por Alejandro Martínez Gallardo
19 Diciembre 2016
del Sitio Web
PijamaSurf
Una reflexión sobre
el solsticio de invierno 2016
y una exploración del
simbolismo
astrológico, religioso y
filosófico
de esta importante fecha
Antiguamente el hombre derivaba el significado de su existencia de
los ciclos de la naturaleza, a los cuales se ajustaba para vivir en
armonía.
Es por ello que los solsticios y
equinoccios - los cuatro pivotes del año solar - eran grandes
celebraciones, en las que se rendía culto al viaje del Sol a lo
largo de los diferentes constelaciones y su transformación en las
diferentes estaciones.
En estos cuatro puntos se simbolizaban
los hitos que marcan la vida en la naturaleza: el nacimiento, el
crecimiento, la madurez, la muerte (que conlleva la regeneración).
Este año el solsticio de invierno ocurrirá el 21 de diciembre en el
hemisferio norte a las 4:44 am, hora de la Ciudad de México (10:44
tiempo universal).
En el hemisferio sur será en el mismo
momento el solsticio de verano. De un lado tendremos la noche más
larga del año y del otro el día más luminoso - este es el punto de
máxima dualidad en el drama cósmico, que llegará al equilibrio en el
equinoccio.
La palabra "solsticio" viene del latín sol + sistere
("quedarse quieto"), y alude al instante en el que el Sol llega a su
punto más alto en el cielo, desde nuestra perspectiva, y en
apariencia parece detenerse (un instante de mágica e ilusoria
suspensión temporal que parece fijar el momento de su muerte) para
revertir su dirección.
Tenemos, particularmente en el solsticio de invierno, el gran
símbolo natural de la muerte y el renacimiento.
El momento del solsticio es el
memento mori por antonomasia, donde toda la naturaleza venera
enlutada a la luz que es la fuente de toda vida.
Pero en la misma muerta yace la la
semilla del espíritu que florecerá en la primavera y culminará en el
esplendor del solsticio de verano.
"En medio del invierno descubrí que
había, dentro de mí, un verano invencible", escribió Albert
Camus.
La luz y la oscuridad no pueden existir
la una sin la otra y es posible ver en las tinieblas una luz
invencible.
Gran parte de las religiones antiguas eran en realidad filosofías
naturales o astro-teologías - extraían sus principios filosóficos y
sus conductas morales y rituales de una atenta observación de la
naturaleza, y particularmente de los astros.
Esto se basaba en un pensamiento
analógico del cual se derivaba un sistema de correspondencias que
concebía al hombre y a la naturaleza sublunar como espejos del
macrocosmos.
El Sol era el símbolo de la
personalidad, el sí mismo divino, el gran héroe que atraviesa todo
tipo de peripecias en su viaje anual, incluyendo el descenso al
inframundo, lo cual marca el triunfo de la luz y la prueba de la
inmortalidad de la vida, que siempre se regenera.
El ser humano entonces es el pequeño Sol
que atraviesa arquetípicamente las mismas permutaciones que el Sol
(cada año, pero también en su vida como conjunto) y que debe
convertirse en el héroe inmortal de su propio psicodrama cósmico.
Así entonces el invierno es para el
individuo que sintoniza estos patrones arquetípicos un tiempo de
recogimiento, de conservación de la energía, de reflexión, práctica
espiritual y renacimiento.
El biólogo
Rupert Sheldrake escribe en su
libro El Renacimiento de la Naturaleza:
"Estos ciclos implicaban un complejo
sentido de participación interior directa de los seres humanos
no sólo en el mundo, sino también en las energías cósmicas,
mediante el ritual, y de los poderes divinos en el mundo, en
virtud de su presencia inmanente y transformadora".
El filósofo y esoterista canadiense
Manly P. Hall dice sobre el simbolismo del solsticio de
invierno:
No ha habido ningún pueblo que no
haya atravesado algún tipo de de fase de simbolismo solar en su
filosofía, ciencia y teología, el Sol ha dominado todas las
artes, ha estado involucrado en todas las teorías de armonía
musical [recordemos que Pitágoras, según la tradición es el hijo
de Apolo, el dios de la métrica y de la luz].
Encontramos registros de esto en
todas partes porque el Sol [y particularmente sus equinoccios y
solsticios], representa la restauración anual de la vida,
símbolo de la gran resurrección de todas las cosas existentes,
la gran redención, la elevación de toda la vida de la oscuridad
a la luz.
En Roma en estas fechas - alrededor del
17 al 23 de diciembre - se celebraban
las saturnalias, las fiestas de
Saturno, la vieja divinidad de la agricultura, que había regido el
mundo en la época de oro, en
la mítica Arcadia.
Estas celebraciones significativamente
culminaban con la celebración del
Sol Invictus (el Sol
Invencible), algo que parece coincidir con el solsticio. Las
festividades constaban de sacrificios y ofrendas en el templo de
Saturno, un suntuoso banquete y una subversión de las normas
sociales: se bebía, se comía, se copulaba y se apostaba, y los
esclavos eran liberados temporalmente.
El poeta Catulo llamó a las
saturnalias "los mejores días". Macrobio, quien es la
principal fuente que se tiene, explica que la Saturnalia es un
festival que celebra la renovación de la luz y por ende la
sabiduría.
Al igual que el emperador Juliano,
quien menciona que el Sol es la divinidad que las comprende a
todas, Macrobio sugiere que la festividad nace de la proximidad
del solsticio invernal y que es una exposición de un monoteísmo
solar.
Por otra parte, el filósofos neoplatónico Porfirio hace
una lectura simbólica de la fecha, sugiriendo que está regida
por Saturno debido a que el Sol ingresa en el solsticio al signo
de Capricornio, el cual está regido por Saturno.
Tradicionalmente en la astrología se
sostiene que Capricornio es la puerta de los dioses (o
inmortales) y Cáncer (el signo que se encuentra a 180 grados de
Capricornio) es la puerta de los hombres.
Esto se debe a que en el esquema de
Ptolomeo en el cual está basada la astrología (y también
el esquema hermético).
El cosmos está formado por siete
esferas planetarias, siendo la más baja la Luna (la cual rige
Cáncer), la cual marca el ingreso de un alma al mundo material,
y la más alta la de Saturno, la cual marca el regreso de un alma
al mundo espiritual o a la octava esfera, la de las estrellas
fijas (en el descenso del alma el orden se invierte y Saturno es
la primera esfera).
La lectura de Porfirio
entonces sugiere que el hecho de que los esclavos fueran
liberados en la Saturnalia simbolizaba la liberación de las
almas de la prisión del mundo material (a través de la puerta de
Capricornio).
Tenemos claramente aquí la noción de que
la muerte es una posible puerta a una vida más
alta, a una regeneración espiritual; algo que será
retomado por los alquimistas, quienes recogían la materia prima de
su obra magna en invierno y el primer estadio de la piedra filosofal
era llamado nigredo, (la negrura de la tierra) y estaba
regido por Saturno (cuyo metal es el plomo, el cual será
transformado en oro).
Mucho se ha especulado sobre si la designación de la natividad de
Jesús el 25 de diciembre fue una decisión política-religiosa
del imperio romano con la cual se mezclaron sincréticamente diversos
cultos, como,
Se ha sugerido que Jesucristo es,
como Mitra, una divinidad solar, y su nacimiento en una fecha
cercana al solsticio obedece a una claro simbolismo astro-teológico.
Sin embargo, aunque esto es probable, no
existe un trabajo académico que dé crédito a esta hipótesis.
De cualquier manera el solsticio de invierno es uno de los días más
cargados de simbolismo - "en la luz están todas las cosas", dice
Manly P. Hall, incluyendo las leyes y ritmos del cosmos - y una
bella oportunidad para meditar sobre la muerte y los ciclos de la
naturaleza.
Para entristecerse a la par de que los
días van perdiendo luminosidad y fuerza hasta llegar a su punto más
álgido - disfrutando también, por qué no, de la melancolía y el
silencio de la oscuridad - y congratularse de que la naturaleza se
regenera y de que, al final, la luz siempre triunfa...
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