Los grupos políticos, religiosos o económicos tienen entre sus
objetivos el control de la masa, que es más fácil que el control
del individuo.
La manipulación comienza por una relación
emocional, un estado en el que parece que se comparten ideas
políticas, religiosas o instrumentales, intereses culturales,
económicos, lúdicos o sociales.
En la relación de manipulación
existe una parte activa, el manipulador, y otra pasiva, el
destinatario objeto de la manipulación, la masa. Pero es
indispensable un tercer elemento, que es el medio.
No todos los
ambientes son propicios para ejercer la manipulación y lograr
los objetivos propuestos, por lo que la psicología de masas
tiene en consideración que el individuo es de naturaleza social,
que tiene tendencia a reproducir las acciones del resto del
grupo y es débil ante una idea o situación dominante.
Fue el psicólogo alemán
Kurt Lewin en 1930, a quien se considera
fundador de la psicología social, el que subrayó la importancia
de la sociedad a la que pertenece el individuo. Como describió
el antropólogo, sociólogo y psicólogo social francés Gustave Le Bon, en medio del grupo,
"el Yo es sustituido por el Nosotros".
Sigmund Freud con su obra
Psicología de las masas y análisis del
yo realizó la mayor aportación científica de su tiempo para
comprender el comportamiento del individuo en la masa.
El
filósofo y sociólogo Herbert Marcuse subrayó la importancia de
los medios como máquina fundamental para la manipulación,
subrayando que,
"la función básica de los medios es desarrollar
falsas necesidades de bienes y servicios fabricados por las
corporaciones que convierten al individuo en esclavo del consumo
y la pasividad política".
Por lo tanto, el consumidor puede ser
el objetivo de la manipulación mediante la publicidad y la
propaganda.
El manipulador tiene que tener un gran conocimiento de la
psicología humana y sabe que el individuo actúa motivado por el
honor, el provecho o el derecho.
El ser humano tiene un ego que
se ve resarcido por un nombramiento, una condecoración o un
título o diploma y su actuación está condicionada por ello.
Pero
también el individuo está impulsado en sus acciones por el logro
material, por la obtención de un privilegio, una concesión o un
beneficio económico que, muchas veces, genera deseos ilimitados.
Finalmente, el derecho puede otorgar al individuo un poder que
solamente se alcanza mediante una estructura legal, ya sea de
una asociación deportiva, cultural o política.
Es esta última la
que confiere al individuo un estatus de supremacía sobre la
masa, ya que le permite establecer sus propias reglas para
ejercer el poder.
Por lo tanto, el individuo como componente de
la masa es manipulable más fácilmente, pues pierde su propia
personalidad y se confunde con el número, y ahí el manipulador
ejerce su influencia con más fuerza.
Los medios de comunicación han facilitado la tarea del
manipulador, pues ya no precisa un contacto directo, sino que
genera un mensaje a una multitud de individuos que comparten un
espacio que puede introducirse en sus propios hogares
propiciando la captación de la voluntad de unidades familiares
completas, ya sea a través de la radio, la televisión y, cada
vez menos, la prensa escrita.
Sin embargo, un nuevo aliado del
manipulador ha surgido con las nuevas tecnologías y las redes
sociales, pues le permiten individualizar al destinatario y
aislarse de la eventual discrepancia en un entorno más amplio.
La difusión de noticias falsas no es nueva ya que siempre han
existido los rumores; lo que ha cambiado es la proliferación
masiva, es decir, su transformación en virus por medio de las
modernas tecnologías a través de internet y sus más diversas
herramientas.
Noam Chomsky decía en 1993 que,
"en un estado
totalitario no importa lo que la gente piensa, puesto que el
Gobierno puede controlarla por la fuerza de las porras.
Pero
cuando no se puede controlar a la gente por la fuerza, se tiene
que controlar lo que la gente piensa, y el medio típico es
mediante la propaganda..."
A Chomsky se le atribuye el decálogo de
estrategias de la manipulación mediática, cuyo autor es el
francés Sylvain Timsit, y que fue publicado en 2002 con el
título Estrategias de la manipulación, con un subtítulo
elocuente:
"las estrategias y las técnicas de los dirigentes del
Mundo para la manipulación de la opinión pública y de la
sociedad..."
Los estudiantes recordarán las prácticas de control de las aulas
por reducidos grupos de individuos que mediante una estrategia
espacial lograban un efecto multiplicador.
También sucedía lo
mismo en las concentraciones de grupos políticos o sindicales
donde una ligera disidencia era inmediatamente aplastada de
forma "democráticamente mayoritaria".
¡No puede haber tanta
gente equivocada, por lo tanto el que yerra es el que discrepa!
La táctica del policía bueno y el policía malo ha sido empleada
en multitud de situaciones de toda índole, donde la confianza se
gana mediante el ardid del buen samaritano, el amigo dispuesto a
hacer favores frente al halcón que pretende causar un daño a la
víctima.
El manipulador transmite una imagen falsa de la
realidad y, especialmente el político, justificará el
incumplimiento de sus promesas por circunstancias que no son
imputables a él.