9. UN TESORO CURIOSO
Los escépticos dicen que no hay tal misterio de Rennes-le-Château.
Para ellos, Saunière hizo fortuna vendiendo misas, sencillamente, o
tal vez con otros negocios turbios, y el cuento del tesoro fue una
cínica invención para señuelo de turistas. En cuanto a la
importancia que conceden al mito y su leyenda los Dossiers secrets,
no es más que el afán del Priorato por darse un aire de misterio a
sí mismo. Y que la historia tal como la conocemos hoy se retrotrae a
1956, a lo sumo, cuando Noël Corbu grabó un relato para entretener a
los clientes de Villa Bethania, convertida por él en un
hotel-restaurante.
Sin embargo las investigaciones han demostrado que sí debe de haber
algún misterio. O mejor dicho, la población se ha convertido en un
foco de indagaciones esotéricas desde entonces. En 1950, por
ejemplo, alguien la visitó expresamente para buscar el fabuloso
tesoro de los cátaros, creyendo que lo habían llevado allí tras
sacarlo de Montségur.1 Quizás esto explica también la presencia de
unos oficiales alemanes en Villa Bethania, donde se alojaron durante
la segunda guerra mundial y que de otro modo no habría tenido ningún
sentido.
Como se sabe hoy, los nazis andaban obsesionados con las
reliquias de lo oculto y lo religioso, y durante la guerra
estuvieron varios meses excavando en Montségur. Se rumoreó que
buscaban el Santo Grial; lo seguro es que durante los años treinta
anduvo por allí el arqueólogo nazi Otto Rahn, y concentró sus
búsquedas en aquella región.
Noël Corbu es actor principal en la función de Rennes-le-Château. Su
intervención va mucho más allá de la del hotelero que entretiene a
sus huéspedes con historias del folclore local, como pudo verse
cuando terció en la publicación de los famosos pergaminos en clave.
Como hemos mencionado, la primera noticia de éstos fue un libro
publicado por Gérard de Sède en 1967, pero más tarde un colega de
Pierre Plantard de Saint-Clair y conmilitón del Priorato de Sión
confesó que habían sido elaboración suya.
En su libro más reciente sobre el asunto de Rennes-le-Château
(1988), Gérard
de Sède dice que él publicó los textos de buena fe por habérselos
comunicado una
persona relacionada con Rennes-le-Château alegando que eran las
copias
entregadas por Saunière al alcalde del pueblo antes de llevarse los
originales a
París. Sin embargo, De Sède evita nombrar a esa «persona».2
Su identidad queda precisada en la obra de Jean Robin: fue Noël
Corbu,3 y esto es significativo porque, si
De Chérisey fabricó los
pergaminos, entonces Corbu sólo pudo tenerlos si estaba relacionado
con el Priorato de Sión.
Cuanto más se analizan las circunstancias en que Corbu llegó a
hacerse con el
domaine de Saunière, más intrigantes se nos antojan. De acuerdo con
la versión
habitual, durante la segunda guerra mundial él andaba casualmente
por el pueblo,
se hizo amigo de la envejecida Marie Dénarnaud y decidió que le
gustaba la casona
para convertirla en su hogar. Parece más cierto, sin embargo, que
hacía tiempo le
había llamado la atención el caso Saunière, y que hacia comienzos de
los años
cuarenta se tomó la molestia de trabar conocimiento con Marie para
sonsacarla.4
Ahora es cuando la intriga se pone emocionante: por alguna razón, la
Iglesia
siempre quiso apoderarse de la antigua propiedad de Saunière, aunque
procurando que nadie advirtiese su interés. Es verdad que varias
veces se intentó
persuadir a Marie, pero ella siempre se negó a vender. Dicen que
intervino un cura
llamado el abbé Gau, el cual convenció a Corbu para que actuase como
intermediario, es de suponer que bajo la condición de que tan pronto
como Marie
le hubiese vendido la propiedad, él la revendería a su vez. Pero
algo salió mal, por
lo visto. Tal vez Corbu se echó atrás e incumplió la palabra dada a
la Iglesia.5
Algún tiempo después solicitó una subvención directamente al
Vaticano. Alguna importancia extraordinaria debieron de atribuirle,
porque el Vaticano despachó al nuncio en persona, quien se presento
en Carcasonne para solicitar informes a la diócesis. Y dicho nuncio
no era otro sino el cardenal Roncalli, futuro papa Juan XXIII (el
cual, según se afirma en The Holy Blood and the Holy Grail, también
había sido hombre del Priorato de Sión). A lo que parece, los
informes de la diócesis fueron negativos, pero curiosamente el
Vaticano concedió la subvención pese a ello.
Una vez conocida la actuación de Corbu es obvio que la
interpretación del caso de Rennes-le-Château cambia por completo: el
misterio no terminó con la muerte de Saunière. Y puesto que Corbu
convivió con Marie Dénarnaud unos siete años, no sería extraño que
hubiese tenido oportunidad de descubrir el secreto.
Aunque no sepamos lo que era, desde luego él no lo inventó. (Se ha
afirmado que
Corbu fue, junto con Pierre Plantard de Saint-Clair, actor principal
de la
emergencia del Priorato ante la opinión pública durante los años
cincuenta, y
aunque esto también es interesante dichos rumores no han sido
confirmados
nunca.)6
En el capítulo anterior hemos visto que Saunière no fue más que un
individuo implicado en un misterio más amplio que afecta a la
región, tocante a unos acontecimientos en que se movilizaron grandes
sumas de dinero y se recurrió en algún caso al crimen.
Indudablemente el misterio en cuestión concernía también al grupo de
París con el que entró en contacto Saunière. Vale la pena observar
que muchos de los personajes principales del entorno de Emma Calvé
eran, como ella misma, de origen languedociano. Se ha comentado que
Saunière no tenía ninguna necesidad de acudir a París, en realidad,
si quería ver a estos individuos, porque la mayoría de ellos iban
con mucha frecuencia a Toulouse, «la cuna de su círculo».7 Una vez
más la pista nos reconduce a personas y grupos cuyos nombres y
afiliaciones han llegado a sernos familiares en el decurso de esta
investigación.
Estas conexiones son excepcionalmente significativas: no sólo
arrojan algo de
luz, muy necesaria, sobre el propio Saunière, sino que además
demuestran que el
caso de Rennes-le-Château pertenece en efecto a la presente
investigación. Si
consideramos que el cura estaba en relación con el complicado «árbol
genealógico»
de grupos ocultos que hemos explicado con anterioridad, se descubren
atisbos completamente imprevistos y revelaciones acerca de la
verdadera naturaleza del misterio languedociano más general, nada de
lo cual se había publicado antes en nuestro idioma, que sepamos.
Es increíble teniendo en cuenta el tiempo y el esfuerzo dedicado por
los muchos que han intentado desentrañar el misterio, pero algunas
de las soluciones literalmente saltan a la vista del investigador.
Las claves de la afiliación particular del propio Saunière se
encuentran en su iglesia de Rennes. Porque, si bien los incrédulos
han propuesto que toda esa ornamentación peculiar y estridente
obedece sencillamente a mal gusto o aberración mental del cura,
otras investigaciones han demostrado que no son pocos, sino muchos
los misterios de ese lugar «terrible».
Sospechábamos ya que la iglesia y sus alrededores se habían
proyectado y realizado con arreglo a un plan muy concreto, aunque
arcano. Sus temas principales parecen ser la inversión, la imagen
refleja y el equilibrio de contrarios. Por ejemplo, la contrapartida
de la Torre Magdala está en el mirador antaño acristalado de la
parte opuesta de la muralla. Mientras la primera es de material
macizo y tiene veintidós peldaños que llevan a la atalaya, el
segundo es de material liviano y tiene veintidós peldaños que llevan
a un sótano que está debajo.
El diseño del huerto de Saunière y el
del tradicional Calvario contiguo a la iglesia responden claramente
a una pauta geométrica preconcebida, y es de suponer que cargada de
sentido.
Estas observaciones nuestras fueron confirmadas por Alain Féral,8
conocido pintor que reside en la aldea y que fue discípulo
precisamente de Jean Cocteau. Desde comienzos de los años ochenta
vive en Rennes y ha tomado medidas muy exactas para confeccionar los
planos de la iglesia y de los edificios circundantes. De ello ha
sacado la conclusión de que hay temas recurrentes (aunque cabe la
posibilidad de que el responsable no fuese el mismo Saunière: pudo
ser Henri Boudet, o el arquitecto a quien se encargó la obra, o
incluso los superiores del grupo con el que tuviese que ver
Saunière).
Corroborando nuestra noción del tema de la imagen refleja, Féral
observa que
Saunière había colocado fuera de la iglesia y puesto al revés el
pilar visigótico que
antes sustentaba el altar y que tiene una cruz en bajorrelieve.
También cita la
importancia del número veintidós: aparte los escalones de la torre y
del mirador,
aparece en otros muchos lugares del domaine. Del Calvario a la
terraza van dos
tramos de escalera con once peldaños cada uno.
Las dos inscripciones
de la iglesia
que más llaman la atención, terribilis est locus iste a la entrada
del atrio y par ce signe
tu le vaincras sobre la pila del agua bendita tienen veintidós
letras cada una. (La
frase latina se cita más comúnmente como terribilis est hic locus, y
en la frase
francesa extraña el le que introduce una ambigüedad; parece como si
ambas
hubiesen sido forzadas para totalizar las veintidós letras de cada
una.) La
importancia atribuida a los onces y a los veintidoses tiene su
fundamento, porque
ambos son «números maestros» del ocultismo y los estudios
cabalísticos les atribuyen especial trascendencia.
Tenemos luego la pauta curiosamente heterodoxa que crean cuatro
objetos, dos de ellos dentro de la iglesia y otros dos fuera de
ella: el confesionario, que mira de cara al altar; el altar mismo;
la estatua de Notre-Dame de Lourdes (con su inscripción
«¡Penitencia! ¡Penitencia!») que está fuera, colocada sobre el pilar
puesto al revés, y el Calvario ajardinado del que se ocupó Saunière
personalmente y con gran minuciosidad. Estos cuatro objetos no sólo
forman un cuadrado perfecto sino que además conllevan un mensaje
simbólico.
El confesionario y la inscripción «penitencia» recuerdan
la noción de arrepentimiento, y están de cara al altar y al
Calvario, símbolos ambos de la salvación. Por tanto, cada uno de
estos pares parece representar un camino espiritual, o vía de
iniciación: ¿del arrepentimiento al perdón y a la salvación?9 El
mensaje que se comunica de manera tan alambicada forzosamente debe
de contener algo más: ¿intenta decirnos Saunière que también puede
haber perdón y salvación fuera de la Iglesia? ¿Y se apunta quizás a
alguien más, a algo relacionado con unos personajes que representan
el arrepentimiento y la penitencia... como Juan el Bautista y María
Magdalena?
La frase «¡penitencia! ¡penitencia!» se atribuye a la Virgen María
durante las apariciones de La Salette. Una de las dos jóvenes
visionarias era una pastorcilla llamada Melanie Calvet, pariente de
Emma Calvé (quien había modificado la grafía de su apellido cuando
se hizo cantante de ópera). Durante algún tiempo la visión de La Salette rivalizó con la de Lourdes, pero finalmente la Iglesia
católica no reconoció la autenticidad de aquélla. Recordemos que
hizo campaña a favor de La Salette el movimiento
juanista/Naündorff/Vintras comentado en el
capítulo 7.
También Saunière escribió un comentario laudatorio sobre las
visiones de La
Salette.10
Hemos intentado demostrar ya que las famosas ornamentaciones de la
iglesia seguramente no son señales que indiquen la situación de
ningún gran tesoro. Si Saunière descubrió algo que lo hizo rico, no
querría decorar su iglesia con instrucciones en clave diciendo dónde
lo guardaba. Más plausible sería que la ornamentación intentase
ocultar algo, o por lo menos formular una declaración que sólo fuese
entendida por otro iniciado.
La mejor comparación —y probablemente
la más idónea teniendo en cuenta las circunstancias— sería el
interior de una logia masónica. Para el no iniciado, los diversos
símbolos utilizados en tal templo, los compases, las escuadras y
demás paramentos no «decodificarían» dando una imagen coherente de
las verdaderas intenciones masónicas. Hay que conocer la
filosofía
subyacente, la Historia y los secretos que se simbolizan ahí para
saber por qué se han puesto en tal lugar.
En la decoración de la iglesia que nos ocupa muchos han creído ver
símbolos de varias sociedades ocultas y secretas, los rosacruces,
los templarios y los masones. Las rosas y las cruces del tímpano
aluden con claridad a los rosacruces.
Una de las anomalías del vía crucis que más han llamado la atención
es la de la
octava estación (imagen derecha), en la que Jesús (que lleva la cruz sin aparentar
esfuerzo) se encuentra con una mujer que lleva lo que parece un velo
de viuda, y rodea con el brazo a un muchacho ataviado de tartán.
Esto se interpreta como una alusión a los francmasones, que se
llaman a sí mismos «Hijos de la Viuda». (Y tal vez sería preciso
traer también a colación la Casa Octava de los astrólogos, que es la
que rige los misterios de la sexualidad, la muerte, el
renacimiento... y lo oculto.) El suelo de la iglesia escaqueado en
blanco y negro, el techo azul con estrellas doradas sobre el altar
recuerdan y la decoración habitual de la logia masónica.
En nuestra opinión uno de los elementos principales de toda la
iglesia es el que ve primero el visitante al entrar. El demonio
recientemente mutilado por los vándalos se identificó siempre como
«Asmodeo», el que según la tradición guarda los tesoros
enterrados... aunque no hay nada que relacione explícitamente a la
figura con el diablo de ese nombre. No obstante,
hemos discutido
esta cuestión con Robert Howells, director de la librería ocultista
más famosa de Londres y poseedor de extensísimos conocimientos sobre
el simbolismo esotérico, cuyas propias investigaciones sobre el
misterio de Rennes-le-Château son eruditas, sensatas y de gran
alcance.
Él nos recordó la antigua leyenda judía sobre la
construcción del Templo de Salomón en que este rey impidió que
varios demonios sabotearan la obra por diversas maneras, y además
consiguió «someter» a uno de ellos, precisamente el llamado Asmodeo,
y obligarle a acarrear agua, que era el elemento por el cual se le
dominaba.11
Es significativo que tales leyendas se hayan incorporado
a la tradición masónica, y tampoco no será casualidad que aparezca
en la iglesia de Saunière una escena en la que Asmodeo queda
sometido obligándole a transportar agua, todo ello bajo la divisa
«con este signo tú le vencerás». Además la ornamentación de la pila
del agua bendita —ángeles, salamandras, concha y demonio— representa
los cuatro elementos clásicos aire, fuego, agua y tierra,
indispensables en toda obra oculta.
Si la identificación de Asmodeo es correcta, tanto más curioso:
porque la escena del demonio y la del bautismo de Jesús, como hemos
mencionado antes, se concibieron obviamente para contemplarlas
juntas. Si el agua sirve para domeñar al demonio, ¿acaso ocurre lo mismo cuando Juan derrama el agua sobre Jesús? Está luego la
peculiar inversión de las letras griegas alfa y omega, puestas en
orden contrario al acostumbrado, por cuanto significan también «lo
primero» y «lo último» y estos conceptos se relacionan con Jesús.
Cabría esperar, por consiguiente, que la letra alfa correspondiese a
Juan, el supuesto precursor, y la omega a Jesús, la culminación.
Pero aquí se invierten los términos.
Las repetidas imágenes que evocan el Templo de Salomón dentro y
fuera de la iglesia podrían aludir a los masones, o también a los
caballeros templarios. Las letras anómalas en la frase desfigurada
par ce signe tu le vaincras, colocada entre los cuatro ángeles y el
demonio, son la decimotercera y la decimocuarta (ya que el «le»
sobra y altera el sentido de la frase): según algunos evocan el año
1314, en que fue quemado vivo Jacobo de Molay, el Gran Maestre de
los templarios.
Todos estos símbolos han sido meticulosamente analizados por docenas
de investigadores entendidos desde hace años, lo que ha redundado
casi en otras tantas interpretaciones. Pero la solución quizás es
bien sencilla y tan obvia que viene a suponer casi un desengaño. Los
versados en la tradición masónica nunca han visto en dicho
simbolismo nada especialmente misterioso. Para ellos no es más que
la indicación de la obediencia particular de Saunière, que era
masónica.
Lo confirma su elección del escultor que realizó las
estaciones del vía crucis y las demás imágenes, un tal Giscard que
vivió en Toulouse y cuya casa y taller de extravagante ornamentación
pueden verse todavía en la Avenue de la Colonne de dicha ciudad.
Giscard era un conocido francmasón, si bien es cierto que se
especializó en trabajos religiosos, por lo cual se hallan otros
ejemplos de su arte en todo el Languedoc.
Es de particular interés
la iglesia de San Juan Bautista de Couiza, que se encuentra al pie
de la montaña donde está encaramada Rennes, porque también allí
Giscard suministró las estaciones del vía crucis, sólo que en
versiones monocromas y además convencionales, es decir que brillan
por su ausencia las anomalías que presenta la iglesia de Saunière.
Todo sucede como si las dos iglesias, que sólo distan un par de
kilómetros la una de la otra, se ofreciesen a nuestra comparación
para subrayar las anomalías de la versión de Saunière.
Jean Robin ha dicho en su libro sobre Rennes-le-Château que las
afiliaciones masónicas de Saunière estaban documentadas en los
archivos de la diócesis.12 No obstante, y como hemos visto, la
francmasonería consiste en numerosas tradiciones separadas. ¿A cuál
de ellas perteneció Sauniére? En esto están de acuerdo una vez más
los estudiosos franceses bien enterados: su afiliación fue el Rito
Escocés Rectificado, la rama de la francmasonería «oculta» que se
pretende expresamente descendiente de los templarios.
Antoine Captier, nieto del acólito de Saunière e informante habitual
de los investigadores que acuden a Rennes-le-Château para estudiar
el célebre caso, nos dijo:
«Sabemos que pertenecía a una logia
masónica. Se le envió a un lugar donde había algo [significativo].
Él descubrió ciertas cosas. Pero lo repito: no estaba solo.
No actuó a solas».13
Una vez entramos en conversación se mostró un
poco más
explícito y dijo que la obediencia de Saunière había sido el Rito
Escocés
Rectificado, pero añadiendo: «Eso no es ningún secreto». A la misma
conclusión
llegó Gérard de Sède tras estudiar el asunto durante treinta años.
Concretamente
De Sède opinaba que algunos de los símbolos de la novena estación
del vía crucis
evocan el grado de Chevalier Bienfaisant de la Cité Sainte...
eufemismo por
«templario».14
Hay otra indicación de la posible afiliación de Saunière. Como todo
lo demás,
también se ha escrutado a fondo su elección de imágenes para la
iglesia,
Magdalenas aparte; están santa Germana, san Roque, dos Antonios —el
de Padua
y el Ermitaño—, y sobre el púlpito san Lucas. Proviene de Alain
Féral la
observación de que al unir las ubicaciones de los santos con un
trazo en forma de
«M» sobre el plano de la iglesia, las iniciales de sus nombres
forman la palabra
graal.15
Con los símbolos rosacruces sobre el tímpano y la abundancia de
imágenes del Templo de Salomón, todo esto apunta a la Ordre de La
Rose-Croix, du Temple et du Graal, fundada en Toulouse alrededor de
1850 y cuyo jefe no era otro sino Joséphin Péladan, el gran padrino
de los grupos eróticos ocultos de la época.
Al comienzo de nuestras pesquisas nos parecía errónea la tendencia
de tantos otros investigadores a creer que todos los caminos llevan
a Rennes-le-Château. Pero en cierto sentido tenían razón, aunque no
por las razones que ellos pensaban. Ciertamente no dejaba de ser
asombroso que después de ocuparnos de la intrincada trama de grupos
ocultos y masónicos, estos nos enviasen de nuevo a Saunière y su
aldea. Pero no era coincidencia; eso formaba parte de un plan
complicado y meticuloso, que había empezado a funcionar desde antes
de que él naciese, y que todavía continúa.
Hemos mencionado que Saunière dedicó mucho interés a la sepultura de
Marie de Nègre d’Ables, Dame d’Hautpoul de Blanchefort, erigida por
Antoine
Bigou el párroco de Rennes-le-Château en 1791. Fue la última del
linaje heredero
directo del título de Rennes-le-Château, aunque otras ramas de la
familia tuvieron
continuidad. Marie de Nègre d’Ables casó en 1732 con el último
marqués de
Blanchefort, que es el nombre del «château» cercano, más bien un
torreón de algún
tipo cuyas ruinas se ven allí todavía. Pero la familia de Marie tuvo
relaciones muy
interesantes. Al comentar el influyente Rito de Menfis, que luego
fusionó con el de
Misraïm, hemos dicho que fue fundado en 1838 por Jacques-Étienne
Marconis de
Nègre. Era de la misma familia que la Marie enterrada en
Rennes-le-Château.16
Otro
Hautpoul, Jean-Marie-Alexandre, intervino en la adopción por el
Rito
Escocés
Rectificado del grado de Chevalier Bienfaisant de la Cité Sainte, es
decir templario,
en 1778.17 La misma familia estuvo representada entre las
personalidades más
salientes de la logia masónica La Sagesse de donde salió la Orden de
la Rosa-Cruz,
del Templo y del Grial.18 Y
Armand d’Hautpoul, sobrino y heredero de
Marie,
indudablemente estuvo relacionado con algunos individuos a su vez
vinculados al
Priorato, como Charles Nodier, su Gran Maestre de 1801 a 1844.19
Además el
mismo Armand d’Hautpoul fue preceptor del conde de Chambord, aquel
cuya
viuda se mostró tan generosa con Saunière.20
El Rito de Menfis creado por Marconis de Nègre estuvo estrechamente
vinculado con los Philadelphians del marqués de Chefdebien, masón
del Rito
Escocés Rectificado, que los instituyó en Narbona en 1780.21 Era
otra de las
sociedades masónicas templaristas influidas por las ideas del barón
Von Hund, por
cuanto Chefdebien estuvo presente en la famosa convención de 1782 en
Wilhelmsbad que intentaba zanjar de una vez por todas la cuestión
del origen
templario de los masones. Allí defendió las teorías de Von Hund. Lo
mismo que
los del Rito de Menfis, los filadelfos pretendían alcanzar el
conocimiento oculto y
varios de los grados de una y otra obediencia no tenían otra
dedicación.
Pero los
filadelfos tuvieron además el designio de dilucidar la complicada
Historia de la
Francmasonería con su proliferación de jerarquías rivales, grados y
rituales, por si
sacaban de ahí cuáles habían sido su intención y sus secretos
originarios. De esta
manera reunieron un gran acervo de información sobre la masonería y
sociedades
similares, sea que se les comunicase de buena fe, sea que lo
averiguasen mediante
tácticas de infiltración. Dicho esto resultará más significativo que
Alfred, el
hermano de Saunière y también sacerdote, fuese preceptor de la
familia Chefdebien... pero luego lo despidieron por robar parte de los
archivos de ésta.22
Es seguro que Alfred Saunière desempeño un rol principal en los
extraños acontecimientos relacionados con su hermano mayor y más
famoso. Valdría la pena un estudio más detenido, pero sería difícil
porque no se sabe mucho de su vida, excepto que fue amante de la
marquesa de Bourg de Bozas, una de las visitantes habituales de
Villa Bethania. Murió alcoholizado y excomulgado en 1905.
Después de la muerte de Alfred su hermano, en una carta al obispo,
aludió a
un estado de ánimo existente entre los conciudadanos en el sentido
de que le
tocaría a él «reparar los errores de mi hermano el abbé tan
prematuramente
desaparecido».23
Una vez nos hubimos enterado de las relaciones de Saunière con la
francmasonería de rito escocés, quedó despejada buena parte del
panorama general. Lejos de ser una obsesión personal, la devoción
especial de Saunière por la Magdalena se revelaba efectivamente como
parte de la Gran Herejía Europea. La clave de sus afiliaciones
estaba en las personas con quienes solía tratar.
En realidad podríamos ir más lejos y relacionar a Saunière con
Pierre Plantard de Saint-Clair a través de una sola persona: Georges
Monti.24 Conocido también bajo los seudónimos de
conde Israël Monti
y Marcus Vella, es uno de los personajes más desprovistos de
escrúpulos y más poderosos de las sociedades secretas del siglo XX,
aunque no el mejor conocido, ni mucho menos. De acuerdo con la
postura inveterada de tales magi, prefirió ejercer su influencia
desde la sombra en vez de buscar la publicidad como su colega
Aleister Crowley.
En su vida escaló las jerarquías de muchas
sociedades ocultas, mágicas y masónicas, con frecuencia para
infiltrarlas por cuenta de otras. Fue también agente doble de los
servicios secretos francés y alemán. Como ocurrió con el doctor John
Dee y quizá también con Leonardo, el mundo del espionaje y el de lo
oculto con frecuencia van de la mano. Su biografía es tan complicada
que hoy resulta casi imposible saber para quién trabajaba en
realidad. Muy probablemente, para sí mismo y para su afán de intriga
y de poder personal.
Cualesquiera que fuesen los verdaderos móviles de Monti, tuvo una
extraordinaria suerte en su vida secreta. Con frecuencia ostentó
altas dignidades en sociedades entre las cuales había mutua
hostilidad, a veces sin conocimiento de ninguna otra, y en ocasiones
creyendo los correligionarios que había infiltrado otros grupos para
ayudarles a ellos. Por ejemplo, y pese a que algunos de estos grupos
eran, como el propio Monti, bastante antisemitas, alcanzó un cargo
importante en la B’nai B’rith, una sociedad judía cuasimasónica
existente en Estados Unidos... e incluso se convirtió al judaísmo
para conseguirlo.
Natural de Toulouse, nacido en 1880 y abandonado por sus padres
italianos, Monti se crió con los jesuitas. Desde muy joven le atrajo
el tenebroso mundo de las sociedades secretas ocultistas. Viajó
mucho por Europa y estuvo asimismo en Egipto y Argel. Se dice que
formó parte, entre otras muchas sociedades, de aquellos tribunales
secretos o Fehmgerichte de Alemania que acabaron especializándose en
el asesinato político; y también que «tenía las llaves» de la
francmasonería italiana.
Entre sus muchos conocidos estuvo Aleister
Crowley, e incluso ha sido descrito como «representante de Crowley
en Francia».25 También fue miembro de la OTO en la época en que el
extravagante y audaz inglés era el Gran Maestre de la orden. Al
final el dudoso régimen de vida se cobró su tributo, como tal vez
era de esperar, y en octubre de 1936 Monti murió envenenado en
París.
Aparece en esta investigación porque su primera misión en el
mundillo ocultista de París fue la de secretario de Joséphin
Péladan, y por tanto frecuentó el círculo de Emma Calvé. Ya hemos
mencionado que Saunière tuvo demostradas relaciones con Péladan y su
grupo, y conoció a Emma Calvé, así que indudablemente también debió
de tratar con Monti. Además éste era oriundo del Languedoc y pasaba
temporadas en Toulouse y otros lugares del Midi.
En 1934 Monti fundó la
Ordre Alpha-Galates, de la cual
Pierre Plantard de Saint-Clair llegó a ser Gran Maestre en 1942, a la
tierna pero tal vez significativa edad de veintidós años. Y aunque
Plantard sólo tenía dieciséis cuando murió Monti, llegó a conocerle.
Anne Léa Hisler, ex esposa de Plantard de Saint-Clair, escribió
inequívocamente en un artículo de 1960 que «conoció bien al conde
Georges Monti».26 Es posible que Monti fuese su maestro y mentor en
cuestiones de ocultismo.
Así pues, parece claro que hubo un eslabón entre Saunière y Plantard
de Saint-Clair en la persona de Georges Monti, lo cual representa
quizá la continuidad de una determinada tradición clandestina.
¿De qué nos sirve el caso Saunière? No es tarea menuda sacar algo en
limpio de tantas maniobras de diversión, mitos y conjeturas sobre
conjeturas, pero se diría que el clérigo buscaba algo, y que no
estaba solo. Los indicios apuntan a la existencia de un pagador
secreto, muy posiblemente relacionado con las influyentes sociedades
ocultas de París y del Languedoc. No sólo es la explicación más
lógica; es también la que dio el mismo Saunière. Cuando el sucesor
de Billard en el obispado de Carcasona le pidió explicaciones por su
extravagante estilo de vida, el testarudo sacerdote contestó:
No estoy obligado [...] a revelar los nombres de mis donantes [...].
Si los publicara sin su
autorización correría el riesgo de llevar la discordia a ciertas
familias u hogares [...] cuyos
miembros dieron sin el conocimiento de sus consortes, sus hijos o
sus herederos.27
Más tarde, sin embargo, prometió revelar los nombres al obispo...
siempre que se hiciese bajo secreto de confesión. Los términos de
una carta de apoyo enviada a Saunière por una persona amiga íntima
en 1910 dan que pensar:
Vos habéis recibido el dinero. A nadie cumple penetrar el secreto
del que sois depositario
[...]. Si alguien os confió el dinero, naturalmente bajo reserva,
estáis obligado a guardarla, y
nadie puede dispensaros de tal secreto [...].28
Alfred, el hermano de Saunière, también estuvo en el secreto, a lo
que parece. En respuesta a una indagación de la autoridad sobre sus
dispendios, Saunière contestó:
Al ser predicador mi hermano, tenía muchas relaciones y actuó como
intermediario cerca de
esas almas generosas.29
Tal vez fue Rennes-le-Château el comienzo de la misteriosa búsqueda
de Saunière, es posible que realizada por cuenta de otros que
preferían permanecer en la sombra, pero podría ocurrir muy bien que
lo buscado se hallara en otra parte.
Las pistas sobre los auténticos intereses y móviles de Saunière que
últimamente van descubriendo muchos investigadores en diversos
rincones de su
domaine le dejan a uno perplejo. En 1995 nos acompañó durante una de
nuestras
excursiones a la región Lucien Morgan, presentador de televisión y
autoridad en
temas de Tantra, quien nos manifestó su asombro al descubrir que la
Torre Magdala y la muralla se habían construido con arreglo a principios
ancestrales de
determinado tipo de rito sexual.
Quedó convencido de que Saunière y
su círculo
secreto practicaban rituales sexuales ocultos con la intención de
fomentar la
clarividencia, ponerse en contacto con los dioses —o lo que viene a
ser lo mismo,
realizar la Gran Obra de los antiguos alquimistas— y asegurarse
poder e
influencias en el plano material. No es el único que ha reconocido
indicios de
magia sexual: los autores británicos Lionel y Patricia Fanthorpe
citan a la experta
en ocultismo Bremna Agostini la cual dice que Saunière celebraba un
rito mágico
sexual llamado «la convocación de Venus», en el que participaban
Marie
Dénarnaud y Enmma Calvé.30
Por lo que concierne a esta investigación, lo que realmente importa
de las construcciones de Saunière en Rennes-le-Château es la
destacada importancia atribuida a la Magdalena. Antes de que él
naciera la iglesia estaba consagrada a dicha santa, eso es cierto,
pero tampoco responde a una coincidencia, porque había sido la
capilla de los señores feudales de la localidad, y la de Marie de Nègre. Dada su íntima asociación con el
Rito Escocés Rectificado, no
elegirían la dedicatoria al azar. Saunière también dio su nombre a
la torre donde instaló su biblioteca, y a la casa el del lugar donde
según una interpretación del relato neotestamentarlo vivió ella con
su hermano Lázaro y su hermana Marta. Y destaca en la ornamentación
de la iglesia el bajorrelieve del frontis que representa a la
Magdalena, al que aplicó él mismo los toques finales de pintura.
Descubrimos que además había encargado una figura en bronce de la
Magdalena, que puso fuera de la iglesia, a la entrada de la gruta.
Tenía poco menos de un metro de alto y pesaría unos ochenta y cinco
kilos. Era réplica exacta de la Magdalena del bajorrelieve, salvo la
inversión de los lados derecho e izquierdo.
Esa estatua desapareció hace tiempo, pero André Galaup, un
periodista jubilado
de Limoux, conserva fotografías de ella.31
La leyenda terribilis est locus iste destaca en el atrio. Fue
Keith
Prince quien nos indicó que es una cita del Génesis 29, 17
correspondiente al pasaje en que Jacob sueña una escala por donde
suben y bajan los ángeles.
Al despertar le pone al lugar el nombre
de Bethel, que significa la Casa de Dios. Pero en el Antiguo
Testamento, Bethel rivaliza con Jerusalén como centro de poder, con
lo que adquiere el carácter de alternativa o rival de la capital
religiosa «oficial». En Francia la implicación es todavía más obvia;
en un diccionario francés se define a «Bethel» como «templo de una
secta disidente».32 ¿Tal vez era eso lo que intentaba comunicar Saunière?
Mencionemos que según los Dossiers secrets, en sus últimos años
Saunière planeaba
establecer «una nueva religión» y montar una cruzada por la comarca.
Las últimas
obras proyectadas para su domaine, la gran torre y el baptisterio
exterior,
formaban parte de esa ambición.33
Decidimos fijarnos en lo que hubiese descubierto Saunière cuando
llegó a Rennes-le-Château, y cuáles pudieron ser las inspiraciones
de su búsqueda. Tras descartar la pista falsa de los pergaminos
quedamos sorprendidos por la contradicción evidente en su conducta.
A muchos se les ha ocurrido pensar que intentó dejar pistas en la
ornamentación de su iglesia, sin fijarse en otro hecho publicado:
que se dedicó a destruir meticulosamente algunas de las cosas que
había hallado, más concretamente las inscripciones de la sepultura
de Marie de Nègre. Además desplazó la losa y la lápida como si
hubiese querido ocultar incluso la localización exacta de aquélla.
Losa y lápida, como hemos mencionado, colocadas por el abbé Bigou
unos cien años antes de la aparición de Saunière. Pero ya entonces
pasaba algo insólito:
Bigou hizo erigir las piedras en 1791, diez años después del
fallecimiento de la mujer supuestamente enterrada allí, al mismo
tiempo que mandó poner del revés dentro de la iglesia la «losa del
Caballero» (cuyo levantamiento parece ser un paso importante de las
pesquisas de Saunière). Hay otro detalle que indica asimismo que
Saunière estaba siguiendo, en cierto sentido, los pasos de Bigou:
antes de ser párroco de Rennes, Bigou lo fue de otra aldea de
montaña, Le Clat, a unos veinte kilómetros de distancia. Saunière
también fue párroco de Le Clat antes de pasar a encargarse de la
parroquia de Rennes-le-Château.
¿Era posible que estuviese buscando
algo relacionado con Bigou y, por consiguiente, con las familias
D’Hautpoul o De Nègre?
Es posible que Bigou hubiese apresurado sus obras en vista de los
acontecimientos ocurridos en Francia entre la muerte de Marie y
1791, que fue el
comienzo del período llamado del Terror en la Historia de Francia.
Los
revolucionarios eran hostiles a la Iglesia católica y muchas
reliquias, imágenes y
ornamentaciones quedaron destruidas durante dicho período. Vale la
pena observar que poco después de las obras efectuadas en
Rennes-le-Château, Bigou, que era de ideas antirrepublicanas, cruzó
la frontera para refugiarse en España, donde murió en 1793.
Sigamos con los detalles insólitos del enterramiento de Marie de
Nègre. Los señores de Rennes, es decir la familia D’Hautpoul,
tenían su fosa, se dice, dentro de la misma iglesia. ¿Por qué se
prescindió de la costumbre en el caso de Marie? Sabemos que la
cripta existió porque está mencionada en un registro parroquial que
abarca los años de 1694 a 1726 y está expuesto en el museo. Según
éste, se accedía a la cripta desde el interior de la capilla. Pero
esa entrada ha desaparecido, aunque parece seguro que Saunière supo
dónde estaba; quizá los documentos encontrados le indicaron dónde
debía buscar.
Según declaraciones sobre el caso Saunière tomadas a los hermanos
Antoine y Marcel Captier y basados en los recuerdos familiares,34 el
cura había descubierto la entrada de la cripta debajo de la Losa del
Caballero, e incluso había bajado. Pero luego la tapió cuando
reformó el suelo de la iglesia, lo cual da a entender que no deseaba
que se supiera su localización. Ésa debió de ser también la
preocupación de Antoine Bigou en 1791, cuando hizo poner la Losa del
Caballero del revés y disimulando la entrada. ¿Por qué ambos
sacerdotes, a cien años el uno del otro, tuvieron el mismo interés
en que nadie más pudiese acceder a la fosa de los señores de
Rennes-le-Château?
Hay una respuesta sencilla. Si Saunière hubiese bajado a la cripta y
hubiese encontrado la sepultura de Marie de Nègre donde teóricamente
debía estar, habría descubierto inmediatamente algo muy extraño: que
esa mujer tenía dos sepulturas. Pero la segunda, la del cementerio,
fue erigida por Bigou diez años después del fallecimiento de ella.
Siendo evidente que Marie no estaba enterrada en el cementerio,
¿quién o qué había en esta otra tumba?
Una hipótesis razonable es que Bigou, quizás amenazado personalmente
durante los disturbios que acarreó la Revolución de 1789, decidió
huir a España, pero antes ocultó algo en el cementerio de
Rennes-le-Château. Pero ¿qué debió ser? ¿Otro difunto?, ¿un objeto?,
¿documentos de algún tipo? Sin duda, algo que difícilmente pudo
llevarse Bigou a España, o que realmente pertenecía a
Rennes-le-Château. Quizá no lo sepamos nunca, pero al parecer
Saunière sí lo sabía, puesto que abrió la tumba para buscarlo. Y
luego tuvo buen cuidado de hacer desaparecer el mensaje de las dos
piedras, o por lo menos el de la losa, cuya inscripción consiguió
borrar. ¿Tal vez daba alguna pista acerca de lo que contenía la
sepultura en realidad?
En la tumba de Marie de Nègre, la inscripción de la lápida contenía
tantos
errores que no cabe atribuirlos a mera torpeza o desidia del
escultor.35 Hay
palabras mal escritas, letras que faltan y espacios omitidos o
añadidos donde no
corresponden. De veinticinco palabras que tiene la leyenda, no menos
de once
están equivocadas. Algunos de estos errores parecen bastante
banales, pero hay
uno en concreto que resulta incluso ofensivo para los deudos.
Se
trata del
convencional «REQUIESCAT IN PACE», «descanse en paz», pero lo que se
lee en
apariencia es REQUIES CATIN PACE. Ahora bien, en francés catin es
argótico por
«prostituta». Para colmo, hay otro error en el apellido de la
familia del marido, y en
vez de D’Hautpoul leemos DHAUPOUL. Lo cual no cambia mucho el
sentido pero
consigue llamar la atención sobre la palabra. Resulta que poule
(polla, gallina) en
jerga también tiene el significado de prostituta, y podríamos
entender hautpoul
como alta, o gran prostituta...
36
De manera similar los nombres de estas piedras sepulcrales evocan
temas importantes de nuestra investigación. Incluso es tentador
imaginar que Marie de Nègre sólo figura por la literalidad del
nombre, y como clave que remite a algo bastante asombroso.
Blanchefort responde ciertamente a la toponimia local y puede
significar algo así como «Torreblanca», pero también «Blanco
fuerte», y entonces sería un nombre alquímico. A su vez, «Marie de
Nègre» evoca las Vírgenes negras y su asociación con María
Magdalena, sentido corroborado por hautpoul si es que alude a la
«alta prostitución» o sabiduría de la prostituta.
De nuevo
encontramos rastros que evocan la sexualidad sagrada, y quizás en
relación con los rumores que hablan de un «tesoro», aspectos
sexuales de la Gran Obra alquímica. Más significativo todavía,
quizás, es otro error de la lápida: en vez de D’ABLES dice D’ARLES y
si esto, como sospechamos, es una alusión a la ciudad de Arles en la
Provenza, tal vez viene a recordar que ésta fue un antiguo centro
del culto a Isis. En cualquier caso, Arles está muy cerca de
Saintes-Maries-de-la-Mer.
En cuanto al contenido de la otra piedra, la losa de Marie de Nègre,
es incluso más discutible porque se hallan varias discrepancias en
las versiones de la inscripción publicadas.37 Según la mayoría de
éstas constaba de dos leyendas principales: una frase en latín, pero
curiosamente transcrito al alfabeto griego y que dice Et in Arcadia
ego, y las cuatro palabras latinas Reddis Regis Cellis Arcis en dos
columnas.
Lo que éstas significan no queda nada claro, y ha dado
lugar a muchas interpretaciones diferentes, pero al parecer se
refieren a una cripta o tumba real quizá relacionada con Rhedae y/o
la población de Arques. (La palabra Arcis puede tener muchos
significados: desde una declinación de la palabra latina que
significa «arco», hasta «dentro de» o «encerrado», o podría ser
simplemente una alusión a Arques, bien por su antiguo nombre de
Archis o por transliteración fonética del nombre actual.)
La leyenda Et in Arcadia ego se encuentra asimismo en la sepultura
representada en el cuadro de Nicolas Poussin (1593-1665) Los
Pastores de Arcadia, a su vez notablemente parecida a una que estuvo
siempre bajo una forma u otra, a lo que parece, junto al camino de Rennes-le-Château y Couiza a Arques.
Nicolas Poussin - Los
Pastores de Arcadia
(Pero la versión más reciente
fue dinamitada en 1988 porque el propietario de las tierras estaba
harto de que los cientos de visitantes curiosos le pisotearan los
sembrados; aunque para desgracia suya, la drástica medida no le
valió de nada porque los turistas continúan invadiendo su propiedad
para fotografiar el lugar donde estuvo la tumba.)
Se ha dicho que durante su estancia en París, Saunière adquirió
copias de
varios cuadros y que uno de éstos fue el de Poussin, Los Pastores de
Arcadia.38 Esta
pintura, datada alrededor de 1640, representa un grupo de tres
pastores que están
examinando una tumba, contemplados a su vez por una mujer que se
supone
generalmente ser una pastora. La tumba lleva la inscripción latina
Et in Arcadia ego,
cuya extraña incorrección gramatical ha dado lugar a diversas
interpretaciones,
pero se entiende por lo general que significa un memento mori, una
meditación
sobre la mortalidad: incluso en las tierras paradisíacas de Arcadia
está presente la
muerte.
El lema se halla estrechamente relacionado con la peripecia
del Priorato de Sión, y figura en el escudo de Pierre Plantard de Saint-Clair. Como
hemos
mencionado, también figuraba como inscripción de la losa en la
sepultura de Marie
de Nègre. Este lema del cuadro no lo inventó Poussin; el ejemplo más
antiguo que
se conoce en pintura es el de un cuadro de Giovanni Francesco
Guercino, anterior
en unos veinte años a aquél. Sin embargo, se cree que el cardenal
Rospigliosi, que
le encargó el cuadro a Poussin, también sugirió el mismo asunto al
Guercino. Y la
ocurrencia más antigua de la frase Et in Arcadia ego es un grabado
alemán del siglo XVI titulado El Rey de la Nueva Sión destronado después de inaugurar
la Edad de Oro...39
Y ya que hablamos de Poussin, sería interesante comentar una carta
enviada por el abbe Louis Fouquet desde Roma a su hermano Nicolas,
superintendente de Hacienda del rey Luis XIV, en abril de 1656:
[Poussin] y yo hernos planeado ciertas cosas que pronto os comentaré
en detalle, [y] que os
proporcionarán, por medio de M. Poussin, ventajas tales que hasta
los reyes tendrían gran
dificultad en obtenerlas de él, y después de él tal vez habrán de
pasar siglos y quizá no
vuelvan a presentarse; y lo que es más, todo esto puede conseguirse
con gasto no grande y
mucho beneficio, y son cosas tan difíciles de hallar que nada en
este mundo podría ofrecer
mejor fortuna, ni quizá siquiera comparable.40
Se observará que fue Charles Fouquet, hermano de Louis y de Nicolas,
quien
más adelante y siendo obispo de Narbona se hizo con el dominio
exclusivo sobre
Notre-Dame de Marceille durante un período de catorce años.41
El motivo por el cual esa pintura de Poussin interesa tanto a los
estudiosos de los sucesos de Rennes es que el paisaje de fondo
presenta gran parecido con el de los alrededores de la tumba de
Arques, y se divisa a lo lejos la propia población de
Rennes-le-Château. Ahora bien, el paisaje aunque parecido no es
idéntico, lo cual ha sido tomado por algunos como prueba de que la
semejanza era accidental. En nuestra opinión el paisaje tal como lo
pintó Poussin se parece lo suficiente al original como para admitir
la posibilidad de que quiso representar los alrededores de Rennes.
Pero aquí la trama se enreda otra vez: se sabe que la tumba de
Arques databa
de comienzos del siglo XX. La erigió en 1903 un fabricante local,
Jean Galibert, quien luego la vendió a un norteamericano llamado
Lawrence. No obstante, según los rumores dicha tumba simplemente
reemplazó a otra que estaba allí antes y que
a su vez suplantó a otra anterior. John Stephenson, un amigo nuestro
que reside en
la comarca desde hace muchos años, dice que según los oriundos
«siempre ha existido una tumba en ese lugar». Por consiguiente, es
posible que Poussin se hubiese limitado a pintar lo que veía.
También nos dijo John Stephenson que la relación con el cuadro de
Poussin era bien conocida en aquellas localidades desde siempre;
esto contradice la noción de algunos escépticos según la cual todo
es un montaje de los años cincuenta o sesenta. Es un lugar al que
siempre se atribuyó alguna importancia.
Otros dicen que es también en el siglo XX cuando Plantard de
Saint-Clair y el Priorato de Sión adoptan el lema de Arcadia, lo
mismo que la supuesta relación con el cuadro de Poussin y la tumba
de Marie de Nègre. Pero la frase viene relacionándose con esa región
desde mucho antes de la época de Saunière: en 1832, un tal Auguste
de Labouïse-Rochefort escribió un libro titulado Voyage a
Rennesles-Bains en el que incluyó alusiones a un tesoro oculto
relacionado con Rennes-le-Château y Blanchefort. En otro libro del
mismo Labouïse-Rochefort, Les Amants, à Eléonore, el lema en
cuestión figura en la página titular.
En la comarca dicen «la tumba de Arques», lo cual, si bien es más
exacto que llamarla «tumba de Poussin» todavía incurre en una
imprecisión, porque la población de Arques está a tres kilómetros
más al Este siguiendo la carretera. La tumba en sí se encuentra
mucho más cerca de la población de Serres, aunque naturalmente el
nombre de Arques guarda demasiada senlejanza con Arcadie como para
dejar de explotar el parecido.
Según Deloux y Brétigny en su obra Rennes-le-Château: capitale
secrète de l’histoire de France, la losa de la sepultura de Marie de
Nègre que hizo poner el abate Bigou provenía de una versión anterior
de la tumba de Arques.42 Lo cual, de ser cierto, suscita una
posibilidad llena de enigmáticas sugerencias: ¿Y si Poussin hubiese
pintado no un asunto de fantasía sino lo que efectivamente estaba
viendo, una tumba con la inscripción Et in Arcadia ego?
John Stephenson nos repitió una asombrosa leyenda del folclore local
relativo a la tumba de Arques: que era el lugar del último descanso
de María Magdalena, o bien servía a modo de indicador o puntero que
remitía de algún modo a dicho lugar. En efecto, la inscripción de la
losa de Marie de Nègre mostraba una especie de flecha. Lo malo es
que al haber sido cambiada la piedra de lugar, no hay manera de
saber hacia dónde apuntaba.
Resumiendo lo que dan a entender los indicios: Saunière creyó en la
posibilidad de descubrir los restos de María Magdalena, sea que
estuvieran en las inmediaciones de Rennes-le-Château, sea que esta
población contuviese alguna clave sobre su localización. ¿Qué
ocultaba la segunda tumba de Marie de Nègre?
¿Es de creer que la leyenda en clave que parece referirse a una
«alta prostituta»
alude a la Magdalena? (Siempre y cuando interpretemos la expresión
como «alta»
o «suma sacerdotisa», con lo cual el concepto de la sexualidad
sagrada derivaría de prácticas ocultas antiguas, que no modernas.)
Ciertamente Saunière dio muestras de andar buscando algo especial,
muy
poderoso y precioso relacionado con su venerada María Magdalena...
¿y qué otra
reliquia podría ser más preciosa que sus mismos huesos? Desde luego
esto pudo ser mera obsesión personal por su parte, e imaginación
suya que tales reliquias pudiesen hallarse por allí. Pero por otra
parte, también sabemos que Saunière trabajaba para una organización
más amplia en la sombra, probablemente la misma que le suministraba
recursos financieros. ¿Acaso los miembros de ésta se engañaban
también? Es posible que no. Todo sugiere que el cura actuaba con
arreglo a una información de iniciados acerca de un objeto realmente
existente.
Mientras progresábamos en nuestras indagaciones estábamos cada vez
más persuadidos de esta hipótesis de la Magdalena, pero no tardamos
en descubrir que éramos los únicos, al menos entre los estudiosos de
habla inglesa. Fue un consuelo descubrir que algunos investigadores
franceses trabajaban en la misma línea. Para ellos, como para
nosotros, no era inconcebible que Saunière y sus misteriosos
patrocinadores anduviesen buscando a la misma María Magdalena.
Durante una de nuestras excursiones a la región en la primavera de
1995, Nicole Dawe tuvo la amabilidad de organizar una cena para
presentarnos a Antoine y Claire Captier, contando además con la
presencia de Charles Bywaters. Antoine, nieto del sacristán que
encontró el cilindro de madera conteniendo los manuscritos que
entregó a Saunière, ha vivido toda la vida con el misterio a
cuestas, lo mismo que Claire, la hija de Noël Corbu.
Antoine habló con franqueza: no le interesaba remover más el
misterio. «No voy a decirles nada que yo no sepa», fue lo que dijo
para iniciar la tertulia.43 Tras manifestar que difícilmente le
preguntaríamos nada que no se le hubiese preguntado otras veces, se
sorprendió cuando le interrogamos acerca de la posible relación de Saunière con el culto a la Magdalena. Es que hasta época bien
reciente nadie había hecho caso de esta línea de investigación,
aunque nuestro interés ha encontrado un extraño paralelismo con el
de ciertos estudiosos franceses.
Antoine nos dijo que Saunière había buscado datos sobre la leyenda
de la Magdalena, en efecto, para lo cual visitó Aix-en-Provence y
alrededores, por ejemplo. Esto empezaba a saberse por vía de un
periódico llamado Cep d’Or de Pyla, editado por André Douzet,
residente en Narbona y el mismo que encontró la maquette a que nos
hemos referido en el capítulo anterior. Pouzet y su círculo son
entusiastas y competentes estudiosos de la Historia esotérica de
Francia. Luego nos anunció Antoine que el próximo número del
periódico en cuestión «les interesará a ustedes [...] porque se va a
publicar una cosa más profunda en relación con la Magdalena».
De nuevo gracias a Nicole, algo después conocimos a André Douzet
quien nos contó que él y otros, en especial Antoine Bruzeau, habían
emprendido investigaciones dirigidas expresamente a dilucidar el
interés de Saunière por la Magdalena... pero al parecer, la clave
del misterio se situaba a cierta distancia de Rennes-le-Château. En
principio André no se había propuesto estudiar el misterio de
Saunière, sino que se tropezó con éste siguiendo un camino bastante
complicado y mientras se ocupaba de ciertos emplazamientos
interesantes de su ciudad natal, Lyon.
La conexión se retrotrae a Gérard de Roussillon, quien fundó en el
siglo IX la abadía de Vézelay en Borgoña y llevó allí, según se
aseveró más tarde, los restos de María Magdalena. Recordemos (véase
el
capítulo 3) que esta pretensión quedó rebatida por
Saint-Maximin-en-Provence cuando los monjes de Vézelay no pudieron
presentar la reliquia. Y recordemos también que este suceso
desencadenó una búsqueda febril por parte de Carlos II de Anjou,
persuadido de que aquélla estaba todavía en algún lugar de la
Provenza.
Gerardo de Roussillon fue conde de Barcelona, Narbona y Provenza.
Era un señorío bastante extenso. Su familia también tenía tierras en
la comarca de Le Pilat, hoy parque nacional al sur de Lyon. Todos
eran devotos apasionados de la Magdalena y la región fue centro de
su culto. (Se dijo que una capilla de Santa Magdalena de Le Pilat
tenía unas reliquias de Lázaro.)
En el siglo XIII el conde reinante Guillermo de Roussillon murió en
la cruzada y su desconsolada viuda Beatriz se retiró a las alturas
de Le Pilat, donde fundó una cartuja, Sainte-Croix-en-Jarez, para
recluirse en ella hasta el fin de sus días. Pero luego este
monasterio entró en una extraña asociación con María Magdalena.
Aduce Bruzeau que la familia tuvo las auténticas reliquias de María
Magdalena y que éstas fueron llevadas por Beatriz a Sainte-Croix. (O
tal vez sólo depositó en la abadía el secreto de su localización.)
También postula que el verdadero lugar del desembarco de la
Magdalena en Francia no fue la Camargue, sino la costa rosellonesa,
en un lugar que todavía se llama el Mas de la Madeleine.
De acuerdo con esa teoría, el resto de la peripecia terrenal de la
Magdalena no se
desarrolló en la Provenza sino en el Languedoc... en los alrededores
de Rennes-le-Château.44
Por algún motivo la familia rosellonesa se creyó en el deber no sólo
de guardar las reliquias, sino de guardarlas en secreto. Lo cual es
extrañísimo cuando en aquella época las reliquias eran tan
lucrativas, y sugiere motivos diferentes de la simple devoción a una
santa del Nuevo Testamento. A lo mejor tuvo algo que ver con la
verdadera función de la Magdalena.
En el siglo XIV se decoró la abadía de Sainte-Croix con un curioso
mural que representa a Jesús crucificado en un árbol vivo. Lo cual
quedó luego recubierto de escayola, pero la pintura original se
redescubrió en 1896, poco antes de que Saunière se dedicase a
iluminar personalmente el bajorrelieve de su altar, donde aparece
representada la Magdalena contemplando una cruz hecha con un árbol
vivo.
Vamos ahora al siglo XVII, cuando uno de los frailes de
Sainte-Croix, el
prestigioso erudito Dom Polycarpe de la Rivière, emprendió una
restauración del
monasterio y tal vez descubrió algo. Era especialmente devoto de la
Magdalena y
escribió un libro sobre ella que desgraciadamente se ha perdido.
También escribió
otro sobre la comarca de Aix-en-Provence, Saint-Maximin y
Sainte-Baume, pero fue
suprimido por el Vaticano. De la Rivière también estuvo relacionado
con Nicolas
Poussin y las averiguaciones de Bruzeau sugieren que ambos eran
miembros de
una sociedad secreta llamada la Société Angélique.45
En las alturas de Le Pilat una vieja pista asciende por el Mont
Pilat hasta una capilla consagrada a María Magdalena. Dicho camino
empieza en la aldea de Malleval, cuya iglesia tiene unas estatuas de
san Antonio de Padua y santa Germana idénticas a las de
Rennes-le-Château. En el recorrido hay una capilla dedicada a san
Antonio el Ermitaño, otro de los santos que se veneran en la iglesia
de Saunière: su festividad corresponde al 17 de enero. Y en la
capilla de la Magdalena hay un cuadro de la santa en su gruta,
asombrosamente parecido al de Rennes-le-Château. Bruzeau ha señalado
que el frontis del altar de Saunière tiene un arco y una columna; el
primero es pyla en céltico, la segunda pila en latín. Tendríamos
ahí, pues, sendos punteros fonéticos que remiten a la comarca de Le
Pilat. Y las montañas que se recortan en el horizonte también
recuerdan el perfil de Mont Pilat y alrededores.
Desde el primer momento nos llamó la atención que Saunière, en su
bajorrelieve, le hubiese quitado a María Magdalena el atributo más
característico de su iconografía, la vasija del santo bálsamo o
sainte baume... ¿No sería su manera de decir que a fin de cuentas
las reliquias auténticas no estaban en Saint-Maximinla-Sainte-Baume
de Provenza?
Desde luego, a tenor de los alquileres de coches de caballos por los
alrededores de Lyon correspondientes a 1898 y 1899, cuyas facturas
se han conservado,46 Saunière sí exploró la región de Le Pilat en
busca de indicios de su amada María Magdalena.
La pregunta que se impone en este asunto es por qué se tomaría nadie
tantas molestias para encontrar lo que, en esencia, no sería más que
un relicario con unos huesos. Pues si bien los católicos siempre han
sido muy devotos de los restos de santos, hay que recordar que
muchos de los que, según parece, andaban buscando los de la
Magdalena eran ocultistas o católicos rebeldes. Tampoco diríamos que
fuesen individuos especialmente sentimentales, y además la época del
gran negocio con las reliquias ya pasó, de modo que, ¿por qué
dedicaron tanto tiempo y esfuerzo a la búsqueda?
Quizá no era un simple esqueleto lo que buscaban. Tal vez creyeron
que el relicario o la sepultura contenían algún secreto sobre los
restos mismos o sobre algo relativo a ellos. En unas declaraciones
que se nos antojan no poco irónicas Henry Lincoln sugirió a la
prensa francesa que ese «algo» tal vez era el certificado de
matrimonio de Jesús y la Magdalena.47 Hablando más en serio, el
secreto en cuestión tendría que ser algo de esa categoría, algo tan
evidente e inequívoco que originaría un escándalo tremendo si se
publicase.
Dados los intereses de los grupos concretos de que hemos venido
tratando, sería sin duda algo herético, cuya naturaleza debe de ser
profundamente inquietante para la Iglesia como institución. ¿En qué
podría existir tal amenaza?
¿Es verosímil que un algo que debe tener posiblemente cerca de 2.000
años de
antigüedad todavía presente alguna trascendencia para la sociedad
contemporánea?
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