por Valdir da Silva
Bezerra
06 Abril
2023
del
Sitio Web
SputnikNews
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italiano
El presidente de Rusia, Vladímir Putin,
y el
ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov
© Sputnik / POOL
Rusia aprobó el 31 de marzo un nuevo concepto de política exterior,
cuyas implicaciones llevarán a importantes consecuencias para el
papel del país en las relaciones internacionales.
En primer lugar, Rusia vuelve a presentarse como un polo de poder
que pretende oponerse al modelo mundial unipolar defendido por
EE.UU., modelo que cuenta con la aquiescencia tácita de sus aliados
europeos.
De este modo, Moscú tratará de desactivar las bases de apoyo al "unilateralismo"
estadounidense en el mundo, en favor de una redistribución del poder
global (tanto político como económico) hacia nuevos polos de poder y
nuevos centros de influencia regional.
Al mismo
tiempo, del documento se desprende claramente que Moscú
sigue abierto al diálogo con Occidente, demostrando su
intención de no cerrar definitivamente las puertas a una
cooperación bilateral más justa.
Con ello,
Rusia pretende colaborar con los países occidentales como un
"igual entre iguales",
es decir, que sus intereses y preocupaciones sean tenidos en
cuenta por europeos y estadounidenses, un punto que, cabe
señalar, siempre estuvo presente en el discurso político del
mandatario ruso, Vladímir Putin, en la década de
2000.
En segundo
lugar, Rusia subraya la importancia de
preservar sus tradiciones históricas y su especificidad
civilizacional milenaria basada en la unión de
culturas y pueblos distintos que han residido durante siglos
en su territorio.
El papel
del país en este contexto es el de iniciador de un nuevo
proyecto de integración civilizacional en Eurasia, con
aspiraciones de convertirse en un centro de poder e
influencia independiente en las relaciones internacionales.
El
"colectivismo" predominante en el espectro social y de
desarrollo ruso se opone así al proyecto "individual" y
materialista de Occidente como modelo de organización
social.
En
consecuencia, Rusia seguirá siendo el principal obstáculo al
proyecto occidental de globalización homogeneizadora,
sirviendo de Estado modelo para que otros países defiendan
su historia, sus valores y sus tradiciones frente a la
agenda de deconstrucción encabezada principalmente por
Washington.
El
resultado es el
acercamiento
de Moscú al mundo islámico, que,
al igual que Rusia, no comparte la agenda cultural y
política impulsada por Occidente para el resto del mundo.
En la
práctica, se trata de poner fin a una cruzada más de los
estadounidenses y (como no podía ser de otra manera) de los
países europeos en su nueva "misión civilizadora" en el
mundo, una práctica que contiene en sí misma claros signos
de condescendencia con las sociedades consideradas - por así
decirlo - "menos avanzadas".
Cuando el
imperialismo político de los países occidentales se extendió
por el mundo entre los siglos XVI y XIX, existía, además de
razones económicas, la intención precisamente de "civilizar"
a otros pueblos considerados inferiores y atrasados.
Hoy, sin
embargo, Rusia demuestra los límites de este nuevo proyecto
y lo hace junto a otras importantes civilizaciones - o por
qué no decir civilizaciones-estado - como es el caso, por
ejemplo, de
China
y la India.
Con lo que
respecta a estos dos países, el
nuevo concepto de política exterior de Rusia hace
especial hincapié en ellos, demostrando la consolidación del
"giro asiático" de Moscú en un contexto de creciente
aislamiento por parte de Occidente.
Después de
todo, la idea de defender los intereses nacionales de Rusia
mediante una cooperación más profunda con potencias
asiáticas como China y la India ya había sido defendida a
finales de los años noventa por el eminente diplomático
Yevgeni Primakov, quien fue el ministro de Asuntos
Exteriores entre 1996 y 1998 y el primer ministro ruso entre
1998 y 1999.
Al
establecer alianzas con China y la India, Rusia pretende
continuar el proceso de
consolidación
de
un mundo multipolar
que refleje la pluralidad de civilizaciones y
sistemas de valores en las relaciones internacionales.
No por
casualidad, el propio presidente Putin reconoció en Primakov
a,
"uno de
los autores del concepto de un
mundo multipolar" ya en la década de 1990, en un
momento en que el dominio estadounidense parecía
realmente inquebrantable.
Además,
Rusia promete un enfoque
pragmático y "desideologizado" en su
acercamiento a los países latinoamericanos, basado también
en el fortalecimiento de una asociación para la defensa de
la "multipolaridad".
En este
sentido, existe una diferencia entre la relación de Moscú
con los países de la región durante la Guerra Fría, basada
en la expansión del modelo socialista soviético a diversas
partes del mundo.
En el plan
actual,
Rusia pretende actuar sin un matiz ideológico
predeterminado, pero sí
establecer contactos más estrechos con América Latina no
solo con fines comerciales, sino también para alcanzar el
objetivo político de estrechar lazos con
el sur global,
trabajando juntos contra las aspiraciones hegemónicas de
Occidente en el sistema.
En este
contexto,
también es necesario destacar el
papel del continente africano, que tiene una fundada
desconfianza hacia los países occidentales debido a su
turbulento pasado histórico y colonial.
La política
intervencionista de los propios europeos, especialmente
durante el siglo XIX, provocó que muchos países africanos se
convirtieran en escenario de un resentimiento político que
perdura hasta nuestros días.
Además, el
continente aún mantiene viva en su memoria la ayuda ofrecida
por Moscú durante la Guerra Fría para sus procesos de
descolonización e independencia frente a las antiguas
metrópolis, lo que ofrece un gran capital político a Rusia
en su relación con los líderes africanos.
Así, este (re)acercamiento
de Rusia a África y América Latina (sugerido
precisamente en su nuevo Concepto de Política Exterior)
pretende ampliar la
política exterior de Moscú a zonas donde, hasta
entonces, su presencia había sido limitada, especialmente
tras el colapso soviético.
Sin duda,
el futuro vislumbra la aparición de nuevas alianzas y
asociaciones que demuestran que Rusia no está, ni ha estado
nunca, verdaderamente aislada (como Occidente quiere
hacernos creer), además de,
confirmar el papel activo de
Moscú en la construcción de un mundo más diverso y
multipolar...
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