por A Lily Bit
06 Diciembre 2024
del Sitio Web
ALilyBit
traducción de
Biblioteca Pleyades
Versión original en ingles
A
Lily Bit
Una mujer ex-agente de inteligencia
que analiza el "Gran
Reinicio", la "Cuarta Revolución Industrial", la
propaganda, el totalitarismo, las narrativas actuales,
la psicología y la historia.
Lo que importa ahora no es contar historias, lo que
importa es contar bien una historia verdadera. |
Un público que ha dejado
de pensar
de manera independiente
es un público que se puede
manejar, moldear y controlar fácilmente...
Estados Unidos está lidiando con una epidemia de proporciones
históricas.
Es una crisis deliberadamente diseñada para sembrar
discordia y mantener el control sobre la población.
El contagio no es un patógeno biológico, es una mezcla de frenesí
mediático, manipulación política y decadencia social.
Las comunidades se están convirtiendo en
campos de batalla porque eso es exactamente lo que quieren
quienes están en el poder: un Estados Unidos (y un mundo) dividido donde estemos demasiado ocupados luchando entre
nosotros para notar a los verdaderos culpables.
Ahora bien, ¿y esas personas típicamente apacibles?
Se están volviendo fanáticos beligerantes,
mientras que los amantes de la paz están acumulando armas,
preparándose no para amenazas externas, sino para conflictos
internos.
Es una descentralización ¡por diseño...!
Nos dicen que esta plaga de paranoia e
intolerancia proviene de la América posterior al
11 de septiembre,
pero seamos claros:
Es una estrategia.
Los "poderes fácticos" han aprendido que "el miedo es
lucrativo"...!
No se trata sólo de mantenernos alerta.
Se trata de asegurar que estemos tan consumidos por el miedo que
no podamos ver los hilos que mueven los "de arriba".
Los movimientos de izquierda y derecha no sólo están
difundiendo desconfianza, son los cerebros de la división.
Se benefician de nuestra desconfianza mutua, asegurando que estemos
demasiado distraídos por nuestras diferencias como para unirnos
contra los verdaderos enemigos:
la corrupción sistémica y la
desigualdad económica.
Esta estrategia de control a través del miedo y la división es
insidiosamente perfecta.
Nos mantiene estúpidos, sí, pero lo que es
más crucial, nos mantiene obedientes.
Mientras nosotros nos ocupamos de tener miedo de
nuestros vecinos, los verdaderos arquitectos de nuestra caída se
ríen de camino al banco, asegurándose de que su control del poder
siga siendo indiscutible:
confundirnos, distraernos con el ruido
interminable de los ciclos de noticias 24 horas al día, 7 días a
la semana y los programas de tele-realidad, convertir cada
pequeño desacuerdo en una guerra en toda regla y enredarnos en
debates sobre temas que, en última instancia, no importan...
La estrategia clave es la división.
Dividir a la población en facciones opuestas,
convencer a cada una de que la otra es la verdadera amenaza y
dejar que griten hasta quedarse roncos, hasta que se vuelvan
sordos a todo lo demás.
En este caos, el consenso se vuelve imposible y
permanecen ajenos a los tentáculos sigilosos de un estado policial
hasta que es demasiado tarde.
Este es el modelo de cómo las sociedades libres se encadenan
voluntariamente, permitiendo que los tiranos asciendan. No es
accidental; está orquestado con precisión, pero pocos en Estados
Unidos (y en el mundo) reconocen esta manipulación.
Se engaña a las personas para que se vean entre sí como adversarios,
canalizando su energía y recursos en elecciones, armando a la
policía, tecnología de vigilancia y guerras, todo bajo la ilusión de
comprar seguridad, que, irónicamente, nunca se materializa.
Mientras tanto, los verdaderos corredores de poder, aquellos en los
bolsillos de los cabilderos y las corporaciones, promueven sus
agendas a un costo superior para el público.
"Nosotros, los tontos" terminamos pagando las
cuentas, soportando las medidas de seguridad invasivas y
viviendo bajo la observación constante de un Estado de vigilancia.
Todos los días, los medios de comunicación
alternativos nos bombardean con historias de corrupción
gubernamental, mala conducta corporativa, militarización policial y
extralimitación de los
equipos SWAT.
Sin embargo, estos no son solo informes incidentales:
son signos de una erosión sistemática de la
libertad.
Estados Unidos ha pasado a una fase en la que
hasta los escolares son arrestados, los veteranos son penalizados
por su supuesto disenso y la vida del ciudadano medio es objeto de
escrutinio a cada paso.
No se trata de meras amenazas:
son las consecuencias innegables de una
sociedad que ha perdido el poner atención, y ha permitido que el
miedo y la división allanen el camino a su propia subyugación.
Sin embargo, aún más insidioso que estas
flagrantes violaciones de nuestros derechos es el lenguaje del miedo
en el que se las envuelve.
Es un dialecto que dominan los políticos de todo el espectro,
amplificado por personalidades de los
medios de comunicación en sus
tribunas de alta definición, explotado por corporaciones con fines
de lucro e incrustado en la estructura misma de nuestro sistema
legal bajo el pretexto de la seguridad.
Este omnipresente lenguaje del miedo ha dado origen a una política
de intimidación cuyo único propósito es dispersar nuestra atención y
separarnos.
El miedo desalienta el pensamiento crítico, nos convierte en
espectadores pasivos de nuestro propio gobierno, nos convence de que
nuestro papel es simplemente culpar a los demás o votar por la
próxima figura mesiánica que promete cambios, pero ofrece más de lo
mismo.
Sin embargo, el miedo es la herramienta probada y verdadera en el
arsenal del político para expandir el control gubernamental.
Las guerras expansivas e interminables del gobierno (contra el
terrorismo, las drogas, el crimen, las pandemias, los inmigrantes y
ahora los "extremistas domésticos") sirven como pretextos para
sembrar el miedo, obligándonos a negociar nuestras libertades por la
ilusión de protección.
Las promesas de seguridad se cuelgan como zanahorias delante de un
caballo, siempre fuera de nuestro alcance.
La obsesión por el control, esta paranoia gubernamental, pinta a
cada ciudadano como un enemigo potencial.
¿Por qué, si no, tendrían necesidad de espiar
nuestras conversaciones, seguir cada uno de nuestros
movimientos, criminalizar nuestro comportamiento, tratarnos como
sospechosos y desarmarnos mientras arman a sus fuerzas hasta los
dientes...?
Estas estrategias basadas en el miedo están
funcionando, están reconfigurando nuestra identidad colectiva,
haciéndonos ver no como ciudadanos con derechos, sino como sujetos a
ser monitoreados y controlados.
El miedo y la paranoia están ahora arraigados en la psiquis
estadounidense, alterando nuestra percepción del mundo, de nuestros
vecinos y, fundamentalmente, cómo nos percibe nuestro gobierno.
Nos han convertido en lo que
Henry Louis Mencken
podría
llamar "ovejas baladoras",
¡que ruegan que nos priven de nuestras
libertades a cambio de la ilusión de seguridad...!
La historia nos enseña que los gobiernos, no los
lobos solitarios, son los verdaderos amos del asesinato en masa y la
opresión.
Los verdaderos terroristas industriales son los que visten traje o
uniforme, pero sin la obediencia pasiva de la población
aterrorizada, serían impotentes.
Dejen de consumir las exageradas tácticas de
miedo del estado y sus voceros de los medios de comunicación de
masas y "alternativos".
No permitan que los arreen con histeria por amenazas
insignificantes hacia los brazos acechantes de la tiranía, que
es el verdadero peligro.
Como ilustra vívidamente la historia,
el miedo y
la paranoia gubernamental son los precursores de los estados
fascistas y totalitarios.
Así es como funciona:
Las crisis, los ataques terroristas y los
tiroteos aleatorios nos mantienen en un estado perpetuo de
alarma.
Este miedo desactiva nuestra capacidad de pensar.
Emocionalmente, el pánico causado por el miedo, literalmente
apaga la parte de nuestro cerebro responsable de la lógica y la
razón.
Esencialmente, cuando el miedo se apodera de nosotros, nuestro
pensamiento crítico se detiene.
Un público que ha dejado de pensar de manera
independiente es un público que se deja arrear, moldear y controlar
con facilidad.
Los siguientes son los componentes esenciales
para establecer un estado fascista, como se describe en la obra de
John T. Flynn de 1944 "As
We Go Marching":
-
El principio de liderazgo fascista: un
gobierno dirigido por una figura dominante, incluso una que
ascienda por medios democráticos, que actúe como el guardián
paternalista de la nación.
-
Poder gubernamental sin restricciones: un
régimen autoritario que se transforma en totalitarismo, sin
reconocer límites a su autoridad.
-
Capitalismo con control burocrático:
aunque aparentemente capitalista, la economía está asfixiada
por una amplia supervisión gubernamental.
-
Obsesión por la seguridad: una fijación
inquebrantable en la seguridad nacional con amenazas
inventadas o exageradas.
-
Estado de vigilancia: establecimiento de
un control interno invasivo y la creación de unidades
paramilitares que no rinden cuentas.
-
Sobrecriminalización: Una cultura en la
que el crimen y el castigo se convierten en el centro de
atención, lo que conduce a un sistema legal demasiado
entusiasta.
-
Centralización e integración corporativa:
El gobierno se alinea con las corporaciones para controlar
todas las facetas de la vida, desde lo social hasta lo
militar.
-
Economía militarista: La economía y el
sistema impositivo giran en torno al poder militar.
El parecido con los Estados Unidos contemporáneos
(y también con el resto del mundo...) no es sólo sorprendente:
¡Es innegablemente alarmante...!
Todos los sectores de la industria están bajo el yugo del
gobierno.
Cada ocupación está meticulosamente catalogada y sistematizada.
Cada producto o servicio está sujeto a impuestos.
El ciclo de deuda interminable no sólo se mantiene, sino que se
perpetúa.
La palabra "inmenso" apenas roza la superficie
cuando se describe al gigante burocrático.
El redoble de tambores de la preparación
militar nunca cesa, y el espectro del conflicto con algún
adversario externo nefasto acecha perpetuamente.
Es una falacia etiquetar al fascismo como exclusivamente de
derecha o de izquierda.
El fascismo trasciende estas etiquetas y encarna elementos de
ambas sin pertenecer a ninguna de ellas.
El fascismo no pretende desmantelar las estructuras
fundamentales del comercio, la familia, la religión o la
tradición; en cambio, pretende dominarlas.
Mantiene en su lugar lo que la población aprecia,
pero bajo el pretexto de mejorar nuestro tejido económico, social y
cultural, la atrapa en una red de control estatal.
Para que el fascismo realmente consolide su control, la población
debe consentir, creyendo que tales medidas no solo son convenientes
sino esenciales.
En tiempos de "crisis", la conveniencia se convierte en la luz guía,
lo que permite al gobierno militarizar la aplicación de la ley,
erosionar las protecciones constitucionales y criminalizar la
disidencia.
Nos encontramos en un momento crucial de la historia estadounidense
(y mundial), en el que la elección es clara:
El momento de resistir es ahora, antes de que
caiga el martillo final y los últimos vestigios de libertad sean
martillados en las cadenas del control total...
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