por Andreas Faber-Kaiser
1991
del Sitio Web
AndreasFaber
La historia de los avistamientos de
objetos volantes no identificados y de la variada fenomenología que
los acompaña, puede dividirse en dos grandes etapas:
-
una que engloba
los avistamientos habidos desde épocas prehistóricas hasta nuestro
siglo XX
-
otra que recoge los avistamientos contabilizados en la
época tecnológica, desde aquellos nueve discos volantes que avistara
Kenneth Arnold el 24 de junio de 1947 junto al monte Rainier, en
Washington, hasta hoy.
En el artículo que sigue voy a resumir la fenomenología de la
primera de estas dos etapas. Aquella en que ninguno de los objetos
avistados podía proceder de la humanidad terrestre conocida.
SIEMPRE HAN ESTADO
Desde los albores de la humanidad como tal, el hombre acepta como
lógica la existencia de fuerzas inteligentes, de seres supuestamente
no humanos —dioses, ángeles, demonios y un sinfín de intermediarios—
que intervienen directamente en el curso de nuestra vida sobre este
planeta.
Los textos y legados que en el curso de los tiempos han ido
reflejando el acontecer de la historia de la humanidad están
salpicados de testimonios que ilustran la presencia permanente de
objetos volantes que evolucionan de forma inteligente a baja altura
sobre la superficie terrestre. La lista de tales avistamientos en
todo el mundo y en todas las épocas prueba que la actuación y la
intervención de una o de varias inteligencias distintas de la
nuestra forman parte integrante y continuada de la historia de la
humanidad.
Si prestamos oídos al bioquímico inglés
Francis Crick —Premio Nobel
en 1962 por haber descubierto la
estructura del ADN—, habríamos sido
creados por una supercivilización del espacio que en una época
remota infectó al planeta Tierra con un microorganismo destinado a
desarrollarse en el tiempo hasta llegar a ser lo que hoy somos los
seres humanos.
Otros científicos secundan este supuesto, como por
ejemplo Vsevolod Troitsky, de la Academia de Ciencias de la URSS,
para quien la Tierra es un campo de experimentación de nuevas formas
de vida, controlado por seres superiores y desconocidos para
nosotros.
Los más antiguos legados de la humanidad parecen refrendar estos
supuestos. Aportaré solamente dos ejemplos.
En el
Popol Vuh, el Libro del Consejo de los indios quichés, de la
gran familia maya, se dice:
"«Y los Maestros Gigantes hablaron, así
como los Dominadores, los Poderosos del Cielo: Es tiempo de
concentrarse de nuevo sobre los signos de nuestro hombre construido,
de nuestro hombre formado, como nuestro sostén, nuestro nutridor,
nuestro invocador, nuestro conmemorador. Haced pues que seamos
invocados, que seamos adorados, que seamos conmemorados, por el
hombre construido, el hombre formado, el hombre maniquí, el hombre
moldeado.»"
Algo similar recoge la
Epopeya de la Creación, cuando pone en boca
del dios creador y solar babilonio Marduk las siguientes palabras:
"«Produciré un sumiso Primitivo; 'Hombre' será su nombre. Crearé un
Obrero Primitivo. En él recaerá el servicio de los dioses, para que
ellos puedan descansar tranquilos.»"
Sigamos pues la pista histórica de la presencia de estos supuestos
dioses —en realidad, nada más que seres inteligentes
tecnológicamente superiores a nosotros— en la atmósfera terrestre.
LOS TESTIMONIOS MAS ANTIGUOS
El volumen II de la Introducción a la Ciencia Espacial, publicado
por la Academia de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, incluye un
capítulo de estudio de los OVNIs.
Se afirma allí literalmente que,
"«los OVNIs son objetos materiales que están, o
bien pilotados, o
controlados por control remoto por seres que son de fuera de este
planeta»". Y también se afirma que "«las visiones OVNI parecen
extenderse a lo largo ya de 47.000 años»".
El testimonio acaso más antiguo que relaciona a los supuestos dioses
con los objetos volantes no identificados, sea el que transmiten los
aborígenes de los montes Kimberley, en el noroeste de Australia.
Cuentan que en tiempos remotos sus dioses trazaron sobre las rocas
unos dibujos antropomorfos de notable tamaño,
los Wandjinas, con
rostros carentes de boca y rodeadas sus cabezas por uno o dos
semicírculos en forma de herradura, con finas líneas que irradia el
círculo exterior. Después de ello y de instruir a los nativos, los
wandjinas o dioses se transformaron en serpientes míticas y se
refugiaron en charcos cercanos.
Cuentan los nativos que de vez en
cuando se les puede ver de noche en forma de luces que se mueven a
gran altura.
A gran altura debió moverse también un desconocido aparato volador,
inteligentemente guiado, hace ahora unos 11.000 años. Así se
desprende de los datos recogidos en
los mapas de Piri Reis, que se
conservan en el museo Topkapi de Istanbul.
Fueron trazados en 1513
por el almirante de las flotas turcas Piri Reis, y muestran
fielmente los accidentes geográficos de las costas americanas,
incluyendo los de
la Antártica. Con la notable peculiaridad de que
en ellos el extremo Sur de la Tierra de Fuego enlaza por medio de la
estrecha lengua de tierra con la Antártida, allí en donde hoy en día
las aguas del estrecho de Drake enlazan entre sí a los océanos
Atlántico y Pacífico.
Cotejados los mapas con las fotografía
infrarrojas aéreas que reflejaban el perfil submarino, se llegó a la
conclusión de que realmente había existido este puente de tierra
entre el continente sudamericano y la Antártica a finales de la
última glaciación; o sea, hace ahora unos 11.000 años. Piri Reis
había reseñado en sus mapas con asombrosa exactitud costas, islas,
bahías y montañas que en parte hoy ya no son visibles, sino que
están cubiertas por una considerable capa de hielo.
El propio
almirante Piri Reis indicó, en los textos explicativos de sus mapas,
que para su confección se había servido de otros mapas anteriores,
entre ellos uno requisado a un marino que había formado parte de las
tripulaciones de
Cristóbal Colón, y que fue capturado en aguas
peninsulares ibéricas. Debemos concluir que alguien trazó con
perfección la orografía terrestre de aquella zona del globo hace
11.000 años.
¿Quién fue?
El cartógrafo americano Arlington H.
Mallery afirmó en su día que no podemos imaginarnos como se trazó un
mapa tan preciso sin el concurso de la aviación.
ARTILUGIOS VOLANTES EN LA ANTIGUA INDIA
Vimos anteriormente como en su libro sagrado Popol Vuh, los indios
quichés de la gran familia maya decían de nuestros creadores que
éstos eran unos constructores.
Damos ahora un salto en la geografía
y nos vamos a la India, en donde podemos leer en la gran epopeya
sánscrita del
Mahabharata que precisamente Maia, el constructor, el
ingeniero y arquitecto de los asuras, diseñó y construyó un gran
habitáculo de metal, que fue trasladado al cielo. Era solamente uno
de muchos habitáculos similares.
Cada una de las divinidades Indra,
Yama, Varuna, Kuvera y Brahma, disponía de uno de estos aparatos
metálicos y voladores.
El gran sabio de la antigua tradición, Narada, explica que la ciudad
volante de Indra se hallaba ininterrumpidamente en el espacio.
Estaba rodeada de una pared blanca, que producía destellos de luz
cuando el vehículo se desplazaba por el firmamento.
Otros aparatos automáticos se desplazaban libremente bajo agua y en
las profundidades de los océanos de una forma similar a los modernos
submarinos.
El texto sánscrito del Mahabharata se refiere normalmente a los
aparatos volantes con el nombre de «vimanas».
Pero habla también de grandes ciudades —colonias— espaciales, de
grandes ciudades submarinas, y de ciudades subterráneas.
Arjuna, una de la divinidades, disponía de un indestructible
vehículo volador anfibio, pilotado por su ayudante Matali.
Todas estas construcciones y aparatos voladores, submarinos y
subterráneos, están descritos en la epopeya del Mahabharata con gran
lujo de detalles, con detalle de sus medidas y descripción de sus
características.
También Valmiki, el autor de la otra gran epopeya hindú, el
Ramayana, nos habla con absoluta naturalidad de los vehículos que —a
voluntad de su piloto— volaban libremente por el aire. También eran
metálicos y brillaban en el cielo.
OBJETOS VOLANTES INTELIGENTEMENTE GUIADOS, EN LOS TEXTOS
BÍBLICOS
Leemos en los textos bíblicos cómo el profeta Ezequiel nos narra su
encuentro con un vehículo volante, que se le acercó tanto —junto al
río Quebar, en la inmediaciones de Babilonia— que incluso vio a uno
de sus tripulantes, el cual le habló a él personalmente.
Esta visión que Ezequiel tuvo, y que está descrita con lujo de
detalles en los textos bíblicos, fue detenidamente
analizada por el
ingeniero de la agencia espacial norteamericana —la NASA—
Josef
Blumrich, quién concluyó que lo que vio el profeta fue efectivamente
y sin ningún género de dudas una nave volante.
Tanto es así, que
dicho ingeniero —director de la Oficina de Construcción de Proyectos
de la NASA—, rediseñó el aparato descrito por Ezequiel y patentó
algunos de sus elementos.
También en la Biblia, la destrucción de las ciudades de Sodoma y
Gomorra refleja con precisión los efectos de una explosión atómica,
anunciada a Lot por dos emisarios que bajan de las alturas y comen
alimentos en casa de su anfitrión.
Finalmente, en muchos pasajes de los textos bíblicos —comenzando por
el libro del Exodo— se describen con detalle nubes inteligentemente
guiadas. En el caso del libro citado, una de estas nubes —luminosa
de noche y en forma de columna de humo de día— guía al pueblo de
Israel en su huída de Egipto.
Esta nube indica el camino a seguir,
proporciona alimento, e incluso desciende hasta el suelo para que
sus tripulantes (en este caso el mismo
Yahveh) pueda dar órdenes
verbales al caudillo de los hijos de Israel, Moisés.
EL OVNI DE
BELÉN
La estrella de Belén, cuya aparición está tan íntimamente ligada al
fenómeno Jesús, es —como se puede repasar en los Evangelios— una «estrella»
que se mueve y que, además, tiene la facultad de detenerse.
No es
extraño que una estrella esté aparentemente «parada» en el
firmamento, como parece que lo están todas las que vemos normalmente,
ni tampoco que una estrella se mueva, como es el caso de las
estrellas fugaces o de los cometas. Lo que sí se sale realmente de
lo usual es que haga ambas cosas: moverse y pararse.
Y que, además,
demuestre ser inteligente:
"«Salieron, y la estrella que habían
visto en Oriente» —podemos leer en los Evangelios— «iba delante de
ellos hasta que se detuvo encima de donde se hallaba el niño.»"
Se le ha querido dar una explicación astronómica a este fenómeno de
la llamada estrella de Belén, aduciendo que se habría tratado de la
conjunción —tercera conjunción por aquellas fechas— de los planetas
Júpiter y Saturno. En dicha conjunción los citados planetas se
juntaron ópticamente en dirección Sur de tal manera que los magos de
Oriente, en la ruta que seguían de Jerusalén a Belén, siempre tenían
a estos dos planetas que formaban una sola estrella, delante de
ellos.
La estrella iba efectivamente, como dicen los Evangelios,
precediéndoles.
Hasta aquí, todo correcto.
Pero si hubieran caminado siempre en la
dirección que les indicaba esta conjunción de Júpiter y Saturno —y
dado que se trataba de un fenómeno extra-atmosférico que por lo tanto,
por mucho que avanzasen los magos, siempre habría estado situado por
delante de ellos— a donde habrían llegado es a las aguas litorales
del mar Rojo.
Pero no: se detienen a 7 Km. escasos de Jerusalén. ¿Por qué? Porque
no iban en pos de la conjunción Júpiter-Saturno, sino de un objeto
brillante que finalmente se detuvo a baja altura encima del lugar
encima del lugar en el que se hallaba el niño:
Jesús.
Un objeto
volador que se movía inteligentemente dentro de nuestra atmósfera.
LOS HIJOS DEL CIELO
Los antiguos habitantes de China se autodenominaban «hijos del cielo».
Y su literatura clásica proporciona una abundante selección de
observaciones de objetos volantes desconocidos, con especificación
muy concreta del momento histórico en que apareció cada uno de ellos.
Una de las referencias más antiguas que podemos hallar figura en la
obra Ciencia Natural, que en el capítulo X reza:
"«Bajo el reinado
de Xi Ji»" —hace aproximadamente 4.000 años, "«fueron vistos dos
soles en la ribera del río Feichang, uno de los cuales subía por el
este, mientras que el otro bajaba por el Oeste. Ambos producían un
ruido como el trueno.»"
En época mucho más reciente, el escritor Wang Jia, que vivió bajo la
dinastía de los Tshin, relata en su libro Reencuentro una historia
acaecida en el siglo IV antes de JC:
"«Durante los 30 años del
reinado del emperador Yao, una inmensa nave flotaba por encima de
las olas del mar del Oeste. Sobre esta nave, una potente luz se
encendía de noche y se apagaba de día. Una vez cada 12 años, la nave
daba una vuelta por el espacio. Por esto se la denominaba Nave de
Luna o Nave de las Estrellas».
En su obra Observaciones del Cielo,
otro historiador, que vivió entre los años 960 y 1279 nos da una
imagen todavía más clara de esta nave del cielo, afirmando de ella:
«Había una gran nave voladora expuesta en el palacio de la Virtud
bajo la dinastía de los Tang. Medía más de 50 pies de largo, y
resonaba como el hierro y el cobre, resistiendo perfectamente a la
corrosión; se elevaba en el cielo para retronar después, y así
continuamente.»"
Por su parte, el historiador Zhang Zuo, autor de la Historia del
Poder y de la Oposición, escribe también que,
"«el 29 de mayo del año
2 bajo el reinado del emperador Kai Yuan, durante la noche, apareció
una gran estrella móvil, del tamaño de una cuba, que volaba en el
cielo del Norte, acompañada de otras estrellas más pequeñas; esto
duró hasta el amanecer»".
Otro texto, el Nuevo Libro de los Tang, reza en su capítulo XXII,
dedicado a la Astronomía:
«"El año 2 bajo el reinado del emperador Quian-fu, dos estrellas, una roja y la otra blanca, que medían como
os veces la cabeza de un hombre, se dirigieron una junto a la otra
al Sudeste. Una vez paradas en el suelo, aumentaron lentamente de
tamaño y lanzaron luces violentas. Al año siguiente, una estrella
móvil brilló de día como una gran antorcha. tenía el tamaño de una
cabeza. Habiendo llegado del Nordeste, sobrevoló dulcemente la
región, para desaparecer finalmente en dirección Noroeste.»"
En otro pasaje de este mismo libro podemos leer:
"«En marzo del año
2, bajo el reinado del emperador Tian Yu, cierta noche una gran
estrella surgió de la bóveda del cielo. Era cinco veces más grande
que un celemí y volaba en dirección del Noroeste. Descendió hasta
treinta metros del suelo. Su parte superior lanzó luces de fuego de
color rojo anaranjado.
Sus luces llegaban a más de cinco metros. Se
desplazaba como una serpiente, rodeada de numerosas estrellas
pequeñas que desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos. Se vio una
especie de vapor que subía muy alto hacia el cielo.»"
Esta es solamente una brevísima selección de cuanto puede leerse en
los textos clásicos chinos acerca de
los OVNIs.
TRAFICO AÉREO EN LA LITERATURA
CLÁSICA DE LA CUENCA MEDITERRÁNEA
Autores como Plinio el Viejo, Plutarco, Dio Cassio, Séneca, Cicerón
o Julio Obsequens fueron en mayor o menor grado conscientes de que
los dioses estaban guiando a los hombres sobre la Tierra. Sin ir más
lejos, en el libro octavo de la Eneida, Virgilio habla de,
"«ruedas
que transportaban rápidamente a los dioses»"
En el Prodigiorum Liber (el Libro de los Prodigios), el historiador
Julio Obsequens recoge textos originales de Cicerón, Tito Livio,
Séneca y otros.
Podemos leer allí:
«Siendo cónsules Cayo Mario y Lucio Valerio, se pudieron ver en
diversos lugares de Tarquinia un objeto que semejaba una antorcha
encendida que súbitamente cayó del cielo. Hacia el anochecer se vio
un objeto volador circular, parecido en su forma a un "clypeus" (el
escudo redondo empleado por los legionarios romanos) llameante, que
cruzaba el cielo del Oeste hacia el Este.»
También podemos leer allí que,
"«en el territorio de Spoleto, en la
Umbría, una esfera de fuego, de color dorado, cayó a tierra dando
vueltas. después parecía que aumentase de tamaño, se elevó del suelo,
y ascendió hacia el cielo, en donde oscureció al disco del Sol con
su claridad cegadora. Después desapareció en dirección al cuadrante
Este del cielo.»"
Tito Livio también informa por su parte:
"«Naves fantasma han sido
vistas brillando en el cielo... Mientras que en el distrito de Amiterno aparecieron en muchos lugares hombres con vestidos
destellantes, de lejos y sin acercarse a nadie.»"
Son solamente unos botones de muestra de la abundante literatura
clásica que refiere este tipo de avistamientos.
INTERVIENEN EN EL CURSO DE NUESTRA HISTORIA
Hay momentos concretos a lo largo de la historia de la Humanidad, en
que figuras u objetos que descienden del cielo, intervienen en los
asuntos de los hombres, e incluso llegan a decidir nuestras disputas
en uno u otro sentido.
En algunas ocasiones, la ayuda ha sido
favorable al signo de la Cruz, si bien el motivo de este favoritismo
se nos escapa.
Así aconteció en las luchas de los cristianos contra
los moros, y también —durante la conquista de América— en las luchas
contra los indios.
LA GLORIA DE DIOS
Una ocasión importante en que manifestaciones concretas del cielo
ayudaron a los cristianos, se dio en plena campaña exterminadora de
Carlomagno contra los paganos sajones. Así lo explica claramente el
monje Lorenzo, en sus Annales Laurissenses.
Explica en esta obra
histórica cómo los sajones se habían rebelado contra las tropas de
los francos, y avanzaban hacia el castillo de Sigisburg para
conquistarlo. La oposición de los francos fue dura, motivo por el
cual los sajones no pudieron culminar su gesta.
Y leemos
literalmente en la obra citada:
"«Entonces, cuando los sajones
advirtieron que las cosas no iban a su favor, comenzaron a construir
andamios desde los cuales pudiesen saltar valientemente al castillo
mismo. Pero Dios es tan bueno como justo. Superó su valor, y el
mismo día en que prepararon el asalto contra los cristianos que
vivían dentro del castillo, la gloria de Dios apareció en
manifestación encima de la iglesia en el interior del castillo.
Los
que lo observaron, muchos de los cuales aún viven hoy en día,
dijeron que tenían el aspecto de dos grandes escudos de color rojo
llameante, y que se movían por encima de la iglesia. Y cuando los
paganos que estaban afuera vieron este signo, cayeron seguidamente
en la confusión y quedaron aterrorizados por el pánico, huyendo
precipitadamente.»"
Como consecuencia de la intervención de este poder aéreo, los
sajones se rindieron y decidieron en juramento solemne su conversión
al cristianismo.
Por lo tanto, acatar las leyes de Carlomagno.
AMÉRICA - REESTRENO DEL DRAMA DE
MOISÉS
De Europa nos vamos a tierras norteamericanas. Porque si
Yahveh hizo
caminar a Moisés con sus seguidores por el desierto durante cuarenta
años, el dios de los aztecas obligó a éstos a una caminata de casi
3.000 km, antes de que hallasen en una pequeña isla en medio del
lago Texcoco, al águila de su profecía devorando a una serpiente.
Era el símbolo que les indicaba que aquella era su tierra de
promisión.
Los paralelismos entre el éxodo del pueblo de Israel y el éxodo del
pueblo azteca comienzan con la personalidad misma de los dos
protagonistas, Yahveh y Huitzilopochtli.
Ambos querían ser
considerados como protectores e incluso como padres, pero eran
tremendamente exigentes, implacables en sus frecuentes castigos, y
muy irritables. Ambos les indicaron a sus pueblos elegidos que
abandonasen la tierra que habitaban. Ambos acompañaron personalmente
a sus protegidos a lo largo de todo el peregrinaje.
Yahveh lo hizo
como ya vimos en forma de una curiosa nube o columna de fuego y de
humo que les procuraba luz de noche y sombra de día, o les señalaba
el camino que debían tomar. Huitzilopochtli, a su vez, acompañaba a
los aztecas en forma de un gran pájaro. La tradición afirma que fue
un águila o una grulla blanca, que les iba indicando la dirección en
la cual debían caminar desde las tierras de Arizona y de Utah hasta
el emplazamiento de la actual capital de México.
Pero lo más curioso es que los dos pueblos —israelitas y aztecas—
transportaban una especie de caja sagrada que para ellos tenía una
gran importancia y que servía para comunicarse directamente con la
divinidad.
Los israelitas llevaban la famosa Arca de la Alianza, y
los aztecas llevaban un cofre, tal y como nos lo cuenta fray Diego
Durán, historiador contemporáneo de la conquista:
"«Cuando llegaban
a un lugar para quedarse en él durante algún tiempo, lo primero que
hacían era construir un templo que servía para alojar el cofre en
que llevaban a su dios.»"
LOS ESCUDOS VOLANTES DE LOS INDIOS HOPI
Si Carlomagno fue ayudado por unos escudos volantes y los aztecas —procedentes
de Arizona— contaron con el apoyo de una inteligencia que dominaba
el vuelo, ambas circunstancias se repiten en la historia de
los
indios Hopi —establecidos en la actual Arizona.
Según explica su
jefe White Bear, contaban sus antepasados que sus abuelos habitaban
unas tierras situadas al Oeste, o sea en algún punto del océano
Pacífico.
Al hundirse estas tierras, unos seres descendidos de las
alturas —los katchinas— les ayudaron a trasladarse al continente
americano, en parte sirviéndose de escudos volantes. Estos seres
sabían además tallar grandes bloques de piedra, dominaban el
transporte aéreo de estos bloques, y eran diestros en la
construcción de instalaciones subterráneas.
Algo muy parecido a lo
que nos narran según vimos los antiguos textos sánscritos.
OVNIS DURANTE LA CONQUISTA DE
AMÉRICA
Alguna inteligencia seguía sobrevolando a los humanos en tierras
americanas siglos más tarde.
Así, Bernal Díaz del Castillo, cronista
de Hernán Cortés, escribe en su Historia verdadera de la conquista
de la Nueva España:
"«Dijeron los indios mexicanos que vieron una
señal en el cielo que era como verde y colorada y redonda como rueda
de carreta y que junto a la señal venía otra raya y camino de hacia
donde sale el Sol y se venía a juntar con la raya colorada»".
Y, un
poco más adelante:
"«Lo que yo vi y todos cuantos quisieron ver, en
el año 27» —1527— «estaba una señal del cielo de noche a manera de
espada larga, como entre la provincia de Pánuco y la ciudad de
Tezcuco, y no se mudaba del cielo, a una parte ni a otra, en más de
veinte días.»"
Son, una vez más, solamente dos pinceladas de los mucho objetos
volantes no identificados que —en este caso— refieren las crónicas
de la conquista de América.
¿VIENEN DE SIRIO?
Cuentan
los dogones, que habitan en las tierras de la
actual
república africana de Mali, que desde siempre, el elemento para
ellos más importante del firmamento es una estrella pequeña que gira
alrededor de la gran
estrella Sirio, el brillante astro que luce en
la constelación del Can Mayor.
Por los estudios realizados de sus
tradiciones, podemos afirmar que poseen este conocimiento por lo
menos desde el siglo XII. Cuando en cambio la moderna astronomía no
descubrió Sirio B —que orbita alrededor de Sirio A y es invisible al
simple ojo humano— hasta mediados de siglo pasado. Los dogones
conocían por lo menos siete siglos antes la existencia de Sirio B,
siendo conscientes además de que es invisible.
Pero además, el
dibujo ritual que ellos trazan para mostrar la órbita en que Sirio B
gira alrededor de Sirio A, es absolutamente idéntico al dibujo que
ofrece el moderno diagrama astronómico de la órbita de Sirio B
alrededor de Sirio A. Los dogones saben además que Sirio B es un
cuerpo extraordinariamente pequeño. Y también aquí la astronomía
oficial confirma que Sirio B es una «enana blanca», una estrella
pequeña.
También dicen los dogones que Sirio B es la estrella más
pesada que existe. Y una vez más la ciencia confirma: Sirio B —a la
que ellos llaman Po Tolo— es, en cuanto enana blanca, una estrella
extraordinariamente densa, o sea, extraordinariamente pesada. Pero
además, y de acuerdo con la mitología de los dogones, Po Tolo da una
vuelta alrededor de Sirio A cada cincuenta años.
Y confirma también
aquí la moderna astronomía que Sirio B da una vuelta alrededor de
Sirio A exactamente cada cincuenta años. Más asombroso aún: durante
sus festividades rituales, los dogones rinden honores al hecho de
que Po Tolo gire sobre sí mismo.
¿De donde podían saber —no los dogones, sino nadie— desde hace ocho siglos que las estrellas giran
sobre su propio eje?
Cuando se les plantea a ellos esta pregunta, afirman que un día
llegaron unos seres procedentes del sistema de Sirio, con la
finalidad de instaurar la sociedad en la Tierra. De ellos proceden
sus conocimientos. Estos seres desconocidos —a los que ellos llaman
«nommos»— descendieron a la Tierra en un arca que, antes de
aterrizar, giraba o volteaba en el aire. El aterrizaje aconteció en
el Nordeste del país de los dogones y produjo un ruido importante al
descender el arca.
Los dogones describen el aterrizaje de forma muy
gráfica:
"«El arca se posó en la tierra seca del Zorro y desplazó
polvo, levantado por el remolino que causó. La violencia del impacto
dejó el suelo rugoso. El arca era como una llama que se apagó al
tocar la tierra.»"
Era roja como el fuego y se volvió blanca cuando
aterrizó.
Y MUCHO MAS…
La brevedad de un artículo no da para más.
En el tintero se han
quedado centenares de casos OVNI en la Antigüedad, en la Edad Media
y en tiempos más recientes, hasta llegar a aquéllos que cité al
principio, vistos por Kenneth Arnold en 1947.
Para enumerar
solamente a algunos de los más importantes, falta hablar de los
Objetos Volantes No Identificados vistos,
-
por Tutmosis III el Grande,
por Alejandro Magno y por Timoleón (ambos en el s. IV a.JC)
-
por
Cayo Julio César y por Pompeyo (s. I a JC)
-
por Constantino el
Grande (s. III)
También:
-
la espada volante vista sobre Jerusalén en
el s. I y citada por Flavio Josefo
-
el cuadro La
Madonna e san Jiovannino de la escuela de Filippo Lippi (s. XV), en
que junto a la Virgen aparece en el cielo un OVNI
-
el OVNI citado
en los anales de la Inquisición, y que transportó al Dr. Torralba en
viaje de ida y vuelta de Valladolid a Roma en 1527
Deben recordarse
igualmente los fenómenos OVNI citados por Pedro de Valdivia y por el
cronista Pedro Cieza de León (s. XVI), y por Fray Junípero Serra (s.
XVIII).
No deben omitirse:
-
los cilindros volantes vistos sobre Nuremberg en el s. XVI
-
la viga aérea vista por Benvenuto Cellini
-
los globos ígneos que sobrevolaron Basilea también en el s. XVI
-
la
columna brillante que se presentó la víspera de la batalla de Lepanto, una vez más en el s. XVI
-
los OVNIs que evolucionaron sobre
Cataluña en 1604, recogidos en el Diari de Jeroni Pujades
-
iguales
chismes volantes vistos sobre el mediodía de Francia en 1621
-
la
hostia volante que sobrevoló Braga en 1640
-
la bola volante que
sobrevoló Robozero, en Rusia, en 1663
-
los 446 OVNIs reportados por el
director del observatorio mexicano de Zacatecas, en 1883
En absoluto puede afirmarse —a la vista de este repertorio— que los
OVNIs son una invención o un fenómeno característico de nuestro
siglo XX.
|