por Jesús Díaz
24 Octubre 2024
del Sitio Web
ElConfidencial
Un apagón en la ciudad de Nueva
York
provocado por
un evento Miyake.
(SDXL/IA/Novaceno)
La NASA, el NOAA
y el Panel Internacional de
Predicción del Ciclo Solar
anuncian que el Sol ha llegado
a su máximo histórico,
invirtiendo su polaridad.
Los próximos 12 meses
serán críticos por su actividad
extrema
El Sol ha entrado otra vez en un periodo crítico para la
supervivencia de la civilización.
Durante una
conferencia con periodistas el
pasado martes, representantes de la NASA, la Administración
Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) y el Panel
Internacional de Predicción del Ciclo Solar anunciaron que el
Sol ha alcanzado su máximo solar, un periodo de intensa actividad
que se extenderá durante los próximos 12 meses.
El Sol, apuntan, revierte su polaridad y entrará
en su estado más peligroso en el que se pueden producir más
tormentas que, si encuentran a la Tierra en su trayectoria, pueden
desembocar en un evento catastrófico para la humanidad,
como los eventos
Carrington y
Miyake que ocurren cada pocos
milenios...
La diferencia es que, ahora mismo, toda nuestra
existencia fuera de las zonas rurales y algunas zonas
subdesarrollados depende de la infraestructura eléctrica y digital.
El
ciclo solar es un fenómeno natural
en el que el Sol alterna entre períodos de baja y alta actividad
magnética.
Aproximadamente cada 11 años, en el punto álgido
del ciclo, los polos magnéticos del Sol se invierten, lo que provoca
una transición de un estado calmado a uno mucho más activo y
tormentoso.
"Durante el máximo solar, el número de
manchas solares, y por ende la actividad solar, aumenta", dice
Jamie Favors, directora del Programa de Clima Espacial de
la NASA.
"Este aumento de actividad proporciona una
oportunidad emocionante para aprender más sobre nuestra estrella
más cercana, pero también tiene efectos reales en la Tierra y en
todo el sistema solar".
Seguimiento e incertidumbre
La NASA y la NOAA siguen de cerca las manchas solares para predecir
la actividad del ciclo.
Estas manchas, zonas más frías en la superficie
solar debido a concentraciones de líneas de campo magnético, son los
puntos de partida de las erupciones solares.
"Las manchas solares son la manifestación
visible de regiones activas en el Sol, áreas de intensa y
compleja actividad magnética que son la fuente de erupciones
solares", afirma Elsayed Talaat, director de operaciones
de clima espacial de la NOAA.
Entre el 3 y el 9 de mayo de 2024, el
Observatorio de Dinámica Solar de la NASA registró 82 erupciones
solares notables, principalmente desde dos regiones activas del Sol
denominadas AR 13663 y AR 13664, incluyendo nueve
erupciones de clase X, las más potentes.
Durante el máximo solar, el Sol puede desencadenar explosiones de
luz, energía y radiación solar que generan condiciones conocidas
como clima espacial.
"Estas tormentas solares pueden afectar
satélites, sistemas de comunicación y navegación, como la radio
y el GPS, y redes eléctricas en la Tierra", dice Favors.
En mayo de 2024, una serie de poderosas
erupciones solares y eyecciones de masa coronal lanzaron nubes de
partículas cargadas y campos magnéticos hacia nuestro planeta,
creando la tormenta geomagnética más intensa en dos décadas y,
posiblemente, una de las auroras más espectaculares de los últimos
500 años.
"Este anuncio no significa que estemos en el
pico de actividad solar del ciclo actual", advierte Talaat.
Los científicos sólo podrán determinar el pico
exacto una vez se registre un descenso sostenido de la actividad
solar.
El evento más potente registrado hasta ahora en
este ciclo ha sido una erupción de clase X9.0 el pasado 3 de
octubre.
"Las
erupciones solares de clase X son las
más intensas, y esta es la mayor registrada hasta ahora", señala
Lisa Upton, copresidenta del Panel de Predicción del
Ciclo Solar y científica principal del Southwest Research
Institute en San Antonio, Texas.
La NOAA anticipa que seguirán ocurriendo
tormentas solares y geomagnéticas durante el presente periodo de
máximo solar, lo que supone la oportunidad de observar auroras en
los próximos meses y, también, la posibilidad de más impactos sobre
la tecnología.
"No es inusual ver tormentas significativas
incluso durante la fase de declive del ciclo solar", añade
Upton.
De hecho, los paleoclimatólogos apuntan a que dos
de los grandes eventos como el Carrington y el Miyake ocurrieron en
períodos de mínimos solares.
La posibilidad de un evento Miyake
o Carrington
Un evento Miyake o Carrington tendrían consecuencias catastróficas
para la civilización moderna.
El Carrington ya provocó el caos en 1859,
cuando destruyó redes de telégrafo y provocó incendios en
estaciones eléctricas.
El Miyake es de una magnitud aún mayor, capaz
de liberar radiación solar que sobrecargaría y destruiría la
mayor parte de la infraestructura eléctrica y de comunicación a
nivel global, pero también llegando con partículas de alta
energía a la superficie terrestre.
Los transformadores de la red eléctrica fallarían
de manera generalizada, lo que provocaría apagones masivos en cadena
que dejarían a las sociedades modernas sin electricidad,
deteniendo el funcionamiento de hospitales, servicios de emergencia, suministro
de agua potable y la producción y distribución de alimentos.
Comparación entre
el mínimo y
máximo solar.
(NASA)
La infraestructura de Internet también sería inutilizada, con los
cables submarinos y sus repetidores eléctricos fallando sin remedio.
Las partículas de alta energía que llegarían a
los centros de datos podrían también corromper datos y copias de
seguridad.
Sin electricidad y sin conectividad, la sociedad
retrocedería a un estado preindustrial. En cuestión de días, la
falta de electricidad resultaría en millones muertes y el colapso
total de servicios básicos, llevando a miles de millones a
situaciones límites.
Según las proyecciones, en apenas una semana - como describimos en
nuestro
documental 'Control Z' - el caos se
apoderaría del planeta y básicamente retrocederíamos a la Edad
Media:
El Pentágono y otros analistas apuntan a que la
recuperación tardaría décadas porque la reposición de los
transformadores y otros componentes esenciales requeriría recursos y
capacidades industriales que serían extremadamente limitadas tras el
evento.
Nadie sabe si uno de estos eventos pasará en este máximo pero lo
cierto es que, cada vez que llegamos a este punto, estamos jugando a
la ruleta rusa sin quererlo.
Crónica de una tormenta anunciada
Los efectos de los eventos solares extremos están documentados.
La Dra. Holly Gilbert - que fue directora
de la división de ciencia heliofísica del centro de investigación
NASA Goddard y ahora encabeza el High Altitude Observatory
del Centro Nacional de Investigación Atmosférica de los Estados
Unidos - nos explicó que hay tres niveles de impacto.
El primero es la erupción de una radiación de
alta energía - rayos X y de ultravioleta extremo - que puede afectar
a nuestra ionosfera en ocho minutos porque viaja a la velocidad de
la luz.
Las partículas también causan corrientes porque
son partículas cargadas y, finalmente, las eyecciones de masa
coronal, con decenas de miles de millones de toneladas de plasma y
el campo magnético del Sol.
Los seres humanos
vivimos en la ignorancia
del grave peligro que
el Sol, nuestra fuente de vida,
representa para la
civilización humana en cualquier momento.
(Control Z)
Según nos contó por videoconferencia la Dra. Sangeetha Abdu
Jyothi, profesora adjunta de Computación en la Universidad de
California, Irvine, que estudió el efecto devastador que un evento
como el Carrington tendría en la red de
cables de internet submarinos,
destruyendo sus centros repetidores por la falta de protección e
inutilizando las conexiones de Internet globales...
Esta combinación
de efectos no solo derribaría la red Internet, sino que nos
devolvería al medioevo...
De hecho,
"ni siquiera la Edad Media, diría que incluso
antes", remacha Abdu Jyothi.
Un bucle solar levantándose
cientos de
miles de kilómetros
sobre el Sol.
Hoy, todas las infraestructuras críticas de la sociedad, desde la
sanidad y la banca a la distribución de agua potable o la
logística... la lista es interminable.
Cualquier industria en la que puedas pensar,
afirma, depende de la electricidad y la red Internet.
"Si no tenemos eso, básicamente volveremos a
la Edad de Piedra. Especialmente con el tipo de densidad de
población que tenemos en las grandes ciudades.
Ni siquiera puedo imaginar lo que pasaría si
ocurriera un evento a gran escala".
John Kappenman, un ingeniero
estadounidense con décadas de experiencia en la industria eléctrica
norteamericana, sí lo imagina.
Lleva toda la vida estudiando estos
fenómenos y su impacto en las redes de alta y media tensión:
"Sí, claramente habría desastres de salud
pública, desastres de servicios públicos, desastres en la cadena
de distribución de alimentos, desastres de la industria
farmacéutica, inutilización de los hospitales, de los sistemas
de pago...
Todo caerá una vez que sufres un impacto en
la más importante de todas la infraestructura, la red
eléctrica", nos dice en entrevista telefónica.
La onda de choque
de una eyección
coronal masiva del Sol
deformando el campo
magnético terrestre.
En la actualidad, los científicos piensan que cada pocos cientos de
años vamos a tener un evento de nivel Carrington.
El último fue en
julio de 2012, pero afortunadamente ocurrió hacia el lado opuesto a
la Tierra.
"Pero cada mil años vamos a tener un evento
que es 10 o 20 veces más fuerte que el evento Carrington.
No es una cuestión de si lo vamos a sufrir o
no. Es solo una cuestión de cuándo va a pasar", afirma Gilbert.
El evento Miyake será aún peor
Si el impacto global de un evento Carrington sería devastador de por
sí, existe otro tipo de tormenta aún más poderosa: los eventos
Miyake.
El Dr. Ethan Siegel - astrofísico teórico,
investigador y divulgador, autor del famoso pódcast
Starts with a Bang - ha seguido
de cerca la situación de la red eléctrica mundial y el peligro que
el tiempo solar extremo representa para la supervivencia de la
civilización.
Según Siegel, el evento de 1859 no es nada
comparado con un evento Miyake.
La energía desatada al romperse la
cola
crearía una
corriente eléctrica que reventaría
la mayoría de
los transformadores de todo el planeta.
"Sabemos que el Sol [crea eventos Carrington]
con regularidad", nos cuenta Siegel por videoconferencia, "pero
recientemente nos hemos enterado de que este tipo de eventos no
son los más fuertes que se hayan producido".
Hace más de un milenio, cuenta, en el año 774 o
775, hubo un gran aumento en el carbono 14 en la atmósfera de la
Tierra que se codificó en anillos de árboles en todo el mundo.
"Después de una década de investigar las
causas del pico, hemos llegado a la conclusión científica de que
el Sol tenía la culpa", afirma, "y fue un evento más de 10 veces
más poderoso que el evento Carrington.
De hecho, puede que ni siquiera sea el evento
más fuerte que jamás haya ocurrido.
Porque si vamos y miramos en núcleos de hielo
de hace 9.200 años, hubo una tormenta aún más poderosa que el
evento de 774 a 775, que fue un evento Miyake".
Durante
una tormenta solar,
la erupción acelera
los protones presentes en el viento solar de la heliosfera - el área
de influencia del Sol, donde se encuentran la Tierra y el resto de
planetas - a la velocidad de la luz.
Estos protones se convierten así en partículas de
alta energía que también son un peligro para los seres humanos y la
civilización.
El campo electromagnético
también
inutilizaría todos los sistemas
de alerta sobre
el horizonte, según el Pentágono,
inutilizando
los sistemas de defensa temprana
y mermando la
capacidad militar de todo el mundo.
El Dr. Raimund Muscheler - profesor de Ciencias del
Cuaternario y especialista en paleoclima de la Universidad de Lund -
fue el descubridor de los núcleos de hielo a los que hace referencia
Siegel.
En una entrevista por videoconferencia, nos
cuenta que estos protones son tan peligrosos para la infraestructura
electrónica como el plasma solar lo es para la infraestructura
eléctrica:
"Representan un riesgo directo de radiación.
La electrónica de los satélites puede destruirse cuando hay una
alta radiación, pero también afectaría a cualquier persona en el
espacio.
Si vuelas en un avión cerca de áreas polares
donde el campo germánico no nos protege de estas partículas de
alta energía, allí también puedes estar expuesto a una alta
exposición a la radiación".
Abdu Jyothi dice que estos protones
afectarían también gravemente a todos los dispositivos electrónicos
en la Tierra, causando daños irreparables en ficheros de datos y
causando errores en chips cuando el incremento de partículas de alta
energía llegara a la superficie terrestre.
"Con un evento Carrington, nuestros teléfonos
móviles, torres de telefonía móvil, servidores de portátiles y
centros de datos, estarían en su mayoría seguros siempre y
cuando tengan protección contra el voltaje transitorio del
suministro eléctrico", dice.
"Pero con un evento [como el Miyake] que es
dos órdenes de magnitud más fuerte, si tenemos partículas
cargadas que golpean la superficie de la Tierra, entonces esto
podría corromper nuestro almacenamiento de datos".
Cientos de miles de
personas
morirían en apenas
unas horas
ante la falta de
electricidad
después de agotar el
combustible
de los generadores de
emergencia.
Abdu Jyothi dice que los datos que se almacenan en nuestros
centros de datos - como tu
información bancaria, registros de salud, casi todos los datos que
tenemos hoy en día - podrían corromperse.
"Hoy ya sabemos que hay pequeñas cantidades
de partículas de carga que logran llegar a la superficie de la
Tierra, penetrando a través de nuestra atmósfera y causando
corrupción en los datos almacenados en los centros de datos",
asegura.
"En tiempos normales, es una tasa de
corrupción muy pequeña.
Pero con un evento a gran escala, podría ser
mucho más alta. Podríamos perder todos los datos en todo el
mundo y eso podría ser un evento devastador".
Una escala imposible de comprender
Pero la pérdida de datos no tendría importancia con lo que vendría
inmediatamente después.
El informe de la Academia Nacional de las Ciencias de los EE.UU.
también es claro.
"Debido a la interconexión de las
infraestructuras críticas en la sociedad moderna, el impacto
puede ir más allá de la interrupción de los sistemas técnicos
existentes y conducir a interrupciones socioeconómicas
colaterales a corto y a largo plazo", afirma su Comité de
Estudios, de la División de Ingeniería y Ciencias Físicas.
Todas las industrias
dependen de la
electricidad,
desde la
logística hasta la
distribución de agua
potable.
"Los efectos colaterales de una interrupción a largo plazo
probablemente incluirían, por ejemplo,
-
la interrupción de los sistemas de
transporte, comunicación, banca y financiero y los
servicios gubernamentales
-
la interrupción de la distribución de
agua potable debido a la parada de las bombas
-
la pérdida de alimentos y
medicamentos perecederos debido a la falta de
refrigeración...
La pérdida resultante de servicios durante un
periodo de tiempo significativo incluso en una región del país
puede afectar a toda la nación y también tener impactos
internacionales".
Solo en la Costa Este de los Estados Unidos, el
estudio fija una estimación de uno a dos billones de dólares anuales
en coste social y económico, con tiempos de recuperación de cuatro a
10 años.
A nivel global, la extrapolación de cifras
llegaría al rango de trillones.
La recuperación es una misión
imposible
A nivel planetario, que es como se espera que suceda, todo esto
sería muchísimo más grave.
A nivel humano, el índice de mortalidad se
dispararía globalmente por la falta de hospitales modernos y el
colapso de la industria farmacéutica.
En los primeros días, todas las personas cuya
supervivencia dependiera de respiración asistida o cualquier otro
sistema eléctrico morirían sin remedio.
Solo durante los primeros meses, cientos de
millones de urbanitas morirían por infecciones y hambrunas
regionales debido a la falta de distribución de medicinas, alimentos
y agua potable causada por el colapso en cascada de absolutamente
todo gracias a la destrucción de la red eléctrica.
Pasarán décadas antes de poder llegar a
fabricar y reemplazar todos
los transformadores
dañados en todo el globo.
El tiempo de
fabricación y entrega
de uno de alta tensión en tiempos normales
es
de dos años.
La recuperación a escala global tardaría mucho más de una década,
cuenta Kappenman.
Sustituir todos los transformadores - de alta,
media y baja tensión - afectados sería misión imposible.
"Sabemos que estos grandes eventos van a ser
eventos planetarios. No van a estar aislados en una parte del
este de EE.UU.", afirma.
Muchos de los lugares de fabricación de
transformadores también están dispersos por todo el mundo, asegura,
y eso incluye China, una de las grandes productoras a nivel global.
"Me preocuparía la situación geopolítica.
En un escenario en el que se han producido
muchos daños en todo el mundo, ¿permitirían los gobiernos que
los grandes transformadores se exporten fuera de ese país
mientras todavía están tratando de recuperarse de los daños?".
La respuesta es obvia...
El campo estaría
relativamente a salvo
en las primeras
semanas,
pero la migración
masiva de ciudadanos
huyendo de las urbes
será un enorme
problema.
Para hacerse una idea de lo grave que es esto, hay que comprender lo
que se tarda en fabricar un transformador de alta tensión hoy en
día, cuando no hay ningún problema en el mundo ni un
apocalipsis industrial y social
provocado por la falta total de electricidad:
dos años desde el
momento del pedido a la entrega...
"El desafío del suministro global es
preocupante", afirma Kappenman, "el tipo correcto de cobre para
los núcleos magnéticos de un transformador no se produce en
todos los países.
Tiene que adquirirse con años de antelación
para mantener el suministro".
Y sin la red eléctrica en funcionamiento,
"la capacidad de fabricar, enviar y
suministrar todos estos componentes puede no ser factible".
Los tiempos de recuperación serían mucho más
largos,
"si es que podemos recuperarnos de este
escenario".
Un par de años
después de la erupción,
muchas estructuras
estatales habrían desaparecido
por el colapso de los
recursos,
los grandes desastres
en todas las industrias
y la fragmentación
inevitable de la sociedad.
La solución es cuestión de
planificación y poco dinero
Siegel afirma que la solución es sencillamente cuestión de dinero.
Ahora mismo, estamos a merced de nuestra propia
estrella, pero la industria ignora este peligro por un sencillo
motivo:
el coste.
En vez de invertir en la protección de sus redes
ante un evento que pasará tarde o temprano, lo ignoran y trabajan
para que los legisladores lo ignoren.
"En Estados Unidos, es prácticamente ilegal
que una corporación priorice cualquier cosa que no sean los
beneficios para los accionistas del próximo trimestre", afirma.
"Hay muchas cosas que deberíamos hacer de
manera diferente.
La elección ética es obvia, la elección del
beneficios a largo plazo es obvia, pero las personas con el
dinero y el poder en EE.UU., el país más rico de la tierra,
están legalmente obligadas a no priorizar esas cosas".
Siegel se refiere a los estatutos que atan a los
directivos al beneficio de sus empresas.
Se necesita una nueva
organización de la
red eléctrica
que la haga más
resistente,
con generación más
local
y sistemas
redundantes.
Kappenman apunta que el regulador federal de la energía de
los Estados Unidos ha comenzado a definir los estándares para evitar
que un evento Carrington tenga estos efectos devastadores.
Pero las compañías eléctricas se resisten.
"Ha habido una gran discusión sobre lo grave
que puede ser este evento, pero las compañías eléctricas
proponen medidas que son demasiado débiles para evitar esta
catástrofe", afirma.
El problema, asegura, es que ninguna empresa
quiere gastar dinero en medidas de prevención.
Esto es algo que ya se ha podido comprobar
durante varios desastres naturales en que las redes eléctricas
norteamericanas se han demostrado extremadamente frágiles en estados
como Texas o California.
Lo malo es que su visión no solo se aplica a Estados Unidos.
Todas las compañías eléctricas del mundo siguen
en la misma línea, algo que no sorprende, dadas sus tácticas y
acciones ilegales y fraudulentas.
Lo bueno es que hay soluciones técnicas:
tres acciones que podrían prevenir que la
humanidad cayera a los infiernos de la era preindustrial y la
pérdida de millones de vidas.
Un plan de tres puntos
Siegel afirma que una de ellas es organizar la infraestructura
eléctrica para que sea más resiliente, creando redes locales y
regionales que puedan actuar de forma independiente cuando sea
necesario, con fuentes energéticas más pequeñas y sistemas de
almacenamiento debidamente protegidos.
Kappenman afirma que la protección de los transformadores es
fundamental, pero que la solución técnica es sencilla:
"Se pueden utilizar condensadores en serie o
neutros.
Los últimos son, con mucho, la solución más
barata".
Estos dispositivos son de voltaje relativamente
bajo,
"una especie de aislamiento nominal de 100
KV, lo que es relativamente modesto en términos de las
clasificaciones de aislamiento que se necesitan".
Estos son dispositivos que fueron inventados y
probados a principios de la década de los noventa.
Kappenman trabajó en estos condensadores, que no
están patentados: son diseños abiertos de libre uso, así que nadie
los controla.
"Basándonos en algunos de los proveedores que
han entrado en el mercado en los últimos años", afirma,
"implementarlos costaría alrededor de 1.000 millones de dólares
en todos los EE.UU.".
El coste, dice, sería similar en Europa o en
otros lugares del mundo.
De nuevo, solo el coste en la Costa Este
americana sería de uno a dos billones de dólares anuales durante un
periodo de hasta una década.
Necesitamos muchas
más sondas de monitorización
para poder
desarrollar un sistema de alerta temprana,
algo que podría
tomarnos dos décadas.
Por último, Gilbert afirma que la tercera pata de defensa contra
estos eventos sería,
un sistema de alerta temprana efectivo, con
modelos de inteligencia artificial que puedan predecir cada paso del
Sol con bastante antelación.
"Viendo lo bien y cuánto han progresado los
modelos solo en los últimos 10 años, creo, y esto es pura
especulación, realmente creo que en 20 años vamos a ser muy
buenos prediciendo", asegura.
"Puede ser un poco demasiado optimista, pero
creo que estamos dando grandes pasos para conocer la hora de
llegada de algunas de estas eyecciones coronales masivas".
Pero, para ello, dice, necesitamos más datos y
cubrir el Sol desde todos los ángulos posibles con múltiples
satélites, muchos más de los que tenemos ahora. Y con redundancia...
"No tenemos una visión completa del Sol en
este momento porque es muy caro enviar tantos satélites al
espacio".
La única manera de
prevenir
esta catástrofe
inevitable
es que el mundo
acuerde
tomar las medidas
adecuadas.
Al final, como concluye Siegel, está claro que la solución está en
todos nosotros:
en la presión que podamos hacer sobre los
políticos, exigiendo la protección de una infraestructura que ya
no es solo un bien público sino una fuerza imprescindible para
soportar el tejido social y económico que nos permite
sobrevivir.
El coste de todo esto es ridículo comparado con
los efectos que podréis ver en el documental.
"Podemos unificarnos como planeta para crear
la legislación adecuada, hacer cumplirla y hacer que todas estas
ciudades de todo el mundo estén seguras y puedan resistir estos
eventos", afirma Siegel.
"Entonces, tal vez, no tendremos un desastre
de varios trillones de dólares cuando ocurra lo inevitable.
Esto depende de todos nosotros".
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