En respuesta, Pekín no se deja intimidar ni "contener".
Todo lo anterior
puede provocar en Asia una polarización de alianzas adversarias y dar lugar
al surgimiento de,
"un riesgo real y creciente de guerra de grandes
proporciones e incluso de guerra nuclear".
El autor de esta advertencia está lejos de ser un
don Nadie.
Tiene en su
aval una larga carrera como analista en cuestiones de defensa y de política
exterior y forma parte, en cierta forma, del establishment intelectual. No
por casualidad su artículo ha desatado un debate nacional, en el que también
ha participado la primera ministra, Julia Gillard, quien ha reafirmado la
necesidad del vínculo privilegiado con Estados Unidos.
Pero los sectores extremistas australianos han ido mucho más lejos al
afirmar que hay que comprometerse a fondo con una Gran Alianza de las
democracias contra los déspotas de Pekín.
No queda duda alguna. La ideología
de la guerra contra China se basa en una ideología existente desde hace
mucho que justifica y hasta celebra las agresiones militares y las guerras
de Occidente en nombre de la "democracia" y de los "derechos humanos".
Y ahora resulta que se otorga el "Premio Nobel de la Paz" al "disidente"
chino Liu Xiaobo.
Esa maniobra no podía producirse en momento más oportuno,
sobre todo teniendo en cuenta la amenaza de guerra comercial esgrimida
contra China, ahora de manera abierta y solemne, por el Congreso de Estados
Unidos.
China, Irán y Palestina
Entre los primeros en felicitarse por la selección de los señores de Oslo
estuvo la señora Shirin Ebadi, quien inmediatamente añadió aún más sal a la
sopa:
"China no sólo es un país que viola los
derechos humanos. Es también un país que apoya y ayuda a numerosos
regímenes que los violan, como los que están en el poder en Sudán, en
Birmania, Corea del Norte, Irán…"
Agregó además que es un país responsable de la "gran explotación de los
obreros".
Por lo tanto, hay que boicotear,
"los productos chinos" y "limitar al máximo
los intercambios económicos y comerciales con China" [1]
Digámoslo una vez más:
la contribución a la ideología de la guerra
emprendida en nombre de la "democracia" y de los "derechos humanos" no puede
ser más clara, y la declaración de guerra comercial es evidente.
Entonces, ¿por qué se le otorgó el "Premio Nobel de la Paz" en 2003 a
Shirin
Ebadi?
Se le dio ese premio a una señora cuya visión de las relaciones
internacionales es maniquea. En su lista de violaciones de los derechos
humanos no hay cabida para Abu Ghraib ni para Guantánamo, ni para los
bombardeos y guerras desatados con pretextos falsos y mentiras, ni para el
uranio empobrecido, ni para los embargos con características genocidas que
desafían a la aplastante mayoría de los miembros de la ONU y de la comunidad
internacional…
En cuanto a la "gran explotación de los obreros" en China, es indudable que Shirin Ebadi habla a tontas y a locas. El gran país asiático ha salvado a
cientos de miles de mujeres y hombres del hambre a la que habían sido
condenados, en primer lugar, por la agresión y por el embargo que había
proclamado Occidente.
En estos días se puede leer en todos los órganos de prensa que los salarios
de los obreros están progresando a un ritmo bastante rápido.
En todo caso,
si bien el bloqueo contra Cuba afecta exclusivamente a los habitantes de esa
isla, un posible embargo contra China provocaría una crisis económica
planetaria, con consecuencias devastadoras incluso para las masas populares
occidentales, y habría que decirle adiós a los derechos humanos (o por lo
menos a los derechos económicos y sociales).
No cabe duda. La señora que recibió el "Premio Nobel de la Paz" en 2003 es
una ideóloga de la guerra, mediocre y provinciana.
¿Quisieron acaso recompensar así a una activista que, no en el plano
internacional pero sí al menos dentro de Irán, afirma ser una defensora de
los derechos humanos?
De ser esa la intención de los señores de Oslo, habrían tenido que darle el
premio Nobel a
Mohamed Mossadegh, el hombre que, a principios de los años
1950, se comprometió a construir un Irán democrático pero que, por atreverse
a nacionalizar
la industria petrolera, fue derrocado mediante un golpe de
Estado organizado por Gran Bretaña y Estados Unidos, los mismos países que
hoy se erigen en campeones de la "democracia" y de los "derechos humanos".
-
¿Acaso trataron los señores de Oslo de recompensar a algún valiente opositor
de la feroz dictadura del chah, que contó con el apoyo de los habituales
pero improbables campeones de la causa de la "democracia" y de los "derechos
humanos"?
-
¿Por qué le dieron entonces el "Premio Nobel de la Paz" a Shirin Ebadi en
2003?
En aquel momento, mientras el interminable martirio del pueblo palestino se
recrudecía aún más, ya se perfilaba claramente la cruzada contra Irán.
Atribuir un reconocimiento a una militante Palestina hubiese sido una
verdadera contribución a la causa de la distensión y de la paz en el Medio
Oriente.
¿No hay acaso militantes palestinos "no violentos"?
Es difícil calificar de "no violento" a Obama, el líder de un país que está
metido en varias guerras a la vez y que gasta en armamento, él sólo, tanto
dinero como todos los demás países del mundo juntos.
En todo caso, en Palestina no escasean los "no violentos", y son no
violentos todos los militantes que desde todo el mundo llegan a Palestina
para defender a sus habitantes contra una abrumadora violencia y que han
sido incluso aplastados por los tanques o los buldózeres del ejército
ocupante.
Sin embargo, los señores de Oslo prefirieron recompensar a una militante que
desde entonces no ha dejado de atizar el fuego de la guerra contra Irán, en
primer lugar, y que ahora hace lo mismo contra China.
Luego de la consagración y la transfiguración de Liu Xiaobo, el presidente
estadounidense intervino rápidamente, y pidió la liberación inmediata del
"disidente".
-
¿Por qué no libera, mientras tanto, a los detenidos sin juicio que se
encuentran en Guantánamo?
-
¿O por qué no presiona al menos a favor de la liberación de los innumerables
palestinos, que a veces son apenas adolescentes, encarcelados por Israel,
como reconoce incluso la prensa occidental, en espantosos complejos
carcelarios?
Los señores de Oslo, Estados Unidos y China
Obama es otro caso de "Premio Nobel de la Paz" que reúne características
bastante singulares.
Cuando lo recibió, el año pasado, había declarado que
tenía intenciones de reforzar la presencia militar de Estados Unidos y la
OTAN en Afganistán y de impulsar las operaciones de guerra.
Ya después de recibir el espaldarazo que constituye el prestigioso
reconocimiento que había recibido en Oslo, Obama fue fiel a su palabra.
Son
ahora más numerosos que en la época de Bush los escuadrones de la muerte que,
desde el cielo, "eliminan" "terroristas", potenciales "terroristas" y
sospechosos de "terrorismo".
Los helicópteros y aviones sin piloto que se desempeñan como escuadrones de
la muerte son también numerosos en Pakistán, como también son numerosas las
víctimas "colaterales" que provocan. La indignación popular es tan grande y
se extiende tanto que hasta los propios gobernantes de Kabul e Islamabad se
sienten obligados a protestar ante Washington.
Pero Obama no se deja
impresionar. ¡Y sigue exhibiendo su "Premio Nobel de la Paz"!
En estos últimos días se filtró una noticia escalofriante. Hay en Afganistán
militares estadounidenses que matan civiles inocentes por diversión y que
conservan alguna parte del cuerpo de sus víctimas como recuerdo de caza.
La administración estadounidense se apresuró inmediatamente a bloquear la
difusión de más detalles y, sobre todo, de las fotos.
Conmocionada, la opinión pública estadounidense e internacional hubiese
podido decidirse a presionar por el fin de la guerra en Afganistán. Para
poder continuar esa guerra, y hacerla aún más dura, el "Premio Nobel de la
Paz" prefirió asestar también un golpe a la libertad de prensa.
También podemos hacer aquí una observación de carácter general.
Durante el
siglo 20, Estados Unidos es el país que más repetidamente ha visto a sus
estadistas recibir el "Premio Nobel de la Paz":
-
Theodore Roosevelt, el mismo que
estimaba que el único indio "bueno" era un indio muerto
-
Henry Kissinger, el protagonista del
golpe de Estado en Chile y de la guerra de Vietnam
-
James Carter, el promotor del boicot contra los Juegos Olímpicos de Moscú,
en 1980, y de la prohibición de exportar trigo a la URSS cuando la
intervención en Afganistán contra los freedom fighters musulmanes
-
Barack Obama, quien ahora interviene contra los
freedoms fighters - convertidos
entretanto en terroristas - y utiliza contra ellos una monstruosa maquinaria
de guerra.
Veamos ahora, por otro lado, cómo se posicionan los señores de Oslo cuando
se trata de China.
Ese país, que representa a una cuarta parte de la
humanidad, no se ha visto implicado en ninguna guerra en los últimos 30 años
y ha promovido un desarrollo económico que al liberar de la miseria y el
hambre a cientos de millones de hombres y mujeres les ha dado acceso, en
todo caso, a los derechos económicos y sociales.
Pero los señores de Oslo sólo se han dignado a tomar en cuenta a ese país
para otorgar tres premios a tres "disidentes":
-
en 1989, le entregaron el "Premio Nobel de la Paz" al 14º Dalai
Lama, quien abandonó China hace ya 30 años
-
en 2000 le dieron el Nóbel de literatura a Gao Xingjan,
escritor que ya por entonces era ciudadano francés
-
en 2010 le otorgan el "Premio Nobel de la Paz" a otro disidente que,
después de haber vivido en Estados Unidos e impartido clases en la
Universidad de Columbia, regresa a China "rápidamente" [2] para participar
en la revuelta (ciertamente no pacífica) de la Plaza Tiananmen
Aún hoy en día, ese personaje habla de su pueblo de la siguiente manera:
"Nosotros los chinos, tan brutales".
[3]
O sea, para los señores de Oslo la
causa de la paz está representada por un país (Estados Unidos) que se cree a
menudo investido de la divina misión de guiar el mundo, que ha instalado y
sigue instalando amenazadoras bases militares a través de todo el planeta.
Pero en China, que no tiene ninguna base militar en el extranjero, país con
una civilización milenaria y que al cabo de un siglo de humillaciones y de
miseria impuestos por el capitalismo está recuperando su antiguo esplendor,
los representantes de la causa de la paz –y de la cultura– son sólo tres "disidentes"
que ya no tienen mucho que ver con el pueblo chino y que ven a Occidente
como el único faro que ilumina el mundo.
Es indudable que estamos viendo, en la política de los señores de Oslo, el
resurgimiento de la antigua arrogancia colonialista e imperialista.
Mientras resuenan en Australia voces inquietas ante los riesgos de guerra,
en Oslo se da un nuevo brillo a una ideología de guerra de funesta
recordación:
recordemos que las guerras del opio fueron elogiadas en su época por J.S. Mill como una contribución a la causa de la
"libertad" y del "comprador"
además de la del vendedor (de opio), mientras que Tocqueville la presentaba
como una contribución a la causa de la lucha contra el "inmovilismo" chino.
No son muy diferentes las consignas que hoy agita la prensa occidental,
prensa que –dicho sea de paso– no se cansa de denunciar el eterno despotismo
oriental.
Por muy nobles que sean sus intenciones, el comportamiento real de los
señores del "Premio Nobel de la Paz" sólo merece hoy en día el Nóbel de la
guerra.
compartir esta
Referencias
[1] Corriere della Sera, 9 de octubre de
2010.
[2] Marco Del Corona, en el Corriere della Sera del 9 de octubre de
2010.
[3] Ilaria Maria Sala, La Stampa, 9 de octubre de 2010.