por Jean-Michel Vernochet
23 Mayo 2010
del Sitio Web
RedVoltaire
Versión en Ingles
La crisis presupuestaria griega, que ya se ha convertido en crisis del
Euro,
no es la fatal consecuencia de una autorregulación de los mercados, sino de
un ataque deliberado.
Para Jean-Michel Vernochet, dicha crisis es parte de
una guerra económica dirigida, desde Washington y Londres, siguiendo los
mismos principios que las actuales guerras militares: con la utilización de
la teoría de los juegos y la estrategia del caos constructor.
El objetivo
final es obligar a los europeos a integrarse a un Bloque Atlántico, o sea a
un imperio en el que automáticamente van a tener que pagar el déficit
presupuestario anglosajón a través de un Euro dolarizado.
Un primer paso en
esa dirección se ha concretado ya con el acuerdo concluido entre la Unión
Europea (UE) y el FMI, acuerdo que otorga al Fondo Monetario Internacional
una tutela parcial sobre la política económica de la UE.
El director del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn,
y la
canciller alemana, Angela Merkel.
Al no poder reimplantar el Deutschemark,
Alemania ha tenido que aceptar que Europa recurriera a un préstamo del FMI.
El ataque financiero del que Grecia ha sido objeto debido a su deuda
soberana y a su potencial insolvencia ha resultado ser, en realidad, una
ofensiva contra el Euro y no tener más que una lejana vinculación con las
taras y carencias estructurales de la propia economía helénica.
Se trata por cierto de «vicios» de los que también adolecen además la
mayoría de los países post-industriales, que han adquirido la mala costumbre
de vivir por encima de sus posibilidades reales y de depender del crédito,
dando así lugar a una inflación galopante de la deuda, a una «burbuja»
condenada - como cualquier otra - a terminar rompiéndose.
Todo parece indicar, sin embargo, que tras la brutalidad del ataque y más
allá de una simple ansia por saquear las economías europeas se perfilan
además otros objetivos, esencialmente de orden geopolítico, objetivos que
han sido trazados de forma especialmente deliberada ya que los apetitos de
anónimos depredadores financieros no justifican, por acentuados que sean, la
intensidad y la duración de una ofensiva que, a corto plazo, amenaza con
hacer volar en pedazos la eurozona, la Unión de los 27, e incluso mucho más...
La repetición de las crisis que han caracterizado las dos últimas décadas y
una rápida interpretación del desplazamiento de los peones sobre el Gran
Juego del «Tablero euroasiático» permiten apreciar que Europa se ha
convertido en escenario de una verdadera guerra geoeconómica (que es al fin
y al cabo una guerra en toda la extensión de la palabra), de una batalla que
por cierto ya tiene potencialmente perdida.
En efecto, la adopción - ante los insistentes reclamos de la Casa Blanca - de un plan europeo destinado a poner a flote la deuda pública de los Estados
miembros de la Unión Europea, no sólo no constituye ninguna panacea, o sea
que no es una solución duradera para la crisis presupuestaria de carácter
estructural que está afectando a «todos» los Estados occidentales, sino que
va en el sentido deseado por el mentor estadounidense de una rápida
integración de la Unión Europea, condición obligatoria para la constitución
de un verdadero bloque occidental.
Este plan europeo responde a una crisis de confianza, de solvencia (ampliamente
artificial al principio, pero que se ha hecho contagiosa y que está teniendo
un efecto de bola de nieve), a través de una recapitalización de los Estados,
como si se tratara de una simple crisis de liquidez.
Se trata de un plan
europeo de 750,000 millones de Euros, superior por lo tanto al
Plan Paulson
- de 700,000 millones de dólares - destinado, después de la
debacle de los
establecimientos financieros estadounidenses de septiembre del año 2008, a
ponerlos a flote recurriendo a los fondos públicos.
Una solución cuyos efectos estamos viendo en este momento al comprobar que
la recapitalización del sector financiero privado ha tenido como aberrante
consecuencia un tremendo crecimiento de la deuda de los Estados a ambos
lados del Atlántico.
Después de haber desatado la recesión, o sea luego de haber inutilizado el
motor económico, la crisis financiera nacida en Estados Unidos ha agotado
por lo tanto los recursos fiscales de los Estados, haciendo así más difícil
aún el servicio de una deuda cada vez más considerable.
Pero la Unión Europea acaba de poner más deuda dentro de la deuda con estos
750,000 millones de Euros que gravarán aún más sus presupuestos nacionales (ya
que la tasa media de endeudamiento de la eurozona es actualmente de un 78%),
y lo hace supuestamente para,
«restaurar la confianza de los mercados»…
En aras de obtener ese resultado, la Unión Europea acaba de ponerse - voluntariamente
- a la merced del Fondo Monetario Internacional, que va a concederle préstamos
por unos 250,000 millones de Euros.
Y se trata
del mismo FMI cuyo papel
parecía consistir, hasta ahora, en apoyar a las tambaleantes economías del
Tercer Mundo a golpe de planes de llamados ajustes estructurales.
Es por lo
tanto una entidad supranacional con vocación «mundialista» la que va a
encargarse, de cierta manera, de supervisar más o menos directamente las
estructuras de gobernanza económica de las que la Unión Europea seguramente
se dotará si la eurozona no explota antes espontáneamente.
Se trata de estructuras de carácter integrativo que ya viene reclamando
gritos Paul Volcker, el director del Consejo para el Redespegue Económico
(de Estados Unidos) en la Casa Blanca, quien desde Londres critica duramente
a los dirigentes europeos exigiendo un nuevo fortalecimiento del Euro, algo
que estadounidenses y británicos necesitan tremendamente para mantener a
flote sus propias economías.
Hay señalar de paso que fue posiblemente muy a su pesar que la canciller
alemana se resignó a suscribir este gigantesco plan de apoyo a los países de
la eurozona que están enfrentando dificultades, mientras que su homólogo
francés - según un persistente rumor - la amenazaba con volver al franco si
ella no se plegaba.
Si bien es cierto que «a la hormiga no le gusta prestar
lo que tiene», un regreso al Deutsch Mark equivaldría a firmar la sentencia
de muerte de la economía alemana ya que, al tener una moneda demasiado
fuerte, Alemania no podría seguir exportando su producción industrial, que
constituye la base de su economía.
Bastó ese chantaje para obligar a Berlín
a que aceptara, contra su voluntad, someterse a las condiciones que imponía
la administración
Obama.
Dictados estadounidenses que conducen a una enorme trampa: ¡los capitales
obtenidos como préstamo en el mercado o prestados por el FMI para el
salvamento de los «PIIGS» [1] en peligro de caer en la cesación de pagos
deben apoyarse en estructuras que garanticen en definitiva la solvencia del
Euro!
Moneda cuya solidez sólo podrá verse asegurada por las instituciones
federales que Jacques Attali viene promoviendo incansablemente a través de
nuestros medios de difusión cuando reclama,
«la creación de una Agencia
Europea del Tesoro, inmediatamente autorizada a obtener préstamos en nombre
de la Unión, y de un Fondo Presupuestario Europeo, que inmediatamente
recibiría un mandato para controlar los gastos presupuestarios de los países
cuya deuda sea superior al 80% del PIB».
A fin de cuentas, se trata ni más ni menos de poner a los Estados bajo un
tutelaje económico con el pretexto de salvar la eurozona, al parecer
condenada a una inevitable bancarrota… ya que el abandono de la moneda única
constituye un tabú que nadie parece dispuesto a tratar de modificar.
Algunos proyectos van más lejos aun y ya tienen previsto que los
presupuestos de los Estados de la eurozona estén totalmente sometidos al
control y a las decisiones de un triunvirato conformado por,
¿Qué pasaría entonces con la voluntad popular y con el Parlamento de
Estrasburgo?
Pero nadie se preocupa por denunciar el sofisma o el paralogismo que
constituye esa fórmula de integración económica y de regreso a la confianza
en los mercados.
En primer lugar, ¿por qué habría que permitir que sean los
mercados los que impongan su propia ley? ¿No sería además el momento adecuado para cuestionar el capitalismo
accionarial, anónimo y voluble, que ha demostrado ser capaz de arruinar a
las naciones en función de sus antojos o de sus cálculos?
La gobernanza económica europea no es, en ese sentido, la solución adecuada,
como tampoco lo es la inundación de liquidez como respuesta a la actual
crisis. El excesivo endeudamiento provocado por el «plan» es sin dudas una
solución falsa impuesta desde el exterior con el objetivo de encadenarnos
más aun, a nosotros los europeos, a los mercados de capitales y a su
indescriptible dictadura.
La idea de la gobernanza económica nace del mismo principio ya que se trata,
para decirlo con claramente, de algo insensato en la medida en que esa idea
no tiene en cuenta las diferencias que existen entre las diversas sociedades
implicadas en todas las etapas de la construcción europea: tipos o modelos
de crecimiento, regímenes fiscales y sociales, etc.
Se trata de una «idea»
que no es tal, y no lo es porque tiene un carácter extremadamente ideológico…
se trata en realidad de un proyecto tras el cual se esconden un gran número
de segundas intenciones que no tienen nada que ver con la prosperidad
económica ni con el bienestar de los pueblos de la Unión Europea.
Algunos se han dado cuenta, muy acertadamente, de que la crisis no era más
que el medio y el pretexto para precipitar la imposición de un férreo
sistema federal a
los 27 [Estados miembros de la Unión Europea], a despecho
de las voluntades populares a las que ya se impuso el
Tratado de Lisboa de
la manera más solapada.
Una crisis que es y que sigue siendo - no perdamos de
vista este importante factor - artificial, fabricada, en una palabra, es lo
contrario de una «fatalidad» inherente a lo que supuestamente sería una vida
autónoma y desencarnada de los mercados dirigidos por una «mano invisible».
Un proceso que tiene la reputación de ser «infernal» pero que, para ser
anónimo, no deja de estar muy estar vinculado a las figuras de carne y hueso
de los grandes manipuladores de dinero y de otros personajes que dan órdenes
y que hacen con las bolsas lo que les viene en ganas.
Es por eso que Estados
Unidos mantiene un doble discurso a través de dos voces diferentes. La de
los «mercados» y la de su presidente, quien interviene para sermonear a los
europeos y exigirles que estabilicen su moneda o, en otras palabras, las
políticas económicas europeas indisolublemente vinculadas a la salud, buena
o mala, de su moneda.
Sin embargo, ¡no vayan a creer ustedes ni por instante que eso puede ser una
forma de injerencia en los asuntos de la Europa continental!
¿Se imaginan ustedes a Angela Merkel o a Nicolas Sarkozy intimando a la Casa
Blanca a hacer una buena limpieza en Manhattan?
La otra voz es la de quienes hacen lo que les da la gana con los mercados… o
sea, los que dan las órdenes desde el anonimato, aquellos que ni los propios
gobiernos pueden identificar, como confesó tan lastimeramente la ministra de
Finanzas de Francia, Christine Lagarde.
Los que hacen subir y bajar las bolsas a su antojo, como el gato juega con
el ratón, anticipando las altas y bajas que ellos mismos provocan
artificialmente.
El reclutamiento de esos oligarcas se desarrolla, en primer lugar, entre los
representantes de la alta finanza, de los complejos militaro-industriales,
de los megagrupos del petróleo y de la química o de la ingeniería genética,
pero también se reclutan entre los ideólogos y teóricos que se dedican a
legitimar el «sistema», nuevos sacerdotes de la religión de la ganancia como
nuevo monoteísmo, el del mercado.
Pero esa gente tiene en realidad un
discurso muy diferente.
Según Paul Volcker, director del Consejo de la Reactivación Económica en la
Casa Blanca,
los europeos deben aceptar una gobernanza externa y establecer
la paridad entre el Euro y el dólar.
¿Qué otra explicación puede tener si no la evidente contradicción entre las
inquietudes expresadas por el presidente
Obama - por lo demás legítimas ya
que Estados Unidos necesita un Euro fuerte, que penalice las exportaciones
europeas dando así cierta ventaja a las industrias estadounidenses, útil
regalo debido a sus déficits abismales - 1,400 millones de dólares - y sobre
todo para apoyar el esfuerzo de guerra actualmente en marcha en Irak,
Afganistán y Pakistán - y la continuación de la desestabilización a fondo de
las economías occidentales mediante reiterados ataques de los mercados
contra el Euro?
Por muy voraces, inconsecuentes e incluso irracionales que puedan ser los «operadores»,
estos están concientes de que la continuación de la ofensiva contra el Euro
está poniendo en peligro a todo el sistema y puede precipitar a la economía
mundial en una nueva fase de caos.
¿Por qué prosigue entonces este baile al borde del abismo?
Nadie podrá
hacernos creer esa estupidez de que los mercados viven su propia vida, que
son incontrolables y que todo esto sólo se debe a un acelerón de la máquina
económica…
En pocas palabras, que todo esto «no es culpa de nadie» sino la
simple consecuencia de una imposibilidad de manejar los actores y los
irracionales patinazos de los mercados.
Digamos entonces claramente que el riesgo de derrumbe de todo el sistema es
parte esencial de la partida que se está jugando en este momento. Los
grandes jugadores, fríos y calculadores, son adeptos declarados de la «teoría
de los juegos» (de Neumann y Morgenstem), concepción probabilista que sirvió
de basamento a lo que fue la doctrina de la disuasión nuclear…
El ganador es
aquel que sea capaz de ir más lejos en la mortal apuesta. Un ejemplo que
reviste un enorme parecido con lo que actualmente estamos viviendo: una
creciente desestabilización de las economías europeas, con consecuencias
nada despreciables del otro lado del Atlántico.
Agreguemos a eso que el caos financiero, monetario y económico, de ambos
lados del Atlántico, representa una oportunidad extremadamente favorable
para quienes, digámoslo una vez más, se benefician con la resaca de los
números de la Bolsa, provocando y anticipando los accesos de pánico y de
euforia para jugar indistintamente con las tendencias al alza o la baja en
mercados que se han vuelto histéricamente erráticos.
A principios del siglo 20, el economista Werner Zombart teorizaba sobre la «destrucción
creadora» (posteriormente retomada por Joseph Schumpeter).
Desde entonces, esa idea ha venido abriéndose paso a través, entre otras, de
la teoría matemática del francés René Tom (la llamada teoría de las «catástrofes»).
Revisada y corregida por Benoit Mandelbrot, esta última se aplicará, a
través de la
geometría de los fractales, a la vida de los mercados, vistos
desde entonces como una entidad sometida a la teoría del caos, decididamente
muy de moda.
Mientras tanto, el economista
Friedrich Von Hayek, uno de los teóricos del
neoliberalismo, pretendió promover la economía liberal a la categoría de
ciencia exacta.
De esa manera, según su biógrafo Guy Sorman,
«el liberalismo
converge con las más recientes teorías físicas, químicas y biológicas, en
particular la ciencia del caos formalmente enunciada por
Ilya Prigogine.
En
la economía de mercado, al igual que en la Naturaleza, el orden nace del
caos: la espontánea combinación de millones de decisiones y de informaciones
no conduce al desorden sino a un orden superior»…
No hay mejor imagen que
esa ya que nos entrega la clave que permite interpretar la crisis.
A fines de los años 1990, los neoconservadores adeptos de Leo Strauss llevan
a su lógico paroxismo el nuevo dogma del desorden superior convirtiéndose en
apologistas del caos constructor como supuesta legitimación de todas las
guerras de conquista del siglo 19.
Desde ese punto de vista, es posible ver
el caos en pleno trabajo en el Gran Medio Oriente, al igual que en este
mismo instante en Europa.
Podemos tener la certeza de que el nuevo orden regional que los grandes
organizadores del caos pretenden hacer surgir de la actual crisis será una
Europa unificada, centralizada y federativa, bajo la tutela directa de
Estados Unidos a través de
la Reserva Federal estadounidense, que hará del
Banco Central Europeo una simple sucursal, y bajo la mirada vigilante del
FMI, representante o emanación de un poder mundial emergente, tan desterritorializado como tentacular.
Resulta bastante evidente que el endiosamiento del mercado asociado a la
idea de un «caos constructor», completada a su vez por un uso intensivo de
la teoría de los juegos manipulada por adeptos de la demolición, constituye
una mezcla bastante explosiva que está a punto de explotarnos en la cara.
Y
es importante señalar aquí que el «caos» (intencional) es hoy en día una
forma de gobernar, de transformar la sociedad y de conquistar sin lucha, una
versión dura del conocido divide y vencerás, al que se recurre aunque sea a
costa de la supervivencia de las naciones y los pueblos.
A fin de cuentas, lo importante es poner a Europa de rodillas. Grecia - que
es ciertamente uno de los países más débiles de la eurozona, aunque no mucho
más que Italia, España, Irlanda o Portugal - ha sido hasta ahora una especie
de electrón suelto que obstaculiza una plena integración de los Balcanes a
la trama geoestratégica estadounidense.
A modo de conclusión temporal, si la Unión Europea, en el marco de la
crisis, avanza a marcha forzada hacia una gobernanza económica federativa,
entrará entonces en una fase que la llevará hacia la atribución de un poder
prácticamente discrecional a la Comisión Europea, que se compone
esencialmente de tecnócratas no electos y reclutados en función de una
indestructible obediencia atlantista.
Dicho claramente, ello significaría la
desaparición de los Estados-Naciones europeos.
De hecho, ya nada se opondrá a que Europa sea integrada a un Bloque
Transatlántico.
Con el tiempo, la fusión del Euro y del dólar sellará la
unión del Viejo Mundo y del Nuevo Mundo. Es evidente que no se trata de
simples especulaciones sino de una real proyección de las tendencias
arquitectónicas que visiblemente se están aplicando en el marco de un
proceso de redistribución o de recomposición geopolítica del mapa mundial.
Lo cual equivale a decir que, si no se desintegra la eurozona, el destino de
los pueblos europeos parece definitivamente sellado, o sea encadenado para
bien y para mal al «Destino manifiesto» de Estados Unidos,
independientemente de una reforma del sistema económico mundial.
Los financieros perderán quizás algunas plumas en ese proceso si la
comunidad internacional se pone de acuerdo para fijar límites a sus apetitos
mediante la reglamentación de los mercados. En todo caso, lo cierto es que
los promotores del caos constructor habrán ganado la partida al crear las
condiciones para nuevos incendios.
Ya que «lo peor», que a menudo han mencionado en Francia individuos tan
influyentes como Bernard Kouchner y Jacques Attali, resulta ser sin embargo
lo menos improbable cuando los gobiernos, al verse con la espalda contra la
pared, no tienen otra posibilidad que «huir hacia delante».
En Kuwait, en
1991, y en Irak, en 2003, entre los objetivos apenas ocultos de la guerra,
ocupaban un lugar importante la reactivación del motor económico a través de
los proyectos privados de reconstrucción… por no mencionar otros intereses
más evidentes y más inmediatos, como los combustibles fósiles, las ventas de
armas y todos los mercados que de ellos se derivan.
Cualesquiera que sean los acuerdos entre Turquía e Irán sobre el
enriquecimiento de uranio con fines médicos, cualesquiera que sean las
contrariedades diplomáticas que esos acercamientos entre aliados y enemigos
de Estados Unidos impliquen para el Departamento de Estado, basta con releer
las fábulas de Jean de La Fontaine para saber que... ¡la retórica del lobo
siempre prevalece ante la del cordero!
En el actual contexto de
extrema fragilidad de la economía mundial, tenemos
que prever que la salida de
la crisis tendrá que pasar por la dolorosa
puerta del caos constructor.
Notas
[1] Juego de palabras ideado por los
financieros anglosajones ya que las iniciales de
Portugal-Italy-Ireland-Greece-Spain
(Portugal-Italia-Irlanda-Grecia-España) conforman
la sigla PIIGS, que se
pronuncia en inglés igual que «pigs» (puercos).
-
Crisis and Whispers -
€uro - The Worst Case Scenario
by Jean-Michel Vernochet
translated by Evan Jones and Delphine Rabet
11 June 2010
from
VoltaireNetwork
Website
Spanish version
The Greek budgetary crisis, which has become a crisis of the
Euro, is not
the inevitable result of market self-regulation, but rather the consequence
of a deliberate attack.
According to Jean-Michel Vernochet, the crisis was
provoked by an economic offensive directed from Washington and London that
followed similar principles to those of contemporary military warfare,
employing game theory and a strategy of ‘constructive chaos’.
The ultimate
aim is to oblige the Europeans to enter into an Atlantic bloc, i.e. an
empire where Anglo-American budgetary deficits would be automatically
financed through the expedient of a dollarized Euro.
The agreement concluded
between the European Union and the IMF, giving the Fund partial oversight of
Union economic policies, is a first step in this direction.
The director of the International Monetary Fund, Dominique Strauss-Kahn,
and
the German Chancellor, Angela Merkel.
Prevented from returning to the
Deutsche Mark,
Germany must consent to a European loan from the IMF.
The financial attack launched against Greece because of its sovereign debt
and its potential insolvency soon proved to be an offensive against the Euro
and to have only a distant relationship with the flaws and structural
deficits of the Greek economy itself.
These ‘vices’, incidentally, are
largely shared by the bulk of post-industrial countries which have acquired
the bad habit of living beyond their means and on credit, hence the soaring
quantum of debt, a bubble (as any other) doomed to burst.
Everything seems to indicate that behind the brutality of the attack and
beyond a simple stampede to pillage some European economies loom other
objectives, notably of a geopolitical character, carefully thought out. In
any case, the appetites of anonymous financial predators - as sharp as they
might be - cannot account for the sustained intensity of the offensive which,
in the short term, threatens to shatter the Euro zone, the European Union
itself, indeed even beyond…
With the proliferation of crises over the last two decades, a quick reading
of the pawn movements on the Grand Eurasian Chessboard is enough to suggest
that Europe is actually one battle ground within a geo-economic war (war in
the proper sense), a battle that it has besides already potentially lost.
Indeed, the adoption of a European plan - at the insistence of the White
House - for the bailing out of heavily indebted EU member states not only
does not constitute a panacea, a durable remedy to the structural budgetary
crisis that has been rapidly affecting all Western states, but points in the
direction desired by the U.S. of a rapid integration of the EU, a necessary
prerequisite for the constitution of a united Western bloc.
This European plan responds to a crisis of confidence and solvency (largely
artificial at the outset, but which became contagious and is now snowballing)
by the recapitalization of states as if it were a matter of a simple
liquidity crisis. A European plan of 750 billion Euros, even greater than
the
700 billion-dollar Paulson Plan designed to bail out the American
financial establishment with public funds
after the debacle of September
2008.
The deviant consequences of that solution can be seen at present in
the heavy expansion of the public debt on both sides of the Atlantic.
Thus, the U.S.-born crisis, after having triggered the recession which de-activated
the economic pump, has since dried up the fiscal resources of states
rendering it more difficult to service an ever expanding debt.
Now, the EU
has just increased the existing debt by an additional 750 billion Euros,
which further strain member states’ national budgets (the average
indebtedness of the Euro zone being actually 78% of GDP), all this with the
illusory plan of,
‘re-establishing market confidence’.
To this end, the EU has voluntarily placed itself under the thumb of
the IMF
which has consented to have up to 250 billion Euros at the ready.
This is
the same IMF, whose calling until now has been to support tottering Third
World economies through crippling recipes in the guise of so-called
structural adjustment plans. It is thus a supranational entity, formally
‘globalist’, which will head, indeed supervise more or less directly, the
structures of economic governance which the EU will most certainly adopt if
the Euro zone does not spontaneously break up beforehand.
Such integrative measures have been
vigorously called for by Paul Volcker,
Chairman of the White House Economic Recovery Advisory Board, who, while
recently in London, lambasted European leaders demanding a boosting of the
Euro which the Americans and British need to keep their own economies
afloat.
Let us note, in passing, that it is probably with a heavy heart that the
German Chancellor accepted to subscribe to this mindboggling support plan
for the faltering Euro zone countries since her French counterpart - according to persistent
rumors - was threatening to return to France if she
did not conform.
But, while it is true that ‘the worker ant is not
altruistic’, a return to the Deutsche Mark would be equivalent to signing
the death warrant of the German economy as a strong currency would restrain
its industrial exports, at the base of its economy. Like it or not, the
situation forces Berlin, under duress, to navigate the strictures drawn up
by the Obama Administration.
American ukases that lead to a big open trap: capital borrowed from the
markets or lent by the IMF to save the ‘PIIGS’ (Portugal, Italy, Ireland,
Greece and Spain) - threatened with cessation of repayment - must rely on
structures guaranteeing long term solvency of the Euro.
A currency whose
soundness cannot be assured, however, by the type of federal institutions
which Jacques Attali has been promoting in calling for,
“…the creation of a
European Treasury, immediately authorised to borrow in the name of the EU,
and of a European Budgetary Fund, given immediate mandate to control the
budget expenditures of any country whose debt exceeds the 80% of the GDP.”
It essentially boils down to subjecting States to economic tutelage under
the guise of saving the Euro zone from an allegedly inevitable collapse ...
since the abandonment of the Euro is an inviolable taboo that nobody
apparently dreams of touching.
Certain projects go even further, by prescribing that the budgets of member
states should be entirely controlled and decided on by a triumvirate
comprising,
What about the popular
will and the European Parliament in Strasbourg?
No one cares about denouncing the sophistry or the fallacy of equating
economic integration with a return to market confidence. First of all, why
should markets, and markets alone, impose their own laws? Besides, is it not
time to revisit stock market capitalism, anonymous and volatile, and capable
of ruining countries on a whim or from self-interest?
On this account,
centralized economic control from Brussels is no more the
panacea than is a flood of liquidity the solution to the current crisis. The
additional indebtedness generated by the ‘plan’ is without doubt a false
solution imposed from outside with the end goal of further enslaving us
Europeans to capital markets and their unspeakable dictatorship.
The idea of
centralized control proceeds from the same stance for it is
literally a non-sense in that it ignores all the societal differences
operating across all layers of the European construct: types or models of
economic growth, fiscal and social systems, etc. It is basically a
“non-idea”, one which is fundamentally ideological by its nature… a
smokescreen concealing a whole range of ulterior motives, all in fact
foreign to the economic prosperity and well being of the peoples of the EU.
Some have rightly seen that this crisis was only the means and the pretext
to precipitate the introduction of a hard-core federal system [1]
encompassing all
twenty seven member states despite and in
contempt of the popular will over which
the Treaty of Lisbon has been imposed in
the most underhanded fashion.
A crisis which is and remains
- a cardinal fact to be
borne in mind - artificial, fabricated; in a word, it is the opposite of an
inherent ‘inevitability’ implied by a self-regulating and disembodied market
environment, supposedly steered by an ‘invisible hand’.
A reputedly
‘mechanical’ process, which, despite its anonymity, is none the less
constituted by corporate executives and traders made of flesh and blood that
call the shots and manipulate the market.
It is for this reason that the U.S. speaks with a forked tongue through two
separate voices, that of its ‘market’ representatives and President Obama
himself. The latter intervened to berate the Europeans and press them to
stabilize their currency, or, in other words, the European economic
policies, good or otherwise, which are inextricably linked to the health of
their own currency.
Now, don’t start imagining for one second that some kind
of meddling in the affairs of Continental Europe could be involved here!
Can
you picture Madame Merkel and Monsieur Sarkozy asking the White House to
clean up Manhattan?
The other voice belongs to those who call the shots… in short, the managers
of the self-regulating order, anonymous even to the governments themselves,
as French Finance Minister Christine Lagarde shamefully confessed; those who
play yo-yo with the markets like a cat plays with a mouse, anticipating the
lows and highs that they themselves intentionally provoke.
In practice,
these people are promoting a very different discourse.
For Paul Volcker, chair of the White House Economic Recovery Advisory Board,
Europe must accept external control of economic policy and put the
Euro at
parity with the dollar.
Indeed, how else to explain
the evident contradiction between the concerns expressed by President
Obama
- legitimate by the way, for the EU needs a
strong Euro that penalizes European exporters, but is advantageous to
American industry, a useful bonus given the record US fiscal deficit ($1400
billion for 2008-09) and above all necessary to support the ongoing war
effort in Iraq, Afghanistan and Pakistan - and the radical destabilization of
Western economies by the persistent attacks by the markets against the Euro?
No matter how voracious, inconsistent or irrational, the ‘operators’ are
nevertheless aware that the pursuit of the offensive against the Euro
jeopardizes the system in its totality and risks plunging the global economy
into a new phase of chaos.
Then why this dance on the edge of the abyss?
Nobody will have us believe this nonsense that the markets have a life of
their own, that they are uncontrollable and that all this is simply the
result of the economic machine gone awry… In short, that it’s ‘nobody’s
fault’, but the simple consequence of the impossibility of managing the
agents and the irrational faux pas of the markets?
Clearly said, the risk of systemic collapse is at the very heart of the game
currently being played. The
big players, the cold calculators, are obvious
disciples of the theory of games (since von Neumann & Morgenstern),
probabilistic edifice on the foundations of which has been constructed the
doctrine of nuclear deterrence…
The winners are those who push the lethal
bids the highest. A scenario that corresponds line for line to that which is
unfolding before our eyes: increasing destabilization of the European
economies, with non-negligible effects for the U.S.
Let’s add that the financial chaos, monetary and economic, on both sides of
the Atlantic is an undeniable windfall, for those who prosper in the
backwash of the market’s trajectory, provoking and anticipating the cycles
of panic and euphoria to play indiscriminately with the rising and falling
currents of the hysterically erratic markets.
At the beginning of the Twentieth Century, the economist
Werner Sombart
conceived an embryonic theory of ‘creative destruction’ (subsequently taken
up by Joseph Schumpeter). Since then this theory has been developed by,
among others, the mathematical theory of the frenchman René Thom
(‘catastrophe theory’).
Amended by Benoît Mandelbrot, the theory was applied
via
fractal geometry to market behavior, perceived already at that time to
fall within the province of a theory of chaos, decidedly fashionable.
In the meantime, the economist
Friedrich von Hayek, one of the theorists of neoliberalism, claimed to have raised the free-market economy to the status
of an exact science.
According to his hagiographer
Guy Sorman,
“…liberalism
converges with the most recent theories of physics, chemistry and biology,
in particular the science of chaos formalized by
Ilya Prigogine.
In the
market economy as in nature, order is born out of chaos: the spontaneous
agency of millions of decisions and pieces of information leads not to
disorder, but to a superior order” …
One could not say it any better, for a
priori we hold there the keys to understanding the crisis.
At the end of the 1990s, the Neo-conservative disciples of
Leo Strauss have
carried to its logical limits the new dogma of greater disorder in making
themselves the bards of ‘constructive chaos’ as a legitimation a priori for
all the wars of conquest of the Twenty First Century. From this viewpoint,
each is able to see this chaos at work in the Greater Middle East as s/he is
able to see it at work today in Europe.
We can wager that the new regional order that the great
organizers of chaos
intend to see emerge from the crisis itself will be a unified Europe,
centralized and federal, placed under the direct influence of the US with
the aid of
the Federal Reserve of which the European Central Bank will be
only a branch, and under the vigilant watch of the IMF, representative or
product of an emergent global power, deterritorialized yet omnipresent.
One understands quickly enough that the deification of the market associated
with the idea of ‘constructive chaos’, itself complemented by an intensive
application of game theory in the hands of the disciples of demolition,
constitutes a mixture that promises to blow up in one’s face.
An observation
immediately comes to mind: ‘chaos’ (intentional) is these days a mode of
government, of socio-economic transformation and of unopposed conquest. A
heavy duty version of ‘divide and conquer’ even if it means nations will
perish and the people with them.
For it’s a risk worth taking if in the end Europe finds itself on its knees.
Greece - certainly at the soft underbelly of the Euro zone but no more so
than Italy, Spain, Ireland or Portugal - has been until now a sort of free
electron frustrating a full integration of the Balkans in the American
geostrategic orbit.
By way of a provisionary conclusion, if the EU, facing crisis, advances at
forced march towards central economic control, a stage will be reached
whereby quasi-discretionary power will be granted to the European Commission
- for the most part composed of non-elected technocrats and recruits - for a
stainless Atlanticist allegiance.
To put it plainly, this will signify the
obliteration of the European nation states.
In reality, nothing can prevent the integration of Europe within a
trans-Atlantic Bloc. In the end, the merging of the Euro with the dollar
will accelerate the union of the old world and the new world. This
conclusion is evidently not a matter of pure speculation but a simple
projection of the architectonic tendencies visibly at work in the framework
of a process of redistribution or of geopolitical recomposition of the
global map.
Sufficient to say that if the
Euro zone does not break apart,
the fate of the European peoples seems definitely sealed, tied for better or
worse to the manifest destiny of the United States. And this irrespective of
a ‘reform’ of the global economic system.
The financiers will perhaps get their fingers burnt if the international
community agrees to curb their appetites in regulating the markets, but the
fact remains that the promoters of constructive chaos will have won this
hand as they set out to recreate the conditions for new conflagrations.
The worse case scenario, often evoked in France by such influential men as
Bernard Kouchner and Jacque Attali, happens to be the least improbable at a
time when governments, backs to the wall, see themselves condemned to
fleeing headlong into the unknown. In Kuwait in 1991, in Iraq in 2003 among
the thinly disguised objectives of war, the boosting of the economic
machinery through plans of reconstruction was high on the list. Not to
mention other more flagrant and immediate interests such as fossil fuels,
arms sales and all the related industries.
Whatever the accords between Turkey and Iran on uranium enrichment for
medical purposes, whatever the related diplomatic annoyance for the State
Department, it suffices to re-read the fabulist Jean de la Fontaine to know
that the rhetoric of the wolf always prevails over that of the lamb!
In a
situation of
extreme fragility of the global economy, one must await an end
to the crisis at the harrowing door of the chaos constructor.
Notes
[1] The word ‘federal’ has contrary meanings in Europe and to English
readers. For the latter, federal implies shared authority, as reflected in
the constitutional division of powers in various federalisms (the US,
Germany, Canada, Australia). In the former, federal implies the
appropriation of authority from the member states of the EU.