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			El Apocalipsis de Marx
 La primera Revolución Francesa en 1789, marcó el comienzo de una 
			larga serie de rebeliones en Francia. El nuevo Duque de Orleans, 
			Luis Felipe, llegó a ser la figura decorativa de una revuelta en 
			Julio de 1830, la cual lo colocó en el trono de Francia como 
			gobernante de una monarquía constitucional. Asistiéndolo estaba el 
			Marqués de La Fayette. Otro soporte importante de Luis Felipe fue un 
			hombre llamado Luis Augusto Blanqui, quien fue condecorado por el 
			nuevo gobernante por haber ayudado al éxito de la revolución de 
			1830.
 
			 Blanqui continuó siendo un activo revolucionario después de 1830 y 
			proveyó
			significativo liderazgo a una larga cadena de rebeliones. Según 
			Julius Braunthal, escrito en su
			libro, “Historia de la Internacional”:
 
				
				“Blanqui fue el inspirador de 
			todas las rebeliones en París desde 1839 hasta la Comuna(*) 
			en 1871.” 
			(*) La Comuna fue un grupo revolucionario que gobernó París desde el 
			18 de Marzo hasta el 28 de Mayo de 1871.  
			 Blanqui pertenecía a una red de sociedades secretas de Francia, las 
			cuales organizaban y planeaban las revoluciones. Casi todas aquellas 
			sociedades secretas eran retoños de la actividad de la Hermandad y 
			estaban constituidas a imagen de las organizaciones de la Hermandad. 
			Cada sociedad tenía una función diferente y bases ideológicas para 
			reclutar gente dentro de la causa revolucionaria. Aunque algunas 
			veces las sociedades revolucionarias difieren en materia de 
			ideología y táctica, aquellas tenían un objetivo en común: traer la 
			revolución. Muchos líderes revolucionarios participaron en varias de 
			esas organizaciones simultáneamente.
 
			 Uno de los grupos secretos de revolucionarios franceses más 
			efectivos fue la Sociedad de las Estaciones, de la cual Blanqui 
			compartía el liderazgo. Esta sociedad fue planificada explícitamente 
			para propósitos de tramar y llevar a cabo conspiraciones políticas. 
			Una de las organizaciones aliadas a la Sociedad era la “Liga de los 
			Justos”. La Liga fue fundada en 1836 como una sociedad secreta y 
			ayudó a Blanqui y a la Sociedad de las Estaciones al menos en una 
			revuelta: el levantamiento de Mayo de 1839.
 
			  
			Pocos años después de 
			este levantamiento, a la Liga se le unió un hombre que más tarde 
			llegó a ser el más famoso portavoz revolucionario:
			Karl Marx.  
			 Karl Marx fue un alemán que vivió desde 1813 hasta 1883. Muchos lo 
			consideran el fundador del Comunismo moderno. Sus escritos, 
			especialmente el Manifiesto Comunista, son de una importante piedra 
			fundamental de la ideología comunista. Sin embargo, como algunos 
			historiadores han afirmado, Karl Marx no originó todas sus ideas. El 
			actuó por algún tiempo como un portavoz para una organización 
			política radical a la cual pertenecía. Fue durante su militancia en 
			la Liga de los Justos que Marx escribió el Manifiesto Comunista con 
			su amigo Federico Engels.
 
			  
			Aunque el Manifiesto contiene muchas ideas 
			propias de Marx, su verdadero logro fue poner en forma coherente la 
			ideología comunista, la cual ya estaba inspirando a las sociedades 
			secretas de Francia para la rebelión.  
			 Debido a su intelecto, Marx ganó considerable poder dentro de la 
			Liga de los Justos y su influencia causó unos pocos cambios dentro 
			de esta organización. A Marx no le gustaba el carácter conspirativo 
			romántico de la red de sociedades secretas al cual pertenecía y 
			logró eliminar algunos de esos rasgos dentro de la Liga. En 1847, el 
			nombre de la Liga fue cambiado por el de “Liga Comunista”. Asociado 
			con la Liga Comunista estaban varias organizaciones de trabajadores 
			tales como: la Sociedad Alemana de los Trabajadores Educacionales GWES. Marx fundó una rama de la GWES en Bruselas, Bélgica.
 
			 En este punto, podemos ver la extraordinaria ironía en esos 
			acontecimientos. La misma red de las organizaciones de la Hermandad 
			que nos dieron a los Estados Unidos y otros países capitalistas por 
			medio de la revolución, ahora estaban activamente creando la 
			ideología que se oponía a estos países: la ideología comunista. Es 
			crucial que este punto se comprenda: ambos lados de la lucha 
			moderna, —comunistas versus capitalistas—, fue creada por la misma 
			gente en la misma red de organizaciones secretas de la Hermandad. 
			Este hecho vital es casi siempre pasado por alto en los libros de 
			historia. Dentro de un corto período de cien años, la red de la 
			Hermandad ha dado al mundo dos filosofías opuestas que proveen la 
			entera fundación para la llamada “guerra fría”: un conflicto que ha 
			durado cerca de medio siglo.
 
			 Considerando la afiliación de Karl Marx a la red de la Hermandad, no 
			provocaría sorpresa que la filosofía de Marx siguiese el patrón 
			básico de la religión Custodia. El marxismo es altamente 
			apocalíptico. Habla de una Batalla Final, credo envolviendo fuerzas 
			del bien y del mal, seguida por una utopía en la Tierra. La 
			diferencia primordial es que Marx moldeó dentro de una estructura 
			no-religiosa y trató de hacer que esta sonase como una ciencia 
			social en vez de una religión. En el esquema de Marx, las fuerzas 
			del bien están representadas por las clases trabajadoras oprimidas, 
			y el mal, por la clase propietaria.
 
			  
			El conflicto violento entre las 
			dos clases es descrito como natural, inevitable y últimamente sano, 
			debido a que tal conflicto eventualmente resultará en el surgimiento 
			de una utopía en la Tierra. La idea de Marx de la inevitable lucha 
			de clases refleja la creencia del Calvinismo de que el conflicto 
			sobre la Tierra es sano, porque significa que las fuerzas del bien 
			están activamente combatiendo al servidor del mal.  
			 Marx trató de hacer de su idea del “inevitable conflicto” que sonara 
			científicamente
			apropiándola a un concepto conocido como “la dialéctica”. La 
			dialéctica fue una noción 
			adoptada por otro filósofo alemán llamado Hegel (1770-1831). La idea 
			de Hegel de la
			dialéctica puede explicarse de esta forma: de una tesis (una idea o 
			concepto) y una anti-tesis (opinión opuesta o contraria), uno puede 
			concluir o derivar una síntesis, es decir: una nueva idea o concepto 
			diferente a los dos primeros aunque es un producto de ellos.
 
			  
			Marx 
			tomó esta idea aparentemente científica y la incorporó a su teoría 
			de la historia social. En el modelo comunista del “materialismo 
			dialéctico”, social, económico y político surgieron los cambios del 
			choque de las oposiciones contradictorias y frecuentemente 
			violentas. En esta forma, las interminables guerras de la historia y 
			la incesante colección de facciones opuestas sobre la Tierra dicen 
			ser una parte natural de la existencia por la cual deben ocurrir 
			todos los cambios sociales. Esto hace parecer deseable, el 
			interminable conflicto social, y esta es precisamente la ilusión que 
			Marx trató de trasmitir en su teoría de la lucha de clases.  
			 La visión comunista de la utopía es curiosa, pero significativa. 
			Cada individuo es un trabajador igual a los demás. Nadie posee nada, 
			pero cada uno en el conjunto posee todo; cada quien tiene todo lo 
			necesario pero no necesariamente todo lo que desea; pero antes de 
			que esta utopía se realice, todos tienen que vivir en una dictadura. 
			¡Caramba! Esta extraña visión de la utopía parece claramente 
			diseñada para mantener a la humanidad como una raza de trabajo y 
			para estimular a los humanos a que acepten condiciones de represión 
			social como la dictadura.
 
			 Durante la vida de Marx, el conocimiento espiritual estuvo sometido 
			a un estado de deterioro severo. La “salvación rápida” de los 
			Protestantes y los embarazosos rituales practicados por casi todas 
			las religiones, estaban comprensiblemente dirigiendo a mucha gente 
			racional fuera de la religión en su conjunto. No es sorprendente que 
			la validez de toda realidad espiritual comience a ser cuestionada.
 
			  
			Este cuestionamiento conduce mucha gente a inclinarse a un enfoque 
			estrictamente materialista de la vida; y Marx proporciona una 
			filosofía para que mucha de aquella gente diera un paso en este 
			sentido. Aunque Marx conocía la existencia de la realidad 
			espiritual, erróneamente estableció que la realidad espiritual era 
			totalmente un producto de fenómenos físicos y materiales. En esta 
			forma, las enseñanzas de Marx ayudaron a promover el objetivo 
			Custodio expresado en el Libro del Mormón y en las tabletas 
			primitivas de Sumeria, el cual es: causar una unión permanente entre 
			el ser espiritual y cuerpos humanos.  
			  
			Los escritos de Marx dan 
			aceptación a esta unión “científica”, sugiriendo que el espíritu y 
			la materia no se pueden separar en absoluto. La filosofía marxista 
			añade que la realidad “sobrenatural”, (por ejemplo, la realidad 
			existente fuera de los límites del universo material), no es 
			posible. La utopía de Marx por lo tanto, equivale a un Edén Bíblico: 
			un paraíso materialista en el cual todo el mundo es un trabajador 
			sin rumbo hacia la libertad y el conocimiento espiritual; en otras 
			palabras, una mimada prisión espiritual.  
			 En la misma era en que el comunismo se estaba configurando como un 
			movimiento organizado, la práctica bancaria estaba experimentando un 
			desarrollo importante. A finales del siglo XIX, el nuevo sistema de 
			papel moneda inflacionario ya era la norma establecida a través del 
			mundo. Este sistema monetario todavía no estaba adecuadamente 
			organizado a escala internacional, sin embargo, éste era el próximo 
			paso, o sea: crear una red permanente de banco centrales por todo el 
			mundo que estarían coordinados desde una simple localización fija.
 
 Un especialista que escribió sobre este desarrollo, fue el finado 
			Dr. Carroll Quigley, profesor de Harward, Princeton y en la Escuela 
			de Servicio Exterior de la Universidad de Georgetown. El libro de 
			Dr. Quigley: “Tragedia y Esperanza: una historia del mundo de 
			nuestro tiempo”, logró gran fama porque fue usado por algunos 
			miembros de la Sociedad John Birth, para probar sus ideas de 
			“conspiración comunista”.
 
			  
			Poniendo a un lado esta notoriedad, encontramos que el libro del Dr. 
			Quigley es exhaustivamente investigativo y de muy valiosa lectura. 
			El Dr. Quigley no era un “conspirador aficionado” sino un profesor 
			altamente respetado con credenciales académicas excepcionales. El 
			libro del Dr. Quigley describe con gran detalle, el desarrollo y 
			funcionamiento de la comunidad bancaria internacional para el 
			establecimiento del sistema de papel moneda inflacionario a través 
			del mundo.  
			  
			Demos una breve mirada a lo que el Dr. Quigley nos tiene 
			que decir. 
 
			
			
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			El Dinero Sucio se hace Internacional
 
 En su libro “Tragedia y Esperanza”, el Dr. Quigley divide la 
			historia del “capitalismo” en varias etapas. La tercera etapa, la 
			cual abarca el período comprendido entre los años 1850 y 1931, la 
			define el Dr. Quigley como la etapa del Capitalismo Financiero, y 
			afirma:
 
				
				“Esta tercera etapa del capitalismo es de un abrumante significado 
			para la historia del siglo 
			XX, donde sus influencias y ramificaciones han sido tan 
			subterráneas, y porque no,
			ocultas, que podemos ser excusados si le dedicamos considerable 
			atención a su organización 
			y métodos. Esencialmente, lo que éste hizo fue tomar los viejos 
			métodos desorganizados y 
			locales para manejar el dinero y el crédito, y organizarlos en un 
			sistema integrado, sobre 
			una base internacional, el cual trabajó con increíble y bien 
			lubricada facilidad por muchas 
			décadas.” 
			El Dr. Quigley describe el intento global del nuevo sistema 
			integrado:  
				
				“….el poder del capitalismo financiero tiene otro objetivo de largo 
			alcance, nada menos que 
			crear un sistema mundial de control financiero en manos privadas, 
			capaz de dominar el 
			sistema político de cada país y a la economía del mundo en su 
			totalidad. Este sistema fue 
			hecho para ser controlado de una manera feudal por los bancos 
			centrales del mundo 
			actuando en concierto, mediante acuerdos secretos realizados en 
			reuniones y conferencias 
			privadas. El ápice de este sistema estaría en el Banco para las 
			Colocaciones Internacionales, -
				
				Bank for International Setlements -, con sede en Basilea, Suiza; un 
			banco privado perteneciente y controlado por los bancos centrales 
			del mundo, que a su vez son corporaciones privadas. Cada banco 
			central…busca manejar el intercambio exterior (cambio extranjero) 
			para influenciar el nivel de la actividad económica en el país e 
			influenciar la cooperación política mediante subsiguiente recompensa 
			económica en el mundo de los negocios”. 
			En el mundo de habla inglesa, los recién organizados bancos 
			centrales ejercieron influencia política significativa a través de 
			una organización que patrocinaban conocida como la Mesa Redonda. 
			Esta organización era para reunir un equipo de expertos o “Think 
			Tank” (Gabinete Estratégico, reunión de expertos), quienes se 
			ocupaban de afectar las acciones de la política exterior de los 
			gobiernos.
			
 La Mesa Redonda fue fundada por un inglés llamado Cecil Rhodes, 
			(1853-1902). Rhodes
			había creado una vasta operación minera de oro y diamante en Sur 
			África y en las naciones 
			Áfricanas que llevaban su nombre: Rodhesia del Norte y Rodhesia del 
			Sur, hoy Zambia y
			Zimbabwe respectivamente. Rhodes, quien había sido educado en 
			Oxford, hizo lo máximo para explotar, como cualquier inglés, los 
			recursos minerales de África y hacer del Sur del
			Continente Africano una parte vital del Imperio Británico.
 
			 Rhodes era más que un hombre dirigido a construir una fortuna 
			personal. El fue muy dedicado con el mundo y hacia dónde se dirigía 
			éste; muy especialmente con respecto a las guerras. Aunque vivió 
			casi un siglo atrás, visualizó un día cuando las armas de la gran 
			destrucción podrían arrasar con la civilización humana. Aunque vivió 
			casi cien antes, sus pronósticos le inspiraron a canalizar su 
			considerable talento y fortuna personal en la construcción de un 
			sistema político mundial bajo el cual fuera imposible que una guerra 
			de tal magnitud pudiese ocurrir.
 
			  
			Rhodes intentó crear un sólo 
			gobierno mundial dirigido por los británicos. El gobierno mundial 
			sería lo suficientemente fuerte para sofocar cualquier acción de 
			cualquier tipo de gente. Rhodes también quería unificar a la gente 
			haciendo del inglés el lenguaje universal. El pensó disminuir el 
			nacionalismo e incrementar la conciencia entre la gente, de que 
			ellos forman parte de una gran comunidad humana. Fue con estas metas 
			en mente, que 
			
			Rhodes estableció la Mesa Redonda. En su última 
			voluntad, Rhodes también creaba la famosa Beca Rhodes, un programa 
			todavía en operación hoy. El programa de becas Rhodes está diseñado 
			para promover el sentimiento de ciudadanía universal basado en las 
			tradiciones anglo-sajonas.  
			 El corazón de Rhodes estaba claramente en el camino correcto. Si lo 
			hubiese logrado, habría reparado muchos de los efectos dañinos 
			descritos en la Torre de Babel donde se dividió a la gente en grupos 
			de diferentes lenguajes. Promoviendo una ciudadanía de carácter 
			universal se contribuía a superar los tipos de nacionalismo que 
			ayudan a generar guerras. Sin embargo, algo estaba errado.
 
			  
			 Rhodes 
			cometió el mismo error de muchos otros humanitaristas anteriores a 
			él: pensó que cumpliría sus metas utilizando los canales de la red 
			corrupta de la Hermandad.  
			  
			Finalmente, Rhodes terminó creando 
			instituciones que muy pronto cayeron en las manos de aquellos que 
			usarían estas mismas instituciones para oprimir a la raza humana. La 
			Mesa Redonda no sólo fracasó en hacer lo que Rhodes había intentado 
			sino que sus miembros ayudaron más adelante a crear dos de las más 
			odiosas instituciones del siglo XX: el campo de concentración, y 
			justo, la cosa a la que Rhodes había dedicado su vida a prevenir: la 
			construcción de la bomba atómica.  
			 La idea de Rhodes para la Mesa Redonda había empezado en sus 
			tempranos veinte años. Ya a los 24 años, mientras era un estudiante 
			en Oxford, Rhodes escribió su segundo testamento, en el cual 
			describía sus planes para el legado de sus bienes:
 
				
				“.. establecimiento, promoción y desarrollo de una sociedad secreta, 
			verdadero propósito y 
			objeto por el cual se extendería el gobierno a través del mundo.... 
			y finalmente la fundación 
			de un poder tan grande que en lo adelante hiciera las guerras 
			imposibles y promoviera los mejores intereses de la humanidad”. 
			La sociedad secreta de Rhodes, la Mesa Redonda, al fin nació en 
			1891. Fue creada según el modelo de la francmasonería; con sus 
			círculos internos y externos. El círculo interno de Rhodes fue 
			llamado el Círculos de los Iniciados; y el círculo externo, 
			la 
			Asociación de Auxiliares. El nombre de la organización, la Mesa 
			Redonda, era una alusión al Rey Arturo y su legendaria mesa redonda. 
			Por extensión, todos los miembros de la Mesa Redonda eran 
			“caballeros”. 
 
			Era inevitable que el éxito de Rhodes y su influencia política 
			pusiera en contacto otras “personas poderosas e influyentes” de la 
			sociedad inglesa. Por supuesto, entre ellos estaban los más grandes 
			financieros británicos. Uno de los principales soportes de Rhodes 
			fue el banquero inglés Lord Rothschild, quien figuraba en la lista 
			como uno de los miembros propuesto para el Círculo de Iniciados de 
			la Mesa Redonda. Otro de los asociados de Rhodes fue el influyente 
			banquero inglés: Alfred Milner.  
			 Después de la muerte de Rhodes en 1902, la Mesa Redonda ganó un 
			creciente apoyo de la comunidad bancaria internacional. Esta vio en 
			la Mesa Redonda una manera de ejercer su influencia sobre los 
			gobiernos de la Comunidad Británica y en otras partes.
 
			  
			 En los 
			Estados Unidos, por ejemplo, según el Dr. Quigley:  
				
				“La principal columna vertebral de esta organización, la Mesa 
			Redonda, creció desde la ya 
			existente corporación financiera gobernada por el Morgan Bank en New 
			York, hasta un
			grupo financiero internacional dirigido por los Lazard Brothers.” 
			Desde 1925 en adelante, las mayores contribuciones para la Mesa 
			Redonda llegaban de personalidades financieras muy ricas, 
			fundaciones y compañías asociadas a la fraternidad bancaria 
			internacional. Se incluyen: el Carnegie United Kingdon Trust, 
			organización ésta asociada a J. P. Morgan y las familias Rockefeller 
			y Whitney.  
			 Después de la Primera Guerra Mundial, la Mesa Redonda experimentó un 
			período de expansión durante el cual fueron creados muchos 
			sub-grupos. El hombre responsable por el reclutamiento y arranque de 
			muchos de los sub-grupos fue Lionel Curtis. En Inglaterra y en cada 
			dominio británico, Curtis estableció un capítulo local, (en palabras 
			de Curtis, “un grupo de choque”), de la Mesa Redonda, llamado el 
			Instituto Real de Asuntos Internacionales (Royal Institute of 
			International Affairs). En los Estados Unidos, el “grupo de choque” 
			de la Mesa Redonda fue denominado: el Consejo de Relaciones 
			Exteriores, (Council on Foreing Relations - CFR).
 
			 Muchos norteamericanos de hoy están familiarizados con el Consejo de 
			Relaciones 
			Exteriores y su sede en New York. El CFR se conoce como un proveedor 
			de cerebros (think
			tank) del cual sale una gran cantidad de empleados públicos que 
			ocupan altos cargos a nivel federal. Bajo la administración de 
			Ronald Reagan por ejemplo, más de setenta de los miembros de su 
			administración pertenecían al Consejo, incluyendo varios miembros 
			del alto gabinete. El CFR ha dominado pasadas administraciones 
			presidenciales también y dominó la administración de George Bush 
			(1989-1993).
 
			  
			El presidente del CFR por muchos años ha sido el 
			banquero 
			
			David Rockefeller, antiguo presidente del Chase Manhattan 
			Bank. Otro ejecutivo del Chase presidió el CFR antes que él. La 
			advertencia de Thomas Jefferson se ha tornado verdadera. La 
			fraternidad bancaria norteamericana ha ejercido una fuerte 
			influencia sobre la política norteamericana, notoriamente en la 
			política exterior; y es el Consejo de Relaciones Exteriores el canal 
			a través del cual se hace esto. Desafortunadamente, esta influencia 
			ha contribuido a preservar la inflación, las deudas y las guerras, 
			como status quo o estado de las cosas existentes.  
			 Cuando Cecil Rhodes estaba vivo ganó un considerable poder en Sur 
			África donde sirvió por algunos años como su Gobernador Colonial. 
			Poseía una efectiva y única forma de delegar el poder. Según uno de 
			sus amigos íntimos, el Dr. Jameson, Rhodes daba una enorme autonomía 
			a sus hombres de confianza. El Dr. Jameson escribió una vez:
 
				
				“… Mr. Rhodes deja la decisión (lo que hay que hacer en una 
			situación) al hombre
			encargado en el sitio, a quien supone que es el mejor juez de las 
			condiciones. Esta es la 
			forma de ser de Mr. Rhodes. Es un placer trabajar con un hombre de 
			su inmensa habilidad,
			y doble placer cuando te encuentras que en la ejecución de sus 
			planes, lo deja todo a ti; 
			aunque no hay duda que en última instancia de los negocios de 
			Transvaal se ha
			perjudicado por este sistema, todavía a largo plazo, el sistema 
			funciona. Al mismo tiempo 
			que logra el objetivo que tiene a la vista, no se distrae en cuidar 
			los medios y métodos que 
			tú empleas. El deja al hombre consigo mismo y esto explica el porqué 
			obtiene de sus 
			hombres el mejor de los trabajos que ellos son capaces de hacer”. 
			Este puede ser un estilo efectivo de liderazgo, excepto cuando los 
			medios usados para lograr un fin, crean sus propios problemas. 
			Algunos de los métodos usados por los hombres de Rhodes hicieron más 
			daño a largo plazo, que bien de inmediato. En Sur África por 
			ejemplo, una lucha entre los colonos holandeses (los “Boers”) y los 
			ingleses, desembocó en la Guerra de los Boers. Durante este 
			conflicto, uno de los oficiales británicos bajo el mando de Rhodes, 
			Lord Kitchener, fundó campos de concentración para encerrar a los 
			Boers capturados.  
			  
			Los campos fueron decretados por Kitchener el 27 
			de Diciembre de 1900 y en 46 campos fueron recluidos eventualmente 
			más de 117.000 prisioneros Boers. Las condiciones de reclusión eran 
			tan inhumanas que se estimó que murieron entre 18.000 y 26.000 
			prisioneros afectados principalmente por enfermedades. Esta fue una 
			gran cantidad de crímenes masivos. Hoy asociamos los campos de 
			concentración con la Alemania nazi y la Rusia comunista, pero 
			realmente su uso en el siglo XX comenzó con los ingleses bajo la 
			autoridad de Lord Kitchener.  
			 Quizás la más grande ironía en la historia de la Mesa Redonda fue el 
			papel de esta 
			organización en la creación de la bomba atómica. Después de la 
			muerte de Rhodes, los grupos
			de la Mesa Redonda se dedicaron a establecer otras organizaciones. 
			Una de ellas fue el Instituto para Estudios Avanzados (Institute for 
			Advanced Study – IAS) localizado en Princestown, New Jersey. El IAS 
			frecuentemente ayudaba a los científicos que estaban desarrollando 
			la primera bomba atómica para los Estados Unidos. Los miembros del 
			Instituto incluían a Robert Oppenheimer, quien ha sido apodado el 
			“Padre de la Bomba A”, y Alberto Einstein, para quien el Instituto 
			fue como su hogar.
 
			 Como vemos, el mundo estaba experimentando desarrollos muy 
			importantes cuando entraba el siglo XX. El Banco Central se estaba 
			organizando en una red internacional. Los banqueros ganaban más 
			influencia en las relaciones exteriores de Gran Bretaña y los 
			Estados Unidos de América por medio de grupos como la Mesa Redonda y 
			el Consejo de Relaciones Exteriores. Entretanto, el movimiento 
			comunista estaba ganando un incremento considerable en Europa. Este 
			momentum dio su fruto en 1917 cuando los revolucionarios comunistas 
			establecieron su “primera revolución del proletariado” en Rusia.
 
			 Una vez más el mundo se ponía en camino de la utopía bíblica.
 
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 El Paraíso de los Trabajadores
 
 Para mucha gente aún viva, el período desde 1914 hasta la mitad de 
			los 30’s fue la realización de la auténtica profecía apocalíptica. 
			Esos años dan testimonio de una devastadora guerra mundial, una 
			repentina epidemia de influenza a nivel mundial en la cual murieron 
			diez millones de personas en un corto período de tiempo y un colapso 
			financiero internacional, marcado en Alemania por una hiperinflación 
			de su moneda.
 
			
			También sucedieron repentinos cambios meteorológicos. Extensas áreas 
			de los Estados Unidos se convirtieron en cuencos de polvo áridos. 
			Esto trajo la destrucción de cultivos a gran escala y la pérdida de 
			muchas granjas familiares por embargos y remates hipotecarios. Este 
			fue un período en el cual se publicaron noticias de “bolas de fuego” 
			espectaculares con creciente frecuencia en el New York Time. Algunas 
			“bolas de fuego” parecían traer consigo violentas tempestades, 
			terremotos y otros desastres naturales. Nuevos Mesías estaban 
			apareciendo por todo el mundo. Con seguridad, muchos creían que Dios 
			estaba anunciando el Día del Juicio.
 
			
			El comienzo del siglo XX presenció muchos cambios en Alemania. Los 
			principados autónomos estaban fundiéndose en una sola nación: 
			Alemania. Dirigiendo este esfuerzo de unificación estaba la dinastía 
			prusiana de los Hohenzollern, la cual también estaba en un proceso 
			de forjar una enorme maquinaria alemana de guerra. Esta maquinaria 
			estaba comandada por el Kaiser Guillermo, un Hohenzollern que ayudó 
			a sumergir a Europa en la Primera Guerra Mundial.
 
			
			Detrás de la militarización alemana estaba la red de la Hermandad. 
			Al principio de la 
			primera década del siglo XX, una serie de organizaciones místicas 
			alemanas estaban
			adoptando una curiosa mezcla de ideas arias acerca de una raza pura 
			y conceptos místicos 
			referentes a las futuras glorias alemanas. De esta mezcolanza 
			resultó la noción de una raza 
			pura alemana. Uno de los más prominentes escritores en este género 
			fue Houston Steward
			Chamberlain, un inglés educado en París y tutorado por un prusiano 
			cuando joven.
 
			  
			
			Su obra
			más importante Die Grundlagen des Neunzehnten Jahr Hunderts (La 
			Fundación del Siglo
			XIX) fue publicada en el año 1899. En este trabajo, Chamberlain 
			alababa las glorias del
			“germanismo” y anunciaba que Alemania era la nación mejor dotada 
			para llevar a cabo un 
			“nuevo orden” en Europa. Indicaba que los alemanes pertenecían al 
			Grupo de los Pueblos 
			Arios de Occidente y por lo tanto eran racialmente superiores a 
			todos los demás. De 
			Alemania emergería una nueva raza de “superhombres”, decía Chamberlain.  
			  
			
			También creía
			en la eugenesia, —el mejoramiento de la raza humana por cuidadosa 
			escogencia de sus 
			padres naturales —, y proclamó que todos los Arios alemanes tenían 
			una tarea de engendrar 
			la super-raza con su semilla aria. Tampoco dudó en expresar su 
			anti-semitismo. Afirmaba que
			los judíos habían introducido una influencia extraña en Europa con 
			la cual degradaban todas las culturas en las que eran asimilados.
			 
			
			El Emperador (Kaiser) Guillermo de Alemania y muchos miembros del 
			Cuerpo de Oficiales de Alemania estaban profundamente inspirados por 
			los escritos de Chamberlain. El Kaiser lo invitó a la corte real y 
			según se informó, agradeció supuestamente a Chamberlain con estas 
			palabras: “Fue Dios quien envió tu libro al pueblo alemán y a tí 
			personalmente a mí”. Chamberlain permaneció como huésped del 
			Emperador en el Palacio de Postdam donde llegó a ser un mentor 
			espiritual para el Kaiser. Las ideas místicas abrazadas por 
			Chamberlain hicieron mucho para empujar al Kaiser y a otros líderes 
			alemanes dentro de la megalomanía que causó la Primera Guerra 
			Mundial.
 
			
			Propiamente la I Guerra Mundial fue desencadenada por el asesinato 
			del Archiduque austriaco Franz Ferdinand, (Francisco Fernando), 
			presunto heredero del trono de Austria. El y su esposa, la Duquesa 
			Sofía, fueron abaleados el 28 de Junio de 1914 en Sarajevo por 
			asesinos serbios pertenecientes a una sociedad secreta oculta 
			llamada la Mano Negra. Una reacción política en cadena siguió al 
			asesinato, y la I Guerra Mundial fue declarada cuando el Jefe del 
			Estado Mayor alemán, General Helmuth von Moltke, él mismo, un 
			místico, aunque para algunos relatos, sólo un fanático como el Kaiser acerca del destino alemán, ordenó la movilización militar 
			total, seguida por una invasión a Francia el 1 de Agosto de 1914.
 
			
			Los miembros de la red mística, una vez más, habían comenzado una 
			guerra brutal y sin sentido.
 
			
			Hay otra historia de la I Guerra Mundial bastante admitida y que 
			trata del cuento de una extraña tregua. Este cuento fue relatado en 
			la revista “Parade” por el equipo de escritores de Irving Wallace, 
			—David Wallichinsky y Amy Wallace en su columna “Significado”. He 
			aquí la historia escrita por ellos:
 
				
				“En medio de los horrores de la I Guerra Mundial sucedió una sola 
			tregua por unas pocas horas cuando los enemigos se comportaron como 
			hermanos.  
				En la Navidad de 1914 había quietud en todo el Frente Occidental de 
			Francia; desde el 
			Canal de la Mancha hasta los Alpes Suizos. Las trincheras estaban a 
			80 Km., de París. La
			guerra tenía apenas cinco meses de haber comenzado y ya habían 
			aproximadamente 
			800.000 hombres entre heridos y muertos. Cada soldado se preguntaba 
			si el Día de Navidad traería otro ciclo de fuego y muerte. Pero 
			sucedió algo: los soldados británicos elevaron sus pancartas de 
			“Feliz Navidad” y pronto se oyeron villancicos desde las trincheras 
			alemanas y británicas simultáneamente.
 
				Amaneció la Navidad con soldados dejando sus trincheras y oficiales 
			tratando 
			inútilmente de parar a sus tropas de reunirse con el enemigo en 
			medio de la tierra de nadie 
			para cantar y conversar. Intercambiaron pequeños regalos, la mayoría 
			golosinas y 
			cigarrillos, pasaron el Día de Navidad pacíficamente a lo largo de 
			los kilómetros del frente 
			de batalla. En un sitio, los británicos jugaron al football con los 
			alemanes, quienes ganaron 
			el partido 3 x 2.
 
				En algunos lugares, la tregua espontánea continuó el día siguiente, 
			ningún lado deseando 
			disparar el primer tiro. Finalmente la guerra se reinició al llegar 
			tropas frescas y cuando el 
			alto mando de ambos ejércitos ordenó que cualquier “entendimiento 
			informal” con el enemigo sería castigado como traición”.
 
			
			Lo relatado aquí es otro de aquellos pequeños pero significativos 
			episodios que revelan a los seres humanos aparentemente no 
			inclinados por naturaleza a la guerra. Dadle la oportunidad y ellos 
			depondrán sus armas y se comprometerán en propósitos más alegres y 
			constructivos. Lo que causaba que esos soldados volvieran a combatir 
			era las presiones de una estructura social artificial surgida de 
			muchos de los factores descritos en este libro.  
			
			Uno de los más grandes acontecimientos de la Primera Guerra Mundial 
			fue la Revolución Bolchevique en Rusia el año 1917. Esta fue la 
			revolución que convirtió a Rusia en la nación comunista que 
			conocimos en la mayor parte del siglo XX. La revolución ocurrió un 
			año antes del fin de la Primera Guerra Mundial. Fue dirigida en gran 
			parte por Vladimir Ilych Ulyanov, quien fue mejor conocido por su 
			nombre de código: Lenin.
 
			
			En el tiempo de la revolución, Rusia era una nación enemiga de 
			Alemania. La ferocidad de la Primera Guerra Mundial había despertado 
			en el pueblo ruso un fuerte sentimiento anti-alemán. Los opositores 
			al Bolchevismo fueron hábiles para usar este sentimiento contra los 
			bolcheviques acusando a Lenin de ser un agente alemán. En algún 
			grado, esta acusación era verdad.
 
			  
			
			Sir Winston Churchill, primer 
			ministro de Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial, 
			escribió:  
				
				“Ellos, (los alemanes), transportaron a Lenin en un tren 
			blindado, como el bacilo de una plaga, desde Suiza hasta Rusia”.
				 
			
			Churchill se refería al tren en el cual Lenin y su entorno, viajó 
			desde su cuartel revolucionario en Suiza a través de Alemania hasta 
			Rusia con el fin de ponerse al frente de la revolución que recién 
			había estallado. La Alemania militar garantizó la seguridad del tren 
			de Lenin mientras atravesaba el país alemán, pero no le permitió a 
			Lenin y a sus acompañantes bajar del tren mientras permaneciera en 
			suelo germano.  
			  
			
			En la primera parada del tren en territorio alemán 
			después de cruzar la frontera Suiza, este fue abordado por dos 
			oficiales alemanes que proporcionaron una escolta silenciosa para el 
			partido revolucionario. Los oficiales tenían instrucciones 
			personales del Jefe del Estado Mayor del 8° Ejército Alemán del 
			Frente Oriental, General Erich Ludendorff, quien más tarde llegó a 
			ser una de las figuras más poderosas de la política alemana y contó 
			con un prominente apoyo de Adolfo Hitler.  
			
			Michael Pearson, autor de un excelente libro titulado: “El tren 
			sellado”, presenta la
			evidencia de cómo los alemanes continuaron apoyando a los 
			bolcheviques aún después que 
			la revolución había terminado. El militarismo alemán quería estar 
			seguro de que los 
			bolcheviques eran capaces de mantenerse en el poder de Rusia. De 
			acuerdo a los archivos de la Cancillería alemana, liberados del 
			secreto después de la Segunda Guerra Mundial, esa Cancillería colocó 
			el 5 de Febrero de 1918 a favor de Rusia un total de 40.580.997 DM 
			(Marcos Alemanes), para “asuntos especiales” y “propaganda rusa”. La 
			mayor parte de este dinero se cree que fue enviado directamente al 
			nuevo régimen comunista.
 
			  
			
			De acuerdo a los mismos documentos, 
			15.000.000 de DM (Marcos Alemanes) fueron librados a Rusia por la 
			Tesorería Alemana justo el día siguiente que Lenin asumió 
			oficialmente el poder en Noviembre de 1917. En un telegrama enviado 
			el 3 de Diciembre del mismo año por Ricjard von Kuhlman, Secretario 
			de la Cancillería, dice:  
				
				“…no es hasta que los bolcheviques hayan recibido de nosotros un 
			flujo estable de fondos a
			través de varios canales, que ellos estarán en posición de construir 
			su principal órgano 
			Pravda, para conducir una enérgica propaganda y extender 
			apreciablemente la original y
			estrecha base de su partido.” 
			
			Tres meses más tarde, otro telegrama enviado por Von Kuhlman 
			revelaba que, 
				
				“… el movimiento bolchevique nunca hubiera alcanzado la escala o 
			influencia que tiene hoy 
			sin nuestra continua ayuda”. 
			
			Indudablemente, Lenin negó la acusación de haber recibido alguna 
			ayuda de Alemania. Siendo Alemania enemiga de Rusia, Lenin hubiera 
			sido considerado un traidor a la patria rusa. Después de todo: ¿Por 
			qué los capitalistas alemanes ayudaban a los comunistas?  
			  
			
			El opresivo 
			Zar ruso ya había abdicado antes de la revolución y el Gobierno 
			Provisional colocado en su lugar fue una forma republicana de 
			gobierno al estilo Estados Unidos.  
			  
			
			Mucha gente cree que Alemania ayudó a Lenin a derrocar el gobierno 
			provisional con el objeto de terminar con el compromiso ruso de 
			participar contra Alemania en la Primera Guerra Mundial. Los 
			militares alemanes no querían otra cosa que despreocuparse por el 
			Frente Oriental de forma que los soldados mal aprovisionados y sus 
			implementos pudiesen ser movilizados a otros lados. El gobierno 
			provisional había continuado la guerra contra Alemania, mientras que 
			los bolcheviques sacaron a Rusia de la Primera Guerra Mundial 
			después de tomar el poder.  
			
			Entonces surge la pregunta: ¿Porqué los alemanes ayudaron a los 
			revolucionarios comunistas? Habían otros grupos políticos en Rusia 
			que podrían haber sido ayudados.
 
			
			Para empezar, los bolcheviques eran probablemente los que mantenían 
			la mayor 
			oportunidad de éxito. Un factor muy importante era el que algunos de 
			los más prominentes 
			industriales y financieros alemanes con influencias dentro del 
			militarismo alemán, estaban 
			apoyando el movimiento comunista. Su apoyo había comenzado mucho 
			antes de la Primera 
			Guerra Mundial. Uno de los más visibles soportes de Carlos Marx 
			había sido el rico industrial
			alemán: Federico Engels. Engels había sido coautor junto con Marx, 
			del Manifiesto Comunista.
 
			  
			
			Una significativa ayuda para el Comunismo 
			llegó también de la Comunidad Bancaria Alemana. Max Warburg, un 
			líder máximo de las finanzas alemanas, envió su ayuda a los 
			bolcheviques, como también lo hizo el banquero Jacob Schiff, quien 
			siendo un americano, venía de la misma familia alemana que había 
			compartido una casa en Frankfurt, generaciones atrás con la familia 
			de los Rothschild. Según el nieto de Schiff, su abuelo dio prestado 
			alrededor de 20 millones de dólares al primer gobierno comunista en 
			Rusia. La confusión combinada de préstamos occidentales y el dinero 
			de la Tesorería alemana fue la única cosa que hizo posible la 
			supervivencia del primitivo régimen bolchevique.  
			
			Fueron muchas las razones por las cuales los banqueros occidentales 
			financiaron a los bolcheviques. Los orígenes comunes del Comunismo y 
			el sistema de papel moneda inflacionario en la misma red mística, es 
			un factor que hay que considerar. El Marxismo sigue estrechamente el 
			patrón filosófico básico del Cristianismo y otras religiones 
			Custodias con su “batalla final” y su mensaje utópico. Quizás el 
			hecho más importante del Comunismo moderno para explicar el apoyo 
			bancario occidental, es el hecho de que el Comunismo es realmente el 
			Capitalismo llevado al extremo. Para comprender esto, debemos dar 
			una mirada a lo que realmente es “capitalismo”.
 
			
			Capitalismo y libre empresa frecuentemente son igualados. Ellos no 
			lo son. La primera 
			definición alude a los “bienes de capital”. Aquellos bienes son los 
			usados para manufacturar 
			otros productos. Un típico bien de capital sería una máquina usada 
			en una línea de 
			ensamblaje. Un capitalista en consecuencia puede significar una 
			persona que compra bienes 
			de capital y los usa para manufacturar otros productos en su 
			beneficio. Este tipo de 
			capitalista se encuentra comúnmente en el sistema de “libre 
			empresa”, pero él o ella no 
			requieren de un sistema de libre empresa para sobrevivir. El o ella 
			pueden existir en cualquier 
			tipo de sistema político o económico, mientras se obtenga un 
			beneficio. De hecho, este tipo de 
			capitalista con frecuencia sobrevive mejor en un sistema de empresa 
			cerrado, donde hay poca 
			o ninguna competencia.
 
			
			Los gobiernos son capitalistas cuando poseen e invierten en 
			equipamiento de capital.
 
			
			El segundo capitalista es el capitalista financiero. El Capitalismo 
			Financiero es el control de los recursos mediante la inversión y el 
			movimiento del dinero. Este puede o no envolver la adquisición de 
			bienes de capital. Un capitalista financiero frecuentemente invierte 
			su dinero en acciones de compañías e influye el uso de los recursos, 
			determinando en cuáles empresas debe invertirse. Un capitalista 
			financiero puede ser también un banquero que está autorizado para 
			crear papel moneda inflacionario para prestarlo, y que es capaz de 
			influenciar el uso de los recursos mediante la forma cómo presta “su 
			dinero creado de la nada”. El capitalista financiero tampoco 
			requiere de un sistema de libre empresa para sobrevivir y 
			frecuentemente se beneficia de los monopolios.
 
			
			Como podemos observar, el capitalismo no es la misma criatura que la 
			libre empresa, 
			aún si ellos frecuentemente coexisten. La libre empresa y el 
			capitalismo con frecuencia entran 
			en conflicto uno con otro porque el capitalismo tiende a moverse en 
			la dirección del 
			monopolio y la libre empresa tiende a favorecer los mercados 
			abiertos y libres, accesibles a cualquier empresario.
 
			
			En 1989 y a comienzo de 1990, Rusia y la mayoría de las naciones de 
			Europa Oriental, voluntariamente, desmantelaron al comunismo en sus 
			naciones para reemplazarlo con democracias al estilo occidental. La 
			Unión Soviética fue abolida y la mayoría de las repúblicas se 
			hicieron países independientes unidos en una confederación llamada 
			la Comunidad de Estados Independientes. Se restableció en gran 
			extensión la propiedad privada de la tierra y de los negocios. No 
			obstante, es todavía útil discutir lo que la Unión Soviética 
			significó bajo el comunismo, para comprender cuánto esta importante 
			facción de la red de la Hermandad hizo por perpetuar problemas 
			significativos dentro de nuestro período de vida. Además, el 
			comunismo todavía domina algunas naciones y continúa inspirando 
			conflictos revolucionarios en el Tercer Mundo.
 
			
			El sistema económico de Rusia comunista fue un ultra-capitalismo 
			porque su industria era altamente monopolista y la economía de la 
			nación era mucho más dominada por las mismas instituciones que 
			dominan a las naciones capitalistas. La más significativa de esas 
			instituciones es el Banco Central Soviético, el cual operaba de 
			manera similar a los bancos centrales de las naciones occidentales. 
			La mayor diferencia era que el Banco Central Soviético tenía y 
			todavía tiene para el momento de escribir esto (1992), un papel 
			altamente intruso en la vida económica del país.
 
			
			El Banco Central de la Unión Soviética ha sido llamado el Gosbank. 
			Ha cumplido simultáneamente las funciones de banco central y banco 
			comercial. Para 1980, el Gosbank tenía aproximadamente 3.500 
			agencias y 150.000 empleados. Las mayores empresas soviéticas, las 
			cuales eran de propiedad del Estado, dependían del Gosbank para sus 
			préstamos y para capearlos durante los períodos en que sus gastos 
			eran más grandes que sus ingresos.
 
			  
			
			En otras palabras, las empresas 
			del Gobierno comunista de la Unión Soviética también operaban en 
			base a ganancias y pérdidas y tenían que recurrir por préstamos al Gosbank cuando sufrían pérdidas. Como en las naciones no comunistas, 
			las empresas soviéticas cobraban intereses por el dinero dado a 
			préstamo. La única diferencia era que el Gosbank cargaba una rata de 
			interés fijo, mientras que la gran mayoría de los bancos de 
			Occidente tienen una rata de interés variable.  
			
			El Gosbank era y es todavía un banco de emisión, es decir, que tiene 
			la potestad de emitir dinero. El Gosbank crea “dinero de la nada” 
			al 
			igual que lo hacen los bancos occidentales. Aunque el Gosbank 
			aparentemente operaba bajo control del gobierno soviético de la 
			Unión, de hecho y en la práctica era una institución semi-autónoma, 
			de la cual eran y todavía son profundamente deudoras las empresas 
			soviéticas.
 
			
			El Gosbank era todavía más dominante en los asuntos financieros 
			soviéticos que lo son
			los bancos centrales de las naciones occidentales; esto debido a que 
			todas las transacciones 
			entre las empresas soviéticas tenían obligatoriamente que pasar por 
			el Gosbank. Esto
			permitía al Gosbank vigilar día a día todas las transacciones 
			financieras que desarrollaban las
			empresas soviéticas. El Gosbank se encargaba también de la 
			distribución de los salarios de
			todos los trabajadores. Era una enorme burocracia la que regulaba la 
			actividad económica a un grado extraordinario en la Unión Soviética.
 
			
			Vemos que la Rusia comunista fue la realización de un maravilloso 
			sueño para el capitalismo financiero. La idea marxista de que: “todo 
			es propiedad colectiva” bajo el comunismo, simplemente significó que 
			una élite selecta en los bancos y en el gobierno, tenían total 
			autorización para disponer del uso de todos los recursos explotables 
			en el país. A los trabajadores soviéticos les pagaban salarios con 
			los cuales podían adquirir bienes personales; pero según las leyes 
			soviéticas no podían poseer tierras, casas, negocios o cualquier 
			equipo industrial grande.
 
			  
			
			Los ciudadanos soviéticos podían vender 
			los artículos “usados” o personalmente producidos, pero no podían 
			contratar a otros para beneficio personal o realizar actividades de 
			intermediación. Aunque habían muy limitadas excepciones para esas 
			restricciones y un floreciente “mercado negro”, sin embargo, las 
			leyes soviéticas crearon un efectivo monopolio en el cual los 
			trabajadores rusos eran altamente explotados en un rígido sistema 
			feudal: sólo necesitamos comparar a la Rusia comunista con el 
			feudalismo medieval para apreciar este hecho.  
			
			Como en el viejo feudalismo europeo, la mayoría de los ciudadanos 
			soviéticos eran forzados a sufrir escasez crónica de bienes y 
			servicios y se les decía que tenían que sufrir esto como un 
			sacrificio por el bien de la madre Rusia.
 
			
			Como en el viejo feudalismo europeo, el pueblo soviético estaba 
			efectivamente “apegado a la tierra” por una rígida burocracia la 
			cual prohibía a la gente movilizarse dentro del país sin permiso del 
			gobierno. Esta regulación existía para el control económico y la 
			vida política de la Unión Soviética, mediante la decisión de dónde 
			la gente debía vivir y trabajar. Este era el mismo motivo usado para 
			atar a la gente a la tierra bajo los viejos señores feudales. Esto 
			causó que el pueblo soviético se convirtiera en cierto grado en 
			siervos. La emigración a naciones fuera de la Cortina de Hierro 
			estaba severamente restringida, lo cual, una vez más, añadía otra 
			forma de servidumbre ya que el pueblo permanecía compulsivamente 
			anclado a la tierra conde había nacido.
 
			
			Como en el viejo feudalismo, a la élite de la Rusia comunista se le 
			acordaban lujos especiales y privilegios, negados por ley a las 
			“masas”. En la URSS comunista, tales privilegios incluían las 
			tiendas de fantasías en las cuales sólo a un puñado de familias se 
			le permitía comprar. La “élite” también encontraba muy fácil viajar 
			fuera de la Unión Soviética y enviar a sus hijos para ser educados 
			en el exterior.
 
			
			El antiguo señor feudal mantenía el sistema, ofreciendo un castillo 
			fortificado dentro del cual podían protegerse los siervos para 
			cuando eran atacados por merodeadores o ejércitos extranjeros. El 
			sistema soviético también se mantenía vivo estimulando la xenofobia 
			y recordando regularmente al pueblo ruso , las invasiones a Rusia 
			por Napoleón y la Alemania Nazi. El estado soviético garantizaba 
			protección a su pueblo contra un mundo externo temible y peligroso.
 
 Podemos ver que la glorificación marxista del trabajador encaja muy 
			bien en el sistema comunista soviético. A causa de que el sistema 
			pone tan severas limitaciones sobre la propiedad, la vasta mayoría 
			de la gente sólo se sentía valiosa como trabajadores y burócratas. 
			El comunismo es también abiertamente ateo; por ejemplo: niega la 
			existencia de cualquier realidad espiritual. El sistema comunista 
			soviético satisface de esta forma, las intenciones Custodias 
			expresadas en el Antiguo Testamento, de preservar al homo sapiens 
			como una criatura de labor, cuya existencia desde el nacimiento 
			hasta la muerte, sería una larga batalla por la existencia física 
			con ningún acceso al conocimiento espiritual el cual puede hacerlo 
			libre.
 
			
			Un aspecto significativo de la Revolución Rusa fue el papel de los 
			servicios de espionaje en este trastorno. Por el tiempo de la 
			Revolución Rusa, la comunidad internacional de inteligencia había 
			crecido y convertido en un gran y sofisticado negocio con una 
			considerable influencia. A través de toda la historia, los miembros 
			de la red de la Hermandad en posesión del poder político, 
			encontraron en los servicios de inteligencia, un conducto ideal para 
			promover las agendas políticas y sociales de la Hermandad, en base 
			al secreto que típicamente rodea las actividades de inteligencia. 
			Como un producto, muchos servicios de inteligencia se convierten en 
			fuentes de manipulación, agitación y traición. Esta conducta fue ya 
			evidente en Rusia en el tiempo de la Revolución.
 
			
			Antes de establecerse en gobierno provisional, Rusia era gobernada 
			por un Zar o Emperador. El último Zar tenía a su disposición una 
			vasta red de inteligencia conocida como la Okhrana. La Okhrana 
			consistía de varias organizaciones que operaban todas las funciones 
			normales de espionaje, con sus agentes secretos, doble-agentes, 
			agentes provocadores y expedientes secretos. La Okhrana espiaba a 
			los amigos y enemigos zaristas indistintamente y actuaba como 
			policía de seguridad interna de Rusia. Dentro de la nación, la 
			Okhrana llevaba las actividades anti-subversivas en toda su 
			extensión. La impopularidad de las actividades domésticas de la 
			Okhrana fue uno de los mayores motivos usados por los bolcheviques 
			para atacar al Zar.
 
			
			El Zar, por supuesto, fue eventualmente derrocado. Esto debe 
			significar que la Okhrana había fallado. ¿Fue así?
 
			
			Los escritores de la historia han afirmado que la Okhrana había sido 
			grandemente infiltrada y ayudaba al movimiento bolchevique. La 
			Okhrana hacía esto mediante los espías conocidos como “agentes 
			provocadores”. Un agente provocador es alguien que deliberadamente 
			agita a otros induciéndolos a cometer actos perjudiciales o 
			ilegales, generalmente con la intención de desacreditar o arrestar a 
			la víctima manipulada. En los EUA y en otras naciones hoy en día, 
			los agentes provocadores son usados frecuentemente por las agencias 
			policiales para comprometer o entrampar y atrapar a los individuos 
			señalados. A esas actividades algunas veces se las llama 
			“operaciones de penetración”.
 
			
			Allí parece estar una razón evidente para contratar actividades de 
			agente provocador.
 
			
			Si una persona elegida como objetivo no comete un acto por el cual 
			pueda ser difamado, 
			comprometido o encarcelado, entonces él debe cometer uno. Debido a 
			que la mayoría de las 
			acciones provocadoras son intentadas en contra de presuntos 
			criminales o subversivos, parecería que la provocación es una 
			herramienta útil para combatir el crimen y la subversión. En 
			realidad no lo es.
 
			
			Haciendo un cuidadoso análisis, un investigador pronto descubre que 
			las acciones provocadoras casi invariablemente están llevadas a cabo 
			por personas dentro de las agencias de inteligencia o de policía que 
			son también criminales y subversivos. La provocación prueba ser con 
			frecuencia una cobertura para la subversión o la criminalidad 
			sancionadas oficialmente. Las acciones provocadoras son para los 
			servicios policiales y de inteligencia, la mejor forma de disfrazar 
			su apoyo secreto a criminales y elementos subversivos. Un claro 
			ejemplo de esto fue la Okhrana rusa.
 
			
			La Okhrana envió muchos agentes a unirse al creciente movimiento 
			comunista en Rusia. Los agentes de la Okhrana se infiltraron dentro 
			de los círculos internos del Partido Bolchevique y dirigían muchas 
			de sus actividades. La infiltración fue tan grande que en los años 
			1908 y 1909, los agentes de la Okhrana ocupaban cuatro de los cinco 
			puestos del Comité del Partido Bolchevique de San Petersburgo 
			(Leningrado).
 
			  
			
			Aunque el arresto de revolucionarios era frecuente, la Okhrana hizo mucho más bien que daño a los bolcheviques rusos con el 
			pretexto de la provocación. La Okhrana proporcionaba regularmente a 
			los revolucionarios, dinero y materiales necesarios para su 
			actividad. Trabajó para acabar con los dos partidos, el Social 
			Demócrata y el Menchevique, los cuales eran importantes rivales del 
			Bolchevique. La Okhrana ayudó a lanzar el más poderoso medio de 
			propaganda bolchevique:
			el Pravda.  
			  
			
			Cuando se fundó el Pravda en 1912, los agentes de la 
			Okhrana sirvieron como editores fueron Román Malinovski, quien al 
			mismo tiempo era miembro del Comité Central Bolchevique y ayudante 
			de Lenin en Rusia, y Miron Chernomazov como Tesorero.  
			
			Puede ser que la Okhrana haya sido la agencia que suministró al 
			comunismo ruso el infame dictador, José Stalin. El biógrafo 
			Edward 
			Ellis Smith, escribió en su libro “El joven Stalin”, que éste, —un 
			revolucionario quien posteriormente emergió a la posición cumbre del 
			gobierno soviético—, pudo haber entrado al movimiento comunista como 
			agente provocador. Los historiadores han señalado que Stalin era el 
			principal contacto entre los bolcheviques y la policía zarista y 
			pudo haber tomado de la Okhrana mucho material de importancia.
 
			
			Después de la abdicación del Zar a comienzo de 1917, el gobierno 
			provisional disolvió la red completa de la Okhrana. La propaganda 
			bolchevique había intensamente denunciado a la Okhrana y uno podría 
			haber esperado en consecuencia que una vez victoriosos, los 
			comunistas desmantelarían el aparato de inteligencia ruso. Los 
			bolcheviques hicieron todo lo contrario. Durante las seis semanas 
			siguientes al derrocamiento del gobierno provisional, los 
			bolcheviques restablecieron la red de inteligencia.
 
			  
			
			Quizás esto no 
			es tan sorprendente si consideramos la fuerte participación de la Okhrana en el partido bolchevique. Lenin sólo hizo una leve 
			remodelación organizacional, dio a la Okhrana un nombre nuevo e hizo 
			al brazo de la inteligencia del gobierno aún más dominante y 
			opresivo que lo había sido bajo el Zar. En 1921, sólo cuatro años 
			después de la revolución, la policía secreta bolchevique empleaba 
			diez veces más gente que la Okhrana bajo el Zar. Era un secreto a 
			voces en Rusia que la Okhrana había regresado más terrible que 
			nunca. 
 El nombre dado al aparato de inteligencia ruso reorganizado fue el 
			de “Comisión Extraordinaria para Combatir la Contra-revolución y el 
			Sabotaje”, mejor conocida como la Checka.
 
			
			La Checka cambió su nombre y forma durante las décadas siguientes. 
			En 1922 era la GPU, luego OGPU y en 1934 fue reorganizada y 
			convertida en la “Comisión de Asuntos Internos del Pueblo”, NKVD. 
			Por último fue transformada en la moderna KGB, la más grande 
			organización de la historia. En 1992 la KGB empleaba aproximadamente 
			90.000 funcionarios sólo para el sistema de seguridad interna y 
			cárceles políticas. La KGB operaba su propio ejército de 175.000 
			soldados de fronteras y dirigía las acciones de la mayoría de los 
			agentes provocadores y de espionaje por los cuales era bien conocido 
			el régimen soviético. Una organización del tamaño de la KGB era 
			evidentemente costosa para gobernar.
 
			  
			
			El inmenso presupuesto 
			requerido para mantener esta inmensa burocracia de inteligencia era 
			uno de los factores que contribuía a mantener deprimida la economía 
			soviética. Los trabajadores soviéticos pagaban diariamente por la 
			masiva KGB con un cada vez más bajo nivel de vida, el cual están 
			todavía tratando de elevar. Mientras escribo esto (1992) la KGB 
			continua viva dentro de la Comunidad de Estados Independientes, pero 
			le han hecho alguna reestructuración para reflejar la desintegración 
			de la Unión Soviética y se le han cambiado algunas funciones.  
			
			Una persona que escribió sobre la Revolución Rusa fue Arsene de 
			Goulevitch, un antiguo general del ejército ruso-blanco 
			anti-bolchevique. Aunque Goulevitch puede difícilmente ser 
			considerado imparcial, dijo algunas cosas interesantes en su libro: 
			“Zarismo y Revolución”.
 
			
			Según Goulevitch, los agentes secretos ingleses eran numerosos en 
			Rusia antes y durante la Revolución. De hecho, algún soporte 
			financiero para la causa leninista se rumoraba haber venido de 
			fuentes bancarias inglesas. Una de esas presuntas fuentes era Alfred 
			Milner. Como recordamos, Milner era uno de los organizadores de la 
			Mesa Redonda. Era también una importante figura política en Sur 
			África durante la guerra de los Boer. Fue durante esta guerra que 
			los ingleses crearon los campos de concentración modernos. Si los 
			alegatos de Goulevitch contienen algo de verdad, entonces podemos 
			comprender mejor dónde los bolcheviques obtuvieron la idea para 
			establecer un sistema masivo de campos de concentración, como parte 
			del nuevo sistema económico comunista: a saber, de los ingleses.
 
			
			El primitivo sistema de campos de concentración soviético fue un 
			asunto de gran escala que alcanzó su cúspide bajo el sucesor de 
			Lenin, José Stalin. Bajo el brutal Stalin, un programa de choque fue 
			lanzado para industrializar Rusia, comenzando con el llamado primer 
			plan de cinco años, (Plan Quinquenal Ruso). El plan requería grandes 
			cantidades de mano de obra barata. Para adquirirla, fue hecha una 
			expansión de la red de campos de concentración en Rusia. Los campos 
			eran administrados por la policía secreta rusa: la NKVD. Los presos 
			de los campos de concentración eran mano de obra esclava que 
			trabajaban bajo condiciones brutales. Casi todos los trabajadores 
			eran rusos de nacimiento que habían sido encarcelados por distintos 
			pretextos.
 
 Los campos formaron parte integral de la economía soviética por 
			muchas décadas. En 1941 por ejemplo, el 17% del fondo de capital 
			para la construcción rusa era colocado en la NKVD para ayudarla a 
			operar los campos. Casi la mitad de la producción de cromo y las dos 
			terceras partes de la producción de oro de Rusia era encargada a los 
			presos de los campos. Diez millones de personas pasaron por los 
			campos de concentración rusos y aproximadamente el 10% de ellas 
			murieron allí. Se estima que sólo desde que comenzaron los campos 
			hasta el año 1950 murieron en ellos entre tres y cuatro millones de 
			personas.
 
 
			
			Los campos soviéticos de concentración definitivamente eran 
			instituciones “capitalistas” puesto que estaban diseñados para 
			aplicar una dura explotación del trabajo humano en máximo extremo. 
			Las “clases trabajadoras oprimidas” llegaron a ser más oprimidas 
			bajo sus “libertadores” comunistas. Con las reformas en progreso en 
			la actualidad en la ex-URSS, está por verse lo que sucederá con los 
			campos de concentración. Mientras escribo esto (1992), todavía están 
			en uso los campos de trabajos forzados.  
			
			La imposición del comunismo al pueblo ruso con su extenso sistema de 
			campos de concentración ocurrió durante una era tumultuosa ya 
			terminada. La I Guerra Mundial fue un conflicto brutal. Este produjo 
			alrededor de diez millones de pérdidas humanas militares e 
			incalculables pérdidas millonarias en víctimas civiles. Cuando la 
			guerra terminó a finales de 1918, se desencadenó otra catástrofe: 
			una epidemia mundial de influenza. Esta duró menos de un año, pero 
			en este sorprendente corto tiempo, consiguió matar a 20 millones más 
			de personas. Fue tan repentina y tan devastadora como la peste 
			bubónica del siglo XIV. Rusia sufrió profundamente esos 
			acontecimientos. Entre 1914 y 1924, la hambruna producida por la 
			guerra mundial, la revolución comunista, la agitación económica y la 
			influenza, mataron no menos de 20 millones de rusos.
 
			
			Para el asediado pueblo ruso, esos acontecimientos era sólo el 
			comienzo de una naciente pesadilla.
 
			
			Bajo el Plan Quinquenal iniciado por Stalin en 1928, toda la tierra 
			de propiedad privada debía ser “colectivizada”, por ejemplo: tenía 
			que ser puesta bajo la propiedad del gobierno. Muchos campesinos y 
			terratenientes resistieron, como es comprensible. El gobierno de 
			Stalin respondió lanzando un programa de asesinatos en masa similar 
			al Reino del Terror francés. Los campesinos y terratenientes fueron 
			objeto de exterminio físico a fin de incautar sus tierras y remover 
			uno de los obstáculos a la utopía comunista. La campaña de 
			exterminio duró desde 1929 hasta 1934.
 
			  
			
			Millones de personas fueron 
			asesinadas por el sólo hecho de producir en su propia tierra. En 
			respuesta, estalló una rebelión desde 1932 hasta 1934 durante la 
			cual, los campesinos desafiaron y destruyeron la mitad del ganado de 
			Rusia. Estas acciones rebeldes, conjuntamente al intento del régimen 
			comunista de traer dinero extranjero mediante la sobre-exportación 
			de trigo (3,5 millones de toneladas en dos años) trajo como 
			consecuencia otra hambruna que produjo adicionalmente la muerte de 
			cinco millones de rusos más. 
 El total de muertos, contados entre 1917 y 1950, como consecuencia 
			directa e indirecta del establecimiento del comunismo en Rusia se 
			estima en más o menos 35 a 40 millones. Esta es una de las mayores 
			ratas de mortalidad de cualquier episodio simple de la historia. A 
			esta cifra añadimos los muertos asociados con el establecimiento del 
			comunismo en otros países, como los dos millones de propietarios 
			rurales asesinados en China durante el programa industrial de choque 
			impuesto por Mao Tsé Tung en 1950 y los millones de crímenes 
			cometidos en Cambodia por los militantes de la República del Khmer 
			Rojo en la de los 70’s.
 
			  
			
			En términos absolutos en pérdidas de vida, 
			el comunismo ha sido una de las mayores catástrofes simples en la 
			historia de la humanidad.  
			
			Mi propósito en esta discusión no es batir el tambor por un anti-comunismo rabioso. Es simplemente indicar que el patrón 
			histórico que estudiamos, continua sucediendo en el siglo XX. El 
			comunismo es poco más que un refrito de un tema agotado que ha sido 
			repetido una y otra vez con las mismas consecuencias trágicas. El 
			comunismo es sólo uno en la larga fila de artificios destructivos 
			emanado de la red de la Hermandad que ha contribuido a que la gente 
			se mantenga peleando, sufriendo y muriendo por ningún propósito en 
			absoluto. El comunismo no fue una alternativa ante los enemigos que 
			ellos proclamaban combatir, es decir, el capitalismo monopolista y 
			las religiones Fin de Mundistas. El comunismo moderno fue su 
			apéndice natural.
 
			
			El desmantelamiento del comunismo europeo y soviético ha causado una 
			genuina euforia en todo el mundo. Las facciones de la Hermandad han 
			estado llegando y yéndose a lo largo de toda la historia, y el paso 
			de cada una de ellas con frecuencia ha traído consigo un período de 
			renacimiento. Desgraciadamente las reformas en Europa del Este 
			plantean actualmente preservar el sistema de papel moneda 
			inflacionario y crear un sistema gradual de impuestos para ayudar a 
			pagar por éste.
 
			  
			
			Las luchas étnicas y nacionalistas severas en varias 
			de las antiguas naciones comunistas, revelan que han sido 
			regeneradas o creadas otras facciones guerreras para estropear la 
			paz que habría llegado con el final de la guerra fría.  
			  
			
			
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