CAPÍTULO 8 - Viajando por el Superholograma


Se puede acceder a la realidad holográfica experimentalmente cuando la consciencia de uno se libera de su dependencia del cuerpo físico. Mientras uno permanezca atado al cuerpo y a sus modalidades sensoriales, la realidad holográfica será como mucho una construcción intelectual simplemente.

 

Cuando uno [se libera del cuerpo], la experimenta directamente. Por eso los místicos hablan de sus visiones con gran certeza y convicción, mientras que los que no han experimentado ese terreno por sí mismos, permanecen escépticos o indiferentes incluso.
KENNETH RING, catedrático de Psicología, Life at Death.


El tiempo no es la única cosa ilusoria en un universo holográfico.

 

También el espacio debe ser contemplado como producto de nuestra manera de percibir. Nos resulta más difícil entender esto que la idea de que el tiempo sea una construcción mental, porque a la hora de intentar conceptualizar «el sin-espacio» no hay analogías fáciles, ni imágenes de universos ameboides o de futuros cristalizantes a las que podamos recurrir.

 

Estamos tan programados para pensar en el espacio como categoría absoluta, que nos cuesta incluso empezar a imaginar lo que sería existir en un ámbito en el que no existiera el espacio. Sin embargo, hay indicios de que, en última instancia, no estamos más limitados por el espacio que por el tiempo.


Un indicio convincente de lo anterior se puede encontrar en el fenómeno de abandono del cuerpo, una experiencia en la que parece que la consciencia consciente de la persona se separa del cuerpo físico y viaja a otro sitio.

 

A lo largo de la historia, se sabe que han tenido experiencias fuera del cuerpo (EFC) individuos de todas las profesiones y condiciones sociales:

  • Aldous Huxley

  • Goethe

  • D. H. Lawrence

  • August Strindberg

  • Jack London,

...dijeron que las tenían.

 

Las conocían los egipcios, los indios norteamericanos, los chinos, los filósofos griegos, los alquimistas medievales, los pueblos oceánicos, los hindúes, los hebreos y los musulmanes.

 

En un estudio comparativo de culturas de 44 sociedades no occidentales, Dean Shiels descubrió que sólo tres de ellas no creían en las experiencias extracorpóreas. En un estudio similar, la antropóloga Erika Bourguignon examinó 488 sociedades del mundo - aproximadamente el 57 por ciento de las sociedades conocidas - y descubrió que en 437, es decir el 89 por ciento, había al menos alguna tradición relacionada con ellas.


Hay estudios actuales, incluso, que revelan que las EFC siguen siendo un fenómeno muy extendido todavía. El difunto doctor Robert Crookall, geólogo de la Universidad de Aberdeen y parapsicólogo aficionado, investigó los suficientes casos como para llenar nueve libros sobre el tema.

 

En la década de 1960, Celia Green, directora del Institute of Psychological Research de Oxford, hizo una encuesta a 115 alumnos de la Universidad de Southampton y descubrió que el 19 por ciento admitió haber tenido alguna EFC. Cuando se preguntó de manera similar a 380 alumnos de Oxford, el 34 por ciento contestó afirmativamente.

 

En un estudio de 902 adultos, Haraldson descubrió que el 8 por ciento había experimentado lo que era estar fuera del cuerpo una vez en la vida cuando menos. Y en 1980, un estudio dirigido por el doctor Harvey Irwin en la Universidad de Nueva Inglaterra en Australia reveló que el 20 por ciento de 177 alumnos había tenido una EFC.

 

El promedio de estas cifras indica que aproximadamente una de cada cinco personas tendrá una en algún momento de su vida. Aunque otros estudios sugieren que el índice podría estar más cerca del 10 por ciento, el hecho es que son mucho más comunes de lo que la gente piensa.


La EFC típica suele ser espontánea y la mayoría de las veces tiene lugar durante el sueño, la meditación, la anestesia, la enfermedad y en los casos de dolor traumático (aunque puede ocurrir también en otras circunstancias). De pronto se tiene la viva sensación de que la mente se ha separado del cuerpo. Con frecuencia uno se encuentra flotando encima de su cuerpo y descubre que puede viajar o volar a otros sitios.

 

¿Cómo es la experiencia de verse libre de lo físico y de contemplar el propio cuerpo ahí abajo?

 

En un estudio realizado en 1980, el doctor Glen Gabbard de la Menninger Foundation de Topeka, el doctor Stuart Twemlow del Topeka Veterans' Administration Medical Center y el doctor Fowler Jones del centro médico de la Universidad de Kansas descubrieron que de 339 casos de viajes fuera del cuerpo, la friolera del 85 por ciento de los viajeros dijo que era una experiencia agradable y más de la mitad dijo que era gozosa.


Conozco la sensación. De adolescente, tuve una EFC espontánea y tras recobrarme del susto de encontrarme flotando sobre mi propio cuerpo y contemplándome dormido allá abajo en la cama, lo pasé increíblemente bien volando a través de las paredes y encaramándome a las copas de los árboles. Durante mi viaje sin cuerpo, encontré por casualidad un libro de la biblioteca que había perdido una vecina y al día siguiente pude decirle dónde estaba.

 

Describo esta experiencia con detalle en Más allá de la teoría cuántica.


No carece de importancia el hecho de que Gabbard, Twemlow y Jones estudiaran también el perfil psicológico de quienes habían tenido una EFC y descubrieran que eran psicológicamente normales y que estaban extraordinariamente bien adaptados, por lo general. Presentaron sus conclusiones en la reunión anual de 1980 de la American Psychiatric Association y dijeron a sus colegas que tranquilizar al paciente afirmando que las experiencias extracorpóreas son acontecimientos comunes y remitirle a libros sobre el tema podía ser «más terapéutico» que el tratamiento psiquiátrico.

 

Llegaron a insinuar incluso que ¡los pacientes obtendrían más alivio hablando con un yogui que con un psiquiatra!.


A pesar de esos hechos, ningún resultado estadístico por concluyente que sea es tan convincente como los relatos reales de las experiencias. Por ejemplo, Kimberly Clark, trabajadora social del hospital de Seattle, Washington, no se tomaba las EFC en serio hasta que se encontró con una paciente llamada María que tenía una enfermedad coronaria.

 

Varios días después de ingresar en el hospital, María tuvo una parada cardíaca y enseguida le hicieron revivir. Clark fue a visitarla poco después, aquella tarde, esperando encontrarla sumida en un estado de ansiedad por el hecho de que se le hubiera parado el corazón. Como esperaba, María estaba agitada, pero no por la razón que Clark había anticipado.


María le contó que había tenido una experiencia muy extraña. Cuando se le paró el corazón, se encontró de repente en el techo mirando hacia abajo y viendo a los médicos y a las enfermeras trabajar sobre ella. Entonces, ocurrió algo en la entrada de la sala de urgencias que la distrajo y en cuanto «se pensó» allí, allí estaba.

 

Después, María «pensó que se dirigía» hacia arriba, al tercer piso del edificio, y se encontró «con la cara pegada al cordón» de una zapatilla de tenis. Era una zapatilla vieja y notó que el dedo pequeño había hecho un agujero en la tela. También se dio cuenta de varios detalles más, como por ejemplo de que el cordón estaba pegado por debajo del talón.

 

Cuando María terminó su relato, pidió a Clark que por favor fuera al alféizar y mirara si había alguna zapatilla para poder confirmar si su experiencia era real o no.


Escéptica pero intrigada, Clark se asomó y levantó la vista hacia la moldura que había arriba, pero no vio nada. Subió al tercer piso y empezó a entrar y salir de las habitaciones de los pacientes y a mirar por las ventanas con tan poco margen que tenía que pegar la cara al cristal para poder ver el alféizar. Por fin, encontró una habitación desde la cual, pegando la cara al cristal y mirando hacia abajo, vio la zapatilla de tenis.

 

Pero desde su posición ventajosa no podía decir si el dedo pequeño había hecho un agujero en la zapatilla, ni si los demás detalles que había descrito María eran correctos.

 

Hasta que recuperó la zapatilla no pudo confirmar todo lo que había visto María.

«La única manera de tener la perspectiva necesaria para ver esos detalles era haber estado completamente fuera, flotando en el aire muy cerca de la zapatilla de tenis», declara Clark, que desde entonces cree en las EFC. «Fue una prueba muy clara para mí».

Experimentar una EFC durante una parada cardíaca es relativamente común, tanto que Michael B. Sabom, cardiólogo y profesor de Medicina de la Emory University y médico de plantilla del Atlanta Veterans' Administration Medical Center, se hartó de oír a sus pacientes contar tales «fantasías» y decidió zanjar la cuestión de una vez por todas.

 

Seleccionó a dos grupos de pacientes, uno formado por 32 enfermos cardíacos veteranos que afirmaban haber tenido una EFC durante sus ataques cardíacos, y otro con 25 enfermos cardíacos veteranos que nunca habían tenido una.

 

Después entrevistó a los pacientes y pidió a los que habían tenido una EFC que describieran su resucitación tal y como la habían presenciado desde fuera del cuerpo; a los que no habían experimentado una EFC les pidió que describieran lo que imaginaban que debió de pasar durante su resucitación.


De los que no habían experimentado una EFC, 20 cometieron errores importantes al describir su resucitación, 3 dieron descripciones correctas pero generales y 2 no tenían ni idea de lo que había pasado. De los que habían tenido una EFC, 26 hicieron una descripción correcta pero general, 6 hicieron descripciones muy detalladas y acertadas de su resucitación y 1 hizo un relato pormenorizado tan exacto que Sabom se quedó pasmado.

 

Los resultados le indujeron a profundizar en el fenómeno más aún y, a semejanza de Clark, ahora se ha convertido en un creyente fervoroso e imparte muchas conferencias sobre el tema.

 

A su juicio,

«las observaciones relativas a los sentidos físicos normales aparentemente no tienen una explicación posible. Según parece, la hipótesis de la experiencia fuera del cuerpo es la que mejor cuadra con los datos que tenemos a mano».

Las experiencias extracorpóreas de aquellos pacientes eran espontáneas, pero también hay personas que han llegado a dominar la capacidad de abandonar el cuerpo lo bastante bien como para hacerlo cuando quieren.

 

Una de las más famosas es un antiguo ejecutivo de radio y televisión llamado Robert Monroe. Cuando tuvo su primera EFC a finales de la década de 1950, pensó que se estaba volviendo loco e inmediatamente buscó un tratamiento médico. Los médicos a quienes consultó no le encontraron nada malo, pero él siguió teniendo aquellas extrañas experiencias y continuó estando muy preocupado por ellas.

 

Por fin, tras escuchar a un amigo psicólogo decir que los yoguis indios contaban que abandonaban el cuerpo continuamente, empezó a aceptar su habilidad no deseada.

«Tenía dos opciones - recuerda Monroe - Una era la sedación para el resto de mi vida; la otra era aprender algo sobre este estado para poder controlarlo».

Desde aquel día, Monroe empezó a llevar un diario de sus experiencias, documentando cuidadosamente todo lo que aprendía sobre el estar fuera del cuerpo.

 

Descubrió que podía pasar a través de los objetos sólidos y viajar a grandes distancias en un abrir y cerrar de ojos, simplemente «pensándose» allí. Descubrió que las demás personas apenas se daban cuenta de su presencia, aunque los amigos a los que fue a ver mientras estaba en ese «segundo estado» le creyeron rápidamente en cuanto les describió exactamente cómo iban vestidos y la actividad que estaban haciendo en el momento de la visita.

 

También descubrió que no era el único que viajaba fuera del cuerpo y de vez en cuando se topaba con otros viajeros sin cuerpo. Hasta ahora ha catalogado sus experiencias en dos libros fascinantes: Journey Out of The Body y Far Journeys.


También se han documentado experiencias fuera del cuerpo en laboratorios.

 

En un experimento, el parapsicólogo Charles Tart consiguió que una mujer experimentada en EFC, identificada como Miss Z, identificara correctamente un número de cinco dígitos escrito en un trozo de papel que sólo podría alcanzar estando fuera del cuerpo.

 

Karlis Osis y la parapsicóloga Janet Lee Mitchell, en una serie de experimentos realizados en la American Society for Psychical Research en Nueva York, encontraron a varios individuos con dotes especiales que podían «llegar volando» desde varios sitios de todo el país y describir correctamente una amplia gama de imágenes-objetivo, además de objetos situados sobre una mesa, dibujos geométricos de colores colocados en una repisa cerca del techo e ilusiones ópticas que sólo podían ser vistas por un observador que mirara por una pequeña ventana de un aparato especial.

 

El doctor Robert Morris, director de investigación del Psychical Research Foundation en Durham, Carolina del Norte, ha utilizado animales incluso para detectar visitas de gente que está fuera del cuerpo.

 

Por ejemplo, en un experimento averiguó que un gatito, que pertenecía a un experto viajero fuera del cuerpo llamado Keith Harary, sistemáticamente dejaba de maullar y empezaba a ronronear siempre que Harary estaba presente de forma invisible.

 


Las experiencias extracorpóreas como fenómeno holográfico
Los indicios, considerados conjuntamente, parecen ser inequívocos.

 

Aunque nos enseñan que «pensamos» con el cerebro, no siempre es verdad. En las circunstancias adecuadas, la consciencia - nuestra parte pensante y perceptiva - se puede separar del cuerpo físico y existir en el sitio que quiera. Ese fenómeno, si bien no puede ser explicado con arreglo a la interpretación científica actual, es mucho más fácil de entender según la idea holográfica.


Recordemos que, en un universo holográfico, la posición en sí misma es una ilusión. Así como la imagen de una manzana no tiene una posición específica en una placa holográfica, tampoco las cosas y los objetos tienen una ubicación definida en un universo organizado a partir de principios holográficos; en última instancia, todo es no local, la consciencia incluida.

 

Así pues, aunque parezca que la consciencia está localizada en la cabeza, en ciertas condiciones y con la misma facilidad también puede estar localizada aparentemente en la esquina superior de la habitación, o planeando sobre el césped o flotando justo enfrente de una zapatilla de tenis sobre la moldura del tercer piso de un edificio.


Si la idea de que la consciencia no es local nos parece difícil de entender, podemos encontrar nuevamente una semejanza útil en el sueño. Imagina que sueñas que estás en una exposición atestada de gente. Mientras paseas entre los asistentes y contemplas las obras de arte, tu consciencia parece estar situada en la cabeza de la persona que eres tú en el sueño.

 

Ahora bien, ¿dónde está la consciencia realmente?

 

Un rápido análisis revelará que está en todo lo que hay en el sueño: en las otras personas que asisten a la exposición, en las obras de arte e incluso en el espacio mismo del sueño. En un sueño, la situación también es una ilusión porque todo - la gente, los objetos, el espacio, la consciencia... - se desenvuelve desde la realidad más profunda y más fundamental del soñador.


Otro rasgo asombrosamente holográfico de las experiencias extracorpóreas es la plasticidad de la forma que se adopta cuando se está fuera del cuerpo.

 

En una EFC, tras separarse del cuerpo físico, uno se encuentra a veces en un cuerpo fantasmagórico que es una réplica exacta del cuerpo biológico. Esto hizo que algunos investigadores del pasado postularan que los seres humanos poseen un «doble fantasmal» no muy distinto del doppelganger que aparece en la literatura.


Sin embargo, descubrimientos recientes han puesto de manifiesto los problemas que acarrea semejante suposición. Aunque algunas personas han contado que su doble fantasmal estaba desnudo, otras se encontraron en cuerpos completamente vestidos.

 

Esto sugiere que el doble fantasmal no es una réplica permanente de energía del cuerpo biológico, sino más bien una especie de holograma que puede adoptar muchas formas, idea corroborada por el hecho de que el doble fantasmal no es la única forma en la que puede encontrarse una persona durante una EFC. Asimismo, hay muchos relatos de personas que se han percibido como bolas de luz, o nubes informes de energía o hasta sin forma discernible alguna.


Hay indicios incluso de que la forma que una persona adopta durante una EFC es una consecuencia directa de sus creencias y expectativas. Por ejemplo, en su libro de 1961, The Mystical Life, el matemático J.H.M. Whiteman reveló que durante la mayor parte de su vida adulta tenía dos EFC al mes cuando menos y había registrado más de dos mil.

 

Reveló también que siempre sentía que era una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre, lo cual hacía que a veces, durante la separación del cuerpo, se encontrara a sí mismo en una forma femenina. Adoptó también otras formas diversas durante sus aventuras EFC, como por ejemplo cuerpos de niños, y llegó a la conclusión de que los factores determinantes de la forma que adoptaba su segundo cuerpo eran las creencias, tanto conscientes como inconscientes.


Monroe está de acuerdo y afirma que lo que crean las formas fuera del cuerpo son nuestros «hábitos mentales».

 

Como estamos tan acostumbrados a estar en un cuerpo, tendemos a reproducir la misma forma en una EFC. Asimismo, cree que la incomodidad que siente la mayoría de la gente cuando está desnuda es lo que lleva a crearse ropa inconscientemente cuando se adopta una forma humana en una experiencia extracorpórea.

 

Y añade:

«Sospecho que el segundo cuerpo se puede modificar y darle la forma que uno desee».

¿Cuál es nuestra forma verdadera, si es que tenemos alguna, cuando estamos en estado incorpóreo?

 

Monroe ha averiguado que una vez que nos despojamos de todos los disfraces, somos en el fondo un,

«patrón de vibraciones [compuesto] por muchas frecuencias que interfieren unas con otras y resuenan».

Este descubrimiento induce a pensar claramente que está ocurriendo algo holográfico y supone una muestra más de que nosotros - como todas las cosas en un universo holográfico - somos en última instancia un fenómeno de frecuencias que la mente convierte en diversas formas holográficas.

 

También da credibilidad a la conclusión de Hunt de que la consciencia no está dentro del cerebro, sino en un campo holográfico de energía plasmática que impregna y rodea el cuerpo físico.


La forma que adoptamos durante una EFC no es lo único que exhibe una plasticidad holográfica. A pesar de la precisión de las observaciones de viajeros expertos durante sus excursiones sin cuerpo, a algunos investigadores les preocupan desde hace tiempo las inexactitudes mayúsculas que surgen. Por ejemplo, el título del libro perdido de la biblioteca con el que me tropecé durante mi EFC me pareció verde claro mientras estuve en estado incorpóreo.

 

Pero cuando regresé a mi cuerpo físico y recuperé el libro, vi que el título era negro en realidad. Las publicaciones sobre el tema están llenas de relatos de discrepancias similares, como las de viajeros que han descrito con precisión una habitación lejana llena de gente, pero añadiendo una persona de más o colocando un sofá donde en verdad había una mesa.


Según la idea holográfica, una explicación puede ser que los que viajan fuera del cuerpo todavía no han desarrollado plenamente la capacidad de convertir las frecuencias que perciben mientras están en estado incorpóreo en una representación holográfica exacta de la realidad consensuada.

 

En otras palabras: como los que tienen una EFC parecen confiar en unos sentidos completamente nuevos, puede que dichos sentidos titubeen un poco y todavía no dominen el arte de convertir el campo de frecuencias en una construcción mental y aparentemente objetiva de la realidad.


Además, a los sentidos que no son físicos les estorban las limitaciones que les imponen nuestras certezas autolimitativas.

 

Varias personas expertas en EFC han observado que, en cuanto empiezan a sentirse cómodas en su segundo cuerpo, descubren que pueden «ver» en todas las direcciones al mismo tiempo sin girar la cabeza.

 

En otras palabras: aunque ver en todas direcciones parece ser algo normal en el estado incorpóreo, estaban tan acostumbradas a creer que sólo podían ver con los ojos - aun estando en un holograma no físico de su cuerpo - que eso les impedía en un principio darse cuenta de que poseían una visión de 360 grados.


Hay pruebas de que hasta los sentidos físicos son víctimas de esa censura. Pese a nuestra convicción inquebrantable de que vemos con los ojos, sigue habiendo noticias de personas que poseen «visión sin ojos» o la habilidad de ver con otra parte del cuerpo.

 

Recientemente, David Eisenberg, investigador de tratamientos clínicos de la Escuela de Medicina de Harvard, publicó un informe sobre dos hermanas chinas de Pekín en edad escolar que pueden «ver» con la piel de las axilas lo bastante bien como para leer notas e identificar colores. En Italia, el neurólogo Cesare Lombroso estudió a una chica ciega que podía ver con la punta de la nariz y el lóbulo de la oreja izquierda.

 

En la década de 1960, la prestigiosa Academia Soviética de Ciencias investigó a una campesina rusa llamada Rosa Kuleshova, que podía ver fotografías y leer periódicos con las puntas de los dedos y se pronunció confirmando la autenticidad de sus habilidades. Los soviéticos descartaron significativamente la posibilidad de que la mujer sólo estuviera detectando la cantidad variable de calor almacenado que emana de forma natural de los distintos colores; Kuleshova podía leer un periódico en blanco y negro incluso cuando estaba cubierto con una hoja de cristal térmico.

 

Llegó a ser tan famosa por sus habilidades, que la revista Life acabó publicando un artículo sobre ella.


En resumen, hay datos que demuestran que tampoco nosotros nos limitamos a ver sólo con los ojos físicos. Ése es, naturalmente, el mensaje implícito en la capacidad de Tom, el amigo de mi padre, para leer la inscripción del reloj incluso estando escudado tras el estómago de su hija, así como en el fenómeno de la visión remota.

 

Uno no puede evitar preguntarse si la visión sin ojos no es sólo una prueba más de que la realidad es verdaderamente maya o ilusión y que el cuerpo físico y la perfección aparente de su fisiología son una construcción holográfica de la percepción, al igual que nuestro segundo cuerpo. Quizá estamos tan profundamente habituados a creer que sólo podemos ver con los ojos que nos hemos alejado de nuestra variedad completa de capacidades perceptivas incluso en lo físico.


Otro aspecto holográfico de las experiencias extracorpóreas es la imprecisión de la división entre el pasado y el futuro que se produce a veces. Osis y Mitchell, por ejemplo, descubrieron que cuando el doctor Alex Tanous, un psíquico famoso de Maine y un experto viajero fuera del cuerpo, llegó volando e intentó describir los objetos que habían puesto encima de una mesa, tenía tendencia a describir artículos que pusieron ahí ¡varios días después!.

 

Esto implica que el terreno en el que entramos durante una EFC es uno de los niveles sutiles de realidad de que habla Bohm, un dominio más próximo a lo implicado, y por tanto más cerca del nivel de realidad, en donde deja de existir la división entre pasado, presente y futuro.

 

Dicho de otro modo: parece que la mente de Tanous, en vez de sintonizar con las frecuencias en que está codificado el presente, sintonizaba inadvertidamente con las frecuencias que contenían información sobre el futuro y las convertía en un holograma de la realidad.


Hay otro hecho que pone de relieve que la percepción de la habitación por parte de Tanous era un fenómeno holográfico y no meramente una visión precognitiva acaecida sólo en su cabeza. El día programado para llevar a cabo su EFC, Osis pidió a la psíquica Christine Whiting de Nueva York que permaneciera alerta en la habitación y que intentara describir a cualquier proyector que «viera» que aparecía por allí.

 

Ella, pese a ignorar quién iba a entrar volando o cuándo, vio aparecer claramente a Tanous cuando hizo su visita incorpórea, y dijo que llevaba pantalones marrones de pana y una camisa blanca de algodón, la ropa que vestía el doctor Tanous en Maine en el momento del intento.


Esporádicamente, Harary ha hecho también algún viaje fuera del cuerpo al futuro y está de acuerdo en que son experiencias cualitativamente distintas de las experiencias precognitivas.

 

Según él,

«las EFC a tiempos y espacios futuros difieren de los sueños precognitivos habituales en que yo estoy "fuera" inequívocamente y me muevo por una zona negra y oscura que desemboca en una escena futura iluminada».

En sus visitas sin cuerpo al futuro, algunas veces ha llegado a ver incluso la silueta de su persona futura en la escena. Y eso no es todo.

 

Cuando los hechos que ha presenciado ocurren finalmente, Harary puede sentir junto a él, en la escena real, a su ser incorpóreo viajero del tiempo. Esa misteriosa sensación para él es como «encontrarme conmigo mismo "detrás" de mí; es como si tuviera dos seres», una experiencia que seguramente debe de dejar en ridículo a las experiencias normales de deja vu.


También hay antecedentes de viajes sin cuerpo al pasado. El autor teatral sueco August Strindberg, que viajaba a menudo fuera del cuerpo, describe uno de esos viajes en su obra Legends.

 

El hecho ocurrió cuando Strindberg estaba en una bodega, intentando persuadir a un joven amigo de que no dejara su carrera militar.

 

Para reforzar su argumentación, Strindberg evocó un incidente que había tenido lugar una tarde en la taberna en el que ambos habían participado. Cuando el escritor se disponía a describirlo, de repente «perdió la consciencia» y se encontró en la taberna en cuestión reviviendo lo ocurrido. La experiencia duró un momento tan sólo y después regresó abruptamente a su cuerpo y al presente.

 

También puede argumentarse que las visiones retrocognitivas que examinamos en el capítulo anterior en las que los clarividentes sentían que estaban presentes realmente en las escenas históricas que describían y que incluso «flotaban» sobre ellas, son también un tipo de proyecciones sin cuerpo en el pasado.


De hecho, cuando se lee la voluminosa literatura sobre el fenómeno extracorpóreo que hay ahora disponible, uno se sorprende repetidamente por la semejanza de las descripciones de las EFC con las características que hoy hemos llegado a asociar con el universo holográfico.

 

Además de describir el estado incorpóreo como un sitio en el que ya no existen el tiempo y el espacio propiamente dichos, un lugar donde el pensamiento se puede transformar en formas holográficas y la consciencia es en última instancia un patrón de vibraciones o frecuencias, Monroe señala que durante una EFC parece que la percepción no se basa tanto en un «reflejo de ondas lumínicas» como en «una impresión de radiación», observación que sugiere una vez más que cuando se entra en el ámbito de las experiencias sin cuerpo, se empieza a entrar en el dominio de frecuencias de Pribram.

 

Otros viajeros fuera del cuerpo se han referido también a la apariencia de campo de frecuencias que tiene el segundo estado.

 

Por ejemplo, Marcel Louis Forhan, un francés que tiene ese tipo de experiencias y que ha escrito bajo el apodo de «Yram», dedica gran parte de su libro, Practical Astral Proyection, a intentar describir la apariencia de ondas y propiedades aparentemente electromagnéticas del ámbito extracorpóreo.

 

Y otros han comentado el sentido de unidad cósmica que se experimenta en tal estado y lo resumen como la sensación de que «todo es todo» y de que «yo soy eso».


Por holográfica que sea una experiencia fuera del cuerpo, es sólo la punta del iceberg cuando se llega a una experiencia más directa del plano de frecuencias de la realidad.

 

Si bien sólo un sector de la humanidad tiene este tipo de experiencias, hay una circunstancia en la que todos tenemos un contacto íntimo con el dominio de frecuencias, y es cuando viajamos a ese país por descubrir de cuya lóbrega frontera no regresa viajero alguno. Con el debido respeto a Shakespeare, el problema es que algunos viajeros regresan.

 

Y las historias que cuentan están llenas de detalles que nos huelen a holográfico una vez más.

 


La experiencia cercana a la muerte
Hoy en día, casi todo el mundo ha oído hablar de las experiencias cercanas a la muerte (ECM); es un episodio en el que una persona que ha sido declarada clínicamente «muerta», resucita y cuenta que ha abandonado el cuerpo físico y visitado lo que parecía ser el reino del más allá.

 

En la cultura occidental, las ECM adquirieron notoriedad en 1975, cuando el psiquiatra y doctor en Filosofía Raymond A. Moody, Jr. publicó una investigación sobre el tema en un libro con gran éxito de ventas titulado Vida después de la vida. Posteriormente, Elisabeth Kubler-Ross reveló que había dirigido una investigación similar al mismo tiempo y que había duplicado los descubrimientos de Moody.

 

En efecto, a medida que el fenómeno empezó a ser documentado por un grupo de investigadores cada vez más numeroso, quedaba claro que, además de estar increíblemente extendido - una encuesta Gallup de 1981 descubrió que 8 millones de americanos adultos (uno de cada veinte aproximadamente) habían experimentado una ECM - proporcionaba las pruebas más convincentes hasta la fecha de la supervivencia después de la muerte.


Como las EFC, las ECM parecen ser un fenómeno universal. Se habla de ellas tanto en el Libro de los Muertos tibetano del siglo XVIII como en el Libro de los Muertos egipcio de 2.500 años de antigüedad.

 

En el Libro X de La República, Platón cuenta con detalle la experiencia de un soldado griego llamado Er, que volvió a la vida segundos antes de que se encendiera su pira funeraria y dijo que había abandonado el cuerpo y alcanzado la tierra de los muertos a través de un «pasadizo».

 

Beda el Venerable hace un relato similar en su libro del siglo VIII A History of the English Church and People, y Carol Zaleski, profesora de Harvard sobre el estudio de las religiones, señala en un libro titulado Other World Journeys que la literatura medieval está repleta de historias de experiencias cercanas a la muerte.


Las personas que han tenido tales experiencias tampoco poseen características demográficas únicas. Diversos estudios han revelado que no existe relación alguna entre las ECM y la edad, el sexo, el estado civil, la raza, la religión y/o creencias espirituales, la clase social, el nivel educativo, los ingresos, la frecuencia con que se asiste a la iglesia, el tamaño de la comunidad o la zona de residencia. A semejanza de la iluminación, las ECM pueden sorprender a cualquiera en cualquier momento.

 

Los religiosos devotos no tienen más probabilidades de tener una que los no creyentes.


Uno de los aspectos más interesantes de este fenómeno es la coherencia que encontramos de experiencia en experiencia. Un resumen de una ECM típica sería el siguiente: un hombre que se está muriendo se encuentra de repente flotando por encima de su cuerpo y contemplando lo que ocurre. En cuestión de momentos, viaja a gran velocidad por una zona oscura o por un túnel. Entra en un reino de una luz deslumbrante en el que le brindan una cálida acogida sus amigos y parientes que han muerto hace poco.

 

A menudo oye una música indescriptiblemente bella y ve un panorama maravilloso - prados ondulados, valles llenos de flores, y arroyos resplandecientes - más que ninguno de los que ha visto en la tierra. En ese mundo lleno de luz no siente dolor ni miedo y le embarga un sentimiento de alegría, amor y paz extraordinario.

 

Se encuentra con un «ser (y/o seres) de luz» del que emana un sentimiento de compasión enorme, que le anima a hacer una «revisión de vida», una repetición panorámica de su vida. Tan extasiado está por esa experiencia de la realidad superior, que no desea más que quedarse. Sin embargo, el ser le dice que todavía no ha llegado su hora y le convence para que regrese a su vida terrenal y vuelva a entrar en su cuerpo físico.


Convendría observar que ésta es sólo una descripción general y que no todas las ECM contienen todos los elementos descritos.

 

A unas les faltan parte de los rasgos mencionados y otras pueden contener ingredientes adicionales. También puede variar la parafernalia simbólica. Por ejemplo, aunque en las culturas occidentales se tiende a entrar en el reino del más allá atravesando un túnel, en otras culturas se puede llegar bajando por un camino o atravesando una extensión de agua.


No obstante, hay un grado de coincidencia asombroso entre las experiencias relatadas por diversas culturas a lo largo de la historia. La revisión de la vida, por ejemplo, una característica que se da una y otra vez en las experiencias modernas, aparece también en el Libro de los Muertos tibetano, en el Libro de los Muertos egipcio, en el relato de Platón de la estancia y experiencia de Er en el más allá y en los textos yóguicos de dos mil años de antigüedad del sabio indio Patanjali.

 

También se han hecho estudios formales que confirman las semejanzas transculturales.

 

En 1977, Osis y Haraldsson compararon casi novecientas visiones de pacientes en el lecho de muerte confiadas a médicos y otro personal sanitario, tanto en la India como en Estados Unidos, y descubrieron que aunque había varias diferencias culturales - por ejemplo, los americanos tendían a ver el ser de luz como un personaje religioso cristiano, mientras que los indios lo percibían como uno hindú - el «núcleo» de la experiencia era sustancialmente el mismo y análogo al de las ECM descritas por Moody y Kubler-Ross.
 

Aunque según el punto de vista ortodoxo las ECM no son más que alucinaciones, hay datos esenciales que demuestran que no es así.

 

Como en las EFC, las personas que viven una experiencia cercana a la muerte, cuando están fuera del cuerpo, son capaces de dar detalles que no pueden saber por medios sensoriales normales.

 

Por ejemplo, Moody cuenta el caso de una mujer que dejó su cuerpo durante una operación, flotó por la sala de espera y vio que su hija llevaba unas prendas de tela escocesa que no pegaban bien. Resultó que la niñera había vestido a la niña tan deprisa que no se había dado cuenta del error y se quedó perpleja cuando la madre, que no había visto físicamente a la niña aquel día, comentó el hecho.

 

Otro caso es el de una mujer que, después de dejar el cuerpo, fue al vestíbulo del hospital y oyó a su cuñado decir a un amigo que parecía que iba a tener que cancelar un viaje de negocios y convertirse en cambio en uno de los portadores del féretro de su cuñada. Cuando la mujer se recuperó, echó una reprimenda a su asombrado cuñado por quitarla de en medio con tanta rapidez.


Y no son éstos los ejemplos más extraordinarios de percepción sensorial extracorpórea durante las ECM. Investigadores del fenómeno han descubierto que incluso pacientes ciegos que no han percibido luz durante años, son capaces de ver y de describir con precisión lo que sucede a su alrededor, una vez que han dejado sus cuerpos.

 

Kubler-Ross ha encontrado a varios de ellos y les ha hecho una larga entrevista con el fin de determinar la exactitud de sus declaraciones:

«Escuchamos asombrados que podían describir el color y el diseño de la ropa y de las joyas que llevaba la gente que estaba presente».

Pero las más sorprendentes son las experiencias y visiones en el lecho de muerte en las que participan dos personas o más.

 

En una ocasión, una mujer iba andando por el túnel y cuando se acercaba al reino de la luz, vio a un amigo suyo que volvía. Cuando se cruzaron, el amigo le comunicó telepáticamente que había muerto pero que le habían «mandado regresar». Al final, a la mujer también la «mandaron regresar» y cuando se recuperó se enteró de que su amigo había sufrido una parada cardíaca más o menos cuando ella vivió su experiencia.


Hay registrados muchos más casos de personas que, cuando se estaban muriendo, sabían quién les esperaba en el más allá antes de recibir la noticia de su muerte por conductos normales.


Por si todavía queda alguna duda, presentamos otro argumento más en contra de la idea de que las experiencias cercanas a la muerte son alucinaciones: las tienen pacientes con encefalogramas planos.

 

En circunstancias normales, cuando una persona habla, piensa, imagina, sueña o hace cualquier otra cosa, su encefalograma registra una gran cantidad de actividad. Los encefalogramas miden las alucinaciones incluso. Hay muchos casos de personas con encefalogramas planos que han tenido una ECM, y si hubiera sido una alucinación, el encefalograma la habría registrado.


En resumen, si se consideran conjuntamente todos estos hechos - el carácter extendido de la ECM, la ausencia de características demográficas, la universalidad del núcleo de la experiencia, la capacidad de quienes han tenido esa experiencia para ver y saber cosas que no pueden ver ni saber por medios sensoriales normales, el hecho de que la tengan pacientes con encefalogramas planos - se llega a una conclusión inevitable: las personas que tienen experiencias cercanas a la muerte no están sufriendo alucinaciones o fantasías delusorias, sino que están visitando realmente un nivel de realidad enteramente distinto.


Es la misma conclusión que han sacado muchos investigadores del fenómeno.

 

Uno de ellos es el doctor Melvin Morse, un pediatra de Seattle, Washington. Morse empezó a interesarse por las ECM después de tratar a una joven de 17 años que se había ahogado. Cuando revivió, estaba en coma, tenía las pupilas fijas y dilatadas y carecía de reflejos musculares y de respuesta corneal.

 

En términos médicos, estaba en un coma de grado III según la escala Glasgow, lo que indica que estaba en un coma tan profundo que apenas tenía posibilidades de recuperarse. Con todo, se recuperó completamente y la primera vez que Morse la visitó una vez que recobró la consciencia, la chica le reconoció y le dijo que le había visto trabajar sobre su cuerpo comatoso.

 

Cuando Morse la interrogó, ella le contó que había abandonado su cuerpo, que había ido al Cielo atravesando un túnel y que allí había conocido al «Padre Celestial».

 

El Padre Celestial le dijo que se suponía que aún no tenía que estar allí y le preguntó si quería quedarse o volver. Al principio, ella contestó que se quería quedar, pero cuando el Padre Celestial le advirtió que esa decisión significaba que ya no volvería a ver a su madre, cambió de opinión y regresó a su cuerpo.


Morse, que era escéptico, estaba fascinado, y desde entonces se dispuso a aprender todo lo que pudiera sobre esa clase de experiencias. Por aquel entonces, trabajaba en Idaho, en un servicio de transporte aéreo que llevaba pacientes al hospital, lo cual le dio la oportunidad de hablar con muchísimos niños resucitados.

 

Durante más de diez años, entrevistó a todos los niños que sobrevivieron a una parada cardíaca en el hospital y todos le contaban lo mismo, una y otra vez. Tras quedarse inconscientes, se encontraban fuera del cuerpo, contemplaban a los médicos trabajar sobre ellos, atravesaban un túnel y les consolaban unos seres luminosos.


Morse seguía siendo escéptico, pero, en una búsqueda cada vez más desesperada de una explicación lógica, leyó todo lo que pudo encontrar sobre los efectos secundarios de las medicinas que tomaban sus pacientes y estudió varias explicaciones psicológicas, pero le parecía que nada cuadraba.

«Luego, un día leí en un periódico médico un largo artículo que trataba de explicar [las ECM] como manifestaciones engañosas del cerebro - recuerda - Desde entonces, he estudiado [las ECM] ampliamente y ninguna de las explicaciones que apuntaba este investigador tenía sentido. Al final, quedó claro para mí que se le había escapado la explicación más obvia de todas: que las ECM son reales. Se le escapó la posibilidad de que el alma realmente viaje».

Morse se hace eco de esta opinión y asegura que veinte años de investigación le han convencido de que las personas que han tenido una EMC, realmente se han aventurado a entrar en otro nivel de la realidad.

 

Cree que la mayor parte de los investigadores piensa lo mismo.

«He hablado con casi todos los investigadores [de ECM] que hay en el mundo acerca de su trabajo. Sé que la mayoría de ellos cree en su interior que [las ECM] son un destello de la otra vida. Pero como científicos y como médicos no han dado todavía con la "prueba científica" de que una parte de nosotros va a sobrevivir a la muerte del cuerpo físico. Esta falta de pruebas les impide manifestar públicamente sus verdaderos sentimientos».

Hasta George Gallup, Jr., presidente de Encuestas Gallup, lo admitió a raíz de la encuesta que su compañía realizó en 1981:

«Un número creciente de investigadores ha estado recopilando y evaluando relatos de personas que han tenido encuentros extraños cerca de la muerte. Los resultados preliminares indican claramente que tienen encuentros de algún tipo con un plano de realidad de otra dimensión.

 

Esta exhaustiva encuesta es el último de esos estudios y revela también algunas tendencias que apuntan a la existencia de una especie de superuniverso paralelo».

 

Una explicación holográfica de la experiencia cercana a la muerte
Es una afirmación sorprendente. Pero más sorprendente aún es que la mayor parte de la clase científica establecida haya hecho caso omiso tanto de las conclusiones de los investigadores como del enorme conjunto de indicios que les ha obligado a hacer declaraciones como las anteriores.

 

Las razones son complejas y variadas. Una de ellas es que, actualmente, en el mundo de la ciencia no está de moda considerar seriamente cualquier fenómeno que parezca sostener la idea de que existe una realidad espiritual y, como hemos mencionado al principio del libro, las creencias son como adicciones y es difícil salir de sus garras.

 

Otra razón, como menciona Moody, es el prejuicio extendido entre los científicos de que sólo tienen valor o importancia las ideas que se pueden probar en un sentido científico estricto. Aún otra razón es la incapacidad de la interpretación científica actual de la realidad para empezar a explicar siquiera las ECM en el caso de que fueran reales.


Esta última razón, sin embargo, puede que no sea tan problemática como parece.

 

Varios investigadores han observado que el modelo holográfico proporciona una forma de entender las ECM. Uno de ellos es el doctor Kenneth Ring, catedrático de Psicología de la Universidad de Connecticut y uno de los primeros investigadores en aplicar el análisis estadístico y técnicas de entrevistas normalizadas al estudio de este fenómeno.

 

En su libro de 1980 Life at Death, Ring dedica una parte importante a argumentar una explicación holográfica de las ECM. Sin andarnos con rodeos, Ring cree que las experiencias cercanas a la muerte son también incursiones en planos de la realidad muy similares a campos de frecuencias.


Ring basa su conclusión en los numerosos aspectos de sabor holográfico de las ECM. Uno de ellos es la tendencia de quienes las tienen a describir el mundo del más allá como un reino compuesto por «luz», «vibraciones elevadas» o «frecuencias».

 

Algunos dicen incluso que la música celestial que acompaña a menudo a tales experiencias parece una «combinación de vibraciones» más que una combinación de sonidos reales. En opinión de Ring, estas observaciones demuestran que el acto de morir implica un desplazamiento de la consciencia desde el mundo ordinario de las apariencias a una realidad más holográfica de frecuencia pura.

 

También cuentan muchas veces que el más allá es un reino bañado de luz, una luz más brillante que ninguna que hayan visto jamás en la tierra, una luz que, a pesar de su intensidad inimaginable, no hace daño a los ojos, propiedades todas ellas que para Ring constituyen una prueba más de la apariencia de campo de frecuencias del más allá.


Otra propiedad innegablemente holográfica a juicio de Ring son las descripciones del tiempo y del espacio.

 

Una de las características del "mundo del más allá" mencionada más a menudo es que es una dimensión en que dejan de existir el tiempo y el espacio.

«Me encontré en un espacio, en un periodo de tiempo, diríamos, donde todo espacio y todo tiempo quedaban invalidados», dice torpemente una persona que vivió una ECM.

 

«Tiene que estar fuera del tiempo y del espacio. Tiene que estarlo, porque... no se puede meter dentro de algo como el tiempo», dice otra.

Si desaparecen el tiempo y el espacio y la localización no tiene sentido en el dominio de frecuencias, se cumple precisamente lo que esperaríamos encontrar si las ECM tuvieran lugar en un estado holográfico de consciencia, afirma Ring.


Si el mundo de las cercanías de la muerte se parece más a un campo de frecuencias que nuestro nivel de la realidad, ¿por qué parece que tiene estructura?

 

Según Ring, no es demasiado inverosímil suponer que también funciona de manera holográfica, pues tanto las EFC como las ECM aportan pruebas suficientes de que la mente puede existir con independencia del cerebro.

 

Así, cuando la mente está en las «altas» frecuencias de la dimensión cercana a la muerte, sigue haciendo lo que mejor hace: traducir dichas frecuencias a un mundo de apariencias.

 

O como dice Ring,

«pienso que es un mundo que se crea por la interacción de estructuras mentales. Estas estructuras o formas-pensadas se combinan entre sí para formar patrones, justo como la interferencia de ondas forma patrones en una placa holográfica.

 

Y al igual que la imagen holográfica se nos antoja totalmente real cuando se ilumina con un rayo láser, también nos parecen reales las imágenes producidas por la interacción de formas-pensadas».

Ring no es el único que sostiene especulaciones como las suyas.

 

En el discurso de apertura de la reunión de 1989 de la International Association for Near-Death Studies (IANDS), la doctora Elizabeth W. Fenske, psicóloga especializada en psicología clínica que tiene una consulta privada en Filadelfia, anunció que ella también cree que las ECM son viajes a un mundo holográfico de altas frecuencias.

 

Está de acuerdo con la hipótesis de Ring de que los paisajes, las flores, las estructuras físicas y demás características de la dimensión del más allá se forman por la interacción (o interferencia) de patrones de pensamiento.

 

En su opinión,

«en la investigación de las ECM hemos llegado a un punto en que es difícil distinguir entre el pensamiento y la luz. En la experiencia cercana a la muerte, el pensamiento parece ser luz».


El Cielo como holograma
Además de las características mencionadas por Ring y Fenske, la experiencia cercana a la muerte tiene muchas otras características marcadamente holográficas.

 

En este tipo de experiencias, al igual que ocurre en las EFC, tras separarse de lo físico, uno se encuentra en una de estas dos formas: o bien como una nube incorpórea de energía, o bien como un cuerpo similar al holograma creado por el pensamiento. En el último caso, la naturaleza mental del cuerpo a menudo resulta sorprendentemente obvia. Por ejemplo, una persona que sobrevivió a una experiencia cercana a la muerte dice que cuando salió de su cuerpo, lo primero que vio fue «algo parecido a una medusa» que cayó al suelo suavemente como una pompa de jabón.

 

Luego se extendió rápidamente formando una imagen tridimensional y fantasmal de un hombre desnudo. Pero se avergonzó porque había dos mujeres en la habitación y ese sentimiento de vergüenza hizo que se encontrara vestido de repente (las mujeres, sin embargo, no dieron señales de haberse enterado de nada).


Que nuestros sentimientos y deseos más íntimos son los causantes de la forma que adoptamos en la dimensión del más allá es evidente en experiencias de otras personas que han tenido ECM. Hay personas que, en su existencia física, están confinadas a sillas de ruedas, y allí se encuentran en cuerpos saludables y pueden correr y bailar.

 

Las que tienen algún miembro amputado, lo recobran invariablemente.

 

Los ancianos habitan a menudo cuerpos jóvenes, y lo que es más extraño aún es que los niños se vean a sí mismos como adultos muchas veces, un hecho que tal vez refleje la fantasía de ser una persona mayor que tienen todos los niños, o algo más profundo, acaso es un signo de que, en nuestro fuero interno, algunos somos mucho mayores de lo que pensamos.


Esos cuerpos con apariencia de hologramas pueden estar minuciosamente detallados. Por ejemplo, en el caso del hombre que se avergonzó de su desnudez, la ropa que materializó para sí mismo estaba trabajada tan meticulosamente que hasta podía observar las costuras en la tela.

 

De manera similar, otro hombre que estudió sus manos mientras estaba en ese estado comentó que estaban «hechas de luz y que contenían estructuras diminutas» y cuando las miró con más detenimiento pudo ver hasta «las delicadas espirales de sus huellas dactilares y los conductos de luz subiendo por sus brazos».


Una parte de la investigación de Whitton es pertinente asimismo en relación con este asunto.

 

Sorprendentemente, cuando Whitton hipnotizó a sus pacientes y les hizo regresar al estado intermedio entre una vida y otra, ellos detallaban también las características clásicas de las ECM: el pasaje por un túnel, los encuentros con parientes fallecidos y/o «guías», la entrada en un reino esplendoroso lleno de luz en el que ya no existían el tiempo y el espacio, los encuentros con seres luminosos y la revisión de la vida.

 

De hecho, según ellos, el principal propósito del repaso de la vida era refrescar los recuerdos para poder planear concienzudamente su próxima vida, un proceso en el que les ayudaban los seres de luz con amabilidad y sin coerciones.


Como Ring, tras estudiar el testimonio de sus sujetos, Whitton llegó a la conclusión de que las formas y las estructuras que uno percibe en la dimensión del más allá son formas de pensamiento creadas por la mente.

«El famoso dicho de René Descartes "pienso, luego existo" nunca ha sido tan oportuno como en el estado entre vidas», afirma Whitton. «No hay experiencia de vida sin pensamiento».

Esto era especialmente cierto en lo relativo a la forma que adoptaban los pacientes de Whitton en el estado entre vidas.

 

Varios declararon que ni siquiera tenían cuerpo, a menos que estuvieran pensando.

«Un hombre lo describía diciendo que cuando dejaba de pensar era meramente una nube dentro de una nube infinita, indiferenciada - observa - Ahora bien, en cuanto empezaba a pensar, se convertía en sí mismo» (una situación que recuerda de manera especial a los sujetos del experimento de hipnosis mutua de Tart, cuando descubrieron que no tenían manos a no ser que las crearan pensándolas).

Al principio, los cuerpos que adoptaban los sujetos de Whitton se parecían a las personas que habían sido en su última vida.

 

Sin embargo, si su experiencia en el estado entre vidas se prolongaba, se transformaban poco a poco en una especie de compuesto de todas sus vidas pasadas, en forma de holograma.

 

Esa identidad compuesta tenía un nombre distinto de los nombres que habían utilizado en sus encarnaciones físicas, aunque ninguno consiguió pronunciarlo utilizando las cuerdas vocales físicas.


¿Qué aspecto ofrecen los que tienen una ECM cuando no se han construido un cuerpo tipo holograma?

 

Muchos dicen que creían que no tenían forma alguna y que eran simplemente «ellos mismos» o «su mente». Otros tienen una impresión más concreta y se describen como «una nube de colores», «una niebla», «un patrón de energía» o «un campo de energía», términos que indican nuevamente que todos somos en última instancia sólo fenómenos de frecuencia, patrones de una energía vibratoria desconocida, envueltos en la gran matriz del dominio de frecuencias.

 

Algunos afirman que, además de estar compuestos de frecuencias lumínicas coloreadas, también estamos compuestos de sonido.

«Me di cuenta de que cada persona y cada cosa tienen su propia gama de tonos musicales y su propia gama de colores - dice una señora de Arizona que tuvo una ECM durante el parto - Si puedes imaginarte a ti mismo entrando y saliendo sin esfuerzo de rayos de luz prismáticos y oyendo cómo las notas musicales de cada persona se unen y armonizan las tuyas cuando les tocas o pasas a su lado, tendrás una idea del mundo no visto».

La mujer, que se encontró con muchos seres en el más allá que se manifestaban simplemente en forma de nubes de colores y sonidos, cree que a lo que la gente se refiere cuando dice que oye una música bella en la dimensión del más allá son los tonos melodiosos que emanan de las almas.


Al igual que Monroe, algunos de esos viajeros cuentan que podían ver en todas las direcciones a la vez mientras estaban en estado incorpóreo. Tras preguntarse qué aspecto tenía, un hombre afirmó que se había encontrado de pronto mirándose fijamente la espalda.

 

Robert Sullivan, un investigador amateur de este fenómeno de Pennsylvania, especializado en las ECM de soldados durante el combate, entrevistó a un veterano de la Segunda Guerra Mundial que conservó esa habilidad temporalmente cuando regresó a su cuerpo físico.

«Había experimentado una visión de trescientos sesenta grados mientras huía de un nido de ametralladoras alemán - dice Sullivan - No solamente podía ver delante de sí mientras corría, sino que podía ver cómo los artilleros intentaban apuntarle desde atrás».

 

Conocimiento instantáneo
Otra parte de la experiencia cercana a la muerte que posee muchos atributos holográficos es la revisión de la vida.

 

Ring se refiere a ella como el «fenómeno holográfico por excelencia». Grof y Joan Halifax, una antropóloga médico de Harvard y coautora (con Grof) de The Human Encounter with Death, han comentado asimismo los aspectos holográficos de la revisión de la vida. De acuerdo con varios investigadores de ECM, entre los que está Moody, muchas personas utilizan el término «holográfico» cuando describen su experiencia.


En cuanto uno empieza a leer relatos de revisiones de la vida, se hace obvia la razón de tal caracterización.

 

Una y otra vez, los que han experimentado una ECM utilizan los mismos adjetivos para describirla y se refieren a ella como a una representación tridimensional, completa e increíblemente vívida de su vida entera.

«Es como subirte directamente a la película de tu vida - dice uno de ellos - Cada momento de cada año de tu vida aparece representado hasta el menor detalle y con todas las sensaciones sensoriales. Es un recuerdo total, completo. Y todo pasa en un instante».

 

«Todo era muy extraño. Yo estaba allí, viendo las visiones retrospectivas; las revivía y todo era muy rápido, aunque no lo suficiente para impedirme aprehenderlo», dice otro.

Durante ese recuerdo instantáneo y panorámico, la persona revive todas las emociones, las alegrías y las penas que acompañaron los acontecimientos de toda su vida.

 

Más aún: siente igualmente todas las emociones de las personas con las que ha interactuado. Siente la felicidad de todos aquellos con los que ha sido amable. Si ha cometido un acto hiriente, llega a conocer precisamente el dolor que sintió su víctima como resultado de su falta de consideración. Y no parece haber ningún hueco demasiado trivial como para quedar exento.

 

Una mujer, mientras revivía un momento de su niñez, sintió de repente la sensación de pérdida e impotencia que su hermana había sentido cuando ella (entonces una niña) le arrebató un juguete.


Whitton ha descubierto indicios de que los actos irreflexivos no son lo único que provoca remordimiento durante el repaso de la vida. Mientras estaban hipnotizados, los sujetos de su experimento contaban que también les causaban punzadas de tristeza las aspiraciones y los sueños fracasados, aquello que habían esperado conseguir toda la vida y no habían logrado.


Los pensamientos aparecen representados asimismo con una gran fidelidad durante el repaso de la vida. Los sueños, las caras vislumbradas una vez pero recordadas durante años, lo que nos hacer reír, el placer que sentimos al mirar una pintura en particular, las preocupaciones infantiles y los sueños con los ojos abiertos olvidados hace tiempo, todo pasa rápidamente por la mente, en un segundo.

 

Como resume una persona que lo ha vivido,

«No se pierden ni siquiera los pensamientos... Todos mis pensamientos estaban allí».

Así pues, la revisión de la vida es holográfica no sólo por su carácter tridimensional, sino también por la increíble capacidad para almacenar información que muestra el proceso.

 

Y es holográfico también en un tercer aspecto. Al igual que el «aleph» cabalístico (un punto mítico en el espacio y en el tiempo que contiene todos los demás puntos del espacio y del tiempo), es un momento que contiene todos los demás momentos.

 

Hasta la capacidad de percibir el repaso de la vida parece holográfica por cuanto se trata de una facultad capaz de experimentar algo que paradójicamente es al mismo tiempo increíblemente rápido y, sin embargo, lo bastante lento como para permitir su contemplación detallada.

 

Como dijo una mujer en 1821,

es «la facultad de comprender el todo y cada una de sus partes».

De hecho, la revisión de la vida reviste un marcado parecido con las escenas del juicio posterior a la vida que aparecen en los textos sagrados de muchas de las grandes religiones del mundo, desde la egipcia hasta la judeocristiana, aunque con una diferencia crucial.

 

Los que tienen una ECM, como los sujetos de Whitton, cuentan universalmente que jamás son juzgados por los seres de luz, sino que sólo sienten amor y aceptación en su presencia. El único juicio que tiene lugar alguna vez es el juicio de uno mismo y surge solamente de los sentimientos de culpa y arrepentimiento de la persona.

 

En alguna ocasión, los seres hacen valer sus razones, pero, en vez de comportarse de una manera autoritaria, actúan como guías y consejeros con el único propósito de enseñar.


La ausencia total de juicio cósmico y/o de algún sistema divino de castigo y recompensa ha sido y continúa siendo uno de los aspectos más controvertidos de las ECM entre los grupos religiosos, pero es uno de los aspectos de la experiencia que más veces se repite.

 

¿Cuál es la explicación? Según Moody, es tan simple como polémica: vivimos en un universo mucho más benévolo de lo que pensamos.


Esto no quiere decir que vale todo durante la revisión de la vida. Al igual que los sujetos hipnotizados de Whitton, cuando los que viven una ECM llegan al reino de la luz, entran al parecer en un estado de consciencia realzada o metaconsciencia y manifiestan una gran sinceridad y lucidez en sus reflexiones sobre sí mismos.


Tampoco significa que los seres de luz no recomienden valores. En una ECM tras otra, hacen hincapié en dos cosas. Una es la importancia del amor. Una y otra vez repiten el mensaje de que tenemos que aprender a sustituir el enojo por el amor, aprender a amar más, aprender a perdonar y a querer a todo el mundo incondicionalmente y aprender que nosotros también somos amados.

 

Ése parece ser el único criterio moral que utilizan los seres de luz.

 

Hasta la actividad sexual deja de poseer el estigma moral que nosotros, los humanos, somos tan aficionados a imponerle. Uno de los sujetos de Whitton contaba que después de vivir varias encarnaciones deprimido y encerrado en sí mismo, le instaron a planear una vida como una mujer cariñosa y sexualmente activa para dar equilibrio al desarrollo global de su alma.

 

En las mentes de los seres de luz, la compasión parece ser el barómetro de la gracia; una vez tras otra, cuando la persona se pregunta si algún acto que cometió era bueno o malo, los seres detienen sus indagaciones con una sola pregunta: ¿lo hiciste por amor? ¿Fue amor la motivación?


Para eso estamos aquí en la tierra, dicen los seres, para aprender que el amor es la clave.

 

Ellos reconocen que es una tarea difícil, pero dan a entender que tiene una importancia crucial para nuestra existencia espiritual y biológica, en varios sentidos que quizá no hemos aprendido a desentrañar todavía. Hasta los niños vuelven del reino de las cercanías de la muerte con ese mensaje grabado firmemente en la mente.

 

Decía un niño pequeño que, tras ser atropellado por un coche, dos personas con ropas «muy blancas» le llevaron al mundo del más allá:

«Lo que he aprendido allí es que la cosa más importante es amar mientras estamos vivos».

La segunda cosa en la que hacen hincapié los seres de luz es el conocimiento.

 

Las personas que han tenido una ECM comentan con frecuencia que los seres parecían complacidos siempre que aparecía brevemente algún episodio relacionado con el conocimiento o el aprendizaje durante la revisión de la vida. A algunas personas les aconsejaban abiertamente que emprendieran una búsqueda de conocimiento cuando regresaran a sus cuerpos físicos y, en especial, de conocimiento relativo al crecimiento de uno mismo o que aumentara la capacidad para ayudar a los demás.

 

A otros les animaban con frases como «aprender es un proceso continuo que sigue incluso después de la muerte» y «el conocimiento es una de las pocas cosas que podrás llevarte contigo después de la muerte».
 

La preeminencia del conocimiento en la dimensión del más allá es aparente también de otra manera. Algunas personas que han estado allí descubrieron que, en presencia de la luz, de repente podían acceder directamente a todo el conocimiento. Ese acceso se producía de varias maneras. A veces llegaba en forma de respuesta a preguntas.

 

Un hombre dijo que lo único que había que hacer era preguntar algo, como por ejemplo, ¿qué se sentiría siendo un insecto?, y al instante tenía la experiencia.

 

Otro lo describía con estas palabras:

«Se piensa una pregunta... y se conoce inmediatamente la respuesta. Así de sencillo. Y puede ser cualquier pregunta, sobre cualquier tema del que uno no sepa nada, que no esté en condiciones siquiera de entender, y la luz te ofrece la respuesta instantánea y correcta y te hace comprenderla».

Algunos dicen que ni siquiera tenían que hacer preguntas para acceder a esa biblioteca de información infinita.

 

A raíz de la revisión de la vida, sabían todo de pronto, todo el conocimiento que había que saber desde el comienzo de los tiempos hasta el final. Otros entraron en contacto con el conocimiento cuando el ser de luz hizo algún gesto específico, como agitar la mano. Y otros dirían que, en vez de adquirir el conocimiento, lo recordaron, pero que olvidaron la mayor parte de lo que habían recordado en cuanto regresaron a sus cuerpos físicos (una amnesia que parece ser universal entre los que conocen tales visiones).

 

Sea como fuere, parece que una vez que estamos en el mundo del más allá, ya no es necesario entrar en un estado alterado de consciencia para tener acceso al reino de información infinitamente interconectado y transpersonal experimentado por los pacientes de Grof.


Además de ser holográfica de todas las formas que hemos mencionado ya, la visión del conocimiento total tiene otra característica holográfica. Las personas que la han experimentado dicen con frecuencia que, durante la misma, la información les llega a «trozos» que se registran instantáneamente en sus pensamientos.

 

 En otras palabras: en vez de ser hechos aislados dispuestos linealmente como las palabras en una frase o las escenas en una película, todos los hechos, detalles, imágenes y trozos de información irrumpen en la consciencia instantáneamente.

 

Un individuo llamaba a esos fogonazos de información «haces de pensamientos».

 

Monroe, que ha experimentado también esas explosiones instantáneas de información mientras se encontraba fuera del cuerpo, las denomina «bolas de pensamiento».


Se trata, en efecto, de una experiencia familiar para todo el que posea una capacidad psíquica apreciable, puesto que la información psíquica se recibe de esa misma forma. Por ejemplo, algunas veces, cuando me encuentro con un desconocido (y a veces sólo con oír el nombre de una persona incluso), me pasa por la mente como un rayo una bola de pensamiento con información sobre esa persona.

 

La bola de pensamiento puede contener hechos importantes sobre su carácter emocional y psicológico, sobre su salud y hasta escenas de su pasado. Creo que soy especialmente proclive a tener bolas de pensamiento sobre personas que se encuentran en algún tipo de crisis. Hace poco, por ejemplo, conocí a una mujer y supe al instante que estaba pensando en suicidarse. Supe también algunas de las razones que tenía. Como hago siempre en situaciones semejantes, empecé a hablar con ella y desvié la conversación cuidadosamente hacia temas psíquicos.

 

Tras averiguar que era receptiva al tema, la confronté con lo que sabía yo y conseguí que hablara de sus problemas. Hice que me prometiera buscar consejo profesional en vez de seguir la opción nefasta que estaba considerando.


Recibir información de esa manera es semejante a la forma en que nos enteramos de cosas mientras soñamos.

 

Prácticamente todo el mundo ha tenido un sueño en el que se encuentra en una situación y de repente lo sabe todo acerca de esa situación sin que nadie le diga nada.

 

Por ejemplo, sueñas que estás en una fiesta y en cuanto estás allí, sabes a quién le han dado la fiesta y por qué. De manera similar, a todo el mundo se le ha ocurrido de pronto una idea detallada o ha tenido una inspiración instantánea. Esas experiencias son versiones menores del efecto bola de pensamiento.


Resulta interesante que a veces cueste un rato traducir los fogonazos de información psíquica a palabras, puesto que llegan a trozos, de manera no lineal.

 

Al igual que las gestalts psicológicas que se viven en las experiencias transpersonales, los fogonazos de información son holográficos en el sentido de que son «totalidades» instantáneas con las que la mente, por su orientación temporal, debe luchar durante un momento para desentrañarlas y convertirlas en una serie ordenada de partes.


¿Qué forma tiene el conocimiento que contienen las bolas de pensamiento recibidas durante las ECM?

 

Según dicen quienes las han experimentado, se utilizan todas las formas de comunicación: sonidos, imágenes que se mueven como hologramas y hasta la telepatía, lo que, a juicio de Ring, demuestra una vez más que el más allá es,

«un mundo de vida en el que el pensamiento es el rey».

Tal vez el lector avispado se pregunte inmediatamente por qué es tan importante la búsqueda del conocimiento durante la vida, si después de morir tenemos acceso a todo el conocimiento.

 

Cuando se les hizo esta pregunta, los que habían vivido una ECM contestaron que no estaban seguros, pero que tenían la viva impresión de que tenía algo que ver con el propósito de la vida y con la capacidad de cada individuo para esforzarse en ayudar a los demás.

 


Planes de vida y huellas de tiempo paralelo
Al igual que Whitton, otros investigadores de ECM han desvelado indicios que hacen pensar que nuestras vidas están planeadas de antemano, al menos hasta cierto punto, y que cada uno de nosotros desempeña un papel en la creación de ese plan.

 

Es evidente en varios aspectos de la experiencia. Muchas veces cuando la persona llega al mundo de la luz, le dicen que «todavía no ha llegado su hora».

 

Como señala Ring, esa observación implica claramente la existencia de un «plan de vida» de algún tipo. También está claro que la persona juega un papel en la formulación del destino, porque a menudo se le da la opción de volver o quedarse. Hay incluso ejemplos de personas a quienes se les dijo que sí había llegado su hora y aún así se les permitió volver.

 

Moody cita el caso de un hombre que empezó a llorar cuando se percató de que estaba muerto, porque temía que su mujer no pudiese educar a su sobrino sin él. Al oírlo, el ser le dijo que le permitía regresar puesto que no estaba pidiendo para sí mismo. Otro ejemplo es el de una mujer que argumentó que todavía no había bailado bastante.

 

El comentario hizo que el ser de luz soltara una fuerte carcajada y también ella consiguió permiso para volver a la vida física.


Un fenómeno que Ring denomina «destello del futuro» muestra claramente que el futuro está bosquejado, al menos en parte. Algunas veces las personas que han tenido una experiencia en el umbral de la muerte han podido vislumbrar su propio futuro durante la visión del conocimiento.

 

Hay un ejemplo especialmente asombroso de un niño al que dijeron varias cosas específicas sobre su futuro, entre otras que se casaría a los veintiocho años y que tendría dos hijos. Incluso pudo verse a sí mismo de adulto, sentado con sus futuros hijos en una habitación de la casa en la que acabaría viviendo. Cuando contempló la habitación vio algo muy extraño en la pared, algo que su mente no podía comprender.

 

Décadas después y cuando ya habían tenido lugar todas las predicciones, se encontró viviendo la misma escena que había contemplado de niño y se dio cuenta de que el extraño objeto de la pared era un «calentador de aire a presión», un tipo de radiador que no se había inventado todavía cuando tuvo aquella experiencia.


En otra instantánea del futuro igualmente sorprendente, a una mujer le mostraron una fotografía de Moody, le dijeron su nombre completo y también que, cuando llegara el momento, ella le contaría su experiencia.

 

Ocurrió en 1971, cuando Moody no había publicado aún Vida después de la vida, de modo que su nombre y su foto nada significaron para la mujer. Sin embargo, el momento adecuado llegó cuatro años después, cuando Moody y su familia se trasladaron sin saberlo a la misma calle en la que vivía la mujer. Aquel Halloween, el hijo de Moody salió a pedir caramelos por las casas y llamó a la puerta de la casa de la mujer. Cuando ella oyó el nombre del chico, le pidió que dijera a su padre que tenía que hablar con él, y cuando Moody accedió a su petición, ella le contó la extraordinaria historia.


Algunas personas apoyan incluso la propuesta de Loye de que existen varios universos holográficos paralelos.

 

A veces, se les muestran visiones de su futuro personal y les dicen que el futuro que han contemplado sólo ocurrirá si siguen su camino actual. Hubo un caso único de una persona a la que mostraron una historia de la tierra completamente distinta, la historia que podría haber tenido lugar si no se hubieran producido «ciertos acontecimientos» en la época del gran filósofo y matemático griego Pitágoras hace tres mil años.

 

La visión reveló que si aquellos hechos, cuya naturaleza precisa no revela la mujer, no hubieran ocurrido, ahora estaríamos viviendo en un mundo de paz y armonía marcado «por la ausencia de guerras religiosas y de la figura de Cristo».

 

Experiencias como ésas sugieren que, en un universo holográfico, las leyes del tiempo y del espacio pueden ser verdaderamente extrañas.


Incluso quienes no reciben pruebas directas de su participación en su propio destino vuelven a menudo con un entendimiento sólido de la interconexión holográfica que hay entre todas las cosas. Como dice un hombre de negocios de 62 años que tuvo una ECM durante una parada cardíaca: «Una cosa muy importante que aprendí al morirme fue que todos formamos parte de un gran universo viviente.

 

Si pensamos que podemos hacer daño a otra persona o a otro ser viviente sin hacernos daño a nosotros mismos, estamos muy equivocados. Yo ahora miro un bosque, una flor o un pájaro y digo: "Eso soy yo; es parte de mí".

 

Estamos conectados con todas las cosas y, si enviamos amor a lo largo de esas conexiones, entonces somos felices».

 


Puedes comer, pero no tienes que hacerlo
Los aspectos holográficos creados por la mente de la dimensión cercana a la muerte son patentes en miles de otras formas.

 

Al describir el más allá, una niña decía que siempre que deseaba comer aparecía comida, pero que no tenía necesidad de comer, comentario que subraya una vez más la naturaleza ilusoria, similar al holograma, de la realidad del más allá.

 

Se da una forma «objetiva» incluso al lenguaje simbólico de la psique. Por ejemplo, uno de los sujetos de Whitton aseguraba que cuando le presentaron a una mujer que iba a figurar de forma destacada en su próxima vida, en vez de aparecer en forma humana, lo hizo como mitad rosa y mitad cobra. Una vez que le enseñaron a descifrar el significado del simbolismo, se dio cuenta de que él y la mujer habían estado enamorados en otras dos vidas.

 

No obstante, ella también había sido responsable de su muerte dos veces. Y, por tanto, en vez de manifestarse en forma humana, los elementos amoroso y siniestro de su carácter hicieron que apareciera como un holograma, el holograma que mejor simbolizaba esas dos cualidades diametralmente opuestas.


Aquel hombre no es el único que ha tenido una experiencia semejante.

 

Hazrat Inayat Khan decía que, cuando entraba en un estado místico y viajaba a «realidades divinas», se encontraba de vez en cuando con seres que se le aparecían en formas mitad humanas y mitad de animales. Como el hombre del ejemplo anterior, Khan advirtió que aquellas transfiguraciones eran simbólicas y que cuando un ser se mostraba en parte como animal, era porque el animal simbolizaba alguna cualidad que el ser poseía.

 

Por ejemplo, un ser que tenía una gran fuerza podía aparecer con cabeza de león, o un ser inusualmente listo y mañoso podía tener rasgos de zorro. Khan lanzó la hipótesis de que por eso algunas culturas antiguas, como la egipcia, representaban a los dioses que gobiernan el reino del más allá con cabezas de animales.


La propensión de la realidad cercana a la muerte a adoptar formas holográficas que reflejan los pensamientos, los deseos y los símbolos que pueblan nuestras mentes explica que los occidentales tiendan a percibir a los seres de luz como figuras religiosas cristianas, o que los indios los vean como santos y deidades hindúes, etcétera.

 

La plasticidad del reino de las proximidades de la muerte sugiere que, quizá, esas apariencias externas no son ni más ni menos reales que la comida que deseaba y creaba la niña mencionada anteriormente, que la mujer mitad cobra y mitad rosa o que la ropa espectral evocada y creada por el individuo que se avergonzó de su desnudez.

 

Esa misma plasticidad explica otras diferencias culturales que podemos encontrar en las ECM, tales como el llegar al más allá atravesando un túnel, o cruzando un puente, o atravesando una extensión de agua, o simplemente bajando una cuesta. Parece nuevamente que, en una realidad creada por la interacción de estructuras de pensamiento solamente, hasta el paisaje mismo lo crean las ideas y las expectativas de la persona que la experimenta.


En este momento es necesario insistir en algo importante. Por asombroso y extraño que nos parezca el terreno de las cercanías de la muerte, los indicios que presentamos en este libro revelan que a lo mejor nuestro nivel de existencia no es muy distinto.

 

Como hemos visto, nosotros también tenemos acceso a toda la información, sólo que nos resulta un poco más difícil.

 

Y en alguna ocasión, podemos asimismo tener visiones futuras personales y enfrentarnos a la naturaleza fantasmagórica del tiempo y del espacio. Y también nosotros podemos cincelar y reconfigurar nuestros cuerpos, y a veces hasta nuestra realidad, con arreglo a nuestras creencias, sólo que cuesta un poco más de tiempo y esfuerzo.

 

De hecho, las habilidades de Sai Baba indican que podemos llegar a materializar comida por el mero hecho de desearlo, y la inedia de Teresa Neumann muestra que, en última instancia, comer puede ser tan innecesario para nosotros como para los que están en el territorio cercano a la muerte.


De hecho, parece que esta realidad y la siguiente se diferencian en grado, pero no en clase. Ambas son construcciones mentales tipo hologramas, realidades que se establecen simplemente por la interacción de la consciencia con su entorno, como dicen Jahn y Dunne.

 

Dicho de otra forma: al parecer nuestra realidad es una versión detenida de la dimensión del más allá. Nuestras creencias tardan un poco más en reformar nuestros cuerpos en cosas como los estigmas a modo de uñas, y al lenguaje simbólico de la psique le cuesta un poco manifestarse externamente como una sincronicidad.

 

Pero manifestarse se manifiestan, en un fluir lento e inexorable, cuya presencia persistente nos enseña que vivimos en un universo que sólo estamos empezando a entender.

 


Información procedente de otras fuentes sobre el reino de las cercanías de la muerte

No hay que estar pasando una crisis que ponga en peligro la vida para visitar la dimensión del más allá.

 

Hay pruebas de que se puede llegar también durante las experiencias fuera del cuerpo. En sus escritos, Monroe describe varias visitas a niveles de realidad en los que se encontró con amigos fallecidos.

 

Otra persona aún más experta en viajes fuera del cuerpo que visitó el país de los muertos fue el místico sueco Swedenborg.

 

Este hombre nació en 1688 y fue el Leonardo da Vinci de su época. De joven estudió ciencias. Fue el matemático más destacado de Suecia y hablaba nueve idiomas; fue grabador, político, astrónomo y hombre de negocios; fabricaba relojes y microscopios por afición; escribió libros sobre metalurgia, la teoría de los colores, comercio, economía, física, química, minería y anatomía, e inventó prototipos del aeroplano y del submarino.


Además de todo eso, también meditaba con regularidad y, cuando llegó a una edad madura, desarrolló la facultad de entrar en un trance profundo, durante el cual abandonaba el cuerpo y visitaba lo que le parecía que era el cielo y conversaba con los «ángeles» y los «espíritus».

 

No cabe duda de que Swedenborg experimentaba algo profundo durante esos viajes. Se hizo tan famoso por esa habilidad que la Reina de Suecia le pidió que averiguara por qué su hermano fallecido no le había contestado una carta que ella le había mandado antes de su muerte. Swedenborg prometió que consultaría al fallecido y al día siguiente volvió con un mensaje que la Reina confesó que contenía información que sólo conocían ella y su hermano.

 

Swedenborg realizó ese servicio varias veces para diversas personas que buscaron su ayuda y en otra ocasión le dijo a una viuda dónde encontrar un compartimento secreto en el escritorio de su marido, en el cual encontró unos documentos que necesitaba desesperadamente. Este último incidente fue tan famoso que inspiró al filósofo alemán Immanuel Kant un libro entero sobre Swedenborg titulado Sueños de un visionario, explicados por los sueños de la metafísica.


Pero lo más asombroso de los relatos de Swedenborg sobre el reino del más allá es la exactitud con la que reflejan las descripciones que hacen las personas que tienen ECM en la actualidad.

 

Por ejemplo, Swedenborg habla,

  • de atravesar un túnel oscuro

  • de ser recibido por espíritus acogedores

  • de paisajes más bellos que cualquier paisaje de la tierra, en los que no existen ni el tiempo ni el espacio

  • de una luz deslumbrante que emite un sentimiento de amor

  • de aparecer ante seres de luz

  • de verse envuelto por una paz y una serenidad que abarcan todo

Cuenta también que le permitieron observar de primera mano la llegada al cielo de personas recién fallecidas y estar presente mientras eran sometidas a la revisión de la vida, proceso que él denominaba «la apertura del Libro de las Vidas».

 

Reconocía que durante ese proceso se presenciaba «todo lo que había sido o hecho alguna vez», pero añadía una peculiaridad única. Según Swedenborg, la información que surgía durante la apertura del Libro de las Vidas se grababa en el sistema nervioso del cuerpo espiritual de la persona.

 

Así, para evocar el repaso de la vida, un «ángel» tenía que examinar todo el cuerpo de la persona, «empezando por los dedos de las manos y siguiendo por el todo».


Swedenborg se refiere también a las bolas de pensamiento holográfico que los ángeles usan para comunicarse y dice que no son distintas de los retratos que podía ver en la «sustancia ondular» que rodea a la persona. Al igual que la mayor parte de los que han tenido una ECM, describe esos fogonazos de conocimiento telepático como un lenguaje de imágenes tan denso y tan lleno de información que cada imagen contiene mil ideas.

 

Una serie comunicada de esos retratos puede ser muy larga y,

«durar hasta varias horas, en una disposición secuencial tal, que uno sólo puede maravillarse».

Pero incluso aquí Swedenborg añade una peculiaridad fascinante.

 

Además de utilizar retratos, los ángeles emplean también un lenguaje que contiene conceptos que trascienden el entendimiento humano. De hecho, la razón principal de que utilicen retratos es que es la única manera en que pueden hacer que sus pensamientos e ideas sean comprensibles para los seres humanos, aunque no sea sino una pálida versión de los mismos.


Las experiencias de Swedenborg corroboran también algunos aspectos de las experiencias cercanas a la muerte que menos veces se cuentan.

 

Comentaba que en el mundo de los espíritus ya no se necesita comer, pero añadía que la información ocupa el lugar de la comida como fuente de alimentación. Decía que cuando hablaban los espíritus y los ángeles, sus pensamientos se incorporaban constantemente a imágenes simbólicas tridimensionales, sobre todo de animales.

 

Decía, por ejemplo, que cuando los ángeles hablaban de amor y cariño,

«se presentaban animales bellos, como los corderos... Sin embargo, cuando los ángeles hablan de inclinaciones malignas, las representan mediante animales inútiles, fieros y odiosos, como tigres, osos, lobos, escorpiones, serpientes y ratones».

Aunque no es una característica que citen las personas que han tenido una ECM en la actualidad, Swedenborg comentaba que le asombró descubrir que también había espíritus de otros planetas en el cielo, afirmación pasmosa en un hombre nacido ¡hace más de trescientos años!


Las observaciones más intrigantes de Swedenborg son las que parecen referirse a las cualidades holográficas de la realidad. Decía, por ejemplo, que aunque parece que los seres humanos están separados unos de otros, en realidad todos estamos conectados formando una unidad cósmica.

 

Además, cada uno de nosotros es un cielo en miniatura y cada persona, y todo el universo físico en realidad, es un microcosmos de una realidad divina superior. Como hemos visto, creía asimismo que tras la realidad visible subyace una sustancia de apariencia de onda.


De hecho, varios expertos en Swedenborg han observado las múltiples semejanzas que existen entre algunos conceptos suyos y la teoría de Bohm y Pribram. Uno de ellos es el doctor George F. Dole, catedrático de Teología de la Swedenborg School of Religion de Newton, Massachussets.

 

Dole, titulado por Yale, Oxford y Harvard, señala que uno de los principios básicos del pensamiento de Swedenborg es que nuestro universo es creado y mantenido constantemente por dos fluidos similares a las ondas: uno procedente del cielo y otro que proviene de nuestra propia alma o espíritu.

«Si juntamos esas imágenes, la semejanza con un holograma es sorprendente - dice Dole - Estamos formados por la intersección de dos caudales: uno directo que viene de lo divino y otro indirecto que procede de lo divino vía nuestro entorno. Podemos vernos a nosotros mismos como patrones de interferencia, porque la afluencia es un fenómeno ondulatorio y nosotros estamos donde las ondas se encuentran».

Swedenborg creía también que el cielo, a pesar de tener cualidades efímeras y fantasmales, es un nivel de la realidad más fundamental que nuestro mundo físico.

 

Según él, es la fuente arquetípica de la que se originan todas las formas terrenales y a la que regresan todas las formas, un concepto que no difiere demasiado de la idea de Bohm de los órdenes implicado y explicado. Además, también creía que el reino del más allá y la realidad física difieren en grado pero no en clase y que el mundo material es sólo una versión paralizada de la realidad del cielo construida con el pensamiento.

 

La materia que comprende tanto el cielo como la tierra,

«fluye por etapas» de lo Divino - afirmaba Swedenborg - y «en cada nueva etapa se hace más general y por tanto más burda y confusa, y se vuelve más lenta y por tanto más viscosa y más fría».

Swedenborg escribió al menos veinte libros con sus experiencias. Cuando estaba en el lecho de muerte le preguntaron si quería retractarse de algo.

 

Él contestó seriamente:

«Todo lo que he escrito es tan cierto como que tú ahora me estás contemplando. Podría haber dicho mucho más si se me hubiera permitido. Después de la muerte verás todo y entonces tendremos mucho que decirnos el uno al otro sobre el tema».

 

El país de ninguna parte
Swedenborg no es el único personaje histórico que poseía la capacidad de viajar fuera del cuerpo a niveles de realidad más sutiles.

 

Los sufíes persas del siglo XII empleaban igualmente una meditación profunda, similar al trance, para visitar «la tierra en la que moran los espíritus». Y de nuevo son asombrosas las similitudes entre sus relatos y el conjunto de indicios acumulados en este capítulo. Ellos afirmaban que, en ese otro ámbito, uno posee un «cuerpo sutil» y confía en sentidos que no siempre están asociados con «órganos específicos» del cuerpo.

 

Declaraban que es una dimensión poblada por muchos maestros espirituales, o imanes, y a veces la llamaban «el país del Imán escondido».


Sostenían que es un mundo hecho solamente de la materia sutil del alám al-mithál, o pensamiento. Hasta el espacio mismo, con la «cercanía», las «distancias» y los lugares «remotos», era creado por el pensamiento.


Pero eso no significaba que el país del Imán escondido fuera irreal o un mundo formado por la pura nada. Y tampoco era un paisaje creado por una sola mente. Era, en cambio, un plano de existencia creado por la imaginación de mucha gente y, aún así, tenía su propia dimensión y su propia corporalidad, sus bosques y montañas e incluso sus ciudades.

 

Los sufíes dedicaron muchos escritos a esclarecer este punto.

 

Tan extraña es esta idea para muchos pensadores occidentales, que el difunto Henry Corbin, catedrático de Religión Islámica de la Sorbona de París y una autoridad destacada en pensamiento islámico e iraní, acuñó el término «imaginal» para describirla, refiriéndose a un mundo creado por la imaginación, pero no menos real ontológicamente hablando que la realidad física.

«La razón que me llevó a buscar otra expresión fue que, durante muchos años, mi profesión requería que interpretara textos arábigos y persas, y sin duda habría traicionado su significado si me hubiera contentado simplemente con el término imaginario», declaró Corbin.

Dada la naturaleza imaginal del reino del más allá, los sufíes llegaron a la conclusión de que la imaginación misma es una facultad de la percepción, una idea que arroja una luz nueva sobre el motivo de que el sujeto de la prueba de Whitton materializara una mano solamente después de empezar a pensar y sobre el motivo de que visualizar imágenes lenga un efecto tan potente sobre la salud y la estructura física del cuerpo.

 

También contribuyó a la creencia de los sufíes el hecho de poder utilizar la visualización, proceso que ellos llamaban «oración creativa», para alterar y reformar el tejido mismo del propio destino.


Un concepto análogo a la idea de Bohm de los órdenes implicado y explicado llevaba a los sufíes a creer que el reino del más allá, a pesar de sus cualidades espectrales, es la matriz generadora que da origen a todo el universo físico. Todas las cosas de la realidad física surgen de esa realidad espiritual, decían.

 

Sin embargo, hasta los más sabios entre éstos encontraban extraño que, meditando y adentrándose en las profundidades de la psique, uno llegara a un mundo interior que,

«resulta que envuelve, rodea o contiene lo que en un principio era externo y visible».

Naturalmente, esa percepción es una referencia más a las cualidades no locales y holográficas de la realidad.

 

Cada uno de nosotros contiene la totalidad del cielo. Más aún: cada uno de nosotros contiene la ubicación del cielo. O como decían los sufíes, en lugar de tener que buscar la realidad espiritual «en el dónde», el «dónde» está en nosotros.

 

En efecto, al discutir los aspectos no locales del reino del más allá, Sohrawardi, un místico persa del siglo XII, decía que el país del Imán escondido debería llamarse más bien Na-Koja-Abad, o «el país de ninguna parte».


Es verdad que no es una idea nueva. Es el mismo sentimiento que se expresa en la frase «el reino de los cielos está en el interior». Lo que es nuevo es la idea de que esos conceptos sean referencias a los aspectos no locales de los niveles de realidad sutiles. Se sugiere de nuevo que cuando una persona tiene una experiencia fuera del cuerpo, podría no estar viajando a ninguna parte, en realidad.

 

Podría estar simplemente alterando el holograma siempre ilusorio de la realidad, para tener así la experiencia de que viaja a alguna parte. En un universo holográfico, la consciencia ya no está sólo en todas partes, también está en ninguna parte.


Algunas personas que han tenido una ECM han aludido a la idea de que el mundo del más allá está en las profundidades del ámbito no local de la psique. Como dijo un chico de siete años,

«la muerte es como entrar andando en tu mente».

Bohm ofrece una visión no local similar de lo que pasa durante la transición de esta vida a la siguiente.

«En la actualidad, todo nuestro proceso mental nos dice que tenemos que mantener la atención aquí. Si no lo hacemos, no podemos cruzar la calle, por ejemplo. Sin embargo, la consciencia está siempre en las profundidades ilimitadas que se extienden más allá del tiempo y del espacio, en los niveles más sutiles del orden implicado.

 

Por tanto, si profundizásemos lo bastante en el presente real, puede que no hubiera diferencia entre este momento y el siguiente. La idea sería que, en la experiencia de la muerte, se entra en eso. El contacto con la eternidad se produce en el momento actual, pero el mediador es el pensamiento. Es cuestión de atención».

 

Imágenes de luz inteligentes y coordinadas
La idea de que se puede acceder a los niveles más sutiles de la realidad mediante un mero cambio en la consciencia es también una de las premisas principales de la tradición yóguica.

 

Muchas prácticas yóguicas están concebidas especialmente para enseñar a hacer esos viajes. Y una vez más, las personas que tienen éxito en tales aventuras describen lo que ahora es ya un paisaje familiar.

 

Una de esas personas fue Sri Yukteswar Giri, un hombre santo hindú, poco conocido pero muy respetado, que murió en Puri, en la India, en 1936.

 

Evans-Wentz, que le conoció en la década de 1920, le describía como un hombre «de presencia agradable» y carácter elevado y que «bien merecía la veneración que le expresaban espontáneamente todos aquellos que le seguían».


Al parecer, Sri Yukteswar tenía el don especial de ir y venir de este mundo al siguiente; describía la dimensión del más allá como un mundo compuesto de,

«diversas vibraciones sutiles de luz y color» y «miles de veces mayor que el cosmos material».

Decía también que era infinitamente más bello que el reino en el que existimos nosotros y que tenía abundantes «lagos opalinos, mares brillantes y ríos irisados».

 

Como era más «vibrante con la luz creativa de Dios», el clima siempre era agradable y las únicas manifestaciones climáticas se producían cuando caía de vez en cuando,

«una nieve blanca luminosa y una lluvia de luces multicolores».

Las personas que viven en ese reino maravilloso pueden materializar el cuerpo que quieran y pueden «ver» con la parte del cuerpo que deseen, sea cual fuere.

 

También pueden materializar cualquier fruta o alimento que deseen, aunque «están casi liberados de toda necesidad de comer» y «se regalan sólo con la ambrosía del conocimiento eternamente nuevo».


Se comunican mediante una serie telepática de «imágenes luminosas», se regocijan con la «inmortalidad de la amistad», perciben la «indestructibilidad del amor», sienten un dolor intenso «si se comete algún error en la transmisión o en la percepción de la verdad» y cuando se enfrentan a la multitud de familiares, padres, madres, esposas, maridos y amigos adquiridos durante las «diferentes encarnaciones en la tierra», no saben a quién amar especialmente y por eso aprenden a dar «a todos el mismo amor divino».


¿Cuál es la quintaesencia de la naturaleza de nuestra realidad una vez que nos establecemos en esa tierra luminosa?

 

A esta pregunta, Sri Yukteswar dio una respuesta tan simple como holográfica.

 

En ese reino donde es innecesario comer y hasta respirar, donde,

un solo pensamiento puede materializar «todo un jardín de flores fragantes» y todas las heridas corporales, «se curan de repente simplemente deseándolo», somos, sencillamente «imágenes de luz inteligentes y coordinadas».

 

Más referencias a la luz
Sri Yukteswar no es el único maestro de yoga que utiliza términos holográficos para describir los niveles más sutiles de la realidad.

 

Otro maestro es Sri Aurobindo Ghose, pensador, activista político y místico a quien los indios reverencian junto con Gandhi. Nacido en 1872 en el seno de una familia india de clase alta, Sri Aurobindo se educó en Inglaterra, donde rápidamente adquirió fama de ser una especie de prodigio. Hablaba con fluidez no sólo inglés, hindi, ruso, alemán y francés, sino también el antiguo sánscrito.

 

Podía leer una caja de libros al día (de joven leyó todos los numerosos y voluminosos libros sagrados de la India) y repetía al pie de la letra cada palabra de cada página que había leído. Su poder de concentración era legendario y se decía que podía sentarse a estudiar en la misma postura durante toda la noche, sin darse cuenta siquiera de las incesantes picaduras de los mosquitos.


Al igual que Gandhi, Sri Aurobindo participó activamente en el movimiento nacionalista de la India y pasó algún tiempo en la cárcel por sedición.

 

Sin embargo, a pesar de su pasión intelectual y humanitaria, siguió siendo ateo hasta que un día vio a un yogui ambulante curar instantáneamente a su hermano de una enfermedad que ponía en riesgo su vida. Desde aquel momento, Sri Aurobindo dedicó su vida a las disciplinas yóguicas y al final, al igual que Sri Yukteswar, aprendió a convertirse a través de la meditación en «un explorador de los planos de la consciencia», según sus propias palabras.


Para Sri Aurobindo no fue una tarea fácil; uno de los obstáculos más espinosos que tuvo que superar para lograr su objetivo fue aprender a silenciar el parloteo infinito de palabras y pensamientos que fluyen incesantemente en la mente humana normal.

 

Todo el que haya intentado alguna vez vaciar la mente de todo pensamiento por un momento siquiera, sabe lo desalentador que es.

 

Pero también es una tarea necesaria, porque los textos yóguicos son bastante explícitos en cuanto se refiere a este punto. Para sondear las regiones más implicadas y sutiles de la psique, se requiere un verdadero cambio bohmiano de atención.

 

O como decía Sri Aurobindo, para descubrir «el país nuevo de nuestro interior» primero tenemos que aprender a «dejar atrás el viejo».


Sri Aurobindo tardó años en aprender a silenciar la mente y a viajar al interior de sí mismo, pero cuando lo consiguió, descubrió el mismo territorio inmenso que encontraron todos los demás Marco Polo del espíritu que hemos contemplado, un reino más allá del espacio y del tiempo, formado por «infinidad de vibraciones multicolores» y poblado por seres no físicos con una consciencia tan sumamente adelantada que hacen que nos veamos como si fuéramos niños.

 

Esos seres pueden adoptar cualquier forma que quieran, afirmaba Sri Aurobindo, el mismo ser puede aparecer ante un cristiano como un santo cristiano y ante un indio como un santo hindú, aunque subrayaba que su propósito no es engañar, sino simplemente ser más accesibles para «una consciencia en particular».


Según Sri Aurobindo, esos seres, en su forma más verdadera, se muestran como «vibración pura». En On Yoga, obra suya en dos tomos, llega a vincular la capacidad de aparecer bien como forma o bien como vibración, a la dualidad onda-partícula descubierta por la «ciencia moderna».

 

Sri Aurobindo observó también que, en ese reino luminoso, uno ya no se limita a recibir información «punto por punto», sino que puede asimilarla «en grandes masas» y percibir «grandes extensiones de espacio y de tiempo» con una simple ojeada.


De hecho, gran parte de las afirmaciones de Sri Aurobindo no se distinguen de muchas conclusiones de Bohm y Pribram. Decía que la mayoría de los seres humanos posee una «pantalla mental» que les impide ver más allá del «velo de la materia», pero cuando se aprende a escudriñar al otro lado del velo, se descubre que todo está compuesto por «vibraciones luminosas de diferentes intensidades».

 

Afirmaba que la consciencia se compone asimismo de vibraciones diferentes y creía que toda la materia es consciente hasta cierto punto. Al igual que Bohm, llegaba a aseverar que la psicoquinesia es una consecuencia directa del hecho de que la materia sea consciente hasta cierto punto. Si la materia no fuese consciente, ningún yogui podría mover un objeto con la mente porque no habría posibilidad de contacto entre el yogui y el objeto, declara Sri Aurobindo.


Lo más bohmiano de todo son sus observaciones sobre la totalidad y la fragmentación. Según él, una de las cosas más importantes que se aprenden en «los grandes y luminosos reinos del Espíritu» es que la separación es una ilusión y que al final todas las cosas están interconectadas y constituyen un todo.

 

En sus escritos, insistía sobre esto una y otra vez y sostenía que la «ley de fragmentación progresiva» empezaba a dominar todo únicamente cuando se descendía de los niveles de la realidad de vibraciones altas a los de vibraciones más bajas.

 

Fragmentamos las cosas porque existimos en una vibración baja de la consciencia y de la realidad, afirmaba Sri Aurobindo, y es esa propensión a la fragmentación lo que nos impide experimentar la intensidad de la consciencia, de la alegría, del amor y del deleite por la existencia que son la norma en los ámbitos superiores y más sutiles.


Así como Bohm cree que no es posible que el desorden exista en un universo que en última instancia no está dividido y constituye un todo, Sri Aurobindo creía que se podía afirmar lo mismo con respecto a la consciencia.

 

Si un solo punto del universo fuera totalmente consciente, el universo entero sería totalmente consciente - declaraba - y si percibimos que una piedra a la vera del camino o un grano de arena debajo de la uña son inertes y carecen de vida, nuestra percepción es otra vez ilusoria y sólo es fruto del hábito sonambulesco de la fragmentación.


El entendimiento clarividente de la totalidad llevó a Sri Aurobindo a percatarse, como Bohm, de la relatividad última de todas las verdades y de la arbitrariedad de intentar dividir el holomovimiento ininterrumpido en «cosas».

 

Tan convencido estaba de que cualquier intento de reducir el universo a hechos absolutos y a una doctrina inalterable conducía únicamente a la distorsión, que estaba en contra incluso de la religión y durante toda su vida recalcó que la verdadera espiritualidad no procede de organización o sacerdocio algunos, sino del universo espiritual del interior:

«no sólo hay que destruir la trampa de la mente y de los sentidos, sino huir igualmente de la trampa del pensador, de la trampa del teólogo y del fundador de las religiones, y escapar de las redes de la Palabra y de la esclavitud de la Idea.

 

Todo esto se halla en nosotros, dispuesto a emparedar al espíritu en las formas; pero nosotros debemos ir siempre más allá, renunciar de continuo a lo menor por lo más grande, a lo finito por lo Infinito; debemos estar siempre dispuestos para avanzar de iluminación en iluminación, de experiencia en experiencia, de estado de alma en estado de alma... y no apegarnos... ni siquiera a las verdades más sólidamente arraigadas en nosotros, porque son formas solamente y expresiones de lo Inefable; y lo Inefable rehúsa limitarse en ninguna forma, en ninguna expresión».

Pero si al final el cosmos es inefable, un fárrago de vibraciones multicolores, ¿qué son todas las formas que percibimos? ¿Qué es la realidad física?

 

En opinión de Sri Aurobindo, es simplemente «una masa de luz estable».

 


Supervivencia en el infinito
La imagen de la realidad que cuentan los que han vivido una ECM muestra una coherencia sorprendente y está corroborada por el testimonio de muchos de los místicos con más talento del mundo.

 

Lo que resulta aún más sorprendente es que los niveles más sutiles de la realidad, por pasmosos y extraños que puedan parecernos a quienes vivimos en las civilizaciones más «avanzadas» del mundo, sean terrenos familiares y mundanos para los llamados pueblos primitivos.
 

Por ejemplo, el doctor E. Nandisvara Nayake Thero, un antropólogo que ha estudiado una comunidad de aborígenes de Australia, con la que ha vivido, señala que el concepto aborigen de «tiempo de ensoñación» (un reino que visitan los chamanes australianos entrando en un trance profundo), es casi idéntico a los planos de existencia del más allá que describen las fuentes occidentales.

 

Es el reino al que van los espíritus humanos después de la muerte; una vez allí, el chamán puede conversar con los muertos y acceder a todo el conocimiento de manera instantánea. Por otra parte, en esa dimensión no existen ya el tiempo, ni el espacio ni otras fronteras de la vida terrenal, y uno tiene que aprender a tratar con el infinito.

 

Por eso, muchas veces los chamanes australianos se refieren al más allá como a la «supervivencia en el infinito».


Holger Kalweit, un etnopsicólogo alemán con titulaciones en Psicología y Antropología Cultural, supera a Thero. Es un experto en chamanismo e investiga el territorio de las proximidades de la muerte.

 

En su opinión, prácticamente todas las tradiciones chamanísticas del mundo contienen descripciones de ese terreno inmenso y extradimensional y están repletas de referencias a la revisión de la vida, a seres espirituales superiores que guían y enseñan, a alimentos imaginados y materializados por el pensamiento, así como a prados, bosques y montañas de belleza indescriptible.

 

En efecto, la capacidad de viajar al reino del más allá no es sólo un requisito exigido universalmente para convertirse en chamán; muchas veces, las experiencias cercanas a la muerte son el catalizador mismo que empuja a la persona que las vive a desempeñar el papel de chamán.

 

Por ejemplo, entre los pueblos sioux oglala y seneca de Norteamérica, los yakut siberianos, los guajiro sudamericanos, los zulúes y los kikuyu africanos, los mu dang coreanos, el pueblo de la isla indonesia de Mentawai y la tribu esquimal caribú existe la tradición de algún individuo que se convirtió en chamán tras pasar por una enfermedad que puso en peligro su vida y le lanzó de cabeza al más allá.


Sin embargo, a diferencia de los occidentales, para quienes esas experiencias son nuevas y desorientadoras, los exploradores chamánicos parecen tener un vasto conocimiento de la geografía de esos reinos sutiles y muchos son capaces de volver a ellos una y otra vez. ¿Por qué? En opinión de Kalweit, porque tales experiencias constituyen una realidad diaria en esas culturas.

 

Mientras que nuestra sociedad reprime cualquier pensamiento o mención a la muerte y la agonía y, al definir la realidad estrictamente en términos de lo material, ha devaluado las experiencias místicas, los pueblos tribales tienen todavía un contacto diario con la naturaleza psíquica de la realidad. De este modo, dice Kalweit, entienden mejor las reglas que regulan los reinos interiores y navegan por esos territorios con mucha más pericia.


El antropólogo Michael Harner vivió una experiencia con los indios conibo del Amazonas peruano que pone en evidencia lo mucho que frecuentan los pueblos chamánicos los terrenos interiores.

 

En 1960, el museo americano de historia natural le envió a estudiar a los conibo en una expedición de un año de duración; mientras estuvo allí, Harner pidió a los nativos del Amazonas que le hablaran de sus creencias religiosas. Ellos le dijeron que si quería aprender de verdad, tenía que tomar la bebida sagrada de los chamanes, hecha con una planta alucinógena conocida como ayahuasca o «planta del alma».

 

Harner accedió y, tras beber un brebaje amargo, tuvo una experiencia fuera del cuerpo que le llevó a un nivel de la realidad poblado por lo que parecían ser los dioses y demonios de la mitología de los conibo.

 

Vio demonios con cabeza de cocodrilo con las fauces abiertas. Vio cómo le brotaba del pecho una especie de «energía o fluido fundamental» que luego se elevó y flotó hacia una nave con una proa de cabeza de dragón, tripulada por seres con «cabeza de arrendajo» que recordaban a las figuras egipcias y notó lo que le parecía el entumecimiento lento y progresivo de la muerte.


Pero su experiencia más dramática durante aquel viaje espiritual fue el encuentro con un grupo de seres alados con aspecto de dragones que emergió de su columna vertebral.

 

Tras salir de su cuerpo reptando, «proyectaron» una escena visual frente a él en la que le mostraron la «verdadera» historia de la tierra, según ellos. Mediante una especie de «lenguaje telepático», le dijeron que ellos eran los causantes tanto del origen como de la evolución de la vida en este planeta.

 

Residían no sólo en los seres humanos, sino en cualquier clase de vida, y habían creado las numerosas formas vivas que pueblan la tierra, para procurarse un lugar donde esconderse de un enemigo oculto del espacio exterior (Harner señala que aquellos seres eran casi como el ADN, aunque, en aquel entonces, 1961, él no sabía nada sobre el tema).


Cuando se acabaron aquellas visiones concatenadas, Harner buscó a un chamán conibo ciego, famoso por sus dotes paranormales, para hablar con él de la experiencia.

 

Mientras Harner le contaba los acontecimientos que había vivido, el chamán, que había hecho muchas excursiones al mundo del espíritu, asentía de vez en cuando con la cabeza; pero cuando le habló de los seres que parecían dragones y le contó que pretendían ser los verdaderos dueños de la tierra, el chamán sonrió divertido.

«Siempre dicen lo mismo. Pero no son más que los Señores de las Tinieblas Exteriores», corrigió.


«Me dejó pasmado - continúa Harner - Mi experiencia le resultaba familiar a aquel chamán ciego y descalzo; sabía de todo aquello por sus propios viajes al mundo oculto en el que yo me había aventurado».

Con todo, no fue ése el único susto que se llevó Harner.

 

Contó también su experiencia con dos misioneros cristianos que vivían cerca y cómo le intrigó el hecho de que ellos parecieran saber igualmente de lo que hablaba. Cuando terminó, le dijeron que parte de sus descripciones eran prácticamente idénticas a ciertos pasajes de la Biblia, pasajes que él, que era ateo, nunca había leído.

 

Así pues, parecía que el viejo chamán conibo no era el único que había viajado a ese mismo lugar sobre el que Harner escribió posteriormente y de forma más vacilante. Tal vez algunas visiones y «viajes al cielo» descritas por los profetas del Viejo y del Nuevo Testamento fueran viajes chamánicos al reino interior.


¿Es posible que lo que hemos estado contemplando como relatos folclóricos pintorescos e historias mitológicas encantadoras, pero ingenuas, sean en verdad informes sofisticados sobre la cartografía de los niveles sutiles de realidad?

 

Kalweit, por lo pronto, cree que la respuesta es un sí enfático.

«A la luz de los descubrimientos revolucionarios de recientes investigaciones sobre la naturaleza de la agonía y de la muerte... ya no es posible considerar las religiones tribales y sus ideas sobre el Mundo de los Muertos como concepciones limitadas - afirma - [Más bien] el chamán debería ser visto como un psicólogo sabio y moderno».

 

Un resplandor espiritual innegable
Un último indicio que indica el carácter real de la ECM es el efecto transformador que produce en los que la experimentan.

 

Se han hecho investigaciones que revelan que el viaje al más allá implica casi siempre un cambio profundo en los viajeros. Se vuelven más optimistas, más tolerantes y más felices y se preocupan menos por las posesiones materiales. Y lo más sorprendente es que se amplía enormemente su capacidad de amar. Maridos fríos y reservados se vuelven amables y cariñosos de repente, los adictos al trabajo empiezan a relajarse y a dedicar tiempo a sus familias, y los introvertidos se vuelven extrovertidos.

 

Muchas veces los cambios son tan espectaculares que quienes conocen al sujeto en cuestión comentan a menudo que se ha convertido en una persona completamente distinta. Se tiene constancia incluso de criminales que reformaron completamente su trayectoria, o de predicadores que lanzaban sermones aterradores sobre los castigos del infierno y han sustituido el discurso de condenación eterna por un mensaje de compasión y amor incondicional.


Asimismo, las personas que han tenido una ECM muestran una mayor inclinación espiritual.

 

Además de regresar firmemente convencidos de la inmortalidad del alma, guardan una impresión profunda y permanente de que el universo es inteligente y compasivo, una presencia amorosa que está siempre con ellos. No obstante, eso no les lleva necesariamente a convertirse en personas más religiosas.

 

Al igual que Sri Aurobindo, muchas de ellas hacen hincapié en que es importante distinguir entre religión y espiritualidad y afirman que lo que se ha traducido en una mayor plenitud en su vida es lo último y no lo primero. En efecto, hay estudios que ponen de manifiesto que, a raíz de una ECM, se muestra una apertura creciente a ideas ajenas a la propia formación religiosa, tales como la reencarnación, o a las religiones orientales.


Esa ampliación de intereses con frecuencia se extiende también a otras áreas. Por ejemplo, se observa a menudo que la clase de temas examinados en este libro, y en particular los fenómenos psíquicos y la nueva física, ejercen una notable fascinación sobre esos viajeros. Uno de ellos, investigado por Kenneth Ring, era un conductor de maquinaria pesada que, antes de la experiencia, no mostraba interés por la lectura ni por actividad académica alguna.

 

Sin embargo, durante su experiencia tuvo una visión del conocimiento total y cuando se recuperó, aunque era incapaz de recordar el contenido de la visión, empezaron a venirle a la cabeza diversos términos físicos. Una mañana, al poco tiempo de la vivencia, se descolgó con la palabra «quantum».

 

Poco después, hizo el siguiente anuncio críptico:

«Max Planck, oiréis hablar de él en un futuro próximo».

Y a medida que iba pasando el tiempo, iban apareciendo en sus pensamientos fragmentos de ecuaciones y de símbolos matemáticos.


Ni él ni su mujer sabían lo que significaba la palabra «quantum», ni quién era Max Planck (considerado en general el padre de la física cuántica) hasta que se fue a una biblioteca a buscar las palabras en la enciclopedia.

 

Cuando descubrió que lo que él decía no era un galimatías, empezó a leer vorazmente, no sólo libros de física, sino también de parapsicología, metafísica y sobre la consciencia superior; incluso se matriculó en Física en la universidad.

 

Su esposa escribió una carta a Ring en la que trataba de describir la transformación de su marido:

«Muchas veces suelta una palabra que no había oído nunca en nuestro entorno. Puede tratarse, incluso, de una palabra en otro idioma, pero... siempre está en relación con la teoría de la "luz"... Habla de cosas más rápidas que la luz y me resulta difícil entenderle... Cuando Tom se pone a leer un libro de física, ya conoce la respuesta y parece presentir algo más...».

Tras su experiencia, aquel hombre empezó también a desarrollar varias dotes psíquicas, lo cual no es raro entre quienes han tenido una vivencia semejante.

 

En 1982, Bruce Greyson, psiquiatra de la Universidad de Michigan y director de investigación del IANDS, entregó un cuestionario concebido expresamente para estudiar el tema a sesenta y nueve personas que habían pasado por una ECM y descubrió que había un incremento en casi todos los fenómenos psíquicos y paranormales que había estimado.

 

Phyllis Atwater, un ama de casa de Idaho que empezó a investigar las ECM a raíz de la transformación que sufrió ella misma durante su propia experiencia, ha entrevistado a docenas de personas que han tenido alguna y ha obtenido resultados similares.

«La telepatía y la capacidad de sanar son comunes - declara - También lo es el "recordar" el futuro. El tiempo y el espacio se detienen y vives una secuencia futura con detalle. Luego, cuando el acontecimiento ocurre, lo reconoces».

A juicio de Moody, esos cambios de identidad profundos y positivos, constituyen la prueba más evidente de que las ECM son realmente viajes a un plano espiritual de la realidad.

 

Ring está de acuerdo y, según él, hay un resplandor espiritual absoluto e innegable en el corazón de las ECM:

«Ese núcleo espiritual es tan digno de respeto y tan sobrecogedor, que la persona es de una vez y para siempre lanzada en una forma de ser enteramente nueva».

Las personas que investigan las ECM no son las únicas que empiezan a aceptar la existencia de tal dimensión y del componente espiritual de la raza humana.

 

El premio Nobel Brian Josephson, que practica la meditación desde hace mucho tiempo, también está convencido de que hay niveles sutiles de realidad a los que se puede acceder a través de la meditación y a los que posiblemente se viaja después de la muerte.


En 1985, en un simposio sobre la posibilidad de vida más allá de la muerte biológica que se celebró en la Universidad de Georgetown, convocado por la senadora americana Claiborne Pell, el doctor Paul Davies manifestó una apertura de miras similar:

«Todos estamos de acuerdo en que la mente es fruto de la materia, al menos en lo que concierne a los seres humanos; o por decirlo con más exactitud, la mente encuentra su expresión a través de la materia (y específicamente a través del cerebro).

 

La lección que ofrece el mundo cuántico es que la materia sólo puede adquirir una existencia concreta y definida claramente en conjunción con la mente. Evidentemente, si la mente es modelo en vez de sustancia, es capaz de hacer muchas representaciones diferentes».

Hasta la psiconeuroinmimóloga Candace Pert, otra participante en el simposio, se mostró receptiva a la idea:

«Es importante percatarse de que la información se almacena en el cerebro, y no me parece descabellado pensar que esa información se pueda transformar en algún otro terreno. ¿Dónde va la información cuando se destruyen las moléculas (la masa) que la componen? La materia ni se crea ni se destruye y puede que el flujo de información biológica no pueda desaparecer con la muerte y tenga que transformarse en otro ámbito».

¿Es posible que lo que Bohm llama el «nivel implicado» de la realidad sea realmente el terreno del espíritu, la fuente del resplandor espiritual que ha transformado a los místicos de todos los tiempos?

 

El propio Bohm no deshecha la idea.

 

El dominio implicado,

«podría llamarse igualmente Idealismo, Espíritu, Consciencia», declara con una actitud típicamente realista. «La separación de los dos - materia y espíritu - es un concepto abstracto. La base siempre es una».

 

¿Quiénes son los seres de luz?
Como la mayoría de las observaciones anteriores fueron realizadas por médicos y no por teólogos, no puede uno evitar preguntarse si el interés por la nueva física que mostraba el conductor de maquinaria pesada investigado por Ring no será un indicio de algo más profundo.

 

Si, como sugiere Bohm, la física está empezando a invadir terrenos que antaño eran exclusivos de los místicos,

  • ¿Sería posible que los seres que habitan en el reino de las cercanías de la muerte hayan anticipado esas invasiones?

  • ¿Es ésa la razón de que a las personas que viven la experiencia del túnel de la muerte se les conceda una sed insaciable de conocimiento?

  • ¿Se les está preparando, a ellos y por extensión al resto de la humanidad, para la confluencia venidera de la ciencia y lo espiritual?

Un poco más adelante analizaremos esa posibilidad, pero antes debemos plantear otra pregunta.

 

Si ya no se cuestiona la existencia de la dimensión superior, ¿cuáles son sus parámetros? Más específicamente, ¿quiénes son los seres que la habitan?, ¿cómo es realmente su sociedad o, me atrevería a decir, su civilización?


Son preguntas difíciles de contestar, desde luego. Cuando Whitton intentó averiguar la identidad de los seres que orientaban a las personas en el ínterin entre una vida y otra, descubrió que no era fácil obtener la respuesta.

 

Como dice él,

«la impresión de los sujetos de mi investigación - los que pudieron responder a la pregunta - era que se trataba de entidades que habían completado el ciclo de encarnaciones en la tierra».

Monroe acabó también con las manos vacías, después de hacer cientos de viajes al reino interior y de entrevistar a docenas de personas expertas en ECM.

 

Comenta que,

«sean lo que sean [esos seres], tienen el don de irradiar un cálido sentimiento de amistad que suscita una confianza plena. Para ellos es enormemente fácil percibir nuestros pensamientos». Y «tienen a su disposición toda la historia de la humanidad y de la tierra y con el máximo detalle».

Sin embargo, también confiesa su ignorancia en cuanto se refiere a la identidad última de esas entidades no físicas, aunque dice que su tarea principal parece consistir en mostrarse,

«totalmente solícito para procurar el bienestar de los seres humanos con los que están asociados».

No hay mucho más que decir sobre las civilizaciones de esos terrenos sutiles, salvo que las personas que tienen el privilegio de visitarlos mencionan por lo general que ven muchas ciudades enormes, de una belleza celestial.

 

Las descripciones de esas metrópolis misteriosas realizadas por quienes tienen experiencias cercanas a la muerte, los adeptos al yoga y los chamanes que utilizan ayahuasca, muestran todas ellas una coherencia extraordinaria. Los sufiés del siglo XII estaban tan familiarizados con ellas que hasta dieron nombre a varias.


La característica más señalada de dichas ciudades es su luminosidad deslumbrante. Se dice a menudo que sus edificios son extraños y de una belleza sublime y que no existen palabras que puedan transmitir su grandeza, ni describir las demás características de esas dimensiones implicadas.

 

Al describir una de esas ciudades, Swedenborg decía que era un sitio,

«de un diseño arquitectónico sorprendente, tan bello que se diría que es la casa y la fuente del arte mismo».

Con frecuencia, la gente que visita esas ciudades cuenta asimismo que tienen una cantidad inusual de escuelas y otros edificios asociados con la búsqueda del conocimiento.

 

La mayoría de los sujetos de las investigaciones de Whitton recordaban que, mientras estaban en el estado entre vidas, habían pasado algún tiempo al menos trabajando duramente en grandes salas dedicadas a la enseñanza, equipadas con bibliotecas y en salas de conferencias. Muchas personas que han tenido ECM dicen igualmente que durante las mismas les mostraron «escuelas», «bibliotecas» e «instituciones de enseñanza superior».

 

Y se pueden encontrar referencias a grandes ciudades dedicadas al aprendizaje y alcanzables sólo mediante el viaje a «las profundidades escondidas de la mente», incluso en textos tibetanos del siglo XI.

 

Edwin Bernbaum, un especialista en lengua sánscrita de la Universidad de California de Berkeley, cree que una de esas leyendas tibetanas sirvió de inspiración a la novela Horizontes perdidos, de James Hilton, en la cual el escritor creaba la comunidad ficticia de Shangri-La.


El único problema es que esas descripciones no significan demasiado en un terreno imaginal. Uno no puede saber con seguridad si las espectaculares estructuras arquitectónicas que encuentran los que tienen ECM son realidades o fantasmas alegóricos solamente.

 

Por ejemplo, tanto Moody como Ring han contado casos de individuos que afirmaron que los edificios de enseñanza superior que visitaron no sólo estaban dedicados al conocimiento, sino que eran lugares de conocimiento en sí mismos literalmente.

 

Esa curiosa elección de palabras sugiere que las visitas a esos edificios pueden ser en realidad encuentros con algo tan ajeno al entendimiento humano - quizá una nube viviente y dinámica de conocimiento puro, o aquello en lo que se convierte la información, como dice la doctora Pert, cuando se ha transformado en otra esfera - que el único modo en que la mente puede procesarlo es convertirlo en un holograma de un edificio o de una biblioteca.


Lo mismo puede afirmarse de los seres que se encuentran en las dimensiones sutiles. Nunca podremos saber qué son realmente sólo por las apariencias.

 

Por ejemplo, George Russell, un vidente irlandés muy conocido de finales del siglo XIX que además viajaba fuera del cuerpo con extraordinaria pericia, se encontró con muchos «seres de luz» durante lo que él llamaba «viajes al mundo interior».

 

Una vez le pidieron en una entrevista que describiera el aspecto que tenían esos seres y él declaró:

«Recuerdo con mucha claridad al primero que vi y la apariencia que tenía; al principio, hubo un resplandor de luz y luego vi que procedía del corazón de una figura alta, cuyo cuerpo parecía configurado por un aire medio transparente u opalescente; un fuego eléctrico y radiante, cuyo centro parecía ser el corazón, le corría por todo el cuerpo.

 

Alrededor de la cabeza y del pelo ondulante y luminoso que tenía por todo el cuerpo a modo de trenzas vivas de oro, aparecían auras llameantes en forma de alas. La luz parecía surgir del propio ser y se extendía hacia fuera en todas direcciones. La sensación que me dejó tras la visión era de una ligereza y de una alegría extraordinarias, o de éxtasis».

Por otra parte, Monroe afirma que después de estar un rato en presencia de una de esas entidades no físicas, ésta se libra de su apariencia y él no percibe nada, aunque continúa sintiendo «la radiación que es la entidad».

 

Podemos preguntar de nuevo: el ser de luz que uno encuentra cuando viaja a las dimensiones interiores, ¿es una realidad o sólo un fantasma alegórico?

 

La respuesta, naturalmente, es que es un poco ambas cosas, porque, en un universo holográfico, todas las apariencias son ilusiones, una especie de imágenes holográficas que se forman por la interacción de la consciencia presente, pero ilusiones basadas, como dice Pribram, en algo que está ahí.

 

Éstos son los dilemas a los que nos enfrentamos en un universo que se nos presenta en forma explicada pero cuyo origen está siempre en algo inefable, en lo implicado.


Podemos animarnos por el hecho de que las imágenes holográficas que construye la mente en el reino del más allá parecen tener al menos alguna relación con ese algo que está ahí.

 

Cuando encontramos una nube incorpórea de conocimiento puro, la convertimos en una escuela o en una biblioteca. Cuando una persona se encuentra con una mujer con la que ha tenido una relación de amor/odio, la ve mitad rosa, mitad cobra, un símbolo que transmite todavía la quintaesencia de su carácter, y cuando los que viajan a los terrenos más sutiles se encuentran con consciencias no físicas y solícitas, las ven como seres luminosos y angelicales.


En cuanto a la identidad última de esos seres, podemos inferir de su conducta que son mayores y muy sabios y que tienen una conexión profunda y amorosa con la especie humana; más allá de eso, la cuestión de si son dioses, ángeles, almas de seres humanos que han terminado de reencarnarse o algo que trasciende completamente la comprensión humana, permanece sin respuesta.

 

Seguir especulando más allá sería presuntuoso porque, además de abordar una cuestión que no se ha podido resolver en mil años de historia de la humanidad, supondría asimismo desoír la advertencia de Sri Aurobindo contra la transformación de interpretaciones espirituales en interpretaciones religiosas.

 

Cuando la ciencia reúna pruebas, la respuesta se esclarecerá, con toda seguridad, pero hasta entonces sigue sin zanjarse la cuestión de qué y quiénes son esos seres.

 


El universo omnijetivo
El más allá no es el único sitio donde podemos encontrarnos con apariciones semejantes a hologramas, fabricadas por nuestras creencias. Al parecer, también podemos tener esa experiencia alguna vez incluso en el plano en que existimos nosotros.

 

El filósofo Michael Grosso, por ejemplo, cree que las apariciones milagrosas de la Virgen María pueden ser proyecciones de tipo holográfico creadas por las creencias colectivas de la raza humana. Una visión «mariana» de sabor especialmente holográfico es la famosa aparición de la Virgen de Knock, Irlanda, en 1879.

 

En aquella ocasión, catorce personas vieron a tres figuras, misteriosamente estáticas y brillantes, de pie en un prado cerca de la iglesia local; representaban a María, José y san Juan Evangelista (identificado porque se parecía mucho a una estatua del santo que había en un pueblo cercano). Aquellas figuras luminosas y brillantes eran tan reales que cuando los testigos se acercaron, pudieron leer incluso el título del libro que sostenía san Juan.

 

Pero cuando una de las tres mujeres presentes intentó abrazar a la Virgen, sus brazos se cerraron en el vacío.

«Las figuras se me aparecían tan completas, tan llenas de vida... que no comprendí lo que pasaba y me extrañó que mis manos no pudiesen tocar lo que era tan evidente y claro para mi vista», escribió después la mujer.

Otra visión mariana impresionantemente holográfica es la aparición igualmente famosa de la Virgen en Zeitun, Egipto.

 

Las visiones empezaron en 1968, cuando dos mecánicos musulmanes vieron una aparición luminosa de María sobre una moldura de la cúpula central de una iglesia copta, en un suburbio pobre de El Cairo. Durante los tres años siguientes, aparecían semanalmente imágenes brillantes y tridimensionales de María, José y del Niño Jesús sobre la iglesia y a veces se quedaban flotando en el aire durante seis horas.


A diferencia de las figuras de Knock, las apariciones de Zeitun se movían y saludaban con la mano a las masas de gente que se congregaban regularmente para verlas.

 

Sin embargo, también tenían muchos aspectos holográficos. Un fogonazo brillante de luz precedía siempre a su aparición. Así como los hologramas cambian el modo de frecuencia y se enfocan lentamente, también las figuras eran amorfas al principio y poco a poco adquirían forma humana.

 

A menudo acompañaban las figuras unas palomas «hechas de pura luz» que se cernían sobre la multitud a gran distancia pero que nunca batían las alas. Lo más revelador fue que, después de tres años de manifestaciones y cuando comenzaba a desvanecerse el interés por el fenómeno, las figuras de Zeitun se desvanecieron también, haciéndose cada vez más confusas hasta convertirse en poco más que nubes de niebla luminosa, en las últimas apariciones.

 

Sin embargo, cuando estaban en pleno apogeo, las vieron centenares de miles de testigos y fueron profusamente fotografiadas.

«He entrevistado a varias de aquellas personas y, cuando los oyes hablar de lo que vieron, no te puedes librar de la sensación de que están describiendo un tipo de proyección holográfica», dice Grosso.

En The Final Choice, un libro que induce a la reflexión, Grosso afirma que, después de estudiar los datos, está convencido de que las visiones no son apariciones de la figura histórica de María, sino proyecciones holográficas creadas por el inconsciente colectivo.

 

Es interesante señalar que no todas las apariciones de María son silenciosas. Algunas hablan, como las de Fátima y Lourdes, y su mensaje, invariablemente, avisa de la inminencia de un suceso apocalíptico si los mortales no enmiendan su comportamiento.

 

Grosso lo interpreta como prueba de la perturbación profunda que muestra el inconsciente colectivo de la humanidad a raíz del violento impacto que la ciencia moderna ha causado en la vida humana y en la tierra desde un punto de vista ecológico. Nuestros sueños colectivos nos están advirtiendo en esencia de que seguramente nos estamos destruyendo a nosotros mismos.


Otros están de acuerdo en que la fe en la Virgen es la fuerza generadora por la cual cobran vida tales proyecciones.

 

Rogo, por ejemplo, señala que en 1925, cuando se estaba construyendo la iglesia copta que se convertiría en escenario de las apariciones de Zeitun, el filántropo responsable de su construcción tuvo un sueño en el que la Virgen le dijo que se aparecería en la iglesia en cuanto estuviera terminada.

 

Si bien la Virgen no se apareció en el tiempo prescrito, la profecía era muy conocida en la comunidad.

 

Así pues, según Rogo,

«existía una tradición que se remontaba a cuarenta años atrás, según la cual algún día iba a tener lugar en la iglesia la visita de la Virgen. Tales preocupaciones pudieron haber dado lugar a una "fijación" de la imagen de la Virgen dentro de la propia iglesia, quizá por la creación de un "pozo" cada vez mayor de energía psíquica impulsada por los pensamientos de los vecinos de Zeitun. Este "pozo" de energía debió de cargarse hasta tal extremo, que en 1968 la imagen de la Virgen María irrumpió en la realidad física».

En otros escritos anteriores, también yo he dado una explicación similar a las visiones marianas.


Hay indicios de que algunos ovnis pueden ser asimismo un fenómeno holográfico de algún tipo. Cuando a finales de los años cuarenta, la gente empezó a decir que había visto lo que parecía un aparato espacial de otro planeta, una serie de investigadores que estudiaron los informes con la suficiente profundidad como para ver que había que tomar en serio algunos de ellos por lo menos, dieron por hecho que eran exactamente lo que parecían ser, es decir, avistamientos fugaces de aparatos guiados inteligentemente procedentes de civilizaciones más avanzadas y probablemente extraterrestres.

 

No obstante, cuando los encuentros con los ovnis se convirtieron en un fenómeno muy difundido, en especial los que implicaban contacto con sus ocupantes, y a medida que se iban acumulando datos, para algunos investigadores estaba cada vez más claro que los llamados aparatos espaciales no eran de origen extraterrestre.


Entre las características que indican que no se trataba de un fenómeno extraterrestre se pueden mencionar las siguientes: en primer lugar, hay demasiadas visiones; se han documentado literalmente miles de encuentros con platillos volantes y con sus ocupantes, tantos que difícilmente podríamos creer que todos son visitantes reales de otros planetas.

 

En segundo lugar, los ocupantes de los ovnis con frecuencia no poseen los rasgos que uno esperaría encontrar en una forma de vida verdaderamente extraterrestre; se les describe demasiadas veces como humanoides que respiran nuestro aire, no muestran miedo a contraer virus terrestres, están bien adaptados a la gravedad de la Tierra y a las emisiones electromagnéticas del Sol, reflejan emociones reconocibles en el rostro y hablan nuestro idioma - todos ellos rasgos posibles pero improbables en visitantes alienígenas auténticos.


En tercer lugar, no se comportan como visitantes extraterrestres.

 

En vez de hacer el aterrizaje proverbial en el césped de la Casa Blanca, se aparecen a granjeros y a motoristas que se han quedado tirados con la moto embarrancada. Persiguen a los aviones pero no atacan. Se pasean por todo el cielo permitiendo que les vean docenas o hasta centenares de testigos, pero no muestran interés en establecer un contacto formal. Y muchas veces, cuando contactan con personas, su conducta se nos antoja ilógica.

 

Por ejemplo, uno de los contactos que más se cuenta es el que entraña algún tipo de reconocimiento médico.

 

No obstante, se puede sostener con toda seguridad que una civilización que posee la capacidad tecnológica suficiente como para viajar por extensiones casi incomprensibles del espacio exterior, debería tener los medios científicos necesarios para obtener información sin establecer contacto físico alguno o, por lo menos, sin tener que raptar a las numerosas personas que parecen ser víctimas legítimas de ese fenómeno misterioso.


Por último, lo más curioso de todo es que los platillos volantes ni siquiera se comportan como objetos físicos. Se les ha observado en pantallas de radar hacer giros instantáneos de noventa grados a velocidades enormes, una payasada que haría saltar en pedazos a cualquier objeto físico.

 

Pueden cambiar de tamaño, desvanecerse en el aire instantáneamente, aparecer de la nada, cambiar de color y hasta cambiar de forma (características que también tienen sus ocupantes). En resumen: su conducta no es en absoluto la que se espera de un objeto físico, sino la de algo muy distinto, un algo con lo que nos estamos familiarizando un poco más con este libro.

 

Como declaró recientemente el doctor Jacques Vallee, astrofísico y uno de los investigadores de ovnis más respetado del mundo, que sirvió de modelo para el personaje de Lacombe de la película Encuentros en la Tercera Fase,

«es la conducta de una imagen, de una proyección holográfica».

Como cada vez eran más obvias las propiedades holográficas, no físicas, de los ovnis, algunos investigadores llegaron a la conclusión de que los ovnis, en realidad, más que venir de otros sistemas solares, son visitantes de otras dimensiones o niveles de la realidad (es importante mencionar que no todos los investigadores están de acuerdo con este punto de vista y que algunos siguen convencidos de que los ovnis son de origen extraterrestre).

 

No obstante, ese argumento tampoco explica adecuadamente muchos aspectos extraños del fenómeno, como el motivo de que no establezcan contactos formales o de que se comporten de una manera tan absurda.


En efecto, la inadecuación de la explicación extradimensional, al menos en los términos en los que se expresó inicialmente, es patente sólo cuando se centra la atención en otros aspectos del fenómeno ovni, más inusuales todavía. Uno de los más incomprensibles es el número cada vez mayor de indicios que sugieren que los encuentros con los platillos volantes constituyen una experiencia subjetiva o psicológica, más que una experiencia objetiva.

 

Por ejemplo, el famoso «viaje interrumpido» de Betty y Barney Hill, uno de los casos más documentados de abducción por un ovni, parece un verdadero contacto extraterrestre en todos los aspectos salvo en uno: el comandante de la nave vestía un uniforme nazi.

 

Este hecho carece de sentido si los raptores de los Hill fueran auténticos visitantes de una civilización extraterrestre, pero sí lo tiene si se tratara de un fenómeno de carácter psicológico, más parecido a un sueño o a una alucinación, pues tales experiencias contienen a menudo símbolos y faltas de lógica desconcertantes y obvios.


Otros encuentros con ovnis son de carácter más surrealista aún y más parecidos a los sueños.

 

En la literatura se pueden encontrar ejemplos de entidades tipo ovni que cantan canciones absurdas o que arrojan objetos extraños (como patatas) a los testigos; o casos que empiezan como secuestros directos a bordo de naves espaciales pero terminan como viajes alucinatorios a través de una serie de realidades dantescas; o casos de seres alienígenas humanoides que cambian de forma y se convierten en pájaros, insectos gigantes u otras criaturas fantasmagóricas.


Ya en 1959, mucho tiempo antes de que existiera gran parte de esa información, el componente psicológico y arquetípico del fenómeno ovni llevó a Carl Jung a formular la hipótesis de que los «platillos volantes» eran realmente fruto del inconsciente colectivo de la humanidad, una especie de mito moderno que se estaba creando.

 

En 1969, Vallee llevó esa hipótesis un paso más lejos cuando parecía ser cada vez más obvia la dimensión mítica de las experiencias con ovnis.

 

En el best seller Pasaporte a Magonia, señala que los ovnis, lejos de ser un fenómeno nuevo, eran aparentemente un fenómeno muy antiguo que aparecía bajo un disfraz nuevo y que guardaba un gran parecido con diversas tradiciones folclóricas, desde las descripciones de los elfos y los gnomos de los países europeos, hasta los relatos angélicos medievales o los seres sobrenaturales que describen las leyendas de los nativos americanos.


La absurda conducta de las entidades ovni es el mismo comportamiento engañoso de los elfos y los duendes de las leyendas celtas, de los dioses nórdicos y de los personajes embaucadores de los nativos americanos, asegura Vallee.

 

Todos esos fenómenos, una vez reducidos a sus arquetipos subyacentes, forman parte de un mismo algo, vasto y latente, un algo que, si bien cambia de apariencia para cuadrar con la cultura y el tiempo en que se manifiesta, ha estado con la raza humana desde hace muchísimo tiempo.

 

¿Qué es ese algo?

 

En Pasaporte a Magonia, Vallee no da una respuesta concreta y se limita a decir que se trata, por lo que parece, de una entidad inteligente y eterna, así como del fenómeno en el que se basan todos los mitos.


Entonces, ¿qué son los ovnis y los fenómenos relacionados con ellos? En Pasaporte a Magonia, Vallee declara que no se puede descartar la posibilidad de que sean una manifestación de una inteligencia no humana extraordinariamente avanzada, una inteligencia tan ajena a nosotros, que su lógica se nos antoja simplemente absurda.

 

Ahora bien, si eso es cierto, ¿qué explicación tienen las conclusiones de expertos en mitología, desde Mircea Eliade a Joseph Campbell, según las cuales los mitos constituyen una expresión orgánica y necesaria de la raza humana, una producción humana tan inevitable como el lenguaje o el arte? ¿Podemos aceptar realmente que la psique colectiva de la humanidad es tan vacua y tan estéril que ha creado mitos tan sólo como respuesta a otra inteligencia?


Ahora bien, si los ovnis y otros fenómenos relacionados son simplemente proyecciones psíquicas, ¿cómo se explican las huellas físicas que dejan tras ellos, los círculos quemados y las profundas impresiones que se encuentran en los lugares donde aterrizan, sus rastros inconfundibles en las pantallas de radar y las cicatrices y marcas de incisiones que presentan las personas a las que hacen un reconocimiento médico?

 

En un artículo publicado en 1976, planteé que fenómenos semejantes son difíciles de categorizar porque intentamos encajarlos en una imagen de la realidad fundamentalmente incorrecta.

 

Sugería que los ovnis y demás fenómenos relacionados constituyen una prueba más de la falta de división esencial entre el mundo psicológico y el mundo físico, puesto que la física cuántica nos ha mostrado que la mente y la materia están vinculadas inextricablemente. En realidad son fruto de la psique colectiva de la humanidad, pero también son muy reales.

 

Dicho de otro modo: son algo que la raza humana todavía no ha aprendido a comprender apropiadamente, un fenómeno que no es subjetivo ni objetivo sino «omnijetivo» - término que acuñé para referirme a ese estado inusual de existencia (en aquel entonces no sabía que Corbin había acuñado ya la palabra «imaginal» para describir el mismo estado confuso de la realidad, en el contexto de las experiencias místicas de los sufíes solamente).


Esta opinión está cada vez más extendida entre los investigadores.

 

En un artículo reciente, Ring sostiene que los encuentros con los ovnis son experiencias imaginales, similares no sólo a las confrontaciones con el mundo real pero mental que se viven durante las ECM, sino también a las realidades míticas que los chamanes encuentran cuando viajan por otras dimensiones sutiles.

 

Son, en resumen, una prueba más de que la realidad es un holograma de capas múltiples generado por la mente.

«Estoy descubriendo que cada vez me atraen más los puntos de vista que, además de permitirme reconocer y honrar la realidad de estas experiencias distintas, me dejan ver también las conexiones que existen entre ámbitos que han sido estudiados, en su mayor parte, por sabios de diferentes categorías - afirma Ring.

 

El chamanismo suele incluirse dentro de la antropología. Los ovnis suelen meterse en la ufología, sea lo que sea. Profesionales médicos y parapsicólogos estudian las experiencias cercanas a la muerte. Y Stan Grof estudia las experiencias psicodélicas desde la perspectiva de la psicología transpersonal.

 

Creo que hay buenas razones para esperar que lo imaginal (y todavía podría demostrarse que lo holográfico también) pueda ofrecer un prisma que permita ver, no las identidades, sino los vínculos y los puntos en común que existen entre todos estos tipos de experiencias distintas».

Tan convencido está Ring de que existe una profunda relación entre todos esos fenómenos, a primera vista tan dispares, que ha obtenido recientemente una beca para hacer un estudio comparado entre personas que han tenido encuentros con ovnis y personas que han vivido experiencias cercanas a la muerte.


El doctor Peter M. Rojcewicz, experto en folclore en la Juilliard School de Nueva York, ha llegado asimismo a la conclusión de que los ovnis son omnijetivos. De hecho, cree que ha llegado el momento de que los estudiosos del folclore se den cuenta de que los fenómenos estudiados por Vallee en Pasaporte a Magonia son probablemente tan reales como alegóricos de procesos psíquicos profundos.

 

Según él,

«existe un continuo de experiencias en donde la realidad y la imaginación fluyen imperceptiblemente la una en la otra».

Admite que ese continuo es una prueba más de la unidad bohmiana entre todas las cosas y cree que los estudiosos del folclore, a la luz de los indicios que apuntan al carácter imaginal/omnijetivo de tales fenómenos, no pueden seguir defendiendo que son meras creencias.


Muchos otros investigadores, entre los que se cuentan Vallee, Grosso y Whitley Strieber, autor del best seller Comunión y una de las víctimas más famosas y elocuentes de secuestros por ovnis, han reconocido también la naturaleza aparentemente omnijetiva del fenómeno.

 

Como declara Strieber, los encuentros con los seres de los platillos volantes,

«pueden ser nuestro primer auténtico descubrimiento cuántico en el mundo de la gran escala: el acto mismo de observarlo puede estar creándolo como realidad concreta, con sentido, definición y consciencia propios».

En resumen, cada vez más investigadores de este fenómeno misterioso están de acuerdo en que lo imaginal no está limitado al ámbito del más allá, sino que se ha desbordado sobre la solidez aparente de nuestro mundo de palos y piedras.

 

Los antiguos dioses han dejado de estar confinados a las visiones de los chamanes y han llegado navegando en sus cortezas de árboles celestiales justo hasta el umbral de la generación de los ordenadores, sólo que en vez de veleros con proas de cabeza de dragón, tienen naves espaciales y han trocado las cabezas de arrendajo por cascos espaciales.

 

Quizá deberíamos haber anticipado dicho desbordamiento hace mucho tiempo, esa fusión del País de los Muertos con nuestro propio mundo, porque, al igual que Orfeo, el poeta músico de la mitología griega, advirtió una vez,

«no se deben abrir las puertas de Plutón; hay un pueblo de sueños dentro».

Por importante que sea esta idea - que el universo no es objetivo sino omnijetivo, que más allá de los límites de nuestro seguro vecindario se extiende una vasta otredad, un paisaje numinoso (más propiamente un paisaje mental) que es tanto parte de nuestra propia psique como «terra incógnita» - no arroja luz sobre el misterio más profundo de todos.

 

Como señala Carl Raschke, miembro del profesorado del departamento de estudios religiosos de la Universidad de Denver,

«en el cosmos omnijetivo, donde los ovnis ocupan un lugar propio junto con los quásares y las salamandras, es discutible el carácter, verídico o alucinatorio, de las apariciones indirectas y entusiásticas. El problema no es si existen, o en que sentido existen, sino cuál es su objetivo en última instancia».

En otras palabras: ¿cuál es la identidad última de esas entidades?

 

De nuevo nos encontramos con que no hay una respuesta definida, como ocurre con las entidades que se encuentran en el terreno cercano a la muerte. En un extremo del espectro, hay investigadores como Ring y Grosso que se inclinan por la idea de que son más una proyección psíquica que una inteligencia no humana, a pesar de sus intrusiones en el mundo de la materia.

 

En opinión de Grosso, por ejemplo, al igual que las visiones marianas, constituyen una prueba más de que la psique de la humanidad se encuentra en un estado de inquietud.

 

Como afirma él,

«los ovnis y otros fenómenos extraordinarios son manifestaciones del desasosiego del inconsciente colectivo de la especie humana».

En el otro extremo del espectro están los investigadores que mantienen que, a pesar de sus peculiaridades arquetípicas, los ovnis son una inteligencia alienígena más que una proyección psíquica.

 

Por ejemplo, Raschke cree que los ovnis son,

«una materialización holográfica que procede de una dimensión acorde del universo» y que esta interpretación «debe tener precedencia sin duda sobre la hipótesis de la proyección psíquica, ya que ésta falla cuando se examinan detenidamente los rasgos asombrosos y claramente definidos, además de complejos y coherentes, de los «alienígenas» y sus «naves espaciales» según los describen los abducidos».

Vallee se encuentra asimismo en este lado:

«Creo que el fenómeno de los ovnis es un método utilizado por formas de inteligencia alienígena de una complejidad increíble para comunicarse con nosotros simbólicamente. No hay indicación alguna de que sea extraterrestre.

 

En cambio, cada vez hay más pruebas de que... [proceden de] otras dimensiones que están más allá del tiempo y del espacio; de un multiverso que está a nuestro alrededor y que nos hemos negado pertinazmente a considerar, pese a haber tenido indicios a nuestra disposición durante siglos».

En cuanto se refiere a mi opinión, creo que probablemente no hay una explicación que pueda aclarar por sí sola los variados aspectos del fenómeno ovni.

 

Dada la aparente inmensidad de los niveles de realidad sutil, para mí es fácil creer que hay incontables especies no físicas en los ámbitos de vibraciones superiores.

 

La abundancia de visiones de ovnis, si bien puede ser un indicio en contra de que sean extraterrestres - dado el obstáculo que supone la inmensa distancia interestelar que separa la Tierra de las demás estrellas de la galaxia - en un universo holográfico, un universo en el que puede haber infinitas realidades ocupando el mismo espacio que ocupa nuestro mundo, no sólo deja de ser un punto conflictivo, sino que se convierte de hecho en una prueba de la abundancia insondable de vidas inteligentes que hay en el superholograma.


Lo cierto es que simplemente no tenemos la información necesaria para calcular cuántas especies no físicas comparten nuestro propio espacio. Aunque quizá resulte que el cosmos físico es un Sahara ecológico, las extensiones sin espacio y sin tiempo del cosmos interno pueden ser tan ricas en vida como la selva tropical o el arrecife de coral.

 

Después de todo, la investigación de las experiencias cercanas a la muerte y de las experiencias de los chamanes sólo nos ha llevado, de momento, hasta la frontera de ese territorio envuelto en nubes. Todavía no sabemos cómo son de grandes sus continentes ni cuántos océanos y cadenas montañosas tiene.


Y si nos visitan seres de formas tan insustanciales y plásticas como los cuerpos en que se hallan las personas que tienen ECM una vez que salen al exterior, no puede sorprendernos que aparezcan en multitud de formas camaleónicas. De hecho, puede que su apariencia real escape a nuestra comprensión de tal forma que a lo mejor es nuestra propia mente, organizada según principios holográficos, la que les da tal apariencia.

 

Al igual que convertimos en personajes históricos religiosos a los seres luminosos que encontramos durante las experiencias cercanas a la muerte y transformamos nubes de información en bibliotecas e instituciones de enseñanza, puede que la mente esté configurando igualmente la apariencia externa del fenómeno ovni.


Es interesante señalar que si fuera así, significaría que la realidad verdadera de esos seres sería aparentemente tan transmundana y extraña que tendríamos que sumergirnos en lo más profundo de la memoria popular y del inconsciente mitológico para encontrar los símbolos necesarios para darles forma.

 

Significa también que debemos ser sumamente cuidadosos al interpretar sus acciones. Por ejemplo, acaso el reconocimiento médico, que es el punto central de muchos secuestros realizados por ovnis, sea sólo una representación simbólica de lo que está ocurriendo. Acaso esas inteligencias no físicas estén sometiendo a prueba, no ya nuestro cuerpo físico, sino una parte de nosotros para la cual no tenemos denominación en la actualidad, tal vez la anatomía sutil de nuestro ser de energía o incluso nuestra propia alma.

 

Ésos son los problemas a los que uno se enfrenta si el fenómeno es verdaderamente una manifestación omnijetiva de una inteligencia no humana.


Por otro lado, si la fe de los ciudadanos de Knock y Zeitun puede hacer que aparezcan imágenes luminosas de la Virgen, si las mentes de los físicos pueden entretenerse divagando sobre la realidad del neutrino, y si yoguis como Sai Baba son capaces de materializar objetos físicos de la nada, sería lógico que nosotros nos viéramos también inundados de proyecciones holográficas de nuestras propias creencias y mitos.

 

Al menos algunas experiencias anómalas podrían encuadrarse en esta categoría.


Por ejemplo, la historia nos dice que Constantino y sus soldados vieron una enorme cruz llameante en el cielo, un fenómeno que parece ser simplemente la exteriorización psíquica de las emociones que el ejército responsable de la cristianización del mundo pagano, nada menos, sentía la víspera de su empresa histórica.

 

La muy conocida manifestación de los ángeles de Mons, en la Primera Guerra Mundial, en la que centenares de soldados británicos vieron una aparición inmensa de san Jorge en el cielo y un escuadrón de ángeles, mientras libraban lo que era, en un principio, una batalla perdida en el frente, en Mons, Bélgica, también parece encajar en la categoría de proyección psíquica.


Para mí está claro que lo que llamamos ovnis y otras experiencias folclóricas constituyen, en realidad, una amplia gama de fenómenos que comprenden probablemente todos los mencionados anteriormente. Durante mucho tiempo he sido de la opinión de que ambas explicaciones no son mutuamente excluyentes.

 

También podría ser que la cruz llameante de Constantino fuera una manifestación de una inteligencia extradimensional. En otras palabras: cuando nuestras emociones y creencias colectivas adquieren la intensidad suficiente como para crear una proyección psíquica, quizá lo que hacemos realmente es abrir la puerta que separa este mundo del siguiente.

 

Quizá el único momento en que esas inteligencias pueden aparecer e interactuar con nosotros es cuando nuestras creencias intensas crean una especie de nicho psíquico para ellas.


Hay otro concepto de la nueva física que puede venir igualmente al caso. Tras reconocer que la consciencia es el agente que hace que exista de golpe una partícula subatómica como un electrón, el físico de la Universidad de Texas John Wheeler nos advierte que no deberíamos concluir por ello que somos los únicos agentes en ese proceso creativo. En su opinión, creamos partículas subatómicas y por ende el universo entero, pero también ellas nos están creando a nosotros.

 

Cada uno crea al otro en lo que él llama una «cosmología de autorreferencia».

 

Visto desde ese prisma, bien podría ser que las entidades ovnis fueran arquetipos del inconsciente colectivo de la humanidad, pero también podría ser que nosotros fuéramos arquetipos de su inconsciente colectivo. Podemos ser parte de sus misteriosos procesos psíquicos tanto como ellas lo son de los nuestros.

 

Strieber se hace eco de este punto y afirma que el universo de los seres que le raptaron y el nuestro «son dos universos creándose uno a otro» en un acto de comunión cósmica.


En el catálogo de acontecimientos que estamos amalgamando en la amplia categoría de encuentros con ovnis se pueden incluir también fenómenos con los que ni siquiera estamos familiarizados todavía. Por ejemplo, los investigadores que creen que el fenómeno es una proyección psíquica de algún tipo dan por hecho invariablemente que se trata de una proyección de la mente humana colectiva.

 

No obstante, como hemos visto en este libro, en un universo holográfico ya no se puede considerar que la consciencia esté confinada en el cerebro únicamente. El hecho de que Carol Dryer pudiera comunicar con mi bazo, y decirme que estaba preocupado porque yo le había gritado, indica que otros órganos del cuerpo poseen asimismo un tipo de mentalidad propia exclusiva.

 

Los psiconeuroinmunólogos dicen lo mismo respecto de las células del sistema inmunitario y, de acuerdo con Bohm y otros físicos, hasta las partículas subatómicas poseen esta peculiaridad. Por estrafalario que suene, algunos aspectos de los ovnis y de otros fenómenos relacionados pueden ser proyecciones de la mentalidad colectiva.

 

Algunos aspectos del encuentro de Michael Harner con seres que parecían dragones sugieren ciertamente que se estaba enfrentando a una especie de manifestación visual de la inteligencia de la molécula del ADN.

 

En esa misma línea, Striber ha sugerido la posibilidad de que los seres de los ovnis sean,

«el aspecto de la fuerza de la evolución aplicada a una mente consciente».

Debemos permanecer abiertos a todas estas posibilidades.

 

En un universo que es consciente hasta el mismísimo núcleo, los animales, las plantas y hasta la materia misma pueden estar participando en la creación de esos fenómenos. Lo que sí sabemos es que en un universo holográfico, un universo en el que ya no existe la separación y los procesos psíquicos más íntimos pueden desbordarse y convertirse en parte del paisaje objetivo, al igual que las flores y los árboles, la realidad misma se convierte en poco más que en un sueño de masas compartido.

 

En las dimensiones superiores de la existencia, los aspectos similares al sueño se hacen aún más evidentes y, en efecto, muchas tradiciones han comentado este hecho. El Libro de los Muertos tibetano hace hincapié repetidamente en la naturaleza semejante al sueño del reino del más allá; y desde luego, ése es el motivo de que los aborígenes australianos se refieran a él como al «tiempo de ensoñación».

 

Una vez que aceptamos la idea de que la realidad es omnijetiva en todos los niveles y tiene la misma categoría ontológica que el sueño, la pregunta es: ¿el sueño de quién?


La mayoría de las tradiciones religiosas y mitológicas que tratan esta cuestión dan la misma respuesta: es el sueño de una sola inteligencia divina, de Dios. Los vedas hindúes y los textos yóguicos afirman una y otra vez que el universo es el sueño de Dios. En el cristianismo, el sentimiento se resume en el dicho frecuentemente repetido de que todos somos pensamientos de la mente de Dios, o como dijo el poeta Keats, todos somos parte del «largo sueño inmortal» de Dios.


Pero ¿estamos siendo soñados por una sola inteligencia divina, por Dios, o estamos siendo soñados por la consciencia colectiva de todas las cosas: por los electrones, las partículas Z, las mariposas, las estrellas neutrón, los pepinos del mar, las inteligencias humanas y no humanas del universo?

 

Aquí de nuevo chocamos de cabeza con las barreras de nuestras propias limitaciones conceptuales, porque en un universo holográfico la cuestión carece de sentido.

 

No podemos preguntar si la parte está creando el todo o el todo está creando la parte, porque la parte es el todo. Así, tanto si llamamos «Dios» a la consciencia colectiva de todas las cosas como si decimos simplemente «la consciencia de todas las cosas», la situación no cambia.

 

Lo que sostiene el universo es un acto de esa creatividad tan inefable y maravillosa que sencillamente no puede reducirse a esos términos. De nuevo es una cosmología de autorreferencia.

 

O como dijeron tan elocuentemente los bosquimanos del Kalahari, «el sueño se está soñando».
 

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