por Daniel Gutman
20 Febrero
2019
del Sitio Web
IPS
Presentación del Sistema de Mapas de Riesgo del Cambio Climático,
que se
utilizó de base para elaborar los mapas de riesgo agrícola en
Argentina.
Especialistas afirman que el cambio climático, además de problemas,
puede
traer oportunidades a la agricultura del país.
Crédito: Secretaría de Ambiente
El
cambio climático es una amenaza
global para la producción de alimentos, pero para la agricultura
argentina podría ser a la vez una fuente de oportunidades.
En algunas zonas del país
se generarían mejores condiciones para la actividad productiva,
según el análisis de especialistas sobre las últimas proyecciones
climáticas.
A través de los "Mapas de Riesgo de Déficit y Excesos Hídricos en
los Cultivos según Escenarios de Cambio Climático", el gobierno
proyectó hasta 2039 la cantidad de agua disponible para,
soja, maíz, trigo,
girasol y algodón,
...los principales
cultivos, que en casi todo el país se producen en secano (sin
riego).
"El cambio climático
tiene dos caras para la producción de nuestro país: nos va a
traer problemas pero también oportunidades", dijo a IPS el
subsecretario de Agricultura, Luis Urriza.
"En la mayor parte de la pampa húmeda, que es una llanura fértil
de gran extensión como existen pocas en el mundo, esperamos más
lluvias, en cantidad y en intensidad.
Va a haber
inundaciones, pero si sabemos manejar el agua podemos ser más
productivos", agregó.
Las consecuencias
negativas del cambio climático son bien conocidas en este país
sudamericano con 44 millones de habitantes.
"Cuando hablamos
del calentamiento global
todos pensamos
en un aumento
en la frecuencia
e intensidad de los fenómenos extremos.
Pero las proyecciones en los mapas
muestran muchos
matices,
que por ejemplo
dan oportunidades de ser productivas
a zonas
tradicionalmente secas,
a partir de un
aumento del régimen de lluvias".
Carlos Gentile
En 2018, la agricultura
fue fuertemente afectada por una sequía que impactó principalmente
sobre las cosechas de soja y maíz, los dos cultivos con mayor
superficie sembrada.
Las pérdidas fueron estimadas por la Bolsa de Cereales de Buenos
Aires en casi 6.000 millones de dólares, ya que la cosecha fue
inferior a lo esperado en 27 millones de toneladas.
En un país donde la producción agropecuaria es la principal
generadora de exportaciones, esa sequía se considera uno de los
factores que contribuyó a un 2018 pésimo de la economía, con una
caída del producto interno bruto de 2,3 por ciento.
Pero detrás de esa noticia, ampliamente difundida, también hay datos
positivos que vienen de la mano del cambio climático, según advierte
Miguel Ángel Taboada, director del estatal Instituto de
Suelos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA),
un referente dentro de América Latina.
"El impacto negativo
está muy a la vista pero hay también que tener en cuenta que la
mayor cantidad de lluvias en verano que se viene registrando en
la zona central de la Argentina ha permitido llevar la
agricultura hacia el oeste, a zonas que no eran consideradas
productivas", explicó Taboada a IPS.
"Digamos que el cambio climático no necesariamente nos
perjudicó. El resultado es más bien balanceado", consideró.
Los nuevos mapas de
riesgo agrícola fueron presentados el 29 de enero por los
secretarios de Ambiente, Sergio Bergman, y de Agroindustria,
Luis Etchevehere, y serán actualizados periódicamente en los
próximos 20 años.
En ellos, se contemplan dos escenarios diferentes:
-
uno es el de
estabilización del nivel de emisión de gases de efecto
invernadero (llamado a nivel internacional, de RCP 4,5)
-
otro de aumento (RCP
8,5)
Una pequeña finca pecuaria
en la provincia de Santiago del Estero,
en el norte de Argentina, donde las familias crían
cabras y ovejas por las sequías,
incrementadas por el cambio climático
y la consecuente degradación de los suelos.
Fabiana Frayssinet/IPS
El resultado es que se espera un mayor o menor nivel de lluvias, de
acuerdo a las zonas del país y a las épocas del año.
La información está
destinada a que los productores planifiquen de manera más eficaz sus
fechas de siembra, la duración de los ciclos de cada cultivo e
incluso la elección de las semillas.
La herramienta fue elaborada sobre la base de un estudio que la
cartera de Ambiente hizo público en 2017, que es el Sistema de
Mapas de Riesgos de Cambio Climático, que identifica de qué
manera se va a ver afectada cada región del país.
El secretario de Cambio Climático y Desarrollo Sustentable,
Carlos Gentile, afirmó a IPS que,
"se trata de
posibilitar la adaptación al cambio climático para potenciar sus
efectos positivos y amortiguar los negativos, lo que
económicamente es mucho más conveniente que reparar las
pérdidas".
En ese sentido, el
funcionario mencionó la importancia de la tecnología y,
específicamente, la posibilidad de desarrollar semillas más
resistentes a los fenómenos climáticos.
La agricultura argentina se volcó decididamente en los últimos 20
años a la
agricultura transgénica, a través
de semillas de soja, maíz y algodón resistentes a herbicidas o a
sequías.
Actualmente, dentro del gobierno se discute la liberación del trigo
transgénico, que ya fue aprobado por las autoridades ambiental y
sanitaria, pero que enfrenta incógnitas desde el punto de vista
comercial, ya que no es legal por ahora en ninguna parte
del mundo.
"Cuando hablamos del
calentamiento global todos
pensamos en un aumento en la frecuencia e intensidad de los
fenómenos extremos.
Pero las proyecciones
en los mapas muestran muchos matices, que por ejemplo dan
oportunidades de ser productivas a zonas tradicionalmente secas,
a partir de un aumento del régimen de lluvias", agregó Gentile.
Una plantación de maíz en la pampa,
la zona
productiva de Argentina por excelencia.
El maíz
es el segundo cultivo, detrás de la soja,
en
cuanto a superficie sembrada y
ambos
son en su casi totalidad transgénicos.
Crédito: Secretaría de Agroindustria
Las autoridades y especialistas consultados, incluido el
subsecretario de Agricultura, coincidieron en que son los
agricultores familiares los menos preparados para lidiar con las
consecuencias del cambio climático y a los que el Estado debería
darles herramientas, cosa que hasta ahora no se ha hecho, por su
determinante función en la seguridad alimentaria interna.
En términos geográficos, el panorama, de todas maneras, parece más
complejo para zonas que son consideradas marginales desde el punto
de vista agrícola, tanto en el sur como en el norte del país.
En la sureña ecorregión de la Patagonia, por ejemplo, donde
la principal actividad es la cría de ovejas, desde 2007 en adelante
se han registrado sequías que han afectado la calidad de los
pastizales.
"Todavía no sabemos
sin son por efecto del cambio climático. Para afirmarlo
deberíamos examinar un período mucho más prolongado.
Pero sí sabemos que
el aumento de las temperaturas hace que los pastos requieran
cada vez más agua", dijo a IPS Guillermo García Martínez,
investigador en Recursos Naturales de la estación del INTA en
Esquel, en la patagónica provincia de Chubut.
En el otro extremo del
país, en la llamada Puna, la meseta del altiplano andino que
limita con Bolivia y Chile, la vida para quienes dependen de los
recursos naturales tampoco se proyecta fácil para los próximos años,
porque se trata de un ecosistema de gran fragilidad por la escasez
de agua, donde familias campesinas e indígenas crían llamas y ovejas
en forma extensiva.
"Está pronosticado un
aumento de temperatura en la región y eso significa mayor
sequía", explicó Alejandro Maggi, especialista en manejo y
conservación de suelos de la Universidad de Buenos Aires.
"También va a impactar negativamente el
retroceso de los glaciares que
ya está ocurriendo, porque el agua en la región depende en buena
medida de ellos", agregó a IPS.
De todas maneras, si lo
propio del cambio climático son fenómenos extremos e inesperados, en
la Puna argentina se han vivido en este mismo verano austral,
inundaciones como en otras zonas desérticas del planeta.
"Hubo deslizamientos
y una fuerte degradación del suelo, porque esas tierras no están
preparadas para recibir tanta agua", detalló Maggi.
Es la actividad agrícola
a escala industrial, por supuesto, la que mejor parece preparada
para enfrentar los desafíos del cambio climático.
El doctor en ciencias agropecuarias Gustavo Maddonni opinó
que,
"los productores
argentinos siempre han sido rápidos en la toma de decisiones
para adaptarse a los cambios, por ejemplo diversificando las
fechas de siembra o adoptando cultivos híbridos".
"La productividad de la agricultura argentina creció
ininterrumpidamente a través de los años, gracias a la
tecnología y al mejoramiento genético.
En la medida en que
se sigan experimentando buenas prácticas de manejo, esa
tendencia va a continuar y se le va a ganar al cambio
climático", concluyó con optimismo en su diálogo con IPS.
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