por Terri L. Saunders
2004
del Sitio Web ThePleiadianTimes
traducción de
Adela Kaufmann
Versión
original
Versión en alemán
Terri Saunders es un herbolario, nutricionista y profesional
certificado de salud natural en Charlottesville, Virginia, donde
hace consultas en persona o por teléfono, y da clases de curación
natural.
Ella puede ser contactada en Sunrise Herb Shoppe
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La mayoría de nosotros estamos familiarizados con el concepto de lo
importante que es para nuestro planeta tener un ecosistema
equilibrado con el fin de que se perpetúe, donde cada especie
contribuya a la vida de otra en un ambiente que apoya el crecimiento
sano y la vitalidad.
En la actualidad, parece que el ecosistema de la Tierra está en
riesgo de deterioro a un ritmo alarmante, a menos que podamos
cambiar el curso de los acontecimientos.
Al igual que el planeta en el que vivimos, nosotros también tenemos
un ecosistema dentro de nuestro cuerpo, que soporta nuestro
crecimiento y vitalidad, y al igual que el la de la Tierra, nuestro
mundo interior también está en riesgo, como lo demuestra el enorme
aumento en las enfermedades infecciosas, enfermedades degenerativas
y enfermedades autoinmunes.
-
Cáncer
-
Alzheimer
-
enfermedad del corazón
-
diabetes
-
osteoporosis
-
alergias
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fatiga crónica
-
candidiasis
-
fibromialgia
-
depresión,
... están afectando a adultos y niños por igual.
Lo que es aún más significativo es lo siguiente:
-
El enorme aumento en los casos de autismo, que ha afectado a más de
1 millón de niños estadounidenses en los últimos cinco años y más en
Inglaterra, Australia y Canadá, de lo que sabemos
-
En California, uno de cada 125 niños nace con autismo
-
Las vacunas han sido en gran parte culpadas de este incremento
Sin embargo, el problema empieza incluso antes del nacimiento.
¿Por qué son estos problemas inherentes a la sociedad moderna, y qué
es lo que sabían nuestros antepasados que les permitió vivir sus
vidas libres de estas enfermedades? La respuesta puede estar en ese
mundo interior que lucha por sobrevivir dentro de nosotros.
Antes de nacer, el bebé crece en el ambiente estéril del vientre de
su madre. Justo antes del nacimiento, el cuello uterino de la madre
se dilata alrededor de 2 cm, lo que permite que las bacterias del
canal del parto entren en el líquido amniótico en el útero. El bebé
bebe este líquido y se inocula con las bacterias. Un canal de
nacimiento de una madre sana está lleno de bacterias beneficiosas o microflora,
tal como lactobacillus
y bifidus.
Estas bacterias saludables son conocidas como probióticos
y
constituyen la base para un sistema inmunológico saludable.
Probiótico significa "para la vida", a diferencia de los
antibióticos, o que significa "contra la vida."
A medida que el bebé viaja a través del canal de parto, él recoge
más de las bacterias allí hasta que sale al mundo exterior. En
verdad, la mayoría de las madres ya no tienen la beneficiosa
microflora que vive dentro de ellas, por lo que no puede dársela a
sus bebés. Aproximadamente el 85 por ciento de las mujeres
embarazadas tienen ahora bacterias patógenas dentro de su canal de
parto en lugar de las bacterias saludables que su bebé necesita para
su protección.
Una vez que nace el bebé, si es amamantado, el calostro, secretado
por los pechos de su madre antes de que le baje su leche viene
mejora aún más su inmunidad. El calostro está lleno de anticuerpos
que aumentan la inmunidad, proteínas, péptidos y el factor de
transferencia que entra en el cuerpo del bebé y de inmediato es
absorbido a través de los intestinos, ahora permeables del bebé para
permitir que ocurra este evento.
El calostro que se produce durante las primeras seis horas no
contiene azúcar, pero luego, la tripa del bebé se sella y el calostro se
vuelve dulce con azúcar. El azúcar alimenta la microflora y causa la
formación de una capa de moco en el revestimiento de los intestinos,
lo que permite que la microflora beneficiosa se adherirse a ella. A
medida que el bebé continúa tomando leche materna desarrolla un
ecosistema en pleno funcionamiento, que establece un sistema
inmunológico saludable a temprana edad. Esta es la manera en que la
naturaleza vacuna a nuestros hijos.
En la actualidad, debido a la presencia de bacterias patógenas en el
canal del parto de la madre, que pudiera o no causar un problema,
los médicos están recomendando que las madres sean conectadas a un
antibiótico de goteo intravenoso en cuanto comienzan la labor de
parto.
Dado que los antibióticos no discriminan entre bacterias nocivas y
bacterias benéficas, esta práctica esencialmente destruye el frágil
ecosistema del bebé y el joven sistema inmunológico.
En un mundo ideal, al ir el niño creciendo, le dan de comer
alimentos que son ricos en probióticos, lo que seguiría
protegiéndolo de patógenos nocivos que se encuentran normalmente en
la vida cotidiana. Estos alimentos están en gran parte ausentes de
la dieta moderna americana, lo cual es lamentable, ya que la
microflora beneficiosa constituye el 85 por ciento de nuestro
sistema inmunológico.
En su libro "La Dieta Ecológica del Cuerpo - The Body Ecology Diet”, Donna Gates, una
pionera en el campo de la nutrición y la salud, se refiere a esta
microflora como los alquimistas y seres muy inteligentes que se
comunican en todo momento con nuestro sistema nervioso entérico,
ubicado en los intestinos y comúnmente se conoce como el segundo
cerebro.
De hecho, ella sostiene que es este segundo cerebro el que está en
última instancia controlando el cerebro primario en la cabeza.
Investigaciones científicas recientes han descubierto que los mismos
sitios receptores para los
neuropéptidos
y otras sustancias químicas
cerebrales que existen en nuestro cerebro también están presentes en
nuestro intestino. Por supuesto, todos nos podemos identificar con
el "sentimiento en las tripas" que tenemos cuando estamos
intuitivamente guiados a hacer algo.
El cerebro en nuestra cabeza necesita nutrientes para funcionar, tal
como proteínas de alta calidad, glucosa y ácidos grasos esenciales,
que vienen todos de los intestinos. Los neurotransmisores como la
serotonina, que nos ayudan a relajarnos, se crea a partir de estos
nutrientes en los intestinos y son transportados hasta el cerebro. La
microflora juega un papel esencial en la producción de estas
sustancias.
Ellos ayudan a descomponer nuestra comida para que la podamos
digerir y realmente producen todas las vitaminas del complejo B,
vitamina K, y ácidos grasos de cadena corta que son esenciales para
la función inmune y el sistema nervioso. Ellos ayudan a alcalinizar
la sangre extrayendo del alimento los minerales que nutren nuestras
células, y crean un ambiente donde las bacterias dañinas, virus,
levaduras y parásitos no pueden prosperar. Ellos se comen los
excesos de azúcar en nuestra dieta para que no pueda hacernos daño,
y eliminan eficazmente los antojos de azúcar.
Si tenemos deficiencia de un mineral en particular, tal como el
calcio, la microflora es capaz de cambiar otros minerales tales como
el silicio al calcio que necesita. Incluso puede transformar
sustancias nocivas tales como subproductos tóxicos de proteínas no
digeridas, productos químicos y metales pesados en las sustancias
que son útiles para el organismo, de ahí su reputación como
alquimistas.
Sin este ecosistema sano en el lugar nos volvemos desnutridos,
tóxicos, emocionalmente estresados y enfermos.
Donna Gates siente que el autismo es esencialmente un desorden de "intestino-cerebro",
y que la única manera de curar a estos niños es volver a establecer
un ecosistema interno saludable. Su dieta BEDROK (BEDROK diet), la Dieta
Ecológica del Cuerpo para la Recuperación de Nuestros Niños, tiene
un protocolo para curar el autismo que tiene mucho éxito. Como
adultos, también podemos restaurar nuestro mundo interior y sanar
enfermedades, retardar el envejecimiento, y volvernos seres humanos
más sanos y más felices en pleno funcionamiento.
Para ello sólo tenemos que mirar la forma en que nuestros
antepasados comían y preparaban sus alimentos. Las culturas
tradicionales de todo el mundo, todos incorporaban alimentos ricos
en probióticos a sus dietas. Antes de la tecnología moderna nos
diera la refrigeración e incluso en los países subdesarrollados de
hoy, la única manera de conservar los alimentos era fermentándolos.
Como resultado, estos cultivos o alimentos fermentados contienen la
microflora dador de vida que nutre y protege a través de los siglos.
La nutricionista Sally Fallon revela en su fascinante libro, "Tradiciones
Alimentarias - Nourishing Traditions", los increíbles beneficios para la salud de los
alimentos ancestrales y nos inspira a volver a esta manera de comer
para recuperar nuestra salud. En días pasados, los cultivos se
hacían crecer en la primavera, eran cosechados en el verano y el
otoño, y luego conservados a través del proceso de lacto-fermentación
para seguir proporcionando alimentos durante todo el invierno.
Esto fue posible gracias a las bacterias lactobacilos, que están
presentes naturalmente en la superficie de todos los seres vivos,
especialmente en las hojas y las raíces de las plantas y en los
productos crudos, productos lácteos no pasteurizados. Bajo ciertas
condiciones, los lactobacilos convierten los almidones y azúcares
en frutas, verduras y productos lácteos en ácido láctico, que es un
conservante natural que inhibe el crecimiento de bacterias
putrefactas. El lactobacilos también produce enzimas que mejoran la
digestibilidad y aumentan los niveles de vitaminas y minerales en
los alimentos.
También se producen sustancias antibióticas naturales y
anticancerígenas. Además, el ácido láctico favorece el crecimiento
de una flora intestinal sana y la alquímicamente crea peróxido de
hidrógeno que oxigena la sangre.
El proceso tradicional de fermentación comienza con primero lavar y
cortar las verduras o las frutas y mezclarlas con hierbas y especias. Luego
se golpean brevemente para liberar zumos, mezclados con una solución
de agua salada y se coloca en recipientes herméticos donde
permanecen a temperatura ambiente durante varios días. Después de
eso, se almacenan en un lugar fresco y oscuro en el que se mantendrá
durante varios meses.
Ahora, están disponibles arrancadores de cultivo , que contienen
microflora saludable y levaduras beneficiosas que proporcionan una
base rica en nutrientes para la fermentación sin necesidad de sal. Hoy
en día los alimentos fermentados se pueden comprar en las tiendas,
pero a muchos de ellos les han añadido vinagre o han sido
pasteurizados, lo que destruye la microflora beneficiosa.
Históricamente, los indios americanos golpeaban las verduras y las
ponían en recipientes debajo de la tierra, donde eran almacenadas
durante meses o incluso años.
En Europa, el chucrut es tal vez la comida fermentada más
popular. Se hace con col, que es conocida por sus propiedades anti-cancerígenas
y altos niveles de vitamina C y minerales importantes. Los antiguos
romanos valoraban el sauerkraut por sus propiedades medicinales. En
la Inglaterra del siglo décimo octavo, el capitán Cook almacenó 60
barriles de chucrut en su nave antes de embarcarse en un viaje de 27
meses.
Durante todo ese tiempo, ni un solo marinero cayó con escorbuto, una
enfermedad debilitante causada por la deficiencia de vitamina C, que
era común en alta mar. Pepinos, remolachas y nabos eran también
típicamente fermentados en Europa. En Rusia y Polonia, los tomates
verdes, los pimientos y las lechugas fueron alimentos favoritos de
para fermentar. Salsa de tomate, chocolate, café y té también fueron originalmente alimentos
fermentados.
Los pueblos orientales preparaban y comían alimentos fermentados con
cada comida. La comida coreana Kimchi es una mezcla fermentada de
col, zanahorias, cebollas verdes, jengibre, ajo y chiles. Los
japoneses consumen ciruelas fermentadas umeboshi , miso , salsa de
soya, la nato , y tamari. El gobierno chino distribuye repollo a la
población cada otoño para fermentar y almacenar a través de los
fríos meses de invierno.
Los indonesios comen tempeh, el cual es soya fermentada. Es
importante señalar que los únicos alimentos de soya que el cuerpo
puede digerir y tolerar son fermentados.
Productos no fermentados de soya tales como leche de soya y
el tofu son realmente perjudiciales para la salud.
Kéfir, que significa "sentirse bien" en inglés, es un producto
lácteo fermentado originario de la región de Turquía, donde se cree
que fue descubierta el Arca de Noé. Se dice que el kéfir es un
regalo de los dioses, y que los dioses les dijeron a los turcos que
nunca revelaran el secreto de cómo se preparaba.
Sin embargo, la
leyenda dice que los rusos oyeron hablar de las propiedades de
curación y rejuvenecedoras del kéfir y engañaron a los turcos para
que les dieran la receta. Incluso hoy en día, los escolares rusos
reciben un vaso de kéfir a diario, cortesía del gobierno.
El Kéfir se puede hacer fácilmente añadiendo un cultivo iniciador de
microflora beneficiosa a la leche. La leche cruda orgánica de vacas
o cabras alimentadas con pasto, es la mejor, ya que la
pasteurización mata las enzimas benéficas normalmente presentes en
la leche. Productos lácteos fermentados o agriados son comunes en
todo el mundo, incluyendo Escandinavia, Oriente Medio y la India.
Crema fresca, un producto de leche agria, es utilizado en Francia en
muchas recetas. La mantequilla cultivada y quesos fermentados
también son comunes en toda Europa. El yogur es un producto de leche
cultivada que tiene cierta microflora útil, pero no tiene las
potentes propiedades probióticas o levaduras beneficiosas inherentes
en kéfir.
Cualquier alimento puede ser cultivado. Durante el proceso de
fermentación, incluso alimentos de alto índice glicémico, tales como
frutas, zanahorias, remolachas y patatas dulces son beneficiosos,
puesto que la microflora se come los azúcares en estos alimentos,
haciéndolos inofensivos para el cuerpo.
Productos lácteos fermentados proporcionan numerosos beneficios. Durante
la fermentación, la caseína o proteína de la leche, se descompone,
por lo que es más digerible. Las vitales enzimas que se destruyen
durante la pasteurización pudieran restaurarse, incluyendo la
lactasa, que nos permite digerir la lactosa de la leche.
Donna Gates cree que nadie en realidad es intolerante a la lactosa. Ella
piensa que es la falta de un ecosistema saludable interior lo que
nos impide ser capaces de digerir los productos lácteos.
Ella misma fue incapaz de digerir la leche durante 25 años, hasta
que descubrió la manera de equilibrar su ecosistema. Ella ahora
tiene productos lácteos crudos y cultivados sobre una base
regular. Ella cree que la mantequilla sin refinar es un alimento
importante para la recuperación de los niños autistas, debido a su
contenido de alta calidad de ácidos grasos esenciales, ácido
linoleico conjugado (CLA) y ácido butírico.
Su Dieta Ecológica del Cuerpo, que incorpora la combinación de
alimentos, la dieta del tipo de sangre, y aspectos de la medicina
china, también es excelente para cualquier persona a quien le
gustaría recuperarse de la candidiasis crónica, problemas digestivos,
cáncer, fibromialgia, esclerosis múltiple, artritis, osteoporosis, .
la depresión, o para cualquier persona a quien le gustaría llegar a
la cima de la salud.
Donna ha introducido recientemente un nuevo alimento cultivado en su
dieta: el kefir hecho con el jugo de cocos verdes. Esta deliciosa
bebida nutre el cuerpo, limpia el hígado y mejora la digestión. Mientras
que la mayoría de alimentos fermentados pueden ser bastante agrios y
picantes, el kéfir de coco tiene un sabor dulce. Un delicioso budín
fermentado también se puede hacer de la carne de coco en puré.
Rico en ácido láurico anti-microbiano y anti-parasitario y
cantidades equilibradas de calcio, magnesio, sodio, potasio y
vitamina C, estos alimentos son un tónico para las agotadas
glándulas suprarrenales y los sistemas emocionales estresados.
Yo personalmente tuve una experiencia profunda apenas cinco días
después haber empezado la Dieta Ecología del Cuerpo, que incluía
tomar el kéfir de coco dos veces al día y comer verduras cultivadas
(fermentadas) con cada comida. Teniendo un historial de problemas
dentales, siempre he tenido una acumulación de sarro detrás de mis
dientes delanteros más bajos, a pesar de las limpiezas profesionales.
En el quinto día de estar en esta dieta, la acumulación de sarro con
facilidad se desprendió de mis dientes cuando los cepillé por la
mañana.
¡Yo estaba perplejo!
Lo único que puedo suponer es que la química de mi cuerpo había
cambiado a un pH más alcalino, lo que facilitó la desintegración del
sarro.
Otros han reportado numerosos beneficios de comer de esta
manera, incluyendo,
-
una saludable pérdida de peso
-
una digestión
mejorada
-
eliminación del dolor en las articulaciones
-
períodos
menstruales más limpios y fáciles
-
visión mejorada
-
la piel
brillante más hermosa
-
una sensación general de bienestar
Con el
tiempo, muchas personas encuentran que ya no necesitan sus
antidepresivos.
El consumo de alimentos cultivados (o fermentados) regularmente es
la forma más eficaz de curar un intestino permeable (leaky gut), una situación
que se produce debido a una débil y a menudo inflamada membrana
permeable intestinal, lo que permite que entren a la sangre
partículas de alimentos no digeridos al torrente sanguíneo.
La enfermedad de Crohn, colitis, síndrome del intestino irritable,
alergias crónicas y trastornos del sistema inmunológico se deben, en
última instancia, a este problema.
De hecho, la mayoría de la población tiene esta condición debido a
la dieta y estilo de vida.
Muchas personas creen que tomar suplementos probióticos, tales como
cápsulas de acidophilus es suficiente para poblar los intestinos con
la microflora beneficiosa. Sin embargo, sin las bases establecidas
por las fuentes alimentarias de los probióticos, la microflora en
los suplementos no puede colonizar adecuadamente los intestinos.
Al incluir alimentos fermentados en nuestra dieta podemos
restablecer un ecosistema saludable interior, que nos protege de los
agentes patógenos y toxinas ambientales. Podemos, entonces, comer
alimentos como huevos crudos y carnes crudas (como hicieron nuestros
antepasados), sin temor de contraer salmonela, E. coli o parásitos. Incluso
si pescáramos estas cosas podríamos tener una ligera molestia, pero
creemos que no nos enfermaríamos gravemente como lo hacemos ahora.
Los antiguos conocían la poderosa magia que la naturaleza les dio
para mantenerse fuertes y sanos.
Nosotros, también, podemos seguir las tradiciones que permitieron a
muchas generaciones sobrevivir a través de las edades y asegurar un
futuro saludable para nuestros hijos y para el planeta en el que
vivimos.
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