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  por Humberto Márquez
 24 Octubre 
			2019
 
			del 
			Sitio Web 
			IPS 
			  
			  
			  
			  
			 
			
			"Todos Unidos, no más abuso. Chile despertó",  
			
			una de las pancartas improvisadas con que  
			
			manifestantes chilenos pacíficos llenan calles de Santiago  
			
			pese a la presencia del Ejército y el toque de queda.  
			
			Analistas locales califican las movilizaciones como  
			
			una primavera social, en coincidencia con la primavera austral
			 
			
			iniciada a fines de septiembre.  
			
			Crédito: Cortesía de Mauricio Arriagada/Flickr 
			  
			  
			  
			Indignación y rabia 
			contra élites que se alejan de sus bases sociales, incumplen 
			promesas democráticas y aplican ajustes sobre las mayorías han 
			animado la ola de manifestaciones populares que estremecieron este 
			octubre a varios países
			
			de América Latina.
 Las protestas callejeras multiplicadas en Ecuador, Chile, Haití y 
			Bolivia,
 
				
				"tienen un sustrato 
				en la insatisfacción de la mayor parte de la población, muy 
				perjudicada por las políticas que adelantan las élites", dijo a 
				IPS el argentino Andrés Serbin, presidente de la académica 
				Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales. 
			A su vez, la violencia 
			que ha acompañado esas manifestaciones, de parte de quienes 
			protestan y de las fuerzas que las reprimen, muestra que, 
				
				"los espacios 
				cívicos, institucionalizados, cada vez son más restringidos y 
				reprimidos, y la gente no ha podido organizarse, lo que abre 
				campo a la anarquía", observó Serbin desde Buenos Aires. 
			En Ecuador, el 1 
			de octubre el presidente reformista Lenín Moreno lanzó un 
			paquete de ajustes pactado con el Fondo Monetario Internacional 
			(FMI), 
			con fuertes alzas en los precios de los combustibles al eliminarse 
			subsidios, desatando dos semanas de protestas que incluyeron el 
			asedio a los poderes públicos por miles de indígenas que 
			convergieron sobre Quito, la capital.
 En el balance de las protestas y su represión quedaron ocho muertos, 
			1 300 heridos, más de 1 000 detenidos, según la Defensoría del 
			Pueblo, y la decisión de Moreno de revocar el decreto con los 
			ajustes y entablar un diálogo con los movimientos indígenas y otros 
			opositores.
 
 El transporte también disparó 
			
			la protesta en Chile.
 
			  
			El pasaje en el metro 
			(tren subterráneo) de Santiago subió unos pocos centavos de dólar el 
			6 de octubre, y bastó para que estallase la ira:  
				
				primero los 
				estudiantes abordaron los trenes saltando sobre los torniquetes 
				de cobro, luego los exaltados destruyeron esos controles, las 
				estaciones, los vagones y llegaron saqueos, incendios y 
				barricadas. 
			  
				
				 
			  
			  
			El presidente derechista
			Sebastián Piñera sacó el Ejército a las calles para contener 
			desmanes, declaró que "estamos en guerra" contra quienes destruían 
			bienes, y en el contexto de las protestas, desmanes y represión 
			perecieron al menos 18 personas, hubo 289 heridos (incluidos 50 
			uniformados) y 2.151 detenidos, según cifras del gobierno y de la 
			Fiscalía.
 Días después, al progresar las manifestaciones pacíficas, Piñera dio 
			marcha atrás, pidió perdón,
 
				
				"porque es verdad que 
				los problemas se acumulaban desde hace décadas y no fuimos 
				capaces de reconocer esta situación", eliminó el alza en las 
				tarifas del metro (ya parcialmente destruido) y ordenó algunos 
				paliativos en materia de salarios y salud.
 "Si el estallido en Ecuador se explica por el 'paquetazo' del 
				FMI, en Chile se explica porque las recetas del llamado
				
				Consenso de Washington (de 
				políticas neoliberales de finales del siglo XX) se han ido 
				inoculando por dosis hasta que llegaron a una saturación", 
				señaló a IPS el analista y exdirector de la Escuela de 
				Periodismo de la Universidad de Chile, Gustavo González.
 
			En Chile, 
				
				"los gobiernos de la 
				mal llamada restauración democrática se esforzaron por 
				jugar 'en las ligas mayores' y negociaron acuerdos comerciales 
				con todo el mundo.    
				En este afán 
				liberaron el capital financiero y avalaron herencias de la 
				dictadura (1973-1990), en particular un sistema de pensiones que 
				implica la expropiación de los ahorros previsionales en 
				beneficio de los grupos económicos.    
				La salud y la 
				educación se someten al endeudamiento de las familias", opinó 
				González desde Santiago. 
			El analista reconoce que, 
				
				"hay vandalismo, 
				sobre todo en los saqueos de comercios, que en última instancia 
				son la extralimitación de una sociedad de consumo, con una 
				suerte de lumpen-pequeña burguesía (si se permite este lenguaje 
				marxista), que ve en el robo de un plasma de televisión, de una 
				lavadora, un refrigerador o hasta un colchón de dos plazas, el 
				acceso a bienes con que el sistema lo está tentando a diario". 
			Andrés Serbin 
			concuerda en que, 
				
				"la gente reacciona 
				ante élites que prometen mucho pero resultan incapaces de 
				desarrollar las soluciones y terminan imponiendo políticas 
				desfavorables no solo para los más pobres, sino también para las 
				capas medias". 
			  
			
			 Cabecera de una de las movilizaciones indígenas
 
			durante 
			las protestas en Ecuador este mes de octubre,  
			que en 
			varios casos degeneraron en violencia,  
			que 
			dirigentes de las nacionalidades originarias  
			
			aseguraron que fueron fruto de otros sectores o infiltrados. 
			 
			
			Crédito: Cortesía de Conaie
 
			El sustrato común que esgrimen los manifestantes que en este octubre 
			se lanzan a las calles es el de la desigualdad.
 
			  
			La región, pese a sus 
			avances económicos, sigue siendo la más desigual del mundo, con 
			expresiones como que una de cada cinco personas vive en tugurios, 
			según diferentes agencias de
			
			las Naciones Unidas.
 Las expresiones son multidimensionales y locales, pero el contexto 
			es que la falta de acompañamiento del progreso económico con la 
			inclusión social ha llevado, según las últimas cifras del Banco 
			Mundial,
 
				
				a que en la lista de 
				los 10 países más desiguales del mundo, ocho sean 
				latinoamericanos, Chile destacado entre ellos... 
			También resalta en esa 
			lista Haití, donde las protestas tienen carácter casi 
			crónico, que han debido solventar los 17 presidentes que ha tenido 
			desde 1990.
 Allí, en septiembre comenzaron manifestaciones contra el gobierno 
			del mandatario Jovenel Moise. El detonante esta vez ha sido 
			la escasez en el suministro de combustible, aunque también de 
			alimentos y de agua potable.
 
 En un país donde más de la mitad de la población sobrevive con menos 
			de tres dólares al mes, la protesta se animó con las denuncias de 
			corrupción en el manejo de más de 2 000 millones de dólares 
			recibidos en los últimos años de Petrocaribe, el programa de 
			cooperación petrolera que ha mantenido Venezuela para paliar el 
			déficit energético de países del área.
 
 Ya a finales de octubre las protestas callejeras masivas han 
			alcanzado a Bolivia, aunque el disparador en este caso es la 
			presunción de fraude en las elecciones presidenciales del domingo 
			20, pues el actual mandatario y candidato a reelegirse por tercera 
			vez, Evo Morales, reivindica que ha triunfado y la oposición 
			reclama una segunda vuelta según prevé la Constitución.
 
 Pese al fuerte origen nacional y social que soporta las protestas, 
			la idea de un hilo conductor político en la serie de revueltas que 
			agitan a países con gobiernos opuestos al
			
			Foro de São Paulo (colectivo de 
			partidos de izquierda de la región) ha ganado algún espacio en 
			medios políticos y de opinión pública, aunque no sea el caso de 
			Morales, que gobierna Bolivia desde 2006.
 
				
				"Es un disparate 
				razonar sobre las movilizaciones sociales en América Latina 
				endosándolas al Foro de São Paulo. Eso es anticomunismo inútil.
				   
				La izquierda, por el 
				contrario, vive su peor momento, es un cierre de ciclo con clara 
				pérdida de la mayoría popular en El Salvador, Nicaragua, 
				Venezuela, Brasil, Ecuador y Bolivia.    
				E incluso compromete 
				al
				
				Frente Amplio de Uruguay, que 
				ha hecho un gobierno excelente", dijo a IPS Rodrigo Cabezas, 
				quien condujo por años los asuntos internacionales del 
				gubernamental Partido Socialista Unido de Venezuela. 
			Rodrigo Cabezas, 
			también ex-ministro de Finanzas del fallecido presidente Hugo 
			Chávez (1999-2013), opinó que, 
				
				"en el caso de 
				Ecuador y Chile queda la experiencia de que los programas 
				macroeconómicos de ajuste excesivo, sin gradualidad y sin 
				atención a la exclusión social, terminan en el mediano plazo 
				siendo inviables por la desigualdad y pobreza que generan.
				   
				Pensé que los 
				neoliberales habían aprendido de la experiencia histórica, todo 
				indica que no". 
			Perú fue otro 
			escenario de manifestaciones callejeras, después de que el 
			presidente Martín Vizcarra utilizó una prerrogativa legal 
			para disolver el legislativo Congreso el 30 de septiembre y convocó 
			a elegir un nuevo parlamento el 26 de enero, con lo cual quebró el 
			poder bloqueador de la oposición guiada por los herederos políticos 
			del régimen de Alberto Fujimori (1990-2000).
 Esas movilizaciones estrenaron el efervescente mes latinoamericano 
			de octubre, en esa ocasión a favor del presidente y contra el 
			intento del Congreso de destituirlo, lo que amenazaba con extender y 
			profundizar el conflicto institucional.
 
 Pero la crisis fue conjurada con,
 
				
					
					
					la renuncia a 
					asumir la primera magistratura de la vicepresidenta Mercedes 
					Araoz
					
					el respaldo de 
					las fuerzas Armadas y policiales al gobernante 
					
					sobre todo, al 
					evidenciarse en las calles, e igual en las encuestas, que el 
					presidente contaba con mucho mayor apoyo que sus detractores 
			Finalmente, la región 
			también se vio estremecida este octubre por la violenta eclosión del 
			crimen organizado en México, cuando las fuerzas del cartel de 
			drogas de Sinaloa doblegaron al ejército en esa ciudad del noroeste 
			mexicano e impusieron la liberación de Ovidio Guzmán, hijo del 
			afamado traficante Joaquín "El Chapo" Guzmán, 
			quien purga cadena perpetua en Estados Unidos. 
				
				"Una muestra de que 
				al distanciarse las élites de las bases sociales, la 
				descomposición penetra en todos los ámbitos", resumió Serbin. 
			¿Qué hacer?  
			  
			Para Serbin, la primera 
			recomendación a los gobiernos es que deben, 
				
				"hacer a un lado los 
				liderazgos carismáticos y generar los espacios organizativos 
				necesarios para los indispensables empoderamiento y 
				participación de la gente". 
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