por Thierry Meyssan del Sitio Web RedVoltaire
La Unión Soviética desapareció. Pero Estados
Unidos sobrevivió al enfrentamiento y se aprovechó de la ausencia de su
competidor para monopolizar el poder mundial.
Sin embargo, después de algunas vacilaciones, en 1995 el Congreso - dominado por los republicanos - impuso al presidente Clinton su proyecto de imperialismo global votando por el rearme, a pesar de que ya no había adversario contra quien luchar.
Dieciocho años más tarde, y después de haber dedicado sus recursos a una carrera armamentista en la que ya no tenía contendiente, Estados Unidos se halla hoy extenuado frente a los BRICS, que ahora se perfilan como nuevos competidores.
La 68ª Asamblea General de la ONU se convirtió
el mes pasado en escenario de una rebelión generalizada contra el
unipolarismo estadounidense.
Si hubiese que establecer un paralelo, la
realidad es que el Estado federal estadounidense no se ha visto aún en una
situación comparable, a pesar de que las situaciones de desastre provocadas
por los huracanes Katrina, en 2005, y Sandy, en 2012, y las graves carencias
de diversas colectividades locales ya demostraron la incapacidad de los
Estados federados.
Para ponerle fin bastaría con que republicanos y demócratas llegaran a un acuerdo.
Pero, por el momento, sólo ciertos servicios, como el de los capellanes militares, han recibido una derogación para seguir funcionando. La única violación verdadera de esa interrupción ha sido la autorización para recibir préstamos por espacio de 6 semanas.
Se trata de un acuerdo exigido desde Wall Street,
donde no se han registrado reacciones al cierre del Estado federal, aunque
sí existía gran inquietud sobre la incapacidad de Washington para enfrentar
sus obligaciones financieras.
De la noche a la mañana Moscú puso fin al respaldo económico que aportaba a sus aliados. Comenzó por sus aliados del Tercer Mundo y pasó después a los miembros del Pacto de Varsovia.
Resultado:
Aquella deserción, cuyo símbolo fue la caída del
muro de Berlín, aceleró más aún la descomposición de la Unión Soviética.
Es verdad que, a la luz de la ley estadounidense, esa ayuda se ha hecho ilegal a raíz del golpe militar que derrocó la dictadura de la Hermandad Musulmana.
Pero también es cierto que nada obligaba a la Casa Blanca a llamar las cosas por su nombre. Lo que hasta ahora hizo la administración Obama - a lo largo de 3 meses - fue evitar cuidadosamente la mención de las palabras "golpe de Estado" para seguir manteniendo a Egipto en el bando del Imperio.
Y ahora, bruscamente, y sin que se haya
registrado el menor cambio en El Cairo, Washington decide "cortar el agua y
la luz".
La decisión de renunciar a una quinta parte de sus fuerzas armadas fue un buen comienzo. Pero el bloqueo del presupuesto federal y la suspensión de la ayuda destinada a Egipto vienen a demostrar que ese escenario no es factible.
El formidable poderío de Estados Unidos no puede
disminuir armoniosamente porque puede quebrarse.
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