por Alonso González de Nájera 12 Abril 2019 del Sitio Web Editorial-Streicher
1986
Capítulo 11 -
TEOFAGIA
Y sin embargo en el cristianismo, aunque velada con términos místicos, no sólo es una frase habitual y perfectamente admitida sino que es una realidad cotidiana, si hemos de creer lo que nos dicen los teólogos y jerarcas.
La teología cristiana no
sólo tiene la audacia de hacer encarnar a ''Dios'', y hacerlo
morir de manera ignominiosa sino que se atreve a encerrarlo, gústele
a 'Dios' o no, en un pedazo de pan, en virtud de un abracadabra que
poseen ciertos seres humanos y que pueden utilizar cuando les venga
en gana.
Y cuando
la Iglesia Católica dice "consagrar" no está diciendo que acepta el
pan como un símbolo o que dedica aquel vino a que represente la
sangre de Cristo. Para la Iglesia Católica "consagrar" significa
cambiar o convertir radicalmente una cosa en otra. En este caso
cambia la sustancia del pan y del vino en el cuerpo del Cristo.
Pero antes de nada, tendremos que tener en cuenta, que a pesar de tratarse de algo tan importante, por lo menos una cuarta parte de los cristianos del mundo no admite el dogma de la transubstanciación tal como lo entienden los católicos.
Y si bien es
cierto que en la Iglesia griego-ortodoxa lo admiten poco más o menos
como los católicos, también es cierto que en la actualidad hay
millones de católicos que en la práctica no lo admiten ya que no se
acercan nunca a recibir la comunión, y si se les preguntase cómo
entienden ellos el dogma, a duras penas podrían saber de qué va la
cosa.
Pero de nuevo nos encontramos con la inexplicable realidad de que la cosa no ha estado nada clara nunca, y que esa falta de claridad viene desde el momento mismo en que el rito fue instituido por Jesucristo, si es que en realidad él pretendió instituir un rito.
Por supuesto que para quien estudie u hojee un manual de teología católica, el sacramento de la eucaristía no presenta duda alguna; fue instituido por el mismo Cristo tal como lo cree y practica en la actualidad el catolicismo, y en la Iglesia no ha habido nunca duda acerca de ello.
Pero las cosas distan mucho de ser así, como veremos enseguida.
Según la teología católica, el sacramento de la eucaristía lo instituyó Cristo en la Última Cena, tal como nos lo cuenta Mateo en el capítulo 26 vers. 26-29
Que Cristo quisiera establecer un pequeño rito en medio de una comida familiar o fraternal, con el cual recordasen las generaciones futuras el sacrificio que él estaba a punto de hacer, no hay dificultad alguna en admitirlo.
Pero de eso a todo el mito eucarístico que tenemos en la actualidad, tal como se manifiesta, por ejemplo, en una misa pontifical, con todo su montaje dogmático-litúrgico-folclórico, hay un abismo.
Deducir de las
sencillas palabras de Cristo en la Ultima Cena la increíble doctrina
de la transubstanciación es tener una imaginación demasiado viva. Y
admitir, por otro lado, semejante cosa, es demostrar demasía
credulidad.
Es decir, que el que toca el pan está tocando a
Cristo en persona, y el que bebe el vino está bebiendo la sangre de
Cristo.
Los Protestantes han considerado las palabras de Jesús y el rito recibido de la primitiva iglesia cristiana, como algo simbólico.
Se atienen a las palabras finales del mismo rito de la consagración "Haced esto en recuerdo mío", es decir,
Una de las principales causas de que no hubiese más herejías en cuanto al dogma de la eucaristía y en cuanto a muchas otras cosas discutibles dentro de las creencias cristianas, es el miedo.
En cuanto se produjo el maridaje de los poderes civil y eclesiástico - entre los siglos VI y VII - la represión comenzó a apretar más y más las gargantas de los que querían disentir.
A veces los obispos farisaicamente, para no mancharse de sangre, remitían a los disidentes al "brazo secular", aun a sabiendas de que el "brazo secular" era feroz.
Y por su parte, las potestades civiles se valían
de las "herejías" de ciertos disidentes sociales para sacarlos del
medio.
La sentencia oficial dictada por el Emperador
Máximo los
acusa del "crimen de magia", pero la realidad era que Prisciliano,
aparte de ser un purista y un severo censor de las costumbres
relajadas del clero y del pueblo cristiano, era un librepensador en
cuanto a la interpretación de las Sagradas Escrituras.
España
Ellos, como en tantas otras ocasiones en la historia de la Iglesia y de Europa, fueron los que indujeron a las autoridades civiles a que castigasen las herejías que eran un "peligro para la estabilidad del reino".
No se puede negar que siempre ha habido voces de eclesiásticos que se levantaron contra semejantes monstruosidades que van contra la esencia del Evangelio.
Pero tampoco se puede negar que el pensamiento general, y en épocas oficial, de la Iglesia fue el de favorecer la represión absoluta de toda doctrina que fuese contra los dogmas esenciales, sin excluir la pena de muerte.
Vea el lector con qué mojigato cinismo uno de los más famosos pontífices de la Historia, León Magno, aconseja en una carta a Toribio, obispo de Astorga (siglo V) a propósito de las torturas a los herejes:
¡Qué frecuente ha sido esta untuosidad y gazmoñería eclesiástica en palabras tras las cuales sólo hay política, ambición o deseos de venganza!
De sobra sabía León Magno cómo eran de bárbaras las "severas leyes de los príncipes cristianos".
Por las mismas fechas, Juan Crisóstomo en Oriente decía que la Iglesia no puede matar a los herejes, pero sí reprimirlos, quitarles la libertad de hablar y disolver sus reuniones.
Me permito en las líneas siguientes
extractar unos párrafos de la "Historia de la Iglesia" de la
Biblioteca de Autores Cristianos, escrita por tres
jesuitas, a los
que no se puede acusar de detractores de su propia Iglesia.
Felipe Augusto de Francia hizo quemar a ocho Cátaros en Troyes en 1200, uno en Nevers al año siguiente, otros muchos en 1204, y obrando como rey "christianissimus et catholicus", hizo quemar a todos los discípulos de Amaury de Chartres:
Y todo esto no fueron más que los comienzos de las horrendas matanzas que en los primeros quince años de ese mismo siglo habría en el Sur de Francia, con motivo del exterminio de los Cátaros.
Estos "herejes" que si de algo
pecaban era de ser fanáticamente puristas y austeros, y de haber
estrechado la interpretación de las Escrituras hasta límites
enfermizos, fueron salvajemente exterminados por varios caudillos "cristianísimos" entre los que sobresalió una bestia humana llamada
Simón de Montfort al que el Papa Inocencio III le dio el título de
"católico ferviente y admirable" y de "hijo predilecto del Papa",
títulos a los que el propio Concilio de Letrán añade el de "Paladín
de la cristiandad".
Y no se crea que todos esos horrores se debían al fanatismo de algunos exaltados como Simón de Montfort, o a las ambiciones políticas disfrazadas de celo religioso del rey Pedro de Aragón, no.
En todas esas salvajadas de comienzos del siglo XIII que ennegrecen la historia del cristianismo nos encontramos en primera fila a obispos alentando al asesinato y al exterminio de los "enemigos de la santa religión". Y no sólo a obispos; el mismo Papa es el principal instigador de todos esos horrores.
Éste envía como legado a Pierre de Castelnau quien, al no lograr lo que pretendía del conde de Tolosa, Raimundo VII, lo excomulga y pronuncia la célebre frase:
Ante esto, Inocencio III hace un llamamiento en pro de una cruzada para exterminar a los cátaros y publica para ello una bula.
He aquí un resumen de ella, en la que uno se queda pasmado viendo con qué cinismo se usa el nombre de 'Dios' y con qué engreimiento se mezclan las ambiciones humanas con los castigos 'divinos':
Continúa animando a los súbditos del conde a que se rebelen contra él y se queden con sus tierras y posesiones, y termina con esta arenga:
Por lo que hemos visto más arriba, el medio que 'Dios' y sus representantes les inspiraron fue el fuego, la horca, el degüello y el pillaje.
Según los historiadores, el total de muertos por los dos bandos en la "Cruzada" contra los cátaros y albigenses (que se extendió todavía durante todo el siglo XIII) supera las 100.000 personas...
Pero volvamos a las herejías específicas contra la
eucaristía.
Por lo que el lector acaba de ver, a medida que fue pasando
el tiempo, se fue haciendo más difícil discrepar, y entrado ya el
siglo XIV (y el XXI. NdE.) discrepar en cuestiones religiosas en la
mayor parte de Europa era sinónimo de cárcel o de muerte, una vez
instituido el
Santo y Demente Tribunal de la Inquisición.
Aunque la palabra "transubstanciación" no aparece hasta el siglo XII, usada por Hildeberto de Lavardin, lo que con ella quiere decir la Iglesia en la actualidad ya era ciertamente defendido por algunos autores en los comienzos del cristianismo.
Pero probablemente era una afirmación minoritaria, ya que nos consta que muchos de los principales teólogos de los tres primeros siglos tenían opiniones diferentes de cómo había que entender la presencia de Cristo en la hostia. (...)
Las ideas no estaban muy claras y, ante un hecho tan
extraño como la conversión de un pedazo de pan y de un vaso de vino
en nada menos que el cuerpo y la sangre de 'Dios', los Doctores y el
pueblo preferían no ahondar, dejándolo a la imaginación de cada uno.
En el siglo XI Berengario de Tours se rebela abiertamente contra la doctrina de la transubstanciación, y a partir de entonces, valdenses, cátaros, albigenses, y los grandes reformadores Protestantes, con Lutero a la cabeza, se unen a esta rebelión contra la presencia "real" de Cristo en la Eucaristía.
La doctrina sobre la eucaristía no es, pues, unánime en el cristianismo.
A lo que tenemos que añadir que la doctrina "eucarística", es decir, la creencia de que 'Dios' se hace comestible, por increíble que esto suene, tampoco es original del cristianismo como enseguida veremos. De hecho, es algo que lo llena a uno de admiración el encontrarse el mismo rito y la misma creencia, tan extraños de por sí, en otras religiones.
Esto lo lleva a uno a pensar que tiene que haber un secreto y profundo mecanismo que inconscientemente fuerza al ser humano a inventar y a practicar semejantes creencias y ritos.
Si esto lo encontrásemos sólo en una religión se lo achacaríamos a la mente especialmente calenturienta del visionario fundador.
Pero no es así. El rito
eucarístico, de una u otra forma, lo encontramos en unas cuantas
religiones anteriores al cristianismo y practicado con la misma fe y
la misma entrega de mente con que se practica y se cree en el
cristianismo de hoy.
Nos lleva a pensar en la necesidad profunda que el hombre siente de seguridad, de sentirse protegido por 'Dios'; y la manera mejor de lograrlo es sintiéndose físicamente fundido con él, tal como lo logra en la eucaristía, comiéndoselo. Es una forma primitiva e irracional de solucionar el profundo miedo vital, la constante incertidumbre que el ser humano tiene ante la existencia y ante el Universo.
Creo que hay otras maneras más
radicales de explicarse este extrañísimo rito de la comunión; pero
no es este libro el lugar adecuado para discutirlas.
En la misma Biblia tenemos en los capítulos 14 y 18 del Génesis una temprana noticia acerca del pan y del vino consagrados como alimento religioso. Se trata del pasaje en el que Melquisedec, rey y al mismo tiempo sacerdote de una religión pagana, bendijo a Abraham, padre del judaísmo.
Faltaban entonces alrededor de años para que naciese Cristo.
Pero no es esta la
primera ocasión en que el pan y el vino aparecen como principales
elementos litúrgicos, y por ello no es extraño que Melquisedec
conociese y practicase el rito, ya que en toda aquella región se
practicaba desde tiempos inmemoriales, a juzgar por los documentos
que han llegado hasta nosotros.
Los que eran iniciados en
los misterios de Mitra tomaban el pan y el vino sagrados, y eran
marcados en la frente con una cruz, tal como luego lo practicaban
algunos cristianos en la misma Roma a donde los persas habían
llevado sus ritos.
He aquí las palabras con que lo defiende Justino mártir (año 170):
Tertuliano (año 200) en su libro "De Praescriptione Hereticorum", cap. XI, dice poco más o menos lo mismo.
Y fue este Padre de la Iglesia el primero que empezó por esta misma razón a llamarle a Satanás el "mono de 'Dios'," porque imitaba las creencias y ceremonias de la verdadera Iglesia de 'Dios'.
Es de notar que en los Misterios
del "Señor" o del "Salvador" - como los persas llamaban
a Mithra
- lo
más frecuente era que mezclasen el agua con el vino, que es, ni más
ni menos, lo que la Iglesia cristiana ha hecho siempre y continúa
haciéndolo aún hoy en la celebración de la Misa.
Pero resulta que en los Misterios citados de las religiones antiguas también se comían el pan y se bebían el vino, y los que lo hacían creían comer la carne de Ceres y beber la sangre de Dionisos.
La copa de vino consagrado que se hacía circular entre los iniciados se llamaba la copa del "agazodemon" es decir, la copa del "buen espíritu".
Y si de Roma y Grecia nos vamos a Egipto nos encontraremos con un viejo papiro en el que se halló esta frase:
En Egipto la comunión se practicaba con una especie de oblea gruesa compuesta con harina de trigo, miel y leche en la que se imprimía la señal de la cruz.
Tanto ellos como los griegos celebraban una cena ritual a la que llamaban "ágape" en la que practicaban la comunión, lo mismo que hicieron los primeros cristianos durante medio siglo, hasta que, debido a los abusos que Pablo denuncia en sus cartas, separaron el "ágape" de la propia eucaristía, celebrando uno por la mañana y otra por la noche.
He aquí cómo Epifanio (325-403) nos narra el rito eucarístico de los gnósticos marcosianos, el cual, por supuesto, para él era puramente demoníaco por los prodigios que allí sucedían:
Los judíos también tienen su pan y vino rituales, al igual que lo tenían los enigmáticos druidas.
Y si nos remontamos milenios atrás
nos encontraremos con el misterioso "soma" de los hindúes: una
bebida sagrada - que también era considerada como un dios - que una
vez tomada, hacía experimentar al creyente una identificación con la
divinidad.
El jesuita, que recorrió gran parte de América estudiando con mucho cuidado las costumbres y religiones de los indios, se asombraba al encontrarse en muchas ocasiones, en tribus y razas completamente diferentes, con que aquellos indios practicaban ceremonias que parecían calcadas en las del cristianismo:
El buen Acosta, para explicarse lo inexplicable, acude de nuevo a la tesis de Satanás como el "mono de 'Dios'" que ya habíamos encontrado en Tertuliano y Justino Mártir.
Pero sospechar que su punto de
vista, su propia creencia, su sagrada religión, sea la que está
imitando a otras, o simplemente sea una religión falsa más, ni se le
pasa por la cabeza.
La profunda explicación de un rito tan raro como la eucaristía-comunión, y de un hecho tan extraño como la presencia de él en tantas religiones tan separadas en el tiempo y en el espacio, es la que apuntamos más arriba, y, en el fondo, la que Freud señaló hace ya mucho tiempo:
El miedo a la muerte y el miedo al 'más allá'...
La necesidad profunda
que el ser humano tiene de sentirse protegido y defendido por
alguien más poderoso que él. De ahí que quiera identificarse con eso
que él llama "Dios", en lo que simboliza todo el misterio de la vida
y de la muerte y toda la energía impulsora del Universo.
Pero como el miedo persiste, la mente sigue delirando y
los hace resucitar, les hace prometer que volverán, (la famosa "Segunda Venida" que también es frecuente en las otras religiones)
hasta que, en el colmo de su delirio, los hace convertirse en pan y
acaba comiéndoselos para sentirse identificada con ellos.
Pero por
otro lado, el hombre verdaderamente adulto debe ayudar a que sus
hermanos dejen de ser niños, religiosamente hablando, y superen los
profundos traumas mentales a que fueron sometidos en su niñez y que
son los que en la actualidad no les dejan ver que su religión,
considerada en bloque, es sólo otro mito más.
El cristianismo no hizo más que incorporar a sus creencias y ritos algo que ya se practicaba en muchas religiones.
Es cierto que tuvo cierta originalidad en cuanto a la explicación de la causa que motiva el rito - el pecado original - pero en cuanto a éste, casi no pudo hacer otra cosa que repetir lo que ya se practicaba.
La simbología del
lavado y de la purificación con agua, apenas deja margen para
innovaciones.
Todos los que eran iniciados en los Misterios de Baco y de Mitra, eran admitidos por medio de un bautismo con el que lograban la regeneración.
Siglos antes de que el cristianismo llegase a los países del Norte de Europa, ya los daneses, suecos, noruegos e islandeses bautizaban a sus hijos, al mismo tiempo que les imponían un nombre, tal como leemos en los poemas épicos Hávamál y Rigsmal.
Este rito de "lavar ritualmente" a los recién nacidos, al mismo tiempo que se les lavaba de los líquidos maternos de que venían empapados al momento de nacer, es algo que vemos con cierta frecuencia en pueblos antiguos.
Los etruscos, por ejemplo, los
marcaban en la frente con una cruz en el momento de imponerles el
nombre, y al mismo tiempo los sumergían en el agua. Mayor paralelo
con nuestro bautismo no se puede dar...
Veamos lo que a este respecto nos dice Lloyd M. Graham:
En el evangelio podemos efectivamente recordar cómo en el bautismo de Cristo los cielos se abrieron y se oyó una voz que decía:
(1) Señalaré como hecho harto curioso, que en el
'bautismo de Cristo'
se apareció una paloma revoloteando, a la que, como era de esperar,
la tradición identifica con el Espíritu Santo. Es un hecho bien
conocido dentro de la paranormalogía la aparición de palomas
extemporáneas en momentos cruciales de la Historia.
Toda esta palabrería,
dicha en términos teológicos, no es más que una pura jerga
ininteligible, salida de las bienintencionadas y calenturientas
mentes de piadosos varones que, a fuerza de imaginar, acaban
haciendo un dogma impresionante pero hueco.
Y si esto pasa en nuestros días, cuando
saben que pueden ser acusados de inexactos, ¿qué no habrá pasado a
lo largo de tantos siglos?
El texto del evangelio (Mateo 28:18) dice así:
Pues bien, he aquí el comentario de los escrituristas:
Estas retorcidas palabras significan esto:
Y lo más peligroso de todo es la mentalidad que asoma en la frase,
Dicho en otras palabras más inteligibles:
Y así, con los buenos deseos de unos, las imaginaciones de otros,
las manías de unos terceros, las interpolaciones y malas
traducciones de unos cuartos, y los silencios cómplices de unos
quintos, el cristianismo ha ido elaborando un dogma que hoy lo
aprisiona como una camisa de fuerza que le impide evolucionar.
La tradición, nos dice que recibió los mandamientos grabados en dos tablas de piedra.
El cristianismo, y mucho más el judaísmo, tienen este hecho por algo fundamental en su religión y se sienten orgullosos de ello como algo "único". Pero ¡cuán lejos están de la verdad...!
Oigamos nuevamente a Lloyd M. Graham:
Siglos antes de Moisés, vivió Hammurabi en Babilonia, al que según la tradición, Shamash, el 'Dios'-Sol, le entregó el famoso Código titulado,
Y es bien sabido que en los puntos en
que las leyes de Moisés y las de Hammurabi son paralelas, las del
rey de Babilonia superan a las del caudillo hebreo, que casi con
seguridad se "inspiró" en ellas.
Juzgue el lector:
Poseía además un bastón con el que hacía toda suerte de milagros; entre otras cosas, el bastón se convertía en serpiente.
Con él dividió las aguas de los ríos Orontes e Hydasto;
gracias a él, pudo pasar en seco el mar Rojo, al frente de un
ejército, tras haberse retirado las aguas; golpeándolo contra una
roca, brotó agua para que bebiesen todos...
He aquí cómo el rey Sargón, fundador de Babilonia (2800 a.C.) - es decir, unos 1.500 años antes de Moisés - dejó grabada su infancia en tablillas de arcilla:
Según Otto Rank, en su libro "El Mito del Nacimiento del Héroe", podemos encontrar historias semejantes en las vidas de,
Y hasta de Alejandro Magno se cuenta una historia parecida.
Los autores del Pentateuco tuvieron muchos patrones en que inspirarse para la historia de Moisés. Son las mitologías en acción. Es la mente humana fabulando inconscientemente y presentándonos "modelos" con una significación profunda - más allá de la mente racional - para que tendamos hacia ellos.
Sigmund Freud en su libro "Escritos sobre
Judaísmo y Antisemitismo" abunda sobre las profundidades esotéricas
y psíquicas de este mito en particular; pero renuncio a
presentárselas al lector porque nos llevarían demasiado lejos.
Cuando Moisés le preguntó su nombre, el que se le presentaba en una nube le contestó:
Pues bien, en la mayor parte de los templos egipcios se puede leer a la entrada esta inscripción: Nuk Pu Nuk, que significa exactamente lo mismo:
Y en los templos indios se puede leer esta otra:
Y en los persas:
O Yahvé no era original o Moisés no hacia más que
repetir viejos mitos.
Su Moisés se llamaba Moshi y llevaban también con ellos un
"arca de la alianza" que les servía para comunicarse con su dios.
A veces, en la Biblia el mito se hace descarado e inocultable como en el episodio de Jonás.
No sólo vemos que la narración es totalmente mitológica en sí, sino que nos encontramos con el mismo mito, totalmente increíble, repetido en otras culturas.
Pues bien, Hércules fue tragado también por una ballena o gran pez, y según los eruditos, curiosamente en la misma región, y asimismo estuvo tres días encerrado en su vientre.
Uno de los avatares de Vishnu salió de entre las fauces de un gran pez. Yamshid, el dios-hombre persa, fue devorado por otro gran pez y más tarde vomitado vivo por él en la playa.
Y sin salir de mitos, tenemos el del griego Arión que, habiendo sido la causa de una tormenta, fue lanzado al mar por los marineros para que aquélla cesase, siendo recogido por un delfín que lo depositó sano en la playa.
A propósito
de esta leyenda o creencia, los mitólogos y esotéricos hacen toda
suerte de reflexiones, asegurando que su significado profundo es
grande, y por ello vemos que los peces, y en particular "grandes
peces", tienen mucho lugar en las mitologías.
Por eso, para terminar este capítulo, me limitaré a transcribir dos milagros realizados por Jesús y por Krishna. Se trata de la resurrección de una jovencita.
He aquí como lo narra el evangelista Marcos en el capítulo 5 versículos 21 al 43:
Hasta aquí Marcos.
Veamos ahora cómo el Hari Purana, en traducción de Louis Jacolliot (Jacolliot, Christna et le Christ, 2ª parte, cap. X), nos cuenta el milagro del Señor Krishna:
Tantos paralelos dan mucho que pensar...!
|