A juzgar por sus documentos escritos e imágenes grabadas, suponían la resolución de los conflictos divinos, tiempos benevolentes para la humanidad, y una gran teofanía. Participaron, como veremos, de una inmensa sorpresa.
Tales tablillas sirvieron como manuales de ‘astronomía,’ diciéndoles por experiencia pasada cuál era el significado de un fenómeno oracular:
Cuando pasó el tiempo, se incrementaron los reportes de observaciones acompañados por los propios augurios de los sacerdotes: ‘Por la noche Saturno se acerca a la Luna. Saturno es un planeta del Sol. Este es el significado: Es favorable al rey.’ El cambio notable incluía la puesta de especial atención a los eclipses; una tablilla (ahora en el Museo Británico), que lista columnas numéricas similares a las de un computador, servía para predecir eclipses lunares con cincuenta años de anticipación.
Sus anales describen constantes campañas militares y alardes de ciudades tomadas, ejecuciones brutales de reyes y nobleza locales, y exilios masivos. Su rol, y el de sus sucesores Shalmaneser V y Sargón II, en la desaparición de Israel y el exilio de su pueblo (las Diez Tribus Perdidas), y luego los intentos de Sennacherib por incautar Jerusalén, fueron descritos en el capítulo previo. Más cerca de casa, esos reyes asirios estuvieron ocupados anexando Babilonia al ‘tomar las manos de Marduk.’
El siguiente rey asirio, Esarhaddon (680–669 a.C.), anunció que ‘tanto Ashur como Marduk me dieron sabiduría,’ juraba en nombre de Marduk y Nabu, e inició la reconstrucción del templo Esagil en Babilonia.
Digno de atención, a la luz de subsecuentes eventos, fue la ruta que escogió: en vez de ir por el camino más corto, hacia el sudoeste, hizo un rodeo considerable y fue hacia el norte, a Harán. Ahí, en el viejo templo del dios Sin, Esarhaddon buscó la bendición del dios para embarcarse en su conquista; y Sin, inclinado por su personal y acompañado de Nusku (el Mensajero Divino de los dioses), dio su aprobación. Entonces Esarhaddon viró hacia el sur, pasando poderosamente a través de las tierras del Mediterráneo oriental hasta alcanzar Egipto.
Considerablemente, se desvió del premio que Sennacherib fracasó en obtener—Jerusalén. También considerablemente, que la invasión de Egipto y el desvío lejos de Jerusalén—tanto como el propio destino de Asiria—hayan sido profetizados por Isaías décadas antes (10: 24-32)
Figura 89
Conducente a un más fastuoso precinto sagrado era una puerta monumental, construida—de acuerdo a dibujos de un sello cilíndrico—para emular el portalón de Anu en Nibiru (Fig. 90) en Nibiru. Es una clave de lo que fueron las expectativas de Retorno en Asiria.
Y como indicaban el portalón y otras construcciones, con el retorno del planeta era esperada una repetición de las previas visitas de Anu a la Tierra. Estaba ahora en manos de los astrónomos observar los cielos por esa aparición planetaria; pero ¿dónde estaban ellos para observar e la extensión celeste, y cómo reconocerían el planeta mientras aún estuviera en los cielos distantes? El siguiente rey asirio, Asurbanipal (668-639 a.C.), llegó con la solución.
Algunos investigadores modernos lo consideran además haber sido ‘El Primer Arqueólogo,’ porque coleccionó de manera sistemática tablillas de sitios que ya eran antiguos en su época—como Nippur, Uruk, y Sippar en lo que fue Súmer. También envió equipos especializados a ordenar y saquear tales tablillas de las capitales asirias conquistadas. Las tablillas terminaron en una famosa biblioteca donde equipos de escribas las estudiaron, tradujeron, y copiaron textos escogidos del milenio anterior.
(Un visitante del Museo del Antiguo Cercano Oriente en Estambul puede ver una muestra de tales tablillas, cuidadosamente ordenadas en sus estantes originales, con cada estante encabezado por una ‘tablilla catálogo’ que enlista todos los textos en ese estante).
Aunque todas ellas parecen legitimar ser parte del conocimiento acumulado en una biblioteca real, también ocurre que todas las tablillas tratan con instancias de las apariciones de Nibiru en el pasado—y por ende con su próximo acercamiento.
Un texto babilónico que retuvo la terminología sumeria original señala:
Aunque el primer planeta mencionado (SHUL.PA.E) se considera sea Júpiter (pero podría ser Saturno), el siguiente nombre (SAG.ME.NIG) podría ser una variante para Júpiter, pero es considerado por algunos como que sea Mercurio *.
(*) Los extensos datos astronómicos que han sido encontrados atrajeron, ya en el siglo 19 y comienzos del 20, el tiempo, atención, y paciencia de académicos gigantes que combinaron brillantemente la ‘asiriología’ con conocimientos astronómicos. El primer libro de las Crónicas Terrestres, el 12º Planeta, cubrió e hizo uso del trabajo y los logros de aquellos como Franz Kugler, Ernst Weidner, Erich Ebeling, Herman Hilprecht, Alfred Jeremias, Morris Jastrow, Albert Schott, y Th. G. Pinches, entre otros. Su trabajo fue complicado por el hecho que el mismo kakkabu (cualquier cuerpo celeste, incluyendo planetas, estrellas fijas, y constelaciones) podía tener más de un nombre.
También señalé con claridad entonces y ahí la falla más básica de sus trabajos: todos asumieron que los sumerios y otros pueblos antiguos no tenían modo de saber (‘a ojo desnudo’) acerca de planetas más allá de Saturno. El resultado fue que siempre que un planeta era mencionado de forma diferente a los nombres aceptados para los ‘siete kakkabani conocidos’—Sol, Luna, Mercurio, Venus. Marte, Júpiter, Saturno—se asumió que se trataba sólo de otro nombre para alguno de los ‘siete conocidos.’ La víctima principal de esta errónea instancia fue Nibiru; doquiera que él o su equivalente babilónico ‘planeta Marduk’ fue enlistado, se asumió que se trataba de oro nombre para Júpiter o Marte o (en algunas visiones extremas) incluso para Mercurio.
Increíblemente, el ‘establishment’ de la moderna astronomía siguen basando su trabajo en esos asumidos ‘siete conocidos’—a pesar de la extensa evidencia contraria que muestra que los sumerios conocían la verdadera forma y composición de nuestro sistema solar, partiendo con el nombre de los planetas exteriores en el Enuma Elish, o la representación de 4500 años de antigüedad del completo sistema solar de doce miembros, con el Sol al centro, en el sello cilíndrico VA243 en el Museo de Berlín (Fig. 91), o el dibujo de doce símbolos planetarios sobre monumentos asirios y babilónicos, etc.
Figura 91
Un texto similar de Nippur, que tradujo los nombres planetarios sumerios como UMUN.PA.UD.DU y SAG.ME.GAR, sugiere que la llegada de Nibiru será ‘anunciada’ por el planeta Saturno, y después de elevarse 30 grados estará cerca de Júpiter.
Otros textos (p.ej. una tablilla conocida como K.3124) señala que después de pasar SHUL.PA.E y SAG.ME.GAR—que creo se trata de Saturno y Júpiter—el ‘Planeta Marduk entrará al Sol (alcanzará el perigeo, lo más cercano al Sol) y se convertirá en Nibiru.’
Tomados juntos, los textos astronómicos del tiempo de Asurbanipal describieron una aparición planetaria desde la orilla de sistema solar, elevándose y llegando a ser visible cuando alcanza a Júpiter (o incluso Saturno antes de eso), y después doblando hacia abajo a la eclíptica. En su perigeo, cuando está más cerca del Sol (y por tanto a la Tierra), el planeta—en el Cruce—se convierte en Nibiru ‘en el zodíaco de Cancer.’
Eso, como muestra el esquema adjunto (no a escala), pudo suceder sólo cuando la salida del Sol del Equinoccio de Primavera tuvo lugar en la Era del Carnero—durante la era zodiacal de Aries (Fig. 92).
Figura 92
Tales claves en relación a la ruta orbital del Señor Celestial y su reaparición, a veces empleando las constelaciones como un mapa celeste, se hallan también en pasajes bíblicos, revelando de ese modo un conocimiento que debió haber sido internacionalmente disponible:
‘Él solo se extiende por los cielos y pisotea la mayor profundidad;
llega a la Osa Mayor, Sirio y Orión, y las constelaciones del sur,’
señala el Libro de Job (cap. 9); y el Profeta Amós (5: 9) previó al
Señor Celestial ‘sonriendo su faz sobre Tauro y Aries, desde Tauro a
Sagitario irá.’ Estos versos describen un planeta que hace un arco
en la parte más elevada del cielo y, orbitando en el sentido de los
relojes—‘retrógrado,’ dicen los astrónomos—llega vía las
constelaciones del sur.
Luego los largos textos describen los alimentos ceremoniales, el retiro a las cámaras nocturnas, las procesiones del día siguiente, y todo eso.
El llamar al planeta ‘Planeta del Trono Celestial’ es una clave importante para las expectativas reales, como lo eran las representaciones en los muros de palacio, en magníficos relieves, de reyes asirios saludando a dios en el Disco Alado mientras se suspendía sobre el Árbol de la Vida (como en la Fig. 87).
Por todas partes, los reyes locales se tomaron el control y declararon la independencia. De particular importancia—inmediata y para hechos futuros—fue la ‘escisión’ de Babilonia del reino dual con Asiria. Como parte del festival de Año Nuevo en 626 a.C. un general babilonio cuyo nombre—Nabupolassar (‘Nabu protege sus hijos’) —implicaba ser hijo del dios Nabu, fue entronizado como rey de una Babilonia independiente.
Una tablilla describió así el comienzo de su investidura:
El resentimiento del brutal regente de Asiria fue tan grande que Nabupolassar de Babilonia pronto encontró aliados para una acción militar contra Asiria. Un importante y frescamente vigoroso aliado fueron los Medos (precursores de los Persas), que tenían experiencia en la brutalidad e incursiones asirias.
Mientras las tropas babilonias avanzaban sobre Asiria desde el sur, los Medos atacaron desde el oriente, y en 614 a.C.—¡como había sido profetizado por los Profetas hebreos!—capturaron y quemaron la capital religiosa Asiria, Asur. El turno de Nínive, la capital real, fue o siguiente. Por 612ª.C. la gran Asiria era un desastre. Asiria—la tierra del ‘Primer Arqueólogo—se convirtió ella misma en tierra de sitios arqueológicos.
Apenas un año más tarde una de las menos comprendidas—por los historiadores, claro—movidas geopolíticas tuvo lugar entonces. Los egipcios, que acostumbraban a estar del mismo lado de los babilonios en oposición a la regencia asiria, salieron de Egipto y, moviéndose con rapidez hacia el norte, se tomaron territorios y sitios sagrados que los babilonios consideraban propios. El avance egipcio, todo hacia el norte hasta Carchemish, los puso a distancia de tiro de Harán; también puso en manos egipcias los dos sitios espaciales, en Líbano y en Judá.
(La fecha de la cita, como veremos, llegó justamente quince años después.)
Los cuarenta y tres años del reinado de Nabucodonosor (605-562 a.C.) son considerados un período de un imperio ‘Neo-Babilonio’ dominante, un tiempo marcado por acciones decisivas y movidas rápidas, porque no había tiempo que perder—¡el venidero Retorno era ahora el premio de Babilonia!
Figura 93
Babilonia, la Ciudad Eterna de Marduk, estaba lista para dar la bienvenida al Retorno.
La expectación, parece, era que la llegada del Disco Alado descendería en el Sitio de Aterrizaje en Líbano, luego consumar el Retorno al entrar a Babilonia a través del maravilloso Camino Procesional y su imponente Puerta (Fig. 94)—llamada ‘Ishtar’ (alias IN.ANNA), que había sido la ‘amada de Anu’ en Uruk—otra clave en relación a quién era esperado en el Retorno.
Figura 94
En compañía de estas expectativas estaba el rol de Babilonia como el nuevo Ombligo de la Tierra—heredando el estatus prediluvial de Nippur como la DUR.AN.KI, el ‘Puente Cielo-Tierra.’ Que ahora esta era función de Babilonia quedó expresado cuando a la plataforma base del zigurat se le dio el nombre E.TE.MEN.AN.KI (‘Templo de la Fundación para Cielo-Tierra’), tensionando el rol de Babilonia como el nuevo ‘Ombligo de la Tierra’—una función claramente representada en el ‘Mapa del Mundo’ babilónico (ver Fig. 10).
¡Esta era terminología que hacía eco con la descripción de Jerusalén, con su Piedra de la Fundación, sirviendo como vínculo entre la Tierra y el Cielo!
Llamándolo el ‘Ombligo de la Tierra’ (38: 12), el Profeta Ezequiel anunció que Jerusalén había sido escogida para esto por Dios mismo:
Determinado a usurpar esa función para Babilonia, Nabucodonosor condujo sus tropas hacia el elusivo premio y en 598 a.C. capturó Jerusalén. Esta vez, como había advertido el Profeta Jeremías, Nabucodonosor llevaba la ira de Dios al pueblo de Jerusalén, por haber aceptado la veneración de los dioses celestiales: Ba’al, el Sol y la Luna, y las constelaciones.’ (II Reyes 23: 5) —¡una lista que incluyó a Marduk como una entidad celeste!
La ciudad misma y el Templo fueron dejados intactos esta vez, pero once años más tarde, en 587 a.C., los babilonios volvieron en pie de guerra. Actuando esta vez, de acuerdo a la Biblia, por voluntad propia, los babilonios incendiaron el Templo que Salomón había construido.
En sus inscripciones Nabucodonosor no da más explicación que la usual—realizar los deseos y agradar a ‘mis dioses Nabu y Marduk’; pero como pronto mostraremos, la verdadera razón era simple: la creencia que Yahveh había partido y se había ido.
Prediciendo la caída de la poderosa Babilonia y su destrucción por invasores del norte—sucesos que tuvieron lugar apenas unas décadas más tarde—Jeremías además proclamó el sino de los dioses que Nabucodonosor había invocado:
El castigo divino sobre Nabucodonosor mismo fue proporcional al sacrilegio. Enloquecido, de acuerdo a fuentes tradicionales, por un insecto que penetró al cerebro vía fosas nasales, Nabucodonosor murió en agonía en 561 a.C.
En una de esas tablillas (VA 751, Fig. 95), el Planeta de Marduk, mostrado entre el símbolo del carnero Aries por un lado y los siete símbolos de la Tierra por el otro, grafica a Marduk como dentro del planeta.
Figura 95
Otro ejemplo s la tablilla VAT 7847; habla de una observación real, en la constelación de Aries, como el ‘Día en que fue abierta la puerta del gran señor Marduk’—en que Nibiru había aparecido a la vista; y después tiene una entrada—‘Día del Señor Marduk’—mientras el planeta se movía y fue visto en Acuario.
Los doce segmentos zodiaco-calendáricos fueron después sobreimpuestos en los tres Senderos, como se muestra por los fragmentos descubiertos (Fig. 96); textos explicativos fueron escritos en las partes traseras de aquellas tabillas circulares.
Figura 96
En 1900 d.C., dirigiéndose a una reunión de la Real Sociedad Asiática en Londres, Inglaterra, Theophilius G. Pinches causó sensación al anunciar que había tenido éxito en re-armar un completo ‘astrolabio’ (‘Tomador de Estrellas’), como llamó a la tablilla.
Mostró lo que era un disco circular dividido en tres secciones concéntricas y, como un queque, en doce segmentos, dando como resultado un campo de treinta y seis porciones. Cada una de las treinta y seis porciones contiene un nombre con un pequeño círculo bajo él, indicando que se trata de un cuerpo celestial, y un número.
Además cada porción lleva el nombre de un mes, de modo que Pinches los enumeró del I al XII, comenzando con Nissan (Fig. 97).
Figura 97
La presentación causó una sensación comprensible, porque aquí había un mapa celeste babilonio, dividido en los tres senderos de Enlil, Anu, y Ea/Enki, mostrando cuales planetas, estrellas y constelaciones eran visibles durante los meses del año. Aún continúa el debate acerca de la identidad de los cuerpos celestes (en la raíz del cual acecha esa noción de ‘nada más allá de Saturno’) y el significado de los números.
Figura 98
Figura 99
El cambio en nombre y posición es absolutamente correcto si ambos astrolabios grafican un planeta en movimiento—‘Marduk’ como fue llamado por los babilonios—que, después de haber llegado a verse alto en los cielos del norte (como en ‘A’), se curva hacia abajo para cruzar la eclíptica y se convierte en NIBIRU (‘del Cruce’) cuando cruza la eclíptica en el Sendero de Anu (como en ‘B’).
¡La documentación de dos escenarios aportada por los dos astrolabios grafica precisamente todo lo que hemos estado señalando!
Mientras podemos estar seguros—por razones prontas a ser dadas—que las observaciones en todas estas tablillas ‘Babilónicas Tardías’ no pudieron haber tenido lugar antes del 610 a.C., también podemos estar seguros que no fueron realizadas después del 555 a.C., porque esa fue la fecha cuando uno llamado Nabuna’id se convirtió en el último rey de Babilonia; y su alegato para ser legitimado era que su reinado fue confirmado celestialmente porque ‘el planeta de Marduk, alto en el cielo, me ha llamado por mi nombre.’
Haciendo esta afirmación, también señalaba que durante una visión nocturna había visto ‘la Gran Estrella y la Luna.’ Basado en las fórmulas de Kepler para las órbitas planetarias alrededor del Sol, el completo período de visibilidad de Marduk/Nibiru desde Mesopotamia duraba justo unos pocos años; por lo tanto, la visibilidad alegada por Nabuna’id coloca el Retorno del planeta en los años inmediatamente precedentes a 555 a.C.
Fue seguido por otro en 584 a.C. que fue visto en todas las tierras del Mediterráneo, con su totalidad sobre Grecia. Pero después, en 556 a.C., hubo un eclipse solar extraordinario ‘en una fecha no esperada.’ Si no fue debido a los predecibles movimientos de la Luna, ¿pudo haber sido causado por un inusual pasaje cercano de Nibiru? Figura 100
Entre las tablillas astronómicas pertenecientes a una serie llamada ‘Cuando Anu es Planeta de Señor,’ una de ellas (catalogada VACh.Shamash/RM.2,38—Fig. 100), que trata de un eclipse solar, documentó así el fenómeno observado (líneas 19-20):
¿Qué significan con exactitud las palabras que el oscurecido Sol ‘permaneció en el resplandor del Gran Planeta?
Aunque la tablilla misma no aporta una fecha para tal eclipse, es nuestra sugerencia que el fraseo particular, destacado arriba, indica fuertemente que el inesperado y extraordinario eclipse solar fue algo generado por el retorno de Nibiru, el gran planeta radiante, pero si la causa directa fue el planeta mismo, o los efectos de su ‘resplandor’ (¿un tiraje gravitacional o magnético?) sobre la Luna, el texto no lo explica.
Como se muestra en este mapa, preparado por el Centro de Vuelo Espacial Goddard de NASA (Fig. 101), el eclipse fue uno grande e importante, visto sobre amplias zonas, y un aspecto único acerca de él fue que ¡la banda de oscuridad total pasó exactamente sobre el distrito de Harán! Figura 101
Este último hecho es de tremenda importancia para nuestras conclusiones—y fue de hecho más aún en aquellos fatídicos años en el mundo antiguo; porque de inmediato después de eso, en 555 a.C. Nabuna’id fue proclamado rey de Babilonia—no en Babilonia, sino en Harán. Fue el último rey de Babilonia; después de él, como había profetizado Jeremías, Babilonia siguió el destino de Asiria.
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