por Mario Osava
15 Noviembre
2019
del Sitio Web
IPSNoticias
Manifestantes a favor de Evo Morales
y su
restitución en la presidencia
recorren calles de La Paz
tras su
renuncia el 10 de noviembre,
antes
de que la senadora opositora
Janine
Añez se proclamara
como
mandataria interina,
en una
medida avalada por el
Tribunal Constitucional Plurinacional,
acotando que en el plazo de 90 días
debe
haber elecciones.
Crédito: Cortesía de Franz Chávez
RÍO DE JANEIRO
-
Venezuela tiene
dos presidentes
-
Bolivia casi
ninguno
-
en Perú su
parlamento está disuelto y sus cuatro expresidentes vivos
están o estuvieron presos
-
en Chile el
gobierno se tambalea ante persistentes protestas callejeras
en demanda de profundas reformas políticas y sociales...
Con estas expresiones y
otras habidas este año en América Latina, la región concluye una
década de atropellos políticos...
En algunos casos fueron
golpes de Estado, en la definición de los derrocados. Pero se trata
de un concepto ahora controvertido, ya no se destituyen gobernantes
por simples intervenciones militares como en el pasado.
Bolivia, en realidad, estuvo dos días sin presidente y luego ganó
una presidenta interina autoproclamada y de legitimidad
cuestionable.
Evo Morales, del izquierdista Movimiento al Socialismo, renunció al
cargo el domingo 10, tras tres semanas de rebelión popular contra su
intento de reelegirse la tercera vez a la presidencia, con más que
sospechas de fraude en el escrutinio de los comicios realizados el
20 de octubre.
No quedaron sustitutos naturales, porque junto con él renunciaron el
vicepresidente Álvaro García Linera y los jefes del Senado y la
Cámara de Diputados.
Solo el martes 12 el vacío fue ocupado por la
senadora
Jeanine Añez, derechista y de extrema religiosidad.
Ella asumió la presidencia, por considerar que al ser segunda
vicepresidenta del Senado, la de mayor rango legislativo en
ejercicio, le tocaba asumir la misión de "pacificar el país" y
promover nuevas elecciones generales "lo más pronto posible", en una
medida que el Tribunal Constitucional avaló, pero subrayando que los
comicios deberán producirse en máximo 90 días.
Destitución o amenazas de derrocamiento de gobernantes se volvieron
frecuentes últimamente en América Latina.
En agosto de 2016 la presidenta de Brasil,
Dilma Rousseff
(2011-2016), fue destituida en un proceso parlamentario, acusada de
fraudes presupuestarios. Fue golpe, según su Partido de los
Trabajadores y la izquierda en general.
Luego, en marzo de 2018, le tocó al presidente de Perú,
Pedro Pablo Kuczinsky (20016-2018), renunciar ante acusaciones de corrupción y
de intento de sobornar a legisladores para evitar su propia
destitución por el parlamento.
Ese ciclo empezó el 28 de junio de 2009 cuando el entonces
presidente de Honduras, Manuel Zelaya, fue secuestrado en su
residencia por militares que lo metieron en un avión y lo llevaron a
San José de Costa Rica.
No se trató de un golpe militar. Los militares cumplieron una
decisión de los poderes Legislativo y Judicial.
El principal delito
de Zelaya fue insistir en convocar una Asamblea para aprobar una
nueva Constitución, que le permitiría ser candidato presidencial.
Tres años después, ocurrió un caso similar en Paraguay. El entonces
presidente Fernando Lugo fue sometido a un juicio legislativo y en
dos días estaba destituido, acusado de responsabilidad en conflictos
agrarios, en uno de los cuales murieron 17 personas.
Zelaya y Lugo son ejemplos del
"golpe legislativo" o "institucional"
que pasó a ser parte del repertorio de movimientos e intelectuales
de izquierda.
Sus víctimas fueron hasta ahora
mandatarios
progresistas.
A los dos casos que
permitieron definir el llamado "neolgolpismo",
se sumó el de Rousseff, destituida en un polémico proceso de
inhabilitación, previsto en la Constitución y la legislación
brasileña.
Evo Morales agranda el rol contemporáneo de víctimas de golpe en la
narrativa de izquierda, pero también de otras corrientes, porque no
hubo un proceso parlamentario o judicial para su caída.
Además él renunció tras la "sugerencia" en ese sentido del entonces
comandante de las Fuerzas Armadas bolivianas, general Williams Kaliman, un aliado del líder del pueblo aymara, quien gobernó el
país desde 2006.
Sin la protección de policías y militares que
decidieron no reprimir el pueblo sublevado, no le quedaba
alternativa a Morales.
Pero se trató de un "contragolpe", en respuesta al intento de
Morales de reelegirse para un cuarto período en la presidencia,
vedado por la Constitución que él mismo aprobó en 2009 y el
referendo de 2016 que rechazó su pretensión, es como interpretan
analistas como el brasileño Demetrio Magnoli.
De todos modos aumentaron en los últimos años los presidentes
latinoamericanos que no alcanzan cumplir sus mandatos. Eso ya no
resulta de golpes militares como era usual hasta la década de los
70.
La redemocratización regional, a partir de los años 80, al parecer
no produjo gran estabilidad política, especialmente en la década
actual.
Solo en América del Sur ya hubo
17 presidentes que tuvieron
acortados sus gobiernos, sea por renuncia, inhabilitación o ataques
golpistas, destacó Maria Herminia Tavares, profesora jubilada de
Política en la Universidad de São Paulo, en el diario Folha de São
Paulo.
Jeanine Añez,
segunda vicepresidenta del Senado,
reunida
con la cúpula militar y policial
tras
asumir como mandataria interina de Bolivia.
Derechista, ultracatólica y despreciativa
con la diversidad étnica
del país,
asegura
que convocará pronto a elecciones,
pero sin establecer fecha,
al
contrario del Tribunal Constitucional,
que
avala la legalidad de su mandato interino
pero
acota que en 90 días máximo
deberán producirse los comicios.
Crédito: Senado de Bolivia
Es un dato que revelaría el deterioro de la 'democracia' en la región,
pero que puede también servir de argumento a favor del régimen
parlamentario de gobierno, en que la sustitución del gobernante se
hace sin el trauma que provoca en el presidencialismo, dominante en
la región.
Pero además de los derrocados, América Latina, especialmente América
del Sur, registra actualmente una gran cantidad de presidentes
amenazados en el poder.
Insatisfacciones generalizadas, sea por,
desempleo, desigualdad,
corrupción, servicios públicos deficientes y caros,
...estallan por
razones variadas.
La espoleta más presente ha sido el
aumento
del costo del transporte.
El chileno Sebastián Piñera heredó la promesa de una postergada
Reforma de la Constitución nacional y medidas sociales, como aumento
de pensiones y otros beneficios, sin contener
las protestas
desatadas por el alza de precio del pasaje de metro en Santiago, el
18 de octubre.
La violenta represión provocó más de 20 muertos, cerca de 2 500
heridos y 3 000 detenidos, pero las manifestaciones se
intensificaron y ampliaron los reclamos, incluyendo una Asamblea
Constituyente, para superar el ordenamiento heredado de la dictadura
militar que tuvo vigencia de 1973 a 1990.
Poco antes fue el gobierno de Ecuador que en octubre, acorralado por
protestas masivas, tuvo que anular un brutal aumento de los precios
de combustibles, de más de cien por ciento, con que se intentó
eliminar subsidios para cumplir acuerdos con
el Fondo Monetario
Internacional.
En Perú las movilizaciones callejeras rechazaban la corrupción que
involucró todos los expresidentes vivos.
Sobornos de la constructora
brasileña Odebrecht envenenó toda la política peruana.
El actual presidente,
Martín Vizcarra, decidió, asido en un
resquicio legal, llamar a elecciones legislativas en un intento de
zanjar la crisis de gobernabilidad y para eso disolvió el unicameral
Congreso, en una medida que recuerda dictaduras del pasado.
Venezuela es una excepción. El gobierno bolivariano perdura desde
hace dos décadas, pese a haber destruido la economía y provocado el
éxodo de casi cinco millones de personas tan solo los últimos seis
años, haber perdido a su fundador, Hugo Chávez, muerto de 'cáncer' en
2013, sucederlo Nicolás Maduro, y haber violado sus propias reglas
para ganar elecciones también sospechosas de fraude.
Además, Chávez sobrevivió a un intento de golpe militar que lo sacó
dos días del poder en abril de 2002, y Maduro ha enfrentado grandes
manifestaciones, saldadas con decenas de muertos, y el hecho inédito
de que desde enero, el presidente de la Asamblea Legislativa, Juan Guaidó, se autoproclamó presidente encargado y fue reconocido por
más de 50 gobiernos, que consideran ilegal los comicios de 2018 en
que se reeligió a Maduro.
Esas turbulencias políticas tienen como sustrato que América Latina
es la región más desigual y más violenta del mundo.
Coincide también
con la mayor concentración de catolicismo y de un vertiginoso
incremento de iglesias evangélicas, pero es difícil establecer
relaciones de causa y efecto
con la religión.
De todas maneras es visible el vínculo de las fuerzas de extrema
derecha, que ascendieron al poder en Brasil y son protagonistas
en
la rebelión boliviana, con el fundamentalismo religioso.
En Brasil
Jair Bolsonaro adoptó la consigna,
"Brasil
por encima de todo, Dios por encima de todos",
...y se alió
estrechamente con evangélicos radicalmente conservadores.
En Bolivia, el principal líder de la sublevación popular, Luis
Fernando Camacho, presidente del Comité Cívico de Santa Cruz de la
Sierra, y la presidenta interina, Jeanine Añez, son
católicos
fervorosos y usan
la Biblia como arma, mientras han tenido duras
expresiones contra la población indígena y sus religiosidades ancestrales, en un país de gran diversidad étnica.
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