por Julio Yao Villalaz
06 Abril
2018
del Sitio Web
RedVoltaire
Julio Yao Villalaz
Analista internacional y diplomático de carrera.
Fue
profesor de Relaciones Internacionales y Derecho
Internacional, asesor del general Omar Torrijos,
vicepresidente del Movimiento Unidad Latinoamericana y
representante de la República de Panamá ante la Corte
Internacional de La Haya. |
No es nuevo lo
que hoy sucede en Brasil, donde la presidente Dilma
Roussef fue destituida por el Senado y "Lula" da
Silva, ex presidente y nuevamente aspirante a la
presidencia, está a punto de ser encarcelado.
Ya otros
dirigentes latinoamericanos han sido apartados del
poder de esta manera, en violación de la soberanía
popular.
Aplicado quizás
más sutilmente, este procedimiento está
extendiéndose por el resto del mundo.
Así sucedió en
Irán - cuando el ex presidente
Mahmud Ahmadineyad
trató de postularse a la elección presidencial - y
en Francia, donde la candidatura del ex primer
ministro
Francois Fillon se
vio gravemente lastrada por una serie de acusaciones
y procedimientos judiciales emprendidos contra él a
sólo días de la elección presidencial.
En todos estos
ejemplos, la 'Justicia' fue manipulada en contra de
la soberanía del Pueblo...
El Tribunal Supremo de Brasil acaba de rechazar - por un solo
voto - el recurso de Habeas Corpus que había presentado el
ex-presidente Luis Inacio Lula da Silva, decisión que puede
impedir al popular dirigente competir nuevamente por la presidencia
del país.
Es evidente que la
decisión fue producto de la amenaza militar, que ya mantenía un
estado de sitio y asomaba los dientes para tomar el poder. Pero las
Fuerzas Armadas se impusieron no sólo al Tribunal Supremo sino a
todo el país.
Frente a esto, es necesario elucidar algunos conceptos.
El Derecho Internacional reconoce que la soberanía de los Estados
descansa en dos pilares básicos:
Ambas impiden la
injerencia externa en los asuntos internos de los Estados.
La primera se presenta
como la autodeterminación del Pueblo, pero las Constituciones
políticas de casi todos los Estados reconocen que la soberanía (y
por ende la autodeterminación política) es un derecho que "reside en
el Pueblo" aunque sean el Estado y el Gobierno quienes la ejercen en
nombre del pueblo.
Por esa razón, la
Organización de Las Naciones Unidas
reconoce la soberanía de los pueblos - no de los Estados - sobre sus
recursos naturales, así como el derecho de estos pueblos a la
rebelión cuando sufren el colonialismo, el neocolonialismo, el
Apartheid y otras formas degradantes de dominación.
La autodeterminación se puede ejercer por medios legales, que pueden
ser legítimos o no, o por medios revolucionarios, que pueden ser
pacíficos o violentos.
La soberanía - o sea, la autodeterminación y la integridad
territorial - se manifiesta usualmente mediante elecciones, o sea,
en las urnas.
Cuando estas elecciones
son transparentes, el poder que emana de ellas es legítimo. Pero
cuando se impiden o se burlan las elecciones, lo que se rechaza y se
niega es la autodeterminación política y la soberanía del Pueblo.
De ahí que los poderes emanados de las elecciones puedan ser
ilegítimos… aunque sean legales. El poder es legítimo cuando
representa la voluntad de autodeterminación del Pueblo y es
ilegítimo cuando se obtiene mediante el fraude.
Cuando el poder es ilegítimo, es nuestro deber rechazarlo. De esta
lucha, de esta necesidad, nace la legitimidad de los medios
necesarios para combatir un poder que se mantiene en ausencia de
elecciones o a través del fraude.
En este caso, el deber del Pueblo es rechazar el poder, que es
ilegítimo aunque sea "legal".
El poder ilegítimo debe
ser anulado para que la fuerza del derecho de autodeterminación se
imponga sobre el "derecho de la fuerza" y para se elimine la
contradicción entre legalidad y legitimidad porque es la legitimidad
lo que produce la legalidad y no al revés.
El deber de no intervenir en los asuntos internos o externos de los
Estados se extiende a los terceros Estados pero también se extiende
a los poderes existentes dentro del Estado, llámense Fuerzas
Armadas, Iglesia o élites, poderes que frecuentemente se consideran
estamentos del Estado.
Esos poderes, aunque su
naturaleza sea legal, no pueden intervenir en perjuicio o en contra
de la autodeterminación popular o nacional.
Las Fuerzas Armadas, aunque integran el Estado, carecen de poder
legítimo para impedir o frustrar la soberanía del Pueblo, la cual
prevalece sobre la soberanía del Estado.
Lo que sí pueden hacer las Fuerzas Armadas es aliarse al Pueblo
en pro de su autodeterminación, ya que el primer deber de las
Fuerzas Armadas es defender la soberanía y el territorio nacional y
no pueden contradecir la soberanía sin cometer alta traición.
El Pueblo puede y debe utilizar los medios que sean necesarios para
enfrentarse a los poderes que se oponen a su autodeterminación.
Lula, por lo tanto, no carece de alternativas y debe usarlas sin
temor a la palabra "revolución" y sin rendir culto a un
supuesto "orden", que pocos respetan porque el concepto implícito en
nuestra reflexión es que, en el "poder constituyente", es el Pueblo
quien manda.
Fue el poder constituyente o revolucionario, la soberanía popular,
-
lo que rescató en
Venezuela al presidente Hugo Chávez del golpe de
Estado de abril de 2002
-
lo que salvó por
un pelo al entonces presidente de Ecuador Rafael Correa
en 2010 de un "golpe blando"
-
lo que sostiene -
nuevamente en Venezuela - a Nicolás Maduro, pese a
golpes de toda clase
Asimismo, fue la falta de
un poder constituyente o de un poder revolucionario suficientemente
fuerte lo que impidió salvar,
-
a Jacobo
Arbenz, en Guatemala, en 1954, frente un golpe
-
a Juan Bosch,
en la República Dominicana, en 1963, ante un golpe militar
-
a Salvador
Allende, en Chile, en 1973, nuevamente ante un golpe
militar
Más recientemente, en
Centroamérica, fue a falta de un poder constituyente y
revolucionario que no se pudieron impedir los "golpes
blandos" (de carácter parlamentario y judicial) que
expulsaron de la presidencia,
-
a Manuel
Zelaya, en Honduras, en 2009
-
a Fernando
Lugo, en Paraguay, en 2012
-
a Cristina
Fernández de Kirchner, en Argentina, en 2015
-
a Dilma
Rousseff, en Brasil, en 2016
-
a Salvador
Nasralla, en Honduras, en 2017,
...del fraude electoral.
Es el poder constituyente
o revolucionario lo que ha salvaguardado por medio siglo a la
Revolución Cubana, a pesar del bloqueo económico impuesto por
Estados Unidos.
Tomando en cuenta que los golpes de Estado y otras formas de
injerencia aplicadas contra los pueblos de América Latina casi
siempre han sido fomentados
por Estados Unidos y por sus
aliados (Israel
y
la OTAN).
Dichos golpes, sean
"blandos" o duros, significan una ruptura del orden internacional y
constitucional, involucren o no fuerzas armadas nacionales o
internacionales, y constituyen delitos graves contra el Derecho
Internacional que deberán ser considerados como nuevos delitos de
lesa humanidad.
En consecuencia, la persecución contra el ex-presidente Lula,
la intención de encarcelarlo y de evitar su retorno al poder
impidiéndole presentarse a las elecciones deben ser rechazadas y
combatidas como un atentado contra el Pueblo soberano de Brasil y
como una ofensa mundial que debe ser condenada a toda costa...
|