
	por Thierry Meyssan
	
	16 Julio 2013
	del Sitio Web 
	
	RedVoltaire
	
	
	
	Versión en ingles
	
	
	
	Versión en italiano
	
	 
	
	 
	
		
			
				
					
						
							
							
							A la súbita 
							jubilación política de Qatar del escenario 
							internacional siguió, sólo una semana después, el 
							derrocamiento de Mohamed Morsi en Egipto. 
							
							 
							
							A pesar de que no existe 
							relación de simultaneidad entre ambos hechos, ni 
							relación de causa y efecto, el hecho mismo de que se 
							hayan producido viene a cambiar radicalmente el 
							porvenir del mundo árabe.
							
 
						
					
				
			
		
	
	
	
	
	Mohamed Morsi y el 
	emir Hamad Al-Thani
 
	
	
	En sólo dos semanas, 
	
	la Hermandad Musulmana, a la que Washington prometía el 
	gobierno del mundo árabe, ha perdido dos de sus principales instrumentos de 
	poder. 
	
		
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			El emir de Qatar Hamad Al-Thani se vio obligado a abdicar, el 25 de 
	junio de 2013, y con él se fue también su inspirador y primer ministro, 
	Hamad ben Jassem (HBJ).    
- 
			
			El 3 de julio, el presidente Mohamed Morsi fue 
	derrocado por el ejército egipcio y dos órdenes de arresto fueron 
	prontamente emitidas contra los principales responsables de la Hermandad 
	Musulmana en Egipto, incluyendo al Guía Supremo de la cofradía, Mohamed Badieh. 
	
	No parece que al empujar al emir Hamad hacia la puerta de salida, Washington 
	haya previsto otro cambio de régimen en Egipto. 
	
	 
	
	Estados Unidos, que ya no 
	soportaba más las trapacerías político-financieras del emir Hamad, puso a 
	Qatar en su lugar de micro-Estado. Pero Washington nunca puso en tela de 
	juicio la ayuda que el emir aportaba a la Hermandad Musulmana. 
	
	 
	
	Lo que no le 
	gustaba era el papel preponderante que estaba alcanzando el pequeño emirato.
	 
	
	 
	
	 
	
	 
	
	El papel de la Hermandad
	
	En todo caso, la inesperada llegada legal de la Hermandad al poder en Egipto, 
	en junio de 2012, permitía entender cuál era el verdadero objetivo de la 
	«primavera árabe»: 
	
		
		una nueva era de colonización basada en la concertación 
	secreta entre la Hermandad Musulmana, Estados Unidos e Israel. 
	
	
	Para la 
	cofradía, la islamización forzosa de las sociedades en el norte de África y 
	el Levante; para Washington, la globalización económica, incluyendo 
	privatizaciones masivas; y para Tel Aviv, la continuación de la paz separada 
	pactada en Camp David.
	
	Es importante entender que con ello «la cofradía se convirtió en la punta de 
	lanza del sionismo árabe», según la expresión del pensador libanés Hassan Hamade. 
	
	 
	
	Algo que el «consejero espiritual» del canal qatarí al-Jazeera, el 
	jeque Yusuf al-Qaradawi, confirma a su manera cuando predica que si Mahoma 
	estuviese hoy entre nosotros, viviría en paz con los israelíes y apoyaría a 
	la OTAN.
	 
	
	 
	
	 
	
	 
	
	La ideología de la cofradía
	
	
	Esa posición es favorecida por la estructura misma de la Hermandad Musulmana. 
	
	
	 
	
	Aunque no dispone de una coordinación internacional, la cofradía no es una 
	organización única sino que se compone de numerosos grupos diferentes. 
	Acepta, además, diferentes niveles de adhesión, cada uno con su propia 
	ideología. 
	
	 
	
	Pero todos se reúnen alrededor de una sola divisa: 
	
		
		«Alá es 
	nuestro objetivo, el Corán es nuestra ley, el Profeta es nuestro líder, la 
	Yihad es nuestro camino y el martirio nuestra mayor esperanza.» 
	
	
	Todos se 
	identifican, además, con la enseñanza de Hassan al-Banna (1906-1949) y de 
	Said Qutb (1906-1966).
	
	La cofradía es de hecho la matriz de todos los movimientos salafistas (o 
	sea, de quienes aspiran a vivir como los compañeros del Profeta) y 
	takfiristas (o sea, de quienes luchan contra los apóstatas) que trabajan con 
	la CIA. 
	
	 
	
	Ese es precisamente el caso de Ayman al-Zawahiri, actual jefe de 
	al-Qaeda, proveniente de esos movimientos. 
	
	 
	
	Fiel agente de Estados Unidos, 
	al-Zawahiri propició el ascenso de Hosni Mubarak a la presidencia de Egipto 
	al organizar el asesinato de Annuar el-Sadat. Y hoy se ha convertido en jefe 
	espiritual de los Contras que operan contra el gobierno sirio.
	
	La cofradía ha sido siempre minoritaria, en todos los Estados donde se ha 
	desarrollado, incluyendo Egipto, donde su victoria en las urnas se debió al 
	hecho que dos tercios de la población boicoteó las elecciones. Así que 
	siempre alentó la creación de grupos armados que trataron de alcanzar el 
	poder mediante la fuerza o el engaño. 
	
	 
	
	La característica fundamental del 
	comportamiento de la Hermandad es que para ella «el fin justifica los medios». 
	
	
	 
	
	Es por lo tanto difícil, al estudiar su evolución ideológica, distinguir 
	entre lo verdaderamente autentico y lo que no es otra cosa que pura 
	seducción política. Precisamente, el caso egipcio demuestra de forma 
	fehaciente que la evolución democrática de la Hermandad no pasaba de ser una 
	fachada concebida únicamente para ganar la elección.
	
	Lo más interesante es que, a pesar de haber surgido como un movimiento 
	destinado a luchar contra el imperialismo británico, la Hermandad Musulmana 
	entró rápidamente en conflicto con el nacionalismo árabe, principal 
	adversario del colonialismo en la región. 
	
	 
	
	Al comprender el uso que podían 
	hacer de la Hermandad, los británicos - expertos en la manipulación de sectas 
	- en vez de liquidarla, lograron infiltrar en ella a sus agentes y la apoyaron 
	para luchar contra los nacionalistas árabes. 
	
	 
	
	Hoy en día, la coordinación 
	internacional de la Hermandad Musulmana tiene su sede en Londres.
	
	La «primavera árabe» (a partir de diciembre de 2010) no es en el fondo otra 
	cosa que un remake de la antigua estrategia franco-británica de la «revuelta 
	árabe» contra los otomanos (1916-1918).
	
	 
	
	La única diferencia es que el 
	objetivo no era esta vez reemplazar la vieja administración otomana poniendo 
	en el poder a una serie de títeres seudo-independentistas sino sustituir a 
	los aliados ya desgastados por fantoches vírgenes pero dispuestos a plegarse 
	a las nuevas reglas de la globalización.
	
	 
	
	 
	
	 
	
	
	El repliegue estratégico de Qatar
	
	Con el cambio de equipo en Qatar se interrumpió el flujo de ingentes fondos 
	hacia la Hermandad Musulmana, ya sea en Siria, en Palestina, en Egipto, en 
	Libia o en otras partes. 
	
	 
	
	El emirato vuelve a concentrarse ahora en sus 
	ambiciones internas y prevé dedicar 200 000 millones de dólares a la 
	preparación de la Copa Mundial de futbol, para dentro de 5 años.
	
	La brusca desaparición de Qatar de la escena internacional deja el campo 
	libre a Arabia Saudita y a los Emiratos Árabes Unidos, dos países que se han 
	apresurado a garantizar su respaldo al nuevo régimen egipcio.
	
	La rivalidad entre Qatar y Arabia Saudita llevó a Irán a expresar su apoyo a 
	Mohamed Morsi en Egipto - mientras que respalda a Bachar al-Assad en Siria. 
	
	 
	
	O 
	sea, Teherán se vio de esa manera expresando más afinidad con el proyecto de 
	la Hermandad Musulmana egipcia de «islamizar la sociedad» que con el de los nasseristas favorables a la liberación de Palestina de la ocupación 
	colonial.
	
	La retirada de Qatar corresponde, en definitiva, a un reequilibrio de 
	fuerzas en el mundo anglosajón. 
	
	 
	
	Una tras otra, las comisiones de control de 
	los servicios secretos, en el Congreso de Estados Unidos y en la Cámara de 
	los Comunes del Reino Unido, se han pronunciado contra el 
	
	envío de armas a 
	los «rebeldes» en Siria.
	
	La caída de la Hermandad Musulmana no significa por lo tanto únicamente el 
	fracaso de esa cofradía sino también el de todos aquellos que, en Londres y 
	Washington, creyeron poder «rediseñar» el norte de África y el Medio Oriente 
	y que, al no lograr hacerlo, han preferido sembrar allí el caos antes que 
	reconocer su derrota.