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			7 - CUANDO SE DIVIDIÓ LA TIERRA 
			 
				
				«Y los hijos de Noé que salieron del arca fueron Sem, Cam y Jafet... 
			estos fueron los tres hijos de Noé de los cuales se pobló toda la 
			Tierra».  
			Así, al relato bíblico del Diluvio le sigue el recital de 
			
			la Tabla 
			de las Naciones (Génesis 10), un documento singular del cual dudaron 
			los expertos en un principio, debido a que en él había una relación 
			de naciones desconocidas; más tarde, se le desmenuzó críticamente y, 
			por último, después de un siglo y medio de descubrimientos 
			arqueológicos, provocó la sorpresa por su precisión.  
			  
			Es un documento 
			que conserva gran cantidad de información histórica, geográfica y 
			política en lo referente a la elevación de una exigua humanidad que, 
			desde el lodo y la desolación que siguió al Diluvio, llegó a 
			levantar civilizaciones e imperios. 
 Dejando para el final al importantísimo linaje de Sem, la Tabla de 
			las Naciones comienza con los descendientes de Jafet («El Hermoso»):
 
				
				«Y los hijos de Jafet: Gomer, Magog y Madai, Yaván, Túbal, Mések y 
			Tiras. Y los hijos de Gomer: Askanaz, Rifat y Togarmá; los hijos de 
			Yaván: Elisa, Tarsis, los Kittim y los Dodanim. De ellos surgieron 
			las naciones isleñas».  
			Mientras que las últimas generaciones se 
			difundieron, pues, por las regiones costeras y las islas, lo que 
			pasó desapercibido fue que las primeras siete naciones/hijos se 
			corresponden con las tierras altas de las regiones de Asia Menor, el 
			Mar Negro y el Mar Caspio, zonas que fueron habitables poco después 
			del Diluvio, a diferencia de las bajas regiones costeras y las islas, 
			que no se pudieron habitar hasta mucho después. 
 Los descendientes de Cam («El Que es Caliente», o también «El de 
			Tono Oscuro»), en primer lugar, «Kus, Misráyim, Put y Canaán», y 
			después todo un ejército de naciones-estado, se corresponden con a 
			las naciones africanas de Nubia, Etiopía, Egipto y Libia, como 
			núcleo central de la repoblación africana, comenzando de nuevo en 
			las zonas topográficamente más elevadas, para difundirse más tarde 
			por las tierras bajas.
 
				
				«Y Sem, padre de todos los que descienden de Héber, también tuvo 
			descendientes; él era el hermano mayor de Jafet».  
			Las primeras 
			naciones-hijos de Sem fueron «Elam y Assur, Arpaksad, Lud y Aram», 
			naciones-estado que cubrían las tierras altas del arco que va desde 
			el Golfo Pérsico, por el sur, hasta el Mar Mediterráneo, por el 
			noroeste, bordeando la gran Región-Entre-los-Ríos, que aún no era 
			habitable.  
			  
			A estas tierras se les podría llamar Tierras Espaciopuerto:  
				
					
					
					Mesopotamia, donde había estado el espaciopuerto de 
			antes del Diluvio
					
					la Montaña de los Cedros, donde seguía 
			funcionando el Lugar de Aterrizaje
					
					el País de Salem, donde se 
			estableció el Centro de Control de Misiones después del Diluvio
					
					la adyacente península del Sinaí, lugar del futuro espaciopuerto 
			El 
			nombre del antepasado de todas estas naciones, Shem -que significa 
			«Cámara Celeste»-resulta, así pues, bastante elocuente. 
 Esta división general de la humanidad en tres ramas, tal como se nos 
			cuenta en la Biblia, no sólo estaba en función de la geografía y la 
			topografía de las regiones por las que se distribuyó el hombre, sino 
			también de la división de la Tierra entre los descendientes de Enlil 
			y los descendientes de Enki. A Sem y a Jafet se les muestra en la 
			Biblia como buenos hermanos, mientras que la actitud hacia el linaje 
			de Cam -y especialmente de Canaán- es más bien la de un amargo 
			recuerdo. En toda esta saga nos encontramos con relatos dignos de 
			contar, relatos de dioses y hombres, y relatos de sus guerras...
 
 La leyenda de la división del mundo antiguo en tres ramas coincide 
			también con lo que sabemos acerca del auge de las civilizaciones.
 
 Los expertos han reconocido que hubo un cambio abrupto en la cultura 
			humana hacia el 11000 a.C, momento del Diluvio según nuestros 
			descubrimientos, y han dado en llamar a esa era de domesticación 
			Mesolítico (Edad de Piedra Media). Hacia el 7400 a.C. -exactamente 
			3.600 años después- se ha reconocido otro avance repentino. Los 
			expertos le han llamado Neolítico (Nueva Edad de Piedra), pero el 
			rasgo principal fue el del cambio de la piedra por la arcilla, 
			además de la aparición de la alfarería.
 
			  
			Y después, «de repente e 
			inexplicablemente», pero exactamente 3.600 años más tarde, tuvo 
			lugar el florecimiento (hacia el 3800 a.C.) de la alta civilización 
			de Sumer, en la llanura entre los ríos Tigris y Eufrates. A ésta, le 
			siguió, hacia el 3100 a.C, la civilización del río Nilo; y hacia el 
			2800 a.C, hizo su aparición la tercera civilización de la 
			antigüedad, la del río Indo.  
			  
			Estas fueron las tres regiones que se 
			le asignaron a la humanidad; en ellas evolucionaron las naciones de 
			Oriente Próximo, África e Indo-Europa, una división que se reflejó 
			fielmente en la Tabla de las Naciones del Antiguo Testamento. 
 Éste fue, según las crónicas sumerias, el resultado de unas 
			decisiones deliberadas de los anunnaki:
 
				
					
					Los anunnaki que decretan los destinos , 
					se sentaron a intercambiar impresiones en cuanto a la Tierra.
 Las cuatro regiones crearon.
 
			Con estas sencillas palabras, reflejadas en varios textos sumerios, 
			se decidió el destino de la Tierra y de sus habitantes después del 
			Diluvio. A las tres civilizaciones de la humanidad se les asignaron 
			tres regiones, reteniendo una cuarta los anunnaki para su propio 
			uso. A ésta, se le dio el nombre de TIL.MUN, «Tierra de los 
			Proyectiles». En 
			Escalera al Cielo ofrecimos las evidencias que nos 
			permitían identificar a Tilmun con la península del Sinaí. 
 En lo referente a la habitación humana, fueron los descendientes de 
			Sem -los «Moradores de las Arenas» de las escrituras egipcias-los 
			que podían residir en las zonas no prohibidas de la península; pero, 
			cuando llegó el momento de asignar el territorio a 
			
			los anunnaki, 
			surgieron profundas diferencias.
 
			  
			Controlar el lugar del espaciopuerto postdiluviano era lo mismo que controlar las 
			comunicaciones entre la Tierra y Nibiru, como habían demostrado 
			claramente las experiencias con Kumarbi y Zu. De manera que, ante la 
			reavivada rivalidad entre los clanes de Enlil y Enki, se buscó una 
			autoridad neutral para la Tierra de los Proyectiles. 
 La solución fue ingeniosa. Del mismo linaje que ellos era su hermana 
			Sud. Como hija de Anu, tenía el título de NIN.MAH («Gran Dama»). 
			Ella era una del grupo original de los Grandes Anunnaki que fueron 
			los pioneros en la Tierra, uno de los miembros del Panteón de Doce. 
			Dio un hijo a Enlil, una hija a Enki, y la llamaban cariñosamente 
			Mammi («Madre de los Dioses»). También ayudó a crear al Hombre.
 
			  
			Con 
			sus conocimientos médicos había salvado muchas vidas, y también se 
			la conocía como NIN.TI («Dama de la Vida»), "ero nunca había tenido 
			sus propios dominios, de manera que darle filman como dominio fue 
			una idea a la que nadie se opuso. 
 La península del Sinaí es un lugar estéril, con altas montañas 
			graníticas en el sur, una meseta montañosa en el centro y una 
			llanura de duro suelo en el tercio norte, rodeada por bajas cadenas 
			montañosas y colmas. Después, hay una franja de dunas de arena que 
			se deslizan hasta la costa del Mediterráneo. Pero donde se puede 
			retener el agua, como en los diversos oasis o lechos de río que se 
			llenan durante las breves lluvias del invierno, manteniendo la 
			humedad por debajo de la superficie, crece una lujuriosa vegetación 
			de palmeras datileras y frutales, donde pastan los rebaños de ovejas 
			y cabras.
 
 Esta región debió de estar tan prohibida hace milenios como lo está 
			ahora. Pero, aunque se le hizo una morada en uno de los lugares 
			reconstruidos de Mesopotamia, Sud decidió tomar posesión 
			personalmente de aquella región montañosa. Aun con todos sus 
			atributos de estatus y de conocimientos, ella siempre jugó un papel 
			secundario.
 
			  
			Cuando llegó a la Tierra, era joven y hermosa (Fig. 36 
			a); ahora era vieja y la apodaban «La Vaca» (Fig. 36 b) a sus 
			espaldas. De modo que, ya que le habían dado su propio dominio, 
			decidió irse allí. Con orgullo, declaró:  
				
				«¡Ahora soy Señora! 
			¡Permaneceré allí sola, reinando para siempre!».  
				 
				Fig. 36  
			Sin poder disuadirla, Ninurta puso en práctica su experiencia en la 
			construcción de represas y en la canalización del agua para hacer 
			habitable la nueva región montañosa de su madre. Se nos habla de 
			estas acciones en la Tablilla IX de «Las Hazañas y Proezas de 
			Ninurta», cuando éste le dice a su madre:  
				
					
					Ya que tú, noble dama, habías ido sola a la Tierra de Desembarco,
 ya que a la Tierra Descorazonadora
 sin temor fuiste-una presa levanté para ti,
 para que esta tierra pudiera tener una señora.
 
			Completando las obras de irrigación, y llevando gente para que 
			realizara las tareas requeridas, Ninurta le aseguró a su madre que 
			tendría abundante vegetación, maderas y minerales en su morada de 
			las montañas:  
				
					
					Sus valles serán verdes de vegetación, 
					sus laderas producirán miel y vino para ti,
 producirán... árboles zabalum y madera de boj;
 sus bancales se adornarán con frutos como en un jardín;
 el Harsag te dará la fragancia de los dioses,
 te dará brillantes cursos de agua;
 sus minas te darán, como tributo, cobre y estaño;
 en sus montañas se multiplicará el ganado, grande y pequeño;
 El Harsag engendrará criaturas de cuatro patas.
 
			Ciertamente, ésta es una descripción adecuada de la península del 
			Sinaí: una tierra de minas, la principal fuente de cobre, turquesas 
			y otros minerales en la antigüedad; fuente de madera de acacia, que 
			se utilizaba para el mobiliario de los templos; un lugar verde donde 
			se podía conseguir agua; un lugar donde pudieran pastar los rebaños. 
			¿Será casualidad que el principal río de invierno de la península se 
			siga llamando Arish -«El Labrador»-, siendo éste (Urash) el apodo de 
			Ninurta? 
 Al hacerle un hogar a su madre en la región de picos graníticos del 
			sur del Sinaí, Ninurta le dio un nuevo título: NIN.HAR.SAG («Dama de 
			la Montaña Prominente»); y aquél fue el título por el que se 
			llamaría a Sud a partir de entonces.
 
 El término «montaña prominente» indica que aquél era el pico más 
			alto de la región. Ésta es la montaña que conocemos en la actualidad 
			como Monte Santa Catalina, un pico reverenciado desde la antigüedad, 
			desde milenios antes de que se construyera el cercano monasterio.
 
			  
			En 
			sus proximidades, se eleva una montaña ligeramente mas baja, la que 
			los monjes llaman Monte Moisés, dando a entender que se trata del 
			Monte Sinaí del Éxodo. Aunque resulta dudoso, S1gue dándose el hecho 
			de que los picos gemelos se tienen por sagrados desde la antigüedad, 
			y creemos que esto se debe a que jugaron un papel de eje en la 
			planificación del espaciopuerto postdiluviano y del corredor de 
			aterrizaje que llevaba hasta él. 
 Los nuevos planos siguieron los antiguos principios, y para 
			comprender el grandioso diseño postdiluviano tendremos que recordar 
			primero la forma en la que se desarrollaron el espaciopuerto y el 
			corredor de aterrizaje antediluvianos. En aquel entonces, los 
			anunnaki eligieron en primer lugar, como punto focal, los picos 
			gemelos del Monte Ararat, el monte más alto del occidente de Asia y, 
			por tanto, el punto de referencia natural más visible desde el 
			cielo. Los siguientes rasgos naturales y visibles eran el río 
			Eufrates y el Golfo Pérsico.
 
			  
			Trazando una línea imaginaria norte-sur 
			desde el Ararat, los anunnaki determinaron que el espaciopuerto 
			estaría donde la línea corta el río. Después, en diagonal a éste 
			desde la dirección del Golfo Pérsico, en un ángulo exacto de 45°, 
			trazaron el curso de aproximación. Más tarde, establecerían sus 
			poblaciones de forma que marcaran el corredor de aterrizaje, a ambos 
			lados del curso de aproximación. En el punto central, se construyó 
			Nippur como Centro de Control de Misiones; todas las demás 
			poblaciones eran equidistantes de él (Fig. 25). 
 Las instalaciones espaciales postdiluvianas se planificaron sobre 
			los mismos principios. El Monte Ararat siguió sirviendo como 
			principal punto focal; una línea de 45° señalaba el curso de 
			aproximación, y una combinación de puntos de referencia artificiales 
			esbozaba un corredor de aterrizaje en forma de flecha. Sin embargo, 
			la diferencia estribaba en que, esta vez, los anunnaki tenían a su 
			disposición una plataforma a la medida, la de la Montaña de los 
			Cedros (Baalbek), y la incorporaron en la nueva rejilla de 
			aterrizaje.
 
 Como antes del Diluvio, el doble pico del Ararat sirvió de nuevo 
			como punto de referencia septentrional, anclando el corredor de 
			aterrizaje y el curso de aproximación en su centro (Fig. 37). La 
			línea sur del corredor de aterrizaje conectaba el Ararat con el pico 
			más alto de la península del Sinaí, el Harsag (Monte Santa 
			Catalina), y su gemelo, el Monte Moisés.
 
 La línea norte del corredor de aterrizaje era la línea que se 
			extendía desde el Ararat y, pasando por la plataforma de aterrizaje 
			de 
			Baalbek, proseguía hasta Egipto. Allí, el terreno era demasiado 
			llano para ofrecer un punto de referencia natural, y fue por este 
			motivo, estamos seguros, por lo que los anunnaki construyeron los 
			picos gemelos artificiales de las dos grandes pirámides de Gizeh. 
			Pero, ¿dónde había que erigir este punto de anclaje?
 
			 
			Fig. 37 
 
			Aquí entra en juego una línea imaginaria este-oeste que los anunnaki 
			concibieron arbitrariamente en sus ciencias espaciales. Ellos 
			dividieron arbitrariamente los cielos que circundan la Tierra en 
			tres bandas o «caminos». El septentrional fue el «Camino de Enlil», 
			el meridional era el «Camino de Enki», y el central era el «Camino 
			de Anu». Como separación, estaban las líneas que conocemos como 
			Paralelo 30 norte y paralelo 30 sur. 
 El paralelo 30 norte parece haber sido particularmente importante 
			-«sagrado». Las ciudades santas, desde la antigüedad, desde Egipto 
			hasta el Tíbet, se han situado sobre él. Se eligió este paralelo 
			como la línea sobre la cual (en la intersección con la línea Ararat-Baalbek) construir las grandes pirámides; y también como la 
			línea que indicaría, en la llanura central del Sinaí, el lugar del 
			espaciopuerto (EP). Una línea, en la mitad exacta del corredor de 
			aterrizaje, el curso de aproximación, tenía que llevar a la 
			situación exacta del espaciopuerto en el paralelo 30.
 
 Creemos que así es como se estableció la rejilla de aterrizaje y se 
			marcó el lugar del espaciopuerto, y que así es como se estableció la 
			localización de las grandes pirámides de Gizeh.
 
 Al sugerir que las grandes pirámides de Gizeh no fueron construidas 
			por los faraones sino, milenios antes, por los anunnaki, es evidente 
			que estamos contradiciendo las teorías oficiales sobre estos 
			monumentos. La teoría de los egiptólogos del siglo XIX, que sostenía 
			que las pirámides de Egipto, incluidas las tres singulares pirámides 
			de Gizeh, fueron erigidas por una sucesión de faraones para que les 
			sirvieran de tumbas, hace tiempo que fue refutada: en ninguna de 
			ellas se han encontrado los cuerpos de los faraones que, 
			supuestamente, las habían construido.
 
			  
			Así, se suponía que 
			
			la Gran 
			Pirámide de Gizeh la había construido Khufu (Keops), que la pirámide 
			gemela la había hecho un sucesor llamado Chefra (Kefrén), y que la 
			tercera y más pequeña la había construido un tercer sucesor, Menkara 
			(Micerino), todos ellos reyes de la VI Dinastía. Los mismos 
			egiptólogos sugerían que la Esfinge debió ser construida por Kefrén, 
			debido a que estaba situada junto a la calzada que lleva a la 
			segunda pirámide. 
 Por un tiempo se creyó que se había encontrado la prueba en la más 
			pequeña de las tres pirámides de Gizeh, y la identidad del faraón 
			que la había construido quedó establecida. El mérito de esto se le 
			atribuyó al coronel Howard Vyse y a sus dos ayudantes, que afirmaban 
			haber descubierto dentro de la pirámide el ataúd y los restos 
			momificados del faraón Menkara.
 
			  
			Sin embargo, el hecho -sabido por 
			los expertos desde hace algún tiempo pero, por algún motivo, poco 
			publicitado- es que ni el ataúd de madera ni los restos eran 
			auténticos. Alguien indudablemente, el coronel Vyse y sus amigotes- 
			llevo a la pirámide un ataúd de alrededor de 2.000 años después de 
			que viviera Menkara, así como unos restos humanos de época 
			cristiana, y los puso juntos para montar el más vergonzoso fraude 
			arqueológico 
 Las teorías actuales en lo referente a los constructores de las 
			pirámides se basan en gran medida en el descubrimiento del nombre de 
			Khufu inscrito en jeroglíficos dentro de un compartimiento de la Gran 
			Pirámide sellado desde antiguo y, así, aparentemente veraz. Lo que 
			ha pasado inadvertido es que el descubridor de esa inscripción fue 
			el mismo coronel Vyse junto con sus ayudantes (en 1837). En 
			Escalera 
			al Cielo hemos reunido evidencias sustanciales que demuestran que 
			esa inscripción fue una falsificación perpetrada por sus 
			«descubridores».
 
			  
			A finales de 1983, un lector de este libro vino a 
			ofrecernos unos registros familiares en donde se demostraba que 
			Vyse pidió ayuda a su bisabuelo, un maestro masón llamado Humphries 
			Brewer, para que se abriera paso al interior de la pirámide a base 
			de pólvora, ¡y que éste fue testigo presencial de la falsificación, 
			y que, al poner objeciones a la acción, fue expulsado del lugar y 
			obligado incluso a abandonar Egipto! 
 En Escalera al Cielo hemos demostrado que Khufu no pudo ser el 
			constructor de la Gran Pirámide porque él mismo, en una estela que 
			erigió cerca de las pirámides, decía que existía ya en sus tiempos; 
			incluso la Esfinge, erigida supuestamente por un sucesor de Khufu, 
			es mencionada en la inscripción.
 
 Y ahora nos hemos encontrado con que existen evidencias pictóricas 
			de la época de la I Dinastía de faraones mucho antes de Khufu y de 
			sus sucesores- en donde se demuestra conclusivamente que aquellos 
			reyes primitivos ya conocían las maravillas de Gizeh. Podemos ver 
			con toda claridad a la Esfinge, tanto en las representaciones del 
			viaje del rey a la Otra Vida (Fig. 38 a) como en la escena de su 
			investidura a manos de los «Antiguos» que llegaron a Egipto en barco 
			(Fig. 38 b).
 
			 
			Fig.38 
 
			También presentamos como evidencia la conocida tablilla 
			de la victoria del primer faraón, Menes, que representa su enérgica 
			unificación de Egipto. Por una parte, se le ve llevando la corona 
			blanca del Alto Egipto, derrotando a sus jefes y conquistando sus 
			ciudades. Por la otra, la tablilla le muestra (Fig. 39 a) con la 
			corona roja del Bajo Egipto, avanzando por sus regiones y 
			decapitando a sus jefes.  
			  
			A la derecha de su cabeza, el artista 
			escribió el epíteto «Nar-Mer» al que se hizo acreedor el rey; a la 
			izquierda, la tablilla representa la estructura más importante de 
			los territorios recién conquistados: la pirámide (Fig. 39 b).  
			 
			Fig. 39 
 
			Todos los expertos coinciden en que la tablilla representa realmente 
			los lugares, las fortificaciones y los enemigos con que se encontró 
			Menes en su campaña de unificación del Alto y el Bajo Egipto; sin 
			embargo, el símbolo de la pirámide es el único que parece haber 
			escapado a tan cuidadosa interpretación. Sostenemos que este 
			símbolo, como todos los demás de la tablilla, se dibujó e incluyó de 
			forma tan prominente en la parte del Bajo Egipto porque esa 
			estructura ya existía en aquellos tiempos. 
 Todo el complejo de Gizeh -pirámides y Esfinge- existía ya, por 
			tanto, cuando se estableció la realeza en Egipto; sus constructores 
			no fueron ni pudieron haber sido los faraones de la VI Dinastía.
 
 El resto de pirámides de Egipto -más pequeñas y primitivas en 
			comparación con éstas, algunas cayeron incluso antes de ser 
			acabadas, todas desmoronadas- sí que fueron construidas por varios 
			faraones; pero no como tumbas, ni como cenotafios (monumentales 
			tumbas simbólicas), sino como una emulación de los dioses. Pues en 
			la antigüedad se sostenía y se creía que las pirámides de Gizeh y la 
			Esfinge que las acompaña señalaban el camino hacia la Escalera al 
			Cielo -el Espaciopuerto-, que se encontraba en la península del 
			Sinaí.
 
			  
			Al construir pirámides para poder viajar a la Otra Vida, los 
			faraones las adornaban con los símbolos correspondientes, con 
			ilustraciones del viaje, y en varios casos cubrieron las paredes 
			también con citas de 
			
			El Libro de los Muertos. Las tres pirámides de 
			Gizeh, únicas tanto por su construcción exterior e interior, así 
			como por su tamaño e increíble conservación, se diferenciaban 
			también en que en su interior no había ningún tipo de inscripción ni 
			de decoración. Son estructuras austeras y funcionales que se elevan 
			en la llanura como balizas gemelas, no para servir a los hombres 
			sino a aquéllos «Que Del Cielo a la Tierra Vinieron». 
 Sostenemos que la primera de las pirámides de Gizeh en ser 
			construida fue la tercera, para servir de modelo a escala. Y, 
			después, conservando la preferencia por los puntos focales con dos 
			picos, se erigieron las dos pirámides grandes. Aunque la segunda 
			pirámide es más pequeña que la Gran Pirámide, parece ser de la misma 
			altura; esto se debe a que se construyó sobre un terreno algo más 
			elevado, de modo que, para que alcanzara la misma altura, no tenía 
			que ser tan grande como la primera.
 
 Aparte de su incomparable tamaño, la Gran Pirámide es única también 
			en que, además del pasadizo descendente que hay en las otras 
			pirámides, tiene un singular pasadizo ascendente, un corredor 
			nivelado, dos cámaras superiores y una serie de compartimentos 
			estrechos (Fig. 40). A la cámara más alta se llega a través de una 
			gran galería increíblemente elaborada y de una antecámara que se 
			podía sellar tirando de una cuerda.
 
			 
			Fig. 40 
			  
			La cámara superior albergaba -y 
			todavía alberga- un inusual bloque de piedra vaciado que resuena 
			como una campana, y que para cuya elaboración se debió utilizar una 
			sorprendente tecnología; por encima de la cámara hay una serie de 
			espacios bajos y estrechos que amplifican la resonancia. 
 ¿Cuál era el propósito de todo aquello?
 
 Hemos descubierto muchas similitudes entre los rasgos particulares 
			de la Gran Pirámide y el antediluviano E.KUR («Casa Que Es Como una 
			Montaña») de Enlil, su zigurat en Nippur. Al igual que la Gran 
			Pirámide, se elevaba en las alturas para dominar la llanura 
			circundante.
 
			  
			En épocas antediluvianas, el Ekur de Nippur albergó el 
			DUR.AN.KI -«Enlace Cielo-Tierra»- y sirvió como Centro de Control de 
			Misiones, equipado con las Tablillas de los Destinos, los paneles de 
			datos orbitales. También albergaba la DIR.GA, una misteriosa «Cámara 
			Oscura» cuya «radiación» dirigía a la lanzadera para que aterrizara 
			en Sippar. 
 Pero todo aquello -todos los misterios y funciones del Ekur descrito 
			en el relato de Zu- fue antes del Diluvio. Cuando se volvió a 
			habitar Mesopotamia y se reconstruyó Nippur, la morada de Enlil y 
			Ninlil fue un gran templo rodeado de patios, con puertas a través de 
			las cuales podían entrar los adoradores. Ya no había ningún 
			territorio prohibido; tanto las funciones relacionadas con el 
			espacio como el mismo espaciopuerto se habían llevado a alguna otra 
			parte.
 
 Los textos sumerios dicen que el nuevo, misterioso y sobrecoge-dor 
			Ekur, la «Casa Que Es Como una Montaña», se estableció en un lugar 
			distante, bajo la égida de Ninharsag, no de Enlil. Así, el relato 
			épico de un primitivo, aunque postdiluviano, rey sumerio llamado 
			Etana, que fue elevado hasta la Morada Celeste de los anunnaki, 
			afirma que su ascenso comenzó no lejos del nuevo Ekur, en el «Lugar 
			de las Águilas» -es decir, no lejos del espaciopuerto.
 
			  
			En el «Libro 
			de Job» acadio titulado Ludlul Bel Nimeqi («Yo Alabo al Señor de las 
			Profundidades») se habla del «irresistible demonio que ha salido del 
			Ekur» en un país «más allá del horizonte, en el Mundo Inferior 
			[África]». 
 Al no reconocer la inmensa antigüedad de las pirámides de Gizeh o la 
			identidad de sus verdaderos constructores, los expertos se han 
			quedado desconcertados por la aparente referencia a un Ekur lejos de 
			Sumer. De hecho, si se siguen las interpretaciones aceptadas de los 
			textos mesopotámicos, nadie llegó a saber en Mesopotamia de la 
			existencia de las pirámides egipcias. Ninguno de los reyes 
			mesopotámicos que invadió Egipto, ninguno de los mercaderes que 
			comerciaban con él, ninguno de los emisarios que fueron allí 
			enviados, nadie habla de estos colosales monumentos...
 
 ¿Cómo es posible?
 
 Sugerimos que los monumentos de Gizeh sí que eran conocidos en Sumer 
			y en Acad. Sugerimos que la Gran Pirámide era el Ekur postdiluviano, 
			del cual los textos mesopotámicos hablan largo y tendido, como 
			pronto veremos. ¡Y sugerimos que en los antiguos dibujos 
			mesopotámicos se representaron las pirámides tanto durante su 
			construcción como una vez terminadas!
 
 Ya hemos mostrado a qué se parecían las pirámides mesopotámicas 
			-los zigurats o torres escalonadas (Fig. 24). Pero, en algunas de 
			las más arcaicas representaciones sumerias, nos encontramos con unas 
			estructuras completamente diferentes.
 
			 
			Fig. 41 
  Fig. 42
 
 
			En unas (Fig. 41) podemos ver la construcción de una estructura de 
			base cuadrada y lados triangulares, una pirámide de lados lisos. En 
			otras representaciones se ve la pirámide terminada (Fig. 42 a, b), 
			con el símbolo de la serpiente, detalle que la ubica claramente en 
			el territorio de Enki.  
			  
			Y aún en otra (Fig. 43) se dota de alas a la 
			pirámide terminada, para indicar su función, relativa al espacio. 
			Esta representación, de la que se han encontrado varias, muestra a 
			la pirámide junto con otros rasgos sorprendentemente precisos: una 
			Esfinge agazapada de cara al Lugar de los Juncos; otra Esfinge al 
			otro lado del Lago de los Juncos, dando soporte a la sugerencia de 
			los textos egipcios de que había otra Esfinge encarada en la 
			península del Sinaí.  
			  
			Tanto la pirámide como la Esfinge cercana están 
			situadas junto a un río, al igual que el complejo de Gizeh, que está 
			situado junto al Nilo. Y más allá de todo esto se ve una masa de 
			agua sobre la cual navegan dioses con cuernos, lo mismo que 
			sostenían los egipcios al afirmar que sus dioses habían venido del 
			sur, a través del Mar Rojo.  
			 
			Fig. 43 
 
			La sorprendente similitud entre esta arcaica representación sumeria 
			y otra arcaica representación egipcia (Fig. 38 a) ofrece evidencias 
			convincentes acerca de un conocimiento común, tanto en Egipto como 
			en Sumer, de la existencia de las pirámides y la Esfinge. Incluso en 
			los menores detalles, como el de la pendiente concreta de la Gran 
			Pirámide -52o-, la representación sumeria parece ser precisa. 
 Así pues, la inevitable conclusión es que en Mesopotamia sí que se 
			sabía de la existencia de la Gran Pirámide, por ningún otro motivo 
			más que porque la habían construido los mismos anunnaki que 
			construyeran el Ekur original de Nippur; y, del mismo modo y con 
			toda la lógica del mundo, también le llamaron E.KUR -«Casa Que Es 
			Como una Montaña».
 
			  
			Al igual que su predecesora, la Gran Pirámide de 
			Gizeh tenía unas misteriosas cámaras oscuras y estaba equipada con 
			instrumentos que dirigían a la lanzadera hasta el espaciopuerto 
			postdiluviano del Sinaí. Y, para asegurarse de su neutralidad, la 
			Pirámide se puso bajo el patronazgo de Ninharsag. 
 Nuestra solución ofrece significado al de otro modo enigmático poema 
			que exalta a Ninharsag como señora de la «Casa Con un Pico 
			Puntiagudo» -una pirámide:
 
				
					
					Casa brillante y oscura del Cielo y la Tierra, 
					para las naves voladoras reunir;
 E.KUR, Casa de los Dioses con pico puntiagudo;
 para Cielo-a-Tierra está sumamente equipada.
 
 Casa cuyo interior resplandece con la rojiza Luz del Cielo,
 pulsando un rayo que llega a todas partes;
 Tan pavoroso que toca la carne.
 
 Pavoroso zigurat, noble montaña de montañas-
 Tu creación es grande y noble,
 los hombres no pueden comprenderla.
 
			La función de esta «Casa de los Dioses Con Pico Puntiagudo» queda 
			clara más tarde: era una «Casa de Equipamiento» que servía para 
			«bajar a descansar» a los astronautas «que ven y orbitan», un «gran 
			punto de referencia para los nobles Shems» (las «cámaras celestes»):  
				
					
					Casa de Equipamiento, noble Casa de la Eternidad: 
					sus cimientos son piedras [que llegan] al agua;
 su gran circunferencia se marca en la arcilla.
 
 Casa cuyas partes se han entretejido con habilidad;
 casa cuyo correcto aullido
 a los Grandes-Que-Ven-y-Orbitan baja a descansar...
 
 Casa que es un gran punto de referencia para los nobles Shem;
 montaña por la cual asciende Utu.
 
 [Casa] a cuyos profundos interiores los hombres no pueden 
			penetrar...
 Anu la ha magnificado.
 
			El texto pasa después a describir las diversas partes de la 
			estructura:  
				
					
					
					sus cimientos, «que están pavorosamente revestidos»
					
					su 
			entrada, que se abre y se cierra como una boca, «resplandeciendo con 
			una mortecina luz verde»
					
					el umbral («como la gran boca de un 
			dragón, abierta a la espera»)
					
					las jambas de la puerta («como los 
			filos de un puñal que mantiene lejos al enemigo») 
			Su cámara 
			interior es «como una vulva», custodiada por «puñales que se arrojan 
			desde la aurora hasta el crepúsculo»; su «efusión» -lo que emite- 
			«es como un león que nadie se atreve a atacar». 
 Después se describe una galería ascendente:
 
				
				«Su bóveda es como un arcoiris, la oscuridad termina allí; en un estremecimiento envuelta; 
			sus junturas son como un buitre con las garras listas para 
			cerrarse».  
			Allí, al final de la galería, está «la entrada a la cima 
			de la Montaña»; «al enemigo no está abierta; sólo a Los Que Viven, 
			para ellos está abierta». Tres mecanismos de cierre -«el cerrojo, la 
			barra y el pasador... deslizándose en un lugar aterrador»- protegen 
			el acceso a la cámara superior, desde la cual el Ekur «inspecciona 
			Cielo y Tierra, una red extiende». 
 Éstos son detalles que sorprenden por su precisión, cuando se leen 
			en conjunción con lo que ahora sabemos acerca de las entrañas de la 
			Gran Pirámide. Se entraba a través de una abertura en su cara norte, 
			oculta por una piedra giratoria que, ciertamente, se abría y se 
			cerraba «como una boca».
 
			  
			Después, desde una plataforma, se encaraba 
			una abertura que daba a un pasadizo descendente, «como la gran boca 
			de un dragón, abierta a la espera» (Fig. 44 a). La entrada abierta 
			se protegía del peso de la pirámide por encima de ella con un par de 
			enormes bloques de piedra situados en diagonal, «como los filos de 
			un puñal que mantiene lejos al enemigo», mostrando una enigmática 
			piedra tallada en mitad de la entrada (Fig. 44 b).  
			
			  
			 
			Fig. 44  
			  
			Al poco de entrar por el pasadizo descendente, comenzaba el pasadizo 
			ascendente, que llevaba a un pasillo horizontal a través del cual se 
			podía llegar al corazón de la pirámide, una Cámara de Emisiones 
			interior «como una vulva». 
			  
			El pasadizo ascendente llevaba también a 
			una majestuosa galería ascendente, laboriosamente construida, cuyos 
			muros se aproximaban capa a capa a medida que se elevaban, dando la 
			sensación de que las junturas de las paredes eran «como un buitre 
			con las garras listas para cerrarse» (Fig. 45).  
			 
			Fig. 45 
			  
			La galería llevaba a 
			la cámara superior, desde la cual una «red» -un campo de fuerza- 
			«inspeccionaba Cielo y Tierra». Se llegaba a ella a través de una 
			antecámara de compleja construcción (Fig. 46), donde ciertamente se 
			instalaron tres mecanismos de cierre, listos para «deslizarse» y «no 
			abrirse al enemigo».  
			 
			Fig. 46 
			  
			Tras describir el Ekur por dentro y por fuera, el texto laudatorio 
			nos ofrece información acerca de sus funciones y de la localización 
			de la estructura:  
				
					
					En este día la misma Señora habla con verdad; 
					la Diosa de las Naves Voladoras, la Gran Dama Pura,
 entona su alabanza:
 «Yo soy la Señora; Anu ha determinado mi destino;
 la hija de Anu soy.
 
 Enlil me ha otorgado un gran destino;
 su hermana-princesa soy.
 
 Los dioses han puesto en mi mano
 los instrumentos de guía de Cielo-Tierra;
 madre de las cámaras celestes soy.
 
 Ereshkigal me asignó el lugar-de-apertura
 de los instrumentos de guía;
 el gran punto de referencia,
 la montaña por la que asciende Utu,
 me he puesto como estrado».
 
			Si, como hemos concluido, Ninharsag era la neutral 
			Señora de la 
			Pirámide de Gizeh, se tendrá que admitir que también debió ser 
			conocida y reverenciada como diosa en Egipto. Y éste es, 
			ciertamente, el caso; excepto que los egipcios la llamaban Hat-Hor. 
			Los libros de texto nos dicen que este nombre significa «Casa de 
			Horus»; pero esto es correcto sólo superficialmente.  
			  
			La 
			pronunciación de su nombre proviene del jeroglífico Ra , en donde se 
			representa una casa y un halcón, siendo éste último el símbolo de 
			Horus, debido a que podía remontarse en el aire como un halcón. Lo 
			que el nombre de la diosa significaba realmente era:  
				
				«Diosa Cuyo 
			Hogar Está Donde los 'Halcones' Están», donde los astronautas tienen 
			su hogar: el espaciopuerto.  
			Después del Diluvio, este espaciopuerto estaba situado, como ya 
			hemos dicho, en la península del Sinaí; así pues, el título Hat-Hor, 
			«Hogar de los Halcones», hubiera requerido que la diosa que lo 
			llevara fuera Señora de la península del Sinaí. Y así es como era, 
			de hecho, ya que los egipcios consideraban que la península del 
			Sinaí era el dominio de Hathor.  
			  
			Todas las estelas y los templos que 
			los faraones egipcios erigieron en el Sinaí estaban dedicados 
			exclusivamente a esta diosa. Y, como Ninharsag en sus años de 
			madurez, también a Hathor se le apodaba «La Vaca» y se la 
			representaba con cuernos de vaca. 
 Pero, ¿fue Hathor también Señora de la Gran Pirámide, tal como hemos 
			dicho de Ninharsag? Pues -ya no nos sorprende-, sí que lo era.
 
 Las evidencias nos llegan a través de una inscripción del faraón 
			Khufu (hacia 2600 a.C.) en una estela conmemorativa que erigió en 
			Gizeh, en un templo dedicado a Isis. Conocida como la Estela del 
			Inventario, tanto el monumento como su inscripción dejan claro que 
			la Gran Pirámide (y la Esfinge) ya existían cuando Khufu (Keops) 
			comenzó su reinado. Todo lo que este faraón afirmaba haber 
			construido era el templo de Isis, junto a las ya existentes 
			pirámides y la Esfinge:
 
				
					
					¡Viva Horus Mezdau. Al rey del Alto y el Bajo Egipto, Khufu,
 le sea dada vida!
 
 Él fundó la Casa de Isis,
 Señora de la Pirámide,
 junto a la Casa de la Esfinge.
 
			En su época, por tanto, se consideraba a 
			Isis (esposa de madre de 
			Horus) la «Señora de la Pirámide» 
 Pero, como deja claro lo que dice a continuación no fue ella la 
			primera señora de la Pirámide:
 
			 
				
					
					¡Viva Horus Mezdau. 
 Al rey del Alto y el Bajo Egipto, Khufu,
 le sea dada vida!
 
 Pues su divina madre Isis,
 Señora de «La Montaña Occidental de Hathor»
 él hizo [esta] inscripción en la estela.
 
			Así pues, la Pirámide no sólo era una «Montaña de Hathor» 
			-la homologa exacta de la sumeria «Casa Que Es Como una Montaña»-, 
			sino que también era su montaña occidental, dando a entender que 
			debía haber otra oriental. Y ésta era -lo sabemos por fuentes sumerias- 
			el Har-Sag, el pico más alto de la península del Sinaí. 
 A pesar de la rivalidad y de los recelos entre las dos dinastías 
			divinas, existen pocas dudas acerca de que el verdadero trabajo de 
			construcción del espaciopuerto y de las instalaciones de control y 
			guía recayeron en manos de Enki y de sus descendientes.
 
			  
			Ninurta 
			demostró ser capaz de llevar a cabo obras de represa y de 
			irrigación; Utu/ Shamash sabía cómo comandar y operar las 
			instalaciones de aterrizaje y despegue; pero sólo Enki, el maestro 
			ingeniero y científico que había pasado por todo esto con 
			anterioridad, tenía los conocimientos y la experiencia precisos para 
			planificar las ingentes obras de construcción y para supervisar su 
			ejecución. 
 No existe ni el más mínimo atisbo en los textos sumerios que dé a 
			entender que Ninurta o Utu tuvieran algo que ver con la 
			planificación o realización de obras de construcción relacionadas 
			con el espacio. Cuando, tiempo después, Ninurta le pidió a un rey 
			sumerio que le construyera un zigurat con un recinto especial para 
			su Pájaro Divino, fue otro dios, que acompañaba a Ninurta, el que le 
			dio al rey los planos arquitectónicos y las instrucciones de 
			construcción. Por otra parte, en varios textos se dice que Enki 
			había transmitido a su hijo Marduk el conocimiento científico del 
			que estaba en posesión.
 
			  
			Los textos hablan de una conversación entre 
			padre e hijo, que tuvo lugar cuando Marduk fue a su padre con una 
			difícil pregunta:  
				
					
					Enki le respondió a su hijo Marduk:
					«Hijo mío, ¿qué no sabes?
 ¿Qué más puedo darte? Marduk,
 ¿qué es lo que no sabes?
 ¿Qué más te puedo dar?
 ¡Todo lo que yo sé, tú lo sabes!».
 
			Dadas las similitudes entre Ptah y 
			Enki por una parte, y entre 
			Marduk y Ra por otra, no nos debería de sorprender en absoluto que 
			en los textos egipcios se relacione a Ra con las instalaciones 
			espaciales y sus obras de construcción. En esta labor, recibía la 
			ayuda de Shu y de Tefnut, Geb y Nut, y de Toth, el dios de lo 
			mágico.  
			  
			
			
			La Esfinge, la «guía divina» que mostraba el camino hacia el 
			este, exactamente a lo largo del paralelo 30, tenía los rasgos de Hor-Akhti («Halcón del Horizonte») -el epíteto de
			Ra. Una estela 
			erigida cerca de la Esfinge en tiempos faraónicos lleva una 
			inscripción que indica directamente a Ra como el ingeniero 
			(«Extendedor de la Cuerda») que construyó el «Lugar Protegido» en el 
			«Desierto Sagrado», desde el cual podía «ascender bellamente» y 
			«atravesar los cielos»:  
				
					
					Tú extendiste las cuerdas para el plano, 
					tú diste forma a las tierras...
 Tú hiciste secreto el Mundo Inferior...
 Tú te has construido un lugar protegido
 en el desierto sagrado, con nombre oculto.
 
 Tú ascendiste por el día enfrentándoles...
 Te elevas bellamente...
 Cruzas el cielo con un buen viento...
 Atraviesas el cielo en la barca celestial...
 
 El cielo está jubiloso,
 la Tierra grita de alegría.
 
 La tripulación de Ra ensalza cada día;
 él emerge en triunfo.
 
			Los textos egipcios afirman que Shu y 
			Tefnut ayudaron a Ra en sus 
			ingentes obras relacionadas con el espacio, «sosteniendo los cielos 
			sobre la Tierra». El hijo de ambos, Geb, cuyo nombre proviene de la 
			raíz gbb «amontonar, apilar»-, se entregó, según los expertos, a 
			obras que tendrían que ver con eso, apilar; un sugerente indicio de 
			que pudo ser él el encargado de la construcción de las pirámides.
			
 En un relato egipcio acerca del faraón Khufu y de sus tres hijos se 
			revela que, en aquellos días, los planos secretos de la Gran 
			Pirámide estaban custodiados por el dios al que los egipcios 
			llamaban Toth, dios de la astronomía, las matemáticas, la geometría 
			y la medición terrestre. Se recordará que una característica única 
			de la Gran Pirámide es la de sus pasadizos y cámaras superiores.
 
			  
			Sin 
			embargo, debido a que estos pasadizos estaban sellados 
			-demostraremos cómo, cuando y por qué- justo donde se bifurcan del 
			pasadizo descendente, todos los faraones que intentaron emular las 
			pirámides de Gizeh construyeron sólo cámaras inferiores, siendo 
			incapaces de imitar las cámaras superiores por falta de 
			conocimientos arquitectónicos precisos o, con el tiempo, simplemente 
			porque no sabían de su existencia.  
			  
			Pero parece ser que Khufu sí que 
			conocía la existencia de estas dos cámaras secretas del interior de 
			la Gran Pirámide, y a punto estuvo de descubrir sus planos de 
			construcción, pues se le dijo dónde los tenía ocultos el dios Toth.
			
 En un relato que aparece en el llamado Papiro Westcar, titulado 
			«Relatos de los Magos», se dice que «un día, cuando el rey Khufu 
			reinaba sobre toda la tierra», llamó a sus tres hijos y les pidió 
			que le contaran historias de los «hechos de los magos» de antaño. El 
			primero en hablar fue el «hijo real Khafra», que relató,
 
				
				«una leyenda 
			de los días de tu [por Khufu] antepasado Nebka... de lo que sucedió 
			cuando entró en el templo de Ptah».  
			Era el relato de cómo un mago le 
			había devuelto la vida a un cocodrilo muerto. Después, el hijo real
			Bau-ef-Ra contó un milagro de los tiempos de un antepasado de Khufu 
			aún más antiguo, en el cual un mago abrió las aguas de un lago, con 
			el fin de recuperar una joya de su fondo; «y luego el mago habló y 
			utilizó sus palabras mágicas y devolvió las aguas del lago a su 
			lugar». 
 Un tanto cínico, el tercer hijo, Hor-De-Def, se levantó y dijo:
 
				
				«Hemos oído hablar de magos del pasado y de sus proezas, cuya verdad 
			no podemos verificar. Sin embargo, yo sé de cosas hechas en nuestros 
			tiempos».  
			El faraón Khufu le preguntó de qué se trataba, y 
			Hor-De-Def respondió que conocía a un hombre llamado Dedi que sabía 
			cómo devolverle la cabeza a un decapitado y cómo domesticar a un 
			león, así como también conocía «los números Pdut de las cámaras de 
			Toth». 
 Al escuchar esto, Khufu sintió una profunda curiosidad, pues él 
			había intentado encontrar el «secreto de las Cámaras de Toth» en la 
			Gran Pirámide (¡ya selladas y ocultas en tiempos de Khufu!). Así 
			pues, dio orden para que encontraran y trajeran al sabio Dedi desde 
			su morada, en una isla en la punta de la península del Sinaí.
 
 Cuando llevaron a Dedi ante el faraón, Khufu puso a prueba antes que 
			nada sus poderes mágicos, como devolverles la vida a un ganso, a un 
			pájaro y a un buey, a los que les habían cortado las cabezas. Más 
			tarde, Khufu preguntó: «¿Es cierto lo que se dice de que conoces los 
			números Pdut para las Iput de Toth?» Y Dedi respondió".
 
				
				«No conozco 
			los números, Oh rey, pero conozco el lugar donde están los Pdut».
				 
			Los egiptólogos en general están de acuerdo en que 
			Iput expresaba el 
			significado de «cámaras secretas del santuario primitivo» y que Pdut 
			significaba «diseños, planos con números». 
 Como respuesta a Khufu, el mago (de quien se dice que tenía ciento 
			diez años) dijo:
 
				
				«No conozco la información de los diseños, Oh rey, 
			pero sé dónde ocultó Toth los planos-con-números».  
			Y respondiendo a 
			otras preguntas, dijo:  
				
				«Hay una caja de amoladera en la cámara 
			sagrada llamada la Sala de Mapas en Heliópolis; están en esa caja».
				 
			Emocionado, Khufu dio orden a Dedi para que fuera a buscar la caja 
			para él. Pero Dedi respondió que ni él ni Khufu podrían hacerse con 
			ella, pues era un futuro descendiente de Khufu el que estaba 
			destinado a encontrarla. Eso, dijo, es lo que había decretado Ra. 
			Claudicando ante la voluntad del dios, Khufu terminaría, como ya 
			vimos, construyendo solamente un templo dedicado a la Señora de la 
			Pirámide. 
 El círculo de evidencias se completa así. Los textos sumerios y los 
			egipcios se confirman entre sí, y confirman nuestras conclusiones: 
			la misma diosa neutral fue la señora del pico más alto del Sinaí y 
			de la montaña artificial erigida en Egipto, puntos de anclaje del 
			corredor de aterrizaje.
 
 Pero la intención de los anunnaki de conservar neutrales la 
			península del Sinaí y sus instalaciones no duraría demasiado. La 
			rivalidad y el amor se combinaron trágicamente para dar al traste 
			con lo establecido, y la dividida Tierra no tardó en verse 
			involucrada en las Guerras de la Pirámide.
 
			  
			
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