para respaldar las monedas en el orden post Bretton Woods ha desatado una auténtica guerra por los 'commodities'.
Sudamérica, con su litio, agua, minerales e hidrocarburos, está en el centro de todas las miradas...
En ese contexto, el
anuncio de la creación de una
moneda regional por parte de los
presidentes de Brasil y Argentina (desechada y hasta ridiculizada
por los portavoces de Wall Street, como el ex secretario del Tesoro
Larry Summers, o los ex-funcionarios
del FMI Mark Sobell y
Olivier Blanchard, y replicada fervientemente por la prensa
derechista de nuestra región), configura el escenario de una
Sudamérica sumida en una dramática disputa global.
Pero la escenificación no es mecánica, porque si se considera que Washington calcula, de modo anticipado (por las prospectivas geopolíticas que realizan sus think tanks y sus agencias de inteligencia), el tipo de efectos generados para viabilizar sus mejores opciones, las declaraciones de Richardson ("tenemos mucho por hacer, esta región importa para nuestra seguridad nacional, tenemos que intensificar nuestro juego") parecen más bien una advertencia y no una agenda de intenciones futuras.
La misma que saliera de boca de Mark Milley, jefe de Estado Mayor Conjunto de EE.UU. en 2021 (cuando asumía Laura Richardson como jefa del Comando Sur):
Esa amenaza, por
supuesto, son Rusia y China.
No es casual que estos tres países constituirían (en el proyecto bioceánico) el corredor geoestratégico de la conexión de Sudamérica al Pacífico, o sea, con China.
En ese sentido, los últimos hallazgos de litio en el Perú intensifican la política de captura de nuestra región (amplificando el "triángulo del litio"), siendo que este año debieran haber vencido las concesiones estatales a las transnacionales mineras (asunto que precipitó la destitución del presidente Castillo para imponer un gobierno dócil a las exigencias del capital transnacional).
La disputa se hace abierta...
De la política de contención se pasa a la ofensiva amplificada.
En ese sentido, dilatar el conflicto en el Perú parece una opción que se le impone (desde afuera) al gobierno usurpador para agotar trágicamente las expectativas de un pueblo en insurgencia.
Porque las tres demandas,
...aun cuando se
cumplieran, configuran también escenarios de recomposición de una
derecha empoderada gracias a la progresiva vandalización mediática
de las protestas.
En tales circunstancias, el pueblo no debiera capitular su poder emergente, pero sí administrarlo estratégicamente.
Pero eso requiere dirección y todo este desenlace, que carga la pesada memoria del senderismo, debiera también servir para constituir un movimiento popular articulado en base a la demanda suprema:
Un camino en el que el
pueblo mismo genere un legítimo proceso constituyente, donde lo que
se debe constituir es el pueblo mismo como sujeto, es decir, como
poder constituyente.
El Estado plurinacional nació con varios caballos de Troya en sus entrañas; uno de ellos fue el chantaje autonomista de la élite cruceña que, hoy en día, se transmuta en un proyecto balcanizador con apariencia federalista.
Desde la Guerra del Gas y la expulsión del último gobierno neoliberal de Bolivia, Santa Cruz se convirtió en el epicentro de la resistencia fascista al proyecto plurinacional.
Todas las últimas aventuras desestabilizadoras de la derecha se han originado en el poder concentrado que las élites económico-políticas poseen en el cordón señorial de la ciudad y su operador político por excelencia:
Desde el autonomismo hasta el federalismo, todos estos relatos operan como retóricas de relativización del Estado nacional, para afirmar un supuesto derecho exclusivista a estar por encima de la propia Nación.
En el caso boliviano, la violencia, el revanchismo racista-urbano y la impunidad son el medio para minar constantemente y hasta deslegitimar todo lo que represente estabilidad y paz social.
De ese modo se preludia
toda "revolución de colores" que, en medio de la crisis
civilizatoria global, sólo puede conducirnos a escenarios
progresivos de balcanización.
En el golpe de 2019, el apoyo del gobierno de Bolsonaro a los golpistas fue fundamental para capitalizar una legitimidad postiza que la derecha siempre costeó con nuestras propias riquezas:
En ese año, el escenario regional inmediato era decididamente adverso a nuestro proyecto plurinacional.
Por eso la dictadura duró un año, aunque desearan los golpistas estar una eternidad. Ahora Brasil, con Lula de vuelta, tiene casi medio país en divergencia.
El episodio del reciente
fallido intento de golpe es apenas una muestra de lo que puede
articularse como resistencia creciente de una derecha dogmatizada
por un poder que ya no es disuasivo sino abiertamente ofensivo: el
poder mediático.
Como bien lo explica la escritora Jamileh Alamolhoda (primera dama de la República de Irán),
En Bolivia, después de
unos ya disminuidos cabildos que siempre deliberan vía amenazas, se
van tejiendo las ideas de un referéndum para la reforma judicial
que, en los hechos, representará la transición al escenario del
lawfare, donde la derecha se
propondrá recuperar el Poder Judicial y, desde allí, judicializar al
poder político, es decir, privarle al gobierno de toda capacidad
decisoria.
Todo el episodio que
condujo al apresamiento del presidente Castillo y la asunción de
"Balearte" fue un operativo mediático-congresal que, por medio del
lawfare, generó toda la narrativa de legitimidad
constitucional para que el golpe no pareciera un golpe.
Perú y Bolivia son ahora la arena jurídica donde se piensa desarrollar sus formas actualizadas, más ofensivas.
La racialización de la Justicia en estos dos países, además del señorialismo racista meritocrático de los colegios profesionales, es el campo ideal para la captura y manipulación ideológica del conjunto normativo social.
A nivel local y global, como señala Thierry Meyssan,
Y el "orden democrático"
peruano no podía permitir que un "serrano"
sea presidente, por eso su destitución era un imperativo
hasta del propio racismo jurídico...
muy desarrollado en Brasil y Argentina.
Perú y Bolivia son ahora la arena jurídica donde se piensa desarrollar sus formas actualizadas,
más ofensivas"
Lo político es cercado por el cinturón legalista que hace imposible todo cambio.
Por ello, la legitimidad política que origina y da lugar a una Asamblea Constituyente debe permanecer siempre como garante continuo de su implementación fáctica.
Esto constituye la
verdadera esencia de la praxis democrática que nuestros pueblos
están demandando: crear y criar al poder popular.
Porque el neoliberalismo, más allá de ser solamente un modelo económico, es, en realidad, una racionalidad radicalizada del liberalismo, que destruye las bases mismas de la democracia, desde que lo político se somete a lo económico.
La actual democracia made in USA, en tanto "institucionalidad democrática", es reducida al management empresarial que hace de la gobernabilidad un apéndice de la performance administrativa.
Es decir,
Los objetivos del Estado dejan de ser políticos y se hacen gerenciales.
Cuando todo ámbito de la
vida humana es reducido a su carácter mercantil, la lógica
empresarial invade todo y las necesidades sociales, los bienes
comunes, las reivindicaciones populares, etc., son comprendidos como
proyectos gerenciales, es decir, son cotizados desde criterios de
rentabilidad, donde los pobres son sacrificados en un mundo hecho
sólo para los ricos.
Entonces se puede
comprender mejor los procesos de implosión democrática que estamos
viviendo y que permiten la mejor escenografía de la nueva guerra de
los
commodities.
Eso se agudiza con la
guerra en Ucrania, una guerra entre la Federación Rusa y la OTAN
porque, producto de las sanciones y su fracaso, cobran ahora más
relevancia el oro y todo aquello que es riqueza tangible, en este
caso, los commodities más apreciados en la tan disputada
transición energética global.
Al encontrarnos en un mundo post-Bretton Woods, no sólo el dólar sino cualquier moneda que aspire a ser divisa internacional ya no puede sostenerse, in the long run, como moneda fiduciaria.
En ese sentido, una
guerra de commodities es una guerra financiera al desnudo.
De ese modo, la nueva guerra de los commodities se opera desde las urgentes necesidades de reposición global de la esfera anglosajona (el remanente continuo del mundo unipolar), para minar toda posible democratización, aunque sea mínima, de las finanzas mundiales
Por eso el tránsito hacia
un nuevo orden, en este caso, multipolar, se expresa inevitablemente
como guerra financiera (que es la esencia de la guerra moderna,
representada en el espectáculo de los conflictos bélicos, para un
mundo que precisa héroes, villanos, epopeyas y efemérides).
...ya no constituyen un
botín de guerra sino la soberanía misma de la esfera financiera
imperial.
Esa sola mención genera la posibilidad de una guerra de los commodities porque, para el 'Imperio' en decadencia, se trata de definir quién posee la soberanía mundial.
La guerra en Ucrania tiene que ver con eso:
El pecado de Rusia
consiste en afirmar su soberanía, por eso la rusofobia desatada en
Europa y EE.UU. es la representación del desprecio imperial hacia el
insumiso.
En ese sentido, la nueva guerra de los commodities es una guerra contra toda soberanía.
El 'Imperio' en decadencia necesita ungirse de poder real y eso consiste en la renuncia absoluta de la periferia - en este caso, del arco latinoamericano - a su propia existencia estatal y nacional.
Lo que no lograron en
Bolivia (pero buscan reactivar, para así también escarnecer la idea
de lo plurinacional), tratan de impulsarlo desde el Perú, para
desatar una conflictividad creciente como balcanización
regional...
para respaldar todas las monedas, de modo que los 'commodities' estratégicos
se presentan
como candidatos garantes"
La modernidad es el tipo de mundo donde esta soberanía se despliega y desarrolla en toda su plenitud. Por eso la confusión analítica actual (por no respetar niveles de análisis) de señalizar a China como capitalista proviene de la ingenua separación entre capitalismo y modernidad.
La diseminada sinofobia en Latinoamérica (que permea hasta al izquierdismo) es, en realidad, una declaración de guerra imperial por el alma de nuestros Estados:
La modernidad es un proyecto civilizatorio de dominación exponencial, por eso es heredera de la vocación imperial de Occidente.
Para los chinos, el capitalismo es una mediación de su propio proyecto nacional, que responde a una civilización que no es occidental (al parecer los rusos están empezando a entender también eso).
Esto no quiere decir que los chinos sean heraldos de la justicia.
La visión eurocéntrica no nos sirve ni para eso.
El crecimiento chino ha
desatado otro tipo de contradicciones globales que la actual ciencia
económica ni siquiera puede adivinar.
Esta exhibición hasta morbosa es lo que se irá reflejando como un dramático alarde de poder irracional, como sucede cuando el criminal es descubierto.
Tratándose de una guerra híbrida y multidimensional, desmontará también las narrativas que en el siglo XX definieron las oposiciones políticas y veremos cómo ahora se definen dramáticamente los actores en una escenografía nunca antes experimentada y mucho menos pensada.
Como dicen los que saben:
Para afirmar nuestro propio proyecto de liberación deberemos afirmarlo también en los términos de un proyecto civilizatorio y devolvernos a lo que éramos:
Ya no hay un orden unipolar, lo que significa que ya no hay un mundo único, sin alternativas, según la narrativa moderna.
La alternativa son los pueblos y su historia milenaria. Desde esa historia es que emergerán las alternativas ante la crisis civilizatoria.
Porque la esperanza es
una memoria que despierta...
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