por Manuel Freytas
15 Abril 2013
del Sitio Web
IARNoticias
Al amparo de la representatividad institucional que le otorga el "voto
popular", el político construye su propio negocio capitalista haciendo lobby
y gerenciando "cosa pública" para los poderes económicos y financieros que
controlan y se reparten áreas de influencia en el Estado capitalista.
Cómo
funciona esa estructura políticos-dueños del poder real que la prensa del
sistema oculta.
Por encima del poder político se sitúa un supra-poder (de naturaleza oculta)
fundamentado en un trípode:
-
las grandes cámaras empresariales
-
las embajadas
extranjeras
-
los monopolios de medios de comunicación
El político es sólo
la expresión gerencial de ese poder.
Las mayorías, alienadas y embrutecidas por el descerebramiento mediático,
creen habitualmente que "el poder" son los presidentes y los gobiernos de
turno.
En esta concepción masificada, alimentada por los propios analistas de la
prensa convencional, un "Presidente" es algo así como una entidad supra-independiente que toma decisiones autónomas por encima de la trama
estructural del poder económico y empresarial.
En sus análisis (y así como hacen desaparecer la dinámica de las relaciones
capitalistas) los comunicadores del sistema presentan un escenario de
conflictos cuyo eje sólo pasa por las competencias y las guerras entre
políticos y partidos.
Este enfrentamiento, entre políticos con otros políticos por el
posicionamiento electoral, por un lado, y las peleas del gobierno de turno
con la "oposición", por otro, nunca se asocia con el establishment económico
(el poder detrás del trono) y marca la dinámica de la "información" que a
diario consumen las mayorías.
Por lo tanto, para el nivel promedio estadístico masivo (incluido los
intelectuales) el poder de decisión es una área de exclusiva competencia de
la "clase política" y del gobierno de turno, en perpetua lucha por el sillón
presidencial y por el resto de los gobiernos provinciales y comunales y sus
áreas legislativas.
Y aquí, se produce la primera distorsión reduccionista:
La estructura
gerencial (los políticos) es confundida con los patrones (el poder
empresarial que controla el Estado capitalista y todo el sistema económico
productivo).
Lo que
la prensa (tanto en los países centrales como dependientes) presenta
como guerra de los políticos por el poder, es en realidad una guerra de los
grupos económicos por los mercados y por un mayor posicionamiento en las
áreas de decisiones del Estado capitalista.
En este juego, los políticos son sólo intermediarios institucionales de esta
guerra, tomando posiciones según su vinculación dentro de la red empresarial
para la cual prestan servicios como "lobbystas" en los niveles
gubernamentales, legislativos y judiciales.
En el Ejecutivo nacional, en los gobiernos provinciales y comunales, en las
cámaras del Congreso, los políticos son sólo la polea de transmisión (y de
ejecución) de los intereses de los grandes grupos económicos que se reparten
el comercio interior, el comercio exterior, y toda la estructura económica
productiva del país.
O sea que, la función especifica de la "clase política" no es la de detentar
el poder de decisión económica (el poder real del Estado capitalista), sino
la de cumplir funciones gerenciales (cuando están en puestos gubernamentales)
o de hacer lobbys (impulsar leyes favorables a sus representados) cuando
están en la cámaras legislativas.
Para que esto se entienda mejor:
Todo el desarrollo de la carrera
de un político (sin excepción a la regla) está marcado por su condición de lobbysta de algún grupo económico.
La relación empieza cuando inicia su carrera en el escalón más bajo de la
pirámide política, pasando por distintos puestos, desde concejal, diputado,
intendente, gobernador hasta Presidente, según la suerte que le toque en el
negocio.
Las empresas
y bancos pagan de dos maneras por los "servicios"
institucionales de un político:
Si llegan a los puestos más altos (presidente, gobernador o alcalde), sirven
al poder colocando a los operadores de los grupos económicos como
funcionarios o asesores claves en los gabinetes gubernamentales.
Esta dinámica es la que le permite a los políticos transformar el
gerenciamiento de "cosa pública" en una empresa comercial paralela realizada
con el control del Estado. Esta actividad capitalista privada (ejecutada con
el Estado como herramienta) es lo que le permite al político convertirse en
un próspero millonario y manejar cuentas secretas en los paraísos fiscales.
O sea que, al amparo de la representatividad institucional que le otorga el
"voto popular", el político construye su propio negocio capitalista haciendo
lobby y gerenciando la "cosa pública" (res publica =
republica) para los pulpos económicos y financieros
que controlan y se reparten áreas de influencia en el Estado capitalista.
Si las mayorías tomaran conciencia de esta macro-estafa con el Estado
dejarían de legitimar a los políticos con su voto en la urna.
Y eso no sucede por una sencilla razón:
Los
medios de comunicación (guardianes
y protectores del sistema) imponen y nivelan la idea de que si la gente no
vota se puede ingresar al caos y al "vacío" de poder.
Lo que no tiene ningún sustento lógico, dado que el Estado de las
corporaciones económicas funciona al margen del formalismo de las
instituciones que le otorgan barniz "democrática" al macro-robo capitalista
de trabajo social y de recursos naturales.
Donde el "voto popular" solo cumple el papel de legitimación social de la
estafa institucionalizada con las elecciones y la participación masiva.
El poder oculto
Los que toman las decisiones estratégicas (a través de los políticos) son
los factores del poder económico que hacen lobby de presión e influencia
sobre el gobierno y los parlamentos.
Esta estrategia (de presentar al gerente como si fuera el patrón) está
orientada a hacer desaparecer la estructura del poder real que controla los
hilos del Estado por encima de los gobiernos y los sistemas parlamentarios y
jurídicos.
Por encima del poder político se sitúa un supra-poder (de naturaleza oculta)
fundamentado en un trípode:
-
las grandes cámaras empresariales
-
las embajadas
extranjeras
-
los monopolios de medios de comunicación
Las embajadas extranjeras (principalmente las de
EE.UU. y la UE) cumplen
función de "lobbystas" de sus bancos y empresas en el país en que se
encuentren.
Las grandes cámaras empresariales, su vez, nuclean a los grandes bancos y
empresas multinacionales que mantienen la hegemonía y el control de toda la
actividad económico productiva, y a su vez manejan el mercado interno y el
comercio exterior (las áreas clave de la economía).
Los grandes consorcios mediáticos (aparte de integrar el sistema como una
corporación más) son ultra-dependientes de los grandes bancos y empresas que
pautan el grueso de sus facturación con la publicidad comercial.
A su vez, presionan al gobierno nacional y a los provinciales para el
otorgamiento de la publicidad institucional de Estado, que complementa su
facturación y su rentabilidad por ingresos publicitarios.
Este trípode estratégico constituido por las embajadas (el poder imperial
trasnacional), las grandes cámaras empresariales (el poder económico) y los
consorcios de la comunicación (el poder mediático) constituye el centro del
poder estratégico que controla el Estado capitalista, tanto en los países
centrales como en los de la periferia dependiente.
Cuando la prensa otorga (a través de la información) el poder de decisión a
los políticos y a los gobiernos de turno, lo que hace es diluir la
comprensión y sacar el poder real de la vista de las mayorías.
Y hay una explicación de fondo:
Los políticos no son nada más que un
fusible.
Además de su función gerencial al servicio de los grandes grupos económicos,
están para preservar el anonimato de los centros de decisión que controlan
el poder real.