por Gaston Pardo
18 Abril 2009
del Sitio Web
VoltaireNet
Gaston Pardo
Periodista mexicano. Es corresponsal de
la Red Voltaire en México. |
La historia de EE.UU. está marcada por la guerra.
La oligarquía que
controla este país sabe que la fuerza militar ha sido un componente
indispensable para poder dominar e imponer su hegemonía e
imperialismo. En ese sentido crearon un poderoso lobby militar-industrial
que siempre está a la búsqueda de nuevas armas para perpetuar su
supremacía.
Los científicos estadounidenses e incluso
notables
premios Nobel han participado activamente para proveer estos
artefactos a la oligarquía dominante.
«Robot killer big
dog» (el robot asesino Perro Grande)
nuevos proyectos
militares estadounidenses que buscan lograr una infanteria compuesta
de robots.
Los "Jasones"
el compromiso de los
científicos estadounidenses con el desarrollo de proyectos
tecnológicos de vanguardia del lobby militar-industrial imperial
En 1971 aparecieron en la prensa de EE.UU. los textos llamados
Los
Papeles del Pentágono, los cuales eran revelados por Daniel Ellsberg, un antiguo analista de la
Rand Corporation [el lobby
militar del Pentágono], por esa época también fue publicado el libro
La historia secreta de la ciencia en la Guerra Fría de la autora
Ann
Finkbeiner.
Mientras que el primero ponía al descubierto las maquinaciones del
gobierno de EE.UU. en la época de la guerra del Vietnam. El segundo la
existencia de un equipo secreto de científicos que colaboraron –con
varias administraciones gubernamentales de turno en Washington.
Este grupo era conocido bajo la apelación del grupo «Jasón» o «los
Jasones».
El origen de este nombre viene de la mitología griega, es la
historia de Jasón y los Argonautas y la búsqueda del vellocino de
oro, objeto que les daría victoria y gloria. Pero respecto a
nuestros científicos identificados con el proyecto del Pentágono
nada los liga con los trovadores de la leyenda griega ni con el
verdadero Jasón, el descubridor de esta piel de carnero de oro
pendiendo de la rama de un árbol en Dodona, en el sitio denominado
Hiperbórea en el Polo Norte.
«Jasones» era pues la existencia de un equipo secreto de científicos
colaboradores de ciertos poderes y como lo comenta el profesor
catalán en matemáticas, Salvador López Arnal, gracias a este libro
nos enteramos de que hace ya 37 años, en 1971, «los Jasones»
representaba un neto compromiso político de un grupo de científicos
que incluía las primeras plumas del ámbito de las ciencias físicas y
biológicas, incluso algunos de ellos Premios Nóbel de su disciplina.
«Los Jasones» son entonces científicos de punta del mundo académico
norteamericano que, al mismo tiempo, asesoran nada más ni nada menos
que al Departamento de Defensa. Si después de esto, alguien teoriza
en torno a la separación radical entre ciencia y política en la
sociedad contemporánea, les recomendaríamos sosiego y estudio.
Pero no hay duda que vale la pena reparar en su contenido y los
propósitos de su autora, Ann Finkbeiner, escritora, redactora
científica y directora del programa de postgrado en redacción
científica de la Universidad Johns Hopkins (EE.UU.). Ann Finkbeiner
cuando escribe demuestra su admiración a muchos de los componentes
del grupo «JASÓN».
En su artículo ella cita nombres [de los
científicos]:
«...Freeman Dyson sigue peinando su cabello (de color gris, aunque
aún mantiene un cierto tono moreno) a lo duque de Windsor...»
(p. 271)
Pero es cuanto menos sesgada la información que usa, basada en una
parte no desdeñable en las declaraciones de los propios «jasones»,
algunos de los cuales, curiosamente, han objetado que su nombre
aparezca públicamente.
Este libro tiene una introducción y nueve capítulos que llevan los
siguientes nombres:
Ann Finkbeiner, Los jasones. La historia secreta de los científicos
de la guerra fría.
Paidos, Barcelona, 2007, 295 páginas (traducción
de Albino Santos Mosquera).
Nota: una versión de esta reseña
apareció en la revista El Viejo topo, abril de 2008.
Vale la pena nombrar algunos de los grandes científicos que han
colaborado en «Jason»:
-
Eugene Wigner
-
Charles Townes
-
Hans Bethe
-
Luis Álvarez
-
Murray Gell-Mann
-
Steven Weinberg
-
Val Fitch
-
Leon
Lederman
-
Henry Kendall
Obtuvieron el premio Nóbel en 1963, 1964,
1967, 1969, 1970, 1980, 1988 y 1990 respectivamente.
Cuatro miembros
más, que la autora no cita por su nombre, miembros durante un
período breve de «Jasón», también alcanzaron el premio. La relación
señala un punto esencial del grupo: su independencia...
Steven Weinberg, por ejemplo, abandonó «Jasón» a principios de la
década de 1970 tras los estudios que se realizaron sobre Vietnam en
estado de guerra. No sabía si lo que hacía servía para algo positivo
ha declarado, sin especificar por otra parte qué entendía por
positivo y, además, tenía ganas de escribir libros tan excelentes
como “Los tres primeros minutos del universo”.
Empero, a finales de
la década de los ochenta, Weinberg volvió a Jason como asesor senior.
Eduard Frieman, uno de los jasones que había trabajado con armas
nucleares, declaró en una entrevista de 2002 que en su opinión todo
había ido bien en el grupo hasta el asunto de Vietnam,
"que provocó
un tremendo desbarajuste interno en Jason".
¿Jasón y Vietnam? ¿Qué
es eso? Un breve relato de lo ocurrido sería el siguiente (No es el
guión de alguna película de terror en ciernes).
En 1964, en La Jolla, William Nierenberg, un físico que había
colaborado en el proyecto Manhattan y que se había unido a Jason en
1962, dirigió
un estudio sobre Vietnam probablemente centrado en los
métodos de la guerra de guerrillas de los combatientes vietnamitas.
Aquel verano fue un verano de nuevas ideas y de charlas informativas,
algunas de las cuales estuvieron promovidas por el gran físico Muray
Gell-Mann, el inventor de los quarks.
Algunas de ellas, en opinión
del propio Nierenberg, repugnantes y estúpidas.
Elaboraron dos
informes:
La posición política de la autora queda reflejada en los compases
finales de su estudio. […] En materia de política científica,
confiaría ciegamente en ellos.
"Me fiaría de los jasones porque me
darían su criterio científico honesto aunque éste implicase
políticas que entrasen en contradicción directa con el fervor pro -
tratados climáticos, anti-defensa antimisiles o pro-prohibiciones de
pruebas nucleares de muchos de ellos".
Pero también en las comunidades científicas hay voces críticas que
se niegan a arrodillarse y a seguir sendas cientificistas de
disparate político y social.
Charles Schwartz fue nombrado profesor
titular de Berkeley y a partir de 1970 empezó a exigir a sus alumnos
la firma de una promesa hipocrática por el que se comprometían a no
utilizar la física que él les enseñara para hacer daño a alguien.
Tuvo que desistir. El departamento de una Universidad puntera, no
una institución gubernamental ni una corporación armamentística, le
amenazó con retirarle la plaza.
Schwartz dejó de enseñar física. Creía que no hacía más que
suministrar carne fresca y cultivada a los contratistas de defensa.
Empezó a impartir asignaturas sobre la relación entre la ciencia, el
gobierno y la sociedad. Dejó de recibir incentivos y aumentos de
sueldo porque casi no se dedicaba a la investigación científica. Se
convirtió en un activista.
En 1987, declaro a la Radio Pública Nacional que aunque los jasones
presumen de decirles a los generales cuándo no funcionan sus armas,
en realidad sólo sirven para hacer que el Pentágono sea más
eficiente (ver "Science Against the People: The
Story of Jasón" - La ciencia contra el pueblo: la historia de Jasón-
en la red).
Non serviam: ésta es la norma ética esencial de Charles Schwartz, el
principio que acompañaba y acompaña a su compromiso ético y
científico: la búsqueda de verdades que no estuvieran al servicio de
los destructores y dominadores privilegiados de la Tierra. No todos
los jasones compartían ni comparten su punto de vista.
El caso de agro-jasones analizado por Armas contra la guerra Alfredo Embid, el respetable médico español encargado de la edición de Armas
contra la guerra, a quien el mundo tanto debe, y para quien no
parece haber secreto alguno que pueda ser ocultado en los sótanos de
la inteligencia anglosajona, publicó en diciembre de 2008 uno de sus
siempre esperados boletines.
El que se titula El hongo asesino del
trigo beneficia a las multinacionales de los OMG es particularmente
interesante desde el punto de vista del ejercicio de la ciencia
puesta al servicio de la manipulación genética y del hambre como
mecanismo de control social de la periferia del planeta.
Veamos ese
vivo ejemplo.
El hongo Ug99
La alarma sobre la propagación del hongo Ug99 es utilizada por
Monsanto y otras empresas de la
agroindustria transgénetica como
argumento para conseguir que se cancele la actual prohibición de los
Organismos Modificados Genéticamente y conseguir la propagación de
ciertos OMG patentados, supuestamente resistentes al hongo Ug99.
Ese hongo es conocido desde 1999 con esa denominación, y ha sido
singularizado por la ciencia genética por su particularidad de que
mata el trigo, y porque en su contra aparentemente no existe el
pesticida eficaz.
El Ug99 ya se ha extendido a Pakistán desde África
de acuerdo a los informes en la revista británica New Scientist.
Las primeras cepas de Ug99 se encontraron en 1999 en Uganda, de
donde siguió su propagación en Kenia en 2001, a Etiopía en 2003 y al
Yemen en 2007. Ahora se ha encontrado curiosamente en Irán y puede
alcanzar, a través de Pakistán, a la India y China.
No deja de ser
curioso que el hongo se haya localizado precisamente en Irán, que es
el primer país en la agenda de intervenciones militares
estadounidenses y que según los expertos se dirija a China que es
uno de los países enemigos a largo plazo, como lo reconoce el
Proyecto para una nueva centuria americana,
Project for the New
American Century (PNAC), del Hudson Institute de Washington, y el
American Enterprise Institute for Public Policy Research (1).
Como siempre es necesario hacerse la pregunta clave: ¿quién gana con
la propagación del hongo?
Engdahl William y Norman Borlaug
El periodista independiente, economista e historiador William Engdahl señala que una de las consecuencias de la propagación del
Ug99 es ya evidente. Un incremento de la campaña de las
multinacionales como Monsanto Corporation y otros grandes
productores de semillas de plantas genéticamente manipuladas para
promover mayor introducción de variedades de trigo OMG supuestamente
será resistente a los hongos Ug99.
Se ha informado de que biólogos de Monsanto y en los diversos laboratorios OMG de todo el mundo, el
centro de México, CIMMYT y el ICARDA en Kenya, están trabajando para
patentar esas cepas.
A la cabeza de ellos está Norman Borlaug, de la Fundación Rockefeller, el agrónomo a cargo de la
Revolución Verde. También
trabaja el USDA del Servicio de Investigación Agrícola (ARS), la
misma agencia que creó con Monsanto la criminal tecnología de
semillas
Terminator. Recuérdese que en la década de los cincuentas,
la Fundación Rockefeller introdujo la denominada Revolución Verde
que, entre otros, tuvo como resultado una reducción de las
variedades de trigo que pudiera resistir este nuevo brote de hongos.
En 1946
Nelson Rockefeller y Henry Wallace, antiguo secretario de
agricultura y fundador de la compañía Pioneer Hi-Bred Seed sentaron
en México las bases de la Revolución Verde con el pretendido
propósito de acabar con el hambre. Lo que en opinión del doctor
Alfredo Embid el objetivo real era desarrollar una industria agro-alimenticia
mundializada dependiente de la industria petroquímica y de las
inversiones financieras.
Sectores bien manejados por los Rockefeller, lo que facilitó la monopolización agrícola en cada vez
menos manos. El resultado era previsible: la revolución agronómica,
que al mismo tiempo que aumentaban las desigualdades entre ricos y
pobres, lejos de acabar con el hambre contribuyó a extenderla. El
aumento del hambre y la desnutrición naturalmente produjeron un
aumento de la mortalidad.
Cita Embid el libro
Las semillas de la destrucción, y
William Engdahl, investigador asociado del Centro de Investigaciones sobre
la Globalización de Canadá, documenta extensamente el papel de Borlaug, que obtuvo el Premio Nobel, y la Fundación Rockefeller en
la promoción de las patentes sobre semillas de los alimentos para
reducir la población mundial.
La noticia de la propagación del hongo beneficia a las
multinacionales de EE.UU. en su estrategia de extender los OGM. La
consecuencia de la propagación efectiva del hongo será producir más
hambre aun, dice el doctor Alfredo Embid, y una reducción de la
población que es el objetivo de los poderosos desde hace décadas.
Los estragos y la desmoralización causados por este pillaje y los
que están aún en periodo de experimentación han llegado acompañados
por la incitación al fraude resultante de la inusitada expansión del
crédito caro y especulativo.
Esto tiene que producir los efectos
perversos que las empresas transnacionales y el crimen organizado,
provistos cartas de naturalidad para sobrevivir a la crisis,
necesitan para permanecer en el escenario.
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