por Susan M. Willmore

traducción de Nilda Chiaraviglio
06 Julio 2025
del Sitio Web Facebook
Información enviada por MGG



 

 

 

 

Cuando una ballena muere… no es el final.

 

Es el comienzo...


El cuerpo de una ballena no flota para siempre.

Eventualmente, se hunde - lento, silencioso - hacia el fondo del océano.


A esto se le llama un "whale fall" (caída de ballena).

Y allí, en las profundidades, ocurre algo asombroso.


El cuerpo de una sola ballena se convierte en un refugio de vida.


Durante décadas, alimenta a cientos de criaturas marinas: tiburones, cangrejos, pequeños carroñeros y formas de vida únicas que no existen en ningún otro lugar.

De una muerte, nace un ecosistema completo.


De la muerte, brota la vida.

 

Callada.

 

Abundante.

 

Sagrada.

Pero hay más...


Durante toda su vida, las ballenas absorben carbono de la atmósfera.


Y cuando mueren y se hunden, ese carbono se va con ellas al fondo del océano, donde queda atrapado durante siglos.


Incluso en la muerte, ayudan a un planeta que cambia.


Incluso en silencio, nos protegen.


Y mientras viven… ¡cantan...!

 

 

No con palabras, sino con sonidos tan poderosos que pueden viajar miles de kilómetros bajo el mar.

Las madres cantan a sus crías.


Algunos grupos recuerdan a quienes han perdido.


Otros esperan a los que se quedan atrás.

Sus canciones no son solo comunicación.

Son conexión...

El corazón de una ballena azul es del tamaño de un automóvil pequeño.


Y cuando se sumerge a lo más profundo,

late solo dos veces por minuto...

Como si nos susurrara:

Mantén la calma.


Ve profundo.


Muévete con gracia.

Alguna vez, los marineros temieron a las ballenas como monstruos.


Hoy sabemos la verdad:

Son gigantes gentiles.


Guardianes de los océanos.


Portadores de memoria.

Así como los elefantes enseñan compasión en la tierra,

las ballenas la susurran en el agua...

Y ambas nos enseñan:

La grandeza no grita.


Canta.


Guía.

Y cuando llega el momento…

se entrega, convirtiéndose en algo aún más grande...