por
Javier Yanes
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CFGO Células vegetales, del musgo Plagiomnium affine, con cloroplastos visibles.
Crédito: Kristian Peters
Descubre la figura de Lynn Margulis, una bióloga rebelde que aportó valiosas teorías sobre la evolución de la vida y el origen de las células modernas...
Las células de plantas y animales disponen de unos minúsculos órganos internos, u orgánulos, especializados en obtener energía usando la luz del sol y el oxígeno.
Son los cloroplastos y mitocondrias, respectivamente.
Por su tamaño, por sus funciones y por la particularidad de llevar su propio y pequeño genoma, estos orgánulos recuerdan poderosamente a ciertas bacterias.
¿Sería posible - se preguntó aquella bióloga - que estos orgánulos fueran en realidad descendientes de antiguas bacterias, reclutadas en un pasado lejano por otras células para usarlas como centrales de energía internas?
Un fenómeno semejante era ya bien conocido y tenía un nombre en biología:
El gran problema del origen de la vida en la Tierra es que no había nadie allí para observarlo, por lo que el nacimiento de los primeros organismos terrestres continuará siendo eternamente la materia oscura de la biología, una incógnita abierta a hipótesis de imposible demostración.
Entre ellas, la teoría de la endosimbiosis o simbiogénesis es una de las respuestas más plausibles y brillantes para explicar la aparición de las células eucariotas, constituyentes de todo organismo vivo que no sea una bacteria o una arqueobacteria.
La entonces joven científica autora de la teoría fue Lynn Margulis, de soltera Alexander (5 de marzo de 1938 - 22 de noviembre de 2011), uno de los personajes más influyentes de la biología del siglo XX.
Y ello a pesar de que sus propuestas (en los márgenes de la ciencia establecida) le granjearon fama de heterodoxa, cuando no de rebelde.
Intelectualmente precoz, su vida personal tampoco se quedó atrás: a los 42 años ya se había divorciado dos veces, la primera del astrónomo Carl Sagan y la segunda del químico Thomas Margulis.
Margulis admiraba el trabajo de Charles Darwin, pero opinaba que sus sucesores neo-darwinistas no habían logrado explicar las incógnitas que dejó planteadas el naturalista inglés; entre ellas y sobre todo,
Según Margulis,
Margulis no fue la única en enfrentarse a Darwin. También lo hizo Emilia Pardo Bazán. Fuente: Real Academia Galega (RAG)
La joven bióloga fue más allá y recogió las ideas de pioneros como el estadounidense Ivan Wallin y el ruso Konstantin Mereschkowski, que habían postulado la simbiosis entre organismos simples como fuerza creadora de seres más complejos.
El estudio de Margulis fue rechazado por 15 revistas científicas, y finalmente se publicó en marzo de 1967 sin ninguna repercusión inicial.
Según recogía el diario británico The Telegraph en el obituario dedicado a Margulis tras su fallecimiento en 2011, una de sus solicitudes de financiación para sus proyectos recibió la siguiente réplica:
Pero Margulis no desistió...
En 1970 desarrollaba su teoría en el libro Origin of Eukaryotic Cells.
A través de los años, la simbiogénesis ha ido ganando apoyo experimental:
Y recientemente, un nuevo estudio ha venido a prestar nueva y extensa credibilidad a la teoría de la endosimbiosis.
Un equipo de investigadores dirigido por el biólogo evolutivo William F. Martin, de la Universidad Heinrich Heine de Dusseldorf (Alemania),
La investigación (Endosymbiotic Origin and Differential Loss of Eukaryotic Genes), publicada en Nature el pasado agosto (2015), rastrea el origen de los genes bacterianos que forman parte integral del ADN presente en el núcleo celular de los organismos superiores, incluidos los humanos...
Y frente a la posibilidad de que estas innovaciones genéticas pudieran haberse colado en nuestras células por un largo y continuo proceso gradual de transferencia de genes al azar, los resultados muestran que,
Lynn Margulis en 2009. Crédito: SINC
Para Martin,
Martin rememora hoy las discusiones que mantenía con Margulis, en las que ambos discrepaban sobre ciertos aspectos.
Y sin embargo, prosigue el biólogo,
En el fondo,
El tiempo y la ciencia han acabado por dar la razón a la científica rebelde.
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