por Lyndon LaRouche
18 Junio 2007
del Sitio Web
LaRouchePub
A continuación publicamos el texto del discurso inicial que
pronunció Lyndon LaRouche en el diálogo que sostuvo con dirigentes
sindicales de Iberoamérica el pasado 14 de junio. LaRouche fue
presentado por Ronald Moncayo. El intercambio se difundió por los
sitios de internet
www.larouchepub.com/spanish y
www.larouchepac.com/spanish,
donde todavía puede verse la videograbación. |
LaRouche dialoga con
sindicalistas iberoamericanos
Muchas gracias.
Como dijo Ronald, acabo de regresar de un viaje muy
importante. Estuve en Rusia para participar en una discusión muy
importante, en ocasión del cumpleaños de un prestante economista —cumplía
80 años—, una visita en la que también sostuve entrevistas de cierta
importancia en la televisión y en otras partes en Moscú.
Luego
siguió una visita de tres días a Italia, donde presenté testimonio
ante la Comisión de Defensa del Senado de Italia sobre algunos de
estos asuntos, y también sostuve varios intercambios igual de
importantes.
'La única oportunidad real que tenemos'
Su importancia es esta: Nos encontramos en uno de los momentos más
emocionantes y peligrosos de la historia moderna. El sistema
financiero económico mundial inevitablemente desaparecerá de aquí a
poco. La pregunta es: ¿con qué lo vamos a remplazar? Ésa es la
interrogante. El sistema monetario internacional en su forma actual
está en quiebra irremediable; no puede reformarse. Hay que
remplazarlo.
Lo que hay que hacer, en esencia, es crear un nuevo
sistema monetario, y lo que propongo es lo siguiente: que si Estados
Unidos —y esto no es imposible— le propusiera a Rusia, a China y a
India copatrocinar la formación de un nuevo orden monetario–financiero
internacional, podría hacerse.
El problema es que, la mayoría de las naciones, tales como las de
Europa central y occidental, y otras partes del mundo, no pueden
actuar de manera independiente, tomar la iniciativa. Sin embargo, si
Estados Unidos y Rusia, que son dos de las naciones más grandes del
mundo desarrollado, o antes desarrollado, se combinan con China e
India, que son las dos naciones asiáticas que representan la porción
más grande de la población mundial, entonces se tiene una combinación
que puede darle protección a las naciones de Sudamérica, por ejemplo,
y de Europa y demás para que actúen en conjunto. Ésa es la única
oportunidad real que tenemos.
No es imposible que pueda inducirse a Estados Unidos a hacer eso,
aun en las condiciones actuales. Al presente tenemos a Dick Cheney,
por supuesto, en una posición muy vulnerable. Ha ocurrido un suceso
reciente desde que regresé de Europa, que es el llamado escándalo de
la firma BAE (BAE
Systems), en el que está implicado alguien que algunos de
ustedes conocen: Pinochet, quien ya partió, pero sus reliquias
quedan.
Pinochet estaba metido en este escándalo y él, por supuesto,
era un fascista. Fue patrocinado por ciertas personas de Estados
Unidos y también de Londres, y en sus últimos años se volvió
virtualmente un agente británico abierto. Pero también George Shultz
en California, que fue uno de los que patrocinó el golpe de Pinochet
junto con Félix Rohatyn, un banquero con proclividades fascistas que
fue el banquero clave en esta operación. Y, por supuesto, Henry Kissinger funcionó en apoyo a esto en su papel como secretario de
Estado.
Ésta es la naturaleza de la situación.
Lo que pasa es lo siguiente: BAE en esencia representa una
institución imperial británica que ha agarrado más y más poder en
distintas partes del mundo, y ha tratado de obtener un creciente
control sobre Estados Unidos mismo. Lo que ha pasado ahora es que,
al príncipe Bandar de Arabia Saudita, que ha sido por mucho tiempo
un agente de estos círculos, se le ha desenmascarado como parte de
esta operación. Tenemos ahora una crisis de implicaciones
incalculables a nivel planetario en marcha.
Ésta no es una crisis de
finanzas, no es un escándalo financiero como tal, no es un escándalo
en el sentido ordinario. Es una crisis para ver quién va a dominar
el mundo. ¿Será un grupo de naciones? ¿O será el nuevo imperio
británico que emerge, o re-emerge porque nunca desapareció, que toma
control de los Estados Unidos y establece su dominio mundial a
través de la globalización? Por ejemplo, a través de BAE, que es una
manera de asumir el control de las capacidades militares del mundo,
con una organización imperial británica, una organización casi
privada, pero imperial de todas maneras.
En Sudamérica hemos visto recientemente acontecimientos interesantes
y positivos. En parte, por la iniciativa de lo que ha pasado en
Argentina, que fue decisiva en esto, se han juntado los países de
Sudamérica en lo que no es un bloque consolidado pero es una opción
muy prometedora, y forma parte de la solución.
Por tanto, lo que tenemos que hacer es lo siguiente; el actual
sistema financiero monetario–financiero internacional está en
quiebra. No hay manera de que pueda reformarse por cuenta propia y
sobrevivir. Cualquier intento de mantener este sistema significa una
desintegración total en una nueva Era de Tinieblas, parecida a la de
Europa del siglo 14, con el desplome de algunos de los bancos
lombardos de entonces. Eso fue lo que pasó.
Por tanto, la solución es establecer un nuevo sistema
monetario–financiero internacional.
Eso puede hacerse en base a las
cláusulas especiales de la Constitución estadounidense. Recuerden
que, el sistema estadounidense no es un sistema monetarista. Más
bien en un sistema de crédito fundado en la autoridad constitucional
que tiene el Gobierno de Estados Unidos para emitir y controlar su
propia moneda. En otras partes del mundo el sistema financiero
nacional lo ha controlado en gran medida el sistema liberal
angloholandés, a través de redes de bancos privados llamados bancos
centrales que, de hecho, ordenan y controlan gobiernos.
Entonces, hay un sistema financiero económico imperial mundial
centrado, en general, en el Imperio Británico desde febrero de 1763.
En contra de esto, el único sistema de alguna importancia que
sobrevive hoy, en tanto alternativa, es el que dispone las cláusulas
constitucionales de Estados Unidos, que establecen al dólar como un
mecanismo de crédito del Gobierno de Estados Unidos. Es decir, en
nuestro sistema cuando funciona, lo que no siempre ha sido el caso,
obviamente, generamos crédito a través de un voto del Congreso,
especialmente de la Cámara de Representantes. El Presidente de
Estados Unidos luego actúa con base a la autoridad de esta ley
federal, para emitir moneda como crédito de Estados Unidos mismo.
Ahora bien, la función principal de este crédito no es nada más
imprimir dinero; es crear fondos de capital para inversiones de
capital a largo plazo, especialmente en el sector público, pero con
efectos secundarios para el sector privado. En el sector público,
sobre todo en grandes obras de infraestructura para los estados y
para el Gobierno federal. Este crédito en general se emite por un
período de 25 a 50 años en la economía moderna.
Tenemos un sistema monetario–financiero internacional que no
funciona. Pero, si Estados Unidos afirma su Constitución, y hace
acuerdos con las tres otras naciones patrocinadoras principales, y
con otras naciones, entonces podemos crear de inmediato un nuevo
sistema monetario internacional, y someter al sistema actual a una
reorganización por bancarrota para mantener la continuidad de las
funciones esenciales, y poner en marcha un programa de crecimiento
económico neto y de desarrollo.
El meollo de esto a largo plazo
serían inversiones en infraestructura económica básica y en el
desarrollo de las economías de diferentes partes del mundo. Un
conjunto de tratados de cooperación de 25 a 50 años para la
formación de capital, para que el mundo crezca, como era la
intención de Franklin Delano Roosevelt hacerlo, de haber vivido al
terminar la guerra.
Ésa es nuestra opción. Si hacemos eso, podemos salir del lío en el
que nos encontramos. Si no llevamos a cabo una reforma semejante, no
hay esperanza para la civilización, y el caos será inevitable.
Ninguna parte del mundo podrá resistir los efectos de reacción en
cadena de un desplome de la economía estadounidense ahora. El
desplome del dólar significaría un desplome de todos los dólares y
de los reclamos respecto al dólar en todas partes del mundo. China
se iría a la quiebra; India también; Europa quebraría.
Así es que,
al presente, no hay manera de que Estados Unidos se desplome y el
resto del mundo sobreviva. No hay manera. Por tanto, tenemos que
reformar a Estados Unidos de forma congruente con su propia
Constitución, ofreciendo cooperar con otros países, y en especial
con los principales países, para establecer un nuevo sistema
mundial, una nueva versión del viejo sistema de
Bretton Woods, que
permita programas de recuperación de 25 a 50 años de inversión a
largo plazo en el mundo en su totalidad.
Por ejemplo, tenemos el caso de Sudamérica donde ahora ha surgido
este Banco del Sur, un suceso muy positivo. Un banco como éste, de
operar con la protección y el apoyo de una reforma internacional
tal, podría generar su propia inversión de crédito a largo plazo a
lo interno de Sudamérica, para proyectos que, obviamente, son
necesarios. Tenemos una situación frágil en Sudamérica, algunos
acuerdos muy buenos, pero también muchos problemas. Y, por tanto,
tenemos que resolver esos problemas encontrando una solución
positiva común que junte a la gente en torno a las opciones para el
bien, es decir los beneficios, en vez de pelearse los unos a los
otros por las discrepancias. Y esto es posible. Esta es la situación
que enfrentamos hoy día.
En cuanto a Estados Unidos, la crisis de BAE, el escándalo que
entraña a la industria armamentista o el monopolio armamentista de
Gran Bretaña, no es, como ya dije, simplemente una crisis monetaria
o un escándalo.
Es es una contienda entre dos sistemas:
-
la raza
humana y
-
el Imperio Británico
Lo que tenemos aquí es una
institución de
la monarquía británica, BAE, que está usándose para
dominar los asuntos militares del mundo, como un monopolio de
poderío militar.
Esto ocurre cuando de Estados Unidos y Gran Bretaña
emerge una política vinculada con el nombre de Dick Cheney, el
vicepresidente, desde que era secretario de Defensa y ahora
vicepresidente y casi presidente en funciones de Estados Unidos.
Esta política, respaldada por el conocido George Shultz, recordado
por su apoyo a Pinochet, se llama una "revolución en los asuntos
militares". El objetivo es establecer un imperio mundial de poderío
militar.
Dicho imperio estaría fundado en eliminar las fuerzas
terrestres regulares de las naciones, es decir, los ejércitos
nacionales, y remplazarlos con ejércitos privados. Pero a la vez,
controlar el planeta poniendo armas en el espacio que pueden lanzar
proyectiles desde allí sobre cualquier lugar del planeta que no
cuente con la aprobación de las autoridades reinantes, y usar el
poderío naval de forma menguante para lo mismo.
Vemos la amenaza de un imperio mundial, un nuevo Imperio Británico,
de hecho, y lo que ha pasado con esta crisis de BAE es que ciertas
fuerzas en Europa, incluso en el Reino Unido y en Estados Unidos,
están en un estado de revuelta en contra de esta amenaza de imperio
mundial. Ésta se expresa en parte en la resistencia que viene de
militares prestantes de Estados Unidos y otras partes, en contra de
lo que sucede en el Sudoeste asiático hoy día, y se expresa de otras
maneras, y también en este escándalo de BAE.
El que se destapara este escándalo, de que se identificara al
príncipe Bandar de Arabia Saudita como una figura clave en este
fraude internacional, ha puesto todo el asunto al descubierto. Si
cae Bandar, todo el sistema tendería a caer. Y hay mucha gente en
Estados Unidos, y alguna en el Reino Unido, y también en Europa que
vería esto con buenos ojos.
Así que, nos encontramos en una situación en la que el viejo sistema
se ha venido abajo, un sistema podrido que ha existido en esta forma
desde 1971, desde el verano de 1971. Este sistema ya cayó. No hay
ninguna posibilidad de que el presente sistema monetario–financiero
mundial pueda seguir sobreviviendo en su forma actual. La fecha de
su defunción es incierta, pero la inevitabilidad de su muerte
temprana es absolutamente segura. Por tanto, tenemos que escoger un
nuevo sistema. Esto es así para la gente de Londres y otras partes
que está detrás de lo que representa el escándalo de
BAE; de los que
buscan un imperio mundial. La globalización es una nueva forma de
imperio mundial.
Nosotros, por otra parte, tenemos una opción. Si Estados Unidos
desempeña el papel para el que se le creó como república federal, y
se alía con otras naciones del mundo para establecer una coalición
de naciones cuya tradición es europea, cuya tradición en otros casos
es eurasiática, es decir naciones como Rusia, una nación
eurasiática, no una nación europea; tiene raíces europeas pero
también raíces asiáticas en su cultura. Tenemos también las grandes
culturas de Asia que representan China, India y otras grandes
naciones asiáticas.
El objetivo de este planeta debería haber sido,
desde hace tiempo, encontrar la manera de juntas estos tres sectores
del mundo en alguna forma de cooperación. La cultura europea que
representa en su mejor sentido lo que Estados Unidos logró al
liberarse de la tradición oligárquica. Rusia ejemplifica el grupo de
naciones eurasiáticas, que representan tanto las culturas asiática
como la europea; y están las naciones asiáticas como China e India.
Si podemos juntar estas grandes culturas en un programa de
recuperación económica para el planeta, ocurrirá lo siguiente.
Tenemos un proyecto en ciernes, al que Rusia acaba de darle un
impulso, y que yo he venido respaldado por mucho tiempo, que es
construir un túnel, un túnel ferroviario desde Siberia hasta Alaska.
Esto crearía un cambio planetario en las relaciones humanas del
planeta.
Significaría que tendríamos ferrocarriles de alta velocidad
o sistemas de transporte de levitación magnética, que llegarían de
Europa no sólo a Alaska, sino que bajarían por todas las Américas.
Hemos tenido esta intención por mucho tiempo: tener un sistema
ferroviario integral que conecte el norte de Norteamérica con el
extremo austral de Sudamérica.
De la misma manera, pasando por el
sudoeste asiático, y a través de Europa hasta África, podríamos en
el futuro inmediato—no necesariamente en mi vida, pero
después—unir las partes principales de este planeta en nuevas formas
de cooperación económica, como Estados nacionales soberanos
vinculados por transporte ferroviario de alta velocidad o de
levitación magnética. Habríamos cambiado al mundo de uno dominado
por la fuerza marítima a uno dominado por el desarrollo de regiones
terrestres o regiones terrestres pobladas.
Este gran cambio está ante nosotros.
Existen nuevas tecnologías,
nuevas tecnologías fundamentales como la energía de fisión nuclear,
con la que podemos encarar el problema del agua, la carestía de agua
dulce en el mundo. Yo estoy a favor de la energía en general.
Tenemos las nuevas tecnologías de la fusión termonuclear, que son
significativas porque suministran nuevos tipos de isótopos, que
pueden manufacturarse en gran medida para suplir varias necesidades,
y también como fuente energética.
Tenemos las grandes obras, los
grandes proyectos de transporte y otros para reconstruir el planeta
en su totalidad, a través de un sistema de cooperación entre Estados
nacionales soberanos, en gran medida vinculados por ferrocarriles
internacionales de alta velocidad o de levitación magnética, para
tomar todas las partes del mundo—las partes más remotas del mundo y
las partes más desesperadas de África—y juntarlas en un sistema
internacional común de Estados nacionales soberanos.
Y ése es el momento en el que vivimos hoy. Por tanto, por una parte
me encuentro optimista en cuanto a lo que se puede hacer, lo que se
tiene que hacer. Temo lo que pueda pasarle a la humanidad si no lo
hacemos. Lo que tenemos en Sudamérica, en particular, en el intento
de lograr alguna cooperación entre los Estados del continente
sudamericano, es en extremo importante, porque establece un modelo
para naciones que tienen problemas especiales de distintas clases.
Los problemas de Bolivia no son los mismos que los de Brasil, aunque
están relacionados.
Los problemas de Colombia, de Argentina, todos
tienen economías distintas, con intereses al parecer en conflicto.
¡Pero tienen un interés común que se sobrepone! Por tanto, tenemos
que tomar a las naciones que tienen intereses en conflicto y
juntarlas en torno a la idea de un propósito común, de una meta
común para toda la humanidad.
Y esta operación del Banco del Sur que
ha surgido en Sudamérica, es clave.
Las naciones de Sudamérica sí
tienen el derecho, el derecho implícito, de establecer su propio
sistema crediticio, su propio arreglo bancario internacional entre
Estados nacionales soberanos, para crear crédito a gran escala y
regular sus relaciones las unas con las otras, en base a la idea del
principio del
tratado de Westfalia. Es decir, que cada nación tome
en cuenta el bienestar de las otras como su preocupación central. Y
si todas las naciones lo ven de este modo, no tendremos un problema
de cooperación con el principio de Westfalia.
Así que, ha llegado el momento en el que tenemos la peor crisis de
la historia moderna; una crisis que probablemente sea peor que los
problemas del oscurantismo en Europa. Estamos llegando al límite.
Tenemos un sistema financiero que no se puede salvar. No podemos
funcionar con el actual sistema financiero mundial; ¡no podemos!
Tenemos una crisis en la que el sistema amenaza con desplomarse de
varias manera. Tenemos la crisis de BAE, que es ejemplo de ello. Por
otra parte, tenemos la posibilidad, fundada en la experiencia y los
deseos de gente de conciencia en muchas naciones, de juntar a las
naciones en torno a un nuevo sistema monetario internacional, más o
menos congruente con la intención de Franklin Roosevelt, al terminar
la Segunda Guerra Mundial, de construir un nuevo sistema monetario
internacional en base a un sistema de crédito, en vez de un sistema
monetario o monetarista depredador.
Tenemos tecnologías y proyectos específicos que o ya existen o
pueden perfeccionarse, con los que podemos hacerle frente a la
mayoría de los problemas. Podemos unir a todo el planeta en base al
mismo principio que celebra
el Tratado de Westfalia de 1648.
Es hora
de regresar a eso.
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