12 Julio 2011 traducción de SC & HV asociados. del Sitio Web RedVoltaire
El 1º de julio de 2011 el gobierno libio esperaba reunir en Trípoli 1 millón de personas en una gran manifestación contra la OTAN. Para sorpresa de las autoridades libias, y de la OTAN,
la participación
se elevó a 1,7 millones de personas.
111 días después del inicio de la intervención de la Coalición de
Voluntarios en Libia no se vislumbra aún ninguna solución militar y
los expertos señalan unánimemente que de no producirse un golpe de
suerte inesperado a favor de la OTAN o el asesinato de Muammar el
Gaddafi, el tiempo corre a favor del gobierno libio.
Libia dispone de un sistema unicameral de democracia participativa que funciona de forma notablemente eficaz a nivel local y se complementa con la existencia de un foro tribal, que no constituye una segunda cámara o una especie de senado ya que no dispone de poder legislativo, sino que integra la solidaridad entre los diferentes clanes dentro de la vida política.
Ese dispositivo se
completa con la figura del «Guía», que no dispone de ningún poder
legal sino de una autoridad moral. Nadie está obligado a prestarle
obediencia, pero la mayoría lo hace, como lo haría con el cabeza de
familia, aunque nada los obliga a ello.
El sector de la población Libia que en algún momento
creyó esas noticias, divulgadas por los canales internacionales de
televisión, ha cambiado de parecer. La población, que generalmente
tiene parientes y amigos dispersos a todo lo largo y ancho del país,
ya ha tenido tiempo de informarse sobre la situación de estos y ha
llegado a la conclusión de que todo no fue más que un engaño.
En lo que me concierne, yo estoy residiendo en este momento en Trípoli, específicamente en el barrio considerado hostil a Gaddafi y que supuestamente fue bombardeado por la aviación Libia por haberse sublevado en el primer momento. Y soy testigo de que, con excepción de un automóvil quemado, no existe aquí ningún indicio de tales incidentes.
Los únicos inmuebles bombardeados aquí
son edificios oficiales destruidos posteriormente por los misiles de
la OTAN.
Por un lado, esa exigencia no tiene absolutamente ninguna base jurídica a la luz de las resoluciones adoptadas en la ONU (Organización de Las Naciones Unidas) y no tiene tampoco nada que ver con el objetivo oficialmente anunciado de garantizar la protección de la población reprimida.
Por otro lado, exigir la renuncia de Gaddafi carece además de todo sentido porque Gaddafi no ejerce ninguna función institucional sino que goza únicamente de una autoridad moral implícita en estructuras de carácter social, no de carácter político.
Fue expuesto públicamente por primera vez por el entonces secretario de Estado adjunto, John Bolton, en su discurso del 6 de mayo de 2002, titulado «Más allá del Eje del Mal».
Fue confirmado por el general Wesley
Clark, el 2 de marzo de 2007, en una
célebre entrevista concedida a
la televisión. El ex comandante de la OTAN presentó en aquella
entrevista la lista de Estados que en los próximos años serían
blancos de los ataques de Estados Unidos.
Después, en una segunda fase, tenían
previsto atacar Libia, Siria y el Líbano para extender el proceso y
rediseñar también el Levante y el norte de África. Posteriormente,
en una tercera fase, se producirían ataques contra Somalia y Sudán
para remodelar el este de África.
Sabiendo que los
miembros de algunas tribus - principalmente
los Warfallah - han sido
apartados de los cargos de responsabilidad, como resultado del
fallido golpe de Estado de 1993, la OTAN explotaría las
frustraciones de esas figuras, las armaría y las utilizaría para
derrocar el régimen e instalar un gobierno prooccidental.
Esa estrategia alcanzó su apogeo, el 27 de abril, con el llamado de 61 jefes tribales a favor del Consejo Nacional de Transición.
Hay
que señalar que en ese documento ya no se habla de masacres
atribuidas al «régimen» en Bengasi y Trípoli sino de la supuesta
intención de cometerlas. Los firmantes no agradecen a Francia y a la
Unión Europea haber detenido una masacre ya desatada sino haber
impedido una carnicería anunciada.
Ese proceso ya había comenzado en
realidad mucho antes y se manifestó públicamente el 8 de marzo,
cuando el «Guía» recibió el homenaje de los jefes de tribus en el
hotel Rixos, rodeado de los periodistas occidentales, que incluso
sirvieron entonces de escudos humanos, absortos ante aquella nueva
provocación.
La oposición interna a Gaddafi no tenía motivo alguno para derrocar el régimen antes de los acontecimientos de Benghazi. El llamado del 27 de abril se basó en noticias que los firmantes consideran hoy simples mentiras. Partiendo de ese hecho, estos fueron expresando uno a uno su apoyo al gobierno nacional en la lucha contra la agresión extranjera.
En este momento, la «ciudad liberada por los rebeldes» y «protegida
por la OTAN» es en realidad un pueblo fantasma que sólo cuenta
algunas decenas de miles de habitantes, a menudo personas que
carecen de medios para abandonar la ciudad. Los habitantes de
Bengasi que no han huido de los combates han huido del nuevo régimen.
Hay que precisar que se trata de manifestaciones de condena contra
la OTAN, que ha matado más de un millar de libios, que está
destruyendo la infraestructura no petrolera del país y que ha
cortado las vías de suministro imponiendo al país un bloqueo naval.
En esas condiciones, la OTAN se ha quedado
sin estrategia. Y no tiene «Plan B», nada de nada.
Es probable que
los comandos de las fuerzas especiales desplegados por la OTAN en
suelo libio sean más numerosos que los combatientes libios que
dirigen.
Los alaridos de Washington, que regañó inmediatamente al ministro francés y se niega a reconocer los hechos, no cambiarán la realidad.
Notas
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