30 Julio 2019
del Sitio Web
ElManifiesto
Sí, hay cambio climático,
sí hay calentamiento atmosférico,
dicen 83
grandes científicos italianos.
Pero no es causado por el hombre,
sino por la naturaleza...
Los abajo firmantes, ciudadanos y científicos, instamos
encarecidamente a los responsables políticos a que adopten políticas
de protección medioambiental compatibles con los conocimientos
científicos.
En particular, existe una urgente necesidad de combatir
la contaminación donde ocurra, como lo indicas las prueba
científicas.
En este sentido, es de lamentar que los conocimientos
disponibles en el mundo de la investigación se estén utilizando
demasiado tarde para reducir las emisiones antropogénicas de
contaminantes que están generalizadas en los sistemas
medioambientales tanto continentales como marinos.
Sin embargo, uno debe ser consciente de que el dióxido de carbono,
en sí, no es un contaminante. Por el contrario, es indispensable
para la vida en nuestro planeta.
En las últimas décadas, se han formulado hipótesis de que el
calentamiento global de la superficie de la Tierra de
aproximadamente 0,9° C, observado desde 1850, es anormal y se debe
a actividades humanas, en particular a las emisiones de CO2
procedentes del uso de combustibles fósiles.
Esta es la tesis del calentamiento global antropogénico promovida
por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de las
Naciones Unidas (PICC), cuyas consecuencias serían cambios
ambientales tan graves que harían temer que se produzca un daño
enorme en un futuro próximo, a menos que se adopten de inmediato
medidas drásticas y muy costosas.
Muchas naciones de todo el mundo
se han unido a programas para reducir las emisiones de dióxido de
carbono, y una propaganda cada vez más virulenta invita a adoptar
programas cada vez más exigentes cuya implementación, muy costosa
para las economías de estos Estados, sería necesaria, según se
pretende, para controlar el clima y "salvar" el planeta.
Sin embargo, el origen antropogénico del
calentamiento global es una
conjetura no probada, deducida únicamente de ciertos modelos
climáticos, es decir, de programas informáticos complejos, llamados
modelos de circulación general.
Por el contrario, la literatura científica ha destacado la
existencia de una variabilidad climática natural que los modelos no
pueden reproducir, variabilidad natural cada vez mejor verificada.
Esta variabilidad natural representa una parte significativa del
calentamiento global observado desde 1850.
La responsabilidad antropogénica del cambio climático observado en
el último siglo es, por lo tanto, excesivamente exagerada y los
pronósticos catastróficos no son realistas.
El clima es el sistema más complejo de nuestro planeta, por lo que
debemos abordarlo con métodos apropiados que se adapten a su nivel
de complejidad.
Los modelos de simulación del clima
no reproducen la variabilidad natural del clima y, en particular, no reconstituyen
los períodos cálidos de los últimos 10,000 años.
Estos se han
repetido cada mil años:
existe el período cálido medieval, bien
conocido, el período cálido romano y, en general, los grandes
períodos cálidos durante el
Holoceno Óptimo [hace 8.000 años].
Estos períodos del pasado fueron más cálidos que el actual, aunque
la concentración de CO2 fue más baja que la actual; están vinculados
a los ciclos milenarios de la actividad solar.
Estos efectos no son
reproducidos por los modelos.
Recuérdese que el calentamiento observado desde 1900 hasta la
actualidad comenzó, de hecho, en 1700, es decir, en el punto menor
de la
Pequeña Edad de Hielo, que es el período más frío de los
últimos 10,000 años, y corresponde a un mínimo milenario de
actividad solar que los astrofísicos llaman
mínimo solar de Maunder.
Desde entonces, la actividad solar, siguiendo su ciclo milenario,
ha aumentado y calentado la superficie de la Tierra.
Además, los modelos no logran reproducir las oscilaciones climáticas
bien conocidas de periodo de unos 60 años.
Estas fueron responsables
de,
-
un período de calentamiento (1850-1880)
-
seguido de uno de
enfriamiento (1880-1910)
-
y posteriormente de un período de
calentamiento (1910-1940)
-
su un período de enfriamiento (1940-70)
-
y
de un nuevo período de calentamiento (1970-2000) similar al
observado hace 60 años...
Los años siguientes (2000-2019)
no vieron el aumento predicho por
los modelos, de aproximadamente 0.2°C por década, sino una clara
estabilidad climática interrumpida esporádicamente por las rápidas
oscilaciones naturales del Océano Pacífico ecuatorial, denominadas
El Niño Southern Oscillation (ENSO), como la que provocó el
calentamiento temporal en 2015 y 2016.
Los
medios de comunicación también dicen que los eventos extremos,
como los huracanes y los ciclones, han aumentado de manera alarmante.
¡No...! Estos eventos, como muchos sistemas climáticos, están
modulados
por el ciclo de 60 años que se acaba de mencionar.
Veamos, por
ejemplo, los datos oficiales desde 1880 sobre los ciclones
tropicales del Atlántico que afectaron a América del Norte:
muestran
una fuerte oscilación de 60 años, correlacionada con la oscilación
térmica del Océano Atlántico llamada Atlantic Multi-decadal
Oscillation (AMO).
Los picos observados durante diez años son
comparables para los años 1880-90, 1940-50 y 1995-2005. De 2005 a
2015, el número de ciclones disminuyó, siguiendo el ciclo
anteriormente mencionado.
Por lo tanto, durante el período 1880-2015, no hay correlación entre
el número de ciclones, que oscila, y el CO2 que aumenta
monótonamente.
El sistema climático aún no es suficientemente comprendido.
Si bien
es cierto que
el CO2 es un gas de efecto invernadero, la
sensibilidad del clima a su aumento en la atmósfera es, según el
propio IPCC, todavía extremadamente incierta.
Se dice que una
duplicación de la concentración atmosférica de CO2 de
aproximadamente 300 ppm antes de la era industrial a 600 ppm, podría
elevar la temperatura media del planeta entre un mínimo de 1°C y un
máximo de 5°C.
Esta incertidumbre es enorme...
Sin embargo, muchos estudios recientes
basados en datos experimentales estiman que la sensibilidad del
clima al CO2 es significativamente más baja que la estimada por los
modelos del IPCC.
Así pues, es científicamente irrealista atribuirle al hombre la
responsabilidad del calentamiento observado desde 1900 hasta la
actualidad. Las predicciones alarmistas por lo tanto no son creíbles,
ya que se basan en modelos cuyos resultados están en contradicción
con los datos observados.
Hay motivos para creer que estos modelos sobrestiman la contribución
antropogénica y subestiman la variabilidad climática natural,
especialmente la inducida por el sol, la luna y las oscilaciones
oceánicas.
Finalmente,
los medios de comunicación difundieron el mensaje de que
habría un consenso casi unánime entre los científicos sobre la causa
antropogénica del cambio climático actual y que, por lo tanto, el
debate científico estaría cerrado.
Sin embargo, debemos ser
conscientes, en primer lugar, de que el método científico requiere
que sean los hechos, y no el número de creyentes los que hagan de
una conjetura una teoría científica consolidada.
Sea como sea, incluso este supuesto consenso no existe.
Las
opiniones de especialistas (climatólogos, meteorólogos, geólogos,
geofísicos, astrofísicos) son muy variables y muchos de ellos
reconocen la importancia de la contribución natural al calentamiento
global observado desde el período preindustrial, e incluso al
calentamiento del período que va de la posguerra hasta hoy.
También ha habido peticiones firmadas por miles de científicos en
las que se ha expresado su desacuerdo con la hipótesis del
calentamiento global antropogénico.
Cabe destacar la lanzada en 2007
por el físico F. Seitz, ex-presidente de la Academia Nacional de
Ciencias de los Estados Unidos, y la lanzada por el Panel
Internacional No Gubernamental sobre el Cambio Climático (NIPCC),
cuyo informe de 2009 concluye que,
"la naturaleza, y no la actividad
humana, gobierna el clima".
En conclusión, dada la importancia crucial de los combustibles
fósiles para el suministro energético de la humanidad, sugerimos que
nos neguemos a adherirnos a las políticas para reducir las emisiones
atmosféricas de dióxido de carbono bajo el ilusorio pretexto de
gobernar el mundo climático.
COMITÉ DE LANZAMIENTO
-
Uberto Crescenti,
profesor emérito de geología aplicada, Università G.
D'Annunzio, Chieti-Pescara, ex Rectore magnifique et
Président de la Société italienne de géologie.
-
Giuliano Panza,
profesor de sismología de la Universidad de Trieste,
académico de Lincei y de la Academia Nacional de Ciencias,
conocido como el XL, Premio Internacional 2018 de la Unión
Americana de Geofísica.
-
Alberto
Prestininzi, profesor de geología aplicada, Universidad de La
Sapienza, Roma, ex editor científico jefe de la Revista
Internacional IJEGE y director del Centro de Investigación
sobre Predicción y Control de Riesgos Geológicos.
-
Franco Prodi,
profesor de física atmosférica, Universidad de Ferrara.
-
Franco Battaglia,
profesor de química física, Universidad de Módena; Movimento
Galileo 2001.
-
Mario
Giaccio, profesor de tecnología y economía de las fuentes de
energía, Universidad G. D'Annunzio, Chieti-Pescara, ex
decano de la Facultad de Economía.
-
Enrico Miccadei,
profesor de Geografía, Física y Geomorfología, Universidad
G. D'Annunzio, Chieti-Pescara.
-
Nicola Scafetta,
profesora de física atmosférica y oceanografía, Universidad
Frederico II de Nápoles
FIRMAS
-
Antonino Zichichi,
profesor emérito de Física, Universidad de Bolonia, fundador
y presidente del Centro Ettore Majorana para la Cultura
Científica en Erice.
-
Renato Angelo
Ricci, profesor emérito de física de la Universidad de
Padua, ex presidente de la Sociedad Italiana de Física y de
la Sociedad Europea de Física; Movimiento Galileo 2001.
-
Aurelio Misiti,
profesor de Salud-Ingeniería Ambiental, Universidad La
Sapienza, Roma.
-
Antonio Brambati,
profesor de sedimentología, Universidad de Trieste, director
del proyecto Paleoclima-mare de PNRA, ex presidente de la
Comisión Nacional de Oceanografía.
-
Cesare Barbieri,
Profesor Emérito de Astronomía, Universidad de Padua.
-
Sergio Bartalucci,
Físico, Presidente de la Asociación Científica y Tecnológica
de Ricerca Italiana.
-
Antonio Bianchini,
profesor de astronomía, Universidad de Padua.
-
Paolo Bonifazi,
ex director del Instituto Interplanetario de Física Espacial,
Instituto Nacional de Astrofísica.
-
Francesca Bozzano,
profesora de Geología Aplicada, Universidad Sapienza de
Roma, Directora del Centro de Investigación CERI.
-
Marcello
Buccolini, profesor de geomorfología, Universidad de G.
D'Annunzio, Chieti-Pescara.
-
Paolo Budetta,
profesor de geología aplicada, Universidad de Nápoles.
-
Monia Calista,
Investigadora en Geología Aplicada, Universidad G.
D'Annunzio, Chieti-Pescara.
-
Giovanni Carboni,
profesor de física, Universidad Tor Vergata, Roma;
Movimiento Galileo 2001.
-
Franco Casali,
profesor de física, Universidad de Bolonia y Academia de
Ciencias de Bolonia.
-
Giuliano
Ceradelli, ingeniero y climatólogo, ALDAI.
-
Domenico
Corradini, profesor de geología histórica, Universidad de
Módena.
-
Fulvio Crisciani,
profesor de dinámica de fluidos geofísicos, Universidad de
Trieste e Instituto de Ciencias Marinas, CNR, Trieste.
-
Carlo Esposito,
Profesor de Teledetección, Universidad La Sapienza, Roma.
-
Mario Floris,
profesor de Teledetección, Universidad de Padua.
-
Gianni Fochi,
químico, Scuola Normale Superiore de Pisa; periodista
científico.
-
Mario Gaeta,
profesor de volcanología, Universidad de La Sapienza, Roma.
-
Giuseppe
Gambolati, miembro de la American Geophysica Union, profesor
de métodos numéricos, Universidad de Padua.
-
Rinaldo Genevois,
profesor de geología aplicada, Universidad de Padua.
-
Carlo Lombardi,
profesor de Plantas Nucleares, Politécnica de Milán.
-
Luigi Marino,
Geólogo, Centro de Investigación de Control y Predicción de
Riesgos Geológicos, Universidad La Sapienza, Roma.
-
Salvatore
Martino, profesor de Microzonación Sísmica, Universidad La
Sapienza, Roma.
-
Paolo Mazzanti,
profesor de interferometría satelital, Universidad de La
Sapienza, Roma.
-
Adriano
Mazzarella, profesor de meteorología y climatología,
Universidad de Nápoles.
-
Carlo Merli,
profesor de Tecnologías Ambientales, Universidad La Sapienza,
Roma.
-
Alberto Mirandola,
profesor de Energética Aplicada y presidente del Doctorado
en Energética de la Universidad de Padua.
-
Renzo Mosetti,
profesor de oceanografía, Universidad de Trieste, ex
director del Departamento de Oceanografía, Istituto OGS,
Trieste.
-
Daniela Novembre,
investigadora en Geo-recursos mineros y aplicaciones
mineralógicas y petrográficas, Universidad G. D'Annunzio,
Chieti-Pescara.
-
Sergio Ortolani,
profesor de Astronomía y Astrofísica, Universidad de Padua.
-
Antonio Pasculli,
Investigador de Geología Aplicada, Universidad G.
D'Annunzio, Chieti-Pescara.
-
Ernesto Pedrocchi,
Profesor Emérito de Energía, Politécnico de Milán.
-
Tommaso
Piacentini, profesor de Geografía Física y Geomorfología,
Universidad G. D'Annunzio, Chieti-Pescara.
-
Guido Possa,
ingeniero nuclear, ex viceministro Miur.
-
Mario Luigi
Rainone, profesor de geología aplicada, Universidad de
Chieti-Pescara.
-
Francesca Quercia,
geóloga, directora de investigación, Ispra.
-
Giancarlo Ruocco,
profesor de Estructura de la Materia, Universidad La
Sapienza, Roma.
-
Sergio Rusi,
profesor de hidrogeología, Universidad G. D'Annunzio,
Chieti-Pescara.
-
Massimo
Salleolini, profesor de hidrogeología aplicada e hidrología
ambiental, Universidad de Siena.
-
Emanuele
Scalcione, Jefe del Servicio Regional de Agrometeorología de
Alsia, Basilicata.
-
Nicola Sciarra,
profesora de geología aplicada, Universidad G. D'Annunzio,
Chieti-Pescara.
-
Leonello Serva,
geólogo, director de servicios geológicos de Italia;
Movimiento Galileo 2001.
-
Luigi Stedile,
geólogo, Centro de Investigación de Control y Control de
Riesgos Geológicos, Universidad de La Sapienza, Roma.
-
Giorgio Trenta,
físico y médico, presidente emérito de la Asociación
Italiana de Protección de Radiación Médica; Movimiento
Galileo 2001.
-
Gianluca
Valenzise, Directora de Investigación, Instituto Nacional de
Geofísica y Volcanología, Roma.
-
Corrado Venturini,
profesor de geología estructural, Universidad de Bolonia.
-
Franco Zavatti,
investigador de astronomía, Universidad de Bolonia.
-
Achille Balduzzi,
geólogo, Agip-Eni.
-
Claudio Borri,
profesor de ciencias de la construcción, Universidad de
Florencia, coordinador del Doctorado Internacional en
Ingeniería Civil.
-
Pino Cippitelli,
geólogo Agip-Eni.
-
Franco Di Cesare,
Ejecutivo, Agip-Eni.
-
Serena Doria,
Investigadora de Probabilidad y Estadística Matemática,
Universidad G. D'Annunzio, Chieti-Pescara.
-
Enzo Siviero,
profesor de Ponti, Universidad de Venecia, Rector de la
Universidad e-Campus.
-
Pietro Agostini,
Ingeniero, Asociación de Científicos y Tecnolgi para la
Investigación Italiana.
-
Donato Barone,
ingeniero.
-
Roberto Bonucchi,
maestro.
-
Gianfranco
Brignoli, geólogo.
-
Alessandro
Chiaudani, Doctor en Agricultura, Universidad G. D'Annunzio,
Chieti-Pescara.
-
Antonio Clemente,
Investigador en Planificación Urbana, Universidad G.
D'Annunzio, Chieti-Pescara.
-
Luigi Fressoia,
arquitecto urbano, Perugia.
-
Sabino Gallo,
ingeniero nuclear.
-
Daniela Giannessi,
primera investigadora, Ipcf-Cnr, Pisa.
-
Roberto Grassi,
ingeniero, director de G&G, Roma.
-
Alberto Lagi,
Ingeniero, Presidente de Restauración de Plantas Complejas
Dañadas.
-
Luciano Lepori,
investigador del Ipcf-Cnr, Pisa.
-
Roberto Madrigali,
Metereologo.
-
Ludovica
Manusardi, física nuclear y periodista científica, Ugis.
-
Maria Massullo,
Tecnologia, Enea-Casaccia, Roma.
-
Enrico Matteoli,
Primer Investigador, Ipcf-Cnr, Pisa.
-
Gabriella
Mincione, profesora de ciencias y técnicas de medicina de
laboratorio, Universidad G. D'Annunzio, Chieti-Pescara.
-
Massimo Pallotta,
primer tecnólogo, Instituto Nacional de Física Nuclear.
-
Enzo Pennetta,
profesor de ciencias naturales y divulgador científico.
-
Nunzia Radatti,
química, Sogin.
-
Vincenzo
Romanello, Ingeniero Nuclear, Centro de Investigación, Rez,
República Checa.
-
Alberto Rota,
ingeniero, investigador en Cise y Enel.
-
Massimo Sepielli,
Director de Investigación, Enea, Roma.
-
Ugo Spezia,
Ingeniero, Gerente de Seguridad Industrial, Sogin;
Movimiento Galileo 2001.
-
Emilio Stefani,
profesor de fitopatología, Universidad de Módena.
-
Umberto Tirelli,
científico superior visitante, Istituto Tumori d'Aviano;
Movimiento Galileo 2001.
-
Roberto Vacca,
ingeniero y escritor científico.
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