por
James Petras
Original English version
26 Diciembre 2008
del Sitio Web
VoltaireNet
James Petras
James Petras es profesor emérito de sociología en la universidad de
Binghamton (New York). Intelectual emblemático de la izquierda
estadounidense, es autor de numerosas obras. James Petras es miembro
de la conferencia «antiimperialista» Axis for Peace que organiza la
Red Voltaire. |
Bernard «Bernie» Madoff, corredor de bolsa de Wall Street, antiguo
presidente del
NASDAQ y venerado inversionista, ha confesado su autoría en
el mayor fraude de la historia, un chanchullo de 50 mil millones de dólares.
Bernie era conocido por su generosa filantropía, especialmente a favor de
las
causas sionistas, judías e israelíes.
«Nunca creímos que nos haría esto, era uno de los nuestros»
Un miembro del Palm Beach Country Club.
Una introducción a la super-estafa
Este personaje, que durante los años sesenta había sido socorrista playero,
inició su andadura en las finanzas reuniendo ahorros de colegas, amigos y
familiares en el entorno de los judíos más ricos de los suburbios de Long Island, Palm Beach, Florida y Manhattan, bajo la promesa de un rendimiento
moderado, continuo y seguro de entre el 10% y el 12%.
Madoff cubría
cualquier posible retirada de fondos según el denominado «método de Ponzi» o
estafa piramidal, es decir, echando mano del dinero de nuevos inversores,
quienes literalmente le suplicaban que los desplumase.
Llegó a gestionar en persona un mínimo de 17 mil millones de dólares.
Durante casi cuatro décadas se creó una clientela que incluía a algunos de
los bancos y compañías inversoras más importantes de Escocia, España,
Inglaterra y Francia, así como los principales fondos de inversión libre de
Usamérica. Se hizo con casi todos los fondos de activos netos de prósperos
clientes privados, que obtenía a través de corredores de bolsa pagados a
comisión.
Su clientela incluía a muchos multimillonarios de Suiza, Israel y otros
países, así como los fondos de activos netos más importantes de Usamérica (RMF
Division of the
Man Group and the
Tremont).
Muchos de los riquísimos
estafados habían prácticamente «forzado» a Madoff a tomar su dinero, ya que
éste imponía rigurosas condiciones a los clientes potenciales: insistía en
que viniesen recomendados por miembros de su clientela, que depositasen
cantidades sustanciales y que le garantizasen su solvencia.
La mayoría se consideraban afortunados cuando sus fondos pasaban a las arcas
del respetado... estafador de Wall Street.
El mensaje de Madoff era siempre
el mismo: su fondo de inversión estaba cerrado... pero como venían
recomendados por gente del mismo entorno (miembros del consejo de
administración de organizaciones benéficas judías, recaudadores de fondos
para Israel, country clubs de alta clase, etc.) o eran amigos de un amigo,
de un colega o un cliente, aceptaría el dinero.
Madoff estableció consejos consultivos con miembros distinguidos, contribuyó
enormemente a museos, hospitales y selectas organizaciones culturales.
Era
un miembro prominente de exclusivos country clubs de Palm Beach y Long
Island. Su reputación se vio realzada por los resultados de sus fondos, que
jamás declararon pérdida alguna, lo cual es un argumento fundamental para
atraer a inversionistas millonarios.
Compartía con su acaudalada clientela de judíos y gentiles un estilo de vida
aristocrático, con una mezcla de filantropía cultural y discreta
especulación financiera. «Engatusaba» a sus colegas con una suave pero
autoritaria apariencia de “maestría”, recubierta de un barniz de
colegialidad entre ricachones, de una profunda implicación con el sionismo y
de amistades de toda la vida.
El megafondo de Bernie compartía muchas características con los recientes
chanchullos financieros:
-
un rendimiento elevado y constante, inigualado por
cualquier otro corredor de bolsa; ausencia de supervisión por parte de
terceros
-
una compañía de contabilidad en la sombra físicamente incapaz de
auditar sus multimillonarias operaciones financieras
-
un control personal de las operaciones
de correduría de bolsa comerciante y una confusión absoluta en lo
relativo a sus inversiones
Los ricos y famosos, los inversionistas más sofisticados, los consultantes
de elevado salario, los máster en administración financiera de Harvard y
todo el ejército de reguladores de la US Security and Exchange Commission
(SEC) pasaban por alto las similitudes de Madoff con otros defraudadores, y
ello porque estaban totalmente implicados en la cultura corrupta del «agarra
el dinero y vete pitando» y del «si sacas tajada no hagas preguntas».
La
reputación de suprema sabiduría que aureola a un supuestamente próspero
judío de Wall Street alimentó el autoengaño y los estereotipos de gentiles
(Goyim?)
multimillonarios.
La gran estafa
El fondo de inversión de Madoff sólo operaba con una clientela limitada de
multimillonarios que mantenían en él su dinero a largo plazo; las
ocasionales retiradas de fondos eran de poco monto y fácilmente cubiertas
por medio de peticiones de más inversión a nuevos inversionistas deseosos de
acceder al fondo de Madoff.
Los grandes inversionistas a largo plazo
mantenían sus capitales para dejarlos en herencia a sus herederos o para su
jubilación.
Los ricos abogados, dentistas, cirujanos, profesores distinguidos de las
mejores universidades y otros que en algún momento hubiesen necesitado
retirar algo de sus fondos para una boda ocasional de altos vuelos o para la
ceremonia de madurez adolescente judía (bar mitzvah) de alguno de sus hijos
con invitados famosos podían hacerlo, porque Madoff no tenía problemas a la
hora de recaudar más fondos entre los ricos propietarios de fábricas de
confección de ropa, cuyos asalariados cobran jornales de miseria, de
peligrosos empacadores de carne y de siniestros señores barriobajeros.
Madoff no era ningún Robin Hood, sus contribuciones a organizaciones
filantrópicas y benéficas le facilitaban el acceso a los ricachones que
formaban parte de los consejos de administración de las instituciones
receptoras y probaban que él era “uno de ellos”, una especie de compañero
íntimo de la misma clase elitista.
La sorpresa, el pavor y los ataques cardíacos que han seguido a la confesión
de Madoff de que su negocio era una estafa piramidal han provocado tanta
rabia por el dinero perdido y el descalabro de la clase pudiente como por la
vergüenza de saber que los mayores y más perspicaces estafadores mundiales
de Wall Street habían sido estafados por uno de los suyos.
No solamente han sufrido grandes pérdidas, sino que la imagen que tenían de
sí mismos como ricos que lo eran por su inteligencia y su «linaje superior»
ha quedado totalmente destrozada: de pronto se han visto abocados al mismo
destino de los pendejos a quienes ellos estafaron, explotaron y desposeyeron
en su ascensión a la cima.
No hay nada peor para el ego que un respetable estafador sea estafado por
otro estafador todavía mayor.
Por eso, muchos de los que más han perdido se
niegan a dar sus nombres o a poner cifras a las cantidades evaporadas y
tratan de recuperarlas con la ayuda de sus abogados.
El lado positivo de la megaestafa de Madoff (la mano involuntaria de la
justicia)
Incluso si es comprensible que los superricos y acaudalados, que han perdido
buena parte de su jubilación y de sus fondos de inversiones sean unánimes en
su condena y en sus lamentaciones por el abuso de confianza de que han sido
víctimas, y que los editoriales de todos los periódicos y semanarios de
mayor prestigio se hayan unido al coro de críticos moralistas, las acciones
de Madoff merecen muchas alabanzas, incluso si tales alabanzas no van
dirigidas a su conducta fraudulenta.
Vale la pena enumerar los resultados
positivos involuntarios de la estafa de Madoff:
-
En primer lugar, la desaparición de más de 50 mil millones de dólares
disminuirá enormemente la financiación sionista usamericana de los
asentamientos coloniales israelíes en los Territorios Ocupados, disminuirá
los fondos que el lobby sionista AIPAC destinaba a comprar votos de
congresistas y a la financiación de campañas de propaganda a favor de un
ataque preventivo militar de Usamérica contra Irán.
La mayoría de los
inversionistas tendrán que disminuir o eliminar su compra de bonos del
tesoro israelí, que subvencionan el presupuesto militar del Estado judío.
-
En segundo lugar, la estafa ha desacreditado todavía un poco más los
altamente especulativos fondos de inversión libre, que ya se tambaleaban a
causa de retiradas masivas de dinero para enjugar grandes pérdidas. Los
fondos de Madoff estaban entre los más respetados y seguían atrayendo a
nuevos inversionistas, pero las últimas revelaciones podrían acelerar su
desaparición.
Sus promotores tendrán por fin que dedicarse a un trabajo
honrado y productivo.
-
En tercer lugar, el fraude a gran escala y a largo plazo de Madoff no fue
detectado por la Securities and Exchange Commission (SEC), y ello a pesar de
al menos dos comisiones de investigación. Eso hace que la credibilidad de la
SEC esté por los suelos. Su enorme fallo demuestra la incapacidad de las
agencias reguladoras capitalistas para detectar grandes fraudes.
Este
fracaso plantea la cuestión de si habrá alternativas a la inversión en Wall
Street que protejan mejor los ahorros y los fondos de pensión.
-
En cuarto lugar, la larga asociación de Madoff con el
NASDAQ, del que fue
director mientras robaba miles de millones de sus clientes, sugiere que los
miembros y los líderes de esta Bolsa de Valores son incapaces de reconocer a
un sinvergüenza y están dispuestos a pasar por alto el comportamiento
criminal de “uno de los suyos”.
En otras palabras, el público inversionista
ya no podrá nunca considerar que ocupar un cargo de dirigente del NASDAQ es
un signo de probidad.
A partir de Madoff habrá que buscar un colchón de
matrimonio de gran tamaño para guardar con seguridad los restos de los
ahorros familiares.
-
En quinto lugar, señalaré que los asesores de inversiones de los mayores
bancos europeos, asiáticos y usamericanos que gestionaban miles de millones
de fondos, actuaron sin la menor diligencia en el caso de las operaciones de
Madoff. Aparte de las enormes pérdidas bancarias, decenas de miles de
superricos influyentes y acaudalados han perdido toda su fortuna.
El
resultado es una pérdida absoluta de confianza en los bancos más importantes
y en los instrumentos financieros, así como un descrédito general de la
“pericia de los expertos”.
Esto debilita el dominio financiero del
comportamiento inversionista y propicia la desaparición de un importante
sector de la parásita clase “rentista”, que se enriquece sin producir bien
alguno ni proporcionar servicios necesarios.
-
En sexto lugar, como la mayoría del dinero robado por Madoff proviene de las
clases altas de todo el mundo, su comportamiento ha reducido las
desigualdades: se trata del “mayor nivelador” que ha existido jamás desde
que se introdujo la imposición progresiva.
Al arruinar a multimillonarios y
llevarlos a la bancarrota, Madoff ha disminuido su capacidad de utilizar su
fortuna para influenciar a los políticos en su favor, lo cual aumenta las
posibilidades de influencia política de los sectores económicos menos
agraciados de la sociedad de clases... e involuntariamente refuerza la
democracia frente a los oligarcas financieros.
-
En séptimo lugar, al estafar a amigos de toda la vida, a inversionistas del
mismo grupo étnico y religioso, a miembros de country club estrechamente
seleccionados por su origen étnico e incluso a miembros de su familia,
Madoff ha demostrado que el capital financiero no respeta ninguna de las
devociones de la vida diaria: grandes y pequeños, sagrados y profanos, todos
están subordinados a las reglas del capital.
-
En octavo lugar, entre los muchos inversionistas arruinados de Nueva York y
New England hay un cierto número de señores barriobajeros (magnates de la
construcción inmobiliaria), propietarios de fábricas de confección de ropa (fabricantes
de ropa de diseño y juguetes) y otros que apenas pagaban el salario mínimo a
las mujeres e inmigrantes que trabajaban para ellos, que solían expulsar de
sus hogares a arrendatarios pobres y habían esquilmado las pensiones de sus
empleados antes de trasladar sus empresas a China.
En otras palabras, la estafa de Madoff ha sido una especie de
venganza
“divina” laica por delitos pasados y presentes contra la clase trabajadora y
los pobres.
Ni que decir tiene que este involuntario Robin Hood no
redistribuía entre sus empleados el dinero que afanaba, más bien reinvertía
una parte en obras de beneficencia que incrementaban su imagen filantrópica
y en recompensar a algunos de sus inversionistas iniciales para mantener en
pie su fraude piramidal.
-
El noveno lugar, Madoff ha asestado un severo golpe a los antisemitas que
proclaman que existe una “estrecha conspiración judía para defraudar a los
gentiles”: ese bulo ha desaparecido para siempre.
Entre las principales
víctimas de Bernard Madoff están sus amigos y colegas judíos más íntimos,
gente que compartió con él mesa y mantel en banquetes de Pascua judía y que
frecuentaba los mismos templos de altos vuelos en Long Island y Palm Beach.
Bernie era muy selectivo a la hora de aceptar clientes, pero se basaba en su
riqueza, no en su origen nacional, raza, religión o preferencia sexual. Era
muy ecuménico y un firme abogado de la globalización.
No hay nada
etnocéntrico en Madoff:
Mil cuatrocientos millones eran,
-
del Royal Bank of Scotland
-
del
banco francés BNP Paribas
-
del español Banco de Santander
-
del japonés Nomura,
...por no mencionar los fondos de inversión libre en Londres y Usamérica, que han admitido su participación en
Bernard Madoff Investment
Securities. De hecho, Bernie era el emblema del estafador moderno,
políticamente correcto, multicultural e internacional.
La facilidad con la cual los superricos de Europa le aflojaban sus fortunas
ha provocado el siguiente comentario de un consultante financiero de Madrid:
“Robar a los españoles más ricos era tan fácil como matar focas con un palo…”
(Financial Times, 18 de diciembre de 2008 p. 16).
-
En décimo lugar, la estafa de Madoff dará lugar a una mayor autocrítica y a
una actitud menos confiada hacia quienes se presenten como expertos
financieros. Entre los judíos que hagan la autocrítica, a partir de ahora ya
no confiarán en corredores de bolsa sólo por el hecho de que apoyan
ciegamente a Israel y son generosos contribuyentes de los fondos sionistas.
Eso ha dejado de ser una garantía adecuada de comportamiento ético,
equivalente a un certificado de buena conducta.
De hecho, los corredores de
bolsa que son propagandistas excesivamente ardorosos de Israel y que
prometen rendimientos siempre altos a sus afiliados sionistas podrían
levantar sospechas a partir de ahora: la pretensión de que “lo que es bueno
para Israel...” puede muy bien ocultar un nuevo fraude.
-
En undécimo y último lugar, la desaparición del imperio de Madoff y de sus
acaudaladas víctimas judías liberales afectará negativamente las
contribuciones a las 52 organizaciones judías usamericanas más importantes,
a numerosas fundaciones de Boston, Los Ángeles, Nueva York y otros lugares,
así como al ala militarista Clinton/Schumer del Partido Demócrata (Madoff
los financió a ambos, así como a otros congresistas defensores
incondicionales de Israel).
Puede que esto permita un mayor debate en el
Congreso sobre la política en Oriente Próximo sin los habituales ataques
vociferantes.
Conclusión
La estafa y el comportamiento fraudulento de Madoff no se deben a ningún
problema ético personal. Son el producto de un imperativo del sistema y de
la cultura económica en que se mueven las instancias más elevadas de nuestra
estructura clasista.
La economía de las acciones, de los fondos de inversión
libre y de todos los “sofisticados instrumentos financieros” es en su
totalidad un sistema piramidal que no se basa en producir y vender bienes y
servicios. Se trata más bien de apuestas financieras al crecimiento futuro
de un papel, una acción, que sólo representa la promesa de que futuros
compradores permitan la distribución de dividendos.
El “fracaso” de la SEC es totalmente predecible y sistémico: los reguladores
han sido seleccionados por los regulados, están en deuda con ellos y aplazan
sus veredictos, sus auditorías y cualquier reclamación. Están estructurados
para “no ver las señales” y evitar una regulación excesiva de sus superiores
financieros.
Madoff funcionaba en un medio como el de Wall Street, que
permite cualquier cosa, donde la impunidad de los megarrescates financieros
y las megaestafas es la norma.
Como estafador individual, lo único que ha hecho es estafar a algunos de los
mayores estafadores institucionales que le hacían la competencia en Wall
Street.
Todo este sistema de recompensas y prestigio está controlado por los
más hábiles a la hora de hacer malabarismos en los libros de cuentas, de
difuminar los rastros de las operaciones y de desplumar a las víctimas
voluntarias que llaman a sus puertas “pidiendo” que las desplumen. ¡Un
hombre de bien, eso es Madoff!
En cuestión de días, un solo individuo, Bernard Madoff, le ha asestado un
golpe mucho mayor al capital financiero global, a Wall Street y al lobby
sionista usamericano del “Israel en primer lugar” que toda la izquierda de
Usamérica y Europa juntas durante los últimos cincuenta años.
Ha logrado
reducir más las enormes desigualdades económicas en Nueva York que todos los
gobernadores y alcaldes demócratas y republicanos, blancos, negros,
cristianos y judíos, reformistas y ortodoxos durante los últimos dos siglos…
Algunos teóricos derechistas de la conspiración están diciendo que Bernie es
un agente secreto islámico-palestino (de Hamás) enviado para socavar
deliberadamente los cimientos financieros del Estado judío de Israel y de
sus patrocinadores y fundaciones más generosos, acaudalados y poderosos.
Otros dicen que es un marxista aún no salido del armario, cuyas estafas
estaban cuidadosamente diseñadas para desacreditar a Wall Street y canalizar
miles de millones hacía organizaciones radicales clandestinas.
Al fin y al cabo, ¿sabe alguien dónde están los miles de millones
desaparecidos?
Contrariamente a los expertos de la izquierda, a los blogueros y manifestantes, cuyas fervorosas y públicas actividades no
afectaban en absoluto a los ricos y poderosos, Madoff ha asestado sus golpes
donde más les duele: en sus megacuentas bancarias, en su confianza en el
sistema capitalista, en su autoestima y, sí, también en su pobrecito corazón,
que ahora está al borde del infarto.
-
¿Quiere esto decir que nosotros, en la izquierda, deberíamos crear un Comité
de Defensa de Bernie Madoff y exigir un rescate parecido al del secretario
del tesoro Henry Paulsen, que acaba de salvar a sus amigotes del Citibank?
-
¿Deberíamos
pedir “rescates iguales para estafadores iguales”?
-
¿Deberíamos propiciar su
partida (o su derecho al retorno) a Israel para evitar que lo juzguen?
Ha
causado tantas víctimas judías que le sería difícil retirarse en Israel.
No hay razón alguna para hacer barricadas por Bernard Madoff.
Basta con que
reconozcamos que ha prestado un servicio histórico involuntario a la
justicia popular al quebrantar algunos de los pilares financieros de un
injusto sistema de clases.
Post scriptum
¿Se debe a pura y simple admiración o será a causa de vínculos ocultos con
Madoff que
Michael Mukasey, el actual fiscal general, se haya abstenido de
la investigación?
Otros de igual importancia e influencia están seguramente
vinculados al caso Madoff, no sólo las “víctimas”. Nos estamos enfrentando a
un caso muy serio de razones de Estado… Nadie puede creer que una sola
persona pueda por sí sola hacer una estafa de este calibre y duración.
Y
tampoco ningún investigador serio se cree que 50 mil millones de dólares
hayan podido simplemente “desaparecer” o ser transferidos a cuentas
bancarias personales.