por Daniel Gutman
21
Septiembre 2018
del Sitio Web
IPSNoticias
Una feria de verduras a precios populares,
instalada por agricultores frente a Plaza Once,
una de
las más concurridas estaciones ferroviarias
de
Buenos Aires, en Argentina.
La
venta sin intermediarios mostró que la actividad
resulta
rentable aunque los precios finales
sean
mucho más bajos.
Crédito: Daniel Gutman/IPS
Frente a una de las estaciones ferroviarias más concurridas de la
capital de Argentina, hay largas filas para comprar verduras y
hortalizas, que los propios productores ofrecen directamente a los
consumidores, a precios varias veces inferiores a las de los
comercios.
La escena transcurre en la
Plaza Once, cabecera del
ferrocarril que va hacia el oeste del Gran Buenos Aires, y es una de
las caras de la crisis económica del país, que incluye la
aceleración de la tasa de inflación, que ha golpeado particularmente
los precios de los alimentos.
"Habíamos anunciado
que empezábamos a las 10 de la mañana, pero había fila desde dos
horas antes", contó a IPS Guillermo Riquelme, uno de los
productores familiares enrolados en la Unión de Trabajadores
de la Tierra (UTT)
que llegaron llegaron con sus productos en tres camiones, en una
iniciativa especial.
"El gobierno argentino debería tomar más en cuenta el impacto
directo e indirecto de sus medidas de austeridad sobre el acceso
a los alimentos por parte de los más pobres", Hilal Elver.
La UTT es una asociación
de unos 10.000 agricultores de todo el país que trabajan en
emprendimientos familiares y en terrenos de una o dos hectáreas,
generalmente alquilados.
Se instalaron en Plaza
Once, en el corazón de Buenos Aires, para demostrar que los
alimentos pueden llegar a la población a precios accesibles para
todos.
"Nosotros acá
vendemos a 10 pesos (0,25 dólares) por kilo. Y por supuesto que
ganamos plata igual, porque habitualmente estamos obligados a
vender a tres pesos a los intermediarios", acotó Roberto
Eizaguirre.
Tanto Riquelme como
Eizaguirre producen remolacha, zanahoria, lechuga, acelga y otros
vegetales en los alrededores de la ciudad de La Plata, a unos 60
kilómetros de Buenos Aires, donde se concentran miles de pequeños
agricultores.
Ese lugar fue uno de los que visitó Hilal Elver, la relatora
especial sobre el Derecho a Alimentación de la Organización
de las Naciones Unidas (ONU), quien este viernes 21 concluyó una
misión de 10 días a Argentina con una presentación ante los medios,
en la que hizo un duro diagnóstico de la situación en la materia.
La funcionaria entregó también este día al gobierno argentino las
observaciones preliminares sobre su visita.
Elver, una abogada turca que ocupa el cargo desde 2014, cuestionó
las políticas del gobierno que,
"parecen destinadas a
promover aún más la agricultura industrial orientada a la
exportación, principalmente de soja y maíz".
La relatora especial sobre
Derecho
a la Alimentación de las Naciones Unidas,
la
abogada turca Hilal Elver, en Buenos Aires,
antes
de presentar el informe preliminar de su misión a Argentina,
con
cuestionamientos a la política agrícola del país.
Crédito: Daniel Gutman/IPS
Criticó en ese sentido,
"la decisión del
gobierno de aprovechar la crisis económica actual para
desmantelar el apoyo a la agricultura familiar", al despedir
cerca de 500 trabajadores del Ministerio de Agroindustria, que
se justificó con la necesidad de reducir el gasto público.
La relatora visitó
también la norteña provincia del Chaco, una de las más pobres del
país, en la frontera con Paraguay.
Allí, estuvo con
indígenas del
pueblo qom, también conocido como toba,
que por la pobreza dejaron sus tierras ancestrales para mudarse a
ciudades cercanas, pero no consiguen integrarse al mercado laboral.
Elver dijo que durante su visita pudo constatar que hay,
"un creciente número
de personas que va a comedores (de asistencia social) o se salta
una comida".
En ese aspecto, señaló la
paradoja de que el gobierno asegura que el país produce suficientes
alimentos para abastecer a 450 millones de personas en el mundo,
mientras casi cuatro millones de ciudadanos enfrentan en
el país una seria inseguridad alimentaria.
Argentina, el octavo país del mundo por su superficie y con solo 44
millones de habitantes, posee en la llamada Pampa una llanura de
clima templado que es considerada una de las zonas más propicias del
planeta para la producción agropecuaria.
La producción agropecuaria tiene un enorme peso en la economía
argentina y el año pasado los productos primarios y manufacturados
del sector representaron 65 por ciento de las exportaciones del
país.
La economía nacional entró este año en un tobogán, fundamentalmente
a partir de abril, cuando comenzó una fuerte devaluación de la
moneda local, que desde entonces superó ya 100 por ciento.
Eso generó una aceleración de la inflación, que el gobierno había
proyectado en 15 por ciento para este año.
Pero en los ocho primeros
meses del año ya acumuló un incremento de casi 25 por ciento y, en
su última actualización, el Ministerio de Hacienda estimó que 2018
terminará con una tasa de inflación acumulada de 42 por ciento.
Pero el alza de precios fue mucho más acelerada en los alimentos,
cuya tasa de incremento fue de 88 por ciento en el periodo
enero-junio, según un estudio de la Universidad Nacional de
Avellaneda, del sur del Gran Buenos Aires.
Roberto Eizaguirre, Guillermo Riquelme y Mario Garcia (de izda a
dcha),
agricultores del área rural de La Plata, en Argentina,
durante la feria que pequeños productores instalaron en
una céntrica plaza de Buenos Aires
para vender directamente a los consumidores sus hortalizas
a precios varias veces inferiores a los de los comercios
alimentarios.
Crédito: Daniel Gutman/IPS
"La bolsa de harina aumentó de 300 pesos a 1.000 en pocos meses
y ya no sabemos cómo contener los precios al público. Estamos
pensando en cerrar", dijo a IPS la encargada de una panadería de
Villa Crespo, un barrio de clase media de Buenos Aires, en un
relato que se repite en muchos lugares del país.
"El problema es que el trigo es tomado dentro de Argentina como
un commodity (bien básico transable), cuyo precio sube
cuando sube el dólar, mientras aquí la gente no gana en
dólares", dijo a IPS Teté Piñero, de la Asamblea Permanente por
los Derechos Humanos (APDH).
"El gobierno debería regular el precio interno del trigo para
que esto no suceda pero no lo hace. Así, hoy los pobres están
pasando hambre y la clase media tiene serios problemas", agregó.
La relatora de alguna
manera coincidió con ese diagnóstico, cuando dijo que,
"el gobierno
argentino debería tomar más en cuenta el impacto directo e
indirecto de sus medidas de austeridad sobre el acceso a los
alimentos por parte de los más pobres".
De acuerdo al último dato
oficial, anunciado en marzo, la pobreza alcanza en
Argentina a 25,7 por ciento de la población...
Pero el presidente
Mauricio Macri admitió en agosto que la proporción crecerá en la
próxima medición, debido,
"al rebote de la
inflación, que es el mayor generador de pobreza".
La funcionaria de la ONU
también cuestionó,
"el efecto adverso
sobre los recursos ambientales y la diversidad biológica" del
modelo agrícola argentino y en ese sentido mencionó la
deforestación, con tasas cercanas a los 27 millones de hectáreas
por año, y el fuerte aumento en el uso de agroquímicos.
En Argentina no existen
estadísticas sobre
agroquímicos, de intensiva utilización en el
cultivo de soja transgénica, que cubre más de la mitad de
la superficie sembrada en el país, así como en cultivos sin
modificar genéticamente
Elver calificó como "milagrosa" la experiencia contracorriente que
representan los pequeños agricultores enrolados en la UTT que en el
área de la Gran La Plata,
"producen verduras
saludables y libres de plaguicidas".
"Estos métodos de producción deberían tener mucho más peso en el
diseño de la política agrícola argentina", agregó.
Javier Scheibengraf,
coordinador técnico de la UTT, explicó a IPS que,
"tenemos unas 100
hectáreas, donde trabajamos con un paquete autoproducido de
herbicidas y fertilizantes, con estiércol, ceniza, tierra y
otros productos naturales, y sin productos químicos".
Sheibengraf contó que los
pequeños productores ven así la ventaja,
"de no contaminarse
ellos y sus familias con los agroquímicos, porque prácticamente
todos viven en el mismo lugar donde producen".
"Además es la única manera de bajar los costos porque el paquete
tecnológico que nos venden las empresas está completamente
dolarizado y se vuelve inalcanzable especialmente hoy, por la
devaluación de la moneda argentina y la decisión del gobierno de
suspender prácticamente todos los programas de apoyo a la
agricultura familiar", añadió.
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