del Sitio Web RedVoltaire
En 1916, Francia y Gran Bretaña se repartían el Medio Oriente con los acuerdos Sykes-Picot. Casi un siglo después, Estados Unidos y Rusia están discutiendo un nuevo plan de partición
que beneficiaría a ambos países y
pondría fin a la influencia franco-británica en la región.
Ese factor determina el fin de la doctrina Carter - adoptada en 1980 - según la cual la necesidad de garantizar el acceso al petróleo del Golfo era un imperativo de seguridad nacional. Lo mismo sucede con el acuerdo de 1954 en el que Washington se comprometía a proteger a la dinastía gobernante de Arabia Saudita a condición de que esta última garantizara el acceso de Estados Unidos al petróleo de la Península Arábiga.
Así que ha llegado el momento de decretar una retirada masiva que
permitiría trasladar las tropas estadounidenses hacia el Extremo Oriente,
para contrarrestar allí la creciente influencia de China.
Por
otro lado, resultaría conveniente castigar claramente a Tel Aviv por su
escandalosa injerencia en la campaña electoral previa a la elección del
presidente de Estados Unidos, donde el gobierno israelí apostó además en
contra del candidato ganador.
A ese estado de ánimo corresponde la redacción, por parte de Kofi Annan, del Comunicado de Ginebra adoptado el 30 de junio de 2012.
En aquel momento, el objetivo no era otro que hallar una salida a la cuestión Siria. Pero aquel acuerdo fue saboteado de inmediato por varios miembros de la propia administración Obama que filtraron hacia la prensa europea diversos detalles sobre la guerra secreta contra Siria, incluyendo la existencia de una Presidential Executive Order en la que se orientaba a la CIA el despliegue de hombres y mercenarios en el terreno.
Esa sorpresiva maniobra llevó a Kofi Annan a renunciar a sus funciones como mediador.
La Casa Blanca, por su
parte, prefirió mantener un perfil bajo para evitar que las divisiones
existentes en el seno del ejecutivo saliesen a la luz en medio de la campaña
para la reelección de Barack Obama.
Inmediatamente después de su reelección, Barack Obama emprendió la purga.
El primero en caer fue el general David Petraeus, quien había concebido la guerra secreta contra Siria. Después de caer en la trampa sexual que le tendió una agente de la inteligencia militar, el director de la CIA se vio obligado a dimitir.
Posteriormente, una docena de militares de alto rango fueron puestos bajo investigación por sospechas de corrupción.
Entre ellos se encontraban el almirante James G. Stravidis, comandante supremo de la OTAN, y su sucesor designado - el general John R. Allen - así como el comandante de la Missile Defense Agency (o sea, el escudo antimisiles), general Patrick J. O’Reilly.
Para terminar, Susan Rice y
Hillary Clinton
fueron blanco de recios ataques por haber ocultado al Congreso ciertos
elementos sobre la muerte del embajador Chris Stevens, asesinado en Bengazi
por un grupo islamista, probablemente por orden del Mossad.
Comenzó poniendo a John Kerry
a la cabeza del Departamento de Estado. Kerry es partidario declarado de la
colaboración con Moscú en temas de interés común. Es también amigo personal
de Bachar al-Assad.
Es además un nostálgico de la guerra fría, aquella época bendita en que
Washington y Moscú se repartían el mundo sin muchas complicaciones. Junto a
su amigo John Kerry, Chuck Hagel organizó en 2008 un intento de negociación
para tratar de que Israel restituyese a Siria la meseta del Golán.
Este asesino a sangre
fría está convencido de que la primera debilidad de Estados Unidos es haber
creado y desarrollado el yihadismo internacional. Su obsesión es la
eliminación del salafismo y el desmantelamiento de Arabia Saudita, lo cual
aliviaría en definitiva la situación de Rusia en el norte del Cáucaso.
El contenido de esos acuerdos fue revelado al mundo por los
bolcheviques en cuanto llegaron al poder. Y así se mantuvo la situación a lo
largo de un siglo. Lo que la administración Obama tiene ahora en mente es un
rediseño del Medio Oriente para el siglo XXI, bajo la égida de Estados
Unidos y Rusia.
Después de la investidura del presidente, habrá una audiencia en el Senado - el 23 de enero - donde Hillary Clinton será interrogada sobre el misterio del asesinato del embajador de Estados Unidos en Libia.
El 24 de enero,
tendrá lugar en el Senado la audiencia para la confirmación de John Kerry
como secretario de Estado. Inmediatamente después, los 5 miembros
permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU se reunirán en Nueva York
para examinar las proposiciones Lavrov-Burns sobre Siria.
Es posible que Francia
se oponga, pero sin llegar por ello a amenazar con recurrir al veto en
contra de su amo estadounidense.
El presidente Bachar al-Assad se
mantendría en el poder, negociaría rápidamente una Carta Nacional con los
líderes de la oposición no armada seleccionados con la aprobación de Moscú y
Washington y sometería esa Carta al veredicto popular a través de la
realización de un referéndum organizado y realizado bajo la supervisión de
observadores.
Los ministros de Relaciones Exteriores de la OTSC adoptaron después - el 28 de septiembre de 2012 - una posición común sobre el tema y el departamento de la ONU a cargo de las operaciones de paz firmó con la OTSC un protocolo que otorga a esa organización prerrogativas similares a las de la OTAN.
Bajo la denominación
"Fraternidad inviolable", una serie de simulacros militares ONU/OTSC se
desarrollaron en Kazajstán del 8 al 17 de octubre de 2012. Finalmente, un
plan de despliegue de "chapkas azules" se discutió - el 8 de diciembre - en el
Comité Militar de la ONU.
Pero tampoco es posible una negociación de paz con los palestinos, debido a la extrema división que reina entre estos últimos, a menos que Siria se encargue de obligarlos a respetar un acuerdo aceptado por la mayoría.
Por lo tanto, toda negociación debe tener un carácter global, según el modelo de la Conferencia de Madrid (realizada en 1991). Según esa hipótesis, Israel se retiraría lo más posible hacia sus fronteras de 1967 y los territorios palestinos se fusionarían con Jordania para conformar el Estado palestino definitivo, cuyo gobierno estaría en manos de la Hermandad Musulmana, lo cual haría esa solución aceptable para ciertos gobiernos árabes.
Posteriormente, se devolvería a los sirios la
meseta del Golán a cambio de que renunciaran al lago Tiberiades, conforme al
esquema ya estudiado en 1999 durante las negociaciones de Shepherdstown
(1999). Y Siria se convertiría en garante del respeto de los tratados por la
parte jordano-palestina.
Ese país se dividiría en 3 partes y algunas provincias pasarían a formar parte de la federación jordano-palestina o del Irak chiita, conforme a un viejo plan del Pentágono titulado "Taking Saudi out of Arabia", que data del 10 de julio de 2002.
Esa opción permitiría a Washington dejar en manos de Moscú una amplia zona de influencia, sin tener por ello que sacrificar parte de su propia influencia. Es un comportamiento similar al que ya pudo verse en el FMI cuando Washington aceptó aumentar el derecho de voto de los países miembros del grupo BRICS.
Estados Unidos no cedió ni un ápice de su propio poder sino
que obligó a los europeos a renunciar a una parte de sus votos para abrir
espacio a los miembros del BRICS.
Con el posicionamiento
de sus tropas en ese país, Moscú mejoraría su control sobre el mercado del
gas para los próximos años.
Si bien un millón de israelíes tienen también la nacionalidad estadounidense, hay otro millón de israelíes ruso-parlantes.
La presencia de tropas rusas en Siria sería un
elemento disuasivo para evitar que los israelíes cedan a la tentación de
atacar a los árabes y que los árabes ataquen Israel. Así que Estados Unidos
ya no tendría que dedicar sumas astronómicas a la seguridad de la colonia
judía.
Se ignora aún
cuál será la reacción iraní sobre este aspecto del dispositivo, pero Mahmud Ahmadinejad ya se ocupó de hacerle saber a Obama que está dispuesto a hacer
lo que esté en sus manos para ayudarlo a distanciarse de Tel Aviv.
En primer lugar, Francia y Gran Bretaña, que van a perder su influencia. Y después Israel, que perderá su influencia en Estados Unidos y se verá reducido a su justa dimensión de pequeño Estado.
Finalmente Irak, que será desmantelado, y posiblemente Arabia Saudita que
desde hace varias semanas viene haciendo desesperados esfuerzos por
reconciliarse con todas las partes para tratar de escapar al destino que se
le prepara.
En primer lugar, Bachar al-Assad, hasta ayer tratado por los occidentales como un culpable de crímenes contra la humanidad y mañana glorificado como el vencedor de los islamistas.
Y sobre
todo Vladimir Putin, quien - gracias a su tenacidad a lo largo del conflicto
- saca finalmente a Rusia de su "containment", le abre nuevamente las puertas
del Mediterráneo y del Medio Oriente y obtiene el reconocimiento del
predominio ruso sobre el mercado del gas.
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