“La realidad del mundo globalizado consiste
en una sucesión de islotes de prosperidad y riqueza,
que flotan en un océano de pueblos agonizantes”.
“El gladiador se convierte en el héroe actual. Todos los esfuerzos de las
civilizaciones del pasado se dedicaron a domesticar y pacificar los
instintos guerreros, violentos y destructivos de los hombres; a tejer
vínculos de solidaridad, de complementariedad y reciprocidad… Los piratas de
Wall Street y sus mercenarios de la OMC y el
FMI tratan como si fuera algo
del todo despreciable los milenios de pacientes esfuerzos civilizadores… La
felicidad reside a partir de ahora en el disfrute solitario de una riqueza
obtenida aplastando a los demás”.
“En 2002, más de mil millones de hombres, mujeres y niños, deben repartirse
el 1% de la renta mundial”.
“La mundialización no ha mundializado el mundo, sino que lo ha fragmentado”.
“Una frontera formada por un sinfín de torres de observación, alambradas y
zanjas cavadas en zigzag, cubre los 3.200 kilómetros que separan Estados
Unidos y Méjico. Según cifras oficiales publicadas por los Boarder Guards
estadounidenses, 491 personas murieron en la frontera durante el año 2000.
Durante el primer trimestre de 2001, ya habían muerto 116. La mayoría de
refugiados que huyen del hambre se ahogan en las aguas turbulentas del Río
Bravo, mueren de sed en el desierto de Arizona o son abatidos por los
guardias de frontera o los granjeros tejanos”.
“Cada mes, miles de familias de refugiados birmanos, chinos, camboyanos
tropiezan con los nidos de ametralladoras de la policía de fronteras de
Singapur.
Desde las montañas del Kurdistán iraquí, turco o iraní, de los
barrios de chabolas de Minsk, Karachi o Kiev, desde los campos depauperados
y moribundos de Moldavia, cientos de miles de familias intentan cada año
llegar a la prósperas ciudades de Europa occidental.
Algunas, a veces y por
milagro, lo consiguen”.
“De la tierras del África negra, una oleada casi ininterrumpida de mendigos
se encamina hacia el Sahara. ¿Su sueño? Llegar a las costas del Mediterráneo,
luego a Europa.
Muchos mueren al intentar cruzar el estrecho de Gibraltar”.
Ali Bensaad
“Casi 50.000 mendigos intentan todos los años cruzar el desierto del Teneré
con la intención de entrar de forma clandestina bien en Libia, bien en
Argelia. Entre ellos hay hombres de todas las edades, y también mujeres así
como adolescentes.
Salen de Agadez, la antigua capital del norte de Níger a
bordo de camiones que avanzan moviéndose de un lado a otro, y en los que se
hacinan cerca de un centenar de personas.
A estos vehículos se les conoce
como “camiones catedrales” por el arte que es preciso tener para hacinar,
formando una pirámide inestable, el centenar de pasajeros que se amontonan
en su interior.
El camión tarda cuatro días encubrir la distancia de Agadez
a Dirkou, en el extremo septentrional de Níger, avanzando bajo un calor
incandescente, por un paisaje de rocas y arenas en el que no crece ni una
brizna de hierba”.
“Desde Dirkou hasta Tummon, en la frontera Libia, la pista por la que
circula es aún peor.
El camino tarda otros tres o cuatro días en llegar a Tummon, y en esta etapa del viaje la carga humana se halla ya al borde de la
agonía. La otra pista, la que pasa por la localidad minera de Arlit, para
luego bifurcarse hacia el oeste, a Assamaka y la frontera argelina, apenas
es ya practicable. Allí, a ambos lados de la pista, se extienden, en serie,
fosas llenas de cadáveres”.
“El fallo o la avería más insignificante
tiene consecuencias fatales. Las reservas de agua - algunas cantimploras colgadas del camión - se racionan
estrictamente. A fin de ganar el máximo de dinero posible, quien los pasa
reduce tanto como puede la carga de agua, de pan y los equipajes.
Prefiere,
qué duda cabe, hacinar seres humanos previamente tasados”.
“En el mes de mayo de 2001, una caravana
Tuareg descubrió en el norte del
Teneré, un osario con los cadáveres de 141 viajeros, 60 de los cuales eran
de Níger y el resto de Ghana, Nigeria, Camerún, Costa de Marfil. El camión
catedral que los transportaba se hundió en una planicie de sal, y cayó
dentro de un termitero.
En 300 kilómetros a su alrededor no había ni un alma
con vida. ¿Cuánto tiempo duró la agonía de aquella gente? Varios días, sin
duda, pues se hallaron los cuerpos diseminados a cierta distancia de donde
se había desplomado el camión”.
“La mundialización dibuja en la superficie del globo
una suerte de red esquelética que reúne
algunas grandes aglomeraciones entre las cuales
se observa cómo avanzan los desiertos”
“A principios de la estación invernal de 2001 desembarqué en Niamey. Durante
mi estancia, la radio mencionaba, cada semana, un accidente o un drama
acaecido en el desierto. Uno de los temas recurrentes sobre este negocio
eran los precios exorbitantes que cobraban quienes se dedicaban a pasar
gente por las fronteras: 50.000 francos CFA de media, por persona (80 euros).
La pista, sobre todo cuando se salía de Agadez, estaba constelada de
controles, en los cuales soldados y policías cobraban sus pontazgos al
tráfico de los pobres”.
“Las tragedias no frenan en absoluto el éxodo. El hambre y la desesperación
son déspotas despiadados, azotan los cuerpos, exaltan los sueños y les
acaban arrojando a las pistas”.
“He hablado del Teneré, del desierto de
Arizona y de las alambradas de Singapur. Podría hablar también de las
calles de mi ciudad. Varios miles de clandestinos - los “sin papeles” - viven en Ginebra.
Son originarios de Perú,
de Colombia, del Chad, de Brasil, de Kosovo, del Kurdistán, de Iraq, de
Palestina… El gobierno les niega el estatuto de refugiados. La policía les
acosa.
¿QUÉ CRIMEN HAN COMETIDO?
Pueden morirse de hambre en Suiza. Algunos
han llegado a Ginebra con su familia y sus hijos. Otros han venido solos.
Trabajan en la economía sumergida, hasta 14 o 15 horas diarias, e intentan
ganar algo de dinero que les permita ayudar a sus padres, a sus hijos presos
en los barrios de chabolas de Mosul o de Lima.
El temor a ser detenidos y
expulsados, la angustia de no poder ayudar a sus parientes, los atenaza. Los
ginebrinos, que creen vivir en una democracia ejemplar, se cruzan con ellos
sin verles”.
“La mayoría de los seres humanos del Tercer Mundo padecen hoy en día las
agonías del encierro territorial. Sus países se han convertido en su prisión.
Como los siervos en la Edad Media, se hallan inmovilizados por la gleba. No
pueden abandonar su país de origen, por extrema que sea la miseria y el
hambre que padezcan”.
“En el norte de Brasil, existe una expresión con la que se designa a quienes
huyen de la miseria, os flagelados, los abatidos por el látigo, los azotados.
Para los azotados de todo el mundo entero, hoy la huida hacia países donde
la vida parece posible está prohibida”.
“El derecho a la emigración se halla, sin embargo, recogido en la
Declaración Universal de los Derechos Humanos que la práctica totalidad de
países del mundo han proclamado.
La privatización del planeta es para los
pobres un sinónimo de exclusión y de reclusión territorial”.