por Yuval Noah Harari del Sitio Web ElPais
Fotograma de la película '1984'
del director Michael Anderson (1956).
Algunas de las mentes más brillantes del planeta llevan años investigando cómo piratear el cerebro humano para que pinchemos en determinados anuncios o enlaces.
Y ese método ya se usa para vendernos políticos e ideologías...
Pero los nuevos descubrimientos científicos y desarrollos tecnológicos representan un reto mucho más profundo para el ideal básico liberal:
El liberalismo ha logrado sobrevivir, desde hace siglos, a numerosos demagogos y autócratas que han intentado estrangular la libertad desde fuera.
Pero ha tenido escasa
experiencia, hasta ahora, con tecnologías capaces de corroer la
libertad humana desde dentro.
El típico votante de Trump habría sido considerado un liberal radical hace un siglo.
Haga usted mismo la prueba.
Si responde sí a las tres
preguntas, enhorabuena, es usted liberal.
Eso es lo que hace que los sentimientos y las decisiones humanas constituyan la máxima autoridad moral y política en el mundo.
Por desgracia, el libre albedrío no es una realidad científica.
Los teólogos elaboraron
la idea del libre albedrío para explicar por qué Dios hace
bien cuando castiga a los pecadores por sus malas decisiones y
recompensa a los santos por las decisiones acertadas.
un mensaje a medida para cada una de las debilidades de cada cerebro.
Ahora sí es
posible...
Si no tomamos nuestras decisiones con libertad,
Según los teólogos, es
razonable que lo haga porque nuestras decisiones son el reflejo del
libre albedrío de nuestras almas eternas, que son completamente
independientes de cualquier limitación física y biológica.
Los seres humanos toman decisiones, pero nunca son decisiones independientes.
Cada una de ellas depende de unas condiciones biológicas y sociales que escapan a mi control.
Puedo decidir,
Esta no es una teoría abstracta, sino que es fácil de observar.
Fíjese en la próxima idea que surge en su cerebro.
Por supuesto que no...
Si observa con atención su mente, se dará cuenta de que tiene poco control sobre lo que ocurre en ella y que no decide libremente qué pensar, qué sentir, ni qué querer.
En 1776 y en 1939 no era muy grave creer que nuestras convicciones y decisiones eran producto del libre albedrío, y no de la bioquímica y la neurología.
Si los Gobiernos y las
empresas logran hackear o piratear el sistema operativo humano, las
personas más fáciles de manipular serán aquellas que creen en el
libre albedrío.
La Inquisición y el KGB nunca lograron penetrar en los seres humanos porque carecían de esos conocimientos de biología, de ese arsenal de datos y esa capacidad informática.
Ahora, en cambio, es
posible que tanto las empresas como los
Gobiernos cuenten pronto con todo ello y, cuando logren
piratearnos, no solo podrán predecir nuestras decisiones, sino
también manipular nuestros sentimientos.
Por desgracia, ignorar el problema no va a hacer que desaparezca.
Una fe ingenua en el libre albedrío nos ciega.
Cuando una persona escoge
algo - un producto, una carrera, una pareja, un político - se dice
que está escogiéndolo por su libre albedrío. Y ya no hay más que
hablar. No hay ningún motivo para sentir curiosidad por lo que
ocurre en su interior, por las fuerzas que verdaderamente le han
conducido a tomar esa decisión.
Mientras alguien navega por Internet, le llama la atención un titular:
Pincha (hace click) en él...
Al mismo tiempo, su vecina también está navegando por la Red y ve un titular diferente:
Pincha en él...
En realidad, los dos titulares son noticias falsas, quizá generadas por troles rusos, o por un sitio Web deseoso de captar más tráfico para mejorar sus ingresos por publicidad.
Tanto la primera persona como su vecina creen que han pinchado en esos titulares por su libre albedrío.
La propaganda y la manipulación no son ninguna novedad, desde luego.
Cuando Hitler pronunciaba un discurso en la radio, apuntaba al mínimo común denominador porque no podía construir un mensaje a medida para cada una de las debilidades concretas de cada cerebro.
Ahora sí es posible hacerlo.
Algunas de las mentes más brillantes del mundo llevan años investigando cómo piratear el cerebro humano para hacer que pinchemos en determinados anuncios y así vendernos cosas.
Y este no es más que el principio.
Por ahora, los piratas se limitan a analizar señales externas: los productos que compramos, los lugares que visitamos, las palabras que buscamos en Internet.
Pero, de aquí a unos años, los sensores biométricos podrían proporcionar acceso directo a nuestra realidad interior y saber qué sucede en nuestro corazón.
No el corazón metafórico tan querido de las fantasías liberales, sino el músculo que bombea y regula nuestra presión sanguínea y gran parte de nuestra actividad cerebral.
Entonces, los piratas podrían correlacionar el ritmo cardiaco con los datos de la tarjeta de crédito y la presión sanguínea con el historial de búsquedas.
Por desgracia, da la impresión de que pronto sabremos la respuesta.
El liberalismo ha desarrollado un impresionante arsenal de argumentos e instituciones para defender las libertades individuales contra ataques externos de Gobiernos represores y religiones intolerantes, pero no está preparado para una situación en la que la libertad individual se socava desde dentro y en la que, de hecho, los conceptos "libertad" e "individual" ya no tienen mucho sentido.
Para sobrevivir y prosperar en el siglo XXI, necesitamos dejar atrás la 'ingenua visión' de los seres humanos como individuos libres - una concepción herencia a partes iguales de la teología cristiana y de la Ilustración - y aceptar lo que, en realidad, somos los seres humanos: unos animales pirateables...
Necesitamos conocernos mejor a nosotros mismos.
Códigos defectuosos
Este consejo no es nuevo, por supuesto.
Desde la Antigüedad, los sabios y los santos no han dejado de decir,
Pero en tiempos de Sócrates, Buda y Confucio, uno no tenía competencia en esta búsqueda.
Mientras usted lee estas líneas, los Gobiernos y las empresas están trabajando para piratearle.
Si consiguen conocerle mejor de lo que usted se conoce a sí mismo, podrán venderle todo lo que quieran, ya sea un producto o un político.
Es especialmente importante conocer nuestros puntos débiles porque son las principales herramientas de quienes intentan piratearnos.
Los piratas no pueden crear miedo ni odio de la nada.
Pero, cuando descubren lo que una persona ya teme y odia, tienen fácil apretar las tuercas emocionales correspondientes y provocar una furia aún mayor.
Si no podemos llegar a conocernos a nosotros mismos mediante nuestros propios esfuerzos, tal vez la misma tecnología que utilizan los piratas pueda servir para proteger a la gente. Así como el ordenador tiene un antivirus que le preserva frente al software malicioso, quizá necesitamos un antivirus para el cerebro.
Ese ayudante artificial aprenderá con la experiencia cuál es la debilidad particular de una persona - los vídeos de gatos o las irritantes noticias sobre Trump - y podrá bloquearlos para defendernos.
No obstante, todo esto no es más que un aspecto marginal.
Durante 300 años, los ideales liberales inspiraron un proyecto político que pretendía dar al mayor número posible de gente la capacidad de perseguir sus sueños y de hacer realidad sus deseos.
Estamos cada vez más cerca de alcanzar ese objetivo, pero también de darnos cuenta de que, en realidad, es un engaño...
Las mismas tecnologías que hemos inventado para ayudar a las personas a perseguir sus sueños permiten rediseñarlos.
Es posible que este descubrimiento otorgue a los seres humanos un tipo de libertad completamente nuevo.
Hasta ahora, nos identificábamos firmemente con nuestros deseos y buscábamos la libertad necesaria para cumplirlos. Cuando surgía una idea en nuestra cabeza, nos apresurábamos a obedecerla.
Pasábamos el tiempo corriendo como locos, espoleados, subidos a una furibunda montaña rusa de pensamientos, sentimientos y deseos, que hemos creído, erróneamente, que representaban nuestro libre albedrío.
A veces la gente piensa que, si renunciamos al libre albedrío, nos volveremos completamente apáticos, nos acurrucaremos en un rincón y nos dejaremos morir de hambre.
La verdad es que renunciar a este engaño puede despertar una profunda curiosidad.
Mientras nos identifiquemos firmemente con cualquier pensamiento y deseo que surja en nuestra mente, no necesitamos hacer grandes esfuerzos para conocernos.
Sin embargo, cuando uno se da cuenta de que,
...comprende también que no tiene ni idea de quién ni de qué es.
Y ese puede ser el principio de la aventura de exploración más apasionante que uno pueda emprender.
Filosofía práctica
Poner en duda el libre albedrío y explorar la verdadera naturaleza de la humanidad no es algo nuevo.
Los humanos hemos mantenido este debate miles de veces.
Antiguos problemas filosóficos se convierten ahora en problemas prácticos de ingeniería y política.
Y, si bien los filósofos son gente muy paciente - pueden discutir sobre un tema durante 3.000 años sin llegar a ninguna conclusión - los ingenieros no lo son tanto.
Y los políticos son los menos pacientes de todos.
Estas son las preguntas más interesantes que debe afrontar la humanidad...
Por desgracia, no son preguntas que suela hacerse la mayoría de la gente. En lugar de investigar lo que nos aguarda más allá del espejismo del libre albedrío, la gente está retrocediendo en todo el mundo para refugiarse en ilusiones aún más remotas.
En vez de enfrentarse al reto de la inteligencia artificial y la bioingeniería, la gente recurre a fantasías religiosas y nacionalistas que están todavía más alejadas que el liberalismo de las realidades científicas de nuestro tiempo.
Lo que se nos ofrece, en lugar de nuevos modelos políticos, son restos re-empaquetados del siglo XX o incluso de la Edad Media.
Cuando uno intenta entregarse a estas fantasías nostálgicas, acaba debatiendo sobre la veracidad de la Biblia y el carácter sagrado de la nación (especialmente si, como yo, vive en un país como Israel).
Discutir sobre la Biblia era muy moderno en la época de Voltaire, y debatir los méritos del nacionalismo era filosofía de vanguardia hace un siglo, pero hoy parece una terrible pérdida de tiempo.
La inteligencia artificial y la bioingeniería están a punto de cambiar el curso de la evolución, nada menos, y no tenemos más que unas cuantas décadas para decidir qué hacemos.
No sé de dónde saldrán las respuestas, pero seguramente no será de relatos de hace 2.000 años, cuando se sabía poco de genética y menos de ordenadores.
¿Qué hacer...?
Debemos defender la democracia liberal no solo porque ha demostrado que es una forma de gobierno más benigna que cualquier otra alternativa, sino también porque es lo que menos restringe el debate sobre el futuro de la humanidad.
Pero, al mismo tiempo, debemos poner en tela de juicio las hipótesis tradicionales del liberalismo y desarrollar un nuevo proyecto político más acorde con las realidades científicas y las capacidades tecnológicas del siglo XXI.
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