
	
	por Javier Guzmán
	Director de VSF Justicia 
	Alimentaria Global
	
	Septiembre 13, 2013
	del Sitio Web 
	JavierGusmao
	
	 
	
	
	
	
	A raíz de las exorbitantes subidas en los precios de los alimentos que 
	provocaron la crisis alimentaria del 2008 y ocasionaron graves disturbios en 
	varios países, se encendieron las alarmas al ponerse de manifiesto, por un 
	lado, la inexistencia de 
	estructuras internacionales de gobernanza 
	alimentaria que dieran respuesta a la escandalosa cifra de más de 1.000 
	millones de personas hambrientas en el mundo, y por otro, la inoperancia y 
	anquilosamiento de la propia Organización de
	las 
	Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y su
	Comité de Seguridad Alimentaria (CSA).
	 
	
	
	
	
	 
	
	
	
	En este contexto, urgía la necesidad de reformar este espacio de gobernanza 
	clave que reforzara su legitimidad y operatividad, y no fue hasta octubre de 
	2009 cuando, después de un difícil proceso, se aprobaba entre aplausos la 
	reforma del CSA de la FAO. 
	
	 
	
	Una reforma donde, por primera vez, participaron 
	los diferentes estados miembros, pero también la Sociedad Civil entre las 
	que se encontraban las organizaciones campesinas.
	
	La reforma le otorgó al CSA una gran centralidad y autoridad dentro de la 
	arquitectura de seguridad alimentaria mundial y además abría puertas a una 
	participación sin precedentes de actores clave como son los propias 
	campesinos/as, pescadores, población indígena consumidores y ONG, aumentando 
	así, su calidad democrática y por tanto su legitimidad. 
	
	 
	
	Cabe señalar que, 
	desde entonces el CSA ha lanzado importantes iniciativas políticas, como la 
	aprobación de las Directrices Voluntarias sobre Tenencia de Tierras, con el 
	objetivo de frenar el fenómeno del acaparamiento de tierras por parte de 
	transnacionales.
	 
	
	 
	
	 
	
	
	
	El G8 irrumpe en la 
	agenda alimentaria
	
	
	
	Las crisis alimentarias recurrentes sirvieron también de pretexto para que 
	
	el G8 irrumpiera en la agenda alimentaria, siendo desde entonces una 
	constante el hecho de incluir en sus reuniones asuntos sobre seguridad 
	alimentaria. 
	
	 
	
	 
	
	
	
	
	
	 
	
	 
	
	Debido a la urgencia y necesidad de operatividad que demandaba 
	la situación de 2008 el G8 se emplazó a realizar urgentemente un Compromiso 
	contra el hambre que se materializó en la 
	Iniciativa de L’Aquila (2009), 
	creada para financiar de manera rápida programas diseñados y liderados por 
	los propios países receptores.
	
	No hay que olvidar que la crisis alimentaria de 2008, al igual que las que 
	la han seguido, fue provocada por la expansión de un modelo de agricultura 
	globalizada en manos de grandes transnacionales, y por fenómenos como la 
	especulación sobre el precio de los alimentos llevada a cabo por bancos y 
	fondos de inversión.
	
	Las grandes transnacionales de la alimentación no quedaron conformes con el 
	devenir de los acontecimientos, ni con la que en su opinión era una reforma 
	muy radical de la FAO, como con la tibieza y falta de visión de negocio de 
	representaba L’Aquila, por ello en 2012 ni si quiera se habían desembolsado 
	ni la mitad de los fondos acordados.
	
	De este descontento, y de la mano de 48 empresas transnacionales, nace en 
	Camp David, en el año 2012, La Nueva Alianza para la Seguridad Alimentaria y 
	Nutrición, cuya última reunión y ampliación tuvo lugar el pasado junio en 
	Londres. 
	
	 
	
	La alianza tiene como objetivo movilizar capital privado dirigido a 
	la inversión en la agricultura africana. 
	
	 
	
	Las empresas se comprometieron a 
	3.500 millones de dólares.
	 
	
	 
	
	 
	
	
	
	Implementando un nuevo 
	régimen alimentario
	
	
	
	La “iniciativa de inversión 
	agrícola responsable” se expande y fortalece de una manera silenciosa y 
	preocupante por el continente africano, no se trata de un programa más de 
	cooperación sino de una estrategia de largo recorrido para la implementación 
	de un nuevo régimen alimentario a nivel global. 
	
	 
	
	En esta alianza participan 
	estados ricos, estados africanos, y como no, grandes empresas que invierten 
	para desarrollar su modelo de agricultura industrial, la llamada revolución 
	verde africana. 
	
	 
	
	Compañías fundamentalmente 
	Europeas y estadounidenses, como,
	
		
			- 
			
			
			
			Mosanto
 
			- 
			
			Cargill
 
			- 
			
			Yara Internacional
 
			- 
			
			Sygenta,
 
		
	
	
	...cuyo negocio son las semillas 
	transgénicas, fertilizante, agrotóxicos, etc.
	 
	
	
	
	
	
	 
	
	
	
	La alianza ofrece financiación para la inversión en agricultura, pero no a 
	cualquier precio.
	
	 
	
	Para poder firmar un acuerdo de 
	este tipo, el gobierno del país africano tiene que vender su alma al diablo, 
	ha de comprometerse a realizar enormes cambios por ejemplo en sus políticas 
	de tierra, de semillas y en su modelo de agricultura, para, según palabras 
	de los promotores de la alianza “adecuarse” al desarrollo de las 
	inversiones.
	
	Un ejemplo típico es el de Mozambique cuyo gobierno ha acordado suspender la 
	distribución de semillas locales no comerciales en sus programas. Los 
	beneficiarios de los programas únicamente recibirán semillas de las empresas 
	inversoras incluyendo 
	
	semillas modificadas genéticamente.
	
	Después de la última cumbre que en junio mantuvo el G8 en Londres, países 
	como,
	
		
	
	
	...se unieron a la llamada "Nueva 
	Alianza por la Seguridad Alimentaria", de la que ya formaban parte,
	
		
			- 
			
			Burkina Faso
 
			- 
			
			Costa de Marfil
 
			- 
			
			Ghana
 
			- 
			
			Mozambique 
 
			- 
			
			Tanzania
 
		
	
	
	A finales de junio el Primer 
	Ministro de Senegal anunció su voluntad de adherirse a la alianza 
	coincidiendo con la visita que el Presidente Obama que realizó al 
	país y en cuya agenda estaba este acuerdo de adhesión.
	
	Se trata de una estrategia que hace saltar por los aires las propias 
	recomendaciones de la ONU (FAO), enfrentando directamente la directiva de 
	tenencia de tierras, o la apuesta por el desarrollo de una agricultura 
	familiar, sostenible que es clave para asegurar la alimentación de la 
	población mundial en el presente y en futuro, lejos por tanto de este modelo 
	de agricultura corporativa extractivista.
	
	Esta inversión impone un modelo de agricultura a gran escala, que promociona 
	la concentración y acaparamiento de tierras, un modelo que desliga la 
	alimentación de la población local y orientado a la exportación dedicado al 
	engorde del negocio de las empresas de insumos y de productos químicos.
	
	Se trata de una estrategia silenciosa que en poco tiempo ha 
	conseguido desplazar al poder público de los asuntos relacionados con la 
	alimentación, tanto a la hora de adquirir compromisos internacionales como a 
	la hora de implementar políticas agrarias, entregándoselo 
	al 
	poder corporativo, y reduciendo el papel de los estados a meros 
	convidados de piedra.
	
	Ha logrado además que la comunidad internacional acepte este nuevo rol del 
	G8, aún sabiendo que es un espacio informal, no democrático y de limitada 
	composición. 
	
	 
	
	Desplazando a los países de renta 
	baja, generando confusión y produciendo rápidamente el debilitamiento de las 
	organizaciones democráticas internacionales, desplazando en centro de toma 
	de decisiones y condenándolas a la irrelevancia.
	
	Nos encontramos por tanto delante de la construcción de un sistema 
	alimentario basado en el poder corporativo, donde el papel de los estados y 
	las instituciones democráticas quedan vacíos de contenidos y de 
	presupuestos.
	
	
	El G8 no está 
	interesado en tomar el control de organismos internacionales, el objetivo es 
	otro, el de de crear un sistema de gobernanza a medida de las grandes 
	transnacionales.