del Sitio Web TheRebel
traducción de Editorial-Streicher del Sitio Web Editorial-Streicher
Anti-Semitismo un anti-semita era alguien que odiaba a los judíos; en estos días
es alguien a quien los judíos
odian.
Su destructividad iguala - si es que no la sobrepasa - a la etiqueta de pedofilia. El tema entero se ha desarrollado con el tiempo como un tabú tan poderoso que difícilmente hay una discusión abierta del anti-semitismo sin que los participantes se peleen por condenarlo, completamente faltos de sentido crítico, como algo completamente malo.
Cualquier sospechoso - o peor - acusado públicamente de opiniones o actividades anti-semíticas, se convierte automáticamente - sin juicio ni condena - en un leproso social.
Él puede decirle
adiós a su trabajo y su carrera, y perderá, bastante a menudo, a la
mayor parte de sus amigos y familia, y en muchos casos incluso su
libertad. [1]
El autor está consciente del hecho de que, al hacer eso, atraerá la
crítica amarga de aquellas secciones de la comunidad que - por una
razón u otra - son las más interesadas en mantener el tabú.
Sus antepasados fueron una tribu bereber de África del Norte que se convirtió al judaísmo en el siglo III d.C. Ellos finalmente se establecieron en la provincia española de Andalucía, en el Sur de España, donde, durante muchos siglos, tuvieron una posición privilegiada bajo el gobierno de los moros.
Los judíos sefarditas
todavía hablan hoy un dialecto andaluz medieval.
Los judíos eran considerados traidores y colaboradores. Después de la derrota final de los moros en 1492, los Reyes Católicos dieron a los judíos sefarditas la opción de irse a los Países Bajos (gobernados por España), convertirse al cristianismo o morir.
Ya que la mayoría de
los judíos escogió la fácil opción de simplemente simular haberse
convertido, un modo común de probar su lealtad religiosa era
hacerlos comer un guisado cocinado con carne de cerdo y mariscos,
ambos ingredientes prohibidos por las reglas religiosas judías.
[3]
A pesar de fingir ser cristianas, numerosas familias judías adhirieron secretamente a sus creencias ancestrales, como los llamados cripto-judíos, que a menudo "sacrificaban" a su hijo mayor haciendo que él llegara a ser un sacerdote católico, para proteger a su familia. Muchos sacerdotes cripto-judíos tuvieron papeles destacados en la Inquisición española, lo que los proveyó con un poderoso instrumento para luchar contra sus enemigos.
Ellos también estuvieron masivamente
sobre-representados entre los financistas del genocida comercio de
esclavos y el de las especias, que prosperó tanto en España como en
Portugal.
En el siglo VIII, los reyes jázaros decidieron importar a miles de rabinos para establecer escuelas talmúdicas y convertir a la población entera al judaísmo.
Esta decisión puramente comercial permitió a los jázaros comerciar tanto con sus vecinos cristianos como musulmanes y dominar el comercio altamente provechoso entre Europa y Asia, pagando por el ejército permanente más grande de la Edad Media.
Irónicamente, Jazaria fue destruida finalmente a principios del siglo XIII por una
segunda oleada de invasores mongoles bajo Gengis Jan, llevando a que
muchos
judíos ashkenazí terminaran en países europeos del centro y
del Sur como Italia y Alemania.
La matanza de los
prestamistas judíos bajo el pretexto de la responsabilidad judía en
la muerte de Jesús era obviamente un modo conveniente de evitar
reembolsar las deudas propias.
Si bien la veracidad de aquellas
acusaciones es ampliamente cuestionada, hay acuerdo en que ellas
fueron usadas frecuentemente como un pretexto para evitar pagar a
los prestamistas judíos.
Esto se debió en gran parte a concentraciones más grandes de poblaciones judías, que llevaron a los judíos ashkenazi de habla yíddish [5] a un contraste más notorio con las poblaciones eslavas cristianas católicas u Ortodoxas.
Esto fue particularmente verdadero para la
Rusia zarista, estrictamente Ortodoxa, que tenía una desconfianza
profundamente arraigada hacia los descendientes de sus archienemigos jázaros.
Sin embargo, las sospechas
resultantes a menudo causaron la aplicación de populares
enseñanzas
del Darwinismo social del siglo XIX [6] sobre los
judíos europeos.
A estos grupos se les permitió incluso mantener campos de
entrenamiento que desplegaban banderas sionistas, preparando a los
emigrantes para vivir en Palestina.
Esto resultó en la percepción entre muchos alemanes
de que los judíos europeos eran extranjeros hostiles que podrían ser
encerrados y obligados a apoyar el esfuerzo de guerra alemán.
Mientras los grupos de presión judíos y pro-Israel tienden a aplicar liberalmente la etiqueta de "anti-semitismo", parece haber muy pocos casos de actos racialmente motivados de conducta anti-judía.
Muchos casos de vandalismo y ataques terroristas contra sinagogas y
cementerios judíos resultaron ser operaciones bajo falsa bandera de
grupos sionistas como el Mossad, diseñados para revivir recuerdos
del tiempo de la guerra, de persecuciones nacionalsocialistas y para
obligar a los judíos a "refugiarse" en el Estado únicamente de
judíos.
En particular, cualquier mención de la más leve duda con respecto a la veracidad de la narrativa predominante del "Holocausto" judío o cualquier sugerencia de la responsabilidad judía en ciertos aspectos agresivos de la política exterior estadounidense o en los acontecimientos del 11 de Septiembre de 2001, es ampliamente considerada como un signo revelador de anti-semitismo.
Lo mismo se
aplica a cualquiera que dé la credibilidad más leve a presuntas
teorías de conspiración como el "Nuevo Orden Mundial", los "Illuminati"
o - la peor de todas -
los infames "Protocolos".
El control judío de la mayor parte de los medios predominantes de comunicación occidentales y del capital de inversión ha resultado en una situación donde es imposible tener una carrera exitosa en política, ciencia, medios de comunicación, entretenimiento o en la arena corporativa, si existe siquiera la más leve sospecha de "anti-semitismo".
Considerando el
generoso uso del término, no es sorprendente que haya un extendido
temor entre la mayor parte de los occidentales, sobre todo en
Alemania y EE.UU., a hacer, decir o incluso pensar algo que pudiera
atraer aquella etiqueta mortal.
De manera no sorpresiva, estas dudas son ampliamente
criticadas en los medios occidentales de comunicación controlados
por los judíos como anti-semitismo.
La reciente Conferencia sobre el "Holocausto" organizada por el gobierno de Teherán, que proporcionó una plataforma de discusión para más de 60 revisionistas del "Holocausto" es una clara expresión de este escepticismo y rechazo a ceder ante la presión judía.
Esto
es aún más notable, ya que por primera vez desde la Segunda Guerra,
un gobierno entero, no sólo algún historiador inconformista, se ha
atrevido a desafiar la narrativa prevaleciente del "Holocausto".
El efecto a largo plazo de ese estudio todavía está por verse.
La evidencia anecdótica sugiere, sin embargo, que
aquellos grupos de presión judíos se han hecho más cuidadosos en la
aplicación del término, y con frecuencia recurren a etiquetas
alternativas tales como "teoría de conspiración".
Al evitar tal examen, estamos permitiendo que poderosos grupos de presión abusen del término para sus objetivos políticos egoístas en una manera menos que ética.
La reciente Conferencia de Teherán que rompió el tabú del "Holocausto", y el debate comenzado por el estudio de Walt y Mearsheimer sobre la influencia del lobby pro-Israel han comenzado un proceso que es de esperar que conduzca a un debate racional en esta importante materia.
La mayoría de la gente no tiene ninguna
pista de qué es realmente el anti-semitismo, pero ellos "saben" cómo
descubrirlo.
A primera vista, esto no tiene mucho sentido, dado que la gran mayoría de los judíos de hoy son de origen étnico turco mezclado con elementos germánicos y eslavos, y no semíticos.
Sin embargo, ya que este hecho no es ni siquiera conocido por la mayoría de los judíos, aparte de sus críticos, esto realmente no importa.
Lo que importa es el
concepto de que el anti-semitismo es causado por un supremacismo
racial.
Saquear a otra tribu para quitarles sus raciones de invierno, el ir a la guerra en contra de otra gente para robar todas sus posesiones y matar o esclavizar a cada uno, todo aquello tenía que ser moralmente justificado por los gobernantes de los agresores ante éstos.
En el siglo XIX, una escuela de pensamiento llamada Darwinismo Social justificó el imperialismo y el colonialismo europeo basándose en las teorías de Charles Darwin acerca de la supervivencia del más capacitado.
Esta escuela fue posteriormente desarrollada en Alemania
[9] como una lista detallada de clasificación
racial, en la cual las razas arias - como los alemanes, los
escandinavos, los persas e indios del Norte - fueron consideradas -
principalmente debido a sus cualidades guerreras - como encabezando
la lista de clasificación racial, y las razas semíticas, como los
árabes, los malteses y - no muy correctamente - los judíos, fueron
clasificadas, junto con los africanos y los aborígenes australianos,
en el fondo de la lista.
El objetivo principal de su racismo era
asustar a los judíos alemanes para que emigraran a Palestina.
El conocimiento de la mayoría de la gente con respecto al tema se limita a los tres pilares del "Holocausto" judío:
Gracias a
un flujo constante de libros, artículos de periódico, películas y
programas de televisión, hay muy pocos occidentales que no estén más
familiarizados con esta narrativa particularmente espantosa de la
Segunda Guerra, que con cualquier otra parte de la Historia.
Pero eso es casi todo lo que saben...
Un anti-semita - según la creencia común - es alguien que:
Por favor note que esta lista está lejos
de ser exhaustiva.
No importa si está justificada, o cómo está fundada, cualquier crítica a los judíos, el judaísmo, la judería organizada, la creencia en el "Holocausto", Israel o su lobby.
La mayor parte de los occidentales está condicionada para identificar - en una reacción automatizada tipo "caja de Skinner" - a cualquiera que esté involucrado en cualquiera de las actividades arriba mencionadas como un anti-semita.
Las
reacciones de amplios sectores de la comunidad ante la Conferencia
sobre el "Holocausto" celebrada en Teherán, el estudio de Stephen
Walt y John Mearsheimer [11] sobre el lobby pro-Israel,
el libro de Jimmy Carter "Palestine: Peace no Apartheid"
[12] y el comentario del general Wesley Clerk [13]
acerca de "gente adinerada de Nueva York", son sólo algunos de los
ejemplos más notorios en meses recientes.
Tarde o temprano, ellos siempre concuerdan.
Por ejemplo, un creciente número de occidentales
son cada vez más tolerantes a la crítica hacia los "sionistas",
sobre todo cuando tiene que ver con el tratamiento dado a los
palestinos nativos por colonos y soldados israelíes, pero si la
misma crítica usa el término "judíos", o peor aún, "los judíos", en
vez de "sionistas", es inmediatamente considerada como anti-semita.
Un tabú es una fuerte prohibición (o censura)
social acerca de cualquier área de la actividad humana o costumbre
social declarada como sagrada y prohibida; el rompimiento del tabú
es por lo general considerado objetable o detestable por la
sociedad.
La mayoría de las personas reaccionarán con sentimientos muy fuertes, que van desde la ira al temor, el asombro y el disgusto, cuando se ven expuestas a cualquier percibida amenaza a las creencias acerca del anti-semitismo.
Incluso discutir su
naturaleza tabú causa niveles considerables de incomodidad.
Ellos no sólo refuerzan sistemáticamente las creencias que rodean al tema, sino que también nos recuerdan lo que le sucede a aquella gente que se atreve a romper el tabú.
Hemos escuchado de numerosos casos de personas que atrajeron la cólera de los auto-designados guardianes del tabú y que vieron sus carreras y modos de ganarse la vida destruidos.
De hecho
hay miles de nuevos casos cada año donde la gente es encarcelada por
actividades anti-semíticas, la mayoría de ellos por cometer delitos
relacionados con la "negación del Holocausto", también conocida como
"revisionismo del Holocausto".
Es difícil pensar
en algo peor que le pudiera pasar a un occidental del siglo XXI que
ser cargado con ese estigma.
La respuesta está en quién posee los medios occidentales de comunicación. Es apenas un secreto que ellos son controlados por judíos.
No muchas personas hablan de ello, por miedo de atraer la temida etiqueta, pero cualquiera que haya oído de,
...y muchísimos otros, debe comprender que no puede haber ninguna duda razonable en cuanto al hecho de que nuestros medios de comunicación están controlados por judíos.
Tampoco puede haber ninguna duda razonable de que ellos
actúan juntos como una fuerza política y social que persigue
claramente los intereses judíos y pro-Israel. [14]
Un lobby bien financiado y altamente organizado, como lo han descrito Walt y Mearsheimer, ha sido capaz de asegurar que raramente exista un político estadounidense que se atreva a interponerse en el camino de lo que dicho grupo de presión percibe que es el mejor interés de Israel, sin tener en cuenta el efecto que ello tenga sobre Estados Unidos y el pueblo estadounidense.
El hacer eso o el decir algo crítico sobre Israel o la judería organizada, provocaría automáticamente la financiación masiva - mediante el AIPAC y otros grupos de lobby judíos - contra sus opositores, tanto dentro como fuera del partido de quien critica.
Muy probablemente, esto también causaría un esfuerzo concertado de los medios de comunicación,
...y cientos de otros, para retratar al político como un anti-semita.
Dado el
hecho de que en muchos casos sólo un par de puntos porcentuales
hacen la diferencia entre ganar o perder la elección, ningún
candidato puede permitirse esta clase de problemas.
Huelga decir que ellos no conseguirían una
invitación si se sospechara que ellos fomentan sentimientos anti-semíticos.
Examinemos ahora - como parte de un
completo análisis ético del tema del anti-semitismo - si ellos están
usando ese poder en una manera ética.
Los judíos supuestamente reaccionan con una especie de paranoia cuando son criticados, debido a la difamación y persecución que sus antepasados experimentaron hace tres generaciones en la Alemania nacionalsocialista.
¿Justifica eso el arruinar y encarcelar a los
críticos por sus presuntos actos de anti-semitismo sin considerar su
razonamiento?
¿Podría ser que muchos judíos reaccionen
de manera exagerada ante cualquier crítica porque ellos sospechan
que la crítica está bien fundamentada y por lo tanto ellos atacan
más bien al hombre que al argumento?
Después de todo, el libro más sagrado del judaísmo, el Talmud, describe a los no-judíos como ganado que puede ser muerto, abusado y explotado a voluntad por los judíos.
Los Goyim, como el Talmud los
llama, existen sólo para hacer más ricos a los judíos y más cómoda
la vida de éstos, tal como el ganado o los esclavos. Para alguien
criado en esa clase de tradición, ser criticado por no-judíos en
efecto podría parecer como una blasfemia.
Tal vez esto sea una mezcla de todas las cuatro hipótesis,
dependiendo de la persona, pero es difícil investigar este asunto,
considerando la crueldad con la cual es rutinariamente castigada
cualquier duda acerca de la inocencia de todos los judíos, similar a
la de los santos.
Desde una perspectiva teleológica o referente a las consecuencias, que se enfoca en los fines y las consecuencias, los actos son considerados moralmente correctos o aceptables si ellos producen un resultado deseado.
Desde ese ángulo, podría argumentarse que el moderno anti-antisemitismo ha sido moralmente aceptable porque produce el final deseable de prevenir una repetición de la discriminación y persecución de judíos de estilo nacionalsocialista.
La desventaja de este enfoque, sin embargo, es que se abusa con frecuencia de ello para objetivos egoístas, como es el caso de lo que Norman Finkelstein describe como la "Industria del Holocausto", es decir, el mal uso del "Holocausto" judío para la maximización del interés propio financiero y político.
Otros ejemplos son la coerción llevada a cabo sobre los políticos
estadounidenses por grupos de presión pro-Israel como el AIPAC para
que apoyen ciegamente a Israel - económica, militar y políticamente
- o se arriesguen a ser etiquetados como anti-semitas y enfrenten,
en la siguiente elección, a opositores tanto desde dentro del propio
partido como de la oposición, quienes están nadando en dinero judío.
Según esta así
llamada filosofía deontológica [relativa a la obligación moral], los
derechos individuales no deben ser violados. Ellos exigen que tanto
las intenciones como las acciones de nuestro comportamiento debieran
conformarse con principios morales universales.
Su moralidad está basada en el consenso de su grupo relevante.
Para ellos, la condición ética es subjetiva,
y está basada en la experiencia grupal e individual. Un consenso del
grupo relevante es el que establece sus estándares éticos, los que
pueden cambiar cuando las opiniones del grupo o de sus miembros
cambian.
Esto demuestra que la eticidad subjetiva
es propensa a la corrupción y a manipulaciones por parte de
poderosos grupos e individuos.
Ésta es la misma fuerte reacción que la mayor parte de las personas tiene cuando se trata de otros poderosos tabúes, como el abuso a menores, y es una indicación de la cantidad de lavado de cerebro que las sociedades occidentales han soportado cuando se trata de los judíos.
Este tipo de reacciones tipo estúpida
Caja de
Skinner como resultado de tabúes sociales, así como el riesgo ya
mencionado de corrupción y manipulación, como ha quedado demostrado
en el caso Enron, son pruebas convincentes de que la eticidad
subjetiva es inadecuada como un instrumento para dirigir nuestros
comportamientos.
Es bastante obvio que hay una carencia de confianza entre muchos judíos hacia aquella gente que ellos destruyen por ser supuestos anti-semitas. Ellos probablemente argumentarían que cómo podría esperarse que ellos confiaran en alguien que es anti-semítico.
Pero eso es exactamente en lo que consiste la confianza:
Transferida a la
situación de la crítica a los judíos, la virtud de la confianza
pediría confiar en que el crítico no está motivado por el odio
racial o por algún secreto deseo de matar a todos los judíos.
Muchos críticos, por ejemplo Norman Finkelstein y
Jeffrey Blankfort, sostendrían que la explotación de
oportunidades egoístas es de lo que se trata la "industria del
Holocausto" y el lobby pro-Israel.
En Alemania, por ejemplo, la veracidad del "Holocausto" es tratada como "evidente", y a los revisionistas del "Holocausto", como Germar Rudolf o Ernst Zündel, se les niega la oportunidad de proporcionar pruebas de la exactitud de las afirmaciones por las que ellos han sido llevados a juicio.
Del mismo
modo, cualquiera que critique a Israel o el completo dominio que el
lobby pro-Israel tiene sobre la política estadounidense, por ejemplo
Jimmy Carter en su reciente libro "Palestine: Peace Not Apartheid",
es automáticamente condenado como anti-semita, independientemente de
la fuerza de su argumento.
Arrojar a alguien en la cárcel o
destruir su carrera por
criticar a los judíos o por afirmar que el "Holocausto" ha sido un
fraude diseñado para humillar a un enemigo golpeado y para organizar
un apoyo internacional para la creación y el apoyo en curso de un
Estado judío, sería inmediatamente considerado injusto por la
mayoría de las personas, si el receptor de la crítica no fueran los
judíos.
¿Hizo aquello que dicha gente odiara a los sudafricanos Blancos? Por supuesto que no. Con Israel y su tratamiento hacia la gente Palestina ocurre algo muy similar.
Mientras más personas averigüen,
...más enojadas ellas se pondrán.
A eso se le llama sentido
de justicia. ¿Los convierte eso en anti-semitas? Sólo si usted le
pregunta al lobby pro-Israel.
Las motivaciones y las tendencias personales de aquella persona no
cambian aquello, incluso si ella es un "anti-semita".
Mientras más difícil ellos hacen para la gente interesada en la Historia y la política investigar y publicar acerca de los crímenes de los judíos, más sospechosos y desconfiados de los judíos se pondrán ellos.
En otras palabras, mientras más los judíos combaten un supuesto anti-semitismo, la gente llegará a ser más "anti-semita".
Referencias
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