publicados en revistas científicas que muestran los efectos tóxicos de las nuevas radiaciones.
Las consideraciones económicas nunca deberían estar por encima de la salud...
Me refiero a nuevas radiaciones electromagnéticas como el 5G.
En la naturaleza, por supuesto, siempre ha habido radiaciones electromagnéticas, pero nunca con estas frecuencias, modulaciones y combinaciones.
Los avatares de las grandes compañías tecnológicas (incluido el buscador de Google) y sus "verificadores" afines le dirán, por supuesto, que no, que no pasa nada, que no se preocupe, consuma y calle. Lo mismo dijeron, falsamente, cuando convenía, en anteriores ocasiones.
Un llamamiento a la cordura firmado por 438 científicos y médicos (incluidos ochenta catedráticos) se ha presentado ya siete veces a la Unión Europea, obteniendo siempre respuestas evasivas o enlatadas.
La principal entidad en que se basan los actuales límites legales de radiación, la Comisión Internacional para la Protección contra las Radiaciones No Ionizantes (ICNIRP por sus siglas en inglés) está constituida no por verdaderos expertos sino por personas vinculadas a la industria tecnológica, como concluye un informe de dos eurodiputados.
Incluso un ex-directivo de Microsoft,
Es cierto que hay artículos científicos que no muestran ninguna correlación entre las nuevas radiaciones y el daño a la vida.
Pero hay, aparte, una cuestión elemental.
Si de 5 sondas que se enviasen a Marte, 3 no encontrasen agua y 2 sí la encontrasen, habría que concluir que hay agua en Marte, no que,
Si se encuentra una sola vez, existe, aunque otros no la vean...
Así, por más que haya estudios que afirman que las nuevas radiaciones no tienen efectos tóxicos, basta que haya unos pocos estudios que sí lo prueban para que estemos obligados a tomar cartas en el asunto.
Un artículo en The Lancet alertaba en 2018 que la contaminación electromagnética en la franja alrededor de 1GHz se había multiplicado por un un trillón (1018 - 10 elevado a 18) en las últimas décadas.
Esa cifra se ha seguido disparando, en esa frecuencia y en otras. Y la evidencia sobre sus efectos tóxicos es abrumadora.
Hay miles de artículos y numerosos meta-análisis publicados en revistas científicas que muestran efectos tóxicos de las nuevas radiaciones: ...a lo que hay que añadir daños a todas las formas de vida, incluyendo,
Entre los investigadores españoles del tema destaca Alfonso Balmori.
También destaca la labor de la asociación AVAATE, creada ante los casos de cáncer infantil (alguno tuvo un desenlace fatal) que surgieron en una escuela de Valladolid junto a la que se había instalado una antena.
Las supuestas pruebas de la inocuidad de las nuevas radiaciones incluyen esperpentos como el siguiente.
Uno de los argumentos de quienes no contemplan la evidencia es que no se ha demostrado (aunque hay muy buenas hipótesis) cuál es exactamente el mecanismo a través del cual las radiaciones dañan a las células.
Es una cuestión capciosa, porque al día de hoy ni siquiera podemos explicar exactamente qué hace que una célula esté viva.
También lo sería negar un asesinato porque no sabemos por qué caminos llegó el asesino, y lo es negar el daño producido por las radiaciones porque no conocemos ciertos detalles de su etiología.
En las sociedades civilizadas, la salud está por encima de las consideraciones económicas y hay leyes para proteger a las personas y su derecho a la intimidad.
Pero ese derecho es violado cuando unas radiaciones indeseadas penetran en el domicilio.
Ante ello, queda pedir que se cumplan las leyes y se respete la salud de los vecinos. Va sucediendo continuamente, en toda partes, por ejemplo hace poco en Galicia.
En EE.UU. existe una organización dedicada a apoyar a los vecinos para detener el impacto del 5G.
Un artículo (The European Union assessments of Radiofrequency Radiation Health Risks) de tres reconocidos expertos en Reviews on Environmental Health concluye:
Mucho más que cobertura, necesitamos ¡cordura...!
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