19 Agosto 2019 del Sitio Web PijamaSurf
Imagen: John Conway
el vaticinio de Nietzsche...
Citas de Nietzsche tomadas de
La libertad nunca ha sido valorada tanto y nunca nos hemos jactado tanto de ser libres, de poder hacer lo que queramos. de una sobreabundancia de derechos y albedrío.
El hombre moderno siente orgullosamente que este es su gran logro: haberse liberado de los tiranos, de la religión, de las inclemencias de la naturaleza. Se siente superior a los hombres de otras generaciones, pues cree haberse liberado de sus supersticiones y de su impotencia.
Cree estar libre de dioses y ahora encaminarse hacia su propia deificación - como ocurre claramente con las ideas transhumanistas - o al menos hacia una salvedad con respecto a la naturaleza y la necesidad.
Sin embargo,
Para poder sostener la idea de que somos libres, la 'libertad' necesitó ser redefinida.
Tradicionalmente - en el cristianismo, en el estoicismo, en el platonismo - la libertad tenía que ver con la teleología o con una armonización con principios universales.
Por el contrario, estaba
también el camino de desear de tal manera que uno pudiera actualizar
su esencia o cumplir su vocación.
Pero incluso filósofos como Nietzsche o Heidegger, para quienes la libertad no es esencialmente moral, ni es esencial en el sentido de que no se trata de actualizar una esencia, cuando son leídos cuidadosamente se alejan mucho de la idea moderna de libertad, o al menos de su aplicación en masse.
La voluntad de poder se ha confundido con el libre albedrío, con la orgía de los derechos, con el nihilismo del libre mercado.
Ciertamente Nietzsche ha sido uno de los autores que más se han tergiversado, siendo él mismo el autor de las "interpretaciones" y las "perspectivas".
Su filosofía defiende la
virtud de lo antisistemático, pero por ello mismo permite e incluso
- con su vehemencia destructiva y su licencia moral - fomenta
múltiples interpretaciones, cooptaciones, pasiones irracionales en
torno a su obra.
En defensa de Nietzsche, él mismo explica esto, repitiendo que lo que vemos es la degeneración del hombre, y, entonces, este hombre degenerado, "el último hombre", difícilmente podría tener la vitalidad y la valentía para crearse a sí mismo, para fundar un nuevo sistema de valores.
Y, como Nietzsche cree, si lo que degenera es justamente lo social, la mentalidad de masa, el ser entes colectivos, empujados por el grueso o la mayoría, entonces la globalización, la aldea global, es el punto más álgido de la humanidad.
Es la época en la que lo genial, lo heroico, lo divino menos se gesta.
De cualquier manera, es evidente que el hombre moderno se aleja mucho de este hombre auténticamente libre que podría venir en el "crepúsculo de los ídolos", libre de los absolutos.
Quizá el hombre tenga una necesidad interna - y eterna en la especie - de absolutos - el homo religiosus no parece en ninguna medida a punto de extinguirse, y parece ser lo más cercano a una esencia psíquica humana.
Claro que ahora los dioses son otros, toman otros nombres.
Pero, de cualquier manera, no podemos dejar de añorar, de nombrar (con otros nombres) a 'las potencias', incluso cuando las suplantamos por objetos de consumo o aparatos tecnológicos.
Nietzsche lo notó claramente, pues,
Los grandes logros de la sociedad moderna, con los que supuestamente se ha querido librar de las creencias y de la metafísica, son sistemas de creencias y metafísicas encubiertas.
La ciencia es el nuevo mito, el mito que ha ganado tracción y poder, para paliar nuestro miedo al caos y la incertidumbre, para adormecer nuestros instintos y evitar el encuentro terrible-numinoso con el misterio.
La fuerza que mueve a la
ciencia no sería el deseo de conocer la realidad, ni siquiera de
dominarla, sino de eliminar su peligro, de domesticar la existencia.
Quizá el hombre realmente puede hacer lo que quiere, pero no puede querer lo que quiere, como especuló Schopenhauer; nunca parece querer ser libre (la libertad es la Voluntad en sí misma), quizá porque hay una fuerza que lo determina (y vivimos en un universo determinista); o, como también notó el gran maestro de Nietzsche (que luego éste renegó), porque la voluntad en sí misma es la negación del individuo, su universalización, en cierta forma su aniquilamiento.
O, sin recurrir a la
metafísica, porque al menos la libertad implica abandonar toda
seguridad, salirse no sólo del rebaño, de la protección de la
aceptación social, sino también abandonar el confort del yo, la
máscara que es la persona.
Este es el dios que no ha muerto o la sombra del dios, según Nietzsche.
Y quizá los dioses, o lo divino en sí, nunca mueren en el hombre, pues su naturaleza es la posibilidad; como dice Nietzsche, el hombre es el "animal aún no definido", es decir, el animal que tiene un potencial no limitado, y lo ilimitado, desde Anaximandro, ha estado siempre ligado a lo divino.
O como sostuvo Kierkegaard,
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