por
Ben Domenech
20 Enero 2021

del Sitio Web TheFederalist
traducción de SOTT

20 Enero 2021

del Sitio Web SOTT

Versión original en ingles
 

 

 

 

 

 


La cuestión central que

los estadounidenses deberían plantearse

en este día de la inauguración

en el que regresa el Viejo Orden

es si lo que están viendo en su país

ocurre porque es fuerte

o porque es débil...

 

 

A primera vista, una capital repleta de presencia militar (una ocupación aclamada por los medios de comunicación, ya que el pantano se protege a sí mismo) puede parecer una demostración de fuerza, una reiteración de la ley y el orden por encima de todo.

 

Como escribe Chris Bedford esta mañana, todo lo que tenía que ocurrir para que la idea de Tom Cotton se hiciera realidad era que se atacara la sede de los poderosos en lugar de los barrios de Kenosha.

 

Si el gobierno federal y el Departamento de Justicia hubieran estado dispuestos a hacer lo que Donald Trump quería que hicieran este verano, quizás la gente hubiera aprendido antes que los disturbios no resultan rentables.

 

Pero no es eso lo que aprendieron, y por una buena razón.

Los observadores más sensatos entenderán que una capital que necesita una presencia militar tan abrumadora (aunque sólo sea por la estabilidad mental y emocional de los supuestos líderes que la ocupan) también indica,

una enorme debilidad...!

 

El frágil liderazgo de los Estados Unidos es el gran fenómeno no observado de este momento.

 

En este momento de crisis, tenemos lo que parece ser la más envejecida clase de élites políticas de la historia de la nación.

El conjunto de octogenarios y septuagenarios de,

Joe Biden, Nancy Pelosi, Steny Hoyer, Jim Clyburn, Chuck Schumer, Mitch McConnell, Dick Durbin,

...están 'haciendo de tripas corazón' hasta el final de sus carreras, intentando dejar su 'huella' antes de dejar el escenario y ceder las riendas a personas que no comparten ninguno de sus recuerdos del pasado.

Esta frágil clase de liderazgo en nuestra política habita la misma América que,

una clase de liderazgo mucho más joven de oligarcas tecnológicos corporativos, desvinculados de cualquier comprensión profunda de lo que hizo a la nación la envidia del mundo...

Creen que han heredado la divinidad del universo, con la capacidad y el deber de remodelar el mundo a su antojo.

 

Donde los viejos funcionarios electos vacilan, ellos tienen la capacidad de actuar para hacer del mundo 'un lugar mejor'...

Lo han hecho y lo harán.

 

Y lo harán controlando al máximo lo que la gente ve, lo que sabe, cómo piensa y, en última instancia, cómo vota.

 

Una clase es frágil, vieja y está fuera de onda en un mundo que cambia rápidamente.

 

La otra también está fuera de onda (carece de la humildad necesaria para el liderazgo) pero está absolutamente convencida de su poder y sabiduría permanentes.

Al fin y al cabo, si puede idear tantos productos que los consumidores quieren,

¿no es lógico que también disfruten del control total de sus vidas...?

El desmoronamiento de la fachada de las élites estadounidenses ha sido un problema bipartidista durante dos décadas.

 

Hace cuatro años, Donald Trump se enorgullecía de ser el único político que lo decía explícitamente, incluso en su discurso de investidura y para disgusto de la clase dirigente.

 

Pero la reacción a esta 'pandemia' sólo ha degradado aún más la confianza en esta clase.

 

Es poco probable que cambie de rumbo tras el ascenso de su primer presidente de la Generación Silenciosa, especialmente cuando sus políticas servirán para reforzar la creencia de que,

nuestro líder político no es un defensor del pueblo, sino una marioneta en los hilos de quienes dirigen el país...

Esto es lo que pensará mucha gente. Y tendrán razón...

En un momento así, no deberíamos esperar de ninguna manera un retorno a una clase de líder político moderado, sino a un incremento continuo del atractivo de nuevos líderes populistas en nuestra política y cultura que tengan la capacidad de ponerse de pie y decir:

No tengo ataduras...!!!