por Thierry Meyssan del Sitio Web RedVoltaire
En sus manifestaciones, los "chalecos amarillos" hacen ondear la bandera de Francia, símbolo siempre ausente en las reuniones organizadas
por los ecologistas.
Los dirigentes del país y los medios de difusión descubrían, estupefactos, la existencia de una clase social que no conocían hasta entonces y a la que nunca antes se habían visto confrontados:
Esa protesta, que en algunos lugares llegó a tomar visos de revuelta, tuvo como factor desencadenante un impuesto sobre el combustible diésel - impuesto que oficialmente tenía como objetivo alcanzar las metas planteadas en el Acuerdo de París sobre el medioambiente.
Miembros de esa población relegada, los "chalecos amarillos" aparecieron en 2018 para recordarle al resto de la sociedad que, aun viviendo en las localidades desfavorecidas, seguían siendo parte de Francia y que no podían contribuir a la lucha contra "el fin del mundo" si antes no les ayudaban a sobrevivir hasta "el fin de mes".
Los "chalecos amarillos" denunciaban la inconciencia de
los dirigentes políticos que - desde sus cómodas oficinas en París -
eran incapaces de ver las dificultades que enfrentan otras
categorías poblacionales. [2]
Los políticos se veían totalmente desorientados mientras que los miembros de los "chalecos amarillos" exponían una visión panorámica de la situación.
Los
políticos no mostraban la capacidad de análisis necesaria, que sí
estaba presente entre los electores.
La agravación del conflicto, con la participación de una parte importante de la población, hizo que llegara a temerse una eventual revolución.
Presa del pánico, el presidente francés Emmanuel Macron se encerró durante 10 días en su bunker subterráneo, bajo el Palacio del Elíseo, anulando todas sus salidas y encuentros fuera del edificio.
Sólo cuando
el
presidente del Senado lo mandó a paseo, Macron apareció en
televisión anunciando unas cuantas medidas de carácter social, de
las cuales ninguna respondía a los reclamos de los "chalecos
amarillos"... porque el presidente Macron simplemente no sabía
todavía de dónde habían salido esos franceses.
Tratando entonces de recuperar la iniciativa, el presidente Emmanuel
Macron decidió organizar un "Gran Debate Nacional" en cada
comunidad, algo así como los "Estados Generales" de 1789,
anunciando que cada ciudadano tendría derecho a expresarse en esos
encuentros y que las proposiciones serían recogidas y tenidas en
cuenta.
Resultó entonces que temas como la inmigración, el aborto voluntario, la pena de muerte y el matrimonio entre personas del mismo sexo quedaban excluidos del "debate".
El presidente Emmanuel Macron dice ser un "demócrata"... pero desconfía del pueblo. Por supuesto, todo grupo de personas está expuesto a dejarse llevar por el apasionamiento.
Durante la Revolución Francesa, los sans culottes [4] llegaron a crear desorden en los debates parlamentarios insultando a los diputados desde los espacios reservados al público.
Pero en 2019 nada permitía prever que los alcaldes fuesen objeto de la cólera de sus conciudadanos. La organización del "Gran Debate Nacional" estaba en manos de la "Comisión Nacional del Debate Público".
Pero esta pretendía garantizar la libre expresión de cada ciudadano mientras que el presidente Emmanuel Macron quería, al contrario, limitarla a 4 temas:
¿Resultado...?
El presidente Macron acaparó entonces el escenario.
Participó en varias reuniones, convenientemente transmitidas por televisión, donde respondió a todas las preguntas de los participantes, como si él fuese un experto conocedor de todos los temas, ofreciendo un ejercicio de evidente autosatisfacción.
Del proyecto inicial - oír las preocupaciones de la ciudadanía - el "Gran Debate Nacional" pasó a un objetivo muy diferente:
Al cabo de 3 meses, 10 000 reuniones y de 2 millones de contribuciones, se elaboró un informe que está cuidadosamente guardado en alguna gaveta.
Aunque la síntesis elaborada dice otra cosa, las intervenciones de los participantes en el "Gran Debate Nacional" aludían a las prerrogativas de los políticos que ejercen cargos electivos, los impuestos, la caída del poder adquisitivo, las limitaciones de velocidad en las carreteras, el abandono de las regiones rurales y la inmigración.
El "debate" no pasó de ser un
simple ejercicio de estilo, que además demostró a los "chalecos
amarillos" que el presidente Macron está dispuesto a hablarles... pero
no tiene intenciones de oírlos.
los "chalecos amarillos" organizaron firmas de peticiones a favor de la institucionalización de un Referéndum de Iniciativa Ciudadana (RIC).
Hace unos 10 años que Etienne Chouard [5] recorre Francia explicando a los franceses que una Constitución sólo es legítima cuando la redacta la ciudadanía que va a regirse por ella.
Por consiguiente,
Así que ordenó dividir la población por regiones y categorías socio-profesionales y, sólo después de realizada esa categorización, los miembros de la "Convención Ciudadana" fueron designados por sorteo dentro de cada uno de esos grupos, como se escoge a un grupo de encuestados para participar en un sondeo de opinión.
Cómo se materializó la conformación de cada grupo, es algo que nunca se dio a conocer.
Además, Emmanuel Macron puso la organización de los debates en manos de una firma especializada en la animación de paneles, de manera que el resultado es el mismo que habría arrojado la organización de un sondeo de opinión.
Esta "Convención Ciudadana" no formuló ninguna
proposición propia sino que se limitó a priorizar las proposiciones
que le fueron presentadas.
Las propuestas más acordes con el consenso comúnmente admitido serán presentadas al parlamento o sometidas al pueblo mediante un referéndum.
Por cierto, no está de más recordar que el último referéndum realizado en Francia, hace 15 años, dejó un pésimo recuerdo:
La verdadera naturaleza de esta "asamblea de ciudadanos" quedó al descubierto cuando sus miembros hicieron saber que no querían someter a referéndum una propuesta que ellos mismos habían aprobado.
¿Por qué no querían someterla a referéndum?
De esta manera reconocían
implícitamente que, sobre la base de los argumentos que les habían
presentado, ellos habían aceptado una propuesta a sabiendas de que
el Pueblo razonaría de otra manera.
Cuando decidió imponer a los franceses el confinamiento obligatorio generalizado, lo hizo siguiendo las recomendaciones del antiguo equipo de Donald Rumsfeld. [7]
Y, finalmente, optó por
protegerse de las críticas creando un "Consejo Científico", cuya
presidencia puso en manos de una personalidad cuyo criterio creía
incuestionable. [8]
Al final de la crisis, el profesor Raoult fue llamado a prestar testimonio ante una comisión de la Asamblea Nacional y declaró,
Los medios de difusión no se molestaron en analizar el testimonio del profesor Didier Raoult sino que se dedicaron a resaltar las reacciones hostiles de la nomenklatura administrativa y médica.
Optaron por dar máxima cobertura a las críticas contra el profesor Raoult, cuando este eminente miembro de la élite científica mundial
acaba de cuestionar la eficacia de las acciones del presidente de
la República, Emmanuel Macron, del gobierno francés y de la clase
médica francesa en el enfrentamiento de la epidemia.
En las localidades periféricas y en las zonas rurales - territorios de los "chalecos amarillos" - esa primera ronda permitió la elección inmediata de alcaldes y consejos municipales.
Pero, como siempre, en las grandes ciudades las cosas
son más complicadas y se hacía necesaria una segunda vuelta, que
tuvo que esperar hasta el pasado 28 de junio.
Ignorando esa protesta silenciosa, los medios de difusión interpretan el voto de la minoría como un "triunfo de los ecologistas".
Sería más correcto decir que la abstención de 6 de cada 10 electores ilustra,
Los estudios de opinión nos aseguran que el voto ecologista está enraizado principalmente entre los funcionarios.
Eso es una constante en todos los procesos prerrevolucionarios:
La Constitución francesa no prevé esta situación de profunda división en el seno de la población y no establece un mínimo de participación en las elecciones.
Así que los resultados de esa segunda ronda electoral en las grandes ciudades francesas, a pesar de no ser democráticos, son válidos.
Ninguno de los alcaldes
electos en esta segunda vuelta - con la participación de sólo una
quinta parta de los electores, o incluso menos - ha solicitado la
anulación de ese escrutinio.
Si esta "huelga" de los electores llegara a extenderse a la próxima elección presidencial francesa, en mayo de 2022, el sistema acabará derrumbándose.
Pero ninguno de los dirigentes políticos parece
consciente de ello...
Referencias
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