12 Septiembre 2008 del Sitio Web TrinityATierra
Esto que vais a leer a continuación es un texto sobre el origen del Hombre escrito por Alman en base a las teorías del investigador de origen sirio Alexander Eleazar, con quien tuvo la oportunidad de trabajar.
Leendanik es un conjunto de escritos que durante años Alman ha ido recopilando de varias fuentes de información: la principal es las charlas que he tenido con Eleazar en solitario y de otras dadas a grupos reducidos, otras provenientes de las deducciones lógicas y del razonamiento aplicado a todo el relato y la última (y para él muy importante) la que de forma fluida ha ido recibiendo a través de revelaciones internas.
Eleazar, tres años
antes de su muerte, pudo leer un borrador de estos escritos
ordenados cronológicamente a los que Alman bautizó como Argidazkia.
Todas ellas giran, o bien entorno a la idea creacionista de Adán y Eva, como fruto de la acción de Dios, o a la de Darwinismo con adaptaciones y enmiendas propias a cada una, según la cual somos un producto de la evolución en la Tierra de un eslabón perdido pariente de los grandes simios.
A mi no me convence
ninguna las dos.
Ello significa, que si bien somos artífices de nuestro destino éste se puede ver determinado por fuerzas superiores a nuestra voluntad. Una fuerza o energía posee su propio foco de atracción, su centro de gravedad. Para que esta energía crezca debe atraer hacía sí otros núcleos de gravitación. Es así como nacen grandes centros de fuerza en el universo de las manifestaciones que generan poderosas líneas de atracción y producen tendencias que determinan el destino de quienes caigan dentro de su campo de energía.
El alma del hombre
tiene libertad de acción que, no obstante, se ve condicionada por
fuerzas superiores. Por eso el libre albedrío es pero no puede
aplicarse sino desde una posición de fortaleza energética.
Por tanto: el cuerpo humano está comandado por un espíritu transfísico.
Reducir toda nuestra capacidad creativa e inteligente al producto de
meros procesos cerebrales no es acertado y la ciencia ya empieza a
vislumbrar que se necesita de la concepción “espiritual” para poder
explicar muchos de los procesos de nuestro cerebro que hoy por hoy
son incomprensibles.
No fue el hombre el único ente vivo que crearon, desde luego dieron vida a numerosas especies antes de llegar a lo que ellos declararon como su “obra más perfecta”, que eligieron para transmigrar sus almas. Pero antes de extendernos en explicar esto con más detalle debemos relatar, aunque sea brevemente, quienes son estos seres que crearon al hombre y cuales sus motivaciones.
Recordaré unas líneas:
Se entiende que la forma física de estos seres era deforme y vamos a explicar en que se fundamenta la misma.
Los aspectos físicos que les preocupaban eran varios y todos tenían que ver con una mayor resistencia física, adaptabilidad al medio y, sobre todo una longevidad que se acercase a la vida eterna, buscando la regeneración constante de todas sus células y sistemas vitales. Este es el tipo de “deformidad” a la que se refiere el texto y no a que sus cuerpos sufriesen de otros tipos de taras.
Sin embargo, su
físico no era como el humano y, a nuestros ojos, su aspecto sí que
nos parecería deforme. Es por esto, que el escritor utiliza con un
doble sentido la palabra “deformidad”, aunque hay que dejar claro
que esta se refiere a las limitaciones de fuerza, resistencia,
capacidades psíquicas y longevidad y no al aspecto meramente físico.
Para ellos, su aspecto físico, aunque mejorable, era en esencia el
aceptable.
Pues estamos hablando de seres que existieron hace varios millones de años atrás, pertenecientes a las primeras oleadas de manifestación de la vida procesadas por el núcleo creador de nuestra galaxia y por tanto, su aspecto nos recordará mucho a algunas especies de reptiles que podemos ver en la actualidad y a la de ciertos saurios hoy desaparecidos añadiendo otras características que poseen otros animales no reptoides.
Pero no dejemos volar nuestra imaginación visualizando extrañas criaturas al estilo que nos tienen acostumbrados los estudios de cine cuando nos representan a monstruosos alienígenas. Decir que eran semejantes a los reptiles no es tampoco una descripción acertada y, por lo tanto, a falta de un ejemplo mejor solo podremos admitir que se parecían a ellos en algunos de sus aspectos.
A mi entender, el
semblante físico de estos seres se asemejaba a nuestros reptiles
actuales pero ya no lo es en la actualidad, aunque dejasen esa
impronta en el desarrollo del ADN humano como fundamento de los
procesos más esenciales de supervivencia de la nueva especie creada.
En este núcleo “reptil” se procesan los instintos básicos de
conservación y de preservación de la especie así como los procesos
de defensa y motrices. Cabe añadir que esta característica no es
exclusiva del hombre, sino que la poseen numerosos animales también.
Según estas hipótesis, hace miles de años, nuestro ADN original fue
manipulado para despojarnos de numerosas cualidades y capacidades
tanto físicas como psíquicas con el fin de hacernos criaturas casi
estúpidas y manejables para que, de este modo, no opusiéramos
resistencia ante la invasión de estos seres.
Se hizo lo más perfecto posible al inmenso conocimiento que poseían sus Creadores pero, desde luego, no era la perfección total. El relato de la creación del hombre explica que nuestros creadores idearon una cápsula espermática capaz de manifestarse de un cosmos no físico a uno físico.
Esto se pudo llevar a cabo a través de una
sofisticada modulación de ondas de vibración que al traspasar los
diferentes planos de manifestación cósmica deberían replegarse sobre
si mismas encerrándose en una cápsula poligonal. Sólo de este modo
la Energía inmanente en el TODO puede convertirse en algo “tangible”
en el cosmos físico. La materia es, en último extremo una onda
atrapada en un circuito cerrado, en un círculo-contenedor cuyas
paredes están hechas de corrientes poligonales.
“Y eso es lo que hicieron todos” significa y “eso es lo que hicieron todos (los que lo hicieron)”, es posible que un número indeterminado de ellos decidiesen seguir otro camino y continuar en el plano de manifestación de la vida.
En cuyo caso “los Antiguos” o “los Aitones” como nosotros coloquialmente les llamamos siguieron dos caminos de evolución.
Sin embargo, no queda claro donde fueron o qué región del extenso firmamento habitan los que decidieron quedarse. Ni tan siquiera se sabe que vicisitudes siguieron después. Pero lo más importante es el hecho de que este remanente que decidió no partir a la región de la no manifestación puede ser el nexo espiritual que nos queda entre el origen primigenio y nuestra especie humana.
El
remanente, al menos en el momento que ocurrieron estos
acontecimientos, no debió de ser muy elevado. Los textos antiguos
prefieren no hablar con demasiado detalle de todo esto, entendiendo
que “los Antiguos” están físicamente aquí, en algún lugar del
Universo y que tal vez nos observen con suma atención intuyendo que
entre ellos y nosotros hay un mismo espíritu que nos anima.
Luego, se dieron cuenta de que la añoranza acechaba sus corazones y empezaron a echar de menos la vida tal y como en otros tiempos la habían conocido…
Para volver a incorporizarse podrían haber elegido a “los Antiguos” que quedaron en la materia.
Sin embargo, los consideraron “defectuosos” sin duda por las vicisitudes que estos sufrieron después de las cuales tampoco sabemos demasiado. Cabe la posibilidad de que se implicasen en la “búsqueda de un cuerpo perfecto e incorruptible” y sus experimentaciones les llevasen a sufrir daños fundamentales en su ADN o tal vez consiguieron su propósito y emigrasen a otra parte del inmenso Cosmos.
Preferimos no hacer conjeturas al respecto a falta de más información.
La cuestión es que Ellos, los creadores del hombre, decidieron moldear una criatura acorde a sus pretensiones en la vida.
Como he dicho antes, el hombre no es la única criatura que idearon antes.
Previamente experimentaron con criaturas sencillas en principio, para ir sofisticando las formas y las cualidades después. De sus muchos experimentos también se produjeron engendros que finalmente fueron destruidos. Cuando, finalmente habían acertado con el modelo, lo cristalizaron en el Cosmos físico.
Necesitaron crear una cápsula-simiente que fuera capaz de parasitar en otros modos de vida para poder reproducirse.
Entonces, esa cápsula-simiente era
propiamente y tal y como lo conocemos ahora: un virus. Cuando se
habla de virus enseguida se piensa en algo “maligno” pero lo cierto
es que existen numerosas formas virales que no lo son ya que no
destruyen a la célula o ser parasitario sino que lo mutan o
simplemente lo utilizan en parte para reproducirse.
Estas cápsulas simientes que portaban el ADN del hombre original viajaron a través de una extensa región de nuestra galaxia para conseguir su objetivo.
Al parecer consiguieron reproducirse en diferentes mundos, pero en muchos de ellos apenas pudieron subsistir, se degeneraron o sufrieron graves defectos en su desarrollo.
Al
parecer, solo en tres mundos las semillas (androvirus) del Hombre
Original pudieron prosperar, siendo uno de ellos nuestra Tierra.
Solo a través de mutaciones efectuadas sobre mutaciones anteriores hizo posible que el modelo original apareciese con casi todas sus capacidades originales y eso gracias a la especial constitución climática y natural de nuestro mundo, muy prolífico en generar especies de todo tipo debido a su capacidad de cambiar sus campos de fuerza electromagnética que le rodean con frecuencia y a su proximidad al Sol.
Pero, definitivamente, el
hombre en la Tierra, no desciende del mono ni de ningún homínido,
sino bien al contrario, numerosos homínidos son producto degenerado
de la semilla-hombre original.
Esto suena a increíble. ¿Puede el hombre surgir de un árbol?
Carl Sagan ya apuntó en COSMOS, una brillante serie de documentales, que el ADN de un hombre y el de un árbol (poniendo como ejemplo un centenario roble) eran prácticamente iguales en más de un 99%.
El “virus-ADN hombre”, consiguió lo que a nosotros nos parece imposible. Este “virus” penetro en las células procreadoras de un árbol - que para nosotros nos es desconocido - y consiguió procrearse en el interior de uno de sus frutos para después hacer surgir de él criaturas “animales”. Estas eran hembras y machos y no hermafroditas como se ha creído por algunos investigadores. Además, estas criaturas recién nacidas no eran tal y como nosotros somos en la actualidad.
El “virus-ADN hombre” tenía inscrito en su proceso de procreación varias etapas evolutivas previas que se ejecutaban en dos o tres generaciones de individuos. Es decir, en un primer proceso, el hombre contaba con un poderoso instinto de conservación y un amplio conocimiento intuitivo de todo aquello que precisaba hacer para nutrirse del medio que le rodeaba.
La placenta que le
rodeaba estaba repleta de un líquido muy nutritivo que le sirvió de
primer alimento durante los primeros días de vida. Su capacidad
sensitiva y locomotriz debió ser muy desarrollada casi desde el
principio. El hombre original era cualitativamente superior a
nosotros en muchos aspectos y eso es lo que nos lleva a afirmar en
numerosas ocasiones de que el hombre en la Tierra, actualmente es
como la sombra de lo que fue en el pasado; es un ser degenerado,
convertido en un humanoide.
Por eso afirmo que el hombre es artífice de sí mismo. Todos somos esos Ancestros Creadores que hemos decidido enfundarnos en un vehículo limitado en un Cosmos también limitado para experimentar las emociones de la vida: EL GRAN JUEGO AL QUE DECIDIMOS VOLVER A JUGAR.
Y, a ese Juego no le impusimos regla alguna pero si una meta:
conseguir volver a casa de nuevo. Todos estamos llamados a volver al
hogar cósmico tarde o temprano.
Absurdo es, pues, que nos veamos de otro
modo y perdamos el tiempo rezando a los dioses cuando esos dioses
habitan dentro de cada uno de estos cuerpos que, tan a menudo,
tomamos como la totalidad de nuestro yo, cuando en realidad no son
más que un mero vehículo ocasional.
De igual modo son nuestros cuerpos,
en los cuales entramos al nacer y ya no salimos de ellos hasta que
morimos.
Pero ¿quién creó a los Creadores?…
Es una pregunta a la que, ni siquiera los propios Creadores han encontrado respuesta, aunque sí saben que más allá de la propia región de la no-manifestación existe todo un horizonte por explorar. Entonces tenemos un Creador Original más allá de los Creadores y luego estamos nosotros como semejantes encarnados en un senso-juego llamado vida.
Este senso-juego tiene sus reglas y sus limitaciones y, sin duda fue obra de estos mismos Creadores (es decir nosotros). Es complicado entender esto si no nos situamos desde la perspectiva de los creadores. Ellos hicieron lo siguiente: el decorado donde se ha de desarrollar la acción, el inmobiliario con toda clase de elementos, plantas, animales, y los programas que conforman las Leyes Universales que rigen el Cosmos, ya estaban ahí fruto del Creador Original así que crearon a los personajes estelares que vivirían en esa inmensa Creación.
Acabada la obra creativa se incorporaron en esos cuerpos para experimentar la vida ya que eso es lo que anhelaban. ¿Lo hicieron en todos las simientes-humanas que se desarrollaron en diferentes mundos?
El Leendanik nos explica:
Llama la atención en esta lectura el hecho de que en el seno de los Creadores existieran las dos naturalezas que dan origen a lo que conocemos como el bien y el mal.
Hay que aclarar que aunque estas naturalezas están latentes no pueden manifestarse en planos elevados de existencia en los que, entre otras cosas, no pueden experimentarse ciertos “sentimientos” por llamarlos de algún modo. Es decir, difícilmente se puede codiciar en un plano donde todo se posee y donde no se experimenta la sensación contraria.
No obstante si puede y, de hecho ocurrió, que alguno de los Creadores se sintiera más que el resto de sus semejantes, también creadores e idease un plan bastante maquiavélico para conseguir que estos le adorasen y le considerasen como el Creador Máximo. Desde luego, desde el plano de la no-manifestación cualquiera que hubiese pensado así habría conseguido como respuesta un eco unánime de todos los demás desde un sentimiento holístico.
Así, al decirles:
Es decir TODOS son UNO y por tanto el yo individualizado no tenía consciencia de ser.
Pero ¿qué sucede en el plano físico?
Nos dice el Leendanik que aquellas almas (la de los Creadores) olvidaban su origen...
¡Perfecto!
Si es así, pueden ser engañadas desde ese plano existencial. Y eso es lo que sucedió, en especial con aquellas que encarnaron en vehículos no tan eficientes ni preparados como era el caso de los humanos de Ispanie y Nigeriazi. De este modo la oscura sombra que anidaba entre los Dioses Creadores comenzó a llevar a cabo su plan.
Quizás todo esto ya estaba programado desde un principio, quien sabe, pero pronto algunas almas creadoras empezaron a darse cuenta de que algo no estaba yendo todo lo bien que era de esperar. Y es aquí donde comienza la labor del Señor de los Cielos, ese Dios al que tantas gentes piadosas le rezan y hasta le adoran aunque él nunca hubiese pedido tales muestras de sumisión.
Los Dioses Creadores se recrearon en la vida en un acto de hedonismo puro. Querían que sus almas adorasen a sus espíritus de origen situados en el plano de lo no-manifiesto. Pero no todos deseaban esto y los que no pensaron así fueron de algún modo apartados (aunque en la Unicidad-Múltiple no es posible tal cosa).
El Señor de los Cielos es un Eduen (residente en el Mundo llamado Eden) que, poco a poco, va descubriendo los Principios que rigen el Universo y después recuerda con gran nitidez su origen como Dios Creador. Y no solo lo recuerda sino que es capaz de crear criaturas desde el plano de manifestación tridimensional. Se dice que su obra más perfecta es el caballo, pero creo otras muchas. Por su elevada sabiduría se le entronizo como Zar Supremo de los Eduen. Zar significa: anciano y es un apelativo que se aplica a los sabios.
Está bien decir también que es el Sabio Supremo de la Humanidad Eduen y después de las otras humanidades fruto de la colonización y
poblamiento de otros Mundos. Este Sabio junto con el Gran Consejo se
dieron cuenta de que existía una confabulación entre los Dioses
Creadores que es lo mismo que afirmar que las almas encarnadas
tenían un conflicto entre sí mismas.
La civilización Eduen tiene casi 400.000 años de existencia ininterrumpida. Sus avances tecnológicos, científicos y espirituales sobrepasan en decenas de miles de años a los de nuestras civilizaciones más avanzadas.
También fue llamado Igo, Go, Io (el Elevado),
Iobat (el
Primero-Elevado), Goda (es el Elevado), etc.…
Después, afectando directamente a nuestra razón de ser y existir, tenemos a los Dioses Creadores que, en su plano constituyen una Unidad Múltiple Perfecta, por lo que podemos considerarlos como UNO y… por último tenemos al Señor de los Cielos, el cual ha sido capaz de crear y que ha sido considerado como otro Dios.
Cuando expliqué esto por primera vez un señor me preguntó:
Mi contestación fue rotunda, a ningún Dios hemos de adorar aunque si hemos de tenerles respeto a todos. Añadiré que, desde el lado del AMOR la adoración es un acto desinteresado y no impuesto que uno rinde sin más a todo lo creado.
Ya hubo una Guerra en los Cielos a causa de ello y que fue la causa de la cuarentena que se le ha impuesto a la Tierra, pero esto forma parte de otra historia.
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