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El TLC y La Privatización de Las Semillas
por José María Villalta Floréz-Estrada
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¿Estaría usted de acuerdo con que una empresa trasnacional se declare dueño
de un tipo de planta, sus frutos y sus semillas, aún si esta es esencial
para la alimentación o salud de la gente? ¿Qué diría usted si el Gobierno lo
amenazara con imponerle una fuerte multa y hasta con ir la cárcel por no
pagarle a una de estas trasnacionales por el derecho a sembrar e
intercambiar semillas aún cuando sean semillas que usted ha producido con
sus propias manos y en su propia finca?
Tal vez usted ha oído que los
últimos Gobiernos han querido privatizar los servicios públicos de telefonía,
agua, electricidad y salud, pero ¿sabía que ahora también promueven la
privatización de las plantas y de las semillas, es decir de la vida y de su
capacidad de reproducirse?
Pues todo esto es precisamente lo que haría el TLC con Estados Unidos si lo
aprobamos con nuestro voto. Así como suena.
El Capítulo 15 de Propiedad intelectual del TLC
obliga a Costa Rica a aprobar antes del 1 junio de 2007 el Convenio UPOV-91.
A su vez, este Convenio requiere que nuestro país dicte una ley que
desarrolle sus contenidos y que se llama: Ley de Obtenciones Vegetales. El
Convenio UPOV-91 y su Ley ya fueron enviados a la Asamblea y forman parte de
la agenda de implementación del TLC que el Gobierno quiere aprobar a “golpe
de tambor” por la vía rápida.
Durante toda la negociación del TLC los negociadores costarricenses se
comprometieron con las organizaciones campesinas, indígenas y ecologistas
del país a que no iban a aceptar que nos obligaran a firmar UPOV-91. Pero -
como pasó con el ICE - en la última ronda informaron que habían aceptado
comprometernos con esta obligación tal y como querían las trasnacionales
estadounidenses. Lo hicieron, ignorando que UPOV-91 ya había sido archivado
en dos ocasiones por la Asamblea.
¿Y por qué había sido archivado? ¿Por qué
decimos que privatiza la vida?
Desde hace siglos, en Costa Rica existe el principio de que los agricultores
son dueños del fruto de su cosecha. No importa donde consiguieron la semilla
que plantaron, si la compraron, si la intercambiaron con su vecinos o si la
sacaron de cosechas anteriores, lo que produzcan en su finca con esa semilla
les pertenece.
Pueden vender en la feria del agricultor los frutos, pero
también pueden guardar semilla para usarla en futuras cosechas, intercambiar
o vender esas semillas con otros agricultores o mejorarlas. Porque también
desde el principio de los tiempos las comunidades indígenas, campesinas,
agricultoras han venido mejorando semillas, cruzando variedades distintas,
seleccionando las mejores, utilizando diversas técnicas, pero desde siempre
han mejorado las variedades de plantas para que sean más productivas, más
resistentes a las plagas o al clima.
UPOV-91 destruye estos principios ancestrales. Establece un sistema de
patentes que permite que por un plazo de entre 20 y 25 años las empresas
trasnacionales se apropien de determinadas variedades de plantas y sus
semillas.
¿Y qué quiere decir que se “apropien”?
Significa que cualquier
persona que quiera usar semillas de estas variedades para sembrarlas,
venderlas, intercambiarlas o mejorarlas tiene que pedirles un permiso y, a
cambio, debe pagarles una cantidad de dinero.
Lo más grave es que esta apropiación no se agota cuando el agricultor paga
una vez por usar la semilla. No. Se extiende a las cosechas futuras. Es
decir, aunque haya pagado por el permiso para usar una semilla, si el
producto de su cosecha desea guardarlo o usarlo como semilla para nuevas
siembras tendrá que volver a pagar. No importa si esa semilla fue producida
en su finca. Y ese pago se repetirá de forma indefinida.
Además, la apropiación también llega a los productos elaborados con la
cosecha. Sin un agricultor guardó parte de su cosecha de maíz “protegido”
para volverla a sembrar al año siguiente y si un molinero le compró el maíz
producido en esa segunda siembra para hacer harina, los “derechos” de la
compañías pueden extenderse hasta la harina de maíz y las tortillas
elaboradas con ésta, si el agricultor no les pagó al hacer la resiembra.
El
derecho va brincando conforme el maíz, la harina de maíz y las tortillas
pasan de mano en mano.
De esta forma, UPOV-91 limita el derecho de las comunidades indígenas y
campesinas a disponer libremente del fruto de su trabajo y le otorga al
“dueño” de las plantas afectadas poderes sobre el producto de la cosecha que
dichas comunidades realicen con semillas producidas por ellas mismas en
siembras anteriores.
Por si fuera poco, la apropiación se extiende a todas aquellas variedades de
plantas que sean parecidas o que tengan caracteres en común con la variedad
afectada, lo que incluye variedades desarrolladas por las comunidades
locales a partir de técnicas de mejoramiento tradicional.
Por lo tanto, de aprobarse el TLC, nuestros agricultores quedarían obligados
a escoger entre:
-
abstenerse de usar las semillas de estas
plantas, opción difícil para la gran mayoría de agricultores que
necesitan solicitar créditos
-
comprar, para cada cosecha que realicen,
únicamente semillas autorizadas por las empresas dueñas del derecho,
sin poder utilizar las que produzcan en su finca a partir de una
cosecha anterior
-
pagar de forma permanente por el permiso de dichas empresas, cada vez que
quieran usar en nuevas siembras las semillas producidas en su finca.
Y hay más.
Tras de que el TLC legaliza el despojo a nuestros agricultores de
sus derechos milenarios, obliga al Estado a castigarlos si no aceptan ese
despojo. La Ley que se discute en la Asamblea Legislativa establece que se
les impondrán fuertes multas en dinero y hasta penas de cárcel a los
agricultores que usen las semillas producidas en su finca sin pagar por el
permiso de las trasnacionales. Incluso se les puede decomisar los frutos de
su producción y prohibirles exportar.
Estos castigos se pueden aplicar como
medidas cautelares, es decir, antes de que se demuestre en juicio la
existencia de una infracción a la Ley. Se llega al extremo de autorizar la
destrucción de los productos decomisados, no importa que se trate de
alimentos...
Este sistema de privatización de la vida se ha adoptado desde hace años en
países como Canadá y Estados Unidos. La injusticia que ha producido ha sido
tal, que se ha sancionado a agricultores por el solo hecho de que plantas
privatizadas crezcan, por medios naturales, en su finca. Esto fue lo que le
ocurrió en 2004 al agricultor canadiense Percy Schmeisser, quién fue
condenado porque plantas patentadas por la trasnacional
Monsanto aparecieron
en su parcela.
Para la Corte que resolvió el caso daba lo mismo si sus
semillas fueron sembradas voluntariamente o transportadas por el polen, las
aves, el viento o cualquier otro medio. Igual Percy había violado la Ley.
El Gobierno y las empresas que hacen negocio con UPOV-91, afirman que lo que
se busca es reconocer e incentivar a los investigadores por las nuevas
variedades de plantas que desarrollen.
Dicen que otorgarles propiedad
privada sobre el derecho a usar las semillas es la única forma de
recompensarles por el “gran esfuerzo” invertido en obtener plantas mejoradas.
Pero la verdad es otra.
Para empezar habría que recordar que la UCR, la UNA y
el ITEC los entes que realizan la mayoría de la investigación que se hace en
Costa Rica se han pronunciado abiertamente en contra de UPOV-91, por el gran
perjuicio que traería para el país como un todo. Además, UPOV-91 permite que
empresas privadas se apropien también de plantas “descubiertas” directamente
de la naturaleza, es
decir, aunque nadie las haya “desarrollado”.
Pero, aún en los casos de
variedades mejoradas por el ser humano, estas empresas no empiezan de cero.
En muchas ocasiones se aprovechan de los conocimientos tradicionales de las
comunidades campesinas e indígenas, de los agricultores que durante siglos
han desarrollado mejores variedades de para fines medicinales, de
alimentación, etc.
Toman sin permiso estos conocimientos, se apropian de ellos, los patentan y
después quieren cobrarles a las comunidades locales lo que durante siglos
les ha pertenecido. Esta práctica se conoce como “biopiratería” y abundan
casos documentados donde ha ocurrido.
UPOV-91 promueve y facilita que este saqueo continúe. Permite que las
trasnacionales se apropien de las semillas criollas de las comunidades
locales y los conocimientos ancestrales de los pueblos indígenas, alegando
que ellas los “descubrieron” y los “inventaron”. Además la Ley que está en
la Asamblea debilita los controles que hoy existen en nuestra Ley de
Biodiversidad para evitar que tal cosa ocurra.
Como se puede comprobar, el TLC es mucho más que comercio de mercancías. Es
mucho más lo que está en juego.
Ahora nos toca a nosotros, al pueblo,
decidir.
Con el TLC ha Aumentado La
Pobreza en México
por María Eugenia Trejos
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La propaganda, que viene intentando vendernos al TLC como un producto de
consumo, afirma que éste "para todos es bueno". Una buena manera de indagar
si eso es cierto es examinando lo que ha pasado en México donde está
vigente, desde 1994, un Tratado de Libre Comercio de América del Norte
(TLCAN), donde están además Estados Unidos y Canadá.
Entre 1994 y 2000 la pobreza en México pasó del 51% al 70% de la población.
El 20% más pobre bajó su participación en el ingreso de 3.6% a 2.9%,
mientras que el 10% más rico la aumentó del 44% al 50%. Es decir, el tratado
no ha conducido a disminuir, sino a aumentar los niveles de pobreza y de
desigualdad en el ingreso.
La alta concentración del ingreso también se expresa a nivel de empresas. Es
cierto que las exportaciones y la inversión extranjera aumentaron
notablemente, multiplicándose por cerca de 3 pero, de 7 millones de empresas
en el campo, menos de 20.000 participan de la exportación agrícola. En
alimentos, bebidas y tabaco 300 empresas (de 32.000) exportan el 80% del
total; las 5 principales armadoras de autos exportan el 33% de todas las
exportaciones del país.
Es decir, es una pequeñísima proporción de empresas
la que se favorece del aumento en las exportaciones.
Si analizamos lo que ha sucedido con el empleo, los resultados son
igualmente alarmantes. En el sector agrícola se han desplazado 1.900.000
trabajadores(as), y en el sector industrial, que exporta el 87% del total de
las exportaciones del país, sólo se emplea al 17% de la población
económicamente activa.
El empleo ha aumentado, en ese sector, en 2.2
millones de personas entre 1991 y 2005, suma absolutamente insuficiente para
compensar el desplazamiento de la población del campo y el aumento en la
población económicamente activa, que ha sido de más de 11 millones de
personas. Como resultado de la falta de oportunidades, la migración a
Estados Unidos aumentó de 4 millones de personas en 1990 a 8 millones en
2000. Como vemos, el aumento en las exportaciones y la inversión extranjera
tampoco garantizan la generación de empleo.
También en México fue donde más aumentó la productividad en el sector
manufacturero y donde más diminuyeron los salarios reales entre 1993 y 2002.
Lo que muestra que las ganancias derivadas del aumento en la productividad
se las dejan las empresas y no llegan a los(as) trabajadores(as).
Es decir, los resultados son contundentes: las exportaciones y la inversión
extranjera aumentan, pero también aumentan la pobreza y la desigualdad. El
aumento en las exportaciones y la inversión extranjera no garantizan los
empleos necesarios para absorber a la población trabajadora. El aumento en
la productividad no se traduce en mejores salarios.
No hay ninguna razón para suponer que nuestros países centroamericanos,
también subdesarrollados como México, podrían tener una suerte distinta si
aprobaran un tratado de libre comercio con Estados Unidos, que tiene
prácticamente las mismas condiciones.
La desafortunada -y más que eso, escalofriante- realidad del pueblo
mexicano, no puede llamarnos a engaño: el TLC no para todos es bueno, sino
sólo para las grandes corporaciones transnacionales y algunos pocos
exportadores nacionales.
Para la gran mayoría las consecuencias pueden
ser altamente negativas.
Aplicación del TLC con
Estados Unidos perjudica a Honduras
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TEGUCIGALPA, 3 abril — Al cumplirse el año de vigencia del Tratado de Libre
Comercio con Estados Unidos, Honduras reflejó un mayor déficit en el
intercambio con ese país, aseguró el Instituto Nacional de Estadísticas
(INE).
Recalcó la entidad que el gobierno suscribió el acuerdo bilateral con la
esperanza de aumentar exportaciones e inversiones del extranjero, pero la
realidad es otra, reportó PL.
Datos del INE validaron que al término del 2006 las importaciones hondureñas
desde Estados Unidos subieron a dos mil 180 millones de dólares de los mil
728 millones registrados en el 2005.
Mientras que en igual período, las exportaciones disminuyeron a 979
millones, de los mil 65 millones reportados al comienzo de este, abundó el
organismo.
El déficit en la balanza comercial se duplicó el año anterior, tras regir el
Tratado, suscrito conjuntamente con el resto de los países centroamericanos
y República Dominicana.
El Salvador Perdió 93.000
Empleos Agrícolas en Seis Meses
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TLC deja saldos negativos en Centroamérica
La implementación del Tratado de Libre Comercio (TLC) en los países
centroamericanos lejos de haber dejado ganancias para la mayoría del pueblo
ha dejado un saldo negativo. Para muestra un botón: en sólo seis meses, El
Salvador perdió 93.000 empleos en el agro, especialmente productores de
arroz quienes no pudieron competir con el producto subsidiado de Estados
Unidos.
En Guatemala miles de personas se lanzaron a las calles para protestar
contra el TLC. Pese a ello, fue aprobado por el Congreso de ese país.
La cifra se desprende de un estudio realizado por la Red Ciudadana frente al
Comercio e Inversión-Sinti Techan de El Salvador, cuyos resultados fueron
comentados la semana pasada en San José por la abogada salvadoreña Ligia
Guevara, quien vino a Costa Rica para presentar el documental "Empresa
multinacional busca... flexibilidad laboral en Centroamérica".
"En mi país, el CAFTA fue vendido como
algo que iba a traer más empleo. Sin embargo, en los primeros seis meses
de haberse implementado se perdieron 93.000 empleos en el agro,
especialmente productores locales de arroz, maíz y otros granos básicos
que no están en capacidad de competir con el producto subsidiado de
Estados Unidos", explicó Guevara a Informatico.com.
El estudio de Sinti Techan, realizado en los
primeros seis meses de implementación del TLC, afirma que,
"la desarticulación del aparato productivo
nacional, el déficit en la balanza comercial y sus consecuencias: el
desempleo, la pobreza y la emigración se han incrementado drásticamente
en estos seis meses de aplicación del referido acuerdo comercial".
A juicio de la abogada Guevara,
"los salvadoreños no somos mercancías y no
queremos ser tratados como mercancías, pero nuestros representantes en
la Asamblea Legislativa no nos hicieron caso y aprobaron el tratado".
"Como todos saben El Salvador es un país que vive de las remesas.
Estamos siendo expulsados a Estados Unidos para que El Salvador sea un
corredor consumista y nada más", agregó la experta.
Según las cifras del Banco Central de Reserva
(BCR) las importaciones agrícolas provenientes de Estados Unidos aumentaron
un 111% en el primer semestre de implementación del TLC, lo que hizo que la
balanza comercial salvadoreña mostrara un déficit para el país
centroamericano de 543 millones de dólares.
Curiosamente, durante el año 2005 -cuando no había TLC - las exportaciones
agrícolas de Estados Unidos a El Salvador no crecieron sino que disminuyeron
un 3,6%.
El estudio salvadoreño destaca el caso de Costa Rica, pues en los primeros
seis meses del 2006 aumentó sus exportaciones agrícolas a Estados Unidos un
27% sin haber aprobado el tratado comercial.
"¿Para qué sirve entonces el TLC?" se
preguntan los autores del documento, Angel Ibarra y Raúl
Moreno.
Los resultados de su estudio,
"demuestran que los beneficios que
pregonaron los gobiernos de Francisco Flores y Antonio Saca fueron sólo
propaganda" pues rubros como la inversión "en vez de aumentar han
disminuido, tal como lo demuestra el cierre de varias fábricas
textiles".
En ese sentido, las exportaciones de textiles
salvadoreños disminuyeron un 10% en el primer semestre del 2006 aunque ya el
TLC estaba en vigencia, debido a la fuerte competencia de China en este
mercado, agrega el estudio.
Pese a que los estudios serios en Centroamérica indican lo contrario, el
noticiero Repretel informó el sábado 17 de febrero sobre los
presuntos beneficios que ha traído el TLC en el istmo.
En Guatemala se repite la historia
En Guatemala, otro estudio del Instituto de Estudios Agrarios y Rurales-CONGCOOP/
MESA GLOBAL puso en evidencia una situación similar a la de El Salvador: en
los primeros cinco meses de implementación del TLC, éste ha dejado un sabor
amargo en la población debido a sus impactos negativos.
El estudio revela que en el periodo citado aumentó el déficit de la balanza
comercial, pues si bien las exportaciones han subido desde la entrada en
vigencia del TLC, lo mismo pasó con las importaciones, aumentándose en los
dos casos la dependencia de EE.UU. (46% de las exportaciones van a EE.UU. y
34,3% de las importaciones vienen de
EE.UU.).
También creció el déficit en la balanza comercial, en general y en
particular con EE.UU. (un aumento de 36% entre julio y septiembre 2006
comparado con julio - septiembre 2005).
Por otra parte, los precios al consumidor NO han bajado tal como lo difundió
el MINECO en su campaña pro-TLC: el Índice del Precio al Consumidor en
Guatemala subió entre junio y noviembre 2006 de 150,38 a 151,82.
El IPC -
Alimentos y Bebidas No Alcohólicas ha subido aún más: de 167,67 en junio a
170,6 en noviembre, el mismo crecimiento que en meses y años anteriores al
TLC.
Según el Instituto de Estudios Agrarios y Rurales, los intermediarios
(supermercados, empresas de agro-exportación, otros privados) se benefician
a costo de los productores y los consumidores: ejemplo de esto es el
brócoli: el precio al mayorista de brócoli cayó entre septiembre 2005 y 2006
en un 22%, mientras el precio pagado por el consumidor aumentó en 20% en el
mismo período.
El estudio afirma que los pocos beneficios del TLC en Guatemala son para los
productores grandes y sectores tradicionales, NO para los pequeños pues, por
ejemplo, en el tema agrícola, los mayores beneficios se han llevado los
agro-exportadores tradicionales, particularmente los azucareros (crecimiento
de 55% entre enero-sept. 2005 y 2006), debido a que lograron aumento de
cuota bajo el TLC.
Sin embargo, el crecimiento de la exportación de cultivos no tradicionales,
particularmente los producidos por pequeñas y pequeños productores (verduras
y legumbres), ha bajado entre el primer semestre 2006 y los primeros meses
de vigencia del TLC (crecimiento de 8% entre enero-junio 2005 y 2006,
crecimiento de sólo 1% entre julio - septiembre 2005 y 2006).
Las importaciones de maíz aumentaron en Guatemala entre enero y septiembre
de 2006, en comparación con el mismo periodo del año 2005, en 18 % del
volumen (de 456.869 TM en 2005 a 541.085 TM en 2006) y en 32 % del valor (de
US$ 46,5 millones a US$ 61,5 millones).
El valor unitario (precio) ha aumentado también en 11,6 % (de US$ 101,9 a US$
113,7 por tonelada). A nivel interno, el precio en septiembre 2006 (al
mayorista) está 7,5% mayor que en el mismo mes de 2005, es decir no se
lograron bajar los precios en este producto altamente subsidiado en EE.UU.,
tal como fue prometido por los promotores del TLC.
Estos datos todavía no toman en cuenta el enorme incremento en los precios
internacionales del maíz a partir de septiembre (55% entre septiembre y
octubre). Este aumento ha sido producto de la decisión de muchos productores
de maíz de EE.UU. (particularmente corporaciones agroalimentarias grandes:
Cargill, ADM, etc.) de usar su producción para etanol, más rentable que
colocarlo a precios de dumping a mercados internacionales.
La misma decisión ha generado reacciones en la bolsa (el maíz igual que
otros productos agrícolas básicos se manejan en la bolsa y por tanto es
sujeto a cambios en los precios por la especulación financiera), con precios
ahora artificialmente altos en los mercados internacionales (cuando antes
eran artificialmente bajos...)
El estudio asegura que ya se han destruido las capacidades productivas
domésticas de maíz (Guatemala, de un país autosuficiente en maíz (1985) se
ha convertido en uno dependiente (más de 1/3 del consumo nacional es
importado) - a partir de las políticas de Ajuste Estructural que el TLC
profundiza, y pensando que los precios artificialmente bajos de dumping a
los que se ha importado de EE.UU., se iban a mantener para siempre - no hay
opciones para comprar el grano en el mercado doméstico.
"Así tanto la industria como el consumidor
guatemalteco dependen completamente de las decisiones que se tomen en
EE.UU. y las especulaciones en la bolsa para adquirir este alimento
básico", puntualiza el documento.
TLC, Empleo e Inversión
Extranjera
La Historia No Oficial
de Dr. Luis Paulino Vargas Solís
Catedrático Universitario Centro de
Investigación y Evaluación Institucional Universidad Estatal a Distancia
(UNED)
Junio 2007
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Introducción
El debate en Costa Rica alrededor del posible
rechazo o ratificación del Tratado de Libre Comercio entre Centroamérica,
República Dominicana y Estados Unidos (en adelante TLC) tiene en el empleo
uno de sus temas neurálgicos. Los promotores del tratado establecen una
relación directa entre su aprobación, la llegada de una mayor cuantía de
inversión extranjera y, a partir de esto último, la generación de mayor
cantidad de empleos.
Este documento examina las relaciones así formuladas, y lo hace
fundamentalmente de cara a las realidades económicas y políticas de la Costa
Rica actual, así como aquéllas del contexto internacional en que nuestro
país se mueve.
Fundamentalmente se ha buscado demostrar dos cosas: no existe ninguna
relación necesaria ni significativa entre el posible rechazo o ratificación
de ese tratado y la llegada de menores
o mayores flujos de inversión extranjera, como igualmente es falso que ésta
–al menos bajo las políticas prevalecientes en la materia-genere ningún
monto relativamente apreciable de nuevos empleos.
Demostrar la falacia contenida en las afirmaciones indicadas, conduce no
solo a una interpelación fundamentada que cuestiona seriamente la
conveniencia de aprobar el tratado, sino también a un enjuiciamiento de las
actuales políticas públicas sobre inversión extranjera, apoyo al desarrollo
de los sectores productivos de base nacional y, en última instancia, y en
forma general, las políticas relacionadas con el empleo. De ahí, además, el
esfuerzo que se desarrolla destinado a proponer lineamientos para una
posible reformulación de tales políticas.
TLC, empleo e inversión extranjera. El debate extraoficial Dr. Luis Paulino
Vargas Solís, UNED..
I Parte
¿Se perderían empleos sin el TLC?
El arma principal que utiliza la
propaganda a favor del TLC es, sin duda, el empleo. El mensaje así lanzado
se bifurca en dos vertientes, que se complementan y refuerzan mutuamente.
Primero, se dice que el TLC permitirá atraer
inversión extrajera con lo cual se crearán mayor cantidad de puestos de
trabajo. Segundo, se afirma que la no aprobación del tratado pondrá en
riesgo las exportaciones a Estados Unidos y, en general, hará que el país
sea menos atractivo para la inversión extranjera, de modo que tendremos
menos trabajo para nuestra gente.
En este documento analizaré tales aseveraciones
a fin de poner en evidencia su inconsistencia y debilidad.
1. ¿En que se basa la idea de que
perderíamos empleos si no se aprueba el TLC?
Cualquier respuesta a esta pregunta solo es posible desde una
extrapolación teórica, es decir, asumiendo algunos supuestos con base en
los cuales, y por vía deductiva, extraer conclusiones. Por lo tanto, la
primera pregunta a responder es ¿En qué supuestos se basan los
promotores del TLC para afirmar que su no aprobación provocará pérdida
de empleos? Son básicamente dos supuestos.
Al no aprobarse el TLC, seremos sancionados por Estados Unidos mediante
el retiro de los beneficios de la Cuenca del Caribe, por lo que una
parte de nuestras exportaciones perderá competitividad al tener que
pagar aranceles.
El rechazo al TLC enviará un “mensaje negativo” que desestimulará la
llegada de inversión extranjera, en primer lugar porque ya no se cuenta
con las condiciones propicias que el tratado ofrece a las empresas
extranjeras y, en segundo lugar, por la ya mencionada pérdida de
concesiones comerciales que resultaría de la eventual cancelación del
régimen de la Cuenca del Caribe.
Sin embargo, estos dos supuestos en realidad se sustentan implícitamente
en otros supuestos que, por lo general, se prefiere mantener ocultos. A
nuestros fines es mejor tratar de sacarlos a la luz para mejor entender
las cosas. El mencionado punto 2) lo abordaré en la segunda parte de
este documento. En esta me concentro en el punto 1).
2. ¿En qué se basa la idea de que Estados Unidos nos castigaría
sacándonos de la Cuenca del Caribe?
Enfaticemos dos cosas que, a estas alturas, ya han sido sobradamente
clarificadas.
Primero, la Cuenca del Caribe es un régimen
comercial preferencial que se fundamenta en una ley, la cual, a su vez,
no tiene fecha de caducidad 1.
Segundo, el presidente de Estados Unidos
tiene poder legal para excluir a un país de los beneficios de este
régimen, siempre que se den las condiciones que la ley respectiva
establece como causales que justifiquen tal exclusión. Y agreguemos un
tercer detalle: nada en la ley autoriza a que un país sea sancionado por
el hecho de no aprobar un tratado comercial con Estados Unidos.
1 Las
exportaciones de textiles hacia los Estados Unidos se llevan a cabo al
amparo de un régimen distinto aunque relacionado con el de la Cuenca del
Caribe -el Caribbean Basin Trade Partnership Act (CBTPA)-el cual vence
el 30 de septiembre de 2008. Está claro, sin embargo, que el problema
aquí, mucho más que el vencimiento de este régimen particular y su no
sustitución por el TLC, lo es la competencia de las exportaciones
textileras chinas a raíz de la liberalización de las cuotas de comercio
en 2005 (Véase: Castro y Martínez, 2005). A finales de 2006 se agrega a
lo anterior la incorporación de Vietnam a la Organización Mundial de
Comercio, cosa que incrementada la presión sobre la oferta mundial de
productos textiles. Los datos recientes para Centroamérica así lo
ratifican, en virtud de que, no obstante gozar de acceso al mercado de
Estados Unidos garantizado por el TLC, las maquilas de textiles están
abandonando aceleradamente tales países, con la sola excepción de
Nicaragua, cuya mayor “competitividad” aparente es posiblemente
resultado de su pobreza extrema. Así, por ejemplo, La Prensa Libre de
Guatemala informaba en su edición del 30 de diciembre de 2006, que las
exportaciones textileras se redujeron un 8,2% respecto del monto de
2005. Cayeron de US$ 1.814,4 millones a US$ 1.665,3 millones. Se agrega
que en ese año 21 empresas cerraron, lo que implicó el despido de 5.107
trabajadores y trabajadoras. El año anterior (2005) había cerrado 51
empresas perdiéndose con ello 38.000 puestos de trabajo. Es decir, se
trata de una tendencia que opera independientemente de las condiciones
de acceso al mercado estadounidense y que tan solo es explicable por
referencia a la ruinosa competencia china (La Prensa Libre, “Textiles no
logran recuperar ventas”, disponible en: http://www.prensalibre.com/pl/2006/diciembre/30/159649.html).
Otros datos indican tendencias similares en el resto de Centroamérica
con la sola excepción de Nicaragua. Así lo informaba el Nuevo Diario de
Managua, el cual citaba al director ejecutivo de la Comisión Nacional de
Zonas Francas de ese país, señor Carlos Zúñiga, indicando que a octubre
de 2006, y respecto del mismo período del año anterior, se registraron
disminuciones en las exportaciones textileras por los siguientes órdenes
de magnitud en los distintos países del área: -15% en El Salvador; -7,3%
en Honduras y –3% en Costa Rica. Sorprendentemente el nuestro resulta un
caso bastante menos severo que el de los otros países centroamericanos,
no obstante ser donde el debate y la oposición al TLC han sido más
intensas y consistentes y, además, el único país en que éste no ha
ratificado el TLC. Tan solo se registraron aumentos de las exportaciones
de textiles de Nicaragua (17%) (El Nuevo Diario, “Mil millones de
dólares en exportaciones textiles”, disponible en: http://www.elnuevodiario.com.ni/2006/11/20/economia/34415).
Dejemos de lado las formalidades jurídicas y pasemos al terreno de las
realidades políticas, que son, enfatizo, las que aquí resultan
verdaderamente importantes.
Preguntémonos: ¿De qué depende el que, en la
práctica, el actual o venidero presidente (o presidenta) estadounidense
quiera “castigarnos” en los términos indicados?
Fundamentalmente de una cosa: que exista al
interior de ese país intereses y fuerzas políticas y económicas de peso
suficiente como para inducir una decisión presidencial de ese tipo. Al
respecto, es preciso tener claro que este no es un asunto que dependa de
un mero capricho personal del presidente. Es, reitero, una cuestión
política. Porque, además, no olvidemos que el presidente no puede
adoptar una decisión tal sin justificarla suficiente y razonablemente.
Anotemos un detalle obvio: el escenario político estadounidense está
virando marcadamente hacia el lado del Partido Demócrata. Ya esto se
puso en evidencia en las pasadas elecciones parlamentarias de medio
período y es algo hacia lo que empujan, día a día, los terribles
desaciertos de la administración Bush, especialmente por su desastrosa
invasión a Irak.
Y con Bush, al despeñadero también están
siendo lanzados los halcones militares y la derecha económica neoliberal
(algo que ya Wallerstein 2005 anticipaba con notable lucidez). Sin
exagerar las diferencias, como mínimo es preciso admitir que los
demócratas introducen en el manejo de los asuntos públicos ciertos
matices ausentes en los republicanos y, en especial, ausentes en esta
lamentable administración Bush.
Agreguemos ciertas condiciones actuales del
entorno internacional en que se mueve Estados Unidos, y las cuales
desfavorecen las tesis de irrestricto libre comercio. Me refiero, en
particular, al desastre socio-político del México del TLC –que redunda
en enormes flujos migratorios como, por otra parte, el ascenso económico
de China y las tensiones comerciales entre este país y Estados Unidos,
las cuales están centradas en el alto grado de regulación que los chinos
ejercen sobre el comercio exterior y la inversión extranjera, así como
la laxitud evidente con que manejan las llamadas obligaciones en materia
de propiedad intelectual 2 .
2
Informaciones recientes de The New York Times ilustran acerca del tono y
los alcances de tales disputas: “Trade talks with China at a juncture”
(publicada el 22 de mayo de 2007 y disponible en: http://www.nytimes.com/2007/05/22/business/worldbusiness/22trade.ready.html?_r=1&th&emc=th&oref=slo
gin). También “China talks don’t resolve major issues” (publicada el 24
de mayo de 2007; disponible en: http://select.nytimes.com/gst/abstract.html?res=F3081EFC3D540C778EDDAC0894DF404482).
Y a fin de ilustrar la despreocupación china en relación con los temas
de propiedad intelectual, un par de informaciones tomadas de la BBC
permiten ilustrarlo en relación con sus manifestaciones más recientes:
“US files case over China piracy. The US is to file a formal complaint
against China at the World Trade Organization (WTO) over high levels of
copyright piracy and counterfeiting” (publicada el 9 de abril de 2007 y
disponible en: http://news.bbc.co.uk/go/pr/fr/-/2/hi/business/6539947.stm).
Y luego “China slams US piracy complaint. China has criticised the US
over its decision to file a formal complaint with the World Trade
Organization over copyright piracy and counterfeiting” (publicada el 4
de mayo de 2007 y disponible en: http://news.bbc.co.uk/go/pr/fr/-/2/hi/business/6540205.stm).
Admitamos que los demócratas son algo menos librecambistas y,
correlativamente, algo más proteccionistas que los republicanos, pero
que, asimismo, son algo más sensibles a las necesidades y demandas de
los países subdesarrollados.
En resumen: el viraje político hacia el Partido Demócrata abre un
escenario de menor rigor librecambista y de relativa mejor disposición a
la negociación con países como el nuestro. De hecho, este viraje
conlleva, en su aspecto fundamental, una mengua –cuanto menos coyuntural
y relativa-de la influencia de las grandes corporaciones trasnacionales,
cuyos intereses influyeron decisivamente en el TLC.
Lo anterior conlleva algo más: si ya es
políticamente poco razonable que el gobierno Bush siquiera pudiese
contemplar la opción de “castigar” a Costa Rica, esta posibilidad se
reducirá aún más en un muy probable gobierno demócrata. Y aunque a Bush
le quede año y medio en la Casa Blanca, hoy no es ni la sombra de lo que
era cuatro o cinco años atrás. Su desprestigio y aislamiento –que
comparte con el equipo reaccionario y corrupto que lo ha rodeado-son
cada vez más desoladores, por lo que difícilmente estaría pensando en
abrir innecesarios frentes de debate.
Viene entonces la parte que a Costa Rica le toca aportar y que podría
sintetizarse en una simple pregunta.
3. ¿Podemos hacer algo para prevenir cualquier posible (pero
improbable) “castigo” y fortalecer nuestra capacidad de negociación?
El gobierno y demás promotores del TLC afirman que nada podemos
hacer. Este es otro supuesto necesario para seguir sosteniendo la
estrategia propagandística de intimidación según la cual, rechazado el
tratado, lo que nos viene, de seguro, es el castigo. Vimos en lo
anterior que el examen desapasionado de las actuales realidades
políticas estadounidenses, indican que tal posibilidad es altamente
improbable. Pero lo es mucho más si, además, admitimos que Costa Rica no
solo puede sino que debe hacer algo al respecto.
Y ese algo hace tiempo debió empezar a hacerse. Pero, todo lo contrario,
el gobierno Arias, al igual que el alto empresariado y los poderes
mediáticos, parecen optar por la estrategia inversa: cruzados de brazos,
cobardes y sollozantes, más bien parecen implorar de Estados Unidos el
“castigo” en caso de rechazarse el TLC. Se ratifica así quiénes son los
apátridas y quiénes, además, los que carecen de otra opción como no sea
la que los intereses de las grandes corporaciones estadounidenses
imponen.
Costa Rica goza de cierto respeto a nivel internacional e, incluso, al
interior de los Estados Unidos. Ese respeto es sobre todo fruto de una
tradición de pacifismo y democracia, cultivada sabiamente por nuestro
pueblo, la cual aún conserva una apreciable significación, no obstante
que la estrategia neoliberal de los últimos 22 años la ha manchado y
disminuido.
He ahí un punto a favor nuestro, que debe ser aprovechado como llave que
permita abrir puertas en los espacios donde se ejerce el poder político
estadounidense. Tratemos de valorar correctamente sus alcances. Nos abre
opciones que deben aprovecharse con inteligencia, sobre todo en una
coyuntura de ascenso del Partido Demócrata y mengua relativa de la
derecha neoliberal y de los poderes corporativos.
Pero, por sí solo, este no es, ni de lejos,
mecanismo suficiente. Seguimos siendo muy pequeñitos frente a los
poderes inmensos de las corporaciones transnacionales que, hambrientas,
se apuestan detrás de este TLC u otros acuerdos de similar naturaleza y
que, ávidas e incansables, permanentemente buscan influir en las
decisiones políticas en Estados Unidos, incluso ahora, cuando, como
hemos analizado en lo anterior, la estrella política se les está
eclipsando un poco.
Por ello, se hace necesario fortalecer capacidades negociadores. Y,
tengámoslo claro, esto no es posible si no construimos alianzas con
países, organizaciones e, incluso, movimientos sociales, que compartan
con nosotros algunos intereses y preocupaciones básicas. Como sabemos,
los grupos dominantes actuales en Costa Rica se niegan en redondo a esta
posibilidad. Lo mismo casa presidencial, que las corporaciones
mediáticas o las grandes cámaras empresariales. Son incapaces ni tan
siquiera de concebir opciones de integración al mundo que no maltraten y
menoscaben nuestra soberanía.
Esto no es tan importante a corto plazo. En ese lapso (próximos 4-5
años), y bajo la normativa vigente, seguiremos exportando a Estados
Unidos sin que puedan anticiparse graves convulsiones políticas que
pongan en riesgo tal posibilidad. El asunto adquiere mayor relevancia en
períodos más largos, cuando los grandes poderes económicos
estadounidenses intenten recomponer posiciones y vuelvan a la carga en
busca de presionar para que Costa Rica sea sometida a “disciplinas”
similares a las de este TLC.
La estrategia alternativa es clara, al menos en sus líneas
fundamentales.
Primero, y desde un imperativo pragmático, no ideológico,
diversificar relaciones y formas de cooperación con todo posible socio
disponible, y hacerlo con base en criterios de desarrollo que recojan e
interpreten correctamente los grandes intereses de nuestro pueblo (con
lo cual excluimos toda posibilidad de volver a firmar ningún acuerdo
similar a este TLC o los anteriormente aprobados). Se trata, pues, de
tener muchos destinos para nuestras exportaciones y muchos oferentes
para nuestras importaciones, sin que ese comercio se convierta en factor
que retarde y desequilibre nuestro propio desarrollo.
Segundo, y desde un criterio político que integre consideraciones
económicas y sociales, ampliar relaciones sobre bases de cooperación y
en perspectiva estratégica con posibles socios –países u organizaciones
regionales-que estén en capacidad de desarrollar relaciones paritarias y
respetuosas y constituir puntos de apoyo para nuestros esfuerzos
negociadores con Estados Unidos u otras potencias económicas, así como
en foros regionales o multilaterales.
Aquí hay varios niveles a considerar – el
centroamericano en primera instancia y el latinoamericano como el
segundo - así como distintas alternativas a explorar: MERCOSUR, ALBA y
países andinos son los que sitúan en nuestro entorno más cercano.
4. Conclusiones
A corto plazo –próximos tres o cuatro años-razonablemente no es
posible creer que exista ningún riesgo que amenace nuestras relaciones
económicas con Estados Unidos, en caso de no aprobarse el TLC.
Ese riesgo aparecerá y se irá fortaleciendo con el tiempo, conformen se
reorganicen y contraataquen los poderes transnacionales corporativos
(cuya influencia se ha atenuado un poco a raíz del derrumbe de Bush y el
Partido Republicano). Renacerán entonces las presiones para imponer a
Costa Rica las mismas condiciones altamente onerosas que ya hoy rigen en
los otros países centroamericanos.
Para enfrentar tales presiones y, más importante aún, para construir
nuevas formas de relación –que en verdad promuevan el desarrollo sin
destruir la soberanía ni hipotecar el futuro-hemos asimismo de
diversificar relaciones y construir alianzas renovadas y nuevas formas
de coordinación y cooperación.
II Parte
¿Disminuirá la inversión extranjera
en caso de no aprobarse el TLC?
Esto es algo que los promotores del TLC repiten
hasta el cansancio: sin TLC Costa Rica no será un destino confiable para la
inversión extranjera y, por lo tanto, ésta disminuirá con lo que, de paso,
habrá menos puestos de trabajo para los y las costarricenses.
Al igual que la aseveración de que sin TLC se
nos dificultará el acceso de nuestras exportaciones a Estados Unidos,
también en este caso se hace referencia a un futuro hipotético.
Es decir, expresa una conclusión teórica que
deriva de ciertos supuestos previamente definidos.
1. ¿Disminuirá la inversión extranjera
sin TLC?
Veamos cuáles son los supuestos o hipótesis en que esta idea se
apoya:
-
El TLC es un requisito fundamental
que el capital extranjero demanda a fin de instalarse en un país
como Costa Rica
-
Ningún otro factor podría tener
significación suficiente como para compensar la no vigencia de
ese tratado
El primero de estos supuestos, por lo
general se expresa de forma más o menos explícita. El segundo, en
cambio, usualmente permanece oculto.
Nótese un detalle: de ser correctos estos supuestos, la incertidumbre
que durante más de tres años ha prevalecido en nuestro país en relación
con la ratificación de este tratado, debió necesariamente haber tenido
un efecto visible y verificable en la forma de una disminución
significativa de la inversión extranjera recibida. Esta es una
conclusión que resulta inevitable a partir de aquellos supuestos.
A fin de desnudar la falacia subyacente a este planteamiento, repasemos
dos datos (no simples supuestos teóricos) perfectamente obvios:
-
Costa Rica no tiene TLC con Estados
Unidos y, a decir verdad, como acabo de hacer mención, llevamos
ya tres años y medio dudando seriamente acerca de si nos
conviene o no ratificar el que fue negociado.
-
En esos tres años, la inversión
extranjera ha experimentado una verdadera explosión. Los datos
del cuadro número 1 ratifican lo que se indica en el punto 2:
-
Nótese un detalle especialmente revelador:
durante 2004, 2005 y 2006 -de intenso debate y amplísima oposición
ciudadana contra el TLC-la inversión extranjera aumentó en 145%
(respecto de 2003) y casi duplicó el porcentaje que representa respecto
del Producto Interno Bruto (PIB) de Costa Rica (de 3,3% en 2003 a 6,4%
en 2006).
De ser cierto que el tratado es necesario para estimular la
llegada de esa inversión, y en vista de la incertidumbre prevaleciente
sobre su ratificación, más bien debió registrarse una disminución.
Quizá, incluso, una fuerte disminución. Jamás un aumento.
Entre tanto, en El Salvador, y para el año 2006, la inversión extranjera
directa disminuyó respecto de 2005 en un -23% hasta US$ 397 millones.
Esto representaba apenas algo más del 2% del respectivo PIB. Tan solo
recordemos que ése fue un año de plena vigencia del tratado en ese país
centroamericano. Veamos otros casos donde también éste entró a regir.
En 2006 Guatemala recibió inversión extranjera por un monto de US $ 325
millones, que representó menos del 1% de su PIB. Para el caso de
Honduras, el monto respectivo fue de US$ 300 millones, un 2,7% del PIB.
El caso de Nicaragua es, si cabe tan solo decirlo, algo más favorable.
Porque en 2006 la inversión extranjera
alcanzó su nivel más alto desde 1999: US$ 290 millones (5,4% del PIB).
Pero tratándose de un país que ha sido empujado a los niveles de
desarrollo más bajos, esto no es sorprendente. Se trata de uno de esos
casos donde caer más resulta casi imposible por lo que, de forma
prácticamente automática, se hace preciso rebotar (todos los datos
indicados son de la CEPAL).
La comparación entre Costa Rica y los demás países centroamericanos es
elocuente: sin TLC nuestro país recibe mucha mayor cantidad de inversión
extranjera ¿A qué se debe tal cosa?
2. ¿Por qué la inversión extranjera fluye masivamente hacia Costa
Rica?
En general, incluso los economistas ortodoxos admiten que un tratado
comercial no es, en ningún caso, una condición que influya
significativamente en la atracción de inversiones extranjeras. Diversos
estudios así lo ratifican. Los datos del 2006 para Costa Rica, por
comparación con los demás países centroamericanos –nosotros sin y ellos
con TLC-son una evidencia coherente con esas conclusiones.
Es obvio que este TLC concede privilegios absolutamente abusivos a los
inversores extranjeros. En virtud de su enorme poder, quienes mejor
sacan provecho de ello son las grandes corporaciones transnacionales. No
obstante lo anterior, un acuerdo de este tipo sigue siendo un estímulo
muy débil cuando otras condiciones no están presentes.
Cuáles son esos factores detrás de la afluencia de la inversión
extranjera a un país es cosa sobre la que no hay pleno acuerdo. Para
mencionar un ejemplo, citemos al prestigioso economista estadounidense
Paul Krugman (2002), quien identifica cinco factores: las
ventajas comparativas de cada localización, la geografía económica, los
costos de comercio, la transferencia de tecnología y el tamaño de los
mercados.
No entremos en mayores detalles sobre el
particular y tan solo enfaticemos lo que aquí resulta más relevante:
Krugman nos está diciendo que las corrientes de inversión extranjera
hacia un determinado país están influidos por factores diversos y
complejos. En ese contexto, un TLC resulta, en el mejor de los casos,
una influencia de magnitud despreciable.
Otros estudios muestran que la imposición de un régimen de simple y
directa liberalización de la inversión extranjera –como el que impone el
TLC-puede dar resultados realmente pobres (es el caso de América Latina
durante los noventas), mientras que la aplicación de políticas que
establecen criterios selectivos y discriminadores rinde frutos bastante
más provechosos (el caso de países asiáticos). (véase, por ejemplo,
Agosin y Mayer 2000). Recordemos que el TLC prohíbe expresamente la
aplicación de ese tipo de políticas selectivas.
Mencionaré que, en todo caso, las condiciones internas de un país
necesariamente interactúan con factores de orden internacional -incluso
mundial-a la hora de determinar la magnitud de los flujos de inversión
que se reciben. Estos últimos años se han caracterizado por una
sobreabundancia de capitales a escala global y, a la vez, por un
ambiente de enfebrecida especulación, una gran parte de la cual se ha
dirigido hacia el sector inmobiliario.
Sin abundar en detalles al respecto, sí es
preciso reconocer que esto ha tenido también su influencia. Mucho del
aumento que registra la inversión extranjera que Costa Rica recibe,
responde a esas evoluciones de alcance planetario.
No por casualidad
acontece que nuestro país, como muchos otros alrededor del planeta, ha
registrado un espectacular auge inmobiliario y que éste (tal cual
veremos en la parte tercera de este trabajo) ha estado alimentado por
flujos de inversión extranjera sumamente dinámicos. Pero es obvio que
esas mismas tendencias de la economía mundial inciden también en los
otros países centroamericanos.
Nosotros, sin embargo, permanecemos, con
mucha diferencia, como el destino favorito. Y sin TLC, por cierto. Sin
duda, ello se debe a que nuestras condiciones nacionales son mejores.
3. Conclusiones
A la luz de lo que he analizado, razonablemente podemos llegar a la
siguiente conclusión:
Costa Rica ha logrado atraer montos muy
significativos de inversión extranjera sin necesidad de quedar
sujeta a este TLC con Estados Unidos, y gracias a que es un país que
ofrece ciertas condiciones propicias, en su totalidad gestadas en
los tiempos previos a la dictadura neoliberal de los últimos veinte
años.
Entre esas condiciones destacan las
siguientes: estabilidad social y política; prestigio y respeto como país
pacifista; un sistema de derecho relativamente confiable; el nivel
educativo de nuestros trabajadores y trabajadoras y su buena condición
de salud; nuestra ubicación geográfica; el nivel de desarrollo
institucional y de la infraestructura pública.
Por lo tanto, y si de atraer inversión extranjera se trata, este TLC
resulta por completo prescindible.
Mas, en todo caso, queda la pregunta: ¿realmente es tan necesaria y
beneficiosa la inversión extranjera? Es decir, y entre otras cosas,
¿realmente trae consigo la cantidad de empleos que se le atribuyen?
Tomemos en cuenta que esas empresas extranjeras sacan delicioso provecho
de las buenas condiciones que nuestro país les ofrece. Entre tanto, las
políticas neoliberales en aplicación se despreocupan de garantizar que
dejen algo en retribución por lo mucho que reciben.
Analizaré este
aspecto en el tercer artículo.
III Parte
¿En verdad la inversión extranjera genera
empleos abundantes?
La historia es bien conocida y se bifurca en dos partes:
1) sin TLC no habrá inversión
extranjera y
2) sin inversión extranjera no
habrán empleos.
Vimos en la segunda parte que la primera de
estas afirmaciones es falsa. Vamos con la segunda, pues.
1. El auge económico de los últimos años
Los últimos años –justo en coincidencia con el debate nacional en
relación con el TLC- han sido de considerable crecimiento económico. La
economía nacional, a juzgar por los datos oficiales, ha pasado por una
etapa de bonanza.
Veíamos en la segunda parte cuán acelerado ha sido el crecimiento en los
flujos de inversión extranjera recibidos por el país durante ese
período. Recordemos dos datos que lo ilustran de forma muy clara: en ese
trienio –y por comparación con los datos de 2003-la inversión extranjera
creció en total un 145% con lo que, además, como proporción del Producto
Interno Bruto (PIB) pasó de 3,3% (2003) a 6,4% (2006). Impresionante,
sin duda. Y sin TLC, como ya vimos. Tan solo ampliemos el análisis para
decir que esa es una tendencia presente durante todo el quinquenio
2001-2006.
Al mismo tiempo, tanto las exportaciones (FOB) como el PIB han crecido
de forma muy notable. En el período 2001-2006 las primeras aumentaron,
en promedio, un 10,8% anual. El dato respectivo es de 5,5% para el PIB.
En el trienio más reciente (2004-2006) las tasas de crecimiento promedio
anual fueron, respectivamente, de 10,4% y 6,0%. Habrá que reiterarlo:
son cifras notables.
Seguramente hay una vinculación significativa entre el crecimiento de
las inversiones extranjeras, el de las exportaciones y el del PIB. Una
parte considerable de las inversiones extranjeras se destinan a la
agricultura y agroindustria pero, sobre todo, al turismo y la industria.
Seguramente esas inversiones quedan insertas en actividades de
exportaciones y generación de divisas. Sin embargo, en los últimos años
creció mucho la inversión destinada a servicios financieros (banca) y
sector inmobiliario (construcción).
La primera se multiplicó por más de 14 veces
entre 2004 y 2006 y la segunda lo hizo por cerca de 17 veces entre 2002
y 2006. En estos dos casos (banca e inmobiliario) no se generan
exportaciones, pero su auge seguramente ha contribuido a elevar los
índices de crecimiento del PIB. Quizá en otra ocasión podamos analizar
con un poquito más de detenimiento que es lo que este auge financiero e
inmobiliario podría significar. De momento, tan solo hago mención de los
datos respectivos.
Así pues, muy bueno parece ser el desempeño de la economía. Parece,
subrayo. Para alguna gente, que ve la superficie del río pero no lo que
éste arrastra, datos como los indicados son razón suficiente para el
júbilo. Pero la verdad es que la economía carece de toda justificación
como no sea el satisfacer las necesidades de la gente. Crecer mucho no
es razón suficiente para elogiar el desempeño de un sistema económico.
No si ese crecimiento destruye el medio ambiente y se logra a costa de
la calidad de vida de mucha gente. Ese es el caso de la Costa Rica
actual.
Me concentraré en lo segundo –lo que este
crecimiento ha significado para las personas de carne y
hueso-enfocándome especialmente en el tema del empleo.
2. ¿Y el empleo? Malito, muy malito
Oficialmente las cosas han mejorado. Esa tesis se basa en el hecho
de que la tasa de desempleo abierto, que sigue siendo alta, en todo caso
bajó al 6,0% en 2006 cuando en los tres años previos estuvo en el rango
6,5%-6,7%. Pero si usted se preocupa por escudriñar los datos
disponibles con un poco más de atención, se dará cuenta que la cosa se
ha deteriorado, en vez de mejorar.
El cuadro siguiente resume la información
que permite demostrarlo.
Resumamos brevemente los aspectos más
relevantes de la información contenida en el anterior cuadro.
-
En el quinquenio considerado (de julio
2001 a julio 2006) se crearon, en total, 277.004 nuevos puestos de
trabajo, es decir, un promedio de 55.400,8 por año;
-
En el mismo período, el número de
personas ocupadas en situación clasificada como de subempleo,
aumentó en 150.926, o sea, y en promedio, 30.185,2 por año.
Recordemos que una persona subempleada está afrontando una situación
laboral anómala, bien porque su ingreso es muy bajo relativamente al
número de horas que trabaja, bien porque trabaja muy pocas horas
para garantizarse un salario o ingreso apropiado. Se trata, en
resumen, de trabajos de poca calidad relativa.
-
Como consecuencia de los datos
mencionados, el porcentaje de personas ocupadas en situación de
subempleo ha aumentado muy significativamente: en 2001 era el 21,8%
(22,7% en 2002) y salta hasta el 26,8% en 2006. Esto significa que,
en promedio, más de uno de cada cuatro costarricenses que trabajan,
lo hacen en una situación anómala, la del subempleo y, en
consecuencia, en trabajos de mala calidad relativa. En números
absolutos, ello significa pasar de 339.262 personas (2001) a 490.188
personas (2006) ¿Dije que el crecimiento de la economía era
impresionante? Mucho, pero mucho más lo es el de las personas
subempleadas.
-
Si sumamos personas subempleadas más
personas declaradas desempleadas –es decir, el total de personas
cuya situación laboral es anómala-y lo comparamos con el total de la
fuerza de trabajo, o sea, el total de las personas en edad y
condiciones y con disposición para trabajar, se observa un
movimiento ascendente: de 26,6% en 2001 (27,7% en 2002) hasta 31,2%
en 2006. En números absolutos, ello implica pasar de 439.659
personas desempleadas y subempleadas (en 2001) a 606.215 personas
(en 2006).
-
La cosa, entonces, comienza a adquirir
visos de catástrofe: prácticamente la tercera parte de los
trabajadores y trabajadoras costarricenses están en una situación
laboral anómala, bien en la forma de desempleo abierto, bien en la
de subempleo.
-
Retornemos ahora a los datos en relación
con el número de nuevos puestos de trabajo creados y relacionémoslos
con el aumento en la cantidad de personas trabajadoras subempleadas.
Se crearon 277.004 puestos de trabajo en este quinquenio, de los
cuales 150.926 han sido en situación de subempleo. O sea, y en
breve, el 55% de los puestos de trabajo que se crean son de baja
calidad y responden a situaciones de subempleo.
¿Catastrófico dije? Lo es, efectivamente.
3. Pero, y entonces, ¿no que la inversión extranjera crea muchos
empleos?
No hace falta saber mucho de economía para captar la gravísima
contradicción en que el neoliberalismo tiene atrapado a nuestro país.
Véase qué claro: las inversiones extranjeras crecen espectacularmente
así como las exportaciones.
Otro tanto acontece con la producción
nacional medida por el PIB. Y, sin embargo, escasean grave, pero muy
gravemente, los empleos de calidad. Seiscientos y resto de mil
trabajadores y trabajadoras costarricenses que, a julio de 2006, estaban
desempleados o subempleados, constituyen mucho, pero mucho más que una
fría estadística. He ahí un drama social y humano que envilece y
maltrata.
Sobre todo debe quedar clara una cosa: la inversión que nos llega por
parte de las corporaciones transnacionales –en especial las de alta
tecnología-aporta una proporción sustancial de las exportaciones pero
una cuota absolutamente despreciable del empleo.
Y, en contrapartida, su
emplazamiento en Costa Rica implica grandes costos, en términos de los
privilegios fiscales y el apoyo institucional que se les concede, así
como de la infraestructura pública con que se les provee.
4. Las transnacionales en Costa Rica: un mundo aparte y una enorme
mentira
Según un documento presentado en julio de 2006 por la Asociación de
Empresas de Zona Franca de Costa Rica (AZOFRAS, 2006) ante la Comisión
de Asuntos Internacionales de la Asamblea Legislativa, en 2005 esas
empresas generaban alrededor de treinta y nueve mil (39.000) puestos de
trabajo.
Por otra parte, y según datos del Banco Central, en ese mismo año las
exportaciones procedentes de esas empresas de zona franca representaron
el 52% del total respectivo (US$ 3,7 miles de millones) ¿De cuáles
empresas hablamos cuando decimos zonas francas? Según la lista que se
ofrece en el sitio Web de AZOFRAS (www.azofras.com) las cinco
principales son Intel, Abbott Laboratories, Remecinc S.A., Baxter
Productos Médicos, Ltda., Coca-Cola Industrias, S.A.
Otras que aparecen entre las principales son
las farmacéuticas Pfizer Zona Franca S.A y Roche Servicios S.A. Estamos
hablando –como es obvio-de ilustres corporaciones transnacionales. Bien
podemos decir que es inversión extranjera del más rancio abolengo.
Otro documento disponible en Internet, pero cuya procedencia es, en este
caso, el Ministerio de Comercio Exterior de Costa Rica (COMEX), permite
estimar que, a enero de 2006, el empleo total en el sector exportador
rondaba las 228.000 personas (Véase COMEX 2006).
Por simplicidad, limitémonos a manejar números redondos. Según los datos
de ASOFRAS, 40.000 trabajadores y trabajadoras de zona franca son
suficientes para dar lugar al 52% de las exportaciones (las que se
originan en empresas trasnacionales ubicadas en zona franca). El
restante 48% de las exportaciones -a juzgar por los datos de COMEX-dan
lugar a cerca de 190.000 puestos de trabajo para un empleo total de unas
230.000 personas en el sector exportador.
Nótese un dato importante: esos 230.000 puestos de trabajo son el empleo
directo generado por las exportaciones, el cual tan solo representa algo
así como un escuálido 12,5% del empleo total. Por exclusión, esto
significa que el 87,5% del empleo directo proviene de empresas que no
son exportadoras.
El empleo indirecto estimulado por las
exportaciones es otra historia, con su dosis de mentira deliberadamente
inducida por la propaganda oficial. Por limitación de espacio y tiempo,
es asunto al que, de momento, tan solo dedicaré un análisis muy somero,
pero no sin hacer mención de un detalle importantísimo: resulta
sintomático que quienes tanto exaltan el empleo indirecto de las
exportaciones no digan nada de la mucho mayor capacidad de generación de
empleos indirectos por parte de actividades orientadas al mercado
interno.
En general, cada taller, cada parcela de un campesino, cada artesanía,
cada restaurante o bazar o carnicería o pequeño hotel, desarrolla
profundos y diversificados ligámenes con el resto de la economía.
Relativamente a su tamaño contrata un significativo número de
trabajadores, pero, además, compran materias primas de procedencia
nacional, pagan servicios públicos e impuestos, además de que, en
general, no envían hacia el exterior las pequeñas ganancias que
obtienen.
Por lo tanto, su capacidad para generar
empleos indirectos es mucho mayor que la de esas corporaciones
trasnacionales. Lo paradójico es que estas merecen de las políticas
públicas una atención de las que aquellas esas empresas nacionales
carecen. Para este sector de base nacional que produce para el mercado
interno, la estrategia neoliberal tan solo ha implicado un largo
castigo.
Baste preguntar: ¿Cuántos empleos indirectos
se podrían generar si este sector recibiera una atención cuanto menos
comparable a la que se prodiga a las inversiones extranjeras? ¿Cuántos
empleos indirectos se pierden cada año por causa de la posposición
relativa de que es víctima?
Volvamos adonde estábamos y observemos algo muy interesante: esos 40.000
puestos de trabajo que aportan las transnacionales de zona franca
¡constituyen poquito más del 2% del total del empleo en Costa Rica en el
año 2006!
En todo el sector exportador –el de zona franca y el que no lo es-hay
presencia de inversores extranjeros. Pero en las zonas francas el peso
de estos últimos es mayor y, en especial, es ahí donde preferentemente
se instalan las grandes corporaciones transnacionales de alta
tecnología, que constituyen objetivo preferencial de las políticas de
atracción de inversiones3.
3 En La
Nación del 6 de Junio de 2007, Sergio Navas (presentado por el periódico
como experto en la materia) afirma que, en promedio, las zonas francas
fueron receptoras del 42% de las inversiones extranjeras directas
recibidas por Costa Rica en el período 2000-2005. De ser esto correcto,
flujos de inversión extranjera directa por un monto de ¡nada menos que
US$ 1.580 millones! fueron captados por las zonas francas en esos seis
años. Y nótese que paradoja tan lamentable: esos enormes montos de
inversión destinados a un sector que tan solo sostiene algo así como
unos 40.000 puestos de trabajo (2% del empleo total) ¿A quién pretenden
engañar cuando afirman que de esa forma se resuelven o podrán resolverse
los problemas del empleo?
Y estas políticas, perdón por la
reiteración, se concretan en la práctica mediante la aplicación de
sustanciales recursos públicos aportados por el pueblo de Costa Rica.
Recursos públicos cuya finalidad prioritaria es, por lo tanto, complacer
las “peticiones” que esos inversores transnacionales formulan como
condición para venir a Costa Rica.
Por su parte, y como resulta obvio a partir de los datos examinados,
tales transnacionales tan solo aportan un número reducidísimo de puestos
de trabajo (cosa que, aunque algo atenuada, también es válida para el
sector exportador en general). Cierto que pagan muy bien (según AZOFRAS
pagan salarios que, en promedio, duplican el salario mínimo), pero con
ello tan solo estamos repitiendo lo que ya sabíamos: quienes trabajan
para estas grandes empresas transnacionales constituyen algo así como el
segmento aristocrático de la clase trabajadora costarricense. Son
poquitos y privilegiados.
¿Cómo podrían interpretar estos datos los más de 600 mil hombres y
mujeres costarricenses de nuestra clase trabajadora que están en
situación de desempleo o subempleo?
Para estos compatriotas el cuento
acerca de la inversión extranjera y las exportaciones que generan empleo
constituye tan solo una burla cruel y descarnada.
5. Conclusiones
-
En los últimos años el país ha
registrado un alto crecimiento de los flujos de inversión
extranjera, las exportaciones y el PIB
-
Al mismo tiempo, y en contradicción con
lo anterior, se ha dado lugar a un proceso sostenido de deterioro en
las condiciones del empleo, al punto que una de cada tres personas
trabajadoras está desempleada o subempleada. Ello significa que más
de 600.000 compatriotas –que forman parte de nuestra fuerza de
trabajo-están en una situación laboral anómala. Mucho más que una
estadística, tal cosa constituye un drama humano y social muy
doloroso.
-
Se hace así manifiesto que el modelo
neoliberal de fomento exportador y atracción de inversiones –en
especial inversiones por parte de transnacionales de alta tecnología
genera exclusión y, en particular, produce una peligrosa
segmentación dentro de la propia clase trabajadora costarricense:
provee empleo en condiciones privilegiadas para un grupo reducido y
condena al desamparo a muchísimos más.
-
Un detalle adicional queda en claro:
bajo este esquema neoliberal de políticas, ni la inversión
extranjera ni las exportaciones aportan una solución efectiva a los
gravísimos problemas de empleo que vive Costa Rica. Absolutamente
nada –como no sea la más irresponsable ligereza-permite afirmar que
el TLC pueda cambiar tal situación, cuando en realidad tan solo
viene a consolidar este curso de políticas y, respectivamente, esta
desequilibrada estrategia de desarrollo.
Así pues, está claro que la estrategia
neoliberal está atrapada en sus propios mecates, cosa que no sería tan
grave de no ser porque también nos tiene agarrados a todos los demás
¿Será posible salir de la trampa?
Al respecto ofrezco una breve
reflexión en la cuarta y última parte de este trabajo.
IV Parte
¿Es posible salir de la trampa neoliberal?
Estamos efectivamente entrampados. Y no es
difícil entender cómo y en qué sentido, según se desprende del análisis
desarrollado en los tres artículos previos.
Explicado brevemente, se trata de lo siguiente:
-
La estrategia neoliberal –promotora
irrestricta del TLC-enfatiza unilateral y casi obsesivamente las
exportaciones y la atracción de inversiones por parte de grandes
corporaciones transnacionales. Ambas cosas están obviamente
vinculadas ya que estas transnacionales efectivamente aportan una
parte sustancial de aquellas exportaciones.
-
Pero estas transnacionales –y
especialmente las de alta tecnología-tan solo crean una cantidad muy
reducida de empleos. Este es un problema que, aunque parcialmente
atenuado, comparte el sector exportador en general.
-
La atracción de tales inversiones
transnacionales constituye objetivo prioritario de las políticas
públicas. Ello implica dos cosas: destinar ingentes recursos
públicos a fin de satisfacer las condiciones que esas empresas
demandan y, además, restar atención y recursos que apoyen el
desarrollo de otros sectores de la economía que, a diferencia de
tales empresas extranjeras, sí tiene capacidad para generar muchos
empleos (directos e indirectos).
En breve: grandes privilegios a favor de
empresas extranjeras que generan muchas exportaciones pero poquísimos
empleos y abandono relativo de las empresas nacionales que sí podrían crear
muchos puestos de trabajo.
Otros factores inherentes a este “modelo
neoliberal” complican ese cuadro tan problemático, en especial su sesgo
especulativo, consumista y despilfarrador que constituye una pesada hipoteca
sobre nuestro desarrollo futuro. En virtud del énfasis analítico de este
artículo, y por razones de espacio, aquí tan solo menciono, sin analizar,
esas otras características del “modelo”.
Paso a una pregunta importante.
1. ¿Podría esta estrategia auto-enmendar
sus problemas mediante un aumento adicional en los flujos de inversión
que el país recibe?
Para entender la relevancia de esta pregunta, basta recordar lo que,
sin cansancio posible, repiten los promotores del TLC: al aprobarse
éste, aumentará la inversión extranjera. Hemos visto en el segundo
artículo que esta afirmación es falaz. Pero su insistencia
indirectamente nos está diciendo que ellos parecen creen que mayores
flujos de inversión extranjera podría ser una manera de corregir los
graves desequilibrios que su “modelo” arrastra.
Y, de hecho, esa es la solución que se le
propone al pueblo de Costa Rica cuando se insiste en que la generación
de empleos depende de la atracción de inversiones extranjeras que el TLC
presuntamente promovería. Si, ya lo dije, eso es mentira, pero aún así
queda pendiente la pregunta ¿Es que realmente nuestro país podría
incrementar sustancialmente la inversión extranjera por encima de los
niveles que hemos registrado en estos últimos años?
No, no lo es. Examinemos brevemente el por qué. Los enormes flujos de
inversión extranjera que el país ha recibido en los últimos años, han
repercutido en un aumento extraordinario de las reservas monetarias
internacionales netas en poder del Banco Central.
No solo acontece que éstas han llegado a los
niveles más altos en toda su historia si no que, además, en pocos años
han crecido de forma explosiva: pasaron de US$ 1.318 millones en 2000, a
US$ 1.500 millones en 2002, US$ 1.922 en 2004 y hasta US$ 3.115 en 2006.
Esto significa que en el período 2000-2006 el monto de estas reservas se
multiplicó por 2,36 veces. Tan solo entre 2004 y 2006 –que, como vimos,
son años donde la inversión extranjera literalmente estalla- aumentaron
un 62%.
Superficialmente se podría considerar que esto es “bueno”. En realidad
es una situación que ha generado notables problemas al Banco Central e,
indirectamente, al sector exportador, que solía ser el consentido de las
políticas neoliberales. Sin duda, la decisión de pasar a las bandas
cambiarias en sustitución del viejo sistema de mini-devaluaciones, se
hizo tratando de aprovechar esta coyuntura de sobreabundancia de dólares
y haciéndole bonito a la banca y las finanzas a cuyo favor se ha querido
abrir un nuevo frente para el negocio especulativo.
Pero, en la práctica, esta ha sido una salida tramposa: para que el
valor del dólar no se derrumbe el Banco Central ha debido comprar
enormes cantidades de divisas. De ahí el enorme aumento de sus reservas.
Tan solo indiquemos que en un período de algo más de cuatro meses –entre
mediados de octubre de 2006 y fines marzo de 2007-el Central debió
comprar divisas por un monto de US$ 931 millones.
¿Por qué se hace tal cosa?
Porque de otra forma, y en vista de la
sobreabundancia de dólares, el colón aumentaría su valor con lo que de
forma directa se perjudicaría la rentabilidad de las empresas
exportadoras. En todo caso, el solo hecho de que el tipo de cambio se
mantenga “pegado al piso” (alrededor de 516-520 colones por dólar) ya es
perjudicial para las exportaciones, en vista de que la inflación es muy
superior a la posible devaluación que el Banco Central pueda forzar
mediante su intervención masiva.
¿Qué implica esto para el Banco Central?
Que sigue en las redes del absurdo jueguito
en que viene atrapado desde hace muchos años: su objetivo es reducir la
cantidad de dinero en la economía supuestamente con el fin de
estabilizar los precios, pero el dinero que retira por un lado
(generalmente mediante la colocación de bonos) lo vuelve a inyectar por
otro (en este caso, mediante la compra de dólares).
Más que paradójico,
esto resulta verdaderamente ridículo. Y, por lo demás, reitera lo que ya
sabíamos: la perfecta inutilidad de la política monetaria de un Banco
Central que hoy como ayer, por ya 23 años, sigue siendo dirigido bajo
una estrecha óptica ideológica neoliberal.
En resumen: olvídense de que Costa Rica puede aumentar mucho más los
flujos de inversión que podamos recibir. Los niveles alcanzados en estos
años constituyen un techo que difícilmente podría superarse sin que, en
el proceso, la economía pueda verse arrastrada en desequilibrios muy
peligrosos. De hecho, está por verse si la actual sobreabundancia de
dólares no es causa suficiente que pudiera ocasionar el que, en no mucho
tiempo a partir de ahora (1 o 2 años), surjan problemas más graves que
los que hasta el momento se han tenido.
Resumo.
Punto uno, con el TLC no se va a lograr
aumentar la inversión extranjera.
Punto dos, aún si tal cosa ocurriese,
ello acarrearía consecuencias muy negativas: entre otras cosas,
elevar hasta las nubes las pérdidas del Banco Central y, lo que es
peor, arruinar a los exportadores. Arruinarlos, y no porque se
rechace el TLC sino por la sobreabundancia de inversión extranjera.
Mala noticia: no será por esta vía como
puedan arreglar las enormes falencias de su modelo.
2. ¿Cómo salir de la trampa?
Efectivamente, el neoliberalismo está atrampado en sus propias redes
y sin respuestas frente a su bancarrota. Quizá ésa sea una buena razón
detrás de su obsesión por el TLC: cuando ya no queda mucho por hacer,
permitir que los desequilibrios exploten y huir del barco subastándolo
de previo, podría constituir para esos grupos sociales una salida, no
airosa ni digna, pero sí muy rentable.
Desde la óptica de quienes nos oponemos al TLC y queremos otras vías
para el desarrollo de Costa Rica, ¿qué podríamos proponer como posibles
salidas?
Pensando básicamente en el problema del
empleo, sugeriré aquí algunos lineamientos generales que, de momento,
apenas dejaré esbozados.
-
Redefinir las prioridades y lineamientos
de las políticas sobre inversión extranjera: en vez de conceder
privilegios irrestrictos y casi ilimitados, definir elementales
bases de negociación que garanticen ciertos beneficios sociales y
económicos que cuanto menos retribuyan parcialmente las buenas
condiciones políticas, económicas, culturales, ambientales,
institucionales, educativas e infraestructurales que el país provee.
Tales beneficios a nuestro favor
deberían incluir la generación de una cuantía significativa de
empleos, transferencia activa de tecnologías y uso de materias
primas y bienes intermedios nacionales. Esto último incrementaría la
capacidad de generación indirecta de empleos. También deberían
revisarse los actuales privilegios tributarios.
Desde luego, y como
ha de ser obvio, el país requiere fortalecerse para entablar este
tipo de negociación con el capital extranjero, para lo cual es
preciso solidificar alianzas y formas de cooperación a nivel
internacional (véase la primera parte).
-
Establecer un nuevo balance en las
prioridades de las políticas públicas de desarrollo a fin de
promover el desarrollo de las empresas cooperativas, asociativas y
de propiedad social, así como de aquellas de capital nacional, en
especial las pequeñas.
Promover, pues, su modernización en lo
tecnológico, gerencial y administrativo y en el desarrollo de sus
capacidades de innovación. Convertirlas, así, en núcleos dinámicos
de generación de empleos y transformación y avance económico con
distribución equitativa de sus frutos, en integración respetuosa con
la naturaleza y ejercicio activo de una actitud socialmente
responsable.
-
Promover el turismo que se integra
respetuosamente con la naturaleza e interactúa a profundidad con el
entorno social. No más los grandes hoteles-enclave de propiedad
extranjera, ambientalmente destructivos y desvinculados de las
realidades socio-económico nacionales y las de su entorno comunal y
regional más inmediato.
Es innegable que el crecimiento turístico
depredador que venimos padeciendo tiene consecuencias prácticamente
irreversibles, pero, como mínimo, es preciso frenarlo en el punto
hasta donde ha llegado, para reiniciar el rediseño y reorientación
del conjunto de la política sobre turismo.
Y, por cierto, pequeñas
hoteles integrados con el entorno socio-económico, que estimulen la
interacción de los turistas con las comunidades y dispersen
equitativamente los ingresos que estos gastan en sus visitas, puede
ser un buen instrumento para la generación de empleos directos e
indirectos.
-
Reorientar a profundidad la racionalidad
que guía el funcionamiento del sistema financiero: extirpar y sanear
su actual sesgo especulativo y convertirlo en instrumento que apoye
formas de desarrollo equilibradas desde el punto de vista social,
regional, económico y ambiental. Que, en efecto, apoye empresas que
crean empleos, producen y mejoran respetando el ambiente y son
social y tributariamente responsables, no las que especulan,
despilfarran y depredan.
-
Definir estrategias para el desarrollo
regionalmente equilibrado: ello al menos en dos niveles: dedicando
especiales esfuerzos a las regiones costeras y fronterizas
deprimidas, así como a las áreas urbanas marginalizadas, que
reclaman esfuerzos muy serios de regeneración y desarrollo. Las
primeras son zonas que expulsan gente hacia las áreas urbanas; las
segundas son incubadoras eficientes de conflicto, violencia y
descomposición.
Un desarrollo rural sano y equilibrado,
como un ambiente urbano saneado y estabilizado, proveen importantes
efectos indirectos que promoverían la organización ciudadana, las
formas de producción colaborativas y el surgimiento de nuevas
pequeñas empresas.
Esas también son condiciones necesarias para
garantizar que las trabajadoras y trabajadores gocen de mejor salud
física y mental, obtengan mejor educación, desarrollen un claro
sentido de su responsabilidad social y ciudadana y que, en fin,
logren mayor productividad.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
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Investment?”, United Nations Conference on Trade and Development
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y/o del eventual rechazo en nuestro país del Tratado de Libre Comercio
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Castro Méndez, Mauricio y Martínez Franzoni,
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Krugman, Paul (2002) Economía internacional:
teoría y política, Madrid, Addison Wesley.
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Wallerstein, Immanuel (2005). Estados Unidos
confronta al mundo. México: Siglo XXI Editores.
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