Agosto 2011

del Sitio Web Revitalizare

 

La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) han decidido - dadas las numerosas evidencias existentes - clasificar las radiaciones electromagnéticas emitidas por los teléfonos móviles de “posiblemente cancerígenos” reconociendo que su uso conlleva un mayor riesgo de tumores cerebrales malignos - gliomas - por lo que recomiendan tomar medidas para reducir al máximo su exposición, especialmente en el caso de los niños.

 

Advertencia ante la que de inmediato reaccionarían la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) y la Sociedad Española de Oncología para “tranquilizar” a los ciudadanos y apoyar a las empresas de telefonía. Lamentable.

 

La Asamblea del Consejo de Europa, en cambio, ha aprobado un documento en el que se pide a todos los gobiernos europeos la adopción de “medidas razonables” para reducir la exposición a las radiaciones electromagnéticas de todos los aparatos que las emiten:

  • móviles

  • inalámbricos

  • antenas de telefonía

  • Wi-Fi

  • sistemas WLAN…

Las radiaciones electromagnéticas emitidas por los teléfonos móviles han quedado incluidas en el llamado Grupo 2B en el que se hallan los agentes “posiblemente cancerígenos”, es decir, aquellos de los que se sospecha fundadamente que pueden provocar cáncer pero de los que no hay “suficientes evidencias científicas”.

 

Una decisión claramente política y no científica porque a estas alturas la afirmación de que no está demostrado que provoquen cáncer provoca la carcajada en cualquier persona medianamente informada como nuestros lectores habituales bien saben ya que hemos publicado numerosos textos sobre su peligrosidad en los últimos años.

 

Claro que uno puede optar por no leer lo que se ha publicado o por descalificar tan rápida como gratuitamente la información difundida.


Un ejemplo claro es el de la patronal del sector agrupado en la Asociación Internacional de la Industria de Telecomunicaciones Inalámbricas (CTIA, por sus siglas en inglés) que intentó infravalorar la decisión - importante a pesar de ser a todas luces insuficiente - comparando las radiaciones electromagnéticas de los móviles con otros de los agentes que integran ese mismo grupo clasificatorio.

“La IARC - se burló el vicepresidente de la CTIA, John Walls - ha dirigido numerosos estudios en el pasado y ya otorgó esa misma calificación a los vegetales en escabeche y al café”.

Asumiendo así una defensa cerrada de los intereses económicos del sector que intenta ante todo convencer a los usuarios de que no hay riesgo real - aunque esté claro que existe - y que tiene además como objetivo disuadir de presentar posibles demandas a quienes padezcan tumores cerebrales tras usar esos teléfonos.

 

Como igualmente se pretende evitar que las autoridades exijan a la industria introducir en los teléfonos mecanismos neutralizadores de tales radiaciones. Estrategia esta que le funcionó estupendamente a la industria del tabaco ya que logró que durante décadas nadie aceptara que los cigarrillos provocan cáncer - y otras muchas patologías - con el consabido “argumento” de que “no se ha demostrado científicamente”.

 

Porque, al igual que ahora, los miles de estudios que probaban la relación causa-efecto se ignoraron o se denostaron quitándoles la importancia que tenían.


En cuanto a la OMS sólo un iluso podía pensar que iba a atreverse a emitir un comunicado alertando claramente del peligro real de las radiaciones electromagnéticas.

 

Primero, porque la industria se ha ocupado de hacer creer a políticos, periodistas y público en general que de verdad existe un debate científico sobre la peligrosidad de las mismas cuando es absolutamente falso ya que lo que existe es un gran número de investigadores independientes que afirman que está suficientemente demostrado y un grupito pequeño pero influyente al que dan bombo los grandes medios de comunicación y que está al servicio de la gran industria que dice lo que ésta les paga por decir.

 

Luego tal “debate” no existe. Y segundo, porque llevan años asegurando que la peligrosidad no está demostrada y tener que reconocerlo ahora es un “marrón” que nadie se quiere comer.

 

En suma, la OMS ha actuado como se esperaba:

protegiendo a la industria aunque haya tenido que verse obligada al menos a reconocer el peligro como algo potencial pero casi quimérico.

Nosotros lo venimos diciendo desde hace años sin que los medios “serios” se hagan eco:

son muchos los trabajos científicos que han relacionado ya las radiaciones electromagnéticas con numerosas patologías, no sólo con cáncer.

Y los de la OMS y la IARC son sólo los últimos pronunciamientos porque hay varios organismos internacionales que ya habían alertado de ello. Otra cosa es que se oculte. De hecho muy pocos medios han informado de que también ha alertado del problema la Asamblea del Consejo de Europa.

 

Sólo unos días antes había hecho un llamamiento a todos los gobiernos para que adopten medidas razonables,

“para reducir la exposición a campos electromagnéticos, especialmente a las frecuencias de radio de los teléfonos móviles”.

Lo cierto en cualquier caso es que el grupo de la IARC que tomó su decisión en Lyon (Francia) en la reunión que se celebró entre el 24 y 31 de mayo pasados estaba integrado por 31 científicos de 14 países; no se trataba pues de un grupo de indocumentados como pareció insinuar con sus sarcásticos comentarios John Walls.

 

Y lo hizo tras examinar y evaluar la literatura disponible hasta ese momento sobre los efectos de las,

“exposiciones ocupacionales a los radares y microondas”, la “exposición a riesgos ambientales asociados con la transmisión de señales de radio, televisión y telecomunicaciones inalámbricas” y “las exposiciones personales asociadas con el uso de teléfonos móviles”.

Y de todos esos estudios el grupo de trabajo - sin que se sepa aún por qué - manifestó que de momento sólo es suficientemente constatable la asociación entre las emisiones de radiofrecuencia de los teléfonos móviles y la aparición de gliomas y neuromas acústicos.

 

Sin duda porque uno de los estudios - según reconocían - mostraba que tras seguirse durante 10 años a numerosas personas que hablaban de promedio sólo 30 minutos al día el riesgo de gliomas entre ellas era ¡un 40% superior! Hablando sólo ¡media hora cada día!

 

¿Infiere el lector el riesgo que están asumiendo pues quienes hablan hoy con móviles durante horas?

 

Bueno, pues ese grupo de trabajo se empeñó en rebajar la gravedad del problema:

“La evidencia acumulada - declaró el doctor Jonathan Samet, miembro de la University of Southern California (EE.UU.) y presidente de ese grupo de trabajo - es lo suficientemente fuerte como para apoyar la clasificación de estas ondas en el grupo 2B - lo que significa que podría haber algún riesgo - y por tanto hay que mantener una estrecha vigilancia respecto al posible vínculo entre los teléfonos móviles y el riesgo de cáncer".

En suma, una vez más edulcorando el problema para no alarmar a la población y proteger a la industria de la telefonía. No obstante se trata de un primer paso que va a hacer pensar a muchas personas cuál será la auténtica realidad del peligro.

 

De hecho Christopher Wild, director del IARC, manifestaría:

“Teniendo en cuenta las posibles consecuencias para la salud pública de esta clasificación y los resultados es urgente efectuar nuevas investigaciones sobre el uso intensivo de los teléfonos móviles a largo plazo.

 

Pero mientras no dispongamos de esa información es importante tomar medidas pragmáticas para reducir la exposición; como utilizar dispositivos manos libres o enviar mensajes de texto en lugar de hacer llamadas”.


 


TAMBIÉN EL CONSEJO DE EUROPA ALERTA A LA POBLACIÓN

En definitiva los pronunciamientos de la OMS y de la IARC no hacen sino redundar en muchos otros llamamientos a la prudencia, el último de ellos - como avanzamos antes - el de la Asamblea del Consejo de Europa que, reunida en Kiev en Comité Permanente, solicitó de todos los gobiernos europeos la adopción de medidas razonables para reducir la exposición a las radiaciones electromagnéticas, en especial de la procedente de los teléfonos móviles.

 

Muy particularmente en el caso de los niños y jóvenes ya que son quienes hoy hacen un mayor uso de estos aparatos.

“La Asamblea lamenta - se recoge en la Introducción de la resolución - que pese a los llamamientos para que se respete el Principio de Precaución y a todas las recomendaciones, declaraciones y avances legales y legislativos no se haya reaccionado aún ante los riesgos medioambientales emergentes para la salud cuando requieren la adopción y aplicación de medidas preventivas eficaces.

 

Esperar a que se realicen nuevos estudios científicos y pruebas clínicas sin tomar medida alguna para prevenir los riesgos conocidos puede conllevar además un alto coste económico como ya ocurrió con los casos del amianto, el plomo en la gasolina y el tabaco”.

El documento critica asimismo el inmovilismo de los gobiernos y denuncia su inacción por meros intereses económicos:

“(…) Las posibles consecuencias para el medio ambiente y la salud tienen un claro paralelismo con otras cuestiones de actualidad como la concesión de licencias de medicamentos, productos químicos, pesticidas, metales pesados y organismos modificados genéticamente.

 

Lo que pone de relieve que la cuestión de la independencia y la credibilidad del acervo científico es fundamental para llevar a cabo una evaluación transparente y equilibrada de los posibles impactos negativos sobre el medio ambiente y la salud humana”.

En sus Conclusiones el documento aprobado por la Asamblea del Consejo de Europa solicita por ello la aplicación de,

“unos niveles tan bajos como sea razonablemente posible en relación con los efectos - tanto los térmicos como los atérmicos o biológicos - de las emisiones electromagnéticas radiactivas”.

Por lo que se refiere a la tecnología Wi-Fi se recomienda directamente,

“la prohibición de todos los teléfonos móviles, teléfonos DECT, Wi-Fi y sistemas WLAN en las aulas y escuelas” en una clara apuesta por dar preferencia a las conexiones a Internet por cable.

Cabe agregar que a raíz de las propuestas del ponente - el luxemburgués Jean Huss - la Asamblea ha solicitado asimismo a los gobiernos que proporcionen información de los riesgos potenciales para la salud de las plataformas inalámbricas DECT - porque emiten radiaciones semejantes a los teléfonos móviles - los monitores para bebés y otros aparatos domésticos que emiten de forma continua ondas electromagnéticas.

 

Recomendando,

"el uso de cable, telefonía fija en casa o, en su defecto, modelos que no emitan de forma permanentemente ondas pulsadas".

En cuanto al manoseado argumento de la industria de que ella “cumple con la legalidad” la resolución señala - como ya hiciera por cierto el Parlamento Europeo - que los gobiernos deben,

“replantearse las bases científicas de los actuales estándares establecidos para los campos electromagnéticos por la Comisión Internacional sobre Protección Frente a Radiaciones No Ionizantes” porque tienen serias limitaciones.

Por eso se recomienda,

“aplicar niveles tan bajos como sea razonablemente posible: el Principio ALARP - (As Low As Reasonably - Tan bajo como sea razonable)”.

Recordando también lo que es evidente para todos los que manifiestan un cierto sentido común no contaminado por intereses inconfesables:

“El Principio de Precaución debe ser aplicable cuando la evaluación científica no permita que se adopten medidas con la suficiente certeza frente a los riesgos”.

Justo lo que acaba de hacer la OMS aunque en su peculiar lenguaje diplomático y rebajando la gravedad del problema.


Obviamente se ocupa asimismo del problema de las antenas recomendando,

“reducir los valores límite para las antenas de retransmisión de conformidad con el principio ALARA e instalar sistemas de seguimiento exhaustivo y continuo de todas las antenas”.

En suma, todo un éxito para el ponente de la resolución, Jean Huss, que fue aprobada pocos días antes del comunicado de la OMS… sin que casi nadie se haya hecho eco.

“Acojo con satisfacción - declararía éste - el anuncio de la OMS y la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) indicando que el uso del teléfono móvil debe ser clasificado como posible cancerígeno para los seres humanos. La información de la OMS confirma el contenido de mi informe.

 

Deseo subrayar la necesidad de reforzar la protección de los niños y las medidas de prevención activa. Deben ponerse en marcha rápidamente campañas de sensibilización dirigidas a los profesores y a los padres advirtiéndoles de los riesgos del uso prolongado de teléfonos móviles por los niños desde una edad temprana”.

La verdad es que la ponencia de Jean Huss relata de forma muy instructiva cómo hemos llegado a la situación actual.

 

Destacando un dato poco conocido: que los actuales umbrales de seguridad para las frecuencias extremadamente bajas de los campos electromagnéticos y las ondas de alta frecuencia que luego propusieron la OMS, la Comisión Europea y los gobiernos - España entre ellos - se hizo a propuesta de la International Commission on Non-Ionizing Radiation Protection (ICNIRP) que según Huss se trata de,

“una ONG cuyo origen y estructura no son demasiado claros y es sospechosa de tener vínculos muy estrechos con la industria”.

Y es que aunque parezca mentira ha sido efectivamente esa organización privada la que ha venido marcando los límites de las emisiones electromagnéticas que luego los gobiernos han plasmado en sus legislaciones permitiendo así a los abogados de las compañías de telefonía ofrecer “argumentos” de “referencia“ cada vez que han sido denunciadas en los tribunales.

 

Motivo por el que vamos a investigarla.
 

 

 


VERGÜENZA NACIONAL

Bueno, pues tras los comunicados de la OMS y de la IARC los españoles pudimos asistir atónitos a unas comparecencias absolutamente insólitas.

 

En primer lugar, la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) - entidad privada y no pública - comparecía ante los medios de comunicación… pero no para manifestar su satisfacción por la decisión de esas organizaciones de alertar a la población del posible efecto carcinogénico de los móviles sino para ¡defender a las empresas de telefonía y decir que ese riesgo no está demostrado!

 

De hecho nada más conocerse la resolución pidieron públicamente "prudencia a la hora de interpretar" esa información “precisando” que el comunicado de la OMS no se basaba más que en “una revisión de estudios anteriores sin la robustez científica deseable” despreciando así el trabajo y la valía de los 34 investigadores reunidos en Lyon.

 

Poca diferencia pues con la esperada reacción de la Asociación de la Industria de Telecomunicaciones Celulares (CTIA) - la patronal del sector - para la cual las conclusiones de la OMS y la IARC se basan en "pruebas limitadas".
 

Por su parte, el presidente del Comité Técnico de la Asociación Española Contra el Cáncer y jefe del Servicio de Oncología Radioterápica del Hospital Clínica de Barcelona, Albert Biete, declararía que a su juicio la relación entre el teléfono móvil y el cáncer es “bastante débil” porque,

“todos los estudios de laboratorio que se han hecho hasta ahora, en principio, siempre han sido en general negativos”.

Mintiendo con total descaro porque como hemos demostrado ampliamente en esta revista son muchos - pero muchos - los estudios que prueban esa relación.

 

Y encima añadiría:

“Desde un punto de vista teórico una radiación no ionizante - la de la telefonía móvil - no es capaz de hacer mutaciones. Su capacidad para inducir un tumor maligno, de existir, sería muy baja”.

Mintiendo de nuevo.

 

Baste recordar - por no citar nuestros propios artículos - que en su número de mayo de 2001 la Sociedad Científica Española del Médico de Cabecera afirmaba:

“Científicos americanos, suecos, alemanes, rusos, etc., demostraron hace ya años efectos de la telefonía móvil como la rotura de cromosomas, la alteración de la permeabilidad cerebral, la alteración del EEG, la disminución de la melatonina protectora contra el cáncer, alteraciones de la pronunciación, fatiga, dolor de cabeza, pérdida de memoria, irritación cutánea, etc.”

Y desde entonces la información sobre sus efectos se ha ido acumulando.


Lo patético es que el sonrojante posicionamiento de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) no fue único. También la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) iba a aprovechar la ocasión… pero no precisamente para solicitar la prohibición de los móviles para los más pequeños como ya se ha hecho en algunos países europeos, al menos mientras se profundiza en la investigación.

 

Su presidente, Emilio Alba, prefirió echar igualmente una mano a la industria afirmando cosas como que "no hay estudios suficientes", que “el estudio implica un nivel de desconocimiento alto” o que “no aporta ninguna información nueva”.

 

En suma, ambas sociedades han osado sostener lo que ni la propia industria se atreve a afirmar.


Y ya que hay tanta persona desinformada - especialmente entre algunos autodenominados informadores - no estará de más recordar que sólo una semana antes del pronunciamiento de la OMS tuvo lugar una reunión convocada por Environmental Health Trust entre la Sociedad del Cáncer de Turquía y la Universidad de Gazi bajo el título Science Update - Cell Phones and Health (Actualización sobre los teléfonos celulares y la Salud) en la que se dieron a conocer nuevas investigaciones según las cuales las radiaciones de los teléfonos móviles dañan el ADN, el cerebro y el esperma.

 

La reunión fue presidida por la doctora Devra Davis y contó con la participación del profesor Nesrin Seyhan, asesor de laOMS y de la OTAN además de jefe y fundador del Departamento de Biofísica y Biomagnetismo de la Universidad de Gazi, quien presentó un trabajo explicando que bastan cuatro horas de exposición a campos electromagnéticos para impedir a las células del cerebro reparar los genes dañados por las radiaciones.

 

El profesor Wilhelm Mosgoeller - de la Universidad Médica de Viena - afirmaría por su parte que son ya varios los equipos europeos que han demostrado que las radiofrecuencias inducen roturas en el ADN.


Bueno, pues se sigue afirmando que no hay pruebas científicas de la peligrosidad de,

  • los teléfonos móviles

  • los teléfonos inalámbricos

  • las antenas de telefonía

  • los Wi-Fi

  • los radares

Porque afortunadamente el peligro de las torres de alta tensión y de los transformadores ya se reconoce.


Es hora pues de llamar sinvergüenzas a los sinvergüenzas.

 

Nosotros volvemos a aconsejar a nuestros lectores que procuren no usar más que en casos estrictamente necesarios todos esos dispositivos y, sobre todo, que no permitan a sus hijos menores que los usen o estén sometidos a su influencia.

 

Y, por supuesto, que exijan a los responsables de los colegios de sus hijos que retiren de ellos los Wi-Fi o los WLAN si los tienen y hagan lo mismo con esos alcaldes ignorantes que los han instalado en espacios públicos poniendo en riesgo de forma intolerable la salud de todos sus conciudadanos.

 

Es más, todos deberíamos luchar para impedir los Wi-Fi en las comunidades de vecinos porque es lamentable que quien está concienciado de su peligro y no lo usa tenga que soportar las radiaciones que emiten los de sus vecinos más ignorantes.