17 Diciembre 2014
del Sitio Web
GazzettaDelApocalipsis
Todos lo sabemos: las fiestas navideñas son la gran orgía del
Sistema.
Durante esta época del año, todo cuanto nos rodea es una impúdica
exhibición del poder subyugante del Sistema sobre nuestra mentes.
Sin recato alguno, la maquinaria del Sistema nos dice qué debemos
pensar, cómo debemos actuar, qué nos debe gustar y cómo debemos
expresarnos.
Nos convertimos en esclavos de compromisos y reglas no escritas y
nos vemos obligados a gastar dinero con el fin de aparentar ante los
demás y ante nosotros mismos.
No hace falta ahondar demasiado en el tema, pues es de todos sabido
y cualquier persona con un mínimo de conciencia ya se habrá dado
cuenta de ello.
Pero la Navidad nos ofrece también una oportunidad única:
la posibilidad de ver de forma mucho más clara
cuáles son los engranajes de esta maquinaria infernal que
llamamos Sistema y que el resto del año vive agazapada en
nuestra psique, manipulándonos como a títeres.
Para comprenderlo mejor, solo tenemos que hacernos unas simples
preguntas:
Al hacernos preguntas como estas es posible que
aparezca la típica persona bien informada y nos hable sobre los
orígenes paganos de la Navidad y su relación con el solsticio de
invierno.
Incluso es posible que ataque las actitudes actuales
relacionadas con el consumismo desenfrenado, tildándolas de
perversas y que reclame la necesidad de volver a los auténticos
orígenes de la celebración y a su más que posible espíritu original.
Pero no nos engañemos:
una persona que se presente con estos argumentos
solo estará reclamando las bondades de una anterior versión del
Sistema; algo así como vendernos las maravillas de Windows XP en
comparación con los terribles defectos de Windows Vista.
Nosotros vamos más allá:
nos preguntamos directamente para qué necesitamos
tener instalado un "sistema operativo" en nuestra mente y cuáles
son sus efectos sobre nuestra existencia.
Volvamos pues, a repetirnos las preguntas:
-
¿Por qué razón actuamos de esta manera en
esta época del año?
-
¿Qué justificación lógica hay para ello?
La respuesta a la primera pregunta es obvia.
Actuamos así, nos comportamos como nos comportamos y hacemos lo que
hacemos, porque nos han dicho desde pequeños que,
"es lo que toca hacer en estas fechas del año".
Y punto...
Los pretextos que pongamos para repetir los mismos rituales en las
mismas fechas, son irrelevantes, porque ya nadie recuerda ni a nadie
le importa cuál es su supuesta justificación argumental.
En la mente de las personas, solo existe un mecanismo instalado que
dicta:
"estamos en tal fecha y toca hacer tal cosa, como
hicimos el año anterior"
Y así es como año tras año, lo vamos repitiendo como
robots programados.
Dependiendo de su posición en el calendario, el programa nos hará
cantar villancicos, correr borrachos ante un toro por un callejón o
achicharrarnos apretujados tumbados en la arena de una playa.
Llevamos instalado el mismo tipo de programación que le aplicaríamos
a una máquina.
Por otro lado, si salimos a la calle y le trasladamos a la gente la
segunda pregunta "¿qué justificación lógica hay para ello?", quizás
nos respondan que la justificación para tantas festividades es
"celebrar el nacimiento de Jesús" o "pasar unos días con la
familia".
Pero en el fondo todas las respuestas ocultan una
misma justificación implícita:
"en estas fechas debemos actuar de esta manera
porque es lo que hacen todos los demás y no queremos quedar
aislados del resto del grupo".
Así pues, y resumiendo: durante la navidad, actuamos
como actuamos porque "toca" hacerlo y porque lo hace el resto de
gente.
Fantástico: una fabulosa muestra de la evolución humana y de su
intelecto superior; argumentos de peso dotados de un "profundo
sentido existencial", que reflejan muy claramente el tipo de
esclavitud mental a la que estamos todos sometidos.
Llegados aquí, deberíamos preguntarnos:
-
¿Cómo hemos llegado a este profundo nivel de
estupidez y aborregamiento colectivo?
-
¿Cómo puede ser que seres racionales actúen
de forma tan irreflexiva, sin tan solo preguntarse sobre el
por qué de sus actos?
Para tratar de responder a estas preguntas, debemos
comprender cómo funcionan algunos mecanismos…
EL SISTEMA SIEMPRE TIENDE
AL VACÍO DE SENTIDO
Este es un hecho que realmente cuesta de comprender.
Y es que con el paso del tiempo, cualquier costumbre o hábito
repetido en sociedad, tiende por naturaleza a perder su razón
original de ser y a convertirse en un ritual periódico vacío de todo
significado y sentido, que empuja a las personas a repetirlo por el
simple hecho de repetirlo.
Es algo parecido a un estado de hipnosis masivo en el que las
personas fueran inducidas a repetir el mismo acto una y otra vez al
recibir una señal determinada.
Pero, ¿cómo y por qué sucede eso?
LA ELIMINACIÓN DE LA
CONCIENCIA INDIVIDUAL
Como hemos dicho otras veces, el principal objetivo del Sistema es
reducir nuestra conciencia individual al mínimo, con el fin de
arrebatarnos el poder y el control sobre nosotros mismos.
Eso es algo que consigue automatizando tanto como puede nuestras
respuestas, como si fuéramos una máquina programada con una serie de
mecanismos lógicos y en el caso concreto de las costumbres y
tradiciones, lo consigue porque aprovecha una tendencia natural del
intelecto humano.
Lo entenderemos mejor a través de un ejemplo.
Cuando aprendemos a conducir un coche, en los inicios, cada acción
que llevamos a cabo la afrontamos de forma plenamente consciente.
Cuando queremos poner en marcha el coche, escuchamos
nuestra propia voz dentro de la cabeza, repasando todos los pasos
que debemos llevar a cabo:
"gira la llave, enciende el motor, aprieta el
pedal del embrague, acciona la palanca de cambios y pon la
primera marcha, suelta el embrague despacio a medida que vas
apretando el pedal del acelerador, etc..."
Curiosamente pero, a medida que aprendemos a conducir, nuestra voz
consciente se va apagando, como si se alejara en nuestro interior,
hasta que al final realizamos todas estas acciones de forma
automática.
De alguna forma, cuando aprendemos a conducir, tendemos a
convertirnos en máquinas más eficientes y somos capaces de realizar
muchas más acciones y de forma más rápida y eficaz, porque simple y
llanamente, hemos programado nuestra mente para actuar directamente,
saltando los filtros del pensamiento consciente.
Es algo que podemos comprobar fácilmente:
si mientras conducimos el coche en nuestro día a
día dejamos de actuar con esa especie de "piloto automático" y
empezamos a escuchar de nuevo la voz consciente diciéndonos qué
pedal debemos apretar, cómo y cuándo y elucubrando qué marcha
debemos poner a cada momento, es posible que cometamos errores
graves de conducción y al final tengamos un susto, como si
volviéramos a nuestros primeros días en la auto-escuela.
Así pues, por motivos de eficiencia, nuestra
mente tiende a automatizar todas aquellas acciones repetitivas que
pueden ser sustituidas por mecanismos de programación cerebral,
dejando la voz consciente y racional en un segundo plano.
Es una de las capacidades maravillosas que nos otorga
nuestro fabuloso cerebro.
El gran problema se presenta cuando aplicamos estos mismos
mecanismos de automatización a otros ámbitos de las actividades
humanas, para los cuales no resultan adecuados.
Éste es el truco que aplica el Sistema para programarnos
y dominarnos.
Aprovechando esta tendencia natural a la automatización de acciones
repetidas, el Sistema consigue que aceptemos eliminar nuestra voz
consciente en otro tipo actividades que implican una mayor escala
temporal y en las cuales sí sería necesario tomar conciencia del
cómo y el porqué de nuestros actos.
Eso explica, que cada año, por ejemplo, repitamos los mismo rituales
una y otra vez en las mismas fechas sin tan solo preguntarnos cuál
era la función original que justificaba su existencia ni cuál es su
utilidad para nosotros.
Llega la fecha y simplemente, hacemos "lo que toca", de la misma
manera que vemos el semáforo en rojo y apretamos el pedal del freno.
Lo hacemos automáticamente… y eso nos convierte en poco más que
autómatas.
CONSECUENCIAS
Pero hay una consecuencia final adicional para todo lo expuesto
anteriormente:
y es que cualquier elemento o actividad que ponga
en duda el funcionamiento del propio Sistema, acaba siendo
incorporado al propio Sistema como un mecanismo propio de él.
Dicho de otra manera:
gracias a los mecanismos que acabamos de exponer,
el Sistema adquiere la capacidad de convertir un gesto de
rebeldía o de subversión contra el propio Sistema en una
nueva costumbre o hábito, de manera que cualquier individuo
que emprenda una acción contra las cadenas que le aprisionan,
verá como tarde o temprano, su propia acción se convierte en una
nueva cadena que aprisiona su libertad y la de los demás.
Tenemos un ejemplo muy curioso de ello en las propias
tradiciones navideñas.
EL CAGANER
Posiblemente, uno de los ejemplos más evidentes de cómo el Sistema
es capaz de incorporar elementos que ponen en duda sus lógicas de
funcionamiento, lo encontramos en la simpática
figura del caganer.
Para quien no lo sepa, el caganer es una figurita tradicional
catalana, que se sitúa en los belenes o pesebres y que consiste en
un hombre haciendo sus necesidades.
Recordemos que el belén es una representación tradicional del
nacimiento de Jesús y que por lo tanto está dotado de un
profundo sentido religioso, simbólico y trascendental.
Que a alguien, hace siglos, se le ocurriera añadir algo tan mundano
como un hombre cagando, compartiendo escenario con el mismísimo
Niño Jesús, la Virgen María, San José y el
Ángel de la Anunciación, solo puede calificarse como un acto
subversivo, insolente, burlesco y transgresor.
Sin embargo, y a pesar de las evidencias que indican que el origen
del caganer es una burla a la trascendencia de lo sagrado y una
transgresión de las reglas que rigen el Sistema.
El Sistema no sólo ha conseguido darle la vuelta al
concepto original del caganer, llegando a incorporarlo como elemento
tradicional del pesebre, sino que al final ha conseguido eliminar su
significado original, convirtiéndolo en un elemento inocuo y
vaciándolo de su sentido subversivo original.
La demostración de este hecho la encontramos reflejada en la propia
historia oficial del caganer:
nadie es capaz de establecer cuáles son los
orígenes de la figura, sin embargo no han faltado las personas
bienpensantes que le han otorgado un significado simbólico, con
el fin de anular su valor como elemento transgresor.
Resulta risible, hasta rozar lo patético, leer que,
"el caganer representa un símbolo de salud,
prosperidad y buena suerte para el año siguiente, porque está
devolviendo a la tierra lo que de ella procede, pues la fecunda
con sus heces" o que es "una síntesis que armoniza el mensaje
trascendente y sobrenatural con la realidad material más mundana
y los condicionamientos biológicos de nuestro organismo".
Si el caganer es un símbolo de prosperidad que nos recuerda nuestra
realidad más mundana y es tan normal situarlo en el mismo escenario
que lo sagrado, ¿porque no hay representaciones de gente cagando en
ninguna iglesia o edificio sagrado?
Si es tan normal mostrar a un tipo defecando en el mismo escenario
del nacimiento de Jesús, ¿por qué no vamos a considerar
aceptable ver a un tipo haciendo lo mismo cerca del Papa cuando
oficie una misa en
el Vaticano?
Si es tan normal representar lo mundano al lado de lo
sagrado, suponemos que los creyentes no tendrán problema en
situar un gran falo erecto al lado de la pila del agua bendita bajo
el argumento de que es,
"una síntesis que armoniza el mensaje
trascendente y sobrenatural con la realidad material más mundana
y los condicionamientos biológicos de nuestro organismo".
Como podemos deducir, todos esos argumentos que tratan de justificar
la presencia del caganer en el pesebre otorgándole un carácter
simbólico, tienen una única función: eliminar todo rastro de
transgresión alrededor de esta figura.
Un trabajo que acostumbran a realizar de forma voluntaria todas
aquellas personas bienpensantes cuya única función a lo largo de la
historia ha sido defender el Sistema de toda idea que pueda poner en
peligro sus lógicas de funcionamiento.
Y es que es bastante obvio cuál debe ser el origen del caganer.
Lo más probable es que el caganer naciera como una travesura
transgresora que alguien situó furtivamente en un pesebre a modo de
burla del propio Sistema.
Dicha acción fue imitada por otras personas de las
clases populares y al final, con el paso del tiempo y de las
generaciones, aquel acto que en sus orígenes tenia un significado
casi subversivo, se convirtió en una costumbre, hasta que la gente
olvidó su sentido original y finalmente se transformó en una
tradición más.
Una tradición tan vacía de sentido como la del propio belén.
Hoy en día, el caganer, la figurita insolente, se ha convertido en
algo obligatorio que ningún catalán puede obviar en su pesebre si no
quiere sentir que está incompleto; y está tan incorporada al Sistema
que se ha convertido en un negocio por sí mismo, pues ya se
representan los personajes más célebres de cada año a modo de
caganer.
El caganer nació como un insulto contra el Sistema y al final se ha
convertido en todo lo contrario:
un símbolo del Sistema durante la Navidad.
Es así de triste...
Ya es un nuevo eslabón de la cadena que nos aprisiona.
Tienda con estantería llena de
caganers.
El triunfo del Sistema, convertido
en negocio
CONCLUSIÓN
Es evidente que el mundo de los humanos se ha construido a base de
definiciones inventadas por nosotros mismos; de etiquetas que sirven
para clasificar y categorizar los conceptos que nosotros mismos
creamos.
Uno de los grandes triunfos del Sistema ha sido conseguir que en
nuestro mundo sea más importante la etiqueta con la que clasificamos
las cosas que su significado profundo o su sentido original.
Eso explica que la,
"repetición periódica de conductas necias sin
sentido ni función práctica por parte de personas que actúan sin
pensar ni hacerse preguntas", haya terminado por ser tan
importante.
Simplemente, la hemos llamado "tradición".
Con tan solo una simple etiqueta y un nombre pomposo, "tradición",
hemos conseguido que la repetición periódica de una memez, esté
dotada de un sentido trascendental para nuestra evolución cultural.
Aunque sea un acto de profunda estupidez como perseguir un queso
rodando cuesta abajo por una pendiente, arrojar una cabra desde un
campanario o pinchar con lanzas a un toro.
O celebrar el nacimiento de un hombre del que ni tan solo sabemos en
qué día nació…
Algunas personas creen que la tradición es uno de los pilares
fundamentales de las sociedades humanas y de la civilización. Y
sin duda, tienen razón: la tradición es un pilar fundamental y como
todo pilar, su función principal es soportar peso.
El problema es que la gran mayoría cree que este pilar soporta el
peso de un templo, cuando en realidad, lo que soporta es el peso
de un manicomio…
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