por Noam Chomsky
la Repubblica, 2001.
del Sitio Web
BibliotecaVirtualNoamChomsky
La economía mundial es cada vez menos librecambista y más corporativa y
concentrada. Está funcionando como un arma en contra de la democracia
NOAM CHOMSKY.
Ensayista, profesor del Massachusetts Institute of Technology
(MIT). |
Después de la Segunda Guerra Mundial, la integración de la economía mundial
(o "globalización") fue en aumento.
Hacia fines del siglo XX, esta tendencia
opuesta a la merma del período entre ambas guerras devolvió la economía, en
términos generales —por ejemplo, en lo que respecta al volumen del
intercambio en relación con las dimensiones de la economía mundial—, a los
niveles anteriores a la Primera Guerra Mundial. El panorama, sin embargo, es
mucho más complejo.
La integración posbélica atravesó dos etapas:
-
el período de
Bretton
Woods, hasta principios de la década del setenta
-
el período siguiente,
tras el desmantelamiento del sistema de Bretton Woods, que se caracterizó
por la regulación del intercambio y el control de los movimientos de
capital
La segunda etapa, que hoy se define con el término de "globalización", está
ligada a la llamada "política neoliberal": ajuste estructural; "reformas"
que deben contar con el "beneplácito de Washington", en gran parte del
Tercer Mundo y, después de 1990, también en otros lugares, como en India y
en las "economías en vía de transición"; y una versión de las mismas
políticas en las sociedades industriales más avanzadas, sobre todo en los
Estados Unidos y Gran Bretaña.
Estas dos fases presentan notables diferencias. Muchos economistas definen
la primera fase del capitalismo industrial de Estado con el nombre de "edad
de oro" y califican de "edad de plomo" a la segunda, a la "era de la
globalización", que produjo en todo el mundo un deterioro de los parámetros
macroeconómicos standard (tasa de crecimiento, productividad, inversión de
capital, etc.) y acentuó la desigualdad.
En los países más ricos del mundo, los salarios de la mayor parte de la
población quedaron estancados, cuando no disminuyeron. La jornada de trabajo
sufrió un drástico aumento, mientras que las prestaciones de los sistemas de
previsión y seguridad social fueron objeto de un repentino recorte. La
evolución de los indicadores sociales entró a mediados de la década del
setenta en un sostenido declive y, según una reciente y detallada
investigación, ya llegó al nivel de hace cuarenta años.
Por lo general, se habla de la globalización contemporánea como de una
expansión del "libre intercambio", pero se trata de una expresión errónea.
En buena medida, la gestión de los "intercambios" está concentrada y
corresponde de hecho a transferencias inter-empresarias, a prácticas de
"outsourcing" y a otras operaciones análogas.
A esto se suma una fuerte tendencia, extendida en todo el mundo económico, a
establecer oligopolios y alianzas estratégicas entre empresas, paralelamente
con una fuerte presión al sector estatal en el sentido de que se socialicen
los riesgos y los costos, práctica que durante todo este período constituyó
un factor clave de la economía de los Estados Unidos.
Los acuerdos
internacionales de "libre intercambio" se basan en complejas tramas de
medidas liberalizadoras y proteccionistas, que permiten a las grandes
empresas obtener enormes ganancias en muchos sectores que son de importancia
vital (por ejemplo, el de
productos farmacéuticos), mediante el recurso de
vender a precios de monopolio medicamentos que se desarrollaron gracias a la
contribución sustancial del sector público.
La gente no cuenta
En esta segunda etapa, la gran expansión de las transferencias especulativas
de capitales de corto plazo impuso graves limitaciones a las opciones de
planificación de los gobiernos, con lo que restringió la soberanía popular
en los casos de sistemas políticos democráticos.
La naturaleza del "intercambio" sufrió un profundo cambio respecto de los
años anteriores a la Primera Guerra Mundial.
Los productos industriales abundan actualmente en los países ricos, en gran
parte en el ámbito de las transferencias entre empresas. Estas prácticas - e incluso la simple amenaza
de su instrumentación - constituyen un arma muy poderosa contra los
trabajadores y contra el propio funcionamiento de un sistema democrático.
Lo que está surgiendo es un sistema de "mercantilismo corporativo" en el
cual las decisiones sobre la vida social, económica y política se concentran
cada vez más en manos de grupos de poder privados, exentos de toda
responsabilidad social:
"instrumentos y tiranos del gobierno", según la
memorable frase de James Madison, que ya hace dos siglos había advertido
sobre esta amenaza para la democracia.
No es extraño que los efectos de esta segunda etapa suscitaran una profunda
reacción, una oposición de la opinión pública que revistió distintas formas
en todo el mundo. El Foro Social mundial que acaba de reunirse en Porto
Alegre ofreció una oportunidad de encuentro sin precedentes a las fuerzas
populares procedentes de las más diversas regiones, tanto de los países más
ricos como de los más pobres.
Supuso la posibilidad de desarrollar alternativas constructivas que puedan
defender a la gran mayoría de la población mundial de los ataques a sus
derechos humanos fundamentales y la oportunidad de reflexionar sobre la
posible desarticulación de las concentraciones de poder ilegítimas, para dar
así un espacio más amplio a la justicia y a la libertad.