por Ociel Alí López
12 Noviembre 2024
del Sitio Web
RTEspanol
El ex-presidente de EE.UU. Donald
Trump
en Wisconsin,
18 de julio del 2024.
PPS/Bestimage /
Legion-Media
Al enigma que siempre representa el presidente electo
Donald Trump, y las dudas de
hasta dónde llegará en su radical voluntad de poder, ahora se suma
algo inédito en su carrera política, que es,
tener el control del Senado, muy
probablemente de la Cámara de Representantes y a la vez tener un
dominio dentro de su propio Partido Republicano, que ha venido
siendo "saneado" de "antitrumpismo".
El pasado 5 de noviembre, el magnate logró un
poder político que nunca tuvo mientras gobernó su primer período.
Además de eso, Trump comenzará su gestión con una oposición
claramente desorientada, totalmente eclipsada por el triste
desempeño de la
gestión Biden/Harris que
provocó un deslave de más de diez millones de los electores
demócratas, en comparación con las presidenciales de 2020.
Esa es la principal razón del triunfo de Trump, quien no aumentó su
votación, pero mantuvo la misma cantidad de votos populares que
cuando perdió en la elección de 2020.
En esta ocasión, logró hacerse con la Presidencia
y casi seguro con las dos cámaras del Congreso.
Hecho que fue posible gracias a la abstención del
electorado demócrata, producto sobre todo de la crisis económica que
azotó a EE.UU. desde que comenzó el conflicto en Ucrania y que se
fue profundizando durante el cuatrienio demócrata.
Es decir,
una porción decisiva de electores dejó de
apoyar al Partido Demócrata (PD), no se fue con la
vicepresidenta Kamala Harris a pesar de todo lo que ella
representa como mujer, afrodescendiente, trabajadora, hija de
migrantes, pero tampoco se fue con Trump.
Es una "masa crítica" que seguramente ya está
siendo catalogada como "apática" y "alienada" por algunos
dirigentes, más sin embargo es un sujeto que puede ser activo en el
momento en que Trump comience a desarrollar políticas que
interfieran sobre sus intereses.
Por esto, el líder conservador, quien posee cancha abierta para
ejercer sus funciones, tendrá que tener mucho cuidado con no repetir
sus errores del final de su primer mandato, especialmente de aquel
fatídico 2020 cuando una rebelión popular develó a un EE.UU.
prácticamente ingobernable, con saqueos por doquier y una situación
de inestabilidad inédita llevada a cabo sobre todo por la minoría
afrodescendiente, que se movilizó en rechazo de la represión
policial.
Eran los tiempos de
la 'pandemia',
y el negacionismo del entonces presidente que trataba de desestimar
los cientos de miles de muertes que el coronavirus infligía.
El líder conservador tendrá que tener mucho cuidado con no repetir
sus errores del final de su primer mandato.
Ahora, en 2024, el segundo turno de Trump viene aderezado de una
nueva situación que no solo sufre EE.UU., sino el mundo y que tiene
que ver con,
un descrédito del valor de la
democracia...
Digamos que si después de los sucesos del
Congreso en 2021 los seguidores de Trump no reconocieron el holgado
triunfo demócrata, ahora, en la reciente contienda, han sido
importantes bases demócratas las que han dejado de creer en la
institucionalidad y no han asistido a las urnas.
El liderazgo del Partido Demócrata ha reconocido
su derrota, pero las bases se han hastiado de la política y del
funcionamiento de la democracia estadounidense.
Esta inapetencia política de importantes sectores no quiere decir
que los mismos han dejado de participar en la vida pública.
De hecho, han castigado a su propio partido y
como ya lo hicieron en 2020, podrían tener una actuación relevante y
convertirse en sujetos activos que se enfrenten en las calles o de
diferentes formas contra las medidas que quiera implementar Donald
Trump, ahora ungido de un poder que nunca tuvo.
Importantes bases demócratas han dejado de creer en la
institucionalidad y no han asistido a las urnas.
Es decir, si bien Trump,
disfrutará tranquilamente su "luna de miel”
donde podrá hacer anuncios sin oposición institucional, también
tiene enfrente una "masa crítica" que en estas elecciones
demostró que no cree en el Partido Demócrata existente, pero que
tampoco cree en Trump.
Por ende,
el tacto político del presidente electo será
fundamental para mantener estas bases en una reserva pasiva o,
por el contrario, para avivar la resistencia a su gestión, lo
que ya se demostró tremendamente peligroso cuando en 2020 llevó
el caos a las calles estadounidenses y en alguna ocasión obligó
al presidente a refugiarse en su búnker en medio de las
crecientes protestas.
Por su parte, la oposición, representada por el
Partido Demócrata, tendrá dos opciones para contrastar a Trump:
-
o espera pacientemente de sus errores, ya
que ha demostrado saberlos cometer
-
o rediseña su estrategia política para
volver a hablarle a su amplio electorado y conseguir una
victoria en el medio término (2026) que pueda frenar las
ambiciones de Trump
¿El PD podrá frenar a Trump?
El famoso modelo "neoliberalismo progresista", llamado así por la
intelectual de izquierdas, Nancy Fraser,
diseñado por el PD para gobernar junto con
las minorías y desde un estilo de vida que llamaron 'Woke'
('despierto', en español), es justamente el esquema que se ha
visto desencajado en estas elecciones en las que no pudo hacerse
con ninguno de los estados bisagras.
El gran reto, no solo del Partido Demócrata sino
de buena parte de la izquierda mundial y la
socialdemocracia, en medio del auge de la extrema derecha, es
ahora volver a cocinar un nuevo eje de articulación con la olvidada
"clase obrera" que ha sido sustituida por la alianza con minorías
raciales, sexuales, etc.
Esta es quizá una buena oportunidad para los
sectores de izquierda de ese partido, como Bernie Sanders y
Alexandria Ocasio-Cortez (quienes no tuvieron tanto
protagonismo en esta campaña), para intentar refundar las líneas
programáticas del partido y volver a entrar en el corazón de la
clase trabajadora, que se ha deslizado hacia el trumpismo.
Esto quiere decir que el PD no se puede sentar a esperar solamente
los errores de Trump (o el resurgimiento del miedo a
sus actuaciones que ha sido superado por el malestar económico...)
sino que va a tener que empezar a rediseñar sus estrategias, una vez
que el estilo de vida 'woke' no es suficiente para mantener la
unidad de sus seguidores.
Necesita hacer un viraje importante en las
posturas más neoliberales que han cooptado a su partido.
Por su parte, el presidente tiene la oportunidad de hegemonizar los
sectores trabajadores si logra realzar la industria nacional y
recupera una narrativa del 'EE.UU. poderoso', que se
ha venido diluyendo en medio de las diatribas internas y el
desconocimiento mutuo, propias de un país débil e impotente.
Algo que estuvo lejos de lograr en su primera
administración.
El consenso general es sobre la imprevisibilidad del nuevo
protagonista. No parece ser lo suficiente comedido y humilde, menos
con todo el poder acumulado, para aceptar sus errores del pasado.
Volver a repetirlos puede generar una espiral de
violencia interna que pueda acercar a EE.UU. a un callejón sin
salida.
Hablamos de una lucha agónica en medio de
escenarios indeterminados.
La historia apenas comienza y durará, cuando
menos, cuatro años más...
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