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fue la marcha del 18 de febrero encabezada por los fiscales heredados del menemismo, que reunió cerca de 90 mil personas
(los organizadores hablan de
400 mil).
Por su parte Dilma Rousseff enfrenta actualmente la campaña por el impeachment y Cristina Fernández, en Argentina, enfrentó sucesivamente la especulación contra el peso para forzar una devaluación, el ataque judicial en Estados Unidos de los "fondos buitres" para provocar una oleada de cobros que llevase a la quiebra a la Argentina y, desde enero, la preparación de un golpe judicial aprovechando el dudoso 'suicidio' del fiscal Alberto Nisman.
Éste había denunciado a la presidente y
su ministro de Relaciones Exteriores, en una inconexa denuncia
carente de pruebas y desmentida por la Interpol, de encubrir a los
iraníes supuestos organizadores del atentado del 18 de julio de 1994
contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA),
que causó 85 muertos y 300 heridos.
Si se les agregan otras 100 mil personas que desfilaron en las principales ciudades de las grandes provincias, aproximadamente 200 mil personas se movilizaron contra el gobierno.
Fue una protesta importante pero de
ninguna manera impresionante ya que el electorado argentino llega a
33 millones de personas en condiciones de votar, la ciudad de Buenos
Aires y el Gran Buenos Aires reúnen unos 14 millones de habitantes y
las grandes ciudades, como Mar del Plata o Córdoba, donde hubieron
manifestaciones importantes, están todavía llenas de turistas
porteños de las mismas clases medias acomodadas que constituyeron el
principal contingente de la marcha a Plaza de Mayo.
Porque la marcha reunió sólo un cuarto de la gente que ella esperaba pero, sobre todo, porque la edad media de los manifestantes era superior a los 50 años y no desfilaron pobres ni trabajadores manuales.
También porque la marcha se limitó a reflejar una vez más que en Buenos Aires predomina el conservadurismo - que se expresa en el voto a Mauricio Macri - y el miedo a la inseguridad (como se viera en el pasado en la marcha multitudinaria y reaccionaria organizada por el falso ingeniero Blumberg) pero que esos conservadores no son pro-imperialistas como,
En resumen, la historia del atentado a la AMIA es la siguiente:
En octubre (2015) se elegirá un nuevo presidente y hasta ahora ni el gobierno ni la oposición tienen un candidato firme y serio.
En los servicios de inteligencia - que el gobierno trata de mantener pero reformados - hay una guerra de clanes que da origen a toda clase de aberraciones (suicidios dudosos y falsificación de documentos incluidos).
El imperialismo mantiene su ofensiva económica y mediática contra un gobierno que depende cada vez más de los capitales chinos. El kirchnerismo está a la defensiva, desconcertado, y mezcla intentos por controlar a los espías con medidas y actitudes derechistas.
En pleno centro de la ciudad de Buenos Aires están acampados indígenas de la provincia de la que fue gobernador el primer ministro que exigen que se ponga fin a la muerte de sus hijos por desnutrición o por asesinato policial pero los conservadores reaccionarios que protestan por la muerte de Nisman a esos pobres les dan la espalda y el gobierno ni los atiende.
Mientras todos hablan de justicia y de democracia hay una dura lucha en el seno de la clase gobernante y de sus instituciones, una acción subversiva en los servicios de inteligencia, entre los fiscales y los jueces, en la Unión Industrial entre los beneficiarios posibles del acuerdo con China y las transnacionales contrarias al mismo.
Las elecciones son secundarias porque
tratan de decidir cómo gobernar ilegalmente a costa las mayorías
trabajadoras.
Este plan estratégico da el telón de
fondo para los diversos procesos locales...
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