I y Génesis
II, o relato sacerdotal (S) y relato yavista (J).
En la primera versión se habla de un
dios al que se llama Elohim, que es una denominación plural, "los
dioses", sin duda un resto del politeísmo original del que sin duda
procede el relato.
En el relato yavista los autores se
refieren al dios protagonista como
Jehová o Yahvé.
"La expulsión
de Adán y Eva"
de Arthur Trevethin
Nowell (1862–1940)
Un jardín al
oeste
En el mito del Jardín del Edén encontramos a un hombre llamado Adán,
al que un dios llamado Yahvé o Jehová (o Elohim), ha creado a su
imagen y semejanza:
"Entonces Jehová Dios formó al
hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de
vida, y fue el hombre un ser viviente. Y Jehová Dios
plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que
había formado."
(Gén.2:7–8)
Adán vive en el jardín junto a los
animales, como uno más, aunque Yahvé le ha dado el poder sobre
ellos:
"Jehová Dios formó, pues, de la
tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las
trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo
que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre.
Y puso Adán nombre a toda bestia y
ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se
halló ayuda idónea para él".
(Gén.2:19–20)
Decide entonces Yahvé crear una
compañera para el hombre, a la que crea a partir de una costilla de
Adán:
"Entonces Jehová Dios hizo
caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una
de sus costillas, y cerró la carne en su lugar.
Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo
una mujer, y la trajo al hombre."
(Gén.2:21–22)
Adán y Eva viven juntos en ese
jardín, que se ha considerado un Edén o Paraíso, sin sentir
vergüenza por su desnudez:
"Y estaban ambos desnudos, Adán y su
mujer, y no se avergonzaban."
(Gén.2:25)
En el Jardín hay dos árboles que el
narrador considera necesario mencionar. Uno es el árbol de la
vida y el otro el del conocimiento, que permite
distinguir entre el bien y el mal.
Yahvé les prohíbe que prueben la fruta
del árbol del bien y del mal, porque, si lo hacen, dice, "morirán".
Sin embargo, en el jardín hay una serpiente, que entonces no tenía
la apariencia del animal que hoy conocemos, porque ese será el
castigo que le impondrá Yahvé después.
La futura serpiente dice a Eva que Yahvé
les ha mentido:
"Entonces la serpiente dijo a la
mujer:
'No moriréis, sino que sabe
Dios que el día que comáis de él, serán abiertos
vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y
el mal'."
(Gén.3:4–5)
Adán y Eva prueban la fruta del árbol
del conocimiento, que se ha considerado de modo tradicional que era
un manzano, pero que algunos eruditos consideran que era un
membrillo.
Parece que fue Eva quien primero mordió
la manzana o membrillo, para después ofrecérselo, para tentar (de
ahí que la mujer sea "la gran tentadora") a Adán.
La iconografía tradicional representa el momento posterior como el
de la ira de Yahvé, quien, furioso, expulsa a Eva y Adán del
Jardín del Edén...
"Adán y Eva en
el Jardín del Edén"
(1615), de Jan
Brueghel el Viejo.
¿Por qué
expulsa Yahvé a Adán y Eva del jardín del Edén?
No se debe a que hayan probado la fruta del árbol del bien y del
mal, porque la serpiente tenía razón y probar ese manjar no ha
provocado la muerte de Adán y Eva, como decía Yavhé que sucedería.
Tampoco es porque, como han dicho
algunos, Adán y Eva fueran inmortales antes de probar la manzana.
La verdadera razón de su expulsión es
que ahora que Adán y Eva han accedido al conocimiento, se han
igualado a Yahvé y a los dioses, como se puede comprobar en uno de
esos momentos en los que Yahvé se refiere a sí mismo como a un dios
más entre otros:
"Y dijo Jehová Dios:
'He aquí que el hombre es como
uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que
no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y
coma, y viva para siempre'."
(Gén. 3:22)
Es decir, ahora que los seres humanos
son como los dioses, lo siguiente que harán será comer del árbol de
la vida, con lo que se igualarán completamente a los dioses: se
supone que serán inmortales.
Así que Yahvé expulsa a Adán y Eva del
jardín y pone en la puerta una espada flamígera para impedir que
puedan volver a entrar y alcanzar la inmortalidad.
Por otra parte, debido a que han probado la fruta prohibida, Adán y
Eva pierden la inocencia:
"Entonces fueron abiertos los ojos
de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron
hojas de higuera, y se hicieron delantales.
Y oyeron la voz de Jehová Dios
que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su
mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los
árboles del huerto."
(Gén.3:7–8)
Adán y Eva vagarán a partir de entonces
por el mundo, que está habitado, como enseguida descubriremos al ver
el pacto de Yahvé con Caín, al que promete que nadie le matará, lo
que prueba también que el Jardín de Edén es un lugar concreto y que
Adán y Eva no son el origen de la humanidad, o al menos que no lo
eran en el mito original:
Caín, en su destierro, incluso
encontrará ciudades.
Este es el mito tal como es contado por
uno o varios narradores.
Los expertos creen que el yavista,
el autor del texto más preciso, escribió su relato durante la
cautividad de los judíos en Babilonia. Eso explica sin duda que la
comparación de este mito con algunos mitos babilónicos sea tan
inmediata y reveladora.
La mayor semejanza es tal vez la que
existe entre el jardín de Adán y Eva y el mito de Enkidu.
"El Jardín del
Edén"
de Thomas Cole (c.
1828)
El salvaje
Enkidu
La historia de Enkidu se cuenta en
La Epopeya de Gilgamesh, un relato
cuyas primeras versiones se remontan a más de dos milenios antes de
nuestra era.
Enkidu es un hombre salvaje que ha sido creado también por los
dioses, en este caso por la diosa Aruru, creadora tiempo atrás de la
humanidad, para enfrentarse al rey Gilgamesh de Uruk:
"¡Que convoquen a Aruru, la Gran
Señora! Fue ella quien creó a la humanidad.
Que sea ella entonces la que cree a
un rival para Gilgamesh, alguien de fuerza enorme, que compitan
los dos entre sí y de este modo vuelva la calma a Uruk."
La diosa Aruru crea a Enkidu del mismo
modo que Yahvé creó a Adán según el narrador yavista:
"Aruru escuchó las palabras y se
dispuso a cumplir las órdenes de Anu. Aruru se lavó las manos,
cogió un poco de barro y lo lanzo a un erial. Allí, con el barro
hizo al valiente Enkidu, la criatura del silencio."
Enkidu vive en algo parecido a un bosque
o selva con el resto de los animales:
"Greñas encrespadas eran su cabello
y el pelo le crecía por todo el cuerpo. Llevaba largas melenas
como una mujer y sus mechones eran recios como la cebada.
Enkidu no conoce a los hombres, no
sabe que existen personas, no tiene ninguna patria.
Viste con trapos como el mismo
Sakkan [dios de las bestias] y junto a las gacelas come las
hierbas del campo, junto a las bestias se apretuja en el talud
de la balsa y junto a los bichos se deleita en las aguas."
Aunque aquí se dice que Enkidu se viste
con trapos, en otros momentos parece quedar claro que va desnudo
como cualquier otro de los animales que le rodean y con los que
convive, del mismo modo que lo hace Adán, hasta que llega allí una
mujer, Samhat.
Se trata de una prostituta que ha sido
enviada a Enkidu por el rey Gilgamesh, aunque la idea ya se le
ocurrió antes al padre de un cazador que descubrió al salvaje Enkidu:
"Ve a encontrarte con Gilgamesh y
descríbele el vigor de esa bestia. Él te entregará a la
cortesana Samhat. Te la llevarás contigo de caza y le explicarás
cuán robusto es esa bestia humana.
Cuando su manada llegue a la aguada,
ella se quitará sus vestidos y mostrará sus encantos. Y cuando
él la vea así, se abalanzará sobre ella. Entonces su manada, que
se había criado con él, le será hostil."
La mujer seduce al hombre salvaje y le
revela el conocimiento, y en concreto el lenguaje hablado.
"Samhat apartó sus velos y descubrió
su sexo para que Enkidu tomase su voluptuosidad, sin temor a
agotarlo.
Cuando ella dejó caer su vestido, él
se acostó sobre ella y ella hizo con aquel salvaje su trabajo de
mujer mientras él la acariciaba. Seis días y siete noches Enkidu
excitado hizo el amor con Samhat."
Tras estos días sin tregua de sexo,
Enkidu accede a un conocimiento superior:
"Enkidu estaba débil y era incapaz
de correr como antes. Pero había madurado. ¡Se había vuelto
inteligente! Regresó para sentarse a los pies de la cortesana.
Con los ojos clavados en su rostro comprendía todo lo que ella
le decía."
Samhat, además, antes de llevar a Enkidu
a la ciudad, alejándole del bosque en el que vive, decide vestirlo,
dándole la mitad de sus ropas:
"Ella le vistió a él con parte de
sus vestidos y ella se vistió con la otra parte."
Semejanzas
cercanas y lejanas
Encontramos en los dos mitos muchos elementos comunes, algunos de
ellos muy llamativos:
Un hombre y una mujer en un jardín o
bosque, el conocimiento que llega al hombre a través de la
mujer, la presencia en el jardín primero del hombre junto a los
animales:
-
en el Génesis, antes de que
llegue Eva se dice "El hombre (Adán) dio nombre a los
animales"
-
después de la mujer, que le
es entregada a Adán/Enkidu por la acción de alguien
exterior (Yahvé/Gilgamesh o, el padre del cazador),
también hay una fuerte relación entre la mujer y el
camino al conocimiento…
Además, Adán llama a Eva en el Génesis
"la madre de todos los vivientes", que es precisamente el título que
se daba a Aruru o Ishtar, la diosa de la que era sacerdotisa Samhat,
la amante de Enlidu.
Lo que no encontramos en el mito de Enkidu es la manzana ni
la serpiente, al menos a primera vista.
Para encontrar a la serpiente tenemos que esperar hasta casi el
final de la Epopeya de Gilgamesh: es entonces cuando aparece una
serpiente que le roba a los hombres, en este caso a Gilgamesh, el
amigo de Enkidu el secreto de la vida eterna, o al menos el de la
juventud recobrada.
Gilgamesh fracasa, a pesar de que logra
encontrar la planta de la juventud, por culpa de una serpiente que
le roba la planta.
Hay otros elementos del mito bíblico que también se encuentran
descolocados en otros lugares del mito sumerio.
Enkidu duerme siete días con sus noches
y también lo hará Gilgamesh antes de encontrarse con la serpiente,
como cuando a Adán le extrae Yahvé la costilla.
No me puedo detener ahora en este
asunto, que es más significativo de lo que parece a simple vista,
pero lo haré en próximas Babilónicas.
Por otra parte, a pesar de que el mito bíblico se suele presentar
como el del origen del mundo, ya he dicho antes que existen otras
personas fuera de Edén, como vemos cuando Caín, tras matar a Abel,
parte al destierro.
Del mismo modo, Enkidu, rechazado ahora
por los animales del bosque, se encamina con Samhat hacia Uruk, la
ciudad del rey Gilgamesh.
Las
diferencias
Hemos visto las semejanzas, algunas de las cuales parecen probar la
dependencia entre el escritor yavista y sus fuentes mesopotámicas.
Hay todavía mucho que investigar para
reconstruir el mito original, el urmyth, que se esconde tras
el jardín del edén, pues, como hemos visto, algunos elementos se han
desplazado de lugar, como la serpiente.
También habrá que recurrir a otro relato mesopotámico de gran
importancia, el Atraharsis o El Gran Sabio, que cuenta la historia
del hombre que sobrevivió
al diluvio:
Utanapishtim.
Sin embargo, también existen algunas
diferencias.
Una de las más llamativas es que no hay
ni manzana ni membrillo en el mito de Enkidu.
Pero la más interesante es que la
interpretación bíblica del mito nos asegura que existió un
paraíso original del que la humanidad fue expulsada por sus
pecados, por lo que es uno de los ejemplos más notables de lo que se
ha llamado "mito del paraíso primitivo" o del "buen salvaje" por
Rousseau.
Sin embargo, en el relato de Enkidu,
aunque podemos considerar a Enkidu el primer "buen salvaje" que vive
en el estado natural junto a los animales, también ofrece un
insólito ejemplo de lo contrario y parece más bien un mito
antiprimitivista, que propugna la civilización como humanizadora de
la bestia humana, algo que se ha comparado con Ovidio, como
veremos en otra Babilónica.
A pesar de todo, en el relato bíblico se
pueden detectar trazos de una intención que en su origen podía ser
semejante a la del mito sumerio, como el hecho de que comer la fruta
del árbol del conocimiento permite a los humanos distinguir entre el
bien y el mal, algo que no pueden hacer las bestias salvajes.
En otro momento hablaré también de la presencia en ese Edén sumerio
y asirio babilónico, pero también en el hebreo,
de Lilith, la primera mujer.
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