por Michael I. Niman
13 Octubre 2010
del Sitio Web
VoltaireNet
Michael I. Niman
Dr. Michael I. Niman. Colaborador del Proyecto Censurado de la Universidad
Estatal de Sonoma en California, profesor de periodismo y de comunicación en
la Universidad Estatal de Buffalo; reportero para
www.artvoice.com y
www.mediastudy.com
|
Muchos grandes diarios en los Estados Unidos han quebrado recientemente
sin
ser rescatados o remplazados.
Este peligro de bancarrota amenaza a muchos
otros periódicos más
y nada indica que esta tendencia va a pararse.
¿Debemos
preocuparnos y lamentarnos por el fin del periodismo profesional en los EEUU?
o al contrario, alegrarnos de la muerte de un modelo económico
que desde
hace décadas ha privilegiado la rentabilidad y la ganancia
por encima de la
investigación y objetividad periodística.
Mueren los periódicos zombis: ¡Que mueran!
La muerte cerebral de los
periódicos aconteció hace una generación,
ahora sus "cuerpos cadáveres"
desaparecen definitivamente.
Este artículo es la continuación de: "Cómo la prensa en
EE.UU. lava el
cerebro a la opinión pública"
Los titulares de periódicos y de noticiarios de TV abundan en obituarios
para el negocio del periodismo, como si de repente la industria estuviera
muriendo. Efectivamente, los grandes periódicos de EE.UU. se encuentran en un
caos financiero, y algunos diarios importantes cerraron recientemente sus
puertas, mientras que la mayoría reduce personal.
Algunos, como Wall Street
Journal y Los Angeles Times, se redujeron físicamente y apretaron sus
cinturones al máximo, en tanto que el The Detroit News/Free Press y Seattle
Post-Intelligencer se alejan del papel impreso para convertirse en diarios
virtuales.
Hace poco cerraron por completo periódicos como el Rocky Mountain
News, de 150 años de antigüedad, en Denver; el Cincinnati Post, con 128 años
de existencia en Cincinnati; y el Alburquerque Tribune, de 87 años de
antigüedad. Ahora engrosan la lista del montón de diarios que sirven de
lápida funeraria a la industria. Sin embargo, como muchos de nosotros hemos
estado leyendo en nuestros periódicos, la noticia sobre el colapso del
periodismo es vieja.
Los periódicos murieron hace ya bastante tiempo. El único giro inesperado es
que sus cuerpos de zombis finalmente siguieron su ejemplo.
Sé que esto suena
cruel y, sin duda, despertará la ira de legiones de cortadores de cupones y
entusiastas del crucigrama, pero echémosle aquí un vistazo a la historia e
interroguémonos sobre este fenómeno.
El lucro y la avaricia matan a los grandes diarios
El colapso de la industria periodística se atribuye a su pérdida de la
diversidad.
El modelo del monopolio llegó a dominar la industria hacia la
mitad del Siglo XX. En casi todas las ciudades de EE.UU., hubo un diario
dominante mantenido a flote por una economía de escala cada vez mayor, que
ahuyentó a su competencia del negocio. A finales del siglo, aproximadamente
el 98% de las ciudades estadounidenses eran urbes de un solo periódico.
Los
monopolios amenazaban a la democracia, con los diarios actuando a menudo
como guardianes de las noticias regionales, cuyo control les permitió
dominar la política local y alcanzar un poder sin límites. Pocos políticos
enfrentaron al diario local y vivieron para contarlo, al menos en lo
concerniente a su carrera.
Y aumentaron los precios de la publicidad, a
veces al punto de amenazar la existencia misma de negocios en apuros.
Con sus monopolios regionales, los periódicos generaban regularmente
ganancias de más del 10% para sus inversores de Wall Street, convirtiéndose
en una de las industrias más rentables de la nación. Sin embargo, mataron el
romanticismo del joven reportero que perseguía las noticias calientes,
luchaba contra la corrupción, daba golpes periodísticos y salvaba la
democracia.
Los periódicos, como generadores de ganancias, fueron dominados
cada vez más por los conglomerados controladores del negocio, que los
convirtieron simplemente en medio no para informar, educar o hacer campañas,
sino para hacer dinero.
El modelo del monopolio le dio a los periódicos una buena racha financiera,
pero resultó efímera porque los editores engordaron sus ganancias y se
hicieron arrogantes, viendo estos beneficios más como un derecho que como
algo que debían obtener mediante el trabajo. Sin competencia, despidieron
personal, incluso en buenas épocas financieras, impulsados por la codicia de
márgenes de ganancias cada vez mayores.
Las noticias genéricas sustituyeron
la investigación de situaciones noticiosas locales y los periódicos
perdieron significación como fuentes de información local.
Los empleados del diario Rocky Mountain News (Estados Unidos)
entristecidos
y apenados al momento de conocer la noticia de
la quiebra y liquidación de
este antiguo periódico.
El modelo mató noticias… y lectores
El modelo de lucro y avaricia hizo posible que los periódicos evitaran
morder la mano de quienes los alimentaban.
Esto significó eludir noticias
que afectaran los intereses de los anunciantes o a sus amigos y a la gente
que se vendió a los anunciantes. También significó evadir cualquier
controversia que de alguna manera pudiera molestar a un eventual cliente de
publicidad. Entre estas dos categorías censuradas se hallan los buenos
reportajes que antes hicieron indispensables y vibrantes a los periódicos.
En su forma más extrema, el modelo beneficio-avaricia significó no sólo
procurar no ofender, sino realmente hacerles el juego a los anunciantes. De
esta manera, los periódicos sustituyeron noticias concretas por historias
publicitarias tontas y huecas y secciones enteras dirigidas a la publicidad.
Pensemos en esto:
¿Cuándo fue la última vez que leyeron un artículo crítico
sobre un automóvil en la sección vehículos, o en la sección de bienes raíces
sobre modelos irresponsables de desarrollo?
A nivel general, "benefíciense del poder y no hagan preguntas", fue el
mandato al que se adhirieron todos los periódicos.
Prácticamente cada diario
importante de Estados Unidos repitió mecánica y desvergonzadamente la
desacreditada propaganda utilizada por la administración Bush para efectuar
la invasión de Irak en 2003. De hecho, muchos críticos de los medios ahora
arguyen que la tendencia de la prensa estadounidense favorable a la guerra
fue el factor clave que le permitió a Bush conducir a la nación a esta
guerra.
Las fuentes de información alternativas, que operan sobre todo en el
ciberespacio, rebatieron esta información falsa con lo que demostró ser un
análisis profético y una información más precisa, pero no pudieron
contrarrestar la desinformación difundida por los periódicos.
Échele un vistazo a la lista de Proyecto Censurado de las noticias más
importantes pero menos divulgadas de los últimos 20 años.
Entre las 25 más
sobresalientes elegidas cada año hay temas inconcebibles como la venta de
tecnología nuclear a Irán por parte de la corporación Halliburton [del ex
vicepresidente Dick Cheney], la obtención de Halliburton de contratos para
construir centros de detención en EE.UU. y el alza de 3,000% de las acciones
de Halliburton durante la guerra de Irak.
Estas historias cubren una variada gama de temas, que van desde subsidios
del gobierno por haber introducido agentes cancerígenos en nuestra comida y
agua, hasta la destrucción del "habeas corpus" y protecciones básicas de los
derechos humanos y el pillaje corporativo al por mayor de los recursos
naturales.
Sin embargo, en cualquier año, el lector difícilmente podrá encontrar estas
historias en los diarios a su alcance. No las reportan, y por eso nos hemos
vuelto hacia otras fuentes para obtener nuestras noticias.
Ciertamente, el
modelo del periódico impreso que convierte bosques en pulpa de papel va
quedando atrás en la era digital, pero ésta no es la causa de la muerte de
estas corporaciones comerciales de prensa.
Los grandes periódicos importantes de hoy tienen en su haber, como promedio,
unos cien años de imagen construida, y debieron haber sido los principales
jugadores reconocidos en la industria de noticias de cada sector.
Éstos
deberían ser marcas fuertes, bien ubicadas como para dominar el panorama de
los medios convergentes, pero después de una generación de autocomplacencia,
sus marcas, y por consiguiente su valor en Wall Street, se convirtieron en
basura.
Después de llevarnos a la guerra con los tontos vítores de
Judith Miller [Judith Miller - Periodista del The New York Times: inventó falsas
entrevistas en Irak para ayudar a promover la invasión y guerra que deseaba
desencadenar la Casa Blanca bajo la administración de
George W. Bush en ese
país y además fue ensalzada como valiente "heroína" del periodismo] a
favor de la administración Bush,
¿por qué confiar en la información que nos
brinda el New York Times sobre Irak?, realmente, ¿por qué debemos pagar por
su desinformación?
Los diarios pasan a lista de objetos en desuso
Muchas de las historias que hemos estado mirando y leyendo sobre el
hundimiento de los periódicos han sido redactadas por los mismos diarios que
se quejan de su propia desaparición autoprovocada o por estaciones de
noticias de televisión y organizaciones igualmente codiciosas, que se
deleitan prematuramente sobre la muerte de ciertos periódicos mientras
siguen de cerca la misma trayectoria hacia la irrelevancia.
En ese sentido, no tienen una reflexión ni toman tampoco en cuenta la
aparición y surgimiento de estructuras democráticas de información que
desafían realmente la realidad actual; proveyendo informaciones sobre
acontecimientos peligrosos y preocupantes.
No se trata solamente de contar
la historia de una generación que corre a gran velocidad hacia el
analfabetismo y la apatía, sino una historia mucho más esperanzadora acerca
de una revolución en los medios informativos. Miremos esto como un ajuste
del mercado, con el valor del modelo propagandístico cayendo en picada. La
evolución es en ese sentido más bien positiva.
Sin embargo, los grandes medios no morirán en estado de gracia. ¡No! Están
rodando por la pendiente como nos dicen los llamados expertos, porque se han
suicidado y pasado a la lista de objetos en desuso. Piensen sobre esto:
parece que la misteriosa pérdida de ingresos por avisos clasificados se ha
convertido en la bala de plata que puso a los sobrevivientes a descansar.
Pero (y raras veces alguien lo pregunta), ¿por qué los diarios perdieron sus
anuncios clasificados?
Coincidentemente, esta pérdida vino muy unida a la disminución del número
total de lectores. Y muchos de esos anuncios no emigraron a las listas de
Internet pero sí a los semanarios alternativos que han estado acogiendo
holgadamente la información que los grandes medios rehusaban de publicar por
ser historias peligrosas.
Así trabaja el mercado, diría Friedman, no Marx.
¿Dónde buscan ustedes cuando quieren alquilar un apartamento?
Y estos medios alternativos no heredaron esos anuncios de parientes difuntos,
sino que trabajaron para obtenerlos al mismo tiempo que los diarios
comerciales dejaban de publicarlos.
Para que el periodismo prospere, los
periodistas necesitan que se les pague.
Los críticos de medios democráticos
son rápidos para señalar que el mercado no puede apoyar a un millón de
lugares con información en línea, y que las organizaciones de los pequeños
medios sólo pueden permitirse pequeños salarios para un puñado de
trabajadores.
Así pues, el debate existe, pero necesitamos un nuevo modelo
para financiar medios de calidad.
¿Crisis de la profesión de periodista?
Muy cierto. Pero este mismo argumento a menudo se rige bajo la premisa de
que el viejo modelo, los periódicos del gran monopolio, estaba haciendo lo
mismo, y que la muerte de los grandes significa ahora el fin del periodismo
como profesión.
El sistema de remuneración de los periodistas profesionales ha sido
arbitrario durante mucho tiempo, recompensando a escritores sin carácter o
lame-botas y castigando a los periodistas que asumen riesgos y trabajan duro.
Observemos, por ejemplo, al
New York Post, claramente uno de los peores
diarios del país: sensacionalista, traficante de miedos, xenófobo. Emplean a
algunos de los "periodistas mejor remunerados" en la industria, mientras
tanto, en la misma ciudad, el implacable
Indypendent (se escribe así, con
una "y") confía en los escritores voluntarios para hacer el mejor periodismo
local de investigación del país.
Eso no está mal si observamos la recompensa de los lacayos que venden su
supuesta profesión. Encontrar fuentes de ingreso para pagar buenos
periodistas es otro problema.
La cuestión de fondo aquí es que mientras no puede haber futuro para los el
monopolio de los periódicos zombis y tendenciosos, sí existe un futuro para
el periodismo. Me acuerdo de una reunión que tuve algunos años atrás con una
delegación de periodistas ucranianos.
Eran todos de mediana edad, entrenados
como periodistas por los medios de comunicación de una sociedad soviética
totalitaria donde no había periodismo.
No obstante, generación tras generación, los aspirantes a periodistas
aprendieron habilidades cuyo empleo les estuvo prohibido. Entonces el
imperio colapsó, y cuando se derrumbó, había periodistas esperando salir de
la hibernación.
Quizás ésta sea la historia de aquí. Quizás el hundimiento del monopolio de
los diarios autocensurados finalmente romperá las cadenas de mediocridad que
han atado al periodismo durante una generación.
Esto significa que quizá los buenos periodistas no tendrán que realizar
trabajos diarios en otros oficios para ganarse la vida. Quizás signifique
que las comadrejas de la desinformación no editarán más periódicos.
O quizás
no mucho cambiará, excepto el lugar donde se entreguen la desinformación y
las banalidades.
En cualquier caso, no soltaré ninguna lágrima por los grandes medios
corporativos.