09 Agosto 2015
del Sitio Web
GazzettaDelApocalipsis
La Bestia habla... Tiene un
idioma propio...
Esa bestia, a la que llamamos Sistema, tiene una presencia
cada vez menos abstracta: ya empieza a ser un ente con unas
características bien definidas y reconocibles.
Y una de ellas es un lenguaje propio, con unas lógicas propias y con
una intencionalidad final concreta.
Un lenguaje que ha sido inoculado en nuestras mentes y que nos ha
programado a todos sin que nos demos ni cuenta, para que seamos
partícipes directos de la eliminación de nuestra propia identidad
individual y de nuestra conversión en meras piezas de la maquinaria.
Como hemos dicho con anterioridad en otros artículos, el Sistema
actúa como si fuera una especie de maquinaria psíquica, que está
instalada en nuestras psiques, programando todas nuestras acciones
de forma semi-inconsciente.
Es muy difícil identificarlo correctamente, pues no tiene nombre, ni
cara, ni cuerpo, ni podemos hacernos una imagen clara de él; se
refleja en todas nuestras expresiones culturales, en lo que creemos
que son nuestros anhelos y sueños, en nuestras leyes, en nuestras
creencias e ideologías.
Solo podemos detectar su presencia poderosa y omnisciente en los
resultados, constatando que efectivamente está ahí, oculto en cada
gesto y en cada uno de nuestros actos, dirigiendo la orquesta humana
desde las sombras del inconsciente colectivo…
Pero desde hace un tiempo, relativamente corto, ha dado un salto
adelante. Ha salido de las sombras y ha empezado a hablar con una
voz propia cada vez más reconocible...
El suyo es un lenguaje explícito, frío y eficiente… pero también es
extremadamente sincero:
nos dice, sin ambages, que no
nos considera seres humanos individuales, sino simples números,
susceptibles de ser sumados, restados o borrados en cualquier
momento.
Lo podemos percibir en la profusión de
lenguaje estadístico que inunda nuestras existencias y que nos ha
convertido a todos en cifras abstractas parametrizables.
Un ejemplo claro de como ese lenguaje está calando en nuestras
mentes y en nuestra visión del mundo y de la realidad, lo podemos
encontrar
en los medios de comunicación y más
concretamente al escuchar cualquier noticiario televisivo.
LA LENGUA DE
LA BESTIA EN LA TV
Fijémonos, por ejemplo, en lo que encontramos en un
noticiario televisivo de forma
habitual.
Las noticias vienen acompañadas de una amplia profusión de fríos
datos estadísticos, cuyo efecto principal es la uniformización, la
despersonalización y la eliminación de cualquier expresión de
individualidad.
Cuando combinamos esa deshumanización estadística con un bombardeo
de imágenes morbosas, en forma de grandes desastres, espectaculares
accidentes, explosiones, cadáveres, dolor y muerte, eso acaba
teniendo un efecto devastador sobre nuestra forma de ver el mundo, a
las demás personas y a nosotros mismos.
Nos hemos acostumbrado a ver morir a seres humanos y a convertirlos
automáticamente en datos estadísticos en nuestro cerebro, en forma
de muertos o heridos y clasificándolos según etiquetas, como si
fuera la cosa más natural del mundo.
Podríamos decir que la máquina nos está "mecanizando" a nosotros
también, programando nuestras mentes con su lógica fría y
calculadora, para que seamos como ella.
Pongamos un ejemplo:
supongamos que por la televisión, en
un noticiario, nos muestran uno de esos vídeos de accidentes
desgraciados grabados con una cámara de vigilancia.
Nos muestran a una persona que pasea tranquilamente por la calle
con su perrito y de repente, vemos como el animal cruza la calle
de improviso, su dueño corre tras él y lo atropella un coche.
Ver una imagen como esta, puede
provocarnos un impacto emocional. No importa si esa persona es
china, rusa, blanca o negra.
Nos identificaremos con ella porqué
está haciendo algo que podríamos hacer nosotros y le sucede algo
que también podría sucedernos a nosotros mismos o a algún ser
querido.
Eso provoca que sintamos empatía
hacia esa persona y que su desgracia nos provoque un cierto
grado de dolor.
¿Pero qué sucede si yo acompaño esas
imágenes con una nutrida dosis de fríos datos estadísticos?
Supongamos que nos muestran esas mismas imágenes, pero una voz en
off nos va diciendo que,
"cada año mueren 1500 personas
atropelladas por distracciones en las ciudades del país, de las
cuales, un 25% fallecen",
...y posteriormente nos muestran vídeos
muy cortos o en multipantalla de muchos otros atropellos en
diferentes países, con los datos estadísticos comparativos de
víctimas en aquellos lugares, con números de muertos, heridos y
tantos por ciento de hombres y mujeres atropellados.
Esa profusión de datos, acompañada de las imágenes impactantes,
tiene un efecto demoledor en nuestra forma de ver y sentir la
realidad.
De repente, ya no vemos a esa persona desconocida concreta con la
que podíamos identificarnos y que podía provocarnos
empatía; esa empatía se ve
sustancialmente reducida, porque esa persona pasa a ser el reflejo
visual de un dato estadístico.
Bien, pues este efecto de programación en nuestra mente, se repite
de forma incesante y constante, hora tras hora, día tras día, sin
que seamos conscientes de ello, como un veneno que va calando en
nuestra psique gota a gota.
Esa es la función principal de los medios de comunicación de masas:
son la herramienta de uniformización masiva más poderosa de todos
los tiempos.
Son la antena desde la que el sistema emite constantemente los
paquetes de datos que deben ser instalados en nuestros cerebros para
las consiguientes "actualizaciones diarias del software del
Sistema".
Si los analizamos con atención descubriremos que esta
programación mental propia de una
máquina, está estructurada con una serie de lógicas internas
completamente perversas, de las que nadie se da ni cuenta.
LA MAGNITUD DE
LA TRAGEDIA
El lenguaje de programación mental que nos transmiten los
noticiarios, no se limita a reducir a las personas a simples cifras
estadísticas:
también las clasifica de forma
lógica según un sistema de valores implícito, y a la vez, crea
un sistema paralelo de simulación cuantitativa de empatía hacia
los demás, algo parecido a una nueva sub-rutina de programación
mental basada en emociones pre-fabricadas y parametrizables,
cuyo objetivo es sustituir los posibles rastros de empatía real,
espontánea y sincera que aún alberguemos y que nos caracteriza
como individuos humanos.
Vamos a intentar aclarar lo que acabamos
de exponer.
Cada día las noticias nos muestran a personas muriendo o sufriendo.
Pero a todos se nos hace más que obvio que
los medios cuantifican
sibilinamente la cantidad de empatía que debemos sentir hacia esas
personas dependiendo de sus características:
los medios no las tratan a todas por
igual.
Hay diferentes escalafones, determinados
por la raza o la proximidad étnica o nacional.
Incluso hay diferentes escalas dependiendo de las clases sociales y
las profesiones.
Por ejemplo, en un noticiario cualquiera, de forma inadvertida y
sutil, se nos transmite la idea de que un policía o un agente de la
autoridad siempre tiene 'más' valor que cualquier otro civil.
Cuando las víctimas son policías, siempre se cuentan aparte del
resto, como si fueran de una clase superior.
¿Cuántas veces hemos escuchado
narraciones del tipo,
"en el tiroteo, se produjeron 5
víctimas mortales, 2 de las cuales eran policías?"
Es una distinción continuada que los
periodistas ya parecen hacer de forma inconsciente.
Pero en muchos casos, este tipo de distinciones no tienen nada de
inconsciente, sino que estamos ante una manipulación emocional
premeditada de carácter político.
Recordemos cuando en España sufríamos los atentados de ETA y moría
un policía, un guardia civil o un militar:
siempre nos decían cuántos hijos
tenía la víctima, con la intención poco disimulada, de manipular
nuestras emociones y generar una respuesta empática en favor de
la víctima (y por lo tanto del gobierno) y de rechazo visceral
hacia los terroristas.
Como vemos, el lenguaje de programación
mental del Sistema que nos transmiten los noticiarios, contiene
implícitamente una escala de valoración de las personas dependiendo
de su "clasificación" dentro de la sociedad.
Si en una noticia nos dicen que mueren 4 obreros en un accidente
laboral (en el caso excepcional de que nos hablen de un muerto en
accidente laboral que no lleve uniforme y pistola), ¿alguna vez nos
notifican cuántos hijos huérfanos dejan esos trabajadores?
Nunca, o casi nunca...
Y la razón implícita de ello es que, siguiendo la lógica interna del
Lenguaje del Sistema, un obrero tiene un valor muy inferior a un
policía y por lo tanto no es necesario condicionar una respuesta
empática artificial ante su desaparición, básicamente porque el
sistema tampoco obtendría ningún beneficio al hacerlo, como sí
sucede al tratar de generar empatía con alguien que representa a la
autoridad y al poder.
Esa es la cruda realidad.
Pero la perversión implícita en este lenguaje del Sistema, va mucho
más allá aún.
Este es un razonamiento que a algunas personas les puede incomodar,
pero la realidad es que todas las catástrofes o tragedias que nos
cuentan en los noticiarios, siguen unas fórmulas implícitas que
todos tenemos asumidas de forma inconsciente.
Cualquier tragedia es cuantificable tanto en Magnitud como en
Intensidad y dispone de su propia unidad de medida, como la
tiene la distancia, el volumen, la fuerza o la corriente eléctrica.
No seamos hipócritas:
la MAGNITUD de una tragedia se mide
en Muertos. Y los heridos, son algo parecido a los decimales.
¿Cuántas veces hemos escuchado en las
noticias algo como "el accidente provocó 21 muertos y 37 heridos"?
Eso significa que la magnitud de la tragedia, fue de 21.37. Un
suceso con 1 muerto y 3 heridos, tiene una magnitud de 1.3 y uno con
tan solo 26 heridos, una magnitud de 0.26
¿Parece un cálculo frío e inhumano de lo que es una tragedia? Lo es.
Es inhumano...
Pero este es el lenguaje de la Bestia, el lenguaje del
Sistema, que inadvertidamente los medios de comunicación inoculan en
nuestra psique.
Y todos lo tenemos plenamente asumido de forma inconsciente:
programa nuestra mente como si
fuéramos poco más que autómatas.
Pero no solo se cuantifica inconscientemente la Magnitud de las
tragedias.
También se cuantifica la Intensidad de la tragedia, es decir, la
carga emocional o empatía condicionada que debe provocar en el
espectador. Y para cuantificar la intensidad de la tragedia, existe
otra unidad de medida: el Niñomuerto.
-
¿Cuántas veces hemos escuchado
en las noticias algo como "el accidente provocó 200 muertos,
75 de los cuales eran niños"?
-
¿Qué nos transmite una noticia
redactada de esta manera?
Pues que la tragedia tuvo una Magnitud
de 200 y una Intensidad de 75.
La función final de la cuantificación de la Intensidad de la
tragedia, midiéndola en niños muertos, es condicionar la
cantidad de empatía que el suceso debe despertar en nosotros. Es un
mecanismo que busca programar y cuantificar nuestra respuesta
emocional, convirtiéndola en algo fácilmente parametrizable, como si
fuéramos máquinas.
Puede parecer una exposición muy dura y descarnada, pero esa es la
auténtica realidad y la podemos constatar cada día cuando encendemos
la televisión, escuchamos la radio o leemos las noticias en un
diario o en Internet.
Y puesto que todos hemos aceptado funcionar según estos parámetros
de programación, ¡Dejémonos ya de tanta hipocresía y digamos las
cosas por su nombre, de forma explícita y sin tantos rodeos!
Hagámoslo de una vez:
añadamos ya estas unidades de
cálculo de tragedia a las ya múltiples unidades de medida del
Sistema Internacional. Pongamos al Muerto y al Niñomuerto al
lado del Metro, el Kilogramo, el Amperio, el Newton o el Joule.
Que no mareen más la perdiz nuestros
amigos los periodistas:
que lo digan con toda
naturalidad…"Última hora: se ha producido una tragedia de 200.42
Muertos de magnitud y una intensidad de 55 Niñosmuertos".
Porque de hecho ya lo hacen y solo la
repugnante hipocresía de nuestra sociedad y del mundo periodístico
en particular, les impide exponerlo explícitamente.
Y ya puestos a arrancar máscaras y a aceptar sin tapujos que hemos
sido programados con el frío e insensible lenguaje de la Bestia,
acabemos de deducir qué otras fórmulas se ocultan en su interior.
Hemos hablado de las unidades de magnitud e intensidad que sirven
para cuantificar las tragedias y la respuesta emocional condicionada
que deben provocar en el espectador.
Pero dichos cálculos se ven alterados por un conjunto de parámetros
adicionales que no podemos ignorar. Y es que como ya indicábamos
antes, no todos los muertos cuentan igual.
Para calcular el valor de un muerto, también se aplica algo
parecido a una fórmula matemática implícita, que incluye una serie
de factores correctores.
La cantidad de valor que tiene un muerto depende de,
-
su profesión (un político cuenta
más que un policía y un policía más que un barrendero o un
camionero, por ejemplo)
-
su posición social (un
empresario rico vale más que un obrero)
-
su nivel de celebridad (un
jugador de fútbol famoso vale más que un maestro de
escuela), etc.
Y a ello, debemos añadir los importantes
factores correctores referentes a la raza, la cultura o la
procedencia.
En Occidente, por ejemplo,
-
un blanco vale por 1, un
oriental vale por 0,3 y un africano negro o un indio, valen
por 0,1
-
un hindú, un musulmán o un
budista vale menos que un cristiano
-
un alemán vale más que un rumano
-
un norteamericano vale mucho más
que un bengalí, etc...
Además, si la víctima habla tu idioma vale más que si lo hace en
otro idioma; y podríamos decir que el valor dado a la víctima de una
tragedia, también es inversamente proporcional a la distancia entre
su lugar de origen y el tuyo.
A ello debemos añadir un factor adicional de corrección referente a
la forma en que se han producido las víctimas.
Por ejemplo, a un muerto en accidente de
avión se le otorga un valor de tragedia superior a un muerto por
hambruna, a causa del impacto visual y psicológico del suceso… y así
con un largo etcétera de condicionantes diversos.
Todos estos elementos configuran algo parecido a una fórmula
matemática que aplicamos de forma inconsciente a cada
víctima cuando en las noticias nos hablan de cualquier tragedia o
suceso.
Es este conjunto de rutinas lógicas, instaladas inadvertidamente en
nuestra mente, las que provocan que sintamos un mayor impacto
emocional por 4 muertos por un accidente de avioneta en nuestro
país, que por 5.000 muertos en Etiopía a causa del hambre o de la
guerra.
Si habláramos solo de "magnitud nominal" de la tragedia, la tragedia
de Etiopía tendría una magnitud de 5000 respecto a la de 4 de
nuestro país… pero los factores correctores reducen enormemente el
valor de la unidad de magnitud de tragedia (el Muerto) en el caso de
los etíopes, de manera que cada muerto etíope queda reducido a
apenas unas milésimas de "muerto occidental" próximo a nuestra casa.
Sí, es muy cruel hablar en estos términos… pero así es el lenguaje
de la Bestia, instalado en nuestra mente y actualizado y
reforzado, cada día, por los medios de comunicación.
Y lo aplicamos constantemente, como si fuera la cosa más natural y
lógica del mundo.
Otra cosa es que nos neguemos a aceptar que nuestro cerebro está
programado con estos parámetros… allá cada uno con su nivel de
tolerancia a la hipocresía.
LA NUEVA
RELIGIÓN
Esta es la cruda realidad y este es el lenguaje con el que la
maquinaria del Sistema está programando nuestra mente a nivel
profundo.
Susurra incesantemente sus cifras
estadísticas en nuestros oídos, como un mantra que nos aturde las
emociones, hasta el punto de que ya no vemos a las demás personas
como iguales a los que amar o respetar, sino como datos sumables
o restables, como puntitos lejanos que oteamos desde una gran
altura y por los que no podemos sentir nada.
Este lenguaje, con su lógica fría y su simulación numérica y
simplista de lo que es
la emoción o la empatía, tiene la
capacidad de convertir lo mágico, lo misterioso, lo inaprensible, en
una mera desviación estadística.
Por lo visto, es el lenguaje del nuevo mundo hacia el que nos
encaminamos.
Un lenguaje científico y tecnocrático, en el que los individuos de
valor incalculable, con sus sueños y talentos únicos, son
sacrificados impíamente en los altares de la 'eficiencia' del
Sistema, para aumentar en un 0,1% algún indicador estadístico de
la gran maquinaria.
Nos han infectado la mente con este nuevo lenguaje, con el objetivo
de que nos adaptemos sumisamente al nuevo mundo que se está gestando
y para que concibamos sus lógicas internas como algo natural e
inevitable, como lo es el paso del tiempo , la ley de la gravedad o
la constante de la velocidad de la luz.
Y de hecho, es algo que ya está sucediendo; la infección ya ha
llegado a lo más hondo de nuestra psique.
Con la crisis, hemos visto como a gran cantidad de personas, con sus
sueños, sus anhelos y décadas de esfuerzos denodados a sus espaldas,
se las ha "desechado" como piezas inservibles, para favorecer un
descenso de 100 puntos en la Prima de Riesgo, o para aumentar en un
0,3% el crecimiento económico interanual.
¡Y la mayoría de gente se lo ha tragado como si fuera la
cosa más 'natural' del mundo!
Por lo visto, la inmensa mayoría de la población está dispuesta a
sacrificarse en pos de alguna cifra macroeconómica abstracta, sin
tan solo preguntarse qué representa esa cifra, si es algo real o no,
ni a quien favorece realmente la mejora de ese indicador de
significado tan difuso.
Con expresión resignada nos encaminamos nosotros mismos hacia el
altar de la oblación, siguiendo el sendero de la "responsabilidad
ciudadana", para ser sacrificados por la gloria del Dios-Sistema.
Las voces de los grandes sacerdotes resuenan en los altavoces
mediáticos, prometiéndonos que,
"nuestra sangre fertilizará los
campos y aumentará el rendimiento de las cosechas en un 10%",
...y conformados, nos tumbamos sobre el
altar para que nos desollen… y ya ni tan solo, en el colmo de
nuestra derrota como seres humanos, exigimos que se realice un
ritual decente para nuestra inmolación, adornado con bellos cánticos
de ofrenda o danzas ceremoniales.
¡Que va! Nos han programado hasta tal
punto, que permitimos que cualquier funcionario gris y mediocre nos
abra en canal y nos despelleje con desprecio, como si fuéramos reses
en un matadero.
Y aquellos que se atreven a rebelarse y levantan sus gritos
llamando a la rebelión, a la desobediencia, o
incluso a quemar el templo, no tardan en ser acallados
por sus propios compañeros, que los acusan de violentos, de
insolidarios o de vagos improductivos que no están dispuestos a
sacrificarse por el bien común, el progreso de la humanidad, o la
recuperación patria.
Son los nuevos herejes, ahora denostados bajo el apelativo de
"terroristas anti-sistema" y no tardan en ser golpeados o incluso
linchados por esas masas dispuestas a eviscerarse por la "gran
causa" del Dios-Sistema.
Imaginemos por un momento, ¿qué habría pasado durante esta crisis
(2015), o ahora, durante la impostada fase de recuperación, si el
lenguaje de la Bestia no estuviera instalado en nuestra mente
con toda su parafernalia estadística?
La reacción de la población habría sido muy diferente.
Si la gente no se hubiera creído, absolutamente convencida, que su
sufrimiento y sus apuros servían para que la prima de riesgo bajara
70 puntos o las expectativas de crecimiento pasaran del 0,9% al
1,4%, nadie habría tragado con la situación.
Los ciudadanos solo se habrían fijado en
los aprietos de su día a día, solo habrían visto a sus hijos
viviendo peor que antes y eso los podría haber llenado de una rabia
incontenible de impredecibles consecuencias.
Sí, es cierto, la rabia ha existido, se ha reflejado en las calles
de alguna manera, pero ha sido apaciguada en gran manera (entre
otros factores) por la susurrante voz de la Bestia...
Con su lenguaje falaz y su profusión de
datos, ha conseguido hipnotizar a las masas y desviar toda esa rabia
real y tangible, diluyéndola en un mar de datos abstractos e
incomprensibles.
Ha sido al otorgarle cifras estadísticas al sufrimiento individual,
disfrazándolo de esfuerzo colectivo, cuando la gente ha aceptado
sumisamente su estado de precariedad.
Cada gota de sufrimiento ha sido sustituida por un "dato estadístico
esperanzador" que indicaba unos "prometedores resultados" y una
"incipiente recuperación" y la gente ha seguido recibiendo los
latigazos con la cabeza gacha, pensando,
"bueno, ahora toca remar fuerte,
pero pronto llegaremos a puerto", como esclavos en una galera
romana a los cuales se les comunica, tras una jornada
extenuante, que "han rendido un 0,25% mejor que el día anterior
y que su navío es un 1,2% más rápido que el resto de galeras de
la flota".
Mucha gente dirá que ha sido el gobierno el que ha manipulado a la
población, ofreciendo todos esos datos macroeconómicos
esperanzadores; pero esa solo es una visión superficial de la
situación.
La realidad profunda, es que si nuestra
mente no hubiera sido programada con el lenguaje de la Bestia
y si no lo hubiéramos interiorizado tanto, hasta el punto de alterar
nuestra percepción de la realidad, los gobiernos no dispondrían de
ningún resorte para conducirnos como un rebaño.
La clave de todo, radica en la aceptación de los programas mentales.
Somos esclavos en una galera, que pensamos:
"Hoy me han pegado 3 latigazos, pero
la media para esta galera es de 4 latigazos diarios, ¡soy
afortunado!"
"Hoy han muerto 8 remeros por extenuación, pero en el resto de
galeras mueren 10…tenemos un índice de mortalidad del 80%
respecto a la media de la flota romana, ¡qué satisfactorio!"
"Hoy ha fallecido mi compañero de remo; es el cuarto de este
mes, lo que indica un descenso interanual en el número de
compañeros fallecidos en acto de servicio… ¡Las condiciones
mejoran!"
¿Dónde está la dignidad y el amor incondicional por la propia vida y
por la de los demás?
Si pensamos así, si sustituimos cada latigazo y cada abuso, cada
muestra de nuestra hiriente esclavitud e indignante sometimiento,
por un dato estadístico vacío de sentido,
-
¿Quién es el principal culpable
de nuestra situación?
-
¿El que abusa de nosotros y lo
decora con datos vacíos para sacar beneficio de nuestro
lavado de cerebro, o nosotros, que nos creemos este lenguaje
y lo tenemos interiorizado como si fuera algo real?
-
¿Qué sucedería si ignoráramos
toda esta acumulación de datos vacuos y nos centráramos en
el dolor del latigazo y en la injusticia de estar
encadenados en un navío, remando hasta la muerte, para
beneficio de un sistema que desprecia nuestra existencia?
A base de calcular las condiciones
estadísticas de nuestra esclavitud, hemos acabado olvidando lo
realmente esencial:
que somos esclavos, que
estamos encadenados a un remo y que nos pegan latigazos para que
sigamos remando.
Solo centramos nuestra atención en contabilizar los latigazos, en
lugar de focalizar toda nuestra energía en luchar por dejar de ser
unos esclavos de una vez por todas.
¡Debería darnos vergüenza...!
La dignidad no se puede cuantificar; no es algo negociable o
relativizable. Se tiene o no se tiene. Uno se respeta a sí mismo o
no se respeta. Punto. Y lo mismo sucede con las demás personas.
Como ya hemos dicho otras veces, nuestro valor real es incalculable.
Pero es algo que hemos olvidado por completo.
LOS NUEVOS
SACERDOTES
Debemos reconocer que el Sistema es una maquinaria tremendamente
eficiente a la hora de manipularnos y reducirnos a la nada.
Ha conseguido programar nuestras mentes, primero para que
sacrificáramos nuestras vidas por conceptos abstractos, pero con un
reflejo tangible y real, como eran las patrias, las religiones y las
ideologías.
Y con el paso del tiempo, ha dado un paso más y está consiguiendo
que sacrifiquemos nuestra existencia y nuestra dignidad por simples
datos estadísticos, mucho más abstractos y difusos, hasta el punto
de que prácticamente existen solo dentro de nuestra mente.
Podemos decir, alto y claro, que,
-
Los datos y las macro-cifras
estadísticas, son la nueva representación de la divinidad.
-
La imagen icónica del nuevo Dios
al que debemos entregar nuestras vidas y las de nuestros
hijos si es necesario.
-
Ahora, la santísima trinidad son
la Eficiencia, el Rendimiento y la Sostenibilidad.
-
A través de ellos se alcanza el
paraíso.
-
Todos hemos aceptado este nuevo
modelo de divinidad; todos nos hemos subyugado servilmente a
esta entidad abstracta.
-
Y con ella, aceptamos la
autoridad implacable de sus máximos representantes: los
tecnócratas, los flamantes sacerdotes de la nueva religión
mundial.
Ellos son los portavoces máximos de los designios de nuestro nuevo
dios:
la Máquina-Sistema, que exige
continuos sacrificios de sangre para ser cada vez más eficiente.
Los viejos
dogmas de fe de la religión han
muerto para siempre:
ahora la nueva religión es la
ciencia y tiene un lenguaje litúrgico propio.
Las túnicas han caído y las sotanas se apolillan en los armarios
por el desuso… pero que nadie crea que los viejos sacerdotes han
desaparecido.
Ahora llevan batas blancas cuando pertenecen a la Sagrada Orden
de los Científicos, o visten trajes y corbatas cuando forman
parte de la Santa Orden de los Economistas; y han
cambiado sus cruces y báculos por tubos de ensayo, escáneres
cerebrales y completas auditorías de las cuentas.
Sus antiguos sermones se han convertido en sesudos estudios
científicos igualmente dogmáticos, pues son portadores de una
supuesta verdad absoluta indiscutible, respaldada
por presuntos datos incontrovertibles.
Es la religión del Nuevo Mundo...
Un Nuevo Orden donde,
-
el destino de los individuos
seguirá estando escrito de antemano, como antaño
-
ahora vendrá determinado por
tantos por ciento y cifras solo escrutables por los magnos
sacerdotes
-
nuestro destino vendrá
determinado por nuestra inclinación genética, cuantificable
mediante probabilidades y por condicionantes socio
económicos parametrizables mediante análisis estadísticos
Los nuevos sacerdotes,
-
determinarán si en base a estos
datos debemos ir en una dirección o en otra
-
determinarán si seremos más
eficientes para el sistema ocupando una u otra posición
social
-
si seremos prescindibles o si
debemos ser reciclados
-
si iremos al cielo de la
eficiencia o al infierno de la improductividad
La nueva doctrina, vomitada por los
nuevos sacerdotes nos dice:
"No sois nada. Solo sois paquetes de
datos clasificables. Y estáis al servicio del Dios-Sistema. Lo
amaréis por encima de todas la cosas y temeréis su ira cuando
oséis ignorar sus designios"
¿Acaso no son los mismos conceptos que
han encadenado nuestras mentes durante milenios, pero mucho más
evolucionados y perfeccionados?
¡Es fascinante la capacidad que tiene el Sistema para cambiar de
piel y adaptarse a las nuevas circunstancias que su propia evolución
va generando...!
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